Me hace muchísima gracia oír a todos esos progres de salón (los mismos que se jactan a todas horas y permanentemente de ser de izquierdas pero viven arropados por la Masterd Card y la propina de papá) repudiar sistemáticamente y por costumbre todo aquello que les huela o tenga relación alguna con actos o liturgias derivadas de la religión cristiana. En los últimos tiempos, parece de lo más antiguo entre los borregos del sistema tildar todo lo relacionado con el catolicismo de arcaico, anticuado, caduco y, en algunos casos si me apuran, hasta sectario. Reconocer nuestra cristiandad, hoy por hoy, parece que no esta bien visto. Expresar públicamente nuestra fe, no está de moda.
Pero resulta de lo más curioso que, esos mismos que señalan sin ataduras y con las mismas ansias de revancha con la que los socialistas del 36 saqueaban conventos a todo aquello que les huela a catolicismo por falso y caduco, no dudan un momento en ponerse del lado y expresar su más profundo respeto y comprensión hacia las manifestaciones de cualquiera de las otras creencias religiosas que conviven en nuestro país, ni que sea simplemente por abrazar eso tan socarrado ya y políticamente tan explotado de la propagandeada "alianza de civilizaciones". ¿Que los musulmanes piden terrenos municipales para desarrollar sus plegarias? "Tenemos que entender sus creencias"; ¿que van más allá e imponen que las niñas vayan con pañuelo al colegio, que se construyan mezquitas o incluso que se adapten los horarios laborales y penitenciarios de nuestro país a los bioritmos del Ramadán? "Es su religión y están en su derecho"; ¿que quieren organizar una matanza del cordero en un lugar público? "Así se sienten más integrados, hay que respetarlos".
Hace poco menos de tres años, el gobierno socialista, tan laico y anticristiano como la corte de sus mediáticos titiriteros, se propuso aniquilar de un plumazo la aportación nacional de los ciudadanos a la Iglesia desde la Declaración de la Renta (eso sí, se sigue financiando hasta cotas insospechadas los cortos cinematográficos y las obras más soporíferas de los palmeros del "No a la guerra").. "Se van a enterar" se atrevieron a amenazar incluso entre bambalinas algunos ministros al clero. Y por supuesto que se enteraron: de un año para otro, la aportación de nuestros compatriotas, con la inclusión de la famosa casilla en la declaración, se multiplicó por siete.
Ya lo dijo el reputado estadista italiano Giuseppe Mazzini, hace algo más de un siglo: "Aquel que puede negar a Dios ante una noche estrellada, ante la sepultura de sus seres más queridos, ante el martirio, o es un gran infeliz o se trata de un gran culpable". En el caso de los correveidiles de la politizada y modernísima España laica, casi que en el todo o nada, lo apuesto todo a la segunda causa. Nación sin fe, nación sin rumbo. Que el Señor les acoja a todos bajo su infinito manto. Amén.