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Aspectos teóricos, técnicos y prácticos de la escritura de ficción
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
21-08-2014 17:25

Lidia. En su afán por hacernos crecer en las letras, nos advierte en este hilo lo inconveniente que resulta utilizar localismos en nuestros textos, su abuso convierte la lectura en un acto incomprensible.
Quiero con este micro dejar constancia práctica de lo acertado de sus comentarios. Este ejercicio lo cuelgo también en Taller de Micro relatos, en el marco de mi tarea semanal

Gallos y cabros abandonan sus pololas, las dejan entre los fogonazos de posibles aventuras que nunca tendrán, sin valorar sus esfuerzos, sus quejas, sus necesidades. Se van con iguales a la previa de un clásico del deporte nacional. Regresan curados y crecidos en sus convicciones.

Hombres y jóvenes abandonan a sus novias, las dejan entre los fogonazos de posibles aventuras que nunca tendrán, sin valorar sus esfuerzos, sus quejas, sus necesidades. Se van con iguales la noche anterior a un encuentro entre los rivales eternos del deporte nacional, regresan ebrios y crecidos en sus convicciones.

Lidia Castro Hernando
Lidia Castro Hernando
20-08-2014 01:23

[i]La observación indirecta
La observación indirecta
Así como hay paisajes, sitios y cosas que se pueden copiar sobre el terreno, hay otros que no están ante los ojos, o que ni siquiera existen.

Por un esfuerzo de imaginación podrá pintarse lo que no existe, y por un esfuerzo del recuerdo podrá describirse lo que ya no tenemos ante nuestra mirada.

*I. Descripción imaginada*

Si queremos pintar algo que no henos visto, debemos ayudarnos con lo que hemos visto, recordar todo lo que pueda relacionarse con nuestro asunto, y dar apariencia de verdad a lo que no lo es. Deberemos buscar las ideas y las sensaciones en situaciones análogas, adaptando a nuestro asunto lo que ya se ha observado.

En Salambó, ha reconstruido Flaubert una ciudad que ya no existe, y sobre la cual hay muy pocos datos. Pero hay cosas eternas, siempre las mismas, similitudes de asuntos en la historia de los pueblos, ciertas reconstituciones análogas: la naturaleza que no cambia; los ejércitos y los campos antiguos sobre los cuales existe documentación; sitios conocidos; hechos asimilables; las batallas; los aspectos actuales de ciertas ciudades de África; ciertos estados de civilización estancada. En este caso, se observa con lo verdadero, en nombre de lo verdadero, evocándolo, tratando precisamente de dar a los demás la sensación de que no se ha imaginado y de que debe ser así.

La fuerza de las descripciones como la de Flaubert, a quien acabamos de referirnos, reside, pues, en la evocación verdadera y real. Entendida así, la descripción por observación indirecta puede alcanzar el mismo efecto que la descripción sobre el terreno, o que la descripción por recuerdo, de la que vamos a hablar en la próxima[/i]



Somos lo que leemos: somos una multiplicidad de personajes
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
12-08-2014 07:18

Lidia estaré pendiente.
Te sigo la huella que dejas en otros caminos menos pedregosos, en cualquier momento te comentó.

Lidia Castro Hernando
Lidia Castro Hernando
11-08-2014 18:17

Gracias, muchas gracias JJ! me alegro que esto te sirva para rellenar el traje. jajaja!! Pero el miércoles postearé otras clases de descripción. Es un tema muy interesante.



Somos lo que leemos: somos una multiplicidad de personajes
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
11-08-2014 16:59

Gracias Lidia.me contentaba con poder describir lo exterior y me olvidaba de dibujar o fotografiar las sensaciones y sentimientos que me producían, ahora, gracias a tu detallada explicación me doy cuenta que apenas iniciaba el trabajo, para decirlo con una metáfora, tenia un traje extraordinario y nunca le construí un cuerpo, por eso se lo comían las polillas.
Un abrazo. Es fantastico tenerte con nosotros.

Lidia Castro Hernando
Lidia Castro Hernando
09-08-2014 20:18

LA DESCRIPCIÓN

La observación directa
Es la copia tomada sobre el terreno, con el lápiz en la mano. Tenemos que pintar un paisaje, un río, una puesta de sol, un sitio cualquiera. Pues vamos allá y tomemos notas; pero no solamente notas fotográficas, la vista de las cosas y los colores, sino también la impresión que sentimos, nuestra melancolía, nuestro estado de alma. Nada vale la elocuencia frente a la intensidad de algo visto y anotado sobre el terreno. Vueltos a casa, recopiemos y ordenemos las notas, y demos al croquis su significación total, sintética, general.
Debemos emplear el mismo procedimiento para un personaje, una figura, un carácter. Se los compone recogiendo los rasgos que se oyen, que se sorprenden, que se ven.
Los detalles que debemos preferir dependen de nuestro carácter y de la sensación que deseamos dar.
La mejor descripción no es la que incluye más cosas, sino la que produce la sensación más fuerte. No se trata de acumular detalles; se trata de dar los más salientes, los más enérgicos, los definitivos. La intensidad está en la calidad y la elección de lo que se dice. Hay que elegir los rasgos que partan de una observación interesante, inesperada, que formen imagen y cuadro, y que muestren lo más verdadero y menos notado, lo más visible y lo más sorprendente.
Hay dos clases de descripciones: la que condensa las cosas y se contenta con decir poco y elige los detalles más fuertes, al modo de Homero, y la que acumula, junta, multiplica, desarrolla y amontona. Ésta es a la que se ajustan los procedimientos de los líricos, de los imaginativos: Víctor Hugo, Teófilo Gautier, Barbey d’Aurevilly, Emilio Zola, etc.
La condensación y la sencillez producen más efecto que las amplificaciones sistemáticas.
Cuando Turguenev, el escritor ruso que ha hecho tan admirables descripciones, para expresar la inmovilidad de la muerte nos describe el cadáver expuesto sobre su cama, los ojos entreabiertos, con “una mosca que se pasea entre sus pestañas”, se tiene una sensación de la muerte tan profunda mejor que si hubiera empleado una página entera en describirla.
En una palabra, el arte de describir consiste en la elección de ciertos detalles sorprendentes, en ciertas ideas escogidas y en relieve. No hay que buscar muchas, pero es preciso obtenerlas fuertes y, para que sean fuertes, no basta con ser observadas; se debe intentar reforzarlas dándoles valor, aislándolas, empujándolas, dándoles realce. Una idea mediana, una sensación común, pueden causar grandes efectos cuando se las sabe subrayar. En Homero es donde hay que preparar ese arte del relieve.

Resumiendo:
Para describir bien, es necesario hacer vivir, pintar en relieve, con la realidad. Para lograr eso, es preciso observar bien, y para observar bien, se debe copiar del natural, sobre el terreno.
La observación directa es el primer género de observación.



Somos lo que leemos: somos una multiplicidad de personajes
Lidia Castro Hernando
Lidia Castro Hernando
23-07-2014 21:39

OCHO CONSEJOS PARA EL USO DE DIÁLOGOS
8. Utiliza el diálogo para controlar el ritmo de la acción.
Podemos dar un poco de velocidad a nuestro relato:
—¿Por fin te has dignado a venir?
—Ya ves…
—Creí que no te vería más hasta fin de curso.
—He estado ocupado.
—¿Se puede saber en qué?
—En mis cosas.
—Supongo que eso es importante que sacar adelante el curso, ¿verdad?

O podemos ralentizarlo cuando queramos:
—¿Por fin te has dignado a venir? —preguntó María cruzando los brazos y plantándose en el camino de Pablo.
—Ya ves…
Pablo clavó la mirada en el suelo y dio una patada a una pelusa invisible.
El silencio era denso, pesado. Tan incómodo que casi se había vuelto ya insoportable cuando María se atrevió a romperlo de nuevo.
—Creí que no te vería más hasta fin de curso.
Habían pasado más de tres meses desde la última visita de Pablo a su consejera de estudios y todos los avances que habían conseguido se habían esfumado. Ahora era como si nunca hubieran existido.

Pero lo ideal es que guardes ambas opciones para utilizar la que sea más adecuada en cada ocasión.
El diálogo es una forma muy eficaz de controlar el ritmo narrativo de nuestra novela o relato y necesitaremos controlar este ritmo narrativo para que la experiencia de nuestros lectores sea plena.



Somos lo que leemos: somos una multiplicidad de personajes
Lidia Castro Hernando
Lidia Castro Hernando
30-06-2014 19:04

6. No abuses de la variedad de etiquetas
Un error muy común es el de creer que el hecho de repetir la etiqueta “dijo” será algo perjudicial para nuestro diálogo. Así, el impulso inicial es el de sustituirla por todo un conjunto de términos más o menos expresivos: “gritó”, “exclamó”, “repitió”, “espetó”, “barruntó”… la lista es interminable.
El caso es que el lector ya sabe que tenemos la necesidad de etiquetar las intervenciones de nuestros personajes de cuando en cuando, y obvia enseguida la palabra “dijo”. Es casi como si no la leyera.
Si cambiamos de etiqueta constantemente, en cambio, el lector será más consciente de esas palabras que NO forman parte del diálogo y que sólo deberían ser una ayuda para que nadie se pierda en su lectura.
Estaremos alzando una nueva barrera entre el lector y los personajes.
Por otra parte, las intervenciones de los personajes que participan en un diálogo deben etiquetarse lo justo y necesario para que el lector sepa quién está hablando en cada momento.

7. Escribe frases cortas
Si te fijas en cómo habla la gente en la calle, vas a ver que nadie utiliza esos largos soliloquios que leemos en algunas novelas. Bueno… tal vez los utilice ese amigo que sólo desea escucharse a sí mismo, pero lo normal es que hablemos en frases cortas.
Una regla no escrita dice que debemos escribir un máximo de 12 palabras entre signos de puntuación.



Somos lo que leemos: somos una multiplicidad de personajes
Lidia Castro Hernando
Lidia Castro Hernando
14-06-2014 00:55

4. Nunca utilices el diálogo para transmitir información que ya conozcan los personajes
—¿Has sabido algo de Sonia últimamente? Ya sabes, esa compañera de trabajo nuestra que pidió dos años de excedencia para viajar a Japón e investigar la cultura del país.
—Siempre le interesó mucho todo lo referente a ese lugar, ¿verdad?
—Sí. Ya sabes que ella me dejó los primeros textos que leí… ¡Y mírame ahora!
Nadie habla así en la vida real y tampoco deberían hacerlo nuestros personajes. Lo siento, pero tendremos que encontrar otra forma de contarle al lector toda esta información referente a Sonia si es que es tan importante.

5. Muestra lo que está sucediendo
Veamos este ejemplo:
—Sentate. Tenemos que hablar.
—¿Hablar? —preguntó A con desconfianza.
—La empresa no está pasando por sus mejores momentos —explicó B conteniendo sus emociones— y me temo que no podemos seguir contando contigo.
—¿Me despedís? —preguntó visiblemente enfadado—. ¿Así de fácil? ¡Yo te ayudé a crear esta empresa! —gritó indignado.

Y ahora éste otro:
—Sentate. Tenemos que hablar.
—¿Hablar? —preguntó A congelando su saludo en el aire.
—La empresa no está pasando por sus mejores momentos —explicó B sin alzar la mirada de sus papeles— y me temo que no podemos seguir contando con vos.
—¿Me despidís? —exclamó y empujó su silla hacia atrás—¿Así de fácil? ¡Yo te ayudé a crear esta empresa! —gritó apoyando las manos en la mesa y acercando su rostro al de A.

Los dos diálogos deberían depurarse mucho, pero lo que aquí quiero mostrar es sólo la diferencia que hay entre decir que uno de nuestros personajes está enfadado y hacer ver al lector lo enfadado que está.
Al hacer que el lector vea cómo se sienten los personajes en lugar de contárselo nosotros, eliminaremos cualquier obstáculo entre el lector y el personaje y haremos que la escena gane en intensidad.
Recordemos que el autor no es más que un mal necesario y que lo realmente importante es la historia.
Escondámonos todo lo posible.



Somos lo que leemos: somos una multiplicidad de personajes
Lidia Castro Hernando
Lidia Castro Hernando
20-05-2014 20:24

OCHO CONSEJOS PARA EL USO DE DIÁLOGOS

3. Vayan directo al grano
—Hola
—Por fin… ¿qué tal todo?
—Perdona el retraso, parece que en cuanto caen cuatro gotas la gente se olvida de cómo se conduce.
—Tranquilo, no he llegado hace demasiado. ¿Quieres tomar algo?
—Pues no sé… ¿tú qué estás tomando?
—He pedido una cerveza para entretenerme en lo que miramos lo que tienen.
—Venga, pídeme otra entonces.
—Genial. Toma la carta.
—Muy bien. ¿Alguna recomendación?
—Aquí hacen unas ensaladas muy buenas.
—Uhm… Querías contarme algo sobre Mauricio, ¿no?
—Cierto, casi se me olvidaba. He revisado los últimos expedientes que ha entregado, y no me cuadran las cuentas.
Muchas de las conversaciones que mantenemos en la vida real siguen un patrón similar a éste. Damos vueltas y más vueltas antes de empezar a tratar el tema que nos interesa.
Lo malo es que el lector no tiene tiempo para toda esa cháchara. En el caso particular que hemos puesto a modo de ejemplo, el diálogo debería haber empezado en la última frase.
—He revisado los últimos expedientes que ha entregado Mauricio, y no me cuadran las cuentas.
No hagas perder el tiempo a tu lector, y sobre todo no le des ninguna oportunidad de cerrar las tapas de tu novela o del cuento y abandonarlos.



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