La Vaca Estudiosa
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Aporte para el tema de Nación- Texto de Claudio Spiguel- UBA
Oscar Caram
Oscar Caram
20-11-2011 21:11
"Vilar plantea que la Nación es un problema complejo. En primer lugar porque bajo una apariencia de atemporalidad (la idea de que cada Nación es eterna) queda encubierto que es un fenómeno histórico, es decir, no siempre existieron las naciones que hoy existen y posiblemente no siempre existirá la agrupación de los hombres en naciones.
La Nación como problema incluye tres dimensiones:
a) La articulación de elementos objetivos y subjetivos diversos que se conformaron a lo largo de la historia. Cuando surgen, se desarrollan y se afirman las comunidades nacionales, articulan un conjunto de características que se han gestado en un proceso histórico de largo plazo y que coagulan –en términos de organización material y cultural – en la formación de esas naciones: esto es, la unidad lingüística, el territorio, la vida económica, los lazos económicos y múltiples otros como: las costumbres, la identidad (la forma de concebirse como miembro de una comunidad y distinto de la otra) etc. Son elementos materiales y culturales, objetivos y subjetivos, estos elementos no son esencias previas a toda historia, ni tampoco tienen carácter homogéneo. Se han desarrollado históricamente de modo contradictorio, en lucha, estrechamente imbricados a los conflictos y luchas de clases. Las propias lenguas, el predominio de una lengua sobre otra, de un dialecto sobre otro, en un espacio que luego va a conformar una Nación, es el fruto y el resultado del desarrollo social y de los conflictos sociales y políticos de ese espacio, de predominios de unas clases y regiones sobre otras, etc. Lo mismo ocurre con la comunidad de vida económica, que en los hechos surge de la declinación de las relaciones feudales en ese largo proceso de expansión de los circuitos mercantiles que vincula una aldea con otra, un pueblo con otro, las ciudades, en un proceso. También ocurre lo mismo con las costumbres que no son simplemente amasadas por la inercia de la vida, sino que están surcadas por las contradicciones sociales, entre las costumbres de los de arriba y los de abajo, de una región y de otra, es un devenir contradictorio, son “unidades de contrarios”. Cuando se reconoce una cierta comunidad cultural, no se debe ocultar que esa comunidad se gesta a partir de la hegemonía y de la imposición de cierto tipo de cultura, que generalmente es la de las clases dominantes, porque los que tienen el poder material son los que suelen tener el poder espiritual. Pero esa hegemonía de las clases dominantes y de su cultura no se afirma en el vacío, sino que se afirma subsumiendo, oprimiendo, intentando silenciar y desterrar, vaciando de contenido lo que no pueden eliminar, o recuperando lo que les conviene, de los elementos, costumbres y productos culturales de las clases populares. Por lo tanto, las formaciones sociales, su devenir, sus luchas, sus conflictos, las luchas de clases tienen una eficacia fundamental en la conformación de esos elementos de largo proceso y duración que vemos coagularse en los procesos históricos de articulación de una comunidad nacional.
b) Es un proceso que se da en un período histórico preciso: la etapa de ascenso del capitalismo. La nación no surge por estos elementos, sino que surge coagulando estos elementos en cierta etapa histórica, que es la etapa de ascenso del capitalismo en Europa. Precisamente, la formación de las comunidades nacionales es condición y mediación del triunfo y el desarrollo del capitalismo en los países centrales. En primer lugar, esta necesidad se relaciona con la ampliación del mercado interno frente a las trabas feudales, la ruptura de las relaciones precapitalistas y la creación de un tipo de entidad: los hombres se convierten en “ciudadanos”, miembros de la nación; y esta igualdad encubre un nuevo tipo de desigualdad fundada en la explotación económica característica del capitalismo.
El desarrollo capitalista, además, requiere de un nuevo tipo de Estado, el Estado Moderno, tan intrínsecamente relacionado con la Nación que llegan erróneamente a confundirse en el plano conceptual si no se es cuidadoso. No hay que identificar Nación con Estado, porque se trata de fenómenos diferentes aunque íntimamente relacionados. Ocurre que hay naciones sin Estado propio, oprimidas por un Estado ajeno (en el caso de las colonias por ejemplo), y que precisamente por eso reclaman uno propio, es decir su autodeterminación nacional para liberarse de esa opresión y culminar su formación; a la vez han existido Estados, es decir instrumentos coactivos de las clases o castas dominantes, poderes estatales antes de que se formaran las naciones, y existen hoy Estados plurinacionales. A la vez, por un lado la formación de Estados centralizados jugó un rol fundamental en Europa en la expansión del capitalismo incipiente; en primer lugar, en la ampliación de los mercados internos y los procesos de la acumulación originaria del capital. y las propias rivalidades mercantiles y bélicas allí fueron poderosos condicionantes de la formación de las naciones europeas. Pero a la vez, históricamente la formación de las naciones requirió de un nuevo tipo de Estado que se erige en representante de la Nación, al tiempo que pasa a constituirse en instrumento de una nueva clase dirigente, emergente del nuevo modo de producción. Por lo tanto la nueva Nación –es decir, la burguesa– para afirmarse debe destruir el Estado anterior. Allí Nación y viejo Estado son polos antagónicos. Lo mismo ocurre con los Estados coloniales. Por lo tanto, surgen rupturas, para poder afirmar otro tipo de Estado que sea instrumento de la afirmación de la Nación.
c) en el corto plazo, es preciso ubicar históricamente en el cuadro anterior a los movimientos nacionales concretos . En las sociedades nacionales se articulan contradictoriamente distintas clases y fuerzas sociales. Y existen relevos de las clases y fuerzas sociales que sucesivamente invocan, defienden, buscan expandir o niegan la comunidad nacional en la que emergen. Los movimientos nacionales están determinados por los intereses sociales y las políticas que invocan la representación de la nación, la defensa de la nación o de la libertad nacional, propugnando hegemonizar conjuntos más amplios y lograr alianzas sociales más vastas. Por lo tanto el carácter de los movimientos nacionales es relativo a la época histórica, a la clase social que los dirige y al tipo de país del que se trata.
En este sentido, la primera gran distinción es si se trata de un país colonialista, imperialista, dominador o es un país oprimido por un país imperialista o colonialista extranjero. Por ejemplo, en la etapa de la Revolución Burguesa, la lucha nacional estuvo asociada a banderas democráticas antifeudales de la burguesía revolucionaria y de las masas plebeyas, campesinas y artesanas contra las aristocracias y contra los imperios extranjeros. Por el contrario, con la afirmación de los países capitalistas en Europa y Estados Unidos vemos que aquel patriotismo democrático y revolucionario se trueca en un nacionalismo burgués, que invoca y se adjudica la representación de la comunidad nacional para 1) primero, encubrir las contradicciones de clase decisivas que caracterizan mas profundamente a esa comunidad nacional, legitimando su dominio sobre la clase obrera y demás explotados y oprimidos, como representante de los intereses de la Nación.2) Segundo, generar una base de acción para la competencia y eventualmente la guerra con otras potencias capitalistas en la disputa económica, política y militar en el escenario internacional. Estamos frente a un nacionalismo como bandera de la guerra entre las potencias capitalistas que mandan a sus pueblos a matarse entre sí al servicio del interés de sus burguesías.3) Tercero, justificar a través de este nacionalismo –que a veces se reviste del ropaje del cosmopolitismo– la expansión y la dominación de los países pobres y oprimidos, coloniales o dependientes, a los que busca “civilizar”, “proteger”, “ desarrollar”, “democratizar”, etc. Este nacionalismo imperialista contemporáneo a veces se expresa crudamente -como se expresó en el expansión colonial planteando la superioridad racial, técnica, cultural, civilizatoria, política de Europa sobre los pueblos de Asia, Africa y América Latina- y otras veces se expresa tras un disfraz “universalista”, que considera atrasadas y “bárbaras” las bandera de defensa de la Nación por parte de los pueblos oprimidos –reivindicación, como la de autodeterminación nacional, que es el correlato inevitable de su condición de naciones oprimidas- porque proclama que las naciones (salvo las propias) son una categoría caduca y ahora el mundo es “uno solo”.
En cuanto al contenido de los movimientos nacionales de los siglos XIX y XX de los pueblos oprimidos, coloniales y dependientes, depende del proceso de la época y de la clase que lo invoca y lo dirige. Por ejemplo, en los procesos de liberación nacional de los países oprimidos coloniales y dependientes, durante el siglo XX surgen diversas expresiones de defensa de la Nación y de lucha por la libertad nacional –anticolonial en el caso de los países coloniales, de independencia económica en el caso de los países dependientes– que, a la vez, tienen distinto signo ideológico. Surge el nacionalismo burgués defensivo de burguesías industriales débiles –que buscan mayor autonomía económica y política –; otro es el antimperialismo y nacionalismo popular de las capas medias –pequeño burgués y campesino, ligado a una concepción democrática, etc.– y otro es el antiimperialismo –que levanta la bandera nacional y el patriotismo popular- de movimientos que expresan los objetivos internacionalistas del movimiento obrero. Pero todos estos patriotismos (nacionalistas o no) levantan la bandera de la independencia y la liberación nacional, porque emergen en países que están dominados, ya no por viejas aristocracias feudales, ni por viejos imperios mercantiles y monopolios previos, sino por un sistema de esclavización y subordinación de naciones que es fruto del desarrollo de la más alta expresión del modo de producción de capitalista en las grandes potencias: el Imperialismo Moderno.
En suma las relaciones entre Nación, estructuras de clase y clases sociales no pueden analizarse por separado. Por un lado, no se pueden comprender los procesos que adoptan la forma y la organización, subjetiva y objetiva nacional, sin vincularlos con los procesos sociales y las relaciones y luchas entre las clases que los determinan. A la vez no hay que reducir mecánicamente unos a los otros, pues precisamente el contenido concreto que la Nación adquiere está determinado por los procesos sociales de clases pero tienen entidad objetiva y no se reduce sólo a los mecanismos ideológicos con los que las clases dominantes moldean la nación en su propio beneficio (lo que en el caso de los países oprimidos y dependientes es el beneficio de intereses y potencias extranjeros)."
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