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VAMOS A CONTAR HISTORIAS
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
30-11-2021 16:21

Mis primeras lecturas. Quiero hacer una pequeña aportación a tu texto y es precisamente sobre el libro las Mil noches y una noche, la traducción que recomienda Borges,es precisamente la de J.C Mardrus y no la de Galland.
En estos dos meses de descanso de nuestro compromiso, creo que es un tiempo perfecto para leer estos 23 tomos de las Mil noches y una noche. Es la mejor forma de entender unos pueblos y una cultura de la que desconocemos todo y seguramente olvidaremos el rencor que le tuvimos durante un tiempo a los Moros.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
30-11-2021 15:04

Cumplo con mi compronmiso de esta segunda quincena de noviembre, puedo asegurarles, que no sabía como afrontar este reto.

El libro

Agotado frente a los medios, las redes, las noticias. Fatigado bajo el imperio de los noticieros, que se empeñan en entregar información a un público ansioso y pesimista, a una audiencia obsesiva y neurótica. Abatido ante el telediario, que repite hasta el cansancio imágenes de desastres y calamidades alrededor del globo que habitamos.

Con los ojos gastados de mirar cómo el mundo se desmorona: entre nuevas y modernas dictaduras, democracias fallidas y juegos de poder, absolutamente incomprensibles, para ciudadanos que aspiramos vivir en paz.

Consumido por este presente sin futuro, regreso una vez más a las páginas de un libro único. Un libro, que nos enseña a no temerle a aquello que no está escrito en nuestro destino, ya que no ha de cumplirse.

Un libro antiguo, que rueda entre los siglos y se cuela entre culturas diferentes. Un libro que nace bajo la tradición oral de pueblos nómadas. Un libro que finalmente escrito, es de tantos autores, que resulta anónimo y se cree que su origen es múltiple. Un libro que en sus primeras líneas nos invita a leerlo despojados de prejuicios, vestidos con la emoción de la aventura y que nos induce a atravesar las increíbles fronteras de la exuberante fantasía y sobre todo, a vivir situaciones inverosímiles y a recorrer las rutas, los caminos de lo inesperado.

Un libro leído en mis primeros años, en una edición manoseada, barata, mal traducida y peor editada, pero jamás olvidado. Un libro, que gracias a Jorge Luis Borges, rescato intacto de la bruma, de las arbitrarias amputaciones sociales y morales, que le fueron impuestas, por esos traficantes de ideas en que se convierten a veces, traductores y editores y que hoy, las bibliotecas digitales nos ofrecen sin ningún costo.

Un libro que antes de iniciar su lectura nos regala una esperanza.
-Que las leyendas de los antiguos sean una lección para los modernos y que el hombre logre aprender de los sucesos que le ocurren a otros y por esta razón daremos gracias, a quien guarda los relatos de los primeros, como lección dedicada a los últimos.

Para entender mejor el mundo que vivo, regreso a las páginas de este libro con la emoción intacta. Este libro, del que según dicen: Stendall afirmaba, que quería olvidarlo todo, para experimentar nuevamente el placer de leerlo por primera vez. Un libro al que sugiero leer sin saltarse el prólogo, ni tampoco las palabras de los editores.

En esta oportunidad yo les hablo:

Del Libro De Las Mil Noches Y Una Noche

Y hago la salvedad, de que se trata, de la traducción directa y literal del arabe, realizada por el Doctor J.C. Mardrus. En la versión española de Vicente Blasco Ibañez y con prólogo de E. Gómez Carrillo.
Esta fantástica obra literaria, sus 23 tomos, pueden leerla a través de la Biblioteca Valenciana Digital.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
30-11-2021 15:00

Rodrigo: desde fronteras diferentes atravesamos rumbos parecidos y nuestras lecturas se encuentran, incluso, en la biblioteca del tío.

Algunas diferencias nos marcan, hasta los 10 años viví bajo el rigor de la dictadura militar y luego, en la Venezuela democrática el mayor empeño del Estado era la educación. Uno de nuestros poetas, de esa época democratica, convertido en ministro. Andres Eloy Blanco, que recomiendo leer. afirmaba: hemos tirado los grillos de la opresión al mar y ahora debemos quitarnos los grillos de la ignorancia.

En los liceos y Universidades, el empeño era enseñar tanto el pensamiento antiguo, como el moderno sin omisión alguna y claro los escritores latinoamericanos eran de obligado estudio y lectura.

Quizás, porque son cercanas nuestras generaciones el pesimismo es una sombra que me acomnpañó por mucho tiempo, pero descubrí, que el pesismismo, o la falta de esperanza es la mejor arma de las dictaduras, de los opresores y por esa razón no me permito hoy la desesperanza y la enfrento, enfrentar la desesperanza es una forma de resistencia.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
30-11-2021 14:23

Es verdaderamente entrañable leerte, hay un candor, una sinceridad única y en pocas lineas nos abres la puerta a un mundo desconocido y nos muestras el extraordinario valor de vivirlo y pesar de las dificultades, de las carencias crecer con el vigor de los árboles centenarios. Gracias Gregorio.

Igual que tú, considero que esta es la tarea más difícil que nos ha tocado este año. El año próximo está pronto y al iniciar en febrero nuevamente nos encontrará con la misma disposición, porque escribir es un ofico que no se puede abandonar. Abrazos.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
30-11-2021 10:58

Nuestro querido compañero Gregorio, para mí, además, maestro en el dificil arte de vivir, nos deja una deliciosa pincelada autobiográfica que yo asimilo a las primitivas pinturas del Giotto o Cimabue, tal es su esencial sencillez y autenticidad. Tal vez no tuviese acceso a muchos libros en su infancia y adolescencia, pero su capacidad de crear lo suple con creces. Y ahora, en Barcelona, rodeado de todos a quienes quiere y por los que es querido, deja volar su imaginación y su voluntad de crear y nos regala estos relatos, estos versos que nos estimulan para seguir su ejemplo. Yo quiero imaginármelo en alguno de los pequeños parquecitos de la Ciudad Condal, como un típico abuelo, viendo jugar a alguno de sus muchos nietos e imaginando apaciblemente su próxima publicación... ¡Quince libros...! Pero eso ni su admirado Ken Follet... Cada día me ofreces nuevos motivos para admirarte y... envidiarte, Gregorio. Que sigas mucho años con nosotros...

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
29-11-2021 22:50

Mi aportación a la segunda quincena de noviembre.

Para mí, este tema, es hasta ahora, el más difícil desde que empezamos esta etapa que ha sido como un renacer de Rayuela, no por falta de ganas, si no, por la falta de recursos en mi memoria, pues, las circunstancias que viví de niño y también en mi juventud, no me permitieron acceder a la lectura de libros, por lo que este relato serán más breve que los anteriores.

Nací en 1936, 40 días antes del comienzo la de guerra civil española. Con esa edad me llevaron a vivir en el campo, en una pequeña propiedad que tenían mis padres, una viña, en la que tenían una pequeña barraca al estilo de la que describe Blasco Ibáñez en su obra La Barraca. Lógicamente, no asistí a ninguna escuela. El mayor de mis hermanos, 16 años mayor que yo, me enseñó a leer, escribir y a sumar, restar, multiplicar y dividir.

Mi lectura era poco variada: tebeos, periódicos y una serie escrita y vendida en capítulos, cuyo título era La huerfanilla. El tebeo que más me gustaba; La mano negra. Los periódicos, pasados de fecha, y los tebeos me los compraba mi tía, cuando iba a Lucena, a 7 kilómetros de donde vivíamos. Y a la serie, estaba suscrito mi hermano José, el mayor, y yo los leía después que él. ¿Por qué mi tía?, porque mi madre murió cuando yo tenía 4 años. Hasta que me situé en Barcelona, no tuve acceso a libros importantes.

Desde ese momento hasta ahora, he leído más de 200 libros que guardo en mi estantería, incluidos 15 escritos por mí y auto publicados, que lógicamente, cuando yo falte, serán los únicos que se salvarán, creo.

Qué libros me han gustado más, casi todos. Pero en particular, los de Antonio Gala, Las afueras de Dios y poemas de amor, por ejemplo. Los pilares de la tierra DE QUEN FOLLETT, LA CATEDRAL DEL MAR de Ildefonso Falcones, La mano de Fátima de Ildefonso Falcones. Y últimamente, Martes con mi viejo profesor de MITCH ALBOM. Poesía, Antología de Miguel Hernández, de Pablo Neruda, y poesía de Antonio Machado, de Federico García Lorca y otros.

Hasta aquí, mi pequeña historia en el amplio mundo de la lectura.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
29-11-2021 11:13

Mi contribución a la convocatoria de la segunda quincena de noviembre.

MIS PRIMERAS LECTURAS
(Y OTROS CONTACTOS CON EL ARTE.)

Qué difíciles son los recuerdos en estado puro; cuando se intenta ponerlos en el primer plano de la memoria uno se encuentra con una confusa amalgama de episodios borrosos, con ese tupido cañamazo sobre el que tienes que recrear algo parecido a tu vida ya vivida. Cuánta bruma. Algunos, Marcel Proust como ejemplo, consiguieron con ese lábil material construir una obra maestra; pero la mayoría apenas si conseguimos enhebrar algunas briznas inconsistentes; hemos de completar el bordado con fabulaciones y distorsiones que, sin embargo, creemos reflejos ciertos de aquella realidad perdida.

Yo crecí en una época difícil (los años del hambre y del “piojo verde”) en una familia dañada por la reciente contienda civil. Mi padre fue un militar represaliado, que no gustaba exhibir muestras de sus conocimientos y que, a pesar de ello, fue quien guió mis primeros pasos por camino de la cultura. Recuerdo mis primeros libros; fueron regalos de Reyes. Dentro de su austeridad y su pobreza, él quiso que nunca me faltasen aquellos regalos rituales; aunque, eso sí, con su personal impronta. Mi primer libro “serio” fue una edición en rústica de “Las Mil y una noches”, en la versión de Antoine Galland, alabada por Borges. Aun conservo el tomito, desvencijado, sin tapas y con las hojas roídas por la mala conservación. En otra ocasión me llegó la “Historia del Impresionismo”, de Camille Mauclair, de quien después supe su importancia como escritor, poeta y crítico. Naturalmente yo no conocía ninguno de esos nombres ni conceptos. Aquellos libros fueron mis bautismo de las letras, las primeras iluminaciones desde la penumbra de “Pequeñeces”, del P. Coloma y los cómics (entonces tebeos) de aquellos grises días. También aportó mi padre a mi incipiente acervo las primeras poesías: “El miajón de los castúos” y “Extremadura”, del poeta regional (todavía no autonómico) Luis Chamizo. Una poesía popular, sencilla y entrañable de alguien cuyo oficio era... fabricar tinajas de barro.

Sin embargo, un familiar mío con quien pasé gran parte de mi adolescencia, poseía una notable biblioteca, notable para aquella época y aquellas circunstancias. Era la “biblioteca del tío Julio” de reconocido prestigio en el ámbito familiar. Allí, en las inmensas y tórridas siestas veraniegas, me sumergía con Julio Verne, con Salgari, junto a otros más frívolos y clandestinos: El Caballero Audaz y otros parecidos. Pero también Eugenio Sue, Zola y aquellos naturalistas franceses en ediciones de lujo, compatibles con las de la colección “Novelas y Cuentos”, en unos muy rústicos formatos de doble folio, sin encuadernación, pero con autores como Chateaubriand, Pierre Benoit y nuestros premios Nóbel Jacinto Benavente y José de Echegaray entre otros. Tal vez un catálogo no demasiado ortodoxo para su asimilación por un neófito (no creo que ningún buen pedagogo lo propusiese como modélico) pero para mí el atisbo de un mundo en el que después encontraría tantas satisfacciones (y dudas, y decepciones, y frustraciones...)

Después, mucho más tarde, cuando ya mi espíritu juvenil estaba casi moldeado por la cultura oficial, desde una educación religiosa y sin más horizonte que el del pensamiento único imperante, aunque siempre con una brasa íntima que me animaba a otras búsquedas, llegaron los contactos y las adquisiciones de ortros conocimientos. Poco a poco, con la lentitud de lo que se adquiere en la sombra de la clandestinidad, lecturas prohibidas, arriesgadas, de las que no se podía hablar fuera de los cenáculos más seguros.

Recuerdo con especial emoción la primera obra musical que me llegó al fondo del espíritu: “Cuadros de una exposición” de Modesto Mussorgsky; un viejo LP de vinilo que me regaló un compañero de pensión. Antes había escuchado ocasionalmente la “Sexta Sinfonía”, la “Pastoral” de Beethoven, que me anunció todo un universo estético por descubrir. Pero “Cuadros...” fue la ventana (por ser ya de mi propiedad y uso a discreción) desde la que a base de escucharla una y otra vez me permitió exprimir toda su emoción y adentrarme en ese arrebatador mundo de la Música.

Con la aprente fortaleza de una juventud recién estrenada, trasladado ya a la capital, Madrid, aquel machadiano “rompeolas de todas las Españas”, diamante en bruto para sueño en ciernes de un aspirante a artista (¡qué lejos y apartados quedan ya todos esos sueños...!) en las madrugadas frecuentemente etílicas del viejo cuarto donde moraba, pasaron por mis manos, haciendo huella no siempre beneficiosa, en mi mente obras tan variadas como “El lobo estepario”, de Hesse; “Diario de un seductor”, de Kierkegaard; “Salambó”, de Flaubert, que me conectó con el difícil mundo del simbolismo... Hasta que, mucho más tarde, casi al borde del ocaso, llegó la poesía, ese mundo maravilloso en el uno se desdobla, se hace espíritu, flota, sufre, ansía, crea...La poesía, el mundo en el me hubiese gustado vivir.

Y esto es todo. Desde entonces y con aquellas toscas y débiles cuerdas he ido tejiendo mi particular red, llena de enormes agujeros, en la que me suspendo y desde la que, con su suave balanceo, pretendo mitigar las continuas mordeduras que el cotidiano vivir deja en el alma.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
29-11-2021 11:09

La exuberante producción de nuestro querido J.J., la verdad, es que me produce una cierta sensación de congoja: no poder seguir su ritmo, no poder corresponder a su casi ciclópea potencia creadora me entristece y, a la vez, me cumple reconocer que es a Rayuela y a sus intenciones a quienes, en definitiva, sirve. Bienvenidas sean todas esas páginas de verdadera creación literaria y el deseo que no decaiga ese bravío empuje de JJ. por mantener viva este foro. Gracias, querido compañero.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
27-11-2021 21:47

Retrato de un incendio

Un grito de auxilio atraviesa la densidad del humo y se impone por encima del fuego y su intento de consumirlo todo a su paso. Él oye con nitidez el grito desesperado que clama auxilio y se empeña con terquedad en seguir adelante. Atrás ni para coger impulso. Piensa. Recuerda un dicho popular que lo anima en su decisión: ''pa lante es que brinca el sapo, aunque le puyen los ojos''

En ese empeño de seguir adelante, de cumplir con el compromiso de salvar vidas, no se detiene ante los riesgos, las amenazas, los peligros del incendio, en todo caso, esos riesgos le permiten salpimentar con dosis de osadía su vida.
Aquellos que lo miran desde orillas distantes y que iluminan con la pobre luz de un foco sus propios miedos, lo acusan de ser extravagante y de mantener una conducta irresponsable y soberbia.

En silencio, secretamente lo admiran, pero son incapaces de confesarlo. A decir verdad, quienes lo conocen, afirman que él mantiene ante la vida una actitud sanchopancesca. La realidad, su realidad, lo ha obligado a no retroceder y sigue adelante sin calcular el peso de las derrotas.

Reconoce, que pese a sus esfuerzos, a la energía, a la voluntad y al coraje que imprime a cualquiera de sus acciones, los resultados últimos no dependen de él, ni de la fuerza de su aliento, ni del empuje irracional con el que acomete los actos. Está convencido, a fuerza de fracasos, que elementos ocultos, ajenos a su determinación y coraje, actúan a pesar de sus firmes decisiones y terminan por empujarlo a las crueles encrucijadas del olvido, a caminos que se pierden en el vacío.

Para cualquier otro puede significar caer en los abismos del pánico, pero él está convencido de ser una pieza en manos de los caprichos del destino. La única respuesta posible ante estos naufragios constantes a los que se enfrenta, es aceptar, que el fracaso es una de las tantas posibilidades. Él asegura que el futuro no le pertenece, que es incierto, pero a pesar de su actitud fatalista, o quizás por ella, sigue adelante sin esperar nada, sin oponer resistencia y asegura que continuará así, hasta la hora de su ruina definitiva.

El grito que clama auxilio se repite ahora con mayor angustia. Es imperativo seguir adelante. Se apresura y cumple a cabalidad con la revisión del protocolo establecido. Ser arriesgado no se contradice con la seguridad: ajusta el casco, coloca los lentes de protección ocular y la máscara del aparato de respiración autónoma, comprueba que funciona correctamente y calcula que tiene apenas treinta minutos para salvar una vida. Sube el cuello del chaquetón. Pasa la mano por las presillas en forma automática y comprueba que están aseguradas. Como un último y definitivo gesto, ajusta los guantes y corre en dirección del grito de auxilio.

El sonido del fuego devorando lo que encuentra a su paso es el sonido aterrador de una voracidad asombrosa, que no conoce límite. Ese ruido es una alarma encendida y ronca, que advierte, lo cerca que se está de la muerte. Él entra en la estructura en llamas y se interna por espesos corredores de humo, con todos los sentidos alerta y al servicio de salvar una vida. Detrás de los pitones, sus compañeros hacen esfuerzos por enfriar espacios, frenar las llamas, apagar el incendio. Tiene escasos treinta minutos de oxígeno y espera salvar una vida, salir antes de que colapse el edificio.

Cuatro paños de manguera mantienen a raya el fuego, pero no logran dominarlo. Apoyado en la dirección del grito que oyó anteriormente, intenta orientarse en ese ambiente sofocante de desastre y caos. Con dificultad busca entre los escombros calcinados, intenta ver más allá de la densidad del humo y distingue un bulto agazapado en un precario refugio.

Con el tiempo justo: sin fuerzas, ni oxígeno, ni esperanza, logra salir. Una vez más, él se enfrenta al fuego y al humo para rescatar a quien pedía ayuda desesperadamente, lo consigue y su primer acto al sentirse a salvo, es dar gracias.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
25-11-2021 17:39

Un preso diferente
A mi tío Miguel

Mi huella es una estela de combustible quemado, un rastro efímero de humo, que se evapora sobre cada kilómetro andado. Salto de una ciudad a otra sobre la geografía occidental de mi país, voy de tránsito por pueblos que han quedado en el olvido, que han gastado su nombre bajo el sol y las lluvias y en ese recorrido, atravieso campos de pastoreo de ovejas, siembras de caña de azúcar y de naranjas, trago polvo y tierra en estos caminos. Y en ciudades desiguales, con costumbres diferentes, me alumbra la luz de faroles distintos.

Realizo estos recorridos obligado por la condición de mi trabajo, soy agente viajero. Los recorridos son largos y por principio de seguridad no manejo de noche y me veo en la obligación de alojarme en hoteles baratos, en pensiones, en posadas de camino. En estos hostales sin pretensiones, se omite ese tedioso proceso que nos obliga a reservar pieza para dormir. Son hoteles dispuestos para viajantes, para vendedores como yo, con habitaciones limpias y en donde me reciben sin hacer muchas preguntas, con un puesto de estacionamiento seguro para el auto.

Estoy en el negocio de las baterías, vendo y distribuyo pilas en todo el occidente del país, en un mes atravieso diez Estados para cumplir con mi estrategia de ventas, que es relativamente sencilla y hasta ahora me ha dado buenos resultados.

Cada semana emprendo un viaje diferente para cubrir las cuatro rutas que he establecido y cumplir la cuota de ventas. Voy de pueblo en pueblo, porque todos necesitan baterías, sobre todo para las radios y las linternas. Yo atiendo la cadena de comercio marginal y tengo en la lista de mi recorrido: Bodegas. Quincallas. Panaderías. Quioscos y las Estaciones de Servicio de Combustible del camino. Eso sí, yo vendo al contado, ofrezco mayores ganancias a mis clientes y me evito las amenazas, las complicaciones, los ultimátum y sobre todo, las pérdidas ocasionadas por las trampas del fiado. Mi clientela es reducida pero segura, y en cada viaje hago un intento por cazar nuevos y prometedores clientes.

Con relativo éxito he terminado el primer tramo del trayecto y ahora voy de regreso, aún me quedan innumerables paradas y dos días de viaje para llegar finalmente a mi casa . Mis próximos clientes están en Puerto Cabello y a esa ciudad llego a las dos de la tarde. El calor, el salitre y el olor inconfundible del mar se meten de un golpe por la ventana abierta dentro del auto y me sofocan por momentos.

Al desembocar en una calle, una extraña escena llama mi atención y me detengo a observar, dispuesto a intervenir si se presenta alguna situación de violencia. Dos policías enclenques sacan de un bar a un hombre completamente perdido entre los vapores del alcohol. Lo llevan esposado, lo meten en el asiento trasero de la radio patrulla y a toda marcha arrancan. Las sirenas fusilan la inocente tarde.

Creo reconocer en el rostro redondo y moreno del borracho, a un tío, hermano de sangre de mi madre, que precisamente vive por estos rumbos y tengo más de diez años que no veo. Son inconfundibles los rasgos de indio en su rostro, atenuado en esa fisonomía particular en la que han intervenido el cruce de generaciones de diferente estirpe, los cabellos incorregiblemente lisos se desordenan con facilidad y el grueso bigote, negrísimo, pertenece al rostro de mi tío. Sin lugar a dudas es mi tío, el farmacéutico Manuel Mata Pinto.

Sigo a la patrulla que se detiene frente a un edificio, temo lo peor. Mi tío saca las manos esposadas por la ventana, grita y no logro entender lo que dice, sus gritos son silenciados por las sirenas, seguramente aprovecha para pedir auxilio. El auto policial arranca de nuevo, me mantengo prudentemente detrás y me sorprenden al dar la vuelta y detenerse nuevamente en el mismo edificio. Esta vez apagan las sirenas y mi tío saca medio cuerpo por la ventana, levanta los brazos, expone al viento nuevamente sus manos esposadas, su rostro mortificado y grita de tal manera, que puedo oír perfectamente lo que dice.

-Eurídice. Me declaro culpable de quererte hasta más allá de todos los sentidos y hoy me llevan detenido por este cariño mío, que no puedo callar. Soy el viudo de Puerto Cabello y me llevan preso por tu amor.

La patrulla sigue adelante, yo los sigo por callejuelas estrechas hasta llegar a una avenida y se detiene frente a la Farmacia Amana. Esa es la farmacia de mi tío. Él se baja, ya no lleva las esposas y se pierde dentro de la farmacia para salir al poco rato con una carga de preservativos y pastillas de viagra, que entrega a los policías por brazadas. Los policías se marchan y mi tío les agradece con una sonrisa y palmadas en el hombro.

Necesito saber que está sucediendo. Estaciono el auto y entro a la farmacia dando voces.

-Manuel. Manuel Mata. Manuel Mata Pinto.

Mi tío aparece en la entrada de la farmacia al oír su nombre pronunciado con tanto ímpetu y al verme, da voces de entusiasmo ¡Mi sobrino querido! Me abraza, a duras penas puedo sostenerlo, está completamente borracho y sin considerar su lamentable estado disparo sin ninguna advertencia la pregunta indiscreta.

¿Por qué te llevaban preso?
¿Por qué te soltaron los policías?

Se ríe a carcajadas y me contesta.

-Una mujer de nombre Euridice, apareció en mi vida hace dos meses, me tiene completamente enloquecido y no me hace ningún caso. Por sus repetidas ausencias, por la falta de su amor me emborracho cada día.
-Sobrino. Acabas de presenciar el acto desesperado de un viudo enamorado.

Suena el teléfono.

Tapa la bocina con una mano y con el rostro encendido por la felicidad, en un susurro. Dice. -Es Euridice.

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