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VAMOS A CONTAR HISTORIAS.
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
06-12-2013 02:58

Calamitoso, Extraño, Mirada, Zahúrda, Abril, Reencuentro, Sintonía

Actitud Cobarde

Tropecé con Ernesto, un Ernesto totalmente desconocido, de aspecto desastroso, en los huesos y sucio, rostro sombrío, ojeras pronunciadas demacrado y ojos hundidos. No fue capaz de reconocerme. Yo en cambio supe perfectamente al verlo en ese estado, que por alguna circunstancia desconocida ese amigo de la juventud había caído en desgracia, debo confesar, me aterroricé, lo vi cruzar la calle con desprecio total a los carros y evité saludarlo, espantado no quise detenerme a hablar con ese extraño Ernesto de mirada trágica.

Este reencuentro, si se le puede llamar así a mi actitud cobarde, me obligó a seguirlo, de lejos por supuesto, me comía la curiosidad por saber la razón de su desgracia. Dejó la avenida principal y se fue internando en unas callejuelas cada vez más sucias, empujó la puerta de lata de un cuchitril, logré verlo a través de una rendija de la zahúrda a donde entró, se tiró sobre un colchón inmundo y se inyectó para perderse inmediatamente en un mundo totalmente desconocido para mí.

Del grupo de muchachos que corríamos por las calles Santa Lucia y Santa Inés, y jugábamos entre los edificios en un eterno abril, Ernesto se destacaba, estaba siempre al día con lo último en música, alertaba sobre obras de teatro, libros; películas que debíamos ver y comentaba con entusiasmo, exposiciones de artistas desconocidos. Ernesto era nuestra voz luminosa de alerta, ese paso adelante que necesitábamos a esa edad y por eso tenía sobre nosotros cierta ascendencia, era de todos el más apreciado y querido en el grupo, el invitado indispensable.

No podía quitarme de encima la imagen calamitosa de Ernesto sobre ese colchón inmundo, la jeringa en el suelo, los ojos vacíos. La curiosidad y sobre todo el miedo de tomar un camino equivocado y llegar por un descuido a ese estado lamentable, me obligó a recurrir a Facebook.

Soy de una generación que está justo en el borde entre la tecnología y la obsolescencia, por razones laborales yo estoy en sintonía con las propuestas y adelantos, redes sociales y recurro automáticamente como es natural, a Facebook para localizar a los amigos, compañeros y conocidos de otras épocas.

Intento una búsqueda y en el acto me doy cuenta de mi extraordinario descuido que raya en el egoísmo y me impide acceder a la información que necesito. Recuerdo rostros, gestos, actitudes, apodos, pero desconozco nombres y apellidos completos.

Chichito, Tony la Rumbera, el Gocho, el Brujo, Cara e Tabla, el Flaco Meneses, Burro con Sueño, el Indio, el Enano, Barriga e Mero, Gregorio Samsa, Dulce de Leche y así incontables nombres imposibles de localizar en Facebook.

Recuerdo que algunos estudiamos en un liceo público y comienzo una búsqueda por generaciones y graduaciones. No sé realmente cuánto tiempo invertí en esta empresa, pero finalmente logré dar con la foto de Orlando Palacios, nuestro querido Samsa, le escribí y acordamos vernos.

Orlando se había convertido en fotógrafo y yo en empleado público, recién iniciaba una relación que prometía un futuro de caminos abiertos y yo terminaba con una en la cual todas las puertas se habían cerrado herméticamente y de la cual no quise comentar, para no romper con su entusiasmo.

Le conté en las condiciones que había visto a Ernesto, le confesé mi cobardía de no saludarlo y me tranquilizó diciendo: menos mal, no te culpes, yo cometí hace tiempo esa torpeza y ahora cada vez con más frecuencia me busca, para que pague su dosis de heroína.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
05-12-2013 19:41

Y ES QUE HAY DIAS...

Unas tumultuosas reuniones en el despacho me hicieron aflorar nostalgias casi olvidadas, las de aquellos días en los que yo tenía un hogar. Naturalmente nostalgias de situaciones deformadas en sus perspectivas y ahora iluminadas con los falsos colores que deja vivos la memoria. Esa memoria selectiva que tan pronto acentúa como borra aquellas facetas del recuerdo beneficiosas o dañinas en esas ocasiones en las que se hacen presente. Y ésta era una de ellas. Afortunadamente para mí predominaban los recuerdos agradables.

Se borrraron en esta ocasión las broncas casi diarias con la que entonces era mi esposa. La falta de intimidad en una vivienda repleta de hijos, amigos de los hijos, las madres de los amigos de mis hijos, amigas a su vez de mi esposa. Y aquella suegra, hierática y perversa, sentada, como de costumbre en mi sillón favorito. Una calamitosa convivencia, una total falta de sintonía familiar que nos iba convirtiendo en extraños bajo el mismo techo.

Y sin embargo, hoy el día ha sido tan borrascoso, tan lleno de dificultades de todo tipo que me hizo añorar aquellos tiempos. Entonces, al menos de vez en cuando, pequeños remansos de paz como burbujas iridiscentes que, como las cuentas de vidrio a los ingenuos salvajes, me proporcionaban placeres elementales, ausencias momentáneas de la angustiosa cotidianeidad y esa precaria y falsa sensación de felicidad que se tronchaba como rama en vendaval, a la menor crispación, a la más nimia alteración de aquella convivencia tan irregular. Eran espaciadas dosis de papaverina para calmar los dolores de un cáncer en fase terminal. Pero hoy, aciago día, mi memoria selectiva aceptaría un reencuentro con el pasado.

Estamos en pleno mes de abril; llueve a cántaros y tengo mi coche en revisión. Los transportes públicos, naturalmente, van abarrotados de gentes cansadas, de miradas torvas y ceñudas, que hacen desistir cualquier intento de abordar el vehículo a los des.graciados que, como yo, esperamos bajo la marquesina de la parada. Un taxi malintencionado pasó velozmente con su satisfecha carga y vació el charco que se había formado frente a nosotros. Gritos, palabras soeces, algarabía confusa con la que se pretendía secar el agua abundante que nos salpicó indecentemente.

Pensé en mi casa. en mi solitaria y vacía casa; en mis libros desordenados; en el fregadero con los restos de la cena de anoche; la cama sin hacer (dice un amigo que el hombre que vive solo debe tener siempre su cama deshecha, para dar la impresión de...) A pesar de todo no me gusta el desorden ni la suciedad; yo la veo como un prototipo de vivienda de señor solitario, pero seguro que mi ex-esposa la calificaría de zahúrda. Ella era muy suya en las descalificaciones. Me encontraré, si acaso, un plato de fiambre en el frigorífico. No me gustaría tener que comer en el “chino” de la esquina. Aunque un plato de sopa de alas tiburón, calentita y reconfortante, siempre es preferible al consomé de sobre. Con un poco de suerte la calefacción funcionará. Un piso pequeño y antiguo tiene esos inconvenientes. Y la horrenda televisión. Claro que podría aprovechar para tratar de escribir algún relato en el foro amigo. Pero, así, de tan mal humor...

Llegué por fin al, por lo menos pacífico, hogar. El ascensor no funciona. Una vez más las lluvias han averiado el sistema eléctrico. ¿Habrá electricidad en casa? La maldita calefacción... Un montón de correspondencia: facturas, publicidad ramplona. Y una notificación de la Agencia Tributaria: un aviso de inspección fiscal para los próximos días.

Y es que hay días...

Tigana
Tigana
02-12-2013 21:06

Hombres Buenos

En la cima de Montségur entre la niebla y un frío de ultratumba, hay un silencio extraño que no es de este mundo. Reina la pureza de los hombres buenos, una pureza que estremece porque las piedras son blancas y el hechizo del castillo se parece a los escalofríos que a veces nos recorren sin motivo.
Clara se sentía segura al amparo de las altas y silenciosas murallas del castillo de Tolosa, llenó sus pulmones con el aire fresco de la tarde y se sentó en la hierba de cara al lugar por donde pronto se escondería el sol. Dulcemente empezó a cantar las palabras sagradas que su madre cátara le había enseñado, legadas a través de un linaje de mujeres y hombres buenos.
Cantaba a su amado, soñando con el reencuentro.
Los muros del castillo empezaron a desvanecerse, la luz vibró a su alrededor, cambiando todos los matices del atardecer, fluyendo hacia ella hasta llenarla por completo cómo si fuera un recipiente rebosante de poder. De repente, un rayo de sol surgió de la nada, hiriéndola con su resplandor. Un fuego líquido rodeó su aura, volviéndola más brillante que la misma luz.
La noche le mostró lo que más ansiaba su corazón. Álvaro llegaba empuñando una espada y en su rostro las lágrimas anegaban su expresión desgarrada por el dolor. Detrás de él avanzaban respetuosamente los invitados de honor: tres cátaros de primer grado y una mujer con poderes visionarios y curativos. Llevaba la melena castaña suelta sobre los hombros. Ambas mujeres se miraron y se reconocieron al punto. Eran iguales en espíritu. Sintonía de almas puras. Pero un fuego atroz separó sus miradas.
Álvaro llegó hasta donde estaba Clara y le tendió la hoja de la espada, que ella agarró con ambas manos hasta que el doble filo las hirió formando filigranas escarlatas en el acero.
Y un grito surcó la llegada de la noche, cuado la visión terminó y se dio cuenta de que tenía encima al viejo y calamitoso cura del castillo. Clara perdió el sentido al sentir un mordisco brutal en su pecho izquierdo. La inconsciencia se apiadó de ella cuando el siervo del dios cristiano la penetro sin reservas.
Álvaro llegó en ese mismo instante espoleando a su caballo. Desmontó ágilmente y apartó con un fuerte empellón al lascivo de su amada.
-¡Es una hereje! -jadeó el padre Román-. Una sierva del demonio que me ha inducido a pecar…
-El siervo del demonio eres tú y morirás por ello -le contestó Álvaro empuñando la espada.
-¡Parad al punto! -gritaron sus invitados- Va contra nuestra fe matar, cualquiera que sea el motivo.
Álvaro envainó su espada y lleno de ira expulsó de sus tierras al sacrílego.
-Recoged vuestras pertenencias y largaos de mis tierras, o no respondo de mis actos.
El padre Román aprovechó el momento para salir corriendo, no sin antes gritar cómo el cobarde que era:
-El Obispo tendrá noticias del trato que dispensáis a los herejes. ¡Os castigará por mi expulsión!

Olvidándose del viejo siervo cristiano, se acercó dulcemente a su amada. Con delicadeza infinita, le bajó la falda y cubrió sus senos con la fina capa que llevaba.

Clara descubrió que el tiempo todo lo cura, pero no te quita el olor a zahurda en el recuerdo.


Fuera de los límites de la raza canina, el libro es el mejor amigo del hombre; dentro de los límites del perro no hay suficiente luz para leer. Groucho Marx
Observador
Observador
02-12-2013 13:57

PROMISCUIDAD

El seductor sin escrúpulos tiene una nueva cita con una mujer. Desde que se divorció de su esposa en abril (dentro de unos días hará un año y ocho meses), no ha parado de salir con chicas. Tiene éxito con el sexo opuesto y lo explota.
Recién estrenada su condición de hombre libre, decidió instalarse en un céntrico apartamento. El aspecto actual que presenta el piso es calamitoso; el tipo es poco mañoso y abandonado para las tareas del hogar. Eso hace que su guarida parezca una auténtica zahúrda. Por esta causa sus encuentros sexuales tienen lugar en habitaciones de hoteles y, con un poco de suerte, si el asunto se da bien, en las casas de sus conquistas.
Para él, las mujeres son como Kleenex; meros objetos de usar y tirar. Suele comentar con sus amigos: no soporto a una tía después de follármela. Sin embargo, todas lo encuentran irresistible; un tipo duro y a la vez encantador que sabe tratarlas como ellas se merecen.
El seductor sin escrúpulos ha quedado con esta nueva mujer Kleenex a las diez de la noche en el centro de la ciudad. A esta, como a las anteriores, la ha conocido chateando por internet. Solo han sido necesarias dos sesiones de chateo para concertar una cita con la extraña. Apenas tiene unos pocos datos de la chica. Ella le ha dicho que es secretaria de dirección. Su nick es Vampirella; rubia, alta, ojos azules y acudirá a la cita con un pañuelo rojo anudado al cuello.
El, por su parte, es ejecutivo de una multinacional; alto, moreno, ojos verdes. Su nick es Byron y llevará como distintivo a la cita una bufanda color mostaza.
El seductor sin escrúpulos llega puntual al lugar de encuentro. Le gusta posicionarse sobre el terreno antes de que acuda la pieza, como a los buenos cazadores. Ella llega con un cuarto de hora de retraso, como era de esperar. Nada más verla, el seductor sin escrúpulos posa sobre la joven su mirada de ave rapaz y va a su encuentro con seguridad. Es ella, no puede fallar.
La noche transcurre de forma agradable. Contraviniendo su costumbre, el seductor sin escrúpulos no utiliza sus armas de seducción, deja hablar a la chica. Tiene la sensación de que entre los dos se ha establecido una sintonía especial. Solo puede observarla y escuchar. Está fascinado por la cultura y los encantos personales de la joven. Ha de reconocer que no es como las demás y decide utilizar otra táctica, porque ella le interesa de verdad. Al final de la noche, se ofrece para llevarla a su casa en coche y la despide en el portal con un casto beso de buenas noches en cada mejilla. Queda en llamarla para un próximo reencuentro.
La mujer fatal tiene una nueva cita con un hombre. Desde que se divorció de su marido, no ha parado de quedar con tíos. Para ella los hombres solo sirven para eso: si tengo necesidad, me cojo al primer tío que me apetezca y me lo tiro. A la mujer fatal le gusta contar a sus amigas chistecitos sobre el sexo opuesto del tipo: ¿En qué se parece un hombre a un microondas? En que después de usarlos un tiempo, solo sirven para calentar la leche.
Suena el móvil en casa de la mujer fatal. Ella mira la pantalla, deja que salte el contestador y sonríe. Al lado del móvil hay una pequeña agenda con anotaciones. Al final de una larga lista aparece una frase tachada. Debajo de esa tachadura todavía se puede leer:
Byron (el de la bufanda mostaza): va de caballero galante y seductor, pero no es más que un pichafloja.

Tigana
Tigana
01-12-2013 17:20

Hubo extrañas miradas de fuego en nuestro reencuentro. Imposible que se diera una simple sintonía de ideas entre ese cura que olía a zahurda y yo. Defendiende el derecho a la vida mientras que, hasta abril del 69, aplaudía la pena de muerte. Calamitosas cruzadas que hoy en día perduran en la memoria de nuestra historia.


Fuera de los límites de la raza canina, el libro es el mejor amigo del hombre; dentro de los límites del perro no hay suficiente luz para leer. Groucho Marx
caizán
caizán
30-11-2013 19:17

Era un abril calamitoso y extraño; como nuestro reencuentro: zahúrdo. Nuestras miradas no estaban en sintonía, mi deseo ocluía todo.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
30-11-2013 03:21

La frase sintética.

Un ser calamitoso de mirada extraña desde su zahúrda intentaba un reencuentro en sintonía con sus abriles.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
30-11-2013 00:12

Una sintetifrase al vuelo:

Aquel reencuentro entre los antiguos amantes resultó calamitoso. El apacible clima del mes de abril no impidió que las miradas entre ellos fueran las de dos extraños, sin ninguna sintonía. El paisaje de zahúrdas arruinó el encanto.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
29-11-2013 22:07

Gracias, Lluvia; gracias, Tigana; gracias a todos. Ya tenemos las SIETE palabras seminales para los relatos. Ya puedo irme al calorcito de la chimenea: ya soy feliz. (Aquí, aunque sea a "voramar" y en el Mediterráneo, está haciendo un frío que pela.)

Paroles:

ABRIL
CALAMITOSO
EXTRAÑO/A
MIRADAS(S)
REENCUENTRO
SINTONÍA
ZAHÚRDA

Feliz semana y felices relatos. Bienvuelta, Lluvia. Espero que tus nubes sean feraces.

lluvia
lluvia
29-11-2013 20:35

Hola a todos!

Aquí estoy, de regreso e intentando retomar la actividad, y en vista que falta una palabra aquí va una sencillita:

REENCUENTRO

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