Eowriand os dejó dos días atrás, no podía arriesgarse a que Slüurtgagh sintiese su presencia. Aún así os ha dejado bien claro cual es vuestro objetivo, qué tenéis que hacer en la ciudad a la que estáis llegando, Tären.

La ciudad en sí se sitúa en un monte, y vista desde el camino de piedra en el que os encontráis parece un caos de edificios metidos a la fuerza dentro del límite de una muralla circundante, y sobre los cuales se habría colocado un castillo pequeño pero de apariencia sólida sólo para decorar. La muralla, hechas de gruesos troncos de madera, tiene una gran puerta con la valla bajada, y vigilada desde lo alto por un par de mercenarios. Por todas partes podéis ver los colores y emblema del escudo de la ciudad: una especie de ouroboros negro sobre fondo amarillo.

Vais andando a pie, y aunque sigue habiendo luz, el Sol se ha puesto hará media hora. Habéis empezado a conoceros mejor, pero todavía os falta camino por recorrer...

Mientras caminábamos, iba inmerso en mis pensientos... 《¿Qué habrá pasado en esta ciudad?¿Estarán bien mis compañeros de la Horda Oscura? En fin, no sé quienes son los que tengo a mi lado, pero parece que ahora nos cubrimos las espaldas... les daré una oportunidad para confiar en ellos.》

- No conozco bien esta ciudad, y no sé qué nos encontraremos ahí, pero debemos ayudarnos y colaborar: debemos trabajar en equipo.

Jejeje Cuando consiga una gran suma de dinero ya veremos quien ayuda a quien...

Antes de darme a conocer a estos extraños, quería saber más acerca de ellos, así que utilicé el broche que me dio Eowriand por si podía desvelarme algo en especial de su carácter.
Al fin y al cabo, eran mis nuevos compañeros de viaje y en los que iba a confiar mi búsqueda, además de la misión del semidios...

Estáis llegando a la puerta. Los mercenarios, que os han visto llegar de lejos, se asoman para veros mejor, permitiendo que vosotros también los veáis mejor a ellos. Tienen un aspecto mugriento, y no parecen ser ni muy inteligentes ni muy simpáticos. Uno se ríe de vosotros, ya que para el sólo sois un pequeño grupo de bichos raros, y se pone a lanzaros guijarros, como si quisiese ahuyentar un animal estúpido e indefenso.

Cuando Kouri utiliza su empatía, nota una simple curiosidad que emana de Peter, una especie de ansia en Gorvan, y los guardias parecen tener un caos emotivo extraño...

Observo la puerta y la muralla detenidamente para ver si hay debilidades.

- Seguiremos nuestro paso firme y seguro. Diremos que somos miembros de un circo y que venimos a actuar por las calles a cambio de algunas monedas. Si nos niegan el paso, los mataremos. ¿Todos de acuerdo? Pues adelante.

Me preguntaba dónde podría hallar algún compañero de la Horda Oscura... Necesito tener contactos e información de esta ciudad.

Acepté a regañadientes la propuesta del asesino, pues no se me ocurría nada mejor para atravesar la fortaleza. Aunque algo me decía que había que prepararse para luchar...no me gustaba el aura que desprendían esos guardas. Y a Rugh tampoco.

( Estos chavales parece que no han visto unos simples guardias de ciudad en su vida, así que actuaré yo jejejeje ¡que divertido! )

-Buenas tardes señores guardias, somos miembros del circo del Sol, venimos a entretener a las gentes de esta ciudad. Abran las puertas si son tan amables...

El segundo guardia se asoma y os habla con tono de desprecio:
-¿Circo? ¿Y para qué queremos un circo? Bastantes payasos tenemos ya aquí como para que vengan tres más!!

Mientras tanto el primero, molesto porque sus guijarros ni os han inmutado, empieza a lanzar piedras un poco más grandes, del tamaño de una moneda, y las pocas veces que os da son más molestas que dolorosas, pero aún así duelen. El otro guardia se gira hacia el y le grita:
-¿Quieres parar? Pero que te pasa hoy, Joseff, estás muy raro. - Dirigiéndose a vosotros - Lo siento! Por favor, os dejaré pasar, pero no le contéis esto a nuestro jefe de guardia!! El pobre tiene mujer e hijos, y depende de este trabajo para alimentarlos...

Acto seguido empieza a subir la valla. Mientras está en ello, de espaldas, el raro de los dos parece quedarse quieto, inmóvil como una estatua, mirándoos fijamente.
Peter, en ese instante crees entrever algo: te da la impresión que la cara del hombre se ha deformado un instante, y te pone en alerta.

Enfadado y con la cabeza levantada, murmullo en voz alta entonando un raro acento:
- ¡Bah! ¡Vaya manera de recibir a unos artistas como nosotros!... ¡Dígale a su compañero que esas no son formas! ¡Mira que lanzarnos piedras!... ¡Modales, enséñele modales!

Entro en la fortaleza de manera orgullosa y confiado. Y rápidamente caigo en la cuenta, doy media vuelta, me dirijo de nuevo al guardia:

-Discúlpeme buen hombre, ¿podría ud darnos un mapa de la ciudad? Necesitamos conocer dónde actuaremos y dónde nos alojaremos... Gracias.