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VAMOS A CONTAR HISTORIAS.
juan fozara
juan fozara
08-11-2013 11:04

Mi palabra para esta semana es AUSENCIA.

Palabra que está inspirada en mi actual situación en el foro por motivos, digamos personales. Motivos que espero desaparezcan pronto y pueda reemprender próximamente mi actividad literaria.
Así que un saludo a todos mis admiradores, jeje y hasta pronto.


" La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño ": Nietzsche.
OMAR
OMAR
06-11-2013 21:54

NOTA: Me disculpo por las 14 palabras de más

Voluntarios (6): perdidos

—¡Qué te sujetes fuerte Khyle! Allí dentro es como si dejáramos de existir. Nos convertimos en pura materia cósmica a expensas de lo que ocurra en esos momentos en el Universo —esas fueron la últimas palabras de Japa escuchadas por el joven marciano antes que la fuerza de atracción del agujero negro los tragara
El movimiento por el interior de un agujero negro tubular nunca había estado presente en la mente de Khyle, y tuvo muy poco tiempo para prepararse.
Y verdaderamente «dejó de existir», como le había dicho Japa. Aunque en ocasiones sentía como sus huesos y músculos se desarticulaban y articulaban alternadamente; también de manera variable se sentía abrasar por un calor inmenso o por un frío superlativo.
En ocasiones percibía gigantesca su cabeza y de pronto no la tenía. A veces colisionaba con Japa y cuando intentaba tocarla y la sentía en el infinito. De pronto se notaba como en el centro de infinitas canicas de vidrio que lo golpeaban sin parar. Así fue todo el relativo tiempo transcurrido dentro del lúgubre tubo negro que, según los cálculos de Japa los llevaría hasta su universo.
Pero existen los imprevistos y la nave salió del agujero en el momento equivocado. Cientos de miles de estrellas jóvenes impactaban en ese instante con nubes de gas frío provocando el nacimiento de una sociedad de nuevas generaciones estelares.
—¿Qué sucede? —interrogó el marciano—. ¿Es este tu mundo?
—No, pero debía estar aquí…El fenómeno cósmico con el que nos enfrentamos a jugado su papel. Ahora estamos perdidos.
La conclusión de Japa fue muy clara, mientras hablaba, ella manipulaba palancas y apretaba botones, pero la nave continuaba vagando, dejándose atrapar por las succiones cósmicas de una de esas estrellas; comenzando a orbitarla.
Decidieron apagar el motor. El combustible podría ser un problema muy pronto. También el oxígeno. En fin, eligieron un pequeño planeta como posible escondrijo y hacia él dirigieron el movimiento de la nave; para desde allí comenzar los intentos de comunicación.
Varios días transcurrieron. No parecía un planeta inhóspito; había mucha vegetación, aunque solo vieron algunos animales que reptaban.
Japa fue la primera que propuso salir, Khyle, no muy convencido, aceptó realizar una rápida exploración del lugar. Recogieron algunas hojas del suelo y volvieron a encerrarse.
En el laboratorio les fue imposible determinar la conformación biológica de lo recogido. Desconocían completamente qué tenían en sus manos.
Pasó un tiempo indeterminado; los medidores habían quedado averiados y además, desde que llegaron allí nunca había anochecido. Tampoco habían percibido respuestas a sus emisiones de señales y ya comenzaba a cimentarse el proceso normal de consternación mental.
—Caminemos más lejos —Khyle tomó esta vez la iniciativa.
—¿Y si entra alguna señal cuando no estemos?
—¿Y si no?
Separarse tampoco era una buena idea y entonces, mejor preparados, se alejaron de la nave.
Cogidos de la mano caminaron un rato; dejando a sus espaldas la estrella que los iluminaba y que aún permanecía inamovible, estaba claro que la rotación del planeta, si acaso rotaba, era bien lenta.
¡Un río! El torrente de agua apareció de pronto y los impactó, pero mayor fue la sorpresa cuando levantaron la vista y se percataron que el otro lado estaba completamente oscuro; aunque lograron distinguir toda la vegetación en el suelo: parecía un cementerio de árboles.
Japa se lanzó a correr de regreso; Khyle tomó una muestra de las aguas y corrió tras ella.
Con esfuerzo lograron entrar a la nave, que estaba siendo cubierta por unas verdes plantas trepadoras que al parecer se habían aprovechado de su ausencia.
Ya más tranquilos, después del susto, la carrera y la «batalla» con las lianas revisaron los registros de comunicación: ¡nada!


«...solo el amor convierte en milagro el barro...»
S.Rguez
Observador
Observador
06-11-2013 13:43

UNA PÉRDIDA IRREPARABLE

De madrugada terminó por consumirse. Llevaba más de veinte años a nuestro servicio y lo considerábamos un miembro más de la familia.
Me levanté a beber un vaso de agua y escuché sus últimos estertores. Sonaba como si se estuviera abrasando por dentro. Rápidamente avisé a mamá, que corrió descalza hasta la cocina. Allí estaba, agonizando. Sus ancianas tripas, frágiles como una hoja de papel, se debatían entre estruendosos retortijones. De pronto se formó un gran charco en el suelo. Lo miré con lástima; tenía un aspecto bastante lúgubre a la tenue luz de la madrugada. Yo sabía que mamá se iba a venir abajo al verlo en aquel lamentable estado. Nuestra sociedad occidental no está preparada para asumir con serenidad estas situaciones.
Al rato llegaron Mario y mi padre a la cocina. A mi hermano no parecía afectarle demasiado esta desgracia, pero a mí me dio un vuelco el corazón cuando comprendí que lo habíamos perdido para siempre. Toda la vida, desde que tenía uso de razón, lo había visto en el mismo rincón de la cocina, fiel a nuestras necesidades. Ahora me parecía increíble que ya no fuera a estar entre nosotros.
A mi madre se le saltaban las lágrimas mientras recogía con la fregona el charco de agua, que había dejado en sus últimos instantes. Mi padre hacía lo que podía para consolarla. Después, mamá nos dijo a Mario y a mí que lo moviéramos hacia delante y lo retiráramos de la pared, para barrer por detrás. Lo desenchufé con cuidado, como lo haría un doctor para desconectar a un enfermo terminal que acaba de fallecer. En el momento en que lo corrimos al unísono hacia el frente, salió a la carrera un pequeño ratón de su escondrijo. En aquel rincón, además de bastante polvo acumulado y varios objetos inservibles, había algunas canicas de los juegos que mi hermano y yo organizábamos en la cocina.
Por la tarde vino el tío Antonio con su furgoneta, y lo transportamos en el vehículo para darle el último adiós. Lo depositamos en el vertedero que había a las afueras. En aquel cementerio se acumulaban toda clase de objetos inservibles, además de los escombros y la basura, que por toneladas se generaba en la ciudad.
Allí quedó su cuerpo inerte con las puertas abiertas, al amparo de algunas lavadoras de mirada carnívora o de ciertos microondas de aspecto depredador.
Como si de una película se tratase, mientras lo miraba en la lejanía, fueron pasando por mi mente algunas imágenes de mi infancia y adolescencia en compañía de nuestro querido frigorífico. Descanse en paz.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
06-11-2013 13:37

LA VOZ.

A cierta edad la llamada de la tierra es a veces rotunda, inaplazable; volver al lugar donde el barro se hizo hombre y desde el que se partió hacia las incógnitas singladuras que la vida nos propone. La ciudad, polvorienta y mesetaria, abrasada en la solana, seguía como incrustada en un dorado poliedro de ámbar. Un cúmulo de piedras centenarias junto al río escuálido, abrazado por juncales y carrizos. Allí está la casa. Lentamente, en la pausada ceremonia del reencuentro, iban definiéndose los recuerdos difusos. El vetusto cementerio, donde el panteón familiar le reservaba su refugio postrero; la explanada frente a la ermita, escenario de interminables partidas de canicas; el colegio de las primeras letras; y ya, en las recoletas callejuelas que rodeaban la casa, los escondrijos de los juegos de la niñez, los amparos de las inocentes fechorías infantiles.

El antiguo caserón de la familia, hace años abandonado, apenas conservado por las manos cálidas de quienes todavía mantienen como vida propia el recuerdo de los lejanos días de risas y canciones. Manos ya torpes de viejas doncellas, de vecinas que hoy eran pavesas de aquellas lumbres de entonces. Ojos miopes que apenas reconocieron al “señorito” cuando, envejecido, derrotado por las decepciones y los hastíos vino a pedir un último lecho donde descansar. La enorme llave que aún guardaba amorosamente la señora Dolores, su niñera de siempre, le franqueó el portón chirriante. El portal con su rústico pavimento de granito. Las cuadras, al fondo. El cuarto húmedo y lúgubre donde se encontraba el pozo, en el que aún dormirían su herrumbre las armas que, precipitadamente, hubo que arrojar a su fondo al entrar los vencedores.

Parecía mentira que en estos tiempos de mudanza y olvidos nadie hubiese profanado aquel singular santuario, que ninguna mente utilitaria, ninguna sociedad, guarida de deshumanizados intereses materiales, hubiese urdido otro destino para aquella propiedad de los espíritus. Pero aquí estaban de nuevo la casa y él, como dos amantes largo tiempo separados, embargados por la emoción del reencuentro, reviviendo los estremecimientos que a cada uno su papel les imponía. A él, el vaciado emigrante, le renacían desde su corazón cansado. La casa los guardaba en el espíritu de las viejas piedras, en los muebles añosos, en los cuadros patinados por los años, en las paredes de revocos cuarteados.

Dejó el viajado maletín de mano y recorrió las estancias, una a una, con la morosa delectación de quien acaricia el cuerpo amado que le ha esperado tantos años. Los muebles cubiertos por lienzos blancos semejaban fantasmas habitados. En la biblioteca del abuelo aún quedarían, seguro, viejos ejemplares de los primeros libros, carcomidos por el tiempo y las polillas.

Y como en un nuevo génesis surgió la voz, una voz de origen ubicuo. Una voz informe, neblinosa, acogedora, como una salmodia de bienvenida. La voz de la casa. Apenas se sorprendió; es más, su frío pecho se conmovió con un sentimiento de gratitud. Porque por fin tras tanto tiempo, alguien parecía reconocerlo y admitirlo en su intimidad. La voz cambiaba en los diferentes ámbitos, unas veces ronca y admonitoria, como la del padre, otras musical y amorosa, como la de la madre. O la de aquel primer escarceo erótico con la prima Lola, que se encarnó en una voz quebrada de emociones, allí, en el cuarto oscuro. La voz de la casa que lo reconocía y lo aceptaba, trasladándolo a aquellos otros tiempos felices. La voz que lo arrulló y lo adormeció cuando, tendido en su vieja cama, comprendió que había llegado al final de su viaje.

Tigana
Tigana
04-11-2013 19:01

La tormenta que rompe mi alma mil veces

Llueve. Y con la lluvia mi alma baja un peldaño más en la escalera del ánimo. Este cielo, ya terriblemente teñido de color gris, está llorando. Quizá las nubes, las mismas que riegan los campos, no dejan que el sol riegue de luz y color este mundo tan lúgubre.

Llueve. Y esta noche me acuerdo de mi musa; porque yo también tuve una musa de la que me enamoré, aunque yo mismo la creara. ¡Yo la parí! ¡Yo la saqué de mis tripas! Ella era un personaje ficticio, pero tan real cuando tomaba un nuevo trozo de papel, un folio en blanco, que podía llegar a tocarla con la yema de mis dedos.

¿Por qué la creé?

Necesitaba un personaje que amara a mi otro yo, mi alter ego, quien ya llevaba unos años de existencia malviviendo a mi lado. Abrasándome con sus por qués ¡La necesitaba desesperadamente!

Ella era… bueno, en realidad fue, siendo a la vez real como la vida misma tan auténtica, tan real, que me faltaba el aire cuando ella no acudía a mi encuentro. Aún hoy tengo visos de su cuerpo desnudo cuando empecé a dibujarla en un papel, y recuerdo que del papel pasé a un programa de dibujo. Con el ordenador se corrigen esos pequeños granillos que le salían en la piel por culpa de mi pulso. Incluso se podía corregir la trayectoria de su rostro perfecto. Porque ella tenía que ser perfecta. Yo sabía que no podía dibujar la perfección, así que empecé a escribir cada momento que vivía con ella, aunque fuera tan sólo algo falso y efímero.

Recuerdo el primer beso. Y recuerdo la primera vez que disfrutamos de nuestro primer orgasmo con un verso. Aunque el goce fuera dentro de mis sueños, ¡era tan real! Tan dolorosamente real. Se fue mi tiempo a su lado. Se fueron las largas veladas a solas en mi cuarto, soñándola, imaginándola desnuda de palabras. Vistiéndola de bellos poemas.

Era mi musa y yo la veía.

Y un día frío de invierno, mi amor murió. Al día siguiente me vestí de luto, aunque argumenté que era porque los días grises necesito arroparme con trapos negros. Me sentí triste, vacío, como un viejo cementerio abandonado. Se había ido mi máxima ilusión.

¡Oh, Dios! Mi chica había muerto en los brazos de mi otro yo, de una forma horrible, pero intensa y real. Yo sabía que ella y él, falso también como el cartón piedra, estaban sufriendo. Sufrí con ellos.

¿Quién me puede juzgar por eso? ¿Quién me puede condenar por emocionarme con mi propia obra? ¿Qué tengo que confesar? ¿Cuál es mi pecado? ¿Tengo que rendir cuentas a esta falsa sociedad en la que vivimos?

Yo la creé y luego la maté. Y por eso, ahora llueve.

Lloverá más veces sobre mi alma mojada. Quizá mi musa no haya muerto del todo, ella tiene que seguir ahí, a mi lado. En algún escondrijo de mi alma. A veces la oigo hablar muy bajito, susurrando cosillas en mi oído. Y sé que es real. Tan real como el tiempo que me está costando olvidarla.

Real como la vida, que a pesar de todo, continúa.


Fuera de los límites de la raza canina, el libro es el mejor amigo del hombre; dentro de los límites del perro no hay suficiente luz para leer. Groucho Marx
Estela
Estela
04-11-2013 04:47

LAS TUMBAS

Llegó al CEMENTERIO al atardecer; si bien el ambiente en ese horario era LÚGUBRE, prefería hacerlo así, y visitar la tumba de su madre; de pronto, lo sacó de su recogimiento una catarata de gritos e imprecaciones sumamente confusas, que parecían salir de un ESCONDRIJO lejano bajo tierra.

Dirigió la vista buscando de dónde provenía aquel ruido, pero no se veía a nadie; decidió entonces comenzar a caminar hacia el origen de los gritos.

A medida que se acercaba, distinguió muy claramente una voz que sobresalía indignada y otra que respondía quedamente.

Llegó ante dos tumbas; una magnífica y la otra humilde, que solo tenía una rústica cruz; de la primera salía un torrente de reproches hacia su vecino, preguntándole como había osado colocar sus huesos cerca de personaje tan importante ,rico e influyente como era él, que había cumplido un PAPEL tan importante en la SOCIEDAD, que no estaba acostumbrado a que gente poco refinada, prescindible, lo rozara siquiera.

El habitante de la pequeña tumba le dijo que no era él quien había decidido donde lo iban a enterrar, pero como iban a compartir toda la eternidad, lo mejor era no reñir.

Un nuevo torrente de insultos salió de la tumba del poderoso, quien sintiendo que le faltaban el respeto, y acomodándose los huesos, que sonaron como una bolsa de CANICAS, se dio vuelta, convencido que al darle la espalda a su vecino demostraba su importancia, su clase, su dignidad.


Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
caizán
caizán
03-11-2013 12:23

¿Cuál fue mi mejor papel en la sociedad: de niño, con canicas;el pelafustán que utilizó el trabajo como escondrijo, o este lúgubre solterón que llevan a abrasar al cementerio?

Tigana
Tigana
01-11-2013 23:48

Abrasado por el odio a una sociedad que le dejó como herencia un futuro lúgubre, decidió acabar su vida bailando sobre las tumbas de un viejo cementerio. Guardó sus tesoros en el escondrijo de un tronco quemado: un papel en blanco y dos canicas con simbolos extraños.


Fuera de los límites de la raza canina, el libro es el mejor amigo del hombre; dentro de los límites del perro no hay suficiente luz para leer. Groucho Marx
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
01-11-2013 19:57

Y la inevitable sintetifrase, para abrir boca y ver si los palabros encajan con alguna lógica.

"En algún escondrijo una lúgubre sociedad se estaba gestando. Se atribuían como papel abrasar la podrida civilización occidental, hacer de ella un cementerio universal. Mientras, se entretenían jugando a canicas."

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
01-11-2013 19:47

Muchas gracias, querido Gregorio. Esto parece ya el Banco de la Solidaridad.
Pues amigos míos; he aquí las SIETE palabras del sermón de esta semana. Creo que son las más adecuadas para que tejamos unos relatos de miedo.

ABRASAR
CANICAS
CEMENTERIO
ESCONDRIJO
LÚGUBRE
PAPEL
SOCIEDAD.

Feliz semana a todos.

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