“La cámara de fotos me protege pero no me da impunidad”
Angelica Caceres
11-09-2011 15:54
ME PARECIO INTERESANTE SUBIR ESTA NOTA, PORQUE EL FOTOGRAFO Víctor Buggé HACE UN RECORRIDO SOBRE TODAS LAS PRESIDENCIAS, Y ES INTERESANTE OTRO PUNTO DE VISTA.
Lleva más de 30 años retratando la vida y obra de los presidentes argentinos. Desde el dictador Jorge Rafael Videla hasta Cristina Fernández, todos pasaron por su lente. En una entrevista con Tiempo Argentino repasa los momentos más emblemáticos de la política nacional y le pone su relato a cada foto.
Víctor Buggé tiene 55 años y pasó más de la mitad de su vida junto a los presidentes argentinos. Es fotógrafo de Presidencia de la Nación y sus retratos incluyen desde el dictador Jorge Rafael Videla hasta Cristina Fernández. “Una vez llegué al Vaticano y la gente de Juan Pablo II me dijo: ‘¡Todos pasan y siempre volvés vos!’”, recuerda entre carcajadas.
“Mi papá era fotógrafo. Arrancó en Crítica y terminó en La Nación. Fue de los pioneros de la Asociación de Reporteros Gráficos (ARGRA). De hecho tuvo el carnet número 4 de la entidad. Fue mi maestro. Hoy un fotógrafo saca 100 fotogramas y ellos sacaban tres. En chiste nos decían que sólo retrataban el golpe; la asunción y los festejos, era otra cosa”, dice para marcar las diferencias generacionales con sus predecesores. “Yo ya soy una cámara. Me siento una cámara. Y no puedo estar sin una”, confiesa Buggé.
–Usted tiene acceso a la trastienda del poder, a lo que casi nadie puede ver.
–Mi responsabilidad es que, a través de lo que yo veo, todos puedan ver. Yo soy responsable de transmitirle a la sociedad lo que pasa acá adentro. Si lo consigo, la verdad que no sé. Algo logré, pero en la medida que se pueda mi laburo es ese, transmitir lo que pasa en la Presidencia.
–¿Alguien le pone límites a la hora de hacer las fotos?
–Uno mismo se tiene que imponer los límites. Yo respeto la investidura. A veces no hice fotos para no interrumpir un momento. Eso me pasó en Semana Santa de 1987. La negociación entre Alfonsín y Aldo Rico fue complicada. Yo me inhibí y si le sumo un poco de temor… ahora pasaron más de 25 años, pero en ese momento los milicos estaban con ametralladoras. Tenías a los leales por un lado, los no leales por otro y no estaba definida la situación. En un momento, entre todos los militares, éramos sólo dos civiles, Alfonsín y yo.
–¿La cámara le da impunidad?
–La cámara me protege , pero no me da impunidad. Además yo no quiero ser impune, sino fotógrafo.
–Franco Macri sostiene que los empresarios tienen que ser siempre oficialistas. ¿Los fotógrafos de Presidencia también?
–Yo digo que mi foto es oficial y no oficialista. Lo descubrí mirando mi trabajo, después de “robarle” una foto a Videla. Lo que no perdí es la relación entre una fotografía y su tiempo: me acuerdo exactamente qué pasaba cuando tomé cada imagen.
–¿Hay alguna foto que le hubiera gustado hacer y no pudo?
–Lo que hice me gusta y entre mi laburo trato de no elegir una, para que no se ponga celosa la otra. Lo importante mío fue la continuidad y poder mostrar lo que sucedía, con una mirada oficial de la situación. Sé que hay fotos definitivas porque la comunidad mediática me lo reconoce. Nadie va a olvidar la foto de Alfonsín y Menem de espaldas en la Quinta de Olivos, o de Cristina despidiendo a Néstor, o la de Kirchner con el tajo en la frente.
–¿Cómo se le ocurrió sacar la foto desde arriba de Cristina Fernández al lado del féretro?
–Estuve toda la noche en Casa Rosada, porque el féretro llegó a la madrugada y porque estaba la presidenta. Es muy común para mí quedarme acá adentro. Pasé Malvinas, Semana Santa de 1987 y el 20 de diciembre de 2001. Yo tengo un colchón acá. Cuando fui a recorrer, a las cuatro de la mañana y en la soledad del edificio, justo vi una alfombra y ahí fue donde pusieron el ataúd. Que termine siendo una foto fue una historia más larga. Fue uno de los momentos más duros desde que estoy acá. Hubo muchos, pero ese fue terrible. Primero nunca se me ocurrió pensar que iba a fotografiar a Kirchner en esa situación. Y hacer ruido con la cámara. Había un silencio impresionante, es raro pensar que entre tanta gente el silencio se imponga. El único que podía hacer ruido era yo. Cuando vi que a la presidenta no le molestó, comenzó mi verdadero trabajo ese día. Tenía la responsabilidad de trasladar las imágenes a todos los medios, porque se había decidido, acertadamente, que no hubiera más fotógrafos.
–¿Hay alguna foto que no le hubiera gustado sacar?
–Y, sí. Lo de La Tablada fue un tema complicado, dramático, nunca sentí tanto olor a muerte. Ya se sentía hasta por televisión el olor, pero estar ahí fue muy terrible, muy feo lo que se vivió. Tantas cosas pasaron.
–¿Admira a algún presidente?
–Los respeto más que admirarlos. Después los fotografío. Si salen bien o si salen mal y se enojan, es problema de ellos.
–¿Cree que les pasa a los presidentes que de verlo tanto a usted se olvidan de que está presente?
–No, creo que deben saber quién es uno. Todos pasan y yo quedo. Una vez llegué al Vaticano y la gente de Juan Pablo II me dijo: ‘¡Todos pasan y siempre volvés vos!’ Creo que tiene que ver con la forma de trabajar, hay que ser muy respetuoso. Saber en qué momento hacer las fotos. Porque yo creo que el relato que tengo está muy cerca de parecerse a lo que pasó. Si hay ausencias es porque yo decidí que las haya, pero creo que el resumen de los años que pasaron lo tengo. No hace falta que alguien me diga “esto sí, esto no”.
–¿Hay fotos que sabía que iban a quedar en la historia?
–Si te dijera que no, sería un mentiroso.
–¿Alguna vez le pidió que pose a un presidente?
–No es común en mí. Si lo necesito, lo hago, pero no me gusta, porque es preparar a los presidentes. Y a mí me gusta sorprenderlos.
–¿Qué otra personalidad lo impresionó, además de Maradona?
–Charly García fue a tocar para Menem a la Quinta de Olivos. Cuando tocó “Los dinosaurios” fue de esos momentos en que el silencio hace ruido. Yo había fotografiado a varios “dinosaurios” del proceso. Charly me dijo: “El fotógrafo del poder sos vos, pero el poder real soy yo. Porque yo no necesito micro, ni nada. Salgo al balcón y tengo 20 mil personas que me están mirando.” Tengo un laburo increíble con él bajo siete llaves. También intervino imágenes históricas mías. Cuando pueda lo muestro, pero con él.
–¿Cómo era para usted sacar fotos durante la dictadura a gente que cometía las atrocidades que se llevaban a cabo?
–Si en la sociedad se ignoraban ciertas cosas, acá pasaba lo mismo. A mí se me abrieron los ojos en 1979 con la llegada del Juvenil. Al mismo tiempo hubo una delegación de la OEA y se reunió con familiares y nos empezamos a enterar de algunas cosas. Otra foto importante fue cuando las Madres rompieron la ronda y se pusieron enfrente de la Casa Rosada. Y las retraté desde mi ventanita.
–¿Cómo era ser fotógrafo de Presidencia durante la dictadura?
–Te llamaban y hacías la nota. Recuerdo la llegada del Mundial Juvenil, fue la primera vez que fotografié a Maradona en Casa de Gobierno. Creo que me descubrí como fotógrafo acá adentro con la foto de Videla mirando por la ventana. Me costó tres intentos, pero al final descubrí que se podía hacer algo distinto acá adentro, y eso no fue menor, había que obturar ahí. Videla se ponía en la ventana y miraba al horizonte. Es una foto robada, me la guardé y la publiqué más tarde, en democracia. ¿Si hacía ruido la obturación? Yo tosí mucho ese día. En ese tiempo se hacía la foto oficialista.
–¿Videla cómo era?
–No había diálogo. Era sacar las fotos y entregarlas. Viola fue de transición, pero hay una foto muy impresionante del tipo en su asunción, subiendo por la explanada, en soledad. No había nadie. En una asunción no había nadie, fue un traspaso de mando sin gente.
–¿De Leopoldo Galtieri qué recuerda?
–Me acuerdo el 30 de marzo de 1982, con la Plaza de Mayo llena por un acto de la multisectorial, con muchísima gente y una represión violenta. Y el 2 de abril estaba la plaza llena de nuevo por Malvinas. Cómo cambió todo en 48 horas. El profesional que lleva una cámara tiene que retratar lo que pasa. Galtieri en el balcón se sentía Perón.
–¿Alfonsín?
–Con él cambió todo. Produjo el contacto del tipo elegido democráticamente con la sociedad. Es impresionante su popularidad al principio y va terminando no con tanta gente por el propio desgaste. Para mí fue muy importante Alfonsín, porque fue el primer presidente elegido democráticamente que pude fotografiar, al igual que toda mi generación. Era un orador que ponía primera, segunda y a los diez minutos de discurso tenía una presencia impresionante. Los momentos más duros fueron Semana Santa y el copamiento de La Tablada, y el encuentro con Menem cuando fue electo. Había una versión de que había micrófonos en la residencia de Olivos, entonces deciden hacer una caminata. Después Alfonsín me contó qué había sucedido. Le preguntó a Menem cuándo quería asumir, y Carlos contestó: “¡Iá!” Así me lo contó Alfonsín. Por un lado el paisaje transmite armonía, pero fuera de la residencia había estallado la inflación, había saqueos, temas terribles. Por suerte Alfonsín me regaló el epígrafe en una muestra a la que vino. Es un epígrafe oficial.
–¿Y cuáles fueron los momentos felices?
–Cuando Maradona trae la copa en 1986. Maradona fue un hilo conductor, fotográficamente hablando, en mi vida porque lo fotografié con todos. La última vez que vino a visitar a Cristina, subió a la oficina y todo. El balcón de Perón, cuando salió Diego, tembló. Tembló la plaza, tembló el balcón, yo creo que la Argentina tembló. Qué contradicción, yo fotografié a todos los presidentes y el que realmente hizo temblar la plaza fue Diego. Creo que lo sintió toda la Argentina. Después del gol de los ingleses, a Diego lo adoramos. Haberlo podido fotografiar de ese balcón fue maravilloso. Diego fue el tipo que nos hizo llorar y reír.
–¿Cómo se modificó su trabajo con Carlos Menem?
–Para mí Raúl Alfonsín era el hombre de saco azul y de pantalón gris. Y Carlos Menem es un rolling stone, con su saco amarillo. Cuando pasé por Editorial Atlántida había hecho deportes, y con Menem hice fútbol, básquet, golf, automovilismo. Ya era la época del celular. Una vez escuché que George Bush le decía que se podía gobernar tranquilamente desde una cancha de golf porque por teléfono se solucionaban todos los problemas.
–¿Cómo fue tu relación con De la Rúa?
–El problema es que yo venía de diez años de menemismo y seguramente la gente que asesoraba a De la Rúa le habrá dicho que yo era menemista. El día que asumió me llamó y pensé que era para despedirme. Yo le había regalado mis libros. Lo retiró al edecán del despacho y me dice: “cómo se envejece acá”. “¿Por qué?”, le pregunté. Había notado mucho envejecimiento en Alfonsín. Yo le dije en broma que con Menem no tanto, porque en el medio había pasado “la avispa” en la mitad del mandato. Él me propuso hacer todos los años una foto en el mismo lugar, aunque después no pudo ser. El 20, cuando él renuncia, tuvo un gesto lindo. Me dijo: “Víctor, vení que vamos a hacer la última foto.” Es muy extraño que en medio de todo eso el presidente te agarre del hombro y te lleve 16 metros… en el medio de eso hubo discusiones, sería por el asesoramiento. Pero me regaló la última foto, lamentablemente.
–Una vez lo sacaste con el cajón abierto y apareció un blister de Viagra…
–No, está bien que me lo preguntes, porque si lo hubiera visto, nunca lo sacaba. Es una toma hecha con un angular que se publicó en una revista a doble página. Al diseñador le llamó la atención y amplió en la parte del cajón y apareció lo que apareció. Nunca hubiera dado esa foto, no es mi misión. Yo soy fotoperidista, no hago otro tipo de laburo.
–¿Con Duhalde cómo era la relación?
–Duhalde fue una especie de transición. Sin querer, lo que tendría que haber hecho en 20 años, lo hice en una semana. Fotografié cinco presidentes en una semana. Después con Duhalde se estabilizó la cosa. Fue más bien una etapa de ordenamiento. Quizás hay pocas fotografías pero son puntuales.
–¿Y la llegada de Néstor Kirchner?
–Es el que me altera un recorrido de asunciones que hago con Alfonsín y Menem. Cuando Alfonsín le entrega los atributos a Menem, yo elijo una forma cenital para fotografiar la transición, porque era la primera vez que pasaba en cincuenta y pico de años, una cosa de locos. El pingüino me lo altera porque se va al Congreso. Pero bueno, ellos eligieron ese lugar porque es el ámbito donde la democracia está representada en su máxima expresión. Pero lo compensó: en un momento empezó a revolear el bastón de un lado para el otro y armó un quilombo bárbaro. Son secuencias maravillosas.
–¿Era complicado fotografiar a Kirchner?
–Néstor rompió el protocolo, lo partió al medio. En Catamarca, una noche, con 40 grados de calor, estuvo dos horas en una plaza casi sin luz entre la gente. Terminamos arruinados. Kirchner terminaba los actos con los mocasines llenos de tierra, transpirado, con la corbata hecha pelota. Hubo distintas etapas. Alfonsín era el del palco hacia la gente. Menem era su figura con las personalidades. Kirchner se arrojó al público. Y yo lo fotografié tirándose como si fuera una pileta. Es lo que digo sobre cómo rompió el protocolo. Es terrible, tengo fotos en las que le desaparece el cuerpo. Impresionante. Y salía contento, eh.
–¿Cuál es la diferencia entre Néstor Kirchner y Cristina a la hora de las fotos?
–La mayor diferencia es la de la primera mujer presidenta. Ya está, con eso es suficiente. Cuando la fotografié en el supuesto sillón de Rivadavia, fue una sensación increíble estar fotografiando una mujer después de haber fotografiado 13 o 14 hombres. Comenzó un desafío.
–¿Ya tenía una relación con ella?
–Sí, pero mi relación es con los presidentes. La conocía como primera dama, pero mi relación con ella comienza con la foto en el sillón, más allá de la entrega de los atributos. Fue una foto muy importante para mí.
–¿Algún presidente tan coqueto como Menem?
–No, nunca me pidió ninguna foto especial. Si hacía las cosas como para que lo fotografiara de alguna manera, no lo sé. Pero es un generador de imágenes.
–La presidenta siempre está muy arreglada y pintada. ¿Es muy coqueta para las fotos?
–Bueno, es una mujer. ¡Qué mujer no lo hace! La fotografía de Cristina se diferencia por el género. Tengo fotos muy definitivas de ella, muy interesantes. Creo que la tengo bien fotografiada en sus cuatro años.
–Todo indica que será reelegida…
–Creo que me va a ser difícil fotografiar momentos de ella tan definitivos como en estos cuatro años. Estoy esperando el 10 de diciembre, si repite el resultado de las primarias, a ver qué puedo hacer de nuevo. Mi desafío es tratar de no aburrir. Tengo que estar atento y no descuidarme porque en este país las novedades suceden segundo a segundo.