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VAMOS A CONTAR HISTORIAS.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
09-02-2013 21:18

Querid@s compañer@s:
Con vuestro permiso iniciaré la moderación de este rincón. Naturalmente estoy abierto a críticas y sugerencias.
Resumo a continuación las normas por las que deben regirse las colaboraciones:

1.- Relatos sobre cualquier temática de ficción, aunque se apoyen en hechos reales. Se evitará tratar temas de conflictividad política, de pornografía pseudoerótica y, en general, temas que puedan resultar ofensivos o desagradables a la sensibilidad de los foreros.
2.- La extensión del relato estará comprendida entre las 200 y las 600 palabras, admitiéndose tolerancias razonables en más o en menos.
3.- Los relatos deberán incluir obligatoriamente en su texto, de manera coherente, las SEIS o SIETE palabras que semanalmente se publiquen, a propuesta de los participantes del foro, escriban o no en el hilo. Conviene destacar en el relato el tipo de letra de estas palabras obligatorias, para facilitar su localización, a efectos de tirar de las orejas a los infractores de la norma .
4.- Las palabras de inserción obligatoria se propondrán desde la noche del viernes hasta la noche del domingo (los noctámbulos pueden ampliar este horario nocturno a su conveniencia.)
El domingo noche se publicará la relación de las palabras propuestas que deberán incluirse en los relatos de la semana.
Normalmente será este moderador el que inicie la recogida de palabras; pero si por alguna circunstancia, nunca disculpable, no lo hiciese, cualquier participante del hilo puede comenzar a hacerlo. Que dios se lo pague y el moderador se lo agradezca..
5.- Los relatos publicados podrán ser comentados, criticados o alabados por el resto de participantes, para lo cual deberán dejar estos comentarios en el apartado "VAMOS A CONTAR HISTORIAS. COMENTARIOS A RELATOS". No se especifica ni tiempo ni orden para publicar estos comentarios.
6.-Junto al material desaparecido estaban las primeras palabras que habíais propuesto para la semana que viene.
Espero contar con la colaboración de todos vosotros.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
18-08-2017 11:36

A pesar de las dramáticas situaciones que estamos viviendo en España la vida continúa, incluso y sobre todo en Rayuela. Animo a mis compañeros a sobreponerse y buscar en la escritura un cierto y admisible escape al tremendo drama que vivimos. Ánimo Barcelona, ánimo España.

itinerante colosal estrambótico flexible espadachín descifrar

UN EXTRAÑO AVATAR

Como cada año volvió a su ciudad natal para pasar unos días de descanso, recuperarse del estrés que cada vez con más angustia le extirpaba su vida propia para que se la entregase a instancias ajenas. Alienación, le dijeron que se llamaba esa extraña depredación de su personalidad. Volvía a aquella vieja ciudad medieval por cuyas calles y plazuelas había discurrido su infancia y parte de su juventud. Ahora, ya en la madurez y con una formación bastante sólida, podía descifrar el colosal legado que guardaban aquellas piedras milenarias, aquellas callejuelas a las que la vigorosa luz del país eliminaba cualquier apariencia de sórdidas. El avance imparable del progreso, con sus destrozos inevitables, había respetado, no obstante, el ambiente medieval de la ciudad antigua. Y las autoridades y el vecindario en general estaban imbuídos de aquel respeto y procuraban limitar y reducir al máximo las agresiones que los nuevos tiempos comportaban a la vieja ciudad.

Por eso, nuestro personaje encontraba el sosiego en aquellas calles y una especie de paz aureolaba su deambular pausado, meditabundo, soñador, que le llevaba, sin embargo, a los bulliciosos tiempos de su infancia, cuando con su pequeña pandilla de zarrapastrosos amigos, muchachuelos de la calle como él, perseguían gatos, alborotaban a los perros adormilados y hacían salir a las ventanas a las pacíficas vecinas que les arrojaban cazuelas de agua fría.

Aquel itinerante regreso a la ensoñación del pasado era, al mismo tiempo, fuente de inspiración para él. Autor no demasiado prolífico ni popular de guiones publicitarios, las historias de violencia, de inimaginables monstruos, de hermosas mujeres que sucumbían a los efluvios de perfumes embriagadores, todo aquel mundo de belleza artificial estaba para él agotado, sin recursos. Cada vez que tenía que sentarse ante el ordenador para realizar sus creaciones parecía que el sistema informático se le rebelaba, que cada vez que lo conectaba era menos flexible y le costaba más responder a sus mandatos. Y es que aquel era un mundo ajeno para él, a pesar de su dominio y el prestigio que tenía entres sus compañeros y clientes. El mundo, la sociedad, que lo alimentaba y lo reconocía como un brillante creador publicitario le resultaba cada vez más ajeno y nebuloso. Necesitaba habitarse en un nuevo yo, un avatar en lenguaje cibernético o, mejor aún, en el que proponían ciertas religiones orientales. El hinduísmo, por ejemplo. Según esta doctrina avatar sería, para él, un ser divino que desciende a la tierra en forma de persona, animal o de cualquier otro tipo de cuerpo, con la finalidad de restablecer el dharma, o ley divina, y salvar al mundo del desorden y la confusión generada por los demonios. Salvar al mundo, casi nada.

Fatigado por el paseo (hay que hacer saber que en la vieja ciudad, como muchas de su época, el trazado de sus calles era accidentado y con desniveles muy pronunciados) se sentó bajo un hermoso castaño que se erguía, a despecho del tiempo, en el centro de la plazuela. La Plazuela de las Monjas, la llamaban. Y es que adosada a una de sus lados se alzaba desde los tiempos lejanos del Renacimiento, un modesto convento de monjas de clausura. Un convento alrededor del cual se tejieron muchas y variadas leyendas de amores frustados, de vocacion es forzadas, de enclaustramientos de doncellas que dejaron de ser tales. Un convento ahora famoso por la calidad de sus dulces y repostería, que el vecindario y cada vez más el turista compraba a través del viejo torno a una vocecita tímida y frágil, la de la monja tornera. Con el aroma de aquellas delicias celestiales en campo terrenal, nuestro paseante se adormiló agradeciendo el frescor de las viejas piedras del muro.

Pero su sueño no fue tranquilo. Los monstruos que eran sus personajes habituales lo zarandearon, las bellas maniquíes que anunciaban los provocativos perfumes se le insinuaban coquetas. Todo aquel mundo que deseaba dejar atrás le golpeaba incesantemente, agitando su sueño y proponiendose como el único, el inevitable, paisaje por donde debería seguir discurriendo su vida.
Dando un violento respingo se despertó trémulo y alterado. Se levantó para dirigirse a la antigua fuente que ofrecía sus frescas y claras aguas a los viandantes; necesitaba refrescarse y olvidar aquel mal sueño. Entonces lo vio. Era él, su avatar que algún dios piadoso le enviaba para resolver su crisis. Un estrambótico personaje vestido con los ropajes de los ancestrales espadachines que, sin duda, habitaron algún día aquellas calles. Un personaje enteco, alto, desgarbado, arrebujado en una raída capa y tocado con un sombrero astroso adornado por una pluma carcomida. Un tremendo espadón pendía de su cinto de cuero, que también exhibía un puñal de dimensiones respetables.

Pero, naturalmente, su fe no era tan grande y pensó que sería algún figurante de alguna de las muchas películas de época que se rodaban en aquellos inigualables escenarios naturales. Volvió a sentarse y sonrió al desconocido. Una voz como proviniente de algún lejano paisaje surgió entre las barbas descuidadas del personaje. “Y, sin embargo, Don Miguel, soy yo; el avatar que deseas para vivir una nueva vida. Los dioses han respondido a tu demanda. Desde ahora desaparecerás de este siglo y ocuparás mi lugar en aquel del que procedo: vuestro siglo XVI, vuestro famoso Siglo de Oro. Allí vivirás aventuras muy distintas, conocerás personajes reales que ahora son tu invención. ¿Podrás ser feliz, Don Miguel?”

No lo sabemos, claro está; pero desde algún lugar remoto han nacido Rodrigo de Azevedo, Miguel de Ursúa, Juan de Ulloa, Fernando Pessoa, y varios etcéteras más que permiten suponer que nuestro paseante disfruta, en otros universos, de buena salud y mejor inspiración. Que así sea.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
03-08-2017 20:40

Para atender de alguna forma a la solicitud de Juan Fozara y decantar algo las colaboraciones en el foro propongo este relato para relanzar los textos en prosa. Es un relato realista, con base desgraciadamente histórica, aunque algo novelado y con una disquisiciones teóricas tal vez inoportunas. Criticable, en definitiva. Pero por algún sitio había que empezar.

MEMORIA HISTÓRICA

Todos los conflictos bélicos, las guerras para entendernos, dejan, además de las víctimas directas, los miles, millones, de soldados que mueren sin causa que defender -de argumentar esas causas se encargan los ideólogos a las órdenes de los corifeos de los bandos contendientes- y otras indirectas, que suelen ser mayoría, llamadas hoy día eufemísticamente “daños colaterales”. Personas inocentes cuya única razón para morir es porque estaban en el sitio inoportuno en el momento inoiportuno. O más sencillamente, porque ya les tocaba según la hoja de ruta del Creador. Todo esto obviando el enorme número de bajas que causan los rencores, los odios, los egoísmos y ambiciones que ven en una guerra la oportunidad dorada para cumplir sus propósitos.

De nuestro conflicto civil reciente quedan numerosas huellas todavía. Se quieren catalogar en una especie de Memorial colectivo que llaman Memoria Histórica. Pero a título particular nos quedan en los ámbitos familiares víctimas de ambos tipos, las directas y las de los daños claterales. En estos ámbitos, generalmente, estas víctimas no están trágicamente aureoladas por falsas glorias ni odios que ya no proceden, como es el caso de las que quieren ser acogidas por la Memoria Histórica. Sobre todo porque, en nuestro caso, las heridas de aquella guerra están no sólo no cicatrizadas, sino enconadas por el injusto desequilibrio de tratamiento que recibieron las del bando perdedor de la contienda. Será difícil encontrar una solución meramente política, estando como están los rencores todavía a flor de alma en muchos casos y dada la torpeza y falta de sensibilidad con la que son tratados estos asuntos tan emotivos por la clase política, sea cual sea su color.

Por eso prefiero limitarme para estas líneas a dos casos que me afectan directamente y a los que puedo tratar, creo, con objetividad y cariño, puesto que ya, a estas alturas de mi vida, no van a mejorar ni empeorar los daños causados.

La víctima directa de la guerra fue mi tío Manolo, un joven teneinte de las fuerzas sublevadas (las “nacionales”, por atenerme a la clasificación al uso) que murió en combate en el frente de Talavera de la Reina, uno de los más crueles y sangrientos de toda la guerra. Iba con las tropas de Franco que se dirigían a la conquista de Madrid. Era ya casi al final de la contienda. Mi tío Manolo, hermano de mi madre, al que solo conocí por fotos viejas, debió ser un guapo y apuesto militar, valiente y decidido a juzgar por el talante que muestran las fotos. Atlético, deportista y, supongo, románticamente ilusionado en la victoria de los ideales que le habían imbuído. Mi madre y la familia próxima hablaban maravillas de él, de su elegancia, de su majeza, de su valentía. En casa todos eran apolíticos; nada sabían -ni querían saber- de ideales ni ambiciones, de “patrias” en las que resplandeciesen el trabajo y la justicia y, sobre todo, el pan. Eran sencillos trabajadores a quienes la guerra trastocó toda su vida y para quienes la guerra fue un episodio equiparable a una enfermedad que se lleva, indiscriminadamente, a los mejores de la casa. Mi tío Manolo murió, como tantos otros, de una manera estúpida, irracional. Una bala, que sin intención de matar, llevaba su nombre. Y se acabó aquella vida que pudo haber sido tan fructífera.

A base de tantas y tantas conversaciones de mesa camilla, de sobremesa y en tardes frías y grises al amor del brasero, llegué a mitificar a mi tío Manolo. En mi imaginación, todavía sin moldear, fue para mí el héroe familiar; pasó a ocupar un lugar de privilegio en mi infantil mitología, junto a los héroes que se nos ofrecían en aquellos cómics de “Hazañas Bélicas” y similares. Era “mi tío Manolo”.

Frente a él, como víctima indirecta, estaba mi padre que, sin embargo, por su bonhomía y sentido del honor, admiraba a tío Manolo, su cuñado muerto en acción de guerra. Mi padre era oficial del ejercito republicano, el que no se sublevó. Al iniciarse la insurrección de Franco mi padre estaba de guarnición en Badajoz, su patria chica. En Badajoz tuvo lugar uno, sino el más, de los más sangrientos episodios de represión por parte de las tropas sublevadas. La siniestramente famosa “matanza de Badajoz” organizada por el general Yagüe causó entre 1.500 y 4.000 muertos, según las fuentes. Particularmente cruel fue el ametrallamiento de ciudadanos que se produjo en la plaza de toros, donde fueron concentrados en el ruedo centenares de civiles para ser ametrallados desde las gradas. Mi padre nunca quiso darme pormenores del suceso en el que, afortunadamente, no tuvo participación. Fue detenido y encarcelado; a punto estuvo de ser fusilado junto al resto de sus compañeros. Pero su hoja de servicios y la escasez de mandos en el ejército sublevado lo eximió del fatal destino. Terminó la guerra cuando iba a participar en la conquista de Valencia, último reducto del Gobierno republicano. Volvió a la cárcel y a su salida fue “depurado” del ejército leal a Franco.

Nunca hubo rencor en sus palabras ni en sus ojos. Encontró trabajo en la vida civil y trabajando acabó sus días. La muerte se llevó con él sus secretos de los que muchos considerarían traiciones y deslealtades. Fue, como dije antes, una víctima de los daños colaterales. El precio que pagó por ser leal al juramento que hizo a su bandera fue alto; una vida y unos ideales destrozados por la vesania de un conflicto que nunca debió suceder.

¿Como hubiese sido la relación entre mi padre y mi tío Manolo de haberse conocido? No me cabe la menor duda que hubiese sido excelente. Ninguno hubiese manifestado odios ni rencores originados en aquella tremenda tragedia. Ninguno estaba vinculado por intereses especiales ni por ideologías a cualquiera de las dos facciones. La guerra fue para ellos un episodio más en sus vidas. Nada más. Ninguno salió de la guerra con las manos ensangrentadas ni vivieron episodios que encendieran odios en sus corazones.

Para personas como ellos, para los que pensamos como ellos, la Memoria Histórica no tiene otros fundamentos que la reivindicación por muchos de los agraviados de sus derechos que, en todo caso, no son hoy más que reminiscencias de un pasado en el que les tocó ser perdedores. La reflexión que nunca se ha hecho y que creo que sería el verdadero espíritu de esa Memoria Histórica sería la de analizar las causas de la guerra, los porqués de esa desviación de la convivencia llevándola hasta el paroxismo de la guerra. En una conflicto bélico , sobre todo en una guerra civil, todos son perdedores; todos menos quienes los organizan en el sacrosanto nombre de la Justicia y el Orden, que no son más que pantallas para ocultar sus verdaderos intereses, los económicos y de poder. Pero como decía al principio, los ideólogos de estos corifeos tratan de mantener encendida la llama del odio para que no desaparezcan futuras ocasiones de reanudar los sacrificios a Baal. Ese es el drama.

Bueno, ya conocéis algo de mi historia, la de mi familia; está algo dramatizada, he intrododucido algún matiz teatral, pero en el fondo late mi postura ante ese tipo de cuestiones históricas. No es objeto de debate, sino de participar en el renacimiento de Rayuela como todos deseamos.

Eratalia
Eratalia
12-07-2017 13:14

¡Piquito de oro tié el gachó!


Con rimas y a lo loco
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
11-07-2017 20:15

Bueno, compañer@s, parece que el experimento está teniendo cierto éxito. Unos magníficos relatos de J.J., desde las mismísimas barricadas, entiendo, lo que los hace más reales desde su desbocada fantasía. Esa fantasía que yo siempre he entendido sucesora del "boom" y que bebe en García Márquez, en Alejo Carpentier, en el mísmísimo Rulfo. Muchas gracias, compañero.
Los ánimos y potencialidades de nuestra polifacética Estela, que anima las tardes bonaerenses desde su emisora de radio y, de vez en cuando, viene a animar su Rayuela. Esperaremos su prometida poesía. Seguro que nos alucina.
Doña Eratalia, alma mater de este foro, que a pesar de reconocer algún pequeño fiasco en sus propuestas sigue al pie del cañón, cual huertana Agustina de Aragón. ¿Que sería esto sin tí, maestra?
Y los presentísimos ausentes, unos más que otros en grado de ausencia. Mi muy querido Gregorio, el episódico Juan Fozara... El denso recuerdo de Despistes... la presencia recurrente de Adolfo.
Pa qué seguir...
Pues como dicen en Aragón, mi segunda patria: "ande s'está bien, buen rato..." Así que como parece que ahora nos encontramos más cómodos... Viva la Rayuela libertaria y fértil.
A disposición de ustedes.

Os dejo un vidio de alguien que os sonará, seguro: un tal Víctor Jara. También a él le gustaba la Libertad.

Eratalia
Eratalia
11-07-2017 11:29

Gracias, Estela, por tus bellas palabras.
Un beso.


Con rimas y a lo loco
Estela
Estela
11-07-2017 06:37

Qué bonito Era, lo que has escrito! Eso es lo que tiene de "encantado" este lugar; que si nadie está obligado a nada, y entra cuando quiere, como quiere y cuando le place (o puede), ES UN LUGAR MÁGICO y hace que nosotros recuperemos nuestras estrellas mágicas también.
Veo que están "arrasando" en el campo poético... A veces me pregunto, por qué hace TANTÍSIMOS AÑOS QUE NO ESCRIBO POESÍA, pero tal vez en algún momento lo haga.
Como siempre hemos dicho: "esta es nuestra casa, y siempre tiene las puertas abiertas para nosotros"
Un abrazo a todos.

Eratalia
Eratalia
15-06-2017 18:11

Gracias al autor del señor pulpero por acordarse aún de mí.
En mi tierra las verduras están caras, pero no prohibitivas, no en balde siempre hemos sido "la huerta de Europa", aunque cada vez hay más asfalto y menos huerta.

Pues mira yo no sabía que era anarquista, de hecho siempre me ha gustado todo muy compartimentado, colocado, cuadriculado y organizado... pero en algún momento viene bien soltarse el pelo y ponerlo todo manga por hombro.

¿Os acordáis cuando llegué toda atribulada a abrir ventanas y puertas, como creo que dijo alguna vez Caizán (por cierto, si alguien sabe algo de él que levante la mano)y a hacer los apartados pertinentes y los impertinentes también, para que estuviese todo colocadito?
Pero había quien aún rizó más el rizo y hasta hizo que comentásemos en sitios diferentes a los que escribíamos los relatos, que or que no nos liásemos al final había más vericuetos...

Intentamos construir una casa grande, quizás más de lo que necesitábamos, edificamos más habitaciones, con más armarios... y con el tiempo hemos visto que eran espacios superfluos y que, a la larga, sobraban.
Además apareció RdeT y los pocos inquilinos que éramos quedamos en menos todavía.

Yo no daba abasto a escribir historias en prosa y cuando me vi sobrepasada opté por abandonar. Aunque guardo un montón de relatos de aquella época, con sus palabras extrañas metidas con calzador, jajaja.

Mi taller fue un fiasco, os quería llevar por caminos sobre los que no andabais cómodos.Y al final sobrevivió por encima de todo nuestra barra libre.
Esa sí que fue un acierto.
Y ahí está , ahí está, viendo pasar el tiempoooo... como si se tratase de la mismísima Puerta de Alcalá.
Estáis los que habéis permanecido al pie del cañón contra viento y marea, los que nunca nos llegamos a ir del todo, zascandileando por aquí y por allá, los que aparecen de vez en cuando para alegrarnos sabiendo que están bien y que nos recuerdan...

Si a mí me gusta escribir más que a un tonto un lápiz, ya lo veis, me enrollo más que una alfombra persa, pero me gusa escribir de todo y de nada, sin palabras obligatorias, sin planteamiento, nudo y desenlace, sino escribir. Por escribir.

Así que si la nueva andadura es "escribo lo que quiera y cuando quiera y lo pongo donde me salga del alma" pues aquí estoy yo, divagando que es gerundio.De muestra os dejo este botón.

Abrazos y cariños para todo el mundo (las criaturas y los criaturos).


Con rimas y a lo loco
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
14-06-2017 22:31

Sigamos avivando el fuego

Una historia de familia

Para mis hermanos,
y los nietos, bisnietos
y tataranietos
de Antonio María Maita

Aparezco a media mañana a las puertas de la casa de mi madre, me presento sin cumplir ninguna etiqueta, es un alivio encontrarla y ser siempre bien recibido, no tengo la delicadeza de llamar y anunciarme, pero soy uno de sus hijos y me creo con el derecho de saltarme las formalidades.

Mi madre se alegra de verme, cumplo la tradición de pedir su bendición, un ritual que alimentamos y nos imponemos mantener intacto en cada generación. Me obliga a quedarme para el almuerzo y sin perder tiempo se mete a la cocina y conversamos mientras ella se organiza.

Saca ollas y sartenes, enciende los fogones, abre y cierra la alacena, la nevera, y adorna con vituallas la tabla de picar. Nuestras voces atraviesan las paredes, acortamos las distancias y nos acercamos y nos ponemos al día entre preguntas y respuestas.

Reviso su biblioteca mientras hablamos, encuentro una joya ya leída, el libro de Vicente Gerbasi: Mi padre el inmigrante. Busco una estrofa al azar y entre sus páginas descubro una fotografía, una imagen amarillenta que tercamente enfrenta decidida el olvido:

Un hombre joven camina de espaldas al fotógrafo por calles angostas entre una niebla espesa, va con botas de caña alta y espuelas de plata, sobre la cabeza un sombrero de ala ancha y el pecho cubierto con un poncho gris.

Justo un instante antes del disparo de la cámara, el hombre gira la cabeza y mira al fotógrafo: El intenso brillo de una decisión irrevocable en sus ojos negros, cruza sin un rasguño entre las espinas del tiempo y queda repetido en la instantánea que lo inmortaliza, con la exactitud del segundo indetenible. La mano derecha por puro instinto se aferra a la culata del revólver, que asoma desde la funda en la cintura.

Con la fotografía en la mano entro a la cocina y pregunto a mi madre:

¿Quién es este hombre?

¡Muchacho! Exclama.

¡Siempre curucuteando!

¿Dónde la encontraste?

Entre las páginas de un libro, respondo.

Ella continúa con los afanes del almuerzo y contesta:

Ese es tu abuelo. Era un personaje.

Tu abuelo llegó a Mundo Nuevo acompañado de un hombre con una cámara fotográfica colgada del pecho, él lo presentaba como primo, pero más parecía su sombra. A tu abuelo lo arropaba el encanto del misterio:
Cuando le preguntaban de donde era, respondía:
Yo soy ciudadano del mundo.

Se corrió el rumor que ambos hombres venían huyendo, que tu abuelo era hijo de un contrabandista, que operaba entre la isla de Trinidad y las costas orientales y por eso hablaba un inglés mediocre. Pero en ese pueblo eran los únicos que hablaban otro idioma.

Algunos afirmaban que era un aventurero, que la misma noche que emboscaron y asesinaron al padre, ellos incendiaron la casa para no dejar rastros y escaparon con todo el dinero del contrabando, que parte de esa fortuna la utilizó en comprar unas tierras y sembrar caña de azúcar y construir un trapiche para hacer papelón, que el resto del dinero lo enterró en un lugar secreto en el cerro de la Maravilla.

Dicen que el primo tomó esa fotografía momentos antes que se robara a tu abuela, que los cinco hermanos de ella lo persiguieron y juraron matarlo y cuando le dieron alcance, estaba frente al Jefe Civil de Úrica, que recién finalizaba el parlamento que los declaraba marido y mujer.

Los cinco hombres con las armas en la mano apuntaron al techo y vaciaron los tambores de los revólveres y los escoltaron de regreso al pueblo.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
11-06-2017 05:18

Por supuesto que cuentan conmigo, y es una magnifica idea. Yo agregaría, no hace falta que colguemos lo último que estamos escribiendo, podemos desempolvar los viejos textos, y así vamos de a poco regresando.
Como dice Estela, este es el lugar en donde más cómodos nos sentimos y en donde nuestros amigos no nos exigen, ni nos asfixian, se contentan con saber que estamos vivos y con lo que podamos compartir.
Y para muestra un botón, con el fin de que no piensen que estoy enredado únicamente en la Resistencia, aunque le dedico mucho tiempo.
A ver si le saco una sonrisa a la señora Era, que no piense somos ingratos por dejarla beber sola en lo de Adolfo.

Señor pulpero

Mi querido pulpero, tantos años y aquí estamos los dos enteros.
He decidido escribirle esta carta, porque yo, ya, no entiendo nada.
He visto a la cebolla, tan descarada, toda apretujada la blanca con la morada, a un precio diferente de la semana pasada. Tan desconsiderado el aumento, que de verdad, me da pena pelarla.
Un manojo de perejil, otro tanto de cilantro, y un puñado de culantro, cuestan más que hablar en esperanto, no le agregan ni un punto al canto, y del caldo, de la olla del puchero, van directo al basurero.
Ni que decir del ajo, que ahora es más caro, que un soberano ¡Carajo!
La papa vale más que la paz, más cara que los huevos y así, la verdad, la tortilla ya no puedo.
Las piñas, sin su verde corona, sin fragancia, son las insípidas momias de la distancia.
Ni que decir del cambur, de la banana, que se han puesto por las nubes, inalcanzables como las habas.
La naranja está fruncida, el tomate jipato y la verdura está más cara que la carne de pato.
Me pierdo pues de estos predios, de su engañosa balanza y me voy al auto mercado, donde me tratan de ciudadano, me encienden el aire acondicionado y el peso es justo y adecuado al precio reglamentado.

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