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VAMOS A CONTAR HISTORIAS.
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
30-10-2013 15:30

Disculpen el retraso.

Sierra,Tintero,Muerdago, Placebo,Inmigrante, Argentino, Analfabeta.

Cambio de Vida

Con cierto esfuerzo estudié y me hice Técnico Agropecuario, trabajé siempre en la Sierra en fincas y fundos ajenos, allí las cuentas se llevaban a la antigua sobre un cuaderno de gruesas tapas forradas de cuero, se escribía con pluma y tintero. Cultivaba la tierra y comía de sus frutos, me cuidaba de no acercarme a la baya del muérdago que es amarga y venenosa, además no se puede tratar con placebos la asfixia que produce. Criaba y engordaba animales que luego irían al matadero o se convertirían en padrotes de otras haciendas. Mi vida organizada y tranquila me permitió llegar hoy a los setenta años con una enorme vitalidad y decidí dejar la paz de los montes por la vida azarosa de la ciudad, un cambio en el ocaso de mi vida.

Tres días de viaje y varios autobuses me trajeron de vuelta a la capital, una ciudad en movimiento que me resultó totalmente ajena, desconocida y lo que es peor, incomprensible. Con estas ropas y la cara de asombro mirando a todos lados debo parecer un inmigrante. Una oleada de gentes se agolpa en las calles y va a un ritmo desaforado, parece que hubieran enloquecido, todos hablan solos o con las manos en las orejas, identifico diferentes tonalidades en sus voces, el típico tono uruguayo o quizás argentino, peruano, colombiano, gentes de todas partes habitan esta ciudad cosmopolita y en medio de esta algarabía mientras intento caminar entre las gentes logro escuchar retazos de conversaciones que no logro explicarme.
No tengo saldo.
Mándame un mensajito por el móvil.
Dame la dirección pongo el GPS en el celular y te alcanzo.
Se me olvido el Pasword y no pude entrar al documento.
Cariño no lo tenía apagado, se le acabo la batería.
Puedes utilizar el teclado si no tienes ratón.
Tienes un tele cajero cerca, necesito efectivo.
El documento está en el Menú de inicio.
Si está lenta pásale el antivirus.
Si se tranco resetéala.

Necesito sentarme y mirar a mi alrededor hasta lograr identificarme con este entorno tan diferente a lo que recordaba e intentar adaptarme a este ritmo y a este nuevo español que me es incomprensible, entro a una cafetería y pido un café, a mi lado alguien pide la wifi con un aparato minúsculo en las manos.
No entiendo nada, son palabras en español pero no logro entender el significado en ningún contexto que pueda imaginar.
Necesito ayuda para vivir en esta ciudad y la voy a conseguir, sigo adelante con lo que me he planteado porque a estas alturas de la vida nada me amilana, aquí vine para quedarme.

Voy directo a una biblioteca, pido un libro que me ayude a entender este nuevo entorno y explico lo que me pasa, casi con dulzura la persona que me atiende me explica que soy un analfabeta digital y me presta un libro de terminología básica

Estela
Estela
30-10-2013 05:01

DONDE ESTÁ EL PUEBLO?
Me detenía en la estación y la gente descendía, mientras otros comenzaban a subir,colocaban sus valijas y bolsos en el portaequipaje y se sentaban cómodamente.

Los niños corrían por los pasillos de un vagón en otro, y de pronto se detenían asombrados mirando como se sucedían por kilómetros y kilómetros la llanura pampeana, donde se extendía la VISTA en extensión de distancia; se hacían amigos en mis pasillos.
! Cuántas veces asistí, a los encuentros de los enamorados en la estación! ellos bajaban del tren y ellas que se habían puesto sus mejores vestidos, ABOTONADOS, con lazos, con cintas , volaban hacia sus brazos.

¡Había que ver mis camarotes! ¡Mi salón comedor! ¡No tenían nada que envidiar al mejor Hotel!
Nunca fui INFIEL a mi destino; me encantaba ver la estación cada vez que me detenía, el progreso de aquel pueblo que florecía en las cinturas de las muchachas, en el surco,en las cargas que se ESTIBABAN para llevar a otros pueblos; en los animales que pastaban mansamente en las verdes praderas; disfrutaba de ver desde mi lugar, como se engalanaba la muchachada joven para ir al baile semanal, donde venían a tocar las mejores orquestas de Buenos Aires, en el Hotel del pueblo, una garantía de excelente atención, pulcritud y diversión sana.

Cada casita tenía un precioso jardín, lleno de flores; la escuela se llenaba de voces de alegría de los niños jugando, la Iglesia era el lugar obligado de encuentro los domingos,practicaras o no el catolicismo; y la famosa "vuelta del perro"-dar vueltas y vueltas a la misma -y única- plaza .

! Uní tantas veces las enormes ciudades importantes con aquel pueblo! Serpenteando entre las vías, entre las DEPRESIONES del terreno una y otra vez, pero nunca fue rutina para mí; mi vocación de LOCOMOTORA se cumplía paso a paso, y ya pensaba en llegar a una vejez feliz y al descanso...

De pronto se cortaron todas las conexiones a ese y otros pueblos, y todo el brillo desapareció, las chacras no podían sobrevivir, los tambos quebraron, el ganado no podía pastar,los caminos se anegaron, los jóvenes emigraron, ya no hubo más gritos infantiles en la escuela, porque ya no había niños , no había maestra.

Poco a poco, ese pueblo brillante, progresista, emprendedor, se vió más y más reducido en su población, hasta que su último habitante desapareció.

Hoy duermo a la intemperie, un poquito más allá de la estación, con mis hierros oxidados, muda, inmóvil, llenando de gritos sollozantes el recuerdo...


Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
Tigana
Tigana
29-10-2013 21:05

EL NUEVO EGIPTO

El jolgorio de este nuevo Egipto es miel para mis labios. Aquí no hay depresión que valga. Me entretuve a la entrada hablando con los cantores griegos, dicen las malas lenguas que comen grillos y los atletas, saltamontes.
¡Qué graciosos son los dioses griegos! Se pasan el día subiendo y bajando, en el más allá y en el más acá. Van alocados y con la vista perdida.
Pero los que más me gustaron fueron esos nubios, altos y bellos, no me consideran una tránsfuga en su tierra.

¡Por fin te encuentro veleidosa Alea! Acepta mis presentes (y un pasado que te cuento). ¡Finas hierbas para la risa floja! Hechizos, polvos blancos que levantan lo perjudicado. O matan, si se te va la mano, lo inservible.

-¿Qué te trae al bajo Nilo?
-Huyo como alma que lleva el Astaroth -el Nargh-ile ya está listo. Fumemos y bebamos un buen té turco-. He matado por desazón.
-Cuéntame cual es tu gran picor.
-No te rías, bella diosa. Perdí la razón. Falsas promesas y un verbo que fue dicho en un mal momento.
-Abrevia.
-”Me lo prometiste” -recuerdo que le dije en horamala.
-”¿Y no te la metí en favor tuyo? ¿Qué más quieres?”

Ese fue su fin, me prometió el oro y el moro. Y es ahora mi adorada Alea cuando te entrego mi pasado, el día que maté por desazón. A modo de cuento y siendo otra yo. Mi nombre fue Aisha y te presento un salto en el tiempo, un mal viaje.

Mientras removía el caldero lleno de vaca y cordero, Aisha, pensaba que su cara era atractiva, sabía que sus piernas y su cintura estaban bien cimbreadas, que sus pechos aún se mantenían enhiestos y sus pezones desafiantes, como al infiel le gustaban.
En el momento que el guiso comenzó a hervir, lo sazonó con mejorana y romero. Añadió tres dientes de ajo, para ahuyentar el mal de ojo que pesaba sobre su adorada Dayree. Rápidamente limó sus preciadas uñas, para que el polvo cayera dentro de la olla. Echó un pellizco grande de sal marina, para evitar influencias malignas; y cuando el hervor rompió a borbotones añadió los tres pelos del cabello del infiel conseguidos durante la larga noche de sexo que acababa de tener con él. Noche nauseabunda pero necesaria. Al mismo tiempo que removía el guiso recitaba el hechizo que Dayree le había preparado para tal ocasión:
“Con este preciado guiso, perro infiel, quedarás prendido de mis encantos, serás un títere en mis manos”.
Tres veces fue dicho el encantamiento. Cada vez más alto. Más rápido.
-¿Qué murmuras? -preguntó una voz llena de cazalla agriada desde la alcoba.
-Nada, cantaba -respondió rápidamente Aisha-. Tu almuerzo está listo. Ven antes de que se enfríe.
-Yo que he sido adorada -volvió a murmurar Aisha- y servida por los príncipes almohades. Saciada con sus lisonjas y acariciada por las más bellas mujeres de la costa tunecina, me veo obligada ahora, a saciar las sucias necesidades de estos maleducados cristianos. Solo piensan en descargar entre mis piernas sus pestilentes humores.

-¡Vete, perra mora! -replica el caballero castellano, apareciendo en el dintel de la puerta mientras abotonaba su camisola- ¡Vuelve mañana!

Horas después, a solas, Aisha se preparó la gran pipa con cannabis e infusión de hierbabuena que estiba el alma y, esperó la llegada de Dayiree. Se deslizó el kaftán por la cabeza y dispuso el balde lleno de agua de azahar para lavarse y quitarse el asco del cuerpo.
-Estos cristianos están llenos de liendres.

Todas las noches organizaba Aisha el escenario para su dulce Dayree. Escenario que le devolvía su pasado esplendor. Volvían las amantes caricias a llenar de gozo su alma. Volvían a su cuerpo los perfumes húmedos y profundos.

Me voy volada, bella Alea. Quédate con la cachimba y contéstame de buen grado:

-¿Fue tan grande mi pecado?

Nota: me he tomado la licencia de colocar botones en aquella época, pero meter una locomora me pareció excesivo.


Fuera de los límites de la raza canina, el libro es el mejor amigo del hombre; dentro de los límites del perro no hay suficiente luz para leer. Groucho Marx
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
29-10-2013 20:25

HACIA EL FRENTE DEL ESTE.

De nada nos servía abotonarnos los abrigos hasta el cuello. En el fondo de aquella depresión el frío era intensísimo y la humedad insoportable. Estaríamos probablemente en uno de los pequeños valles a través de los cuales el gran río era alimentado por una infinidad de pequeños afluentes. Una especie de Venecia en la tundra. La noche nos amenazaba con nuevos peligros, anunciados ya por los aullidos de las fieras y el ulular cada vez más intenso del viento, de aquel temible viento, especie de cuchillo de hielo que cortaba cualquier vestigio de vida en los seres de sangre cálida.

Allí, temblorosos y acobardados, hacinados unos sobre otros, estábamos los pocos supervivientes del descarrilamiento. Nuestro tren, en el que viajábamos las escasas tropas de refuerzo que el Alto Mando pudo agrupar para trasladar al frente Este en socorro de las que habían sido cercadas y casi aniquiladas por el enemigo, se había precipitado fuera de las vías; la locomotora había colisionado con un tronco de abedul que el viento, o un sabotaje enemigo, había derribado y las había obstruído transversalmente.

Todos los vagones en los que dormitábamos los componentes del batallón de refuerzo con el avituallamiento de armas, munición y víveres, además del armamento ligero de morteros y ametralladoras, rodó por la pendiente que llevaba al río. Arrastró en su caída el arbolado de la ribera hasta que, finalmente, se detuvo en el cauce de la pequeña corriente. No sabíamos en qué punto exacto del recorrido nos encontrábamos; sólo se oían, en la desvanecida luz del atardecer, gritos de los heridos y las voces y los silbatos de los mandos que trataban de agrupar a los soldados y evaluar la situación. Pero aquella tropa, desmoralizada y agotada después de tantas duras jornadas de batalla, eligió dispersarse. Se oyeron algunos disparos de pistola, incluso alguna ráfaga de fusil ligero. Después el silencio, el terrible silencio de la tundra.

Alguno de los allí agrupados, de la misma sección, sugirió amontonar todo el carrizo que pudiésemos para refugiarnos bajo los haces y tratar de pasar allí la noche, protegidos del frío por las cañas y nuestro propio calor. Al mismo tiempo quedaríamos ocultos a la vista de posibles patrullas de reconocimiento que pudieran organizarse. Nos alejamos cuanto pudimos a lo largo del cauce para distanciarnos del lugar de la catástrofe. Ahora éramos transfugas, desertores, carne de fusilamiento sin juicio.

El sol estaba a punto de ocultarse; era el final de aquel bellísimo ocaso en la estepa, con un cromatismo sólo posible en tales latitudes. Lucían ya algunas estrellas y la coloración del cielo iba desde el tenue azul inmediato al horizonte del ocaso hasta el azul profundo, casi negro, que marcaba el lugar del próximo orto. Pronto los hombres, agotados, amontonados, envueltos en las cálidas cañas del carrizo, fueron quedando dormidos. Yo, en mi calidad de oficial, aunque ya sin mando efectivo, preferí quedar de guardia. Nuestro olor era intenso y el olfato de las fieras muy fino. Yo sabía cómo alejarlas.

Medité; conseguí apaciguar mi espíritu ayudado por la noche y me dejé transportar a otros mundos más limpios, más etéreos. Mundos que no se veían desequilibrados por las imperfectas estibas de sus cargas de injusticia, desigualdad y ambiciones. Mundos en los que el concepto de infiel no estuviese vinculado a dogmas dictados por los hombres que detentasen el poder, sino por la aceptación serena y equilibrada de éticas basadas en la racionalidad. Un mundo ético; esa era la utopía. Y esa utopía estaba muy alejada del frente de guerra y de los seres humanos embrutecidos que allí combatíamos. Pero no podía explicar a mis compañeros que el enemigo no estaba tras de las alambradas, sino en aquellos que, de modo absurdo, nos enviaban a la muerte para proteger intereses que no eran los suyos ni los nuestros. Eso era causa de fusilamiento ejemplar.

Pero ahora era la noche. Era muy improbable que enviasen a localizarnos. Ahora tocaba un poco de paz efímera. Quizás mañana, con el nuevo sol, solos en medio de aquella naturaleza casi virgen. Quizás, en un pequeño pueblo, junto a gentes pacíficas, podríamos construir la utopía. Quizás.

Tigana
Tigana
28-10-2013 23:56

Mientras abotono mi camisa, caígo en una depresión profunda. Poso mi vista en el infiel dormido. Me puede mi sangre mora, me late el corazón enamorado como una locomotora de vapor. Si no consigo poner en orden y a salvo la estiba de mis sentimientos seré una tránsfuga de mi raza.


Fuera de los límites de la raza canina, el libro es el mejor amigo del hombre; dentro de los límites del perro no hay suficiente luz para leer. Groucho Marx
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
28-10-2013 15:15

SOY SU OBJETO DE DESEO

Aquí viene otra vez, a poner sus manos sobre mi cuerpo abandonado. Es tan INFIEL que a veces pienso que me utiliza cuando no tiene en quién descargar sus ansias, sus sentimientos, cuando no tiene dónde vaciar ese peso que se le vuelve insoportable y me pone loca como una LOCOMOTORA.

Al principio estaba conmigo más tiempo. Disfrutaba más mi contacto y al verme se notaba en sus gestos, en sus ojos y en la emoción que lo invadía cuando extendía su VISTA por mi cuerpo y sabía que podía tenerme solo para él.

Hoy llueve mucho, como aquel día en que me vio por primera vez. La lluvia ha estado presente muchas veces desde el principio. Precisamente, empezamos a estar juntos cuando un día de torrencial lluvia, después de ABOTONAR su abrigo, salió de la tienda y me subió a su coche para evitar que me mojara y me llevó hasta su casa. Ese día pasó toda la tarde conmigo y disfrutamos mucho los dos. Yo era virgen, nadie me había tocado y creo que para él fui la primera, no tenía experiencia, no sabía cómo empezar. A esa tarde siguieron muchas más, e incluso noches casi enteras sin necesidad de buscar pretextos.

Pero el tiempo no perdona y se ha convertido en un TRÁNSFUGA. Huye de mí y en varias ocasiones me ha cambiado por alguna más joven, moderna, quizá mejor preparada que yo. Por momentos siento que se va a deshacer de mí, para meter a otra en mi lugar, pero nunca lo hace quizá por remordimiento, y estoy al borde de la DEPRESIÓN.

Cuando regresa a mí, me toma en sus manos, me deposita suavemente y pasa sus dedos por mi cuerpo, como si limpiara el abandono, me mira con emoción, a veces con miedo, me desnuda, coloca una sábana blanca sobre mi cuerpo y sus dedos comienzan a recorrerme. El mundo externo se olvida, se disuelve, sólo existimos él y yo. Disfrutamos del momento, nuestro momento, y nuevamente me vuelvo a sentir útil, existo, la vida me recorre y se me renueva.

Sus historias se vuelven mías, me apodero de sus pensamientos, de sus manos, me vuelvo el vehículo de su expresión, y a través de mí toman forma sus ideas. Soy su yo manifestado, plasmado en la realidad.

Dejo de sentirme objeto para sentirme viva, dejo mi quietud permanente para moverme al ritmo que sus manos me marcan, vibro al contacto de su piel y me olvido de que soy una simple máquina de escribir antigua.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Eratalia
Eratalia
26-10-2013 23:21

Se sentía un tránsfuga infiel. Su vida iba como una locomotora y él era incapaz de estibar sus pensamientos para que cupiesen, ordenados, en su cerebro.
A la vista está —pensó mientras abotonaba el cuello de su camisa— que debo poner remedio antes de que me hunda en una terrible depresión.


Con rimas y a lo loco
caizán
caizán
26-10-2013 13:37

La depresión es una locomotora tránsfuga e infiel; no se deja abotonar, ni eliminar con estiba. Jamás está a la vista.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
26-10-2013 04:02

El tránsfuga, siempre infiel, abotona el dinero extra en la cartera, por hacer la vista gorda de la estiba en la locomotora, sin permitirse depresión alguna.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
26-10-2013 00:23

Mi sintetifrase, poco sintética, pero es lo que hay:

No fue la vista de aquel ayudante infiel y tránsfuga la causa de su depresión. El recuerdo de aquella locomotora descarrilada por su carga de carbón mal estibada, y su obesidad, que le impedía abotonarse el uniforme lo llevaron a esa cruel enfermedad.

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