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VAMOS A CONTAR HISTORIAS.
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
14-02-2014 15:17

abscisa.

(Del lat. abscissa 'cortada').
1. f. Geom. Coordenada horizontal en un plano cartesiano rectangular, expresada como la distancia entre un punto y el eje vertical.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
14-02-2014 12:51

Gracias Rodrigo
Palabra propuesta

Símbolo en todas sus acepciones

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
14-02-2014 10:30

Viernes, 14 de febrero: San Valentín. Felicidades a enamoradas y enamorados. Para celebrarlo abrimos el saco de las palabras a modo de (mi palabra):

ALCANCÍA

(Del ár. hisp. *alkanzíyya, este del ár. clás. kanz 'tesoro', y este del pelvi ganǰ.
1. f. Vasija, comúnmente de barro, cerrada, con solo una hendidura estrecha hacia la parte superior, por donde se echan monedas que no se pueden sacar sino rompiendo la vasija.
2. f. Bola hueca de barro seco al sol, del tamaño de una naranja, que, llena de ceniza o de flores, servía para hacer tiro corriendo o jugando alcancías.
3. f. Olla llena de alquitrán y otras materias inflamables que, encendida, se arrojaba a los enemigos.
4. f. Am. Cepillo para limosnas o donativos.
5. f. germ. padre de mancebía.
correr, o jugar, ~s.
1. locs. verbs. Tirárselas, corriendo montados a caballo, unos a otros, y pararlas con el escudo, donde se quebraban.
(Que es, ni más ni menos, lo que en Valencia y Murcia se llama "la buchaca")

Que paséis un muy feliz día y la semana consiguiente.

Recordatorio: Podéis seguir enviando relatos para "Vamos a contar..." hasta el domingo por la noche, o más.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
14-02-2014 03:33

Eran las tres de la tarde cuando mataron a Lola

Botiquín, Abrupto, Ilusión, Indiferencia, Delfín, Bochinche, Inocencia

Suenan las tres en la campana de la vieja y destartalada iglesia, es la hora del burro, de la siesta después del almuerzo, la hora en que mataron a Lola. Los negocios están cerrados en este pueblo polvoriento que por puro milagro no ha desaparecido del mapa.

La Botica, el Dispensario, la Funeraria y el Botiquín dispuestos alrededor de la plaza Bolívar por pura necesidad permanecen abiertos aunque no se ve un alma, frente al Botiquín clavado encima de la puerta de madera un letrero en donde apenas se puede leer “El Delfín Dorado” alguna vez brillo y tuvo mejores tiempos, ahora está descascarado, comido por el salitre, los vientos, la lluvia, el tiempo y la desidia que no perdonan. Entro con paso seguro y los ojos se acostumbran con rapidez a las sombras y hasta agradecen la frescura del encierro, me siento en la barra y pido una cerveza helada, al colocar la botella reconozco en el hombre que me sirve la marca inconfundible del vitíligo sobre la piel dibujada de claroscuros.
Con una sonrisa comenta: salió vestida de novia y en efecto, de la botella se escurre una nube tenue, un velo blanquecino de hielo que transparenta el cuerpo líquido de un ámbar incomparable, me bebo la cerveza a pico de botella sin tomar un respiro, en este acto con aparente indiferencia me trago los años de ausencias, las ilusiones perdidas. Pido otra cerveza que esta vez dejo reposar sobre la barra de madera ennegrecida.

Abruptamente una voz educada rompe el hilo de los recuerdos. Disculpa: Nos está faltando uno para el dominó. ¿Quieres jugar con nosotros por favor?
Acompaño al hombre hasta la mesa en silencio y me siento en la silla que permanecía vacía a la espera del jugador faltante, de inmediato pregunto ¿Qué le pasó al compañero que no llegó a tiempo?
Mientras revuelve las fichas me contesta:
No llegó y no vendrá, lo mataron anoche de una puñalada, era el Jefe Civil.

En el mismo tono, absorto en revolver las fichas y lograr sacarles ritmo mientras chocan unas contra otras, agrega:

A la derecha tienes a Jenaro Jaramillo, el boticario, a la izquierda Jeremías Alarcón, el funerario, mi nombre es Justo Barrios, soy el médico. Mientras recojo y acomodo las fichas frente a mí suelto una carcajada y afirmo: Parece que los destinos del pueblo se juegan en esta mesa de Jotas.

No han colocado aun el doble seis para iniciar la partida y se escucha un bochinche, una algarabía, voces. Salimos en carrera.

En la plaza dos policías enclenques sostienen a un hombre de cerrada barba negra, intentan llegar a salvo a la Jefatura sin que la poblada los lastime y se lleven al sujeto para lincharlo, repiten a los gritos ¡Asesinó a Joaquín!

Parece que encontraron a quien apuñaló al compañero de juego les digo y me oigo cínico. Ninguno de los jugadores se mueve de la puerta del botiquín y en silencio contemplan la escena con preocupación, con asombro.

En cuatro zancadas llego al centro de la plaza, me encaramo en un banco, saco el revólver y disparo al aire, aprovecho el silencio momentáneo y hablo con firmeza:
Mi nombre es Jorge Mantilla, soy el nuevo Jefe Civil y aquí todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Ese hombre merece un juicio justo y yo estoy aquí para garantizarlo. Nadie lo toca.

juan fozara
juan fozara
13-02-2014 22:06

EL MONO DEL TABACO

Yo acabo siempre con los golfos- pensó Sebastián- a donde vayan ellos voy yo. Llevo casi un mes sin fumar, me traen al BOTIQUÍN, me dan unos tragos, me ponen un cigarro en los labios y yo chupo...ahhhh...por fin. La castidad no es para mí.
- ¿Cómo te va Sebastián? Tú no puedes dejar de fumar. Se te nota mucho que te gusta, hay que ver la cara de satisfacción que pones cuando le das unas caladas...
- ¿Verdad?
- Verdad, chico, fuma menos pero fuma, se ve que lo disfrutas.
Sebastián tenía ILUSIÓN por dejar de fumar pese a la INDIFERENCIA de su mujer que no le creía.

Menudo BOCHINCHE había en le botiquín. Estaban casi todos sus amigos a los que no veía desde hacía más de treinta años. Pero todos estaban igual, todos eran jóvenes. Un salto ABRUPTO en el tiempo hacia atrás. Era joven de nuevo por arte de birlibirloque. En el botiquín a través del humo se veía una puerta desvencijada con un letrero que ponía: Mago.Se adivina tu grado de INOCENCIA. Se levantó y fue hacia allí, al ver donde se dirigía sus amigos le dijeron - Siempre con tus historias Sebastián, qué ingenuo eres -.
- Esperad, esperad, ya sabéis que a mí me gustan estas cosas - dijo Sebastián sin prestarles mucha atención.
Abrió la puerta y vio al mago. Era un joven punki con cinturones claveteados, pantalones ceñidos a rayas a cuadros escoceses, imperdibles en la ch.upa de cuero negro y cresta en el pelo.
- Sebastián, chorizo,- le dijo - que los tiempos están cambiando, que el viejo mago ha dimitido, que sus consejos han perdido validez, que las palabras justas no valen para nada. Me ha dejado al cargo. Hay que hacer la revolución a toda pastilla, que estos mam.ones de los banqueros, financieros y demás hijos de p.uta no nos van a dejar respirar jamás, tratarán de ahogarnos...pero te veo muy inocente, un poco pardillo, casi preferías encontrarte al viejo mago. Pues se acabaron las historias. Aquí se lucha o se muere. Con palabras no vamos a ninguna parte.
- Vale.
- ¿Hace unas rayas?
- Hace.
- Si es que tú vales, Sebastián, pero eres bueno de más...
- ¿Tienes tabaco?
- Sí, toma, ¿y el tuyo?
- Me lo robaron mis suegros.
- Pero si tú no estás casado Sebastián, tienes solo veinte y pico años y a L.olita loquita por ti pero aún no has dado el paso.
- Mis suegros son unos ... y Dolores cambió mucho, no te quiero hablar ahora de ello.

Esnifaron las rayas.

- Es para espabilarse- dijo el mago punk - este tripi fue muy fuerte.
El joven punki se quitó su ropa, ser puso una capa blanca,los cabellos canos le crecieron como por arte de ensalmo.
Sebastián envejeció de golpe treinta años.
Se miraron a los ojos y se rieron - jajajajaja-.
- Mira que tomarnos un tripi a nuestros años.
- Bueno, esta vez es la última, jajaja.

Tobías el mago vivía en lo alto de la colina en una cabaña,cultivaba su huerto, era austero y casi autosuficiente.
Sebastián un escritor aficionado que vivía su retiro en una casa al pie de esa misma colina. Ambos habían tenido una juventud tempestuosa y alguna que otra vez se reunían para recordar los viejos tiempos.

Sebastián volvió a su casa. Dolores le abrió la puerta.
- ¿De dónde vienes, de estar con Tobías, ya fumaste,no?
Sebastián metió la mano en el bolsillo y encontró un papel. Escrito en él figuraba. Grado de inocencia: sin calificar.
- L.olita...
- ¿¡Qué?!
- Te quiero.
- Sí, tú y tus palabras bonitas, también te quiero yo pero bla bla bla bla bla bla.


" La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño ": Nietzsche.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
13-02-2014 18:56

RELOJES EN LOS OJOS

Ahora, transcurrido el tiempo el recuerdo se hace impreciso, casi una ilusión de la memoria. Una mañana, mirándome al espejo, vi un rostro extrañamente parecido al mío. Limpié el vaho que empañaba el vidrio tras mi parsimoniosa ducha. Pero aquel rostro, vagamente extraño, seguía allí, trasladando en inversa réplica mis movimientos a su dinámica virtual. ¿Donde estaba la diferencia que lo hacía extraño a mis ojos? Pudieran ser las secuelas de la noche anterior; pudiera haber ido, como de costumbre, al botiquín de Adolfo, tomando abusivamente brebajes de improbable inocencia.

Volví a restregar cuidosamente el vidrio del espejo para eliminar cualquier rastro deformante. Pero no; allí seguía. Y eran los ojos. Los globos oculares. En cada uno de ellos aparecía un reloj de esfera, que marcaban cifras de oculto significado; cada uno de ellos señalaba una hora exacta, inamovible, cuyo origen me era ajeno. Parpadeé violentamente, me froté los ojos hasta llorar, pero fue inútil: allí seguían aquellas enigmáticas esferas definiendo algún momento de un tiempo que me era imposible precisar.

Hice esfuerzos por recordar fechas y lugares. En mi ojo derecho el reloj marcaba la hora de mi nacimiento, según yo la recordaba. En el otro una hora de ignorado significado. Consulté a mi oftalmólogo, quien después de un concienzudo reconocimiento diagnosticó que no me creía afectado por ninguna dolencia ocular; sólo por una anormalidad de la naturaleza. Si yo había identificado una de las horas como la de mi llegada al mundo, la hora incógnita, según suponía, bien podía ser la de mi muerte. (Los médicos siempre animando a sus pacientes.) Acepté resignadamente esa macabra teoría para no montar un bochinche en su consulta.

Si ello era cierto, como mis relojes marcaban solamente horas, mi ojo izquierdo señalaba, cada veinticuatro, el momento diario de mi muerte, pero en una fecha indeterminada. Algo es algo, pensé. Al principio cada vez que se aproximaba la hora que suponía fatídica me sentía nervioso, me afectaba profundamente esa hipotética proximidad del desenlace. Pero poco a poco me fui acostumbrando a tan infundada premonición y la mayor parte de los días esa hora me pasaba inadvertida.

Pero lo que sí que pasó a ser costumbre fija a la hora del aseo matutino, mientras me afeitaba y comprobaba la inexorable acción del tiempo en mis facciones, fue la de mirar mis relojes oculares: estáticos, rigurosos, siempre exactos en sus premonitorias horas, aunque ya sólo me produjesen indiferencia. Mi preocupación se disolvió en rutina.

Me planteé seriamente desprenderme de esa rémora; no quería ser un delfín siguiendo la estela de un barco cuyo itinerario y destino yo desconocía por completo. Mi muerte; la hora suponía conocerla, la fecha no. ¿Llegaría de forma abrupta y repentina o se demoraría en larga agonía, resolviéndose tras penosos días o meses de sufrimiento? Sólo me quedaba, naturalmente, ejercer una opción, la del libre albedrío sobre mi vida: el suicidio. Y decidí aceptarla. Ya lo tenía todo preparado; a la hora exacta mi revólver dispararía en mi occipital izquierdo (soy zurdo) la bala redentora que resolvería el enigma de esa fecha fatal.

Faltaban sólo dos minutos. Mi mano firme y segura aproximó el arma a la sien. Súbitamente una llamada al móvil me paralizó. Con gesto mecánico respondí a la imprevista llamada “¿Digame?” Era Ella; no, la Muerte no; “Ella”, mi amante y el amor loco de mis últimos meses. “Hola, Rodri. Necesito verte (bla, bla, bla...). ¿Quedamos para cenar?” Claro, no era cuestión de decirle “Oye, es que estoy a punto de suicidarme, no se si podré.” Miré el reloj; ya pasaban cinco minutos de la hora que marcaba mi ojo izquierdo y la puntualidad en mí es una obligación sagrada. Tendría que dejar el suicidio para otro día.

Y así fue pasando el tiempo. Ahora tengo otra amante y se ríe mucho de mis relojitos en las pupilas. “Ez una pena, Rodriguito. Con loz ojoz tan bonitos que tienez si lez pusiézemoz pilaz podríamoz zacar una pazta por elloz.” Ideas no le faltan, no. Tendré que cambiar de amante y volver a lo de Adolfo, a ver si una nueva borrachera me desreloja mis ojos.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
12-02-2014 21:51

COMBATIENDO LA CRISIS.

Daniel sale a la calle para dirigirse al trabajo. Es una empresa pequeña pero va con ILUSIÓN. Como cada día hace el trayecto andando, porque se encuentra a pocos minutos de su domicilio. Vive solo, en un reducido piso muy sencillo. Su trabajo no le gusta pero es el único que ha encontrado suficiente cerca de su casa para poder desplazarse a pie y evitar gastos de transporte.

Hace un sol resplandeciente pero como está entrando la primavera y en esta época del año el tiempo es un misterio, ha decidido coger el paraguas. No quiere arriesgarse a que se le manche el traje. Se ha levantado temprano para prepararse el bocadillo del almuerzo; a la salida del trabajo tiene previsto parar en la tienda y comprar lo necesario para hacer una ensalada ligera para la cena. Ha decidido reducir más sus gastos, así que no hará compras innecesarias y regresará a casa, rápido, para utilizar los últimos rayos de luz solar y evitar el gasto inútil de electricidad. Tiene que remendar unas camisas y unos calcetines.

Se retirará temprano para descansar. Le gusta ver la televisión pero eso es un gasto de electricidad innecesario que deja para los fines de semana. Faltan aún unos minutos para entrar al trabajo por lo que ha decidido dar un pequeño rodeo, pasar por el parque y comprobar si en algún banco o en alguna papelera, como en alguna otra ocasión, encuentra un periódico del día anterior.

Al día siguiente tiene una cita con el director del Banco. El señor en cuestión tiene un interés especial en que no se retrase en los pagos de la hipoteca. Le molesta enormemente que le acose con un tema tan insignificante. Esa será la tercera vez que acuda y el Banco queda algo lejos por lo que tiene que gastar una cantidad de dinero innecesaria en el autobús. No quiere ser ABRUPTO, pero ya se está cansando. Guardará el billete para que le sufraguen el importe del mismo o de lo contrario tiene la firme decisión de formar un BOCHICHE en el que podría ser necesario utilizar el BOTIQUÍN.

Dobla la esquina y se encamina a recorrer los últimos metros que le restan para llegar al trabajo, pero de pronto… se encuentra una reluciente moneda de cincuenta céntimos. Otro en su lugar, la miraría con INDIFERENCIA, pero él se apresura a recogerla. Está nervioso, el corazón le palpita descontroladamente y mira a ambos lados de la calle por si hay algún intruso que quiera arrebatarle lo que ya considera suyo. Cautelosamente, guarda la moneda en el bolsillo de su pantalón, pero recuerda que el forro está gastado y zurcido en demasiadas ocasiones, así que decide que es más oportuno guardarla en un bolsillo que contiene la parte interior de su gabardina, con un botón para cerrarlo, por lo que definitivamente es el sitio más indicado. ¡Se siente tan afortunado por un hallazgo de tal magnitud!

Al llegar a casa la guardará a buen recaudo. Su madre que falleció hace unos años, le decía: hay que evitar a toda costa gastos superfluos. “Guardar para cuando se necesite, porque nunca se sabe...” En sus últimos días de vida, cuando fue consciente que su marcha definitiva era inevitable, le dio la llave de su vieja maleta que escondía en el interior de su armario, repleta de dinero. Cantidad de billetes de distinto valor que él se apresuró a gastar en comprar cosas superfluas y en divertirse con sus amigos. Pero pronto llegó la crisis y sus amigos que se habían aprovechado de él, de su INOCENCIA, le dieron la espalda y no le ayudaron cuando les necesitó.

Aprendió la lección, recordó la herencia y se sintió orgulloso de su madre. Ahora tiene su propia maleta donde guarda todos sus ahorros, porque como ella decía… nunca se sabe.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
10-02-2014 02:46

La sintética.

Con la indiferencia de la inocencia la ilusión lo asalta abruptamente, en las puertas de un botiquín asoma un delfín y se oye un bochinche.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
09-02-2014 21:08

Mi sintetifrase; esta mañana no tuve tiempo de ponerla. Además estaba colgao.

En el botiquín habían robado el pequeño delfín que, con la mayor inocencia e ilusión, exhibía colgado del techo el negro Miguel. Entre los clientes se organizó un bochinche a base de golpes y ex-abruptos ante la indiferencia de la policía, que detuvo al negro porque pescar delfines es ilegal.

Eratalia
Eratalia
09-02-2014 20:58

Sintetifrase:

El niño, con gran inocencia e ilusión le había pedido que le comprase un delfín, pero ella, de manera abrupta y mostrando indiferencia por sus deseos le armó tal bochinche ante la insólita petición que, al acabar, tuvo que ir al botiquín a buscar sus pastillas para los nervios.


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