P.D.H.
Filosofía.
Alumna: Leticia Cichero.
Profesora: Andrea Nilles.
Las 900 disputas y La libertad de investigar.
“Nunca estudié filosofía por otra razón que la de poder llegar a ser un filósofo, jamás esperé remuneración por mis estudios, por mi trabajo a la luz de la lámpara, ni busqué otra recompensa que el cultivo de mi mente y el conocimiento de la verdad, que siempre he ansiado por encima de todas las cosas. Siempre estuve tan deseoso, tan enamorado de esto, que perdí todo interés por cualquier otro asunto privado o público y me entregué por completo a mi vida, de la que ni el menosprecio de quienes me odian ni la execración de los enemigos de la sabiduría pudieron en el pasado o podrán en el futuro disuadirme.”
Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494):
Nacido en el Castillo de la Mirandola, estudió en Bolonia, Ferrara y Padua, pasó en 1484 a Florencia, vivió luego en París y Roma, y se estableció en 1488 en las cercanías de Florencia (Italia). Maestro de la Academia florentina y uno de los distinguidos humanistas italianos del Renacimiento (figura principal de El Cortesano, de Castiglione)
Giovanni me llama la atención por dos puntos principales, primero las 900 disputa y luego la libertad de investigar, le daremos un breve lugar a esta última ya que fue el objetivo de esta corta vida.
La corta vida de Pico della Mirandola gira en torno a un proyecto que jamás vio la luz. Se trata de la célebre “Disputa” que propuso a sus contemporáneos, con el fin de discutir públicamente 900 tesis sobre todo el saber o Novecientas conclusiones filosóficas, cabalísticas y teológicas en todo género de saberes. Redactadas por él mismo. A los 24 años estaba Pico dispuesto a defender 400 conclusiones de diversos autores: escolásticos, árabes, Platón, Aristóteles, neoplatónicos, pitagóricos, caldeos y, como colofón, 47 proposiciones cabalísticas. A estas 400 tesis ajenas añadió 500 propias, “secundum opinionem propriam”, sobre todas las ramas del saber. El contenido de la “Disputa” pretendía ser una recopilación exhaustiva de todo aquello que se podía concluir sobre todos los conocimientos habidos hasta el momento. Aunque solamente fueron impugnadas trece proposiciones, la prudencia del papa Inocencio VIII condenó el proyecto (1487) para evitar una confrontación quizás innecesaria.
Esta “Disputa” dice mucho de la personalidad intelectual de su autor. El propio programa encierra cierta dosis de eclecticismo y pone de manifiesto que Pico respira ya un cierto ambiente precartesiano.
En primer lugar, muestra a un hombre de carácter abierto, amante de la verdad por encima de todo y de dilatados conocimientos filosóficos, desde la sabiduría oriental hasta la cumbre de la escolástica; un perfecto hombre de su tiempo, prototipo del humanismo renacentista, incansable buscador de la verdad por entre los signos que ha ido dejando la humanidad a lo largo de su historia.
Lo que en segundo lugar llama la atención de este proyecto es la convicción de su autor del origen oriental de la filosofía griega. Pico considera a Zoroastro y a Orfeo padres y fundadores de la filosofía antigua.
En tercer lugar, el autor de la “Disputa” no puede disimular cierta influencia del pensamiento neoplatónico. En la Oración preliminar propone el itinerario para llegar a la perfección del hombre, según el modelo de la vida angélica, en tres momentos: la filosofía moral “lavará” los “pies” y las “manos” del alma —potencias vegetativas y sensitivas respectivamente—; la dialéctica y la filosofía natural
Tampoco puede Pico ocultar, unido a su neoplatonismo, una buena dosis de misticismo, como se muestra en su visión de la felicidad plena del hombre: «convertidos en encendidos Serafines, fuera de nosotros, henchidos de Divinidad, no seremos ya nosotros mismos, seremos Aquel mismo que nos hizo» [Pico 1984: 116].
Por último, uno de los objetivos de la “Disputa” será lograr, como no podía ser menos para un perfecto renacentista, la eternamente deseada conciliación entre Platón y Aristóteles. Pero el proyecto del Conde de la Concordia se quedó en eso —lo que también es propio del espíritu de su tiempo—: en un gran proyecto de concordia no sólo entre los dos pensadores griegos, sino también entre Tomás de Aquino y Escoto, y entre Avicena y Averroes. No en vano, su contemporáneo Marsilio Ficino lo llamaba “Dux Concordiae”.
Las objeciones que recibió su proyecto. Por una parte, hay quienes no aprueban que se discuta en público de temas doctrinales. Llevar “a la calle” los problemas de la filosofía, como pretendió el conde filósofo, era considerado vana erudición y ostentación impropia de un pensador. Quizá permanece aún la mentalidad de que es indigno para la filosofía abandonar el pedestal académico. Por otra parte, la poca edad del joven conde se veía como un impedimento para poder llegar a las profundidades del saber humano tal y como él pretendía. Como en todas las épocas, también en el Renacimiento permanece cierta desconfianza y recelo hacia la juventud. Quizá Pico fue también prematuro en su tiempo. Por último, no se admite que un sólo hombre pueda abarcar todas las cuestiones que él se proponía defender sin caer en la superficialidad. Tal vez no está asumida todavía la individualidad filosófica frente a colegialidad de la Escolástica.
«Hay quienes no aprueban todo este género de disputas y de debatir en público temas doctrinales, afirmando que es más para la pompa vana del ingenio y la ostentación del saber que para el aumento del conocimiento. También hay quienes, sin reprobar este género de ejercicios, de ninguna manera lo aprueban en mí; que yo a mi edad, a mis veinticuatro años, haya osado proponer tal Disputa sobre altísimos misterios de la Teología cristiana, sobre pasajes profundísimos de la Filosofía, de disciplinas desconocidas, y esto en una celebérrima Urbe, ante una lucidísima asamblea de doctísimos varones, a la vista del senado apostólico. Otros todavía, concediéndome esto, que baje a la Disputa, no acceden a que abarque las novecientas cuestiones, incriminándome, tanto la superficialidad y ambición, como el emprender lo superior a mis fuerzas» [Pico 1984: 122].
En respuesta a estas objeciones Pico utiliza tres argumentos. Todos los filósofos de todos los tiempos han disputado, porque estaban convencidos de que por medio de la disputa era como se accedía al conocimiento de la verdad. Así como con el ejercicio gimnástico se robustecen los músculos, de igual manera las fuerzas del espíritu se tornan más fuertes y lozanas en la palestra literaria.
Pico pide que se le juzgue por el éxito de la contienda dialéctica y no por su edad. Además no ve nada malo en embarcarse en lindes de esta naturaleza porque de ellas nunca se sale derrotado, pues el perdedor resulta siempre enriquecido por la sabiduría de los contrincantes.
Para el pensador italiano lo que él propone no es sino lo que han hecho los grandes filósofos: leer y revolver toda clase de escritos por extraños y antitéticos que parezcan con el fin de sacar la verdad que ellos contienen. Por eso Pico no se adscribe a ninguna escuela y se empeña en mantener el carácter abierto de la “Disputa”, porque nunca hay que despreciar opinión alguna por equivocada que parezca, pues incluso el error sirve para confirmar la verdad. Un espíritu así es digno de ocupar un puesto de honor entre los hombres de su tiempo.
De su muerte no se han encontrado los motivos. Giovanni Pico muere tras ser envenenado por su secretario a una temprana edad.
Marcos
26-05-2011 00:35
lo lei todi... me gusto, la verdad no sabia nada del quía.
ta bueno