La Vaca Estudiosa
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Textos para trabajar el punto de vista histórico
Oscar Caram
Oscar Caram
12-08-2011 00:18
1.- Alfredo Terzaga
Historia de Roca. De soldado federal a Presidente de la República
Peña Lillo Editor, 1976
[En referencia a la Conquista del Oeste norteamericano, a mediados del siglo XIX]:
“Una carta personal de Roca contiene apuntes sobre esa conquista yanqui... Comentando en esos apuntes la notable disminución del número de indios en los últimos años (entre el 74 y el 79), consigna Roca la imposibilidad esencial del indio para resistir frente al avance del blanco: ‘y así tendrá que suceder; así lo quiere la ley del progreso de la civilización que es la sola ley de la victoria. Desde el primer día de la colonización –prosigue- se viene produciendo este fenómeno, y los Pieles Rojas tendrán que desaparecer hasta el último, porque no se han querido plegar a la ley del trabajo’... ’Es por efecto de una ley de la naturaleza que el indio sucumbe ante la invasión del hombre civilizado. En la lucha por la existencia en el mismo medio, la raza más débil tiene que sucumbir ante la mejor dotada...’.
“Pudo haber advertido Roca que esa ley que hacía sucumbir al indio no era una ‘ley natural’
sino una ley histórica, si bien tan implacable la una como la otra. Pero ese lapsus es irrelevante dentro del contexto general transcripto, y se explica por el prestigio de que venían gozando las Ciencias Naturales y su método. La idea de que la victoria corresponde irresistiblemente a la raza mejor dotada, expresaba la tesis darwinista del más apto en la lucha por la selección natural, tesis que en la época de Roca se respiraba en todo el mundo como se respira el aire, y que además, en el terreno estrictamente histórico, expresaba un fenómeno mil veces comprobado entonces y después...”

2.- Quebracho (Liborio Justo)
Pampas y Lanzas
Ed. Palestra. Buenos Aires, 1962
“Para defender esos suelos y su modo de vivir fue que el guerrero araucano se elevó al plano máximo del heroísmo. Para justificar su avasallamiento, la oligarquía argentina en esa época alegaba que los araucanos de nuestras pampas eran chilenos, y como tales se los
denomina en los partes militares de la Conquista del Desierto, redactados por jefes que pretendían ver en ellos extranjeros invasores. Pero no destacaban, en cambio, que buena parte de esos mismos jefes sí eran extranjeros: Rauch (prusiano), Fotheringham (inglés), Ruiz Huidobro, de Roa, etc. (españoles), Levalle, Cerri, etc. (italianos), Ivanowski (alemán). Y si a los chilenos se los consideraba extranjeros también había que hacerlo con Villegas, Arredondo, Paunero, Rivas, del Busto, etc. (uruguayos), aparte de que también entre aquellos jefes se contaban algunos chilenos, y no de los menos famosos, como Montero, Baldebenítez y otros. “Esa última etapa de la brega secular aparece singularmente honda, emocionante, sensacional. Fueron treinta años de lucha acérrima, de proporciones gigantescas, en medio de la Pampa inmensa, lucha que hiere la imaginación como algo extraordinario que no tiene parangón en vastedad, amplitud de la naturaleza y despliegue de excepcionales cualidades humanas. Su historia, como he dicho, aún no se ha escrito. Y, según todas las probabilidades, tampoco podrá escribirse nunca tal cual fue, porque se peleaba y los hechos se sucedían unos a otros, pero ni se registraban por tratarse de un adversario despreciado como el indio (“El servicio de fronteras era deprimente para el
ejército-Leopoldo Lugones: Roca- al constituir una beligerancia con salvajes, facinerosos y desertores”), en medio de ese maremágnum de acontecimientos que se sucedían, día tras día, como una perpetua batalla, a lo largo de los 2.000 kilómetros de la frontera, en cuyos distintos sectores los araucanos golpeaban con resonancias apocalípticas, llegando a efectuar ¡hasta 200 invasiones por año!”.

3.- Mario Rapoport
Historia económica, política y social de la Argentina
Ariel, Bs. As. 2006
“De esa forma se logró la apropiación completa de la región pampeana, en una operación denominada ‘Conquista del Desierto’. En realidad, ese rótulo es un cruel eufemismo,
destinado a justificar la apropiación de un territorio supuestamente vacío y desviar la
atención sobre la necesidad de aniquilar o desplazar a sus ocupantes. Sin embargo, las
estimaciones admiten para 1879 la existencia en ese ‘desierto’ de una población indígena de unos 20.000 habitantes. El balance trazado por Roca ante el Parlamento daba cuenta de lo ocurrido con dicha población: 1.313 indios muertos, 2.320 guerreros y 10.539 mujeres y niños prisioneros, y 480 cautivos liberados. A estos debía añadírseles los que habían sido
desplazados a la Patagonia y que serían diezmados en sucesivas incursiones posteriores.
Como señalan Brailovsky y Foguelman, el discurso oficial trataba de eludir la contradicción de los términos: “era necesario conquistarlo precisamente porque no era un
desierto”.
“Las tierras conquistadas se encontraban en gran parte distribuidas antes de la campaña de
Roca. La conquista demandaba un gran esfuerzo de recursos, que fueron obtenidos por
medio de la ley 947 del 5 de octubre de 1878, en la que se autorizaba a emitir un empréstito
internacional para tal fin, garantizado por las tierras a conquistar. El empréstito se configuró con la suscripción de 4.000 obligaciones de 400 pesos. Cada una daba derecho a una legua cuadrada (2.500 has.), pero no se podía hacer ninguna adjudicación inferior a 4 obligaciones, de manera que los suscriptores se aseguraban un mínimo de 10.000 hectáreas. Eso implicaba que antes del inicio, 10.000.000 de hectáreas ya tenían dueño”.

4.- Carlos Alberto Floria - César A.
García Belsunce Historia de los Argentinos
“El Presidente [Julio A. Roca] había nacido en Tucumán en 1843. Llegó a la jefatura del
Estado a los 37 años y viviría hasta 1914. Su padre había luchado en las guerras de Independencia y él en Pavón, a los 16 años, como artillero de los ejércitos de la
Confederación, y en la guerra de la Triple Alianza como oficial. Combatió a Ricardo
López Jordán, alzado en armas contra el poder nacional, y fue ascendido a coronel en ese año de 1872. Establecido su comando en Río Cuarto, como jefatura de frontera en la lucha contra el indio, contrajo enlace con la cordobesa Clara Funes y accedió a una sociedad aristocrática, hermética para los marginados y fiel a los que admitía, que en el futuro sería la base de partida para su influencia política. En 1874 ganó los galones de general combatiendo la revolución que Mitre perdía en Buenos Aires mientras él derrotaba a Arredondo en Santa Rosa. Un hilo conductor no desdeñable se ve con claridad: Roca aparece siempre del lado del poder nacional.
“Su carrera militar le dio prestigio. General a los 31 años, desde la comandancia de la Frontera del Interior criticó el plan del ministro Alsina para luchar contra los indios y adelantó las bases de lo que sería su plan de campaña para ‘conquistar el desierto’ en 1878-79: ‘A mi juicio –escribe al Ministro- el mejor sistema de concluir con los indios, ya sea extinguiéndolos o arrojándolos al otro lado del río Negro, es el de la guerra
ofensiva’. Muerto Alsina en 1877, Avellaneda designó a Roca ministro de Guerra y Marina.
Era un paso decisivo para su carrera política, una base de operaciones para su prestigio militar y un punto estratégico para sus relaciones con los elementos liberales del interior.
“El prestigio militar del Presidente se había consolidado con la campaña del desierto,
precedida por operaciones secundarias que quebraron el poderío indígena. La campaña
decisiva, dirigida personalmente por Roca, siguió a una operación que terminó con 4.000
indígenas y varios caciques prisioneros, entre ellos los famosos Pincén, Catriel y Epumer.
Entre abril y mayo de 1879 el ejército ocupó la margen norte del río Negro. Poco antes se había creado la gobernación de la Patagonia y se había designado primer gobernador al coronel Álvaro Barros. El poder nacional extendióse hasta los confines del territorio -en la medida que lo permitían los recursos de entonces- y al mismo tiempo se adelantaron medidas que tendrían relación con cuestiones internacionales en potencia; específicamente, posibles conflictos con Chile que harían eclosión poco después. La campaña del desierto significó la definición de la cuestión india como amenaza constante y el dominio de territorios al margen del ejercicio de la soberanía estatal. Favoreció la consolidación de las fronteras patagónicas e incorporó veinte mil leguas cuadradas de tierras aptas para la agricultura y la ganadería. Liberó a centenares de cautivos, disminuyó a dimensiones despreciables el servicio de fronteras y el presupuesto para sostenerlo, pero también brindó la tierra pública como recurso político y sirvió al prestigio militar y político del entonces candidato presidencial.
“El presidente Roca era un caudillo pragmático, un hábil político, un conservador
inteligente y un conocedor sagaz de las debilidades ajenas. La gente se acostumbró a
llamarlo ‘el zorro’. Pero en el inventario de adjetivos zoológicos de la política argentina,
habría de ser zorro y león a un tiempo, como quería Maquiavelo. Las bases del Régimen
fueron consolidadas a partir de los caracteres psicológicos y de las aptitudes personales del
Presidente. El Partido Autonomista Nacional -el famoso P.A.N.- sirvió al presidente como
plataforma, canal de reclutamiento de los dirigentes y medio de comunicación política. La
Liga de Gobernadores, alianza táctica que usaron las oligarquías federales del interior para
imponer su candidato a los localistas porteños, era también parte de la estructura de poder del régimen y permanecía como una suerte de trama que permitía el dominio de las situaciones del interior. El ejército de línea, que Roca conocía bien y en el que había ganado justo prestigio, sería otra de las bases del sistema. Y el dominio paulatino de la administración serviría como correa de transmisión de las directivas y aún de la filosofía pública del grupo dominante.
“Burocracia política, burocracia administrativa e incipiente burocracia militar. Si
se añade a eso la coincidencia del poder económico con los postulados del Presidente, y
la ‘moral común’ de la clase dirigente que señala Matienzo, se comprende la vigencia del sistema político roquista durante toda su gestión constitucional.
“El ‘príncipe nuevo’ echaría las bases de un poder nacional centralizado con una ideología de pretensiones homogeneizantes y la subordinación de la fuerza militar. Esto último
imponía la desvinculación del ejército de la acción política. Roca y Pellegrini cuidaron que
esa desvinculación fuera efectiva. En el pasado había ocurrido con frecuencia que los ocupantes del poder aspirasen a un ejército subordinado y la oposición a un ejército revolucionario...”.
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