Introducción / Capítulo 0

¿Que harías si te levantaras y estubieras en el caos?

Un día cómo cualquier otro de otoño, me fui a dormir en mi cama calentita, con mi pijama y somnolienta. Nada más estirarme y cerrar los ojos, sentí que el cansancio me invadia todo el cuerpo. Cada vez pesaba más y más y cada vez estaba más somnolienta, con ganas de dormir como nunca. Pero...

Al despertar estaba en un prado rodeado por un bosque, por lo que se veía había gente que pasaba por los caminos marcados. También habían más personas, de distintas edades y países.

-Carina! Carina! -Un hombre con el pelo negro no paraba de repetir mi nombre- Lévantate ya!

Cogió mi muñeca y estiró de ella. Me di cuenta de la diferencia de altura de ambos, era un hombre alto, diría que de metro ochenta y cinco. Su otra mano sostenia la de una niña pequeña.

Ella parecía tener unos siete u ocho años. Su pelo era rubio y sus ojos marrón verdoso, llevaba un vestido azul cielo.

El hombre tenía una barba "de leñador", oscura como su pelo.

-¿Quien eres? -Pregumté al hombre una vez me levantó.

-Soy alguien que deberías recordar -Con una expresión algo dolida dijo esas palabras.

En aquel momento me di cuenta de que no era un hombre tan mayor cómo parecía. Sus ojos color café reflejaban que su época de adolescente llegaba a su fin.

Aquello me inquietaba, porque, tendría que recordar algo muy importante pero que no era consciente de lo que es. De repente todo el mundo sale corriendo hacia todos lados, me quedé paralizada al ver el caos que se convirtió de golpe ese tranquilo lugar.

-Sígueme -Ordenó él.

Cogió a la niña a caballito y salió corriendo, yo detrás de él, pues sabia que me podría ayudar. Entramos en el bosque y seguimos un camino. A mano izquierda veia como empezaba una montaña de piedra y a mano derecha veía la gente corriendo y escondiendose.

Él se paró en seco, se giró mirándome- Escóndete aquí, consigue un pico (herramienta), haz un agujero y sobrevive. -Sus palabras fueron frías pero familiares.

Me quedé paralizada por la precisión con la qual pronunció sus palabras, así que lo único que pude hacer fue asentir.

El lugar que me dijo que me escondiera era entre la pared de roca y unos troncos cortados colocados horizontalmente. Los troncos hacian un punto de vista muerto, con lo cual era en parte un buen lugar para esconderme.

Él se fue una vez asentí, siguió el camino de tierra que se marcaba ligeramente, seguramente por la cantidad de veces por la que se pasó por ese camino.

Me estiré detrás de los troncos y me puse a excabar con las manos. Por unos momentos pensé que era un sueño, pero al sentir el dolor, las piedrecitas rozando la piel, dejé atrás ese pensamiento.

¿Que está pasando realmente? Me pregunté...