El filósofo a quien expongo es Tommaso Campanella, al cual a través de este trabajo vamos a tratar su inicio, vida, obras, pensamiento, inspiraciones, desarrollos y enseñanza. Tommaso Campanella es el último filósofo del Renacimiento italiano. Empezaremos con dos de sus poesías
Introducción
Se mi sciogli, io far scuola Ti prometto
Di tutte le nazioni
A Dio liberator, verace e vivo.
Gli Idoli abbatter, far di culto privo
Ogni Dio putativo
E chi di Dio si serve e a Dio non serve;
por di ragione il seggio e lo stendardo
contra il vizio codardo;
a libertà chiamar le anime serve,
umiliar le proterve.
Tempio farà il cielo, altar le stelle.
Si me liberas, te prometo enseñar
de todas las naciones
al Dios liberador, veraz y vivo.
Abatir los ídolos, privar de culto
a cada dios putativo,
y quien de Dios se sirve y a Dios no sirve;
(poner) por derecho la sede y el estandarte
contra el vicio cobarde;
llamar a la libertad al alma sierva,
humillar al protervo.
Será templo el cielo, altar las estrellas.
Io nacqui a debellar tre mali estremi:
tirannide, sofismi, ipocrisia;
ond’or m’accorgo con quanta armonia
possanza, senno, amor m’insegnò Temi.
Questi pricipii son veri e supremi
Della scoverta gran filosofia,
rimedio contro la trina bugia,
sotto cui piangendo, mondo, fremi.
Carestie, guerre, pesti, invidia inganni,
ingiustizia, lussuria, accidia, sdegno,
tutti a qué tre gran mali sottostanno, che
nel cieco amor proprio, figlio degno
d’ignoranza, radice e fomento hanno.
Dunque a diveller l’ignoranza io vengo.
Yo nací para derrotar los tres males extremos:
tiranías, sofismas, hipocresía;
Así ahora advierto con cuánta armonía,
poder, juicio, amor, me instruyó Temis.
Estos principios son ciertos y supremos
de la descubierta gran filosofía,
remedio contra la triple mentira
bajo la cual llorando, mundo, tiemblas.
Carestías, guerras, pestes, envidia, engaños,
injusticia, lujuria, pereza, desprecio,
todos bajo los cuales están tres grandes males, que
en el ciego amor propio, digno hijo
de la ignorancia, tienen raíz y fomento.
Por lo tanto vengo a desvelar la ignorancia.
Traducción: M. ª Ángeles Fernández
Estas dos poesías, escritas en un refinado italiano renacentista, de difícil traducción, constituyen la mejor presentación de Giandomenico Campanella, llamado Tommaso, fraile de la orden dominica, que vivió entre el 1500 y el 1600, y fue víctima de la Inquisición. Para apreciar el valor de estas poesías es preciso entender lo que afirman las siguientes rimas: «chi di Dio si serve e a Dio non serve»81 es la Iglesia y «la trina bugia, sotto cui piangendo, mondo, fremi82» es el cristianismo.
Tommaso Campanella es el último filósofo del Renacimiento italiano y, en cierto sentido, sus obras constituyen el testamento espiritual del Renacimiento. Su importancia es tal que se las compara con aquellas de Dante Alighieri, que a su vez fueron el testamento espiritual de la Edad Media caballeresca e imperial.
El contexto histórico
Como ya sabemos, el Renacimiento se desarrolló entre las clases altas de Europa (clero católico y aristocracia), y supuso un regreso a la estética y a la filosofía clásica de inspiración platónica. También resurgió la visión antigua de la Naturaleza, que nuevamente fue considerada como un ser viviente habitado por entidades invisibles.
No nos debe maravillar la referencia al clero porque, curiosamente, a lo largo de 250 años, el Renacimiento fue sostenido y protegido por la Iglesia católica que condenó a la hoguera a los sacerdotes integristas que se oponían, como por ejemplo, el fraile Savonarola en Florencia.
Entre las clases sociales más humildes (los campesinos) el Renacimiento se manifestó a través de la aparición de ingenuas y simples prácticas de magia, que tendían a restablecer el contacto con los Espíritus de la Naturaleza.
En cambio, la naciente burguesía (artesanos y comerciantes), mojigata y puritana, nunca aceptó ni las nuevas orientaciones culturales y estéticas del clero y de la nobleza, ni las prácticas de magia de los campesinos.
Hasta cierto punto, en la primera mitad del siglo XVI, el descontento de la burguesía europea fue aprovechada por los monjes, sacerdotes extremistas y radicales, como Lutero, Calvino, Zwinglio y otros, para alejar del catolicismo a sus propios seguidores y dar vida a movimientos cristianos autónomos «por protesta», en contra del regreso de la Iglesia al paganismo. El conjunto de estos movimientos, que nacieron porprotesta, tomó el nombre de protestantismo.
El hecho provocó terribles guerras civiles que ensangrentaron Europa hasta la mitad del siglo XVI.
La Iglesia católica, para detener la difusión del protestantismo, empezó a alejarse de los valores renacentistas para no dar pie a la acusación fundamental que la propaganda protestante le hacía, es decir, la de ser pagana.
Así nació en la segunda mitad del siglo XVI el movimiento de reacción católica denominado Contrarreforma. Este movimiento tenía como objetivo reconducir doctrinalmente al mundo católico hacia la Edad Media, eliminando toda la influencia del Renacimiento.
La Reforma protestante y la Contrarreforma católica lograron destruir el Renacimiento a través de la persecución sistemática de sus exponentes. Las víctimas más ilustres en las áreas católicas de Europa fueron: Galileo Galilei, Giordano Bruno y Tommaso Campanella, mientras que en las áreas protestantes podemos recordar a Tomás Moro y a Francis Bacon.
La represión se extendió incluso a los campesinos, con el fin de extinguir sus primitivas prácticas de magia a través de la así llamada «caza de brujas», que fue practicada con igual fanatismo por católicos y protestantes, y llegó hasta América (pensemos en los procesos protestantes del siglo XVII contra las brujas de Salem).
En el mundo católico el instrumento principal de represión fue la Inquisición.
Existieron dos formas: la española y el Tribunal del Santo Oficio.
La Inquisición española (por lo menos hasta la muerte de Felipe II en 1598) era un órgano judicial formado por sacerdotes ligados por juramento de fidelidad al rey de España. Sus funciones eran de represión política bajo el pretexto de la religión. Se caracterizaba por el hecho de golpear masivamente a los potenciales opositores del Estado absoluto español con la justificación de la religión. Fue responsable de verdaderos genocidios en perjuicio de los protestantes de Bélgica y Holanda, de los árabes y judíos residentes en España, de los indios seguidores de cultos precolombinos en las colonias americanas y de mucho más. El Tribunal del Santo Oficio era un órgano judicial que dependía del Papa, sin policía propia. Podía actuar solamente si los estados católicos aceptaban prestarle sus propias fuerzas de policía (el así llamado «brazo secular»). La política que perseguía era la de golpear a los personajes importantes uno a uno (Bruno, Galileo, etc.) para silenciar a través del terror a todos aquellos que compartían sus ideas sin necesidad de perseguirles personalmente.
Vida de Campanella
Tommaso Campanella nació el 5 de septiembre de 1568 en Stilo, Calabria, una región de la Italia meridional que en aquellos tiempos estaba bajo la dominación española. Sus orígenes eran humildes; su padre, Geronimo Campanella, fue un zapatero analfabeto.
En su época se debía pagar para ir a la escuela, y su familia, realmente pobre, no podía hacerlo. Pero Campanella tenía un amor innato por el conocimiento. Dicen que desde niño cada día se colocaba junto a la puerta de la escuela de su pueblo, en la parte de afuera, para escuchar las clases, que después repetía de memoria sin el auxilio ni de libros ni de notas. Se cuenta que un día, durante las preguntas a un estudiante y
escuchando que éste respondía erróneamente, Campanella no pudo resistir, entró en el aula y dio la respuesta correcta al maestro. Este último, un cierto Agazio Solea, nombre evidentemente de origen griego, quedó impresionado por la fuerte personalidad del joven y decidió tomarlo como alumno sin hacerle pagar nada. Fue Solea quien introdujo a Tommaso Campanella al estudio de la filosofía griega. A la edad de quince años el padre lo hizo entrar en la orden de los dominicos, para permitirle, según la costumbre de la época, obtener una buena posición económica y social. Así Campanella pudo continuar sus estudios filosóficos en diferentes
conventos, gracias a sus ricas bibliotecas.
En 1588, a los diecinueve años de edad, durante su estancia en el monasterio de Cosenza (otra ciudad de Calabria), Campanella tuvo un encuentro que cambió para siempre su vida; un día se le acercó en la calle un astrólogo judío del cual sólo conocemos su nombre, Abraham, el cual le dijo que lo había «reconocido» gracias a siete signos que había visto en su rostro, y se ofreció a transmitirle su sapiencia.
El vínculo entre Campanella y Abraham duró sólo dos años, porque en 1590 Abraham fue arrestado y después asesinado por la Inquisición española. Pero antes de morir pudo presentarle a Giovan Battista Della Porta, un noble napolitano dedicado a los estudios esotéricos. Así, Campanella continuó su discipulado con él en Nápoles En aquel mismo año sus cofrades dominicos se dieron cuenta de que sus ideas y las prácticas que realizaba, no eran exactamente «apostólico romanas», y lo sometieron a un procedimiento disciplinar dentro de la misma orden, es decir, sin denunciarlo a la Inquisición. Como consecuencia, fue condenado a partir inmediatamente a un convento dominico en Calabria, de donde no debía alejarse. Él desobedeció la orden y escapó al norte, donde vivió algunos años bajo un nombre falso. Por ello su orden lo denunció a la Inquisición vaticana que, en el 1595, lo localizó en Padua, donde Campanella entretanto tuvo un encuentro con Galilei.
Arrestado, fue llevado a Roma y recluido en la Cárcel del Santo Oficio junto a Giordano Bruno. Puesto bajo tortura, prefirió retractarse de sus ideas y, después de un proceso que duró dos años, fue sometido a una ceremonia de rehabilitación que entonces se hacía para aquellos que se arrepentían. En 1597 fue reenviado a Calabria con la prohibición de alejarse del lugar. Llegado a Calabria, Campanella organizó una revuelta contra los españoles. El objetivo de la revuelta era el de transformar Calabria en un protectorado turco, para
evitar la influencia del mundo cristiano, y poder así formar un gobierno con filósofos y aristócratas.
Campanella demostró un carisma excepcional, logrando convertir no sólo a lo mejor de la nobleza calabresa de su tiempo sino también a los mismo frailes de los conventos dominicos.
La revuelta debía estallar en el 1600, año que Campanella consideraba astrológicamente favorable. Pero la conspiración fue descubierta a finales de 1599 y Campanella arrestado por la Inquisición española. Esta vez se negó a retractarse de sus ideas, y fue torturado sin interrupción por más de 40 horas seguidas. No obstante el
atroz dolor y la abundante pérdida de sangre, mantuvo un silencio estoico, limitándose de vez en cuando a dirigir a sus verdugos frases irónicas como por ejemplo: «Veo diez caballos blancos que pasan delante de mis ojos...» o « ¿Por qué no me besáis? Yo soy un santo...», o también « ¿Qué es la excomunión, alguna cosa que se come?». Luego, mientras lo llevaban a su celda, dijo con colorida vulgaridad: « ¿Qué pensaban, que yo
era un «cojón» que hablaría?». Estas frases fueron utilizadas por la Inquisición para declararlo loco (dijeron que solamente un loco osaría hablar así a sus jueces), por lo cual, en vez de condenarlo a la hoguera, lo condenaron a cadena perpetua en 1602.
Campanella pasó el período entre 1602 y 1625 en la cárcel española de Nápoles donde, en consideración a su calidad de sacerdote (que nunca perdió), se le concedió el permiso de escribir. Él aprovechó este permiso para escribir casi cien obras. Su extraordinario carisma nunca disminuyó. Logró formar discípulos entre sus mismos carceleros, y con su complicidad hacía llegar los manuscritos de sus libros a editores en Alemania, que los editaban con sus propios medios.
En el año 1626, por intercesión de algunos nobles influyentes, logró que lo transfirieran a Roma y fue entregado al Santo Oficio. Después de dos años, el papa Urbano VIII en persona le dio la autorización de circular libremente dentro de todo el Palacio del Santo Oficio.
En el año 1636 Campanella aprovechó la libertad de movimiento otorgada por el Papa para escapar de la cárcel ayudado por la embajada de Francia y se refugió en París, donde fue protegido por el rey Luis XIII y el cardenal Richelieu. Allí profetizó con precisión el futuro nacimiento de Luis XIV, el Rey Sol, y cómo se desarrollaría su reinado.
El 21 de mayo de 1639 Campanella murió en una casa de calle St. Honorédespués de haberse encontrado con Descartes.
Su Obra
Campanella fue ante todo, un reformador social, razón por la cual pasó más de 30 años en prisión. Fue acusado tanto de herejía como de conspiración política. Inicialmente, se inspiró en Bernardino Telesio (1509-1588), aunque más tarde diferenció su pensamiento. Telesio pretendió estudiar la naturaleza a partir de sus propios principios, que para él se reducían a la acción del calor y el frío sobre lo corpóreo, alejándose de esta forma tanto de Aristóteles como de la magia. Telesio afirmaba la autonomía de la naturaleza y en consecuencia, la necesidad de estudiarla de modo independiente a la metafísica a partir de la información que suministra la experiencia sensible. Se observa en el pensamiento de Telesio, algún componentes animista inspirado en los presocráticos.
Campanella, a diferencia de Telesio, se acerca algo más a la magia y al animismo. Su teoría del conocimiento afirma que todo conocimiento deriva de la sensibilidad y a ella se reduce. El nuevo significado que le otorga se expresa simbólicamente a través de la interpretación que formulo con respecto a la palabra “sapiencia”, que se derivaría de que de sabor (de los sabores que el gusto saborea). El gusto implica un llegar a la intimidad con la cosa y el sabor es la revelación de lo que hay de mas intimo en la cosa, mediante una unión con la misma cosa. Entonces, el conocimiento sensorial proporciona certeza absoluta y por lo tanto no requiere pruebas de ninguna clase. El escepticismo no tiene sentido porque hay una facultad innata en el alma que nos asesura principios indudables, el primero de los cuales es que existimos, pensamos, queremos y podemos. Este conocimiento de sí mismos está presupuesto en cualquier conocimiento de las cosas exteriores. Nos conocemos, ante todo, a nosotros mismos, y solo conocemos las cosas exteriores en cuanto nos conocemos modificados o impresionados por ellas. Campanella extiende esta conciencia a todos los seres. Pese a que sería erróneo afirmar que Campanella realiza un planteo problemático de la realidad, se advierte en este punto semejanza, con las ideas que más tarde desarrollará Desartes.
La filosofía de Tommaso Campanella
Para Campanella la filosofía es un conocimiento de las ideas divinas, leídas con la luz natural en el libro de la naturaleza. Comienza su Metafísica proponiéndose el estudio del saber, del ser y del actuar. El agnosticismo queda refutado, siguiendo el razonamiento de San Agustín, con la afirmación de la autoconciencia, en la que el propio ser se manifiesta con una evidencia irrefutable. Ésta es una sapientia innata, a la cual se añade, mediante la experiencia, una sapientia addita. La filosofía tiene, pues, la misión de despertar el primitivo conocimiento de sí, demostrando que ni siquiera el sentir sería posible sin un previo sentir de sentir. "Sentire est scire", concluirá. Tal argumento parece anticipar de alguna forma el cogito ergo sum de Descartes.
Según Campanella, todas las cosas están dotadas de sensibilidad; de ahí el principio de su universalismo mágico. Todo ser tiene tres primalidades: potencia, sapiencia y amor. Toda primalidad sigue el principio de que cada ser se refiere a los demás después de referirse a sí mismo. Tiene saber innato de sí, y después del mundo; se ama a sí mismo y después a los otros seres. Pero estas tres primalidades sólo son perfectas en Dios. En el resto de las criaturas a estas primalidades se unen tres primalidades opuestas: impotencia, ignorancia y odio. Por eso el mundo de las criaturas es una mezcla de orden y desorden, de contingencia y de armonía, de finalismo y azar. El cosmos de Campanella, animado por esta intrincada red de correspondencias, afinidades ocultas y oposiciones, que vinculan entre sí a todos los seres, es una totalidad orgánica en la cual se anuncia, por todas partes, la vital presencia de Dios.
Campanella sueña con una gran reforma político-espiritual que recomponga las rupturas del interior del cristianismo y reconstruya el imperio universal de la Iglesia. El instrumento de esta unificación debería haber sido la hegemonía española, o, al decaer ésta, la monarquía francesa. Pero esa unificación debía de ir acompañada de una reforma, por parte de la Iglesia, de los fundamentos de su dogma, corrompido, según él, por el aristotelismo escolástico. La república de Campanella se presenta como "un hallazgo de la filosofía y de la razón humanas para demostrar que la verdad evangélica está de acuerdo con la naturaleza". La idea que Campanella tiene de la política, fundada en una visión ético-religiosa y cósmico-mágica, se opone decididamente a Maquiavelo y a los teóricos de la razón de Estado, manifestando ese singular cruce de lo viejo y de lo nuevo que es un rasgo característico de toda la obra de este pensador.
Campanella esboza algunas ideas que parecen adelantarse a los conceptos de la pedagogía moderna. La educación se basa en dos principios: el primero es el papel de la sabiduría, entendida como parte principal en la perfección general del hombre. Al ser el hombre una participación de la esencia divina, tiende por su naturaleza a imitar la omnisciencia de Dios. El segundo es el carácter experimental en que debe basarse la educación. En efecto: todo el ámbito de la comunidad civil y religiosa, y no sólo una parte de ella, debe ser una perpetua enseñanza para los educandos. Los niños, "jugando y sin fastidio, pueden encontrar figurados en los aspectos de la vida cotidiana todos los órdenes de lo cognoscible".
Campanella cultivó también una amplia producción lírica a lo largo de su vida, especialmente en los años de cárcel. En su conjunto trata de liberar al juicio estético de la sujeción a las reglas establecidas por los aristotélicos. Su formulación de la estética se encuentra en la Poética (obra redactada dos veces). Define la poesía como un "instrumentum magicum, magia vocalis" que favorece la conservación del espíritu. El encanto de la poesía no depende tanto de sus temas cuanto de los modos de transmisión y de recepción de la palabra. La poesía se convierte así, para Campanella, en un medio maravilloso y extraordinario de percepción de la realidad.
Sus enseñanzas
Emanación
El punto de partida del pensamiento filosófico de Tommaso Campanela es la teoría de la emanación de Plotino, expresada a través del concepto de «continuación».
Campanella enseñaba que el mundo (la Naturaleza) es una continuación de Dios, y la materia lo es del espíritu. Por lo tanto, no existe oposición entre Dios y el mundo, ni tampoco entre espíritu y materia, porque esotéricamente lo uno es la continuación del otro.
No existe una real dualidad entre Dios y el espíritu, porque cada espíritu individual es una parte de Dios y regresará a Él, porque «todas las cosas regresarán a sus principios». Los espíritus individuales son los instrumentos de los cuales Dios se sirve para actuar en el mundo y conocerse a Sí mismo.
Las tres «Primalità» Campanella enseña que Dios está conformado por tres principios metafísicos que constituyen su versión trinitaria. Estos principios, que él llama «primalità», son: Potencia, Amor y Cordura.
Potencia es Voluntad, y Cordura es la Inteligencia que plasma las formas y establece los destinos.
La función de las tres «primalità» es causar la emanación; en la Naturaleza ellas se manifiestan como: Necesidad, Armonía y Destino.
La «animación universal de las cosas»
Si Naturaleza y materia son una continuación de Dios y del espíritu, todas las cosas (el cielo, las estrellas, las plantas, las piedras, la Tierra, el Sol, la Luna, etc.) son animadas, es decir, dotadas de autoconciencia; además, la verdadera relación de causa y efecto procede de lo invisible hacia lo visible, gracias a la Magia. El mundo en su totalidad tiene un alma que esotéricamente no es Dios, sino un espíritu individual dirigido por Dios.
La constitución ternaria.
Cada ser humano se halla conformado por tres elementos: cuerpo, alma corpórea (es decir, psiquis), y alma infusa (el espíritu individual). Los dos primeros son mortales, por lo cual existen esotéricamente una primera y una segunda muerte, respectivamente, del cuerpo y de la psiquis. En cambio el espíritu individual es inmortal.
En este contexto Campanella introduce la doctrina de la reencarnación. Su enseñanza principal sobre este tema es que «cada encarnación es una misión»: los espíritus individuales, incluso los humanos, son como manos o brazos al servicio de Dios. Por lo tanto, según Campanella, cada reencarnación se produce «a
causa de una particular decisión divina», que otorga a un espíritu desencarnado la tarea de cumplir una misión en el mundo. Cuando termina su misión, el alma desencarna otra vez y vuelve a Dios, en espera de nuevas tareas.
No existen ni infierno, ni paraíso, ni premios o castigos por lo que se hizo en la vida. No existe el pecado, «original» o actual, y no existe culpa, el alma inmortal es y quedará siempre pura y sin mancha.
Evidentemente, esta concepción se aleja de las clásicas sobre la reencarnación, y Campanella mismo lo admite, declarando expresamente en LA CIUDAD DEL SOL que conocía las enseñanzas de los pitagóricos y de los brahmanes sobre este tema, «pero que no les creía».
La unidad trascendente de las religiones
De la religión atemporal única, la religio naturalis nacen todas las religiones, que se adaptan a circunstancias particulares de tiempo, de lugar y de caracteres humanos.
Por lo tanto, todos los hombres practicaron siempre sin saberlo una misma religión, cada vez modificada para armonizarla con las exigencias del momento. Por ello, las guerras de religiones son solo fruto de la ignorancia.
Existe un gobierno oculto de la humanidad
Campanella expone esta tesis en su obra LA CIUDAD DEL SOL, bajo la apariencia de un escrito que pertenece al género literario de las «utopías». En esa obra, narra que existe una isla en un lugar a lo largo de la línea del ecuador (línea equinoccial), que por lo tanto está en una posición central con respecto al resto del globo terrestre. En el centro de esta isla encontramos un monte. Sobre este monte surge una ciudad, llamada
la Ciudad del Sol. Para entrar en ella se tienen que atravesar siete murallas concéntricas, cada una de las cuales lleva el nombre de uno de los siete planetas.
Dentro de la ciudad se encuentra una Acrópolis, constituida por un templo sin paredes, formado tan sólo de columnas dispuestas en círculo que sostienen una cúpula.
En el centro del templo surge un altar con dos imágenes, una del cielo y otra de la Tierra, iluminado con siete lámparas eternamente encendidas.
La ciudad está gobernada por un Príncipe Sacerdote, que hace de puente entre Dios y la Humanidad. Es asistido por tres «Máximos Jefes», que son el reflejo de la triple «primalità» y llevan el mismo nombre: Potencia, Amor y Sabiduría.
Esta pirámide jerárquica se complementa con 49 sacerdotes.
Esta ciudad mistérica encierra en sus siete murallas los arquetipos de todas las cosas, y de ella salieron en misión por la Tierra los más famosos «legisladores, guerreros y sabios», tales como: «Moisés, Isis, Júpiter, Mercurio, Mahoma, Jesús, César, Alejandro y todos los romanos más famosos».
El proyecto político
La Humanidad tendría que conformarse según el modelo de ese Gobierno Oculto.
Campanella enseñaba que se tiene que llegar a un nuevo orden mundial, barriendo las tiranías, los sofismas y las hipocresías. Considera que, puesto que la Humanidad es una, uno debe ser el Estado que la gobierne, y este Estado visible tiene que modelarse en el Gobierno Invisible que ya existe. Por lo tanto, tendrá que existir
una estructura piramidal, con una figura «solar» que unifique en sí la autoridad espiritual y el poder temporal.
Filósofos-sacerdotes deben asistir a este Rey. Tres serán las funciones del Estado, reflejo de la triple «primalità»: seguridad, educación y trabajo y producción, que son también herramientas de formación interior.
Entre aquellos que «empiezan una vida filosófica», y sólo entre ellos, se deberá evitar la propiedad privada, porque alimenta el egoísmo del hombre, y «cada cosa será en común», así como lo prescribía Platón en La República tan sólo para los Guardianes.
La ciudad del Sol
Tommaso Campanella expuso su utopía política en La ciudad del Sol, imagen de una sociedad perfecta organizada en torno a leyes naturales. La república soñada por Campanella estaba regida por un filósofo-mago (el Gran Metafísico) y gobernada por tres magistrados: Pon, Sin y Mor, es decir, potencia, sabiduría y amor, las tres primalidades (esencias necesarias) que el filósofo consideraba, en metafísica, las determinaciones del ser ontológico. Esto significa que la ciudad perfecta debe estar gobernada por las mismas leyes que regulan el universo, de tal modo que se convierta en un verdadero mediocosmos intermedio entre el hombre (microcosmos) y el universo (macrocosmos).
Desde el punto de vista social, la ciudad solar debe ser una comunidad integrada que supere a la familia. En ella, las mujeres están a disposición de todos y es la comunidad, no el individuo, la que decide cuándo y cómo conviene procrear, basándose en criterios eugenéticos (es decir, tendentes al progresivo y continuo mejoramiento biológico de la especie). Campanella retomó estos temas de la República de Platón y de la Utopía de Tomás Moro.
Completamente innovadora es, en cambio, la aproximación de Campanella a los problemas de la educación, que el filósofo quiso exenta de todo lo que fuese libresco o académico. La misma ciudad se convierte en texto: sus muros son ilustrados por los pintores como un manual. "Dentro del primer círculo de piedra se representan todas las figuras matemáticas, más numerosas que las compuestas por Euclides y Arquímedes, con su proposición significante. En la parte de fuera se coloca el mapa de toda la Tierra, y después las tablas de cada provincia con sus ritos, costumbres y leyes. En el segundo círculo están todas las piedras preciosas y no preciosas, los minerales, las hierbas, los árboles", y así sucesivamente. Caminando por las calles con sus padres, los niños, atraídos por esas figuras, preguntarán por su significado: ello dará inicio a un proceso educativo tanto más eficaz cuanto menos académico.
Mi conclusión
Campanella, en su juventud estuvo lleno de aventuras. No de acuerdo con el asitotelismo y el tomismo, estudio a distintos filósofos y escritos orientales. La indisciplina en los conventos dominicos del sur le permitió frecuentar en Nápoles a Giambattista della Porta, cultivador de las artes mágicas. Se Inspira en telesio que pretende estudiar a través de la naturaleza a partir de sus principios, al cual Campanella se acerca más a la magia y al animismo y su teoría se reduce a la sensibilidad. Su estudio se deriva al estudio de los sabores que implica llega la intimidad de la cosa, llegando a lo más profundo de sus teorías él dice que el conocimiento sensorial proporciona certeza absoluta y por lo tanto no requiere pruebas de ninguna clase, que nos conocemos a nosotros mismos y solo conocemos las cosas exteriores en cuanto nos conocemos modificados o impresionados por ellas. Algunos de sus seguidores lo traicionaron y su proyecto fracasó. Pero él no fracasó, ya que superó con valentía las terribles pruebas a las que fue sometido, dejando a la posteridad un extraordinario ejemplo de victoria filosófica de un caballero que se enfrenta con las pruebas del destino sin doblegarse ni quebrantarse, y que recobra fuerza y valor para seguir plasmando su ideal. Descartes plantea sus pensamientos.