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VAMOS A CONTAR HISTORIAS
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
29-09-2021 14:24

Esta es mi contribución al tema Prostitución

Julia

Frecuento un café en la calle Santa Lucía, quiero creer, que en ese punto geográfico, en las coordenadas en que se localiza este pequeño local, existe un sorprendente centro de energía que atrae a personas singulares. Para mí, siempre será el Café Insólito, aunque el local lleva otro nombre. En este extraordinario lugar encontré a Julia.

Lo primero que debo decir, es que la calle Santa Lucía ha logrado con éxito enfrentar el avance del progreso y no ha desaparecido engullida por la voracidad del hormigón, el concreto y el asfalto. Milagrosamente permanecen en pie los centenarios algarrobos y las acacias, estos árboles en verano se llenan de chicharras y con sus timbales, su estridente llamado para aparearse y reproducirse, nos recuerdan la urgencia de la vida, esa misma urgencia por vivir con inusitada intensidad que impulsa a Julia.

Cuando entré al café ya Julia estaba adentro, de inmediato llamaron mi atención su juventud y algunos rasgos interesantes en su rostro, rasgos peculiares que ella con torpeza intentaba resaltar, pero lo que realmente llamó mi atención fue su mirada, la intensidad de animal al acecho. Julia descubrió que la miraba y sin ningún temor se acercó a mi mesa, se sentó a mi lado e inició una sorprendente conversación que me permitió conocerla.

-Puedes pagar para tenerme, si tanto te intereso. Dijo Julia-.

-Ese es un acto por el que yo no estoy dispuesto a pagar, en esa unión nos abandonamos para compartir una entrega absoluta, es un momento único-. Dije. Y agregue. -Hay otras formas de ganarse la vida, el tuyo es un oficio peligroso-.

-Estoy en el sótano de un edificio de treinta pisos-. Dijo Julia. -Todas las puertas están cerradas y debo subir a la azotea para poder volar, mi único patrimonio es este cuerpo, la juventud, que se acaba pronto y mi decisión de convertirme en otra-.

-Soy asesor de imagen-. Dije. -Un experto reconocido y puedo ayudarte hasta que puedas volar y convertirte en otra, pero por los momentos serás dama de compañía, esa es la llave que te permitirá abrir las puertas, pero el riesgo es que olvides tu objetivo-.

Diez años después de ese encuentro sigo viniendo a la calle Santa Lucía, los algarrobos y las acacias se mantienen en pie todavía, ya no existe el café en donde encontré a Julia, pero el lugar sigue siendo un centro de energía, hay un local nuevo en donde funciona una ONG que ayuda a salir a las mujeres de la prostitución, la Directora es Julia y el local se llama El café Insolito.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
24-09-2021 17:10

Esta es una historia sobre una situación lamentable con un final feliz, que Gregorio nos regala e incluso, afirma que no es ficción y en donde la solidaridad humana, juega una vez más ese papel fundamental para arrebatarle a la maldad del hombre una vida y convertir su desgracia en éxito. Son las historias que deseamos se multipliquen, pero que lamentablemente son la exepción de la realidad.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
24-09-2021 16:27

Rodrigo nos entrega en esta oportunidad un texto de una enorme ternura, y de gran solidaridad con el ser humano, sobre todo, con quien caido en desgracia necesita ayuda desinteresada y la encuentra. Es tan profundo y tan hondo ese sentimiento, que pasamos por alto, esos trazos de decadencia que la historia nos pinta. Es una extraordinaria historia para tratar un lamentable momento que muchas personas viven.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
23-09-2021 17:01

Esta es mi aportación para la segunda quincena de septiembre.

TEMA: PROSTITUCIÓN

MELISSA

La prostitución, el oficio más antiguo que existe, según dicen, es un tema por el que pasamos de puntillas, por ser un asunto incómodo que preferimos ignorar porque no existe una solución viable, y si alguna vez sale a colación, es uno de esos asuntos incómodos que a menudo preferimos ignorar porque no existe una solución que sea viable, y lo que se hable de ello, queda allí donde se hable, y da igual cual sea nuestro dilema moral, pues, hay muchas personas que se ganan la vida con la prostitución, y no todas son víctimas de la trata, ni todas son desgraciadas que se han visto obligadas a comerciar con su cuerpo como medida desesperada para malvivir. Y, dicho lo anterior, mi opinión choca contra el muro de la política, de la burocracia y de los políticos que son los que tienen el deber y los medios para cambiar las leyes y hacer que se cumplan las que ya hay.

Pero hay un porcentaje alto de mujeres que son engañadas por malnacidos que les prometen un trabajo digno, les pagan el viaje que ellas deben devolver en pequeñas cantidades cuando ganen dinero, y luego cuando llegan a España, las obligan a prostituirse con la amenaza de matar a su familia allá en sus países de origen. Y ahora, sí puedo contar la historia real de una mujer, que la trajeron engañada. Como es una historia real, por razones obvias, cambio su nombre y su origen. Todo lo que sigue es verdadero.

A Melissa la captó en Honduras en una población pequeña donde la gente por ser humilde es más confiada, y su necesidad de mejorar su nivel de vida también ayuda, un tal Juanjo, español para más señas, un guaperas que además cautivó a Melissa sentimentalmente, ofreciéndole su casa para vivir si ella lo aceptaba.

Cuando Melissa llegó al Aeropuerto de Barcelona, Juanjo la estaba esperando, se dieron un fuerte abrazo, la acompañó hasta su coche y ella ingenua creía que la llevaba a su casa, pero no. La llevó a un burdel, se la entregó al regente, cobró su dinero por el trabajo, desapareció, y si te he visto no me acuerdo.

Pero Melissa tuvo suerte. Pocos días después, tuvo una oportunidad que supo aprovechar. La encargada la mandó a tirar la basura por la puerta trasera del edificio, nadie la vigilaba y se escapó. Pasó lo que quedaba del día andando y al atardecer, en un parquecito se acomodó en un banco para pasar la noche. Y la suerte jugó a su favor de nuevo. A la mañana siguiente, temprano, un hombre mayor que salió a caminar, la vio allí tumbada, y le preguntó por qué dormía en la calle. Ella le contó su problema y él fue a su casa y le llevó una manta y comida. Al siguiente día, el hombre que vive solo le propuso que viviera en su casa mientras solucionara su problema, a cambio de que ella hiciera la faena de la casa y se comprometió a buscarle trabajo.

Han pasado nueve años, Melissa se trajo a dos niñas que tenía en su país con su madre, y siguen viviendo con el buen hombre que le tendió la mano cuando más lo necesitaba. Tiene un contrato avalado por los hijos del hombre, en el que se especifica que cuando el hombre muera, ella tiene un año para dejar el piso.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
23-09-2021 16:57

Tu relato Rodrigo, no pierde importancia por haberlo repasado. Al contrario, ha mejorado. En tiempos pasados cuando era más joven quise probar la pintura al óleo. Me compré 6 libros que enseñaban partiendo de cero, todos los pasos a seguir para la consecución de un cuadro. No logré ser pintor, pero recuerdo que, una de las lecciones preguntaba: ¿cuándo una pintura está acabada? Cuando lo decida el pintor, porque si se mira y se mira, siempre se puede mejorar. En la literatura, es igual: si repasas y repasas, siempre se podrá mejorar lo escrito. Y eso es lo que has hecho. Volviendo a tu relato, has plasmado muy bien la época en la que está ambientado, en la que los más pudientes tenían su querida y su esposa portaba su cornamenta sin rechistar, así como la necesidad obligaba a muchas mujeres a prostituirse para poder sobrevivir. Un gran trabajo.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
21-09-2021 17:16

Un motivo -2017-

Los cuarenta años de desencantos continuos, el desánimo que causa no tener razones para dar el próximo paso, el hastío asfixiante de las horas, el atroz silencio que arrastran las agujas de los relojes y el inesperado augurio de una gitana me obligan a salir esta tarde a encontrarme con mi destino.

Ayer, en la esquina de la Glorieta, tropecé con una quiromántica, me envolvió con su desconcertante alegría, me hipnotizó con sus ojos verdes de vaticinar diluvios y en un descuido tomó mis manos que desnudaron para ella mi futuro, mis manos de dedos largos y huesudos, de pronunciadas coyunturas, de uñas cuadradas y cuidadas, quedaron expuestas ante su mirada iluminada de presentimientos.

En un instante estudió las líneas indefensas que cruzan incoherentes por las palmas de mis manos y sintió mis temores escurrirse por los poros. Al liberarlas de su examen minucioso, exclamó con voz prestada de oráculo de feria ¡Ay mi alma! El destino te está esperando en las ramblas. Antes de desaparecer gritó ¡No faltes a la cita con tu destino!

Por todas estas razones, pero fundamentalmente y sobre todo, para encontrar motivos suficientes y seguir viviendo, hoy sigo las huellas anónimas que han pulido estas calles con innumerables y sorprendentes historias. Me dejo llevar hasta el final por mis propios pasos, que siguen la estela de una incierta predicción y me llevan al encuentro con el mar, con las olas que revientan en espumas de sal sobre la paciencia de las rocas, con el viento, que corre en todas direcciones en una competencia intransigente consigo mismo.

Sentado frente al mar, un solitario perro labrador mantiene la actitud anhelante de intentar pescar en la distancia una quilla, una proa conocida. Es un perro bien alimentado y color de trigo, que con los ojos fijos en el horizonte busca una bandera, quizás una vela contra el viento. Con las orejas levantadas y en silencio, espera una voz que pueda reconocer, o algún sonido familiar que se levante por encima del incesante rumor de las olas y con la nariz alerta espera que el viento le traiga un olor característico y sabido.

Yo miro con sorpresa a este perro, que intenta encontrar sobre las aguas de un mar tranquilo a un marino extraviado. Instintivamente se voltea, me observa atentamente y puede parecer extraño pero me mira con compasión, creo que adivina mi soledad. Se acerca dócilmente, lame mi mano y con inteligencia me obliga a seguirlo.

Camino al lado de este animal por calles que alguna vez crucé, pero no recuerdo, se detiene a las puertas de una casa pintada de blanco, que luce grandes ventanales de cristal, ladra con insistencia. Abre la puerta una mujer envuelta en su larga cabellera negra y vestida de jeans, con camisa a cuadros y sandalias en los pies, que al vernos, detenidos delante de su puerta le pregunta al perro.

¿A quién me trajiste Jacobo?

La mujer me mira con intensidad y sin atreverse a cruzar el umbral de su puerta insiste en hacer preguntas.

¿Eres marino?

¿Agente Viajero?

Con una mirada intenta descubrir las señales que muestren mi verdadero oficio y sin esperar respuesta a sus preguntas, afirma con convicción.

-Los marinos tienen secuestrado el ánimo, puertos lejanos los llaman sin cesar, los marineros no pueden resistirse a esas voces y por esa razón no no son capaces de permanecer en ningún lado-.

-Los Agentes Viajeros le entregaron el alma a los caminos, ambos personajes son incapaces de calentar una casa y yo no los quiero-.

La mujer me invita a pasar, se sienta junto a mí y en tono de confidencias, con algo de pena, mirándome a los ojos en busca de respuestas, como quien recita un parlamento repetido y aprendido de memoria dice.
-Mi nombre es Matilde y soy incapaz de salir de esta casa, de cruzar esa puerta-. -Mi padre tuvo necesidad de hacer un viaje urgente y peligroso y antes de marcharse me dijo-.

-Si tardo en regresar, si algo me sucede, si el acaso me retrasa, Jacobo traerá un hombre a la casa para que te cuide y te proteja, debes confiar en su juicio, en su instinto, y aceptarlo-.

De inmediato, ante mi asombro, la mujer toma mis manos entre las suyas y me ruega.

-Quédate conmigo, te necesito-.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
20-09-2021 15:58

Este texto lo escribí y publiqué en el 2018 lo corregí nuevamente y lo vuelvo a colgar.

La ilusión de los espejos -2018-

Desde el día que comencé a ganar un sueldo y pude pagar mi libertad, esa efímera ilusión, esa sensación gratificante de autonomía, me permito vivir sin ninguna compañía. Vivo solo, en un intento por evitar que alguien enturbie mi armonía.

Hasta ahora he logrado con determinación escapar del ancla del matrimonio, con cierta obstinación le huyo a ese compromiso que considero limita mis posibilidades de éxito. He pensado seriamente en mantener el estrecho margen de libertad que la soltería me permite, aprovechar sus innumerables ventajas y evadir las incontables obligaciones, las crecientes imposiciones que acompañan a una relación estable, esos deberes que se transforman inevitablemente, con el paso del tiempo, en un peso, en una carga imposible de llevar y que genera la forzosa servidumbre a la pareja, en definitiva, la condena a la libertad. Pero los acontecimientos de las últimas horas me obligan a cambiar radicalmente esos pensamientos y a pesar de los múltiples contratiempos y las incomodidades de compartir el espacio, de ceder ante el desorden, de aceptar opiniones contrarias, de concebir otros horarios y fórmulas distintas y de modificar incluso los límites que he establecido, yo estoy decidido a encontrar una compañera para el resto de mis días y enfrentar este camino lleno de incertidumbres que resulta ser la vida, ya que seguir solo no es una opción para mí.

Al mirarme esta mañana ante el espejo, descubrí con sorpresa, que otro rostro diferente al mío me observa, sostiene mi mirada con desafiante firmeza y ni siquiera intenta repetir mis movimientos. Doy unos pasos, me alejo, intento crear un umbral de distancia, un espacio vacío, con la intención de que ese rostro desconocido e impertinente desaparezca, pero mis esfuerzos son inútiles, el rostro permanece en el mismo lugar, ocupando un improbable primer plano.

Mi fiel espejo, el sincero compañero, que hasta el día de hoy me ha mostrado con total fidelidad los pliegues de la piel y cada detalle de mi propia asimetría, por motivos que desconozco, rompe su lealtad, esa fidelidad que consideré eterna y se niega a repetir mi imagen. El espejo, por el contrario, con terquedad, persiste en mostrar ese rostro desconocido que se me antoja chocante, con su grueso bigote y esa chispa enfurecida y voraz de sus ojos.
Llevado por la angustia y la curiosidad, sin la intención de obtener una respuesta, le pregunto al rostro del espejo.

-¿Quién eres?

Con voz distorsionada, apenas comprensible, su respuesta es inmediata.
-Soy tu vecino-. -Un estudioso de lo arcano, de lo desconocido, estoy atrapado en una dimensión paralela y necesito ayuda, con la urgencia que reclama seguir viviendo-.

-Entra a mi casa-. -Junto a mi cuerpo hay un libro, en la página 44 está la respuesta para traerme de regreso a esta dimensión-.
-No debes asustarte, parece que la muerte me consume, pero sigo vivo-. -Me queda poco tiempo-. -He logrado reunir la energía suficiente para meterme en tu espejo y poder hablarte-. -Cuento contigo- ¡Hermano!
La imagen desaparece y mi rostro, con todos sus defectos, llena de nuevo el espejo. Por un instante creo haber alucinado, pero la palabra hermano me conmueve y corro a la casa del vecino.

Efectivamente encuentro un cuerpo tirado en el suelo, el rostro que antes apareció en mi espejo le pertenece, junto al cuerpo está una vela encendida a punto de apagarse, un espejo y un libro cerrado. Con afán busco las instrucciones que debo seguir en la página 44 y cumplo al pie de la letra los movimientos, los gestos, repito con tono grave las palabras que aconseja y por insólito que parezca, mi vecino se incorpora y pronuncia nuevamente, conmovido, la palabra hermano y me abraza.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
20-09-2021 15:51

Mi querido Rodrigo, un texto re-escrito, re-pensado, re-elaborado, tiene tanto o más merito que uno acabado de escribir, porque es un texto madurado, en donde seguramente prevalece lo fundamental de la idea, pero con el oficio le imprimes mayor fuerza y autonomia.

Dejo esta nota sobre Borges:

Que la literatura consiste en borradores y no en textos definitivos es una idea realmente importante en Borges, señala el profesor Balderston. En sus cuadernos, en su modo de escribir y en su poética no hay texto definitivo. “Todo eso que Borges dice infinitas veces y de modo muy contundente, los lectores no lo han creído con respecto a su propia obra. Lo tratan como una especie de monumento nacional o monumento de la literatura, donde ni una coma puede cambiarse de lugar, a pesar de que él no cuidó demasiado sus ediciones", explica el Prof. Balderston.

En este sentido, para él, rescatar el modo de trabajar de un escritor, ilumina no solo los textos concretos, sino también su idea de la literatura en general. “En Borges, ya que tuvo una carrera tan larga, es difícil a veces decir que el modo de trabajo del 21 es el mismo que el 53. Pero sí creo que, y ustedes han visto que es muy importante la presencia, en los papeles de trabajo, de las muchísimas posibilidades, de que el texto final no se cierre, que de un modo u otro deje insinuar otras posibilidades. Por eso es tan importante en Borges el campo semántico de quizá, tal vez, etc”.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
19-09-2021 10:52

Muy logrado, el relato JJ. Ser héroe no parece fácil. Alejandro, tu héroe, busca con ahínco la oportunidad de serlo, y después de mucho tiempo cuando ya cree que nunca lo será, se le presenta la oportunidad, y es cuando comprende que ser héroe, es solo para los predestinados, y él, en cambio, solo conoce el sabor del miedo.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
18-09-2021 20:21

Esta vez abro el fuego. No tiene mérito puesto que el relato que aporto es antiguo, reelaborado y repasado ahora para volverlo a dar a luz. Pero es un relato al que tengo especial cariño y del que no creo que tengáis recuerdo. Por eso me atrevo.

NENÉ

Este relato, aunque imaginario, tal vez requiera una aclaración inicial, una especie de puesta en escena porque, posiblemente, su desarrollo sea incongruente con lo que habitualmente se entiende por prostitución. La anécdota es, desde luego, imaginaria, pero tiene algún fundamento en usos y costumbres de una época que, aunque de una evidente miseria material, conservaba un acervo de valores que, desgraciadamente hoy se han perdido. El valor del ser humano como tal, no como mercancía, era todavía importante. Todo esto, desde luego, se inscribe en una cultura como la nuestra occidental, de raíz judeocristiana. En la literatura oriental existen muchas narraciones sobre este tema que con la delicadeza que caracteriza a las letras orientales se describen episodios parecidos al que trato de contar aquí.

En cuanto a los personajes tiene especial importancia el de D. Prudencio, esa especie de mentor, que utiliza el desahogo sexual de la casa de placer sin menoscabar el valor que concede al hogar familiar, con su señora esposa que, si bien no alcanza a complacerle en los más elementales aspectos carnales, sigue siendo la compañera fiel que mantiene firme el rumbo del hogar, ayuda a la crianza de los hijos y, en otros valores, puede equipararse en importancia al de su esposo D. Prudencio. Aunque sea difícil de entender, ese doble juego no es hipocresía.

En definitiva no es más que un cambio de roles en una sociedad todavía sacudida por los desastres y atrocidades de una reciente guerra civil, en la que los ganadores trataban de imponer sus valores tradicionales, inferiores muchas veces a los naturales que latían en las almas de las personas.

Como anécdota -real- recuerdo que, en muchas ocasiones, no en mi caso, los abuelos eran los encargados de iniciar a los nietos varones en los “misterios del sexo”, siendo ellos, en estos casos, usuarios distinguidos de las “escuelas” elegidas para ello.

______________

- ¡Don Prudencio, cuánto bueno por aquí! ¿Dónde se había metido, hombre de Dios?. Ni que hubiese tomado hábitos de clausura…
- Querida Basi, sí que hacía tiempo…Ya sabes, los negocios no siempre me traen por la ciudad. Pero tú sabes que si yo tomo hábitos será en este convento, con dos en la celda y cuatro zapatos debajo de la cama…
- ¡Ja, ja, ja…! Siempre tan ocurrente, Don Pruden. Siempre de buen humor. Espere, que aviso…¡Chicas, Nené, venid corriendo. Ha vuelto Don Prudencio….!

A las voces de la dueña, aparecieron como amables esperpentos, estrafalarios trasuntos de ninfas, grotescas en su irremediable decadencia, sus precarias ropas revueltas tapando apenas torsos y traseros, las seis pupilas del “meublé”. Sin apenas maquillaje, ojeras color violáceo, carnes fofas y cabellos revueltos, aquellas Venus desvaídas, traídas, algunas, de más allá de las fronteras, otras, las más, desde recónditos pueblos, engañadas por señuelos, para ellas deslumbrantes; eran sin embargo un compendio de ternura y sencillez para los que, como yo, éramos clientes asiduos y antiguos de la casa. La Loli, la Feli, la …y Nené. Mi dulce y entrañable Nené. Qué recuerdos, qué ingenuas orgías en las que más de una vez tuve que oficiar de maestro de ceremonias…

Nené hacía la calle con sus apenas dieciocho años. Hace ya algún tiempo, en uno de mis viajes a la ciudad, con aquel viejo cachivache que por entonces manejaba, la encontré una noche de tormenta por la zona de la Muralla, aterida por el relente, empapada por las lluvias que caían inclementes en la noche, tiritando, pero aguantando estoicamente para conseguir algún dinero que llevar a su chulo y evitar así una paliza cierta. Sin ningún tipo de estímulo sexual, me movió, en cambio una cierta conmiseración hacia aquel pálido monigote. Entró en mi coche y la cubrí con mi gabardina. Apenas habló. Quiso iniciar rápidamente su trabajo, manipulando hábilmente mi bragueta y aproximando su rostro a ella.

Arrebatado por una vergonzante rabia y una especie de piedad insólita que se apoderaron de mí, la obligué a retirarse, no sin cierta violencia. Nené, con sus grandes ojos de enferma, me miró con una súplica muda. Eran años de represión, miseria y dolor. Yo frecuentaba hacía tiempo el prostíbulo de La Basi, bien instalado, limpio y acogedor. Y Doña Basilia, que me debía muchos favores que trataba de pagarme con la carne más fresca de sus pupilas y otros privilegios menos explícitos, no iba a tener otra elección; sería sordo a sus cantinelas a sabiendas que su corazón, tan celosamente guardado para el mundo, era oro puro para sus chicas. Nené sería mi protegida; primero, cuidarla, reponerla de su enfermedad con esos calditos “mano de santo” ¿Verdad, Doña Basi?.

En aquella casa, tradicional y decente, donde la práctica del sexo era una especie de válvula de escape a las rígidas convenciones sociales y religiosas que lo proscribían, en esa casa de tolerancia en el más amplio sentido de la palabra, aún se rezaba el rosario casi todas las tardes, como una especie de compensación que tan bien cuadraba con los espíritus simples de sus ocupantes, que no tenían nada claro los conceptos de “pecado” y “redención”.

Y, a veces, aun reconociéndose librepensadores que se concedían algunas tolerancias de rancia espiritualidad , participaban en él algunos clientes, porque además de la atmósfera de familiaridad que el acto del rezo en sí creaba, se añadía el aliciente de las tazas de chocolate humeante y los pestiños calentitos y envueltos en miel (energéticos y reconstituyentes, para matar el frío, decía doña Basi, dirigiendo una pícara sonrisa a los habituales del rezo) todos caseros y elaborados por la Cipri, la más veterana de todas, de la que casi nunca se solicitaban sus servicios, excepto por Don Expósito, coronel retirado, que decía purgar así algún tipo de pecado de juventud. Solía ser el postre de los no siempre conclusos banquetes carnales de aquel paisanaje desnortado que frecuentábamos la casa.

Allí llevé a una aterrorizada Nené, encargando a Doña Basi que la cuidase especialmente, que era un familiar mío caído en desgracia, allá en la cerrada intolerancia de su pueblo. Desde entonces Nené es para mí una especie de objeto de culto. Siempre que nos vemos, en sus ojos apagados, vidriosos, casi bovinos, se ilumina una tenue lucecita. Mi vanidad, siempre inoportuna, pretende mostrármela como un signo de perenne agradecimiento, tal vez como el hálito de un amor imposible. Pero sólo es vanidad. Yo solo quiero ver en ella aquel pobre ser humano, enfermo y miserable, que tiritaba bajo la lluvia una ya lejana noche, en Las Murallas. Nunca hemos follado, pero sí, con gran ternura, hemos hecho el amor, la he penetrado a través de sus ojos de animal manso, trantando de llegar hasta el fondo de su alma, para depositar en ella alguna brasa de calor humano, ese que nunca encontró en sus inevitables encuentros con el animal humano . Puede decirse que ella es quien remueve todavía en mi conciencia esa escasa, pero sincera, parte humana que aún le queda.

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