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VAMOS A CONTAR HISTORIAS
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
28-08-2021 17:52

Un fabuloso encuentro Rodrigo. Debo reconocer, que son exquisitos los preambulos con los que ahora acompañas tus textos y este ameno relato en particular, que nos permite recorrer la vida del personaje, o la tuya, según la aproximación que hagamos de tu persona.El texto además, nos abre las puertas para revisar nuestra propia vida, por la cantidad de puntos de coincidencia.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
25-08-2021 14:09

UN ENCUENTRO.

Parto de la premisa que la vida del ser humano es un continuo rosario de encuentros; encuentros efímeros, casuales, provocados, por afinidad, por amor... Encuentros con la fe, encuentros con la mujer que será tu compañera, con la otra que seguirá siendo tu compañera, pero apartará a la anterior, encuentro -definitivo- con la muerte; todo nuestro recorrido vital es, como digo, una inacabable sarta de encuentros, que nos proporcionan experiencias, angustias, placeres, conocimiento...

Solemos reducir el concepto de encuentro a aquellos de tipo más convencionales, estables o planificados; el encuentro programado en un café con la desconocida con la que trabamos contacto en las redes; encuentro con quien posiblemente nos facilite un puesto de trabajo, en definitiva a encuentros no casuales o a aquellos que siendo casuales no suponen alteración en nuestras vidas; son encuentros efímeros: me alegro de volver a verte, a ver si quedamos a tomar algo... y ya está.

Pero, a veces, esos encuentros se producen con seres inmateriales, con ideas o sentimientos que alguien expresó una vez y son todavía desconocidos para nosotros; por ejemplo una novela, una música, una cuadro... con los que nos sentimos inmediatamente identificados y pasan a formar parte importante en el acervo de nuestro espíritu. Y nuestra riqueza en valores morales viene definida por la mayor o menor cantidad de esos productos del espíritu humano que hayan encontrado cabida en el nuestro. Como los encuentros materiales pueden ser también ocasionales, imprevistos o deseados.

En una excelente novela de Italo Calvino, “Si en una noche de invierno un viajero...” describe con su magistral hacer las derivaciones e imprevistos que el encuentro casual del viajero, en una noche de invierno, tiene con un libro equivocado; es todo un derroche de imaginación y exploración de los cambios que la lectura de ese libro producen en el alma del imaginario lector. Y en la nuestra, en definitiva.

Yo, de manera casual, aunque al final la intención se impuso, llegué a conocer al famoso Pantagruel, leyendo las “Aventuras de Gargantúa y su hijo Pantagruel”, escrita en el S. XVI por François Rabelais. No me cambió en absoluto ni mis idearios ni mis costumbres, pero además de divertirme enormemente con la sátira, me añadió un poco más de cinismo y relativismo en mi forma de ver la tragicomedia de la vida.

Sí hubo un encuentro, efímero y nocturno, que pudo haber cambiado trascendentalmente mi vida; pero la “hoja de ruta” trazada por mis dioses no tenía prevista aquella circunstancia. Por aquellos días (yo era entonces mucho más joven, tal vez anduviese mediada la cuarentena) mi matrimonio hacía aguas. A pesar de nuestros varios hijos la convivencia y, sobre todo, los objetivos que habíamos previsto no se consolidaron; antes al contrario, se iban difuminando en un vacío desolador. No obstante decidimos por bienestar de los hijos proseguir la convivencia, dandonos un mayor margen de libertad para nuestras ocasionales necesidades.

Siempre he adorado París. Lo he visitado en numerosas ocasiones y, entonces, en una de aquellas tristes primaveras sentí la necesidad de volver a pasar allí algún moment feliz. Y decidí viajar, solo, a hacer una nueva visita. Por entonces se exponía en el Georges Pompidou una hermosa colección de pintura norteamerica de los años 60. Así que hice una reserva de hotel (barato) y decidí viajar en autobús; era más pesado, toda una tarde más una noche de viaje, pero ofrecía mayor posibilidad de encontrar alguien con quien hacer más llevadero el tedio del viaje.

Iniciamos el viaje en Zaragoza, en un tórrido mediodía de julio. Toda una tarde y toda una noche de viaje. Y el asiento contiguo al mío iba desocupado. Bueno; suelo dormir durante los viajes, así que, al menos disponía de espacio para estar más cómodo. Próxima parada, Barcelona. Repasé algunos folletos y documentación relativa a la exposición que pretendía ver, así como mi inevitable plano Michelín de las calles de París. Mi hotel estaba próximo a la estación final de los autobuses, así que disponía de casi toda la mañana para una primera toma de contacto, con su “café au lait avec croissant”, para templar el cuerpo.

Entretanto, Barcelona. Las siete de la tarde; el calor había disminuído mucho, haciendo más llevadera la pesantez del viaje. Alguien, una señora bastante “francesa” me pidió permiso para ocupar el asiento contiguo al mío; era el que le habían asignado. Su cortesía me reafirmó que sí, que efectivamente tenía que ser francesa. Disimuladamente empecé a observarla, sus gestos, su atuendo, su actitud de despreocupada atención a mi presencia. Francesa, segurísimo. Con mi rudimetario francés, con fuerte acento extremeño, traté de iniciar una fútil conversación que, sorprendentemente, pronto cuajó. Después de un intercambio de información básica supe que se dirigía a Chateauroux, al noroeste de Lyon.

Todavía teníamos un largo trayecto por delante. Era, me dijo, profesora de arte en Barcelona, en un colegio francés. En Chateauroux estaban sus padres y un hijo adolescente que pronto la acompañaría a vivir a Barcelona. Suponiendo que desease seguir viviendo en aquella ciudad, que, por ahora “la encantaba”. Yo también le facilité mi curriculum, dejando mucha información al albur de su imaginación, y pasamos a otros terrenos más intimamente personales. La noche se presentaba cálida y hermosamente aderezada por los bellos ojos y el delicioso acento francés del habla de aquella mujer, que me empezaba a provocar ensoñaciones de sentimientos latentes en mi espíritu, los sentimientos que alguien como ella, que por lo demás nada tenía de especial, despertaba en mi alma lacerada y hambrienta de un nuevo amor. Hablamos y hablamos. Sobre arte, sobre la difícil sociedad que habíamos construído, de sentimientos religiosos...

La noche se adentraba en aquella imaginada campiña francesa que la oscuridad nos impedía ver. Pronto llegaríamos a su destino y mi sueño se esfumaría. Un largo silencio, premonitorio del que pronto sería definitivo, se interpuso entre nosotros. Ella reclinó su cabeza sobre mi hombro y pareció dormir. Yo imaginaba. Creaba en mi imaginación todo un mundo de poética irrealidad, viviendo junto a aquella francesita a la que pronto adorné con los más exquisitos atributos femeninos una vida larga, plácida y rica en vivencias espirituales. Naturalmente esquivaba los inevitables inconvenientes.

Pronto despertó y me envolvió con una mirada que juzgué cálida y soñadora. “Señor, he de prepararme; estoy llegando a mi ciudad.” No me atrevía a pedirle algún teléfono, alguna dirección de contacto; se perdería en la oscuridad de la noche sin posibilidad de reencuentro. Tampoco ella tenía esa información sobre mí. Todo quedaría en ese fugaz encuentro. Una ráfaga luminosa en la oscuridad de la campiña francesa. Pero ya sabía yo que la felicidad es efímera y hay que fabricarla con los recursos que la vida te ofrece. Sin forzarla. Posiblemente, como así ha sido, esas horas vividas junto a aquella mujer fueron las más plenas y satisfactorias que se me había dado vivir en mis últimos años.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
23-08-2021 18:21

Carrera fallida

La aguja del velocímetro asciende peligrosamente y enciende las alarmas, pero Asdrubal Infante no pierde el tiempo en mirar el tablero, sus ojos están fijos sobre la carretera. Intenta ver más allá de los espejismos de la lluvia, más allá de esta noche, de este imprevisto, que no detiene su carrera, ni es capaz de obligarlo a bajar la marcha.

El despiadado aguacero, tampoco logra contener el curso de los acontecimientos, que implacables, desbordan finalmente todos los controles que ellos han impuesto con sangre. Los últimos sucesos contravienen la lógica del miedo que instalaron con saña y con la impunidad de quienes manejan todos los poderes.

Gruesos ramalazos de agua sublevados y en desorden, impulsados por los golpes frenéticos de un viento liberado de una cárcel de veinte años, arremeten furiosos contra el parabrisas, el auto, una camioneta negra todo terreno se estremece, la visibilidad es escasa, pero estos no son suficientes contratiempos para bajar la velocidad. Asdrubal Infante mantiene firmemente las dos manos sobre el volante, en esas condiciones lo único seguro es un accidente con resultados fatales, pero está dispuesto a correr ese riesgo, mantenerse en el poder es también un asunto de vida o muerte.

En el auto lleva tres enormes maletas, en una hay cocaína suficiente para repartir a las bandas armadas, a los colectivos, a los motorizados del terror. Las otras dos maletas contienen dólares. Los civiles y también los militares, exigen dólares como condición única para defender la revolución. Después de veinte años la ideología es un fragmento vacío de contenido.

En la población perdura el abismo de odios entre las familias, el hambre convertida en una poderosa arma de opresión, la escasez en una herramienta de sometimiento, la necesidad en un exceso de humillación, los engaños, las trampas, las mentiras, hacen que la palabra pierda todo su poder transformador, son hojas secas sin valor alguno.

La patria es esta rebatiña y lo que verdaderamente cuenta en esta hora son los dólares, no hay quien defienda esta revolución con promesas. El compromiso se paga en efectivo y por adelantado.

Las noticias en la radio le señalan a Asdrubal Infante, que se ha perdido el dominio comunicacional, que la autocensura no está funcionando. Las emisoras tienen prohibido la transmisión de protestas o revueltas, están obligadas a negar cualquier acto de reclamo, su tarea es mantener en la oscuridad el hartazgo, a no hacerse eco de la indignación colectiva. La verdad al alcance de la mano y repetida por las voces que deben mantener silencio es una muestra inequívoca de debilidad, de ausencia de control, de pérdida de poder.

Los mensajes transmitidos desde las emisoras que deben guardar obediencia, sumisión y silencio, es una señal peligrosa, le advierte que la situación es aún más precaria y delicada de lo que imaginó. Acelera, el ruido del motor intenta acallar la tormenta sin conseguirlo. Debe llegar cuanto antes.

Intenta adivinar el punto de inflexión, el momento de no retorno, el acto de barbarie que desató la furia contenida durante veinte años y que ahora amenaza con arrasar el poder que pensaron omnipresente. Recuerda el vídeo que ellos mismos filtraron a las redes sociales, en donde se presenta a un diputado en calzoncillos, humillado, con visibles muestras de haber sido torturado. La imagen del diputado en las instalaciones de la policía política es contraria a la conducta que ese diputado ha mostrado siempre desde todos los ángulos y que recuerda al joven diputado enfrentando al régimen lleno de entusiasmo, firmes sus palabras, clara e irrebatible la denuncia, marcha con valor sobre las calles prohibidas en la primera línea de combate. Quizás fueron demasiado lejos con esta infamia.

La luz de un rayo abre una herida en el cielo, el estruendo no se hace esperar. Un árbol cae y atraviesa la carretera, instintivamente Asdrubal Infante frena, pierde el control, el auto gira sin dirección, toma la vía del desfiladero, se estrella y estalla en el fondo del barranco.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
21-08-2021 11:32

Mi aportación para la segunda quincena de agosto.

TEMA: ENCUENTRO

ENCUENTRO

Una semana buscando lugares a través de Internet, fue suficiente para decidir que no valía la pena complicarse la vida viajando por libre, y tuvo la gran idea de viajar en barco. Así evitaba los problemas propios de viajar en avión; esperas, pérdida de maletas, etc. En una agencia de viajes, compró el pasaje para un crucero por el mediterráneo. Una semana que prometía ser inolvidable. Cuando un mensajero se lo entregó, su cuerpo se alarmó al tener el pasaje entre sus largos y delgados dedos.

Sentía galopar su corazón, a medida que el tiempo en su inexorable avance arrancaba páginas al calendario, horas, minutos y segundos al reloj. Al llegar al puerto, notó cómo la brisa del mar cortante resbalaba sobre su rostro. Un inconfundible olor a miedo y ansia apareció en el esbelto cuerpo de la chica. Iba a una aventura. Sus ojos almendrados color miel, inquietos, buscaban refugio en el azul del mar. Dudas y más dudas asaltaban su privilegiada mente muy lúcida para escribir, pero lenta e inquieta en la aventura.

El barco era un lujoso crucero selecto, de vanguardia, que invitaba a entrar en sus entrañas a saciarse de sus manjares. Era un barco titánico, consistente, capaz de aguantar el implacable mar enfurecido. Llegó la gran noche. Una fiesta en la que el boato era el anfitrión, y el punto de encuentro el salón donde bailaría hasta el amanecer. Y allí estaba, altiva, ataviada con un elegante vestido de seda azul cielo, y un collar de perlas luciendo sobre su pecho. Su largo cabello castaño, ondeaba como una bandera agitada por el viento de la noche. Aunque ella no lo sabía, un apuesto caballero la esperaba. Contemplaba la belleza de su idolatrada escritora, y se sentía como si Morfeo le hubiese preparado un sueño de fantasía. Se puso delante de ella, tomó su mano con suavidad, flexionó ligeramente sus rodillas en señal de cortesía y la invitó a bailar.

La velada prometía ser apasionada. El salón brillaba majestuoso, reflejando en los espejos su magnificencia. Ella se estremeció presa de un repentino frío que nada tenía que ver con la agradable temperatura que se dejaba sentir. Un olor extraño, flotaba en el aire. El baile y su ilusión se tornaron en pánico, cuando recordó que una amiga suya desapareció de un barco en el que hacía un crucero, y nunca más se supo de ella. Sacudió su cabeza intentando borrar aquellos recuerdos que venían a su mente como destellos, y entró al salón, acompañada de aquél apuesto hombre, provocando que todas las miradas se posaran en ellos. Iniciaron el baile. El caballero cuando la tuvo cerca y su nariz captó su olor, notó una punzada en el estómago que le indicaba que se había vuelto a despertar su apetencia. Otra hermosa víctima inocente iba a ser devorada por las fauces de aquel hombre. La seduciría, y cuando ella se rindiera dócilmente, la llevaría a su camarote para saciar su apetito, como hizo tantas veces en distintos lugares.

Comenzaron a conversar, mientras el salón daba vueltas a su alrededor. Bailaron sin parar durante horas. Él olvidó quien era y empezó a sentir unos extraños sentimientos desconocidos hasta entonces, y una intensa ternura le envolvió. Salieron a la cubierta a tomar el fresco. Era noche de luna llena. Estaban paseando cuando de pronto, aquella maldita punzada en el estómago volvió. Maldita hambre, ―pensó. ¡Esta vez no podía hacerlo! La miró largamente, la besó y se marchó deprisa. Ella quedó sola mirando la extensa oscuridad del mar. Al día siguiente, encontraron en el camarote del hombre un animal semejante a un lobo. Con una garra empuñaba un cuchillo clavado en su corazón, y con la otra, un pequeño pañuelo de seda.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
19-08-2021 16:57

La inaudita decisión de Gerardo Guzmán

A mi amiga Tigana, quien me señaló: que la tendencia de los hombres en establecer rutinas, es únicamente para poder preservar la escasa seguridad que tienen. Sienten constantemente amenazada su seguridad.

El día de su octavo cumpleaños la algarabía se adueñó del patio de la casa y redujo a los adultos a la sala. Ese día apareció un tío desconocido, que desapareció de forma tan imprevista como llegó.

El tío vino sin avisar y tomado por sorpresa, al saber que era su cumpleaños, le regaló el reloj que llevaba en la muñeca. Con paciencia y terneza le enseñó a interpretar debidamente, en la esfera reluciente del reloj, el significado de las tres agujas de diferentes tamaños, que giran con aparente autonomía en la misma dirección, pero a velocidades distintas. Las agujas, en la sincronía del movimiento señalan la sucesión de los doce números formados ordenadamente en un círculo y marcan el tiempo.

El tío le dijo: -En este universo circular gravitan el presente, el pasado y el futuro y con precisión muestra el instante en que se desarrollan los acontecimientos-.

-El tiempo es noción de cambio, es la dimensión en donde ocurre la transformación de los objetos-. -El tiempo es una línea irreversible de infinitas situaciones en movimiento-.

-Al ordenar la sucesión de esas múltiples variaciones fortuitas y medirlas en intervalos, podemos grabar en la memoria los innumerables eventos circunstanciales a los que somos sometidos-.

-Entre las primeras nociones del tiempo que el hombre elaboró y este reloj, han transcurrido más de 5.000 años de cambios-. -Tú decides si eres amo o esclavo del tiempo, o si por el contrario eres un hombre libre-.

A Gerardo Guzmán le fascina el regalo, decide cronometrar cada paso, mide en fracciones de segundo hasta las menores intenciones. Los hilos invisibles del tiempo lo atrapan y se convierte en esclavo de la inflexible dictadura de la exactitud. En cuarenta años de puntualidad y rigidez ha logrado el éxito y una fortuna considerable, también ha perdido amigos, relaciones y cuenta por montones a sus enemigos. Gerardo Guzmán es un hombre puntualmente solo.

Sus costumbres, sus hábitos, cuidadosamente elaborados, los rige el cronómetro y obsesivamente cumple con estricta exactitud la rutina que se ha impuesto. Guzmán condena enérgicamente la improvisación, no concibe una vida regida por el azar. Según su criterio, los imprevistos son distracciones que otros se permiten para incumplir con los compromisos establecidos de antemano.

La tarde del 15 de agosto, contraviniendo todos los pronósticos, súbita e inesperadamente, un aguacero impertinente lo sorprende. En el desatino del imprevisto chubasco, corre apresuradamente a guarecerse. Entra a un café y tropieza con unos intensos ojos negros, que despiadados y sin consideración lo fulminan, sin saber que decir, siente por primera vez en su vida el miedo atroz de cometer una imprudencia y perder con un atrevimiento, la posibilidad de no volverse a ver en esos ojos brujos, temblando de miedo, se esconde en el silencio. Es ella quien inicia la conversación y él puede finalmente respirar con alivio.

Su nombre es Tania Torres. Esta azarosa coincidencia los envuelve en un amor improbable. En la opacidad que encubren sus conversaciones, en las que veladamente se descubren, Tania afirma que el amor no es eterno, que dura apenas un año. Un año es el tiempo justo que las parejas ocupan en instalar odiosas rutinas, intolerantes compromisos, inamovibles horarios, obstinadas ritos, insoportables reglas de estricto cumplimiento, inflexibles condiciones marcadas por relojes ajenos, que eliminan toda posibilidad a lo inesperado. Al cumplirse esa regla y antes de que el tiempo se adueñe de su destino ella está obligada a desaparecer, porque se niega a ser esclava de rutinas asfixiantes y se declara espíritu libre.

Gerardo Guzmán se asoma a un peligro que no sospechó, decide por amor dejar de ser esclavo del tiempo, trasponer el escaso límite que ella impone para escapar y a fuerza de actos imprevistos y sorpresas, impedir que Tania Torres desaparezca. Desde ese momento, la única puntualidad que se permite es amar a Tania desesperadamente con la prisa de los segundos desbocados. Gerardo Guzmán regala el reloj y se declara un hombre perdidamente enamorado.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
18-08-2021 21:07

Contestando a tu pregunta, Rodrigo, te digo que sí, duros como el hierro, porque así nos forjaron las extremas circunstancias que vivimos, pero en mi caparazón está saliendo herrumbre, como en cualquier metal viejo.
Tu introducción sobre El Génesis, demuestra que la religión tuvo algo de culpa de que la mujer haya vivido dominada y ultrajada por el hombre en tiempos pasados, pero en los tiempos que vivimos es hora de que algunos se olviden del génesis, y sean menos salvajes. Y lo que escribes de Zeta, pues, una salvajada más cometida por un hombre. Buen trabajo has hecho.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
18-08-2021 18:29

Es un extraordinario texto Rodrigo, sobre todo, porque está escrito como especie de ensayo sociologico, más bien con la intención de convertirnos en defensores de los derechos y no en observadores. Gracias por la intensidad que trasmites y el llamado a no ser complices y tampoco a aceptar literalmente los designios escritos por el hombre hace más de dos mil años.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
18-08-2021 18:14

Este es un texto antiguo, que he corregido ahora y sigue tan vigente como hace tres años, bien pudiera servir para cumplir con la encomienda esta quincena, pero para estas tareas me he impuesto textos nuevos.

Encuentro en la red

El día que Teresa Torres encuentra a Ramiro, ella busca en la red el ángulo extraviado en la balanza de la justicia, la hendidura por donde desaparece la luz de la igualdad en desorden. Necesita encontrar el escurridizo punto en donde coinciden las perversas sombras y tuercen las leyes imponiendo un sesgo arbitrario al equilibrio y ejercen el atropello como norma.

Teresa descubre con dolor, que instalada la injusticia, el bien se extingue poco a poco, surge la crueldad de los abusos, crea un foco de destrucción que se expande con velocidad de vértigo, el asombro sustituye a la razón, se duda de la verdad, se abre el espacio para contar mentiras y una historia arbitraria al servicio de los atropellos se difunde como cierta.

Ramiro busca en la red, los detalles que sugieren entre símbolos rudimentarios, el destello de un pensamiento extraviado en una esquina desatendida del olvido, una abstracción, un cálculo perdido en las tinieblas.

A Ramiro le pesa el cansancio de múltiples tentativas sin resultado, no puede encontrar el camino para llegar a la punta del hilo, derrotado por la inconsistencia de su memoria, que creyó infalible, le confesó a Teresa, al tropezar con ella en el ciberespacio: -Estoy perdido entre ideas propias y ajenas-. -Entré a un laberinto de incongruencias en busca de una pista y no logro encontrar la salida-.

Ella lee con atención el mensaje que Ramiro acaba de escribir y piensa: -La balanza está rota-. Pero no lo escribe, en cambio, contesta: -Con esfuerzo puedes encontrar la ruta a esa idea que te evade, yo también estoy atascada, quizás juntos podamos encontrar una salida a nuestros propios embrollos-.

Sin cita previa, sin conocer sus coordenadas, Teresa y Ramiro se encuentran en la red. Su búsqueda los lleva por diferentes direcciones y la casualidad, el destino, un accidente, la coincidencia de una palabra, o su sinónimo, que el algoritmo de la inteligencia artificial identifica, los hizo coincidir en un cuadrante impreciso. En ese éter, sus interrogantes se rozaron con la intensidad de un terabyte, y en la inconsistencia geográfica del circuito de su navegación errática se produjo el encuentro.

Teresa escribió: -Intento entender los motivos que llevan a la balanza de la justicia a inclinarse a favor de la maldad, la razón que obliga al Estado, a utilizar la violencia para arrebatarle a los inocentes ciudadanos la justicia que tiene el deber de garantizar-.
Ramiro contestó: -La justicia es imperfecta, pero debemos luchar por ella cada día, todo es posible a largo plazo, todo pasará cuando sea el momento, lo imposible es una meta a lograr-. -Yo estoy a la caza de un detalle, de un fragmento que sigiloso se escabulle, se escapa y es el único que me permitirá dar con el perfil de un bandido que utiliza bárbaros actos de venganza, sutilmente entrelazados-. -Ese detalle que me evade es la única forma que yo conozco de poder aplicar con justicia la ley-.

Teresa contestó: -En Nicaragua, la justicia dejó de ser la icónica imagen que conocemos, la de la hermosa mujer ataviada a lo griego antiguo, vendada, que porta con elegancia la espada de la ley y sostiene una balanza en donde inestable y precario se sostiene el equilibrio-. -Esta imagen ha sido sustituida por la grotesca escultura del danés Jens Galschiot-. -La supervivencia del más gordo-. -Representada por una mujer chocante, obesa, inútil, que sostiene en sus enormes dedos deformes una minúscula balanza y en su mano izquierda un cayado nudoso-. -Este peso enorme es sostenido por un hombre de condiciones miserables, desnutrido, indefenso, sometido por completo y personifica al pueblo-. -Esa es la imagen real de Nicaragua y tantos otros pueblos sometidos por la barbarie-.

-La justicia es el hilo que mantiene en equilibrio todas las cosas y a los hombres y no este vago deseo inalcanzable que alimenta los corazones de la mayoría secuestrada en las fronteras de Nicaragua.

Ramiro leyó con atención las últimas líneas y descubrió que un fallo en la justicia era el punto de conexión que busca y escribió: -No luchar por la justicia es traicionar tu deber como ser humano-.

Teresa Torres leyó el texto. Tomó su bandera azul y blanca y ataviada con ella al estilo de la dama de la justicia, salió a las calles de Managua y se declaró auto convocada, en resistencia permanente por la justicia, contra la dictadura de Ortega y Murillo.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
17-08-2021 21:33

Gracias, J.J. por tu comprensión y tolerancia. No, no han sido los calores quienes han dificultado la redacción de mi aporte. Afortunadamente los de mi estirpe somos recios y soportamos los excesos del clima con entereza. ¿Verdad, Gregorio? Una serie de incidentes, avería orreparable del ordenador incluída, han ido retrasando este mi trabajo. Pero, por fin, aquí está. La anécdota es apenas un esbozo. El resto es un análisis mío de la situación general Sería un muy buen debate. Ahora empezaré a preparar el próximo tema y esperemos que los hados sean más favorables.

VIOLENCIA DOMÉSTICA

Dios hizo caer un sueño profundo en Adán y, mientras dormía, le quitó una costilla (21). Y de la costilla, formó a una mujer.(22). ... Adán exclamó: ella es hueso de mis huesos y carne de mi carne. La llamaré Hembra, pues fue creada a partir del hombre (23). Génesis, 1.
Y el Señor Dios dijo a la mujer: "Multiplicaré los sufrimientos de tus embarazos; darás a luz a tus hijos con dolor. Sentirás atracción por tu marido, y él te dominará". Génesis, 3,16

De los textos bíblicos que cito no se infieren en modo alguno que el hombre, o animal humano varón como yo prefiero llamarlo, tenga que someter ni física ni moralmente a su compañera, animal humano hembra, a sometimiento ni violencia de ningún tipo, a pesar de la explícita dominación que Jehová, o el dios que fuese, autoriza ejercer al varón sobre la hembra.. Y, sin embargo, a pesar que la ciencia nos avisa que los primeros tiempos fueron tiempos de matriarcado, en los que era la mujer quien llevaba el peso de la incipiente familia, parece ser cierto también que desde aquellos primeros tiempos el varón ejerció todo tipo de violencia sobre su compañera. Violencia que aumentada y corregida y depurada por las diferentes circunstancias sociales que han ido determinando los comportamientos del “homo sapiens” se sigue manifestando hoy día. La sociedad ha ido oponiendo barreras legales y educativas para contener estos “abusos de poder” del “sapiens macho” sobre sus congéneres femeninas, pero la pulsión genética supera todas estas -al fin y al cabo- convenciones sociales y sigue ejerciendo su dominio, sobre todo en el ámbito íntimo y familiar.

Mirandolo desde la amplia perspectiva que las actuales condiciones sociales permiten, esta violencia de género y doméstica aparece en nuestra memoria desde nuestra infancia, dejandonos traumas más o menos profundos de situaciones violentas que, casi todos, hemos vivido en nuestro entorno familiar. Pero entonces eran situaciones que se veían como normales. Que un marido, albañil por poner un ejemplo, volviese el viernes por la noche a su casa, cargado de alcohol y le propinase una buena paliza a su mujer era normal en muchos ámbitos de aquella sociedad todavía no salida de una reciente guerra civil. El comentario de conmiseración hacia la mujer y de disculpa hacia el marido solían ser las respuestas a aquellas palizas. El refinamiento de las costumbres cambió la apariencia de las cosas, pero no sus esencias.

Cuando empezaron a estar mal vistas por el vecindario aquellas “palizas sabatinas”, los violentos moderaron sus acciones que pasaron a ser casi “secretos de alcoba”. Pero cuántas mujeres utilizaban gafas de sol al día siguiente para disimular los efectos de “los correctivos” que sus maridos les propiciaban por las más banales e injustificadas razones. Y, además, en aquella época no exustía la mínima protección legal que permitiese a la mujer denunciar estos hechos violentos. Al contrario, podían ser objeto de burlas y escarnios, incluso por la parte de la familia pro-marido. “Algo habrás hecho, cabeza de chorlito, para que tu marido, que es tan buena persona, te trate así...” Era un comentario habitual...

Yo he sido testigo, si no presencial sí como receptor de las lamentaciones de la esposa a la que todos los casos me unía una relación especial, de varios episodios de violencia conyugal. También he tenido conocimiento de este tipo de violencia en la que fue la mujer la que propinaba malos tratos al marido. Circunstancia esta que limitaba todavía más la difusión de los hechos por la vergüenza del maltratado que, por varón, no quería que se supiese aquel dominio de su compañera. Solían ser estos personajes pusilánimes, que sufrían calladamente en otros ambientes aquellos actos de dominio que aceptaban sin ninguna oposición.

Equis y Zeta (a Equis no llegué conocerlo) eran dos jóvenes vecinos de un pueblo pequeño en una región agrícola. Equis era de buena familia, con todas las características de rico de pueblo, provocador, juerguista y bebedor. Zeta era una joven agraciada de familia humilde, cuyos padres trabajaban ocasionalmente en labores del campo para la familia de Equis. Por circunstancias casi inevitables en aquel ambiente rústico, Equis se encaprichó de Zeta, capricho que acabó en matrimonio. Él buscó la presa codiciada por muchos jóvenes del pueblo y ella se cegó con la buena planta y la capacidad para divertirse de él y no supo valorar el oscuro futuro de aquella relación. Ella, además tenía un hermano declaradamente homosexual que, al parecer, estaba secretamente enamorado de su futuro marido. Pronto comenzó la estrategia de aislamineto y degradación de la víctima, que comenzó a sentirse sola y aislada, pues no siquiera sus propios padres acidían en su ayuda. Ya era su exclusivo problema; era una mujer casada y ellos no podían inmiscuirse en un hogar ajeno. Era la aberrante lógica de aquellos tiempos y aquellas gentes.
Pronto llegó la descendencia al nuevo hogar, una pequeña criatura, niña, que pareció calmar aquelas violentas aguas por las que discurría su cotidianeidad. Zeta, como mujer, tuvo que hacerse c argo del hogar, de la crianza de la niña, de atender ocasionalmente a sus padres y casi como obligación contractual, a los padres de su marido.
“A la caída de la tarde, derrengada por el trabajo, escuchaba los pasos vacilantes y las maniobras inseguras de la llave que trataba de abrir la puerta. Él volvía, borracho una vez más. Apenas tenía tiempo de dejar a la niña en su cuna y empezar a preparar la cena. Casi paralizada por el terror, pues sabía lo que me esparaba pronto escuchaba su voz áspera y beoda: “¿Donde está mi pequeña -----, la que le va a hacer una mamadita a su maridito?” Se acercaba a mí por detrás, con el sexo fuera de los pantalones, los ojos desorbitados y babeante. “No, por favor, no... Ahora no...” El primer bofetón me dejaba tirada en el suelo; luego llegaban las patadas. “Venga, mala ----, cumple con tu obligación de esposa...”
Fueron casi treinta años de suplicio y desamparo. Mi única meta era sacas adelante a mi hijita, formarla y procurar evitarla todas las torturas y sufrimientos que yo estaba viviendo.
Como a mi marido lo despedían feecuentemente de los diversos trabajos que muchas veces conseguía por influencias de su familia, yo tuve que buscar para poder sacar nuestra casa adelante, Huce de todo, criada de hogar, asistenta en hoteles, empleada en lavanderías... finalmente, y también gracias a un amigo de la familia de mi esposo que veía mi sufrimiento y la imposibilidad de salir de aquel círculo infernal, pude obtener un trabajo fijo en unas dependencias municipales -por entonces habíamos dejado el pueblo y vivíamos en la capital de la provincia- Fueron unos años relativamente tranquilos, gracias al desahogo que para mí suponía el trabajo.
Hasta que finalmente mi hija acabó su carrera y se casó. Su marido es un muchacho excelente y, sobre todo, la respeta. Ahora puedo decidir sobre mi vida; y mi decisión irrevocable e inmediata fue el divorcio.Cuando lo solicité mi marido pareció enloquecer de rabia y furia. Tuve que protegerme en casa de amigos, dormir algunas noches en el coche; hasta fui amenazada de muerte por sicarios.

Ya habían cambiado mucho las leyes, pero todavía me resultó dificil conseguirlo, pues las influencias de mi marido provocaron una serie de incidentes que supusieron un enorme entidades esfuerzo adicional para mí... El resto ya lo sabes.”

Puedo añadir que mi amistad con Zeta me perite conocer otros muchos detalles que no son relevantes para este relato. Pero añado que hoy, a pesar de su fortaleza mental y psíquica, cae en profundas depresiones, tiene ataques injustificados de ansiedad; todo ello secuelas ya permanentes de sus años de calvario.

Como este caso, tantos otros. Afortunadamente la evolución de las costumbres, de la visión social de la mujer como un ser igual al hombre en derechos y libertades, parece que van limitando la negra lacra de este tipo de violencia. Al menos a nivel de leyes y facilidades de la mujer para acceso a trabajos dignos, educación e independencia. Pero queda mucho camino por recorrer. Los cambios en la educación, tan profundos y a la vez sutiles, están prácticamente inéditos. Es cierto que la mujer está cada día más reconocida socialmente y desde esos altos puestos que va consiguiendo va ampliandp la influencia para beneficio del colectivo femenino. Al mismo tiempo una torpe política extremista está tergiversando la acción de las verdaderas defensoras de esta igualdad esencial, dificultando -pensemos que con buenas intenciones- la labor que políticos serios, entidades y organizaciones están llevando, con lentitud, pero cpn eficacia, para erradicar este problema social y las mujeres, por fin algún día, sean auténticas compañeras, lejos de las maldiciones bíblicas.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
17-08-2021 19:21

Mientras esperamos que nuestro gran colaborador se ponga al día, o que ajuste, a pesar del costo, el aire acondicionado y minimice los calores de fuego que lo mantienen en un estado de agotamiento y letargo alarmantes, propongo el prñoximo tema.

Quiero proponer el encuentro como tema.
El encuentro, que puede ser con un amigo, un enemigo, o un igual. Encuentro con un hombre, mujer, o niño. Con la naturaleza, con un animal, con la palabra, el sonido, o el silencio. Encuentro con el presente, o con el futuro, también sin descartar con el pasado, con los recuerdos. Encuentro con lo posible o la imposible, con Dios o con los demonios. En fin un texto en donde el encuentro estñe presente ya sea planificado o producto del destino. Un texto de una acción presente cada día, incluso podemos escribir si así lo desean el encuentro maravilloso con un buen plato de comida, de esos que obligan a nuestro querido Rodrigo a exclamar -huele que alimenta-.

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