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VAMOS A CONTAR HISTORIAS.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
17-04-2014 19:42

UNA APARICIÓN.

"Oh realidad, sin gozo y sin aurora."
Carlos Bousoño

Estaba ojeando una publicación de arquitectura. Me llamó vivamente la atención el reportaje sobre una vivienda, un espléndido chalet de diseño muy moderno, simple y austero, que trasladaba a quien lo contemplaba una íntima sensación de perfección. Una casa construída a base de luz y transparencias, en la que la intimidad la daba el paisaje, un boscaje que cerraba las vistas a las zonas exteriores, proporcionando esa agradable sensación de privacidad y disfrute de la naturaleza en estado puro, que no disminuye por eso el concepto de libertad funcional que, sin duda, inspiró a sus creadores. Los amplios ventanales que constituyen básicamente las fachadas eliminaban la rotura de las perspectivas que pueden gozarse desde cualquier rincón del interior de la casa. Todo era diáfano, todo luz; la casa era como un latido humano en medio de aquella naturaleza que poco antes sería salvaje. Desde luego, tanto los propietarios de la vivienda como sus creadores no se sentirían descontentos de su obra.

Me detuve en una de las fotografías que mostraba, desde el interior, una vista del jardín y de la piscina que eran como una prolongación de la estancia y, en un plano posterior, los añosos árboles que cerraban el espacio. No fue al primer vistazo cuando me fijé, pero allí estaba ella. Una imagen de mujer en un plano intermedio, tenuemente desdibujada entre los precisos detalles de la fotografía, sin duda porque su movimiento dentro de un cuadro fijo, la hizo aparecer “movida”; pero permitía apreciar la elegancia y la gracia de aquel personaje. Iba levemente vestida con una especie de túnica blanca, de tejido ligero, a través del que se apreciaba (o al menos a mí me lo pareció) las sinuosidades de su cuerpo joven; alguna transparencia marcaba el casi núbil volumen de sus senos y las proporciones exactas de sus muslos. Parecía que iba a iniciar un vuelo, como el de un ave grácil, liviano, que gozase de una especie de inmaterialidad.

Observé más atentamente esta imagen de mujer. Parecía como si, de pronto, ella adquiriese todo el protagonismo y, en cambio, quedasen velados y en segundo plano los detalles arquitectónicos de la espectacular fotografía. No se le apreciaban las facciones; su figura era un puro gesto: delicado, etéreo, grácil. Su cabello, color de oro viejo, quedaba recogido en una voluminosa coleta sobre la espalda. Un amplio escote circular insinuaba un torso que sería admirablemente hermoso (la imprecisión de la fotografía imponía como penitencia el deber de imaginarlo.) Los pies, descalzos sobre el blanco pavimento, se flexionaban buscando la abstinencia de su contacto con lo terrenal: buscaban la elevación, no por holgazanes que rechazasen el trabajo de sostener aquel peso, liviano por lo demás, sino en una aspiración gozosa de búsqueda de la materia de la que provenían, la nube.

La mujer se acariciaba la mejilla con una de sus manos (aunque algún prosaico pudiera pensar que estaba conversando a través de un celular.) Todo en esa imagen me recordaba un perfecto poema en blanco esculpido por Canova. Parecía provenir del bosque, como una ninfa, una dríade voluptuosa que estaba llamada a eternizarse en una fotografía una vez consumado su amoroso encuentro con algún sileno; o tal vez fuese esa escultura de Antonio Canova, fugazmente animada, que corría a situarse en su pedestal de regreso de su erótica travesura. En todo caso la figura que me ha abstraído e inspirado tiene más de espíritu que de mujer, es decir, puede ser el el espíritu de La Mujer, de todas las mujeres, ese espíritu femenino que a veces, traviesamente, fascina al hombre abriendo, como Pandora, la caja de los vientos de su imaginación.

Ilust.: Vladimir Clavijo. “En el jardín.”

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
17-04-2014 12:10

DESPUÉS DE UNA GUERRA.

Había una población muy humilde, donde las personas que vivían eran muy pobres. Las viviendas que habitaban eran unas chozas hechas de maderas viejas, de juncos y de carrizos. Las maderas, las habían cogido de la orilla de un río próximo, que las había arrastrado cuando hubo lluvias torrenciales. Los juncos y carrizos de la orilla del mismo río.

Las chozas estaban algo desperdigadas y todas ellas tenían un amplio jardín. Pero todos los jardines tenían una peculiar coincidencia: en ellos, sólo había flores rojas. De ahí que le llamaran, Pueblo de las Flores Rojas.

Antes, en aquel lugar, hubo casas mucho más importantes y las personas que vivían en ellas no eran tan pobres. Su nivel de vida era más elevado y tenían colegios para los niños y sitios para reunirse los mayores y los jóvenes. Unos y otros, vivían felices. Dedicados los niños y los jóvenes a estudiar, los mayores cada uno a su trabajo y los ancianos y los DISMINUIDOS a contarse sus batallitas de cuando eran jóvenes.

Pero todo cambió radicalmente, cuando los políticos con sus ansias de poder, llevaron el país a la ROTURA, a una guerra civil, y destrozaron todo cuanto encontraron a su paso: casas, bienes, campos de cultivo, animales…todo lo que aquellos honrados ciudadanos tenían para vivir en paz y ser felices.

Naturalmente, ellos, los ciudadanos de a pie que eran la mayoría, no querían una guerra. Los ciudadanos de a pie que son los que con su trabajo hacen que cualquier país del mundo funcione y prospere, nunca quieren una guerra. Los que quieren guerra son los que no trabajan. Los que quieren guerra son los que ejercen el poder y se reparten la mayor parte del pastel. Y cuando alguno se lleva un trocito más de dicho pastel, se pelean y arrastran a los demás a la destrucción.

En aquella guerra, murieron muchos cientos de miles, de personas de todas las edades. Y los que no, en la posguerra seguían muriendo de hambre; sobre todo los niños.

Cuando terminó la guerra, los pocos habitantes de dicho pueblo que quedaron con vida, y pese a su DESCONTENTO se afanaron para construir sus viviendas, pues no eran HOLGAZANES. Las construyeron con lo que encontraron más a mano en aquel mismo sitio donde antes vivían. En el mismo sitio donde antes había un pueblo que florecía y vivía con armonía, con paz y alegría.

Con tristeza pero con ganas, empezaron su PENITENCIA para seguir adelante, y construyeron sus chozas. Y junto a cada una de ellas, un jardín donde crecieran flores de todas las clases y todos los colores posibles, para ofrecérselas a sus seres queridos muertos. Y fue grande su sorpresa, cuando habiendo sembrado semillas que una vez germinadas, debieron dar flores con distintos colores, la mayor parte de ellas eran de color rojo. Pero no acertaron a entender por qué se había producido aquel fenómeno.

Pasó el verano, el otoño y el invierno, y se fue olvidando; casi nadie hablaba de ello. Pero la sorpresa fue aún mayor, cuando en la primavera siguiente casi todas las flores que crecieron eran rojas. En el poblado empezaron todos a especular. A dar versiones distintas del porqué ocurría aquello. Versiones disparatadas unas, con cierta lógica otras, pero que en definitiva, no fueron capaces de llegar a ninguna conclusión.

Volvió a pasar el verano, el otoño y el invierno y cuando llegó la primavera siguiente y las plantas florecieron, todas las flores eran rojas. Ni tan siquiera una, era de otro color.

Decidieron entonces, organizar y enviar una delegación que viajara a otros lugares del país, para ver si ocurría lo mismo. Así lo hicieron, y los delegados enviados, comprobaron que estaba ocurriendo lo mismo en todos los jardines del país. Los habitantes que poseían jardines, tenían la misma perplejidad sin saber la causa de lo que ocurría con las flores. De aquella inexplicable mutación.

Al mismo tiempo que recorrían el país, los delegados fueron convenciendo a los demás de que era necesario convocar un congreso nacional de expertos en botánica, para tratar de resolver el enigma de las flores rojas.

Se celebró el congreso una vez que los expertos botánicos estudiaron flores de todo tipo en sus laboratorios. Y después de largas ponencias y debates, llegaron a una conclusión unánime y la PUBLICACIÓN fue la siguiente: las plantas absorbían y los pétalos de las flores lloraban, la sangre de los cientos de miles o millones de ciudadanos inocentes, derramada en la tierra, en una guerra fratricida e inútil.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
17-04-2014 04:29

Abstinencia, Disminuido, Rotura, Penitencia, holgazanes, Descontento, Publicación

Tumbado en una Cama

El accidente me dejó disminuido, algo sucedió en ese instante o quizás luego, más tarde. En las condiciones que me encuentro es imposible saber detalles, mucho menos explicarlos.

Me acerco detrás de acertijos y suposiciones a una verdad escurridiza. Lo cierto es que siento que entre mis costuras algo se descosió, fragmentó, quebró, ocasionando una rotura inmediata. Un fallo quizás en el latido del corazón creó una grieta, una hendidura, un desgarro, que hizo aguas, inundo el complejo sistema cerebral y obligó a saltar, dar un brinco a la corriente continua que produjo este cortocircuito en el confín de mi cerebro y perdí el hilo, con impaciencia, con angustia intento encontrar las puntas y atarlas de cualquier manera, si eso es posible, pero invariablemente me extravío en vericuetos inverosímiles, que jamás se repiten o no logro recordarlos nuevamente.

En esta oscuridad he intentado un centenar de hipótesis, me figuro por ejemplo que antes, mucho antes del accidente ocurrió un suceso al que no le di importancia, sospecho que un coágulo atomizado inició su recorrido con inocencia y fue anulando a su paso barreras infranqueables, hasta que finalmente en un giro desarticuló el sistema de defensa y simplemente, esta condición a la que fui violentamente empujado es apenas una consecuencia de mi propia dejadez, de mis continuos olvidos, de mi ingratitud con este cuerpo al que le he exigido el máximo rendimiento sin atender los debidos protocolos de cuidado.

Me he internado en extraordinarios y confusos laberintos en un intento por deducir el camino a la salida. Encontré, o creo haber encontrado en esos laberintos una extraña y pesada publicación de imágenes borrosas, recortadas, mutiladas; en ellas no pude reconocer ningún detalle que me permitiera encontrar alguna lógica a los cientos de interrogantes que me asaltan, las alternativas que surgen me llevan invariablemente al filo de un abismo en la boca de un volcán y no me atrevo a dejarme caer. Conjeturo que es el más puro instinto de conservación, tomo enormes bocanadas de aire y me aferro a esta nada pegajosa, un ataque de tos impide la calma. Cansado por el esfuerzo me duermo sin un solo sueño.

Pago con creces esta deuda acumulada por años, los intereses se han convertido en una pesada penitencia y me conducen lentamente a esas viejas fronteras conocidas de la derrota. Intuyo que atravieso una situación de riesgo, presiento estar a un paso del temido fracaso y no me atrevo a trasponer un pie para iniciar el movimiento.

Paralizado, aterrorizado, se me crispan los músculos sin gobierno y siento agudos dolores. Intento gritar, pedir ayuda, clamar misericordia, pero me es imposible articular palabra.

Atravieso una difícil circunstancia, presumo que debo darme prisa, no es el momento de holgazanerías, no quiero distracciones y me abstengo de abrir los ojos, permanezco en esta continua búsqueda desesperada, me quedo nuevamente sin aliento, busco oxígeno.

Agotado, insatisfecho, descontento con estos intentos inútiles, pierdo una a una las esperanzas que construí sin entusiasmo, siguiendo la lógica de la supervivencia por encima de las condiciones adversas. Presumo que apenas con estas hilachas que atesoro no seré capaz de enfrentar con decisión y coraje este camino de aluvión, que alguna vez me habían vaticinado y que logré evadir con éxito hasta ahora.

Oigo voces, o acaso imagino una conversación:

Doctor ¡Necesito la verdad!

Es un cuerpo sin movimiento y no lo recuperará jamás, quizás tiene la capacidad de generar pensamientos, pero es lo único que puede hacer.

¡Déjelo entonces descansar en paz! Por favor.

caizán
caizán
15-04-2014 01:51

LOS PROBLEMAS DEL AMOR

Carmen sentía que su libido había disminuido. Todo comenzó con la publicación del informe Kinsey, esa lectura la llevó a otras, siempre referentes a la sexualidad humana.
Nada fue casual, cuando leyó a Kinsey era joven, recién casada y neófita en las lides sexuales. Su esposo era el novio que durante siete años, lo que duró obtener título de abogado, trajinó su casa y una vez por semana tenían sexo, siempre fuera de sus casas.
Ese mismo ritmo sexual siguió en su matrimonio y luego del embarazo y posterior parto pasó de una vez por semana a dos por mes. Eso no le creó descontento, lo aceptó como una cosa normal en matrimonios; el diario trajín, los hijos, los problemas cotidianos, todo sumaba para perder la intimidad y llegaron poco a poco a la abstinencia. Él no se lo proponía; ella no lo pedía por sus pautas culturales, y el sexo entre ellos pasó a ser una penitencia que se cumplía como todas las penitencias: cada muerte de obispo.
Y allí entra el bueno del doctor Kinsey. Esa lectura la hizo pensar y como su círculo de amistades no estaba cualificado para plantear el tema, buscó en otros libros y descubrió su error conceptual: se había casado virgen ya que su única pareja fue Ramón, ella aceptó por válido el sexo que él le ofreció, pero ahora, a la luz de estas lecturas, se dio cuenta que la relación que tenían era machista y egoísta. Su marido había privilegiado su satisfacción personal y la había dejado en el limbo, desconociendo su derecho a disfrutar plenamente los encuentros amorosos.
Llegar a ese conocimiento, a esas conclusiones, significó una rotura en su cadena de valores. Sabía que solo ella podría generar otros, eliminar esos pensamientos holgazanes que la llevarían a perder su matrimonio si no cambiaba y lo cambiaba a él, para que ambos retomaran el camino perdido del sexo satisfactorio y pleno, con orgasmos jubilosos, que les hicieran apetecer otros. Eso en buen romance se llamaba: pasión. Carmen comprendió: adolecía de ello en su vida marital.
Descubierto el problema, hecho el diagnóstico, había que darle solución, ella no sabía cómo. No se animaba a concurrir a un médico ni a un psicólogo para pedir ayuda, sus años de represión le impedían exponer su vida íntima, temía ser considerada una pu-ta sexópata o una mantis religiosa.
No era tonta, por lo tanto debía saber si su esposo era tan virgen como ella y, poco a poco descubrió en infinitas charlas que ella era la única mujer con la que había tenido sexo. Eso la tranquilizó, no era cornuda, eran dos jóvenes que se habían planteado la vida como una novela rosa: dos novios que se aman, llegan a las relaciones carnales y proyectan su futuro, él buscando un título que le permita desarrollarse, ella acompañando y preparándose para ser una buena esposa, eficiente, que le cubra las espaldas y tenga el nido prolijo. Se casan, tienen un hijo pero, no comen perdices y tampoco son felices. Eso lo descubrió hurgando en busca de intereses, aspiraciones y deseos de su compañero. Fue un largo y duro trajinar porque para dar el siguiente paso tenía que saber si era posible vencer esa abstinencia sexual en que ambos habían caído por ignorancia y falsos prejuicios. Cuando estuvo segura que los dos querían lo mismo pero no sabían pedirlo ni plantearlo, tomó el yelmo y la lanza y se lanzó al ataque, segura de su triunfo.
Y consolidó a la pareja como tal, un hombre y una mujer que luchan, brazo a brazo para construir su día a día y un futuro venturoso y que se enfrentan en el lecho, libre de ataduras, como dos gladiadores en busca de la gloria por el camino del amor. Los que quieren, pueden.
Esto me lo contó mi abuela cuando tenía noventa años.Nunca supe si era su historia, quizás sí.
JSM

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
14-04-2014 13:37

Mi sintetifrase que, como la de Caizán, tiene la función añadida de hacer crítica y buscar soluciones.¿Podéis apuntar algunas para revitalizar el hilo?

Desde luego es evidente que ha disminuído el interés en “Vamos a contar...”, tanto en aportar palabras como en la publicación de relatos. Existe una especie de síndrome de abstinencia. ¿Descontento? ¿Holgazanes? ¿Rotura de la dinámica inicial del hilo? En estos días de meditación podríamos imponernos la penitencia de hacer un análisis de las causas y proponer soluciones.

caizán
caizán
14-04-2014 11:05

¿Cual es la razón de la abstinencia a la publicación de palabras? ¿Por descontento, por holgazanes? ¿O lo consideran una penitencia? Quizás a disminuido el ánimo o se produjo una rotura en la cadena de ideas ¿Alguien tiene una respuesta?

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
14-04-2014 06:19

La sintética

Descontento con la holgazanería de los penitentes disminuidos no se abstuvo y publicó su célebre “Rotura”

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
13-04-2014 22:19

Hola, buenas gentes. Esta semana se nos ha resistido el saco palabreril. A veces ocurre. Caizán, J.J. y servidor de ustedes han corrido con las aportaciones mayores. Las ausencias, en estos casos, se hacen más clamorosas. Pero sigamos animosamente como si esto no sucediese.

Las palabras son:

ABSTINENCIA (Gregorio)
DESCONTENTO (J.J.)
DISMINUIDO (J.J.)
HOLGAZANES (Caizán)
PENITENCIA (Rodrigo)
ROTURA (Caizán)

La extraída aleatoriamente (DRAE):

PUBLICACIÓN
(Del lat. publicatĭo, -ōnis).
1. f. Acción y efecto de publicar.
2. f. Escrito impreso, como un libro, una revista, un periódico, etc., que ha sido publicado.

Gracias a los asiduos y un cariñoso tirón de orejas a los ausentes.

Feliz y penitencial semana.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
13-04-2014 05:14

Por si acaso hace falta propongo

Descontento

caizán
caizán
13-04-2014 00:53

HOLGAZANES

Y es toda una imprecación. Quizás tendríamos que decir como en mi pueblo, cuando llegaban "las trabajadoras sociales" los mayores azuzaban a los jóvenes con: "A j der tocan, vuela"
Aquí tocan a escribir, si no vuelan, por lo menos caminen.

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