Mi abuelo es Mago, alto y muy delgado viste de negro, parece un lápiz inmenso con su borrador blanco en la cabeza, hace unos días pasó por la casa y me dijo:
Te traje un regalo antes de desaparecer, guárdame el secreto.
¿Te vas a morir ABU?
Riéndose a carcajadas me abrazó.
Ni siquiera los magos sabemos cuándo nos vamos a morir. Dijo
Con un beso y un abrazo se despidió, cruzó la puerta y desapareció.
Corrí a mi cuarto y abrí el regalo, era un objeto circular y macizo de ébano pulido, con extraños y desconocidos símbolos incrustados en oro y plata, era un objeto extraordinario, una joya, pero mi abuelo me tenía acostumbrado a regalos que esconden maravillas insospechadas. Siempre lo sorprendí, o creí sorprenderlo al encontrar el verdadero regalo resguardado en una magnífica ilusión.
Debo tener paciencia y prestar mayor atención a este objeto, sé que hay un sencillo mecanismo oculto que me llevará al verdadero obsequio, lo sé por experiencia. Los objetos tienen vida propia y saben que en su interior ocultan sorpresas, las enmascaran, colocan sus propias trampas, se divierten con nuestra torpeza al no poder descubrirlas, pero no resisten la tentación de mostrarse sí en verdad los tomas en serio, te hablan y terminan por descubrirse sí estás atento, vigilante, y sobre todo si logras ser amable en medio de los fracasos.
Me acuesto con el círculo de ébano que me dejó el abuelo, no puedo dormir, le doy vueltas en mis manos con la luz apagada y sigo con mis dedos una y otra vez los relieves. Un rayo de luna entra por la ventana iluminando el círculo y bajo esta luz descubro casi por azar un detalle que me había saltado.
En una esquina los destellos de oro y plata muestran lo que parece un dos con pico de pato dibujado en los extremos de un espiral y a los costados minúsculas flechas que señalan direcciones opuestas.
Examino el círculo con detenimiento bajo el rayo de esta luna llena, no tengo oportunidad para el asombro, una y otra vez doy vueltas al círculo, me detengo y miro fijamente el espiral, descubro con entusiasmo que la función de repetir los arabescos que adornan el círculo de ébano es ocultar esta espiral. Entiendo que aquí está el mecanismo que me permitirá abrirlo. No sé cuánto tiempo estuve mirando el relieve y una idea absurda me asalta creo haber descubierto el secreto del círculo. Sin detenerme a pensar paso mi dedo índice con firmeza desde el inicio del espiral hasta su final dos veces seguidas y lo repaso en dirección contraria dos veces más, inmediatamente el círculo macizo se abre y queda al descubierto un pequeño disco rojo con una espiral labrada y pintada en negro.
Al tomarlo en mis manos comienza a girar vertiginosamente, la línea de la espiral se escapa del disco, me absorbe y girando me empuja directamente al punto de inicio, al llegar dejo de girar, todo lo conocido ha desaparecido y me encuentro en un desierto. Al fondo un volcán en erupción. El cielo se llena de pájaros y detrás animales en estampida, no hay diferencias entre presas y depredadores, intentan salvarse y se ayudan unos a otros.
Mi abuelo corre detrás de la estampida, lo alcanzo y trata de explicarme:
Un mal Mago me envió a este lugar y la única forma de escapar es que vinieran a rescatarme, sabía que tú eras el único que podía hacerlo y adelantándome a los designios te llevé el círculo.
¿Tienes el disco?
Abrí la mano.
Gregorio Tienda Delgado
31-03-2014 12:47
Gracias, Des, por tu doble intervención. No te preocupes porque sean dos, ni tampoco porque el segundo sea más infantil; de eso se trata. Y además es la primera vez, que se toca este tema.
Un abrazo.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Despistes
31-03-2014 11:34
He intentado borrar la entrada anterior pero no me deja, lo siento por el duplicado.
Despistes
31-03-2014 11:31
He intentado escribir otro cuento más infantil que el anterior, me da un poco de vergüenza ponerlo en el taller, pero de eso se trata ,de intentarlo.
Valeria y el mar.
En un pueblecito de la costa vivía una niña que soñaba con conocer a una sirena , a Valeria le gustaba jugar en la arena.
En la biblioteca del colegio había encontrado un libro sobre los secretos del mar .
Sus grandes letras, sus vivos colores y aquellas sirenas doradas, como hadas, lo habían convertido en su tesoro más querido.
Cuando salía del colegio se iba a la playa , amaba el mar , le gustaba caminar por la orilla y correr como una ardilla.
Decidió construir una casita para los cangrejos, con la feliz idea de que cualquier día las sirenas se darían cuenta de lo bonita que era y vendrían a verla.
A los cangrejos les gustaba mucho rebozarse en la arena y tomar el sol como a ella, la playa era tan bella .
“Patita rota” era su preferido, lo encontró un domingo a las cinco, le faltaba una patita y ella lo curó con una tirita .
Tal tal vez alguien ese día lo pisó sin darse cuenta o un pescado le había dado un bocado.
Recoger conchas marinas le encantaba , las pintaba de flores y de muchos colores.
Cuando bajaba la marea la playa se llenaba de estrellas , como eran sus amigas las devolvía al mar para que pudieran respirar.
Era feliz pero que muy feliz, como una perdiz.
Las sirenas no venían pero ella no perdía la esperanza, tenía confianza .
Hasta que un día escuchó una melodía, una hermosa sirena le sonreía, emocionada se lanzó al mar , ella sabía nadar.
- ¿ Te gusta mucho estudiar?- Le preguntó la sirena.
- Sí y también el mar.
- Valeria, el mar está lleno de seres vivos y estamos en peligro, necesitamos muchos niños como tú para ayudar y para eso mi niña ; tienes que estudiar.
La sirena dorada le regaló muchas estrellitas mágicas , con cariño la besó y desapareció.
¡ Qué contenta estaba¡ era la hora de merendar y se puso a bailar.
Se lo contaría todo a mamá y a su perrito Vikingo, que cuando la vio llegar a casa , dio un respingo.
¡ Qué contenta estoy ¡
¡He conocido a una sirena¡
Dedicado a Era en mi primer intento de rimar y a LLuvia por darme la oportunidad de escribir un cuento infantil, he de reconocer pese a lo ´complicado que me parece ,que me ha gustado mucho su propuesta.
Las ilustraciones son de Valeria Docampo.
Despistes
30-03-2014 19:29
La lluvia nos trae un cuento.
La mañana era lluviosa y a nuestra profesora de música, Anita , le gustaba contarnos cuentos esos días ...
...........................
Cuando era pequeña me encontré una flor , ella me enseñó una lección muy importante, , me dijo que las cosas malas del mundo podían arreglarse si cerrábamos los ojos con fuerza y pensábamos en las cosas buenas que llevamos dentro cada uno de nosotros.
Yo estaba jugando , pasaba las vacaciones en casa de mis abuelos en el campo, cuando escuché...
- Buenos días Anita.
- ¿Sí…? Respondí un poco asustada porque una flor me hablaba y yo nunca me había encontrado una flor que supiera hablar.
- ¿Eres una flor que habla?
- Sí , eres una niña muy valiente , las niñas valientes pueden escuchar a las flores , no temas, todas las flores pueden hablar pero las personas no se paran a escucharlas.
Unas ortigas se enredaron en mis piernas , las ortigas son unas plantas que cuando las tocamos nos pican . De pronto alguien salto desde una roca , era un grillo .
-¡Apartad vuestros pelos puntiagudos de Anita o haré pudin de ortigas con vosotras¡
Me picaban un poco las piernas, pero me entró la risa y el picor desapareció al instante. Le di las gracias al grillo.
- ¿ Eres Crikee, el grillo de la suerte?
- Niña, – dijo el grillo con una voz muy graciosa- la suerte es aleatoria , eso significa que no podemos saber con certeza las cosas que van a pasar, pero nunca creas en la mala suerte.
- ¿ Por qué?
- Porque lo que creemos es muy importante , es con nuestras creencias con lo que vamos dibujando nuestras vidas.
- Estamos hartas de que nos tomen por malas, dijeron las ortigas enfadadas.
La flor muy tranquila les contestó.
- ¿Será porque parecéis muy agresivas?
- También tenemos propiedades beneficiosas .- Contestaron más enfadadas las ortigas, si eso era posible.
- No basta con tener propiedades beneficiosas .-Siguió hablando la flor de forma relajada.
- Anita, te encontrarás con personas que por distintos motivos se vuelven picajosas y cuando te acercas a ellas , te pican, te muerden y duele mucho, tal vez se están defendiendo pero defenderse no significa hacer daño a los demás.
Yo la escuchaba atenta.
- Las propiedades beneficiosas hay que ponerlas al servicio de los demás . Por eso cuando te pasen cosas malas, cierra los ojos y piensa con fuerza en todas las cosas buenas que hay dentro de ti.
A las ortigas los ojos se les llenaron de lágrimas, nos quedamos en silencio .
Tenía que volver a casa , besé a la flor, al grillo y a las ortigas que ya no picaban , les di las gracias…
..........................
- ¿ Anita eso te pasó de verdad?
- Pues no sé, ocurrió un día de mucho calor.
- Seguro que sí, señorita Anita.
.......................
( Escribir un cuento infantil me parece que es super difícil , pero quiero volver a participar en el Taller y espero cumplir la propuesta , nunca he escrito uno y me he dado cuenta de lo complicado que es)
Gregorio Tienda Delgado
28-03-2014 20:45
EL CONCIERTO.
Rosaura había nacido en una cabaña en medio del bosque. Vivió con sus padres durante toda su niñez; sus primeros catorce años. Sus padres decidieron que ya era hora de trasladarse al pueblo más cercano que está a dos kilómetros, para que se relacionara con otros niños y niñas, y fuera al colegio para adquirir conocimientos que no fueran los del bosque que dominaba muy bien. Pero Rosaura no se resistía a vivir fuera del bosque y cada día cuando salía del colegio, cogía su bicicleta y se introducía en lo más profundo de dicho bosque para hablar con los que habían sido sus amigos durante los anteriores años; los árboles y los animales.
El primer día, se fue directamente a ver a su más viejo amigo. Un cedro que no se sabía su edad, pero que podría tener más de quinientos años y que estaba tan viejo que casi no se sostenía de pie. Aquel cedro, la había acunado entre sus ramas desde que era casi un bebé, y a Rosaura le gustaba oír la melódica música que interpretaba cuando el viento lo acariciaba y lo animaba a tocar su armónica. Le gustaba mucho conversar con él, y él, a la vez, le daba buenos consejos y la hacía sentirse feliz. Aquella tarde, lo encontró raro, callado, triste; pero al fin le dedicó unas palabras.
–Rosaura, ya ha llegado mi hora; aguantaré pocos días más; el viento de otoño sopla con fuerza y me tumbará porque mis raíces son tan viejas que no aguantan mi peso.
Rosaura miró al anciano cedro con los ojos anegados de lágrimas.
–¿Me dejarás sola? ¿Qué haré yo sin ti?
–No te preocupes, tienes muchos amigos en el bosque. Ellos cuidarán de ti. Pero quiero que hagas algo por mí. Cuando mi tronco caiga al suelo, quiero que busques un carpintero y que, con mi madera, haga muchas casitas, las cuelgue en los otros árboles, para que los pájaros y otros animalitos que se guarecían entre mis ramas, vivan dentro de ellas. Quiero ser útil; no quiero que mi tronco falto de vida se pudra y pasado un tiempo nadie me recuerde; quiero permanecer aunque transformado, y ser de utilidad a otros, porque así será como si no hubiera muerto. Seguiré estando vivo en vuestro recuerdo; pues, no desaparece lo que muere, sino lo que se olvida.
Rosaura, callada, seguía llorando y sus lágrimas rodaron por su cara hasta caer en el tronco del cedro.
–Haré lo que me pides y nunca te olvidaré.
En pocos días, el árbol fue perdiendo su estabilidad y una noche que el viento sopló con más fuerza, cayó rompiendo parte de sus ramas y aplastando sin querer, a otros arbolitos más pequeños. Al día siguiente, cuando Rosaura llegó, volvió a llorar apenada junto a aquel gigantesco árbol caído. Cuando consiguió serenarse, corrió hasta el pueblo y contó al carpintero el deseo del cedro. El carpintero pidió ayuda a todos los vecinos, y entre todos, hicieron centenares de casitas que colgaron en todos los árboles más altos del bosque. Los árboles se pusieron muy contentos al saber que podían colaborar para que se cumpliera el deseo de su amigo y hasta entonces compañero.
Durante el resto del otoño y en todo el invierno, los pájaros y otros pequeños animalitos, se fueron acomodando en las casitas que colgaban de los árboles, bajo la atenta mirada de Rosaura que no faltó ni un día a su cita con el bosque. Y cuando llegó la ansiada primavera, en el bosque se produjo una explosión de alegría tal, que Rosaura no pudo evitar contagiársela a todos los ciudadanos del pueblo, y todos fueron a ver y escuchar lo que Rosaura les había comentado.
El cantar de los pájaros, el mugir de los ciervos, el croar de las ranas, el sonido de violines que producía el suave viento al pasar a través de los hilos de seda de las telas de arañas, acompañados por el tambor que tocaban los caballos al correr por la pradera, sonaban con tal armonía, que era como escuchar un gran concierto musical.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
caizán
24-03-2014 21:15
EL REGALO
Marta y Tomás estaban afligidos, no podían satisfacer los deseos de su pequeño hijo, Andrés, ambos estaban en el paro y lo cobraba solo uno de ellos. Habían hablado con el niño intentando que entendiera la situación pero, no había manera que entrara en razón, era caprichoso y sus padres, primerizos, eran incapaces de ponerlo en vereda para que entendiera de una buena vez que: querer no es poder, la respuesta era siempre la misma: todos los padres de sus compañeros, que también estaban en el paro, cumplieron el pedido de sus hijos, lo que mostraba bien a las claras que querían a sus hijos, la negativa de ellos era pura y simplemente falta de cariño paterno.
De nada sirvió que los abuelos apoyaran las palabras paternas, Andrés no aceptaba ninguna explicación. Mirado con ojos ajenos se podría decir que era un malcriado, caprichoso, terco.
La situación se hizo insostenible, se acercaban las navidades y en esa casa iban a faltar muchas cosas más importantes que los regalos; los abuelos, labradores, no poseían jubilación que podría suplir las carencias económicas de su hija y yerno, subsistían mediante la venta de animales domésticos, gallinas, pollos, cerdos, ovejas y algunas hortalizas en tiempo de verano, nada más.
A días de la navidad, se reunieron abuelos y padres en casa de los primeros para tratar de hallar una solución al problema de Andrés, en tanto, éste último quedó solo en su casa, jugando en la habitación. Pasado un tiempo el silencio de la casa lo invadió, generándole algún temor, llamó a su madre y como no obtuvo respuesta, llamó a su padre, al no tener respuesta salió de su dormitorio y los buscó, no estaban en el salón, ni en la cocina, ni el baño. No había nadie. Se sintió abandonado, comenzó a llorar, no de miedo, de rabia. A sus padres no les importaba, quizás ni fueran sus padres ¿Sería adoptado? Todas esas dudas le fueron llenando el alma, el corazón, y decidió castigarlos: se iría de esa casa para que supieran que no lo querían, para que lo extrañaran y, si lo querían lo buscarían y lo traerían de vuelta al hogar, si no lo hacían era una prueba definitiva de que él no era hijo de ellos.
Fue a su habitación, cogió un abrigo y ya a punto de irse, decidió llevar una botella con agua, una linterna y su móvil, si lo querían lo buscarían llamándolo al móvil. Esa sería la mejor prueba, si no llamaban se iría definitivamente por los caminos.
Con la decisión tomada, se puso un gorro de lana y se fue. La localidad donde vivían estaba rodeada de bosques y montes, había pocas praderas. Andrés emprendió el camino llorando por el abandono de sus padres, salió del camino vecinal y entró en el bosque con la idea de encontrar en el monte algún lugar para pernoctar, alguna cueva o foso que le permitiera pasar la noche y seguir el camino mañana por la mañana.
Estaba decidido a castigarlos. Comenzaba a caer nieve y adelantó el paso para que la oscuridad no lo sorprendiera sin hallar un refugio, a poco debió usar su linterna para iluminar el camino que iba ascendiendo y se le hacía dificultoso, alguna vez había venido con su abuelo y las ovejas, recordaba un reparo formado por varias rocas, él no lo sabía pero en esa zona había viejos dólmenes, ese era el reparo que buscaba.
Finalmente lo halló, se acurrucó debajo y se cubrió con ramas. Sentía el frío, agravado por el viento, pero todavía su rabia lo dominaba y solo pensaba en el castigo que infligiría a su familia, nada más. Encendió la linterna cuando se hizo noche, tomó un sorbo de agua y cogió su móvil, se iluminó la pantalla y apareció una frase que lo asustó: sin señal.
La nieve seguía cayendo y no conseguía entrar en calor, de a ratos dormitaba y no tenía noción del tiempo, cuando se agotó la pila de la linterna, encendió su móvil para iluminarse con la pantalla y volvió a quedarse dormido. Ahora estaba asustado y sin fuerzas, solo quería dormir, adoptó una posición fetal y se durmió.
Cuando despertó, estaba en su casa frente al calor de los leños que ardían y envuelto en varias mantas, a su alrededor sus padres, abuelos, policías y rescatistas aplaudieron su despertar, él solo atinó a llorar.
--¿Entonces, me quieren? ¿Cómo me encontraron?
--Por la señal que emitía tu móvil, los rescatistas triangularon y te hallamos, porque te queremos. Eres el bien más preciado que tenemos.
Los padres se abrazaron a él y lloraron los tres. Andrés comprendió que ese era su mejor regalo, saber que era un hijo muy querido.
JSM
Jose Jesus Morales
24-03-2014 16:41
Gracias Lluvia por la propuesta, a ver si me deshago de estos harapos del drama político económico, a ver si me tomo un respiro y no convierto el cuento infantil en un hervidero.
Se te extraña, espero que nuestros cuentos se los puedas leer a los niños y nietos que tienes, a los o las mellizas que te llevan.
Gregorio Tienda Delgado
24-03-2014 11:38
Apreciados amigos y amigas. En esta etapa, 6 relatos.
Comenzamos con un nuevo tema. Miren la propuesta, arriba en el inicio.
Esta es la evolución del taller desde que lo iniciamos el día 25/05/2012.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
caizán
21-03-2014 19:41
HUEVOS DE TERNERA
En Realidad Miralles no era inspector, su recibo de sueldo decía: Francisco Miralles, Sargento ayudante. Los habitantes de ese pueblo comenzaron a llamarlo “Inspector” luego de un sonado caso local, y así quedó.
Llamarle “pueblo” a ese caserío, era una humorada. No tenía nombre. Alguien, en algún momento reparó que el apeadero del tren no tenía nombre, solo decía: “PARADA 2” y a un tío listo se lo ocurrió que “no hay 2 sin 3” y una noche de borrachos lo de: no hay dos sin tres, se convirtió en: “DOSINTRES” e hicieron un cartel con ese nombre para bautizarlo como pueblo.
Miralles llega a Dosintres castigado. Había tenido la osadía de descubrir que el autor de un asesinato había sido el hermano de un Ministro. El reo se fue al extranjero y Miralles fue castigado y enviado a Dosintres, para que aprenda a respetar a sus mayores.
La delegación policial eran dos agentes y él, luego consiguió agregar dos más para poder atender al entorno rural que era más importante que el pueblo. Fue recibido con sorpresa, era el primer jefe policial que tenía el poblado y en la que llamaban “comisaría”, una casa con dos habitaciones, cocina y baño, no había calabozos, tampoco detenidos, nunca pasaba nada importante que lo meritara.
Unos meses después de su llegada, cuando aún era; el sargento Miralles, ocurrió un asesinato en el ejido rural, se descubrió una semana después de acontecido porque el hombre vivía solo, con un peón que lo ayudaba y, casualmente, se había ido a visitar a su madre enferma, a sesenta kilómetros de allí. El asunto pintaba raro, el difunto tenía un agujero de escopeta en la espalda con salida por el pecho, formando un cráter. No había vecinos, el peón no estaba y, lo peor, no faltaba nada según la versión de él, de nombre: Eufrasio.
El muerto no tenía familia y fue enterrado en el cementerio local con poca concurrencia, el Eufrasio y dos personas más amigas de él. Todos los papeles y documentos del fallecido se los llevó Miralles, así supo que se llamaba Gaspar Medina, soltero, sesenta años, labrador. Y nada más. Nadie sabía de dónde era ni de dónde había venido, Dosintres se había formado por desarraigados y nadie conocía la vida anterior de sus convecinos. Eran pústulas humanas, desechos expulsados de algún lugar que nadie mencionaba.
Miralles guardó todo en un armario y dejó pasar el tiempo antes de ir de visita a la casa de Medina. Un día tomó su bicicleta y fue a visitarla, era la hora del mate, al atardecer, y el Eufrasio estaba en ese menester, se puso de pie ante la llegada del sargento, se quitó el sombrero y lo saludó con respeto, lo invitó “a un amargo” y el otro aceptó, sentándose junto a él. Estuvieron largo rato en silencio, tomando el mate, hasta que Eufrasio soltó la primera palabra: --¿Quiere que le cambie la yerba, mi sargento?
--No. Por mí está bien, en todo caso cuando vuelva sí, cambiásela, voy a dar una vuelta por el galpón.
--Ta güeno mi sargento, como usté diga.
Miralles salió a recorrer la casa y el galpón. Volvió una hora después. Eufrasio volvió a poner la pava sobre las brasas, le cargó yerba al mate y se sentó, en silencio, esperando la palabra del sargento antes de hablar, éste sacó un atado de cigarrillos negros y, parsimoniosamente, lo encendió, le dio una pitada y exhaló el humo haciendo anillos, el otro le pasó el mate y el policía lo sorbió en silencio, volvió al cigarrillo y le devolvió el mate. Estuvieron así ocho o diez mates cada uno, sin hablar.
--¿Y?
--Y ¿Qué?
--¿Cómo encontró todo? ¿Estaba todo limpio y prolijo, o no?
--Sí. Todo bien. Decime: ¿A qué se dedicaba tu patrón?
--No sé, mi sargento. Hablaba poco. Yo creía que él era brujo o mago.
--¿Por qué? Che.
--Por los huevos de ternera.
El policía lo miró con atención, asimilando la frase antes de preguntar:--¿Por qué no me contás un poco eso de: los huevos de ternera?
--Y mire don Miralles, él tenía unas gallinas ponedoras que a los veintiún días de poner los huevos, se convertían en terneros. No fallaba nunca, me mandaba al galpón y había varios terneros, cada huevo incubado, un ternero, Por eso yo creí que era mago o brujo.
--¿Y dónde están esas ponedoras fantásticas? El galpón está vacío.
--Se habrán escapado al quedar sin alimento o se las llevó el que lo mató, porque sabía lo de los huevos de ternera.
--¡Ajá! Nunca dijiste nada.
--¿Qué iba a decir mi sargento? Yo lo creía porque lo vi pero no me animé a contarlo a nadie, me iban a tomar por loco ¿No le parece? —-Miralles se levantó, aplastó la colilla contra el piso y mientras se marchaba preguntó:--¿Vos vivías aquí con él?
--No. Yo vivo en un galpón, a cien metros de la casa, desde aquí casi no se ve porque la tapan unos árboles.
El otro salió en silencio, agarró la bicicleta y emprendió la vuelta, saludó levantando su brazo derecho:--Chau Eufrasio, cualquier día vuelvo.
--Cuando quiera mi sargento, ésta es su casa.
Y no se habló más del asunto. Miralles se ausentó un tiempo de Dosintres y un día, el jefe de estación le avisó que lo iban a llamar por teléfono, tendría que estar en la estación a las doce del mediodía. Fue, atendió el llamado y se volvió para su comisaría, a la tardecita agarró la bicicleta y se fue a casa de Medina, Eufrasio estaba junto al brasero, con la pava encima y el mate en la mano.
--¿Cómo le va, mi sargento? Qué gusto verlo por aquí. —Le pasó el mate-- ¿Aceta?-- El aludido aceptó en silencio, se sentó, sacó un cigarrillo, lo encendió e hizo volutas de humo - era su pasatiempo – le devolvió el mate al peón y siguió haciendo volutas, el otro lo miraba mientras chupaba el mate.
--Nunca dijiste que tu madre se murió hace dos años.
Eufrasio detuvo la chupada, apretó fuerte el mate y lo descendió lentamente hasta la altura del pecho, la mirada fue acompañando al mate, luego levantó la cabeza y dijo:--Pa qué voy a contar, si a ella no la conocía nadies. Era mi mama y nada más.
--Pero, resulta que en la casa de esa:”nadies”, había 10 gallinas ponedoras y dos gallos muy cojudos, y ningún ternero. Lo curioso fue que encontré una escopeta 30-30, para matar elefantes, estaba enterrada cerca de la casa. ¿Vos te creíste lo de: “los huevos de ternera”?
--Sí.--Ni siquiera levantó la cabeza para contestar. Estaba convicto y confeso ¿Qué podía alegar? ¡Nada!
--Tu patrón era un simple y vulgar cuatrero y se inventó esa historia de los huevos de ternera, para cubrir las apariencias ante su peón, sin pensar que esa historia le costaría la vida. Vos sos boludo pero ambicioso, querías ser rico y tener tu emprendimiento de “huevos de ternera”, como él. Te perdió la ignorancia y creer en la magia y en los brujos.
Desde ese día el sargento Miralles fue, para todo Dosintres: el ispetor Miraye.
JSM.