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Estela
Estela
06-07-2012 15:48
EL CANGREJITO ALCIDES


Mamá Cangrejo observó asombrada a su hijo, , muy enojada, y le preguntó , que era lo que estaba haciendo.

Alcides le dijo que quería explorar.

¿Explorar?¿y por qué,para hacerlo estás caminando hacia adelante? !Eso se aparta de las normas!

Alcides comenzó a llorar, y le dijo si no lo iba a querer mas.

-!Por supuesto que no voy a dejar de quererte ! pero te repito, que no puedes apartarte de las normas.

-Mamá...¿y si negociamos y camino ,aunque mas no sea, de costado?

- !No negociaremos nada! ¡Tú tienes que caminar como todos los cangrejos caminan, desde que el mundo es mundo!.

-!Pero, mamá! ¿No te das cuenta que soy un cangrejito especial? ¿No querés dar una vuelta de manzana conmigo, caminando hacia adelante? Eheeeééé?

Mamá Cangreja lo castigó,lo mandó sin cenar a su cuarto, pero no pudo pegar un ojo.Se preguntaba de donde habría sacado esa locura su hijo; su marido estaba profundamente dormido y ella quería compartir su preocupación con él, pero no logró despertarlo.

En tanto, Alcides tampoco dormía, diciéndose:

- ¿Por qué no puedo caminar hacia adelante? Claro que... si a alguien que caminó siempre hacia adelante, se le ocurriese caminar hacia atrás, seguro que dirían que está loco.

Estaba triste y preocupado, pero de pronto, se acordó de Daniel, un nene amigo suyo, que siempre había estado empeñado, en contar cuantas baldosas había, en la manzana de su casa, y los adultos le decían que era más fácil con una calculadora.

Daniel le había dicho, que los adultos no entienden nada, que no se acuerdan casi nunca de cuando fueron niños, así que él las había contado igual,una por una, sin calculadora,!y lo había logrado!

Alcides se bajó de su camita, y comenzó a recorrer su habitación, luego el jardín, obviamente caminando hacia adelante. ¡Lo iba a hacer, si no le habían permitido ni negociar!

No obstante, el cangrejito se dió cuenta que caminar hacia atrás, también tenía sus ventajas,porque obtenía una visión mucho mas amplia del mundo -la mirada macro sí es importante-, así que decidió, que iba a caminar hacia adelante, hacia atrás !y de costado también!

Y pensó, que cuando él fuera padre, no se asombraría de cualquier prueba o investigación, que quisieran llevar a cabo sus hijos

Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
Observador
Observador
04-07-2012 20:07
CELADAS



Celada: Engaño o fraude dispuesto con artificio o disimulo.



El Alcalde sobrevolaba en helicóptero la ciudad para supervisar las obras de tráfico. Muchas calles adyacentes y accesos a la vía principal de circulación habían sido cortados. El político observaba el lento avance de las capsulitas de colores en una hilera ordenada e interminable. De repente, sus ojos se fijaron en un glóbulo rebelde, que tomaba un camino prohibido para escapar del cadencioso fluir de la arteria principal. Una breve sonrisa se dibujó en sus labios cuando vio que un obstáculo le impedía continuar y tenía que regresar a la fila con los demás.
Entonces el Alcalde recordó su época de estudiante. Le vino a la memoria un experimento que hizo un científico con unas ratas. Consistía en introducir a los animales en un laberinto para que memorizaran un camino determinado. Para ello, instaló unos dispositivos eléctricos en todos los pasillos, salvo en la calle por donde quería que circularan. Cada vez que se desviaban de este camino, sufrían una pequeña descarga eléctrica. Cuando conseguían llegar al final del pasillo elegido, obtenían una recompensa. El maquiavélico científico les hacía pasar una y otra vez por el laberinto hasta conseguir que las ratas recorrieran sin equivocarse el camino correcto.
El Alcalde encendió la radio del helicóptero y dio instrucciones precisas a la Policía Municipal de cortar otras calles adyacentes e incrementar la vigilancia para evitar que los conductores infringieran las normas de tráfico.
Entretanto, el Presidente del partido político, donde militaba el Alcalde, mantenía una dura disputa con la máquina de ajedrez. La partida estaba muy igualada y llevaba varios minutos atascado y sin saber qué pieza mover. El político comparaba este juego con la vida misma. Para él, vivir era como disputar una interminable partida de ajedrez, donde tienes que estar constantemente sorteando obstáculos y tomando decisiones en un período limitado de tiempo.
De todas las piezas, la única que le sacaba de quicio era el caballo; la comparaba con la actitud voluble de algunos políticos, como por ejemplo el Alcalde, que nunca se sabía de qué parte estaba, porque no mostraba sus intenciones con claridad: un paso para adelante o para atrás, salto, dos casillas a la derecha o hacia la izquierda; o bien... En definitiva, sus movimientos le parecían desconcertantes. Aunque tenía que reconocer que, en ocasiones, esa ambigüedad le había servido para encauzar más de una partida.
De pronto, se le ocurrió hacer una jugada, que en un principio le pareció disparatada, pero después consideró que, si la máquina respondía como él esperaba, le podría dar una ventaja definitiva sobre el rival.
Contraviniendo sus costumbres conservadoras, tomó con firmeza uno de los caballos, el que hasta el momento le había dado más victorias parciales durante la partida, y lo entregó con decisión al ejército enemigo.

caizán
caizán
02-07-2012 01:16
EL RASTREADOR
Casi todas las provincias argentinas tienen un lugar común: LA SOLEDAD DE SUS CAMPOS. Grandes extensiones donde no vive casi nadie. Santa Cruz es el epígono, hasta no hace mucho, tenía un habitante por kilometro cuadrado. NADIE.
Los que viven en esas soledades son poco dados a exteriorizar sus sentimientos, sus pensamientos. Son parcos y sentenciosos, sobre todo son certeros definiendo personas o hechos y tienen muy alto los valores que “un hombre debe tener”.
En tiempos pretéritos, cuando en las estancias se hacía muy poca tarea con equipos mecánicos, el número de personal conchabado era grande y cuando llovía se juntaban en la matera, alrededor de un fuego, donde había una pava con agua caliente y un mate de porongo grande, que circulaba por toda la rueda de mano en mano, hasta llegar de nuevo al cebador; éste era siempre el más experto en hacer rendir a la yerba su máximo sabor, sin revolver la bombilla dentro del mate. Los cebadores y los asadores, son poco afectos a trasmitir su sabiduría.
Hacía casi una semana que no paraba de llover, los bajos de la pampa estaban anegados por el agua y las nubes habían tapado el cielo. En la matera la rueda era grande, todos se conocían menos uno que había llegado dos días, a pie, embarrado, empapado y recién hoy tuvo sus pilchas secas para compartir la reunión, mientras atardecía.
Los más comedidos le preguntaron ¿Qué le había pasado? Y él contó que venía de lejos, con su caballo y en un bajío se quebró una mano y lo tuvo que “despenar” con la única arma que tenía: su facón.
Alguien dijo:--La pucha, compadre, fea muerte la del animal.
--Y. sí –respondió.
¿Y cuál es su nombre, mocito? –preguntó otro.
--Lisandro. Para servirles.
En respuesta, todos los presentes dijeron sus nombres y Don Zacarías preguntó:-- ¿Y, qué lo trajo para estos lados o estaba de paso?
--Tenía noticias que la romería de este pueblo es muy concurrida.
--¿Por mujeres? – preguntó el capataz, Don Soriano-
--¡Y. sí!
--¡Ajá! Viene bien rumbeao, no le han mentido. Espero que tenga unos pesos para invitar, porque pinta no le falta. Seguro, algo va a conseguir. --¿Se piensa quedar mucho tiempo?
--Lo que dure la romería, a lo mejor un día más. Tendré que conseguir un caballo para irme.
Aja –Dijo el capataz. Y Don Zacarías. Agregó:--¡Pájaro que comió!…
La risa fue total. Leandro pidió silencio y agregó:--Parece que viene alguien. --Se levantó y fue hasta la puerta—Si, es un jinete—concluyó. Unos cuantos se levantaron para ver quien llegaba, en días así no eran comunes las visitas, y esta era la segunda, en poco tiempo.
El recién llegado se apeó, ató el caballo al palenque y saludó, sacándose el chambergo:--Buenas y santas, quisiera compartir su techo para secarme un poco, si se puede.
El capataz, desde la puerta le dio la bienvenida:--Pase nomás paisano, saquesé el poncho y póngalo a secar junto al fuego y acompáñenos con un mate, si gusta
--¡No me ha de gustar! El cuerpo me pide algo caliente, hace dos días que vengo viajando y siempre bajo agua. Se agradece un rescoldo y un mate y después hacemos circular el porrón por la rueda (era una botella de ginebra). ---Mientras esto decía, se fue quitando el poncho, debajo estaba el porrón aludido y fue entrando en la matera. Había poca luz, anochecía y no se distinguían bien las caras. El recién llegado se presentó ante todos, diciendo:--Buenas noches a todos. Mi nombre es: Tiburcio Padilla, para servirlos. Agradezco la buena voluntad de dejarme participar de la reunión. —Inmediatamente, le arrimaron un tocón para sentarse y el cebador empezó la rueda con él. Don Zacarías, como más viejo, preguntó:-- ¿Viene a la romería?
--No, ya no estoy para fandangos. Me traen otras cosas.
--Ajá-- dijo el capataz—Tiene que ser algo gordo, porque con este tiempo, nadie sale a pasear. Arrímese al fuego así se le secan las pilchas.
--Gracias, Don…
--Braulio—dijo el capataz.
--Braulio—remató Toribio, mientras se arrimaba al fuego y se frotaba las manos para secarlas—Tiene razón, era algo gordo, que se convirtió en grave, por esas vueltas de la vida.Todos se callaron, esperando que el recién llegado se animara a contar, lo noche era propicia para oír historias. Estaban expectantes esperando que Toribio se animara a contar su problema grave, el único sonido lo producía la bombilla o la chupada final del último en la rueda. El paisano es respetuoso, jamás va a provocar, a incitar a alguien, que tiene un problema, a contar. Si le nace y lo cuenta, bien. Si no, se queda callado, respetando al otro en su mismidad.
Toribio amagó a quitarse las botas, antes de hacerlo miró al capataz y le pidió permiso:-- ¿Puedo, no le molesta?
--Meta. Para nada. Si se queda con los pies mojados. Se va a agarrar un enfriamiento. —Asintieron todos. Los ladinos querían oír su historia y se congraciaban con el posible narrador. Se quitó las botas y arrimó los pies al fuego, para que se secaran; sacó un atado de pitillos y lo tiró a las llamas, estaba mojado. Inmediatamente, aparecieron paquetes en todas las manos, el hombre eligió y encendió el cigarrillo con una ramita, parsimoniosamente. Echó una voluta de humo que sobrevoló sobre los presentes, silenciosos, cómo esperando el sermón del cura.
Empezó, hablando en voz baja, como meditando –El de rastreador no es un oficio, es un don. Se tiene o no. El que lo tiene, lo debe ejercer; la comunidad se lo exige, como el que tiene don de curar. Al rastreador lo convoca casi siempre el comisario o el juez de paz para buscar algún indino, ladrón o asesino, que huyó. Toribio Padilla tiene ese don, pero es humano y cometió el error de des oír los consejos de sus antecesores: no hay que acollararse (*) —el mate había dejado de circular, todos estaban pendientes de sus palabras –Falté de casa más de un mes, llegué en medio de esta tormenta; cuando empezó, truenos, rayos, agua; venía al paso para que el animal no tropezara en algún pozo. Al bajarme, sentí un revuelo en la casa y, no más entré me di cuenta que algo pasaba, sobre la mesa había dos bultos de ropa; uno de mujer, otro de hombre. No era ropa mía. Mi mujer, Adelaida, tenía puesto un poncho pampa, para protegerse del agua. Estaba asombrada y asustada. No me esperaba. El juez le había dicho que andaba por el norte de Santa Fe y volvería dentro de un mes. Mientras me decía esto, se escuchó un caballo que partía al galope, me asomé a la puerta y vi un jinete que se llevaba a mi ruano, en pelo. Dándome vuelta, le dije: ---Parce que te has quedao sin galán—Se largó a llorar; las mujeres son flojas de ojos si las agarrás en un renuncio —Ahora te ensillo al manso que vos montas, y te vas.
--Toribio, yo...
--¡Y te vas!-- La paré en seco. Amagó a acercarse, me di vuelta y me fui a ensillar su caballo. Ella había decidido, yo también. Cuando volví, seguía llorando y me cuenta que el galán se fue con toda la plata nuestra--¿Toda? – Me dijo que sí. Era mucha. Eran varios años de ahorros.
Y la maté.
Fui a verlo al Juez, le conté y no me dejó seguir, me interrumpió diciendo:--Hace rato que esperaba algo así, sos falible como todo hombre. Arreglalo. Dentro de unos días venis y te hago un acta de abandono. No merecés terminar en la cárcel. Si hubiera para tontos, te merecerías perpetua. Arreglalo y volvé. A mi no me dijiste nada, hablaré con el comisario, para ponerlo en autos.
Lo arreglé. Hicimos el acta y salí a buscar al que me había robado la plata y el caballo. No se me podía escapar. Al caballo lo encontré, degoyao, ¡pobre animal! Y al jinete lo seguí hasta acá. Está por allá, en el fondo, en lo más oscuro. Si me permite, don Braulio, quiero conversar con él, afuera, de hombre a hombre, para que me diga que hizo con mi plata. Acepto ser cornudo, imbécil no. Usted dirá.
--Toribio, es su derecho. Aquí nadie se lo va a prohibir. Tiene mi permiso y el de toda la peonada—hubo un asentimiento general, que remató Toribio, diciendo:
--¿Qué me dice, mocito. Me acompaña afuera, para hablar de hombre a hombre?
Lisandro no hablaba ni se movía. La rueda se disgregó y quedaron frente a frente, a la distancia, Toribio se dio vuelta para salir de la matera, más atrás salió Lisandro. Los demás se volvieron a sentar, en silencio, volvió la ronda del mate.
Al rato, se oyó un grito. Nadie se movió, se detuvo la rueda del mate. Todos miraban la puerta. Apareció Toribio, se acercó al capataz y le agradeció su actitud.
--¿Está finau?
--No. Es un mandria (*). No vale la pena. Uno no debe dejar que le “hirva” la sangre. Me devolvió toda la plata. Para que se acuerde de mi, le hice la risa perpetua (*) – Tomó el mate que le daban y se sentó en el tocón. Ante el respeto de todos.
GLOSARIO:
(*) la risa perpetua: Es un corte hecho en la cara, el cuchillo corta desde la comisura de los labios, toda la mejilla, hasta la altura de la oreja . El corte afecta los músculos faciales y la herida se convierte en prolongación de la boca, al formar dos labios quelatosos, parece que se está riendo.
(*) ver google
JSM





Observador
Observador
18-06-2012 18:53
LIMPIEZA




Mientras la ciudad duerme, la noche extiende su manto de penumbra para albergar los misterios más recónditos.


Un camión de la basura recorre de madrugada las calles, esparciendo su fétido aliento en el ambiente. Los tres operarios bajan del vehículo y se dirigen a la carrera hacia los cubos. Algunos transeúntes, que pasan en ese momento por allí, se apartan del lugar, con gestos de asco, para que el nauseabundo olor no les alcance.
Aunque llevan bastantes años haciendo el mismo trabajo, los empleados del servicio de limpiezas no terminan de acostumbrarse; a nadie le gusta que le miren como si fuera un apestado y el olor de la basura se queda pegado a la piel como una lapa. Pero es lo que hay; alguien tiene que hacer el trabajo sucio.
Ruge el camión a su paso por las calles y los operarios continúan realizando su labor con eficacia. Al llegar a la calle de la Montera el vehículo se detiene. Los tres hombres hacen un alto en el camino, se quitan los guantes y comparten un paquete de tabaco. “La Charini” se levanta de un banco somnolienta y se acerca a ellos con una sonrisa amistosa, dejando al descubierto su boca desdentada.


-Eh, guapos… ¿me dais un “sigarrito”?
-Vaya, si ha venido a vernos nuestra princesa.
-Déjate de coñas, que esta noche no tengo el “chichi” “pa” farolillos.


Entre risas y vaciles los empleados agotan su breve descanso. Uno de los hombres se vuelve a poner los guantes, mira a ambos lados de la calle y comprueba que permanece desierta. El aire está viciado y a “la Charini” le da un ataque de tos que parece no tener fin. Mientras, los operarios golpean los cubos con violencia y echan los restos a la trituradora, provocando un estruendo que ahoga la tos de la mujer. El camión arranca y continúa su camino.
La noche avanza como un testigo mudo e imperturbable. El vehículo se detiene en un callejón sin salida. Un mendigo duerme en un banco, ajeno a los ruidos que lo rodean. El indigente tiembla de frío. Uno de los operarios entra en la cabina del camión, coge una manta y cubre el cuerpo del hombre con ella. Al mendigo le da un ataque de asma y comienza a respirar con dificultad. Los empleados de la limpieza continúan haciendo su rutinario trabajo sin inmutarse, agitan los cubos con violencia y echan los restos a la trituradora.
Vertedero de Valdemingómez: final de trayecto. En este cementerio de la basura la ciudad acumula en montones interminables, como en un holocausto, sus despojos.
Uno de los empleados deja a sus dos compañeros vaciando de residuos el camión, y se aleja del vertedero para hacer una llamada desde el móvil.


-La operación ya se ha puesto en marcha.
-Bien, ¿cuántos?
-Hemos empezado con dos.
-Va a ser necesario que aumentéis el número cada noche. Sólo nos quedan tres meses. Dentro de unas horas recibiréis instrucciones más precisas. La ciudad tiene que quedar limpia para la próxima visita de los miembros del Comité Olímpico. Hay mucha pasta en juego. Madrid tiene que salir elegida para organizar la próxima olimpiada.


Mientras la ciudad duerme, la noche esconde tras su manto de penumbra las cloacas de sus entrañas.
Ana
Ana
06-06-2012 15:03
Lo había escrito para El Taller, pero creo que no cumple la consigna, así que lo dejo acá.

LA PILETA

Nada más triste para un padre o una madre que no poder satisfacer el deseo de un hijo cuando no lo considera pretencioso, y además lo encuentra justo. Sobre todo si ve que otros lo logran por tener un mejor pasar.
Vivíamos, por haberla heredado de mi padre, en una casa de un barrio de clase media, levantada con su propio esfuerzo en un tiempo en el que todavía un obrero municipal podía acceder a la compra de un terreno. En ella crecí, y después lo hicieron mis hijos, mientras la casa envejecía rodeada por otras que se renovaban, cambiaban la fachada, o eran reemplazas por edificios más modernos. El barrio tomaba aspecto residencial, mientras nosotros, a duras penas, lográbamos mantener nuestro hogar en pie arreglando un poco acá y otro poco allá. La brecha se hacía tan visible que casi nunca podíamos cruzarla y quedábamos excluidos, tal vez de gustos insignificantes frente a otros que lo estaban pasando mucho peor, pero esas eran las privaciones que nos tocaba sufrir en carne propia.

Era verano; mi hija tendría unos cinco años y deseaba tener una pileta como los otros chicos del barrio. Había una en la casa de al lado, y mi vecina le había dicho que podía ir cuando quisiera, pero la mayoría de las veces volvía arrastrando el toallón desilusionada porque la puerta no se abría para ella aunque se cansara de tocar el timbre o llamar a los gritos desde la vereda.
—Es que están todos en la terraza y no te escuchan, con tanto ruido que hacen— le aseguraba yo para consolarla, y llenaba un balde con agua para que jugara con un barquito.
Eran los años de la dictadura militar, buenos solo para unos pocos, y nosotros no entrábamos en esa lista. En nuestro apretado presupuesto familiar la idea de comprar una pileta no encontraba lugar ni siquiera en el rubro de los sueños.

Contra toda lógica, me puse en campaña para lograrlo. Pregunté por acá y por allá. De algún lado iba a tener que salir la pileta que mi hija quería con tanto empeño. Y una mañana de ese mismo verano, por fin, se hizo el milagro: una tía nos avisó que tenía una, de lona, para regalarnos. Hacía varios años que no la usaban, estaba guardada y le ocupaba mucho espacio, así que sin pensarlo ni un minuto fuimos a buscarla y en un rato la teníamos armada y la pusimos a llenar.
—Esperá que el sol entibie un poco el agua— le recomendé a mi hija, y me preparé unos mates disfrutando por anticipado del “estreno”.
— ¡Tenemos una pileta! ¡Tenemos una pileta!— gritaba mi hija, feliz, para quienes quisieran escucharla, mientras mi vecina se asomaba por sobre la pared de la terraza para comprobar que era cierto.
En cuanto le di permiso se zambulló. Con una intensidad desconocida, yo sentía que el mundo era tan bello como ese cielo azul sin una sola nube que nos acompañaba desde arriba.
— ¡Mirá mami! ¡Mirá como nado!— me decía mientras iba de un lado al otro impulsándose con los pies, y las dos nos reíamos.

De pronto se escucha un crujido. Después otro. La lona, reseca por tanto tiempo sin uso, se empieza a abrir por todos lados. El agua sale a borbotones. Imposible frenarla. Se escapa, desaparece por la rejilla mientras el corazón de la madre se escurre junto con ella y va quedando vacío, como la pileta

— ¡Que hacemos, mamá, que hacemos!— me pregunta mi hija, los ojos angustiados clavados en los míos.
Y yo, la super mamá que siempre lo resuelve todo; la misma que acaba de comprender que no existen soluciones frente a la certeza de lo irreparable, juntando la nada que me queda para armar un adulto parado frente a un chico que espera una respuesta, le digo con un convencimiento que no entiendo de dónde me sale; le digo como si realmente creyera posible lo que me estoy escuchando decir:
—No te preocupes, hija. No te preocupes, que mañana bien tempranito compramos pegamento y la emparchamos.

Estela
Estela
04-06-2012 06:30
LA REUNIÓN DE LAS CEBRAS

Había un enorme movimiento en las sabanas, y manadas de cebras de Sudán, Etiopía, Kenia, Somalia, Namibia, iban llegando al lugar pautado para la reunión, el Parque Nacional Serengueti en Tanzania; lo habían elegido por su gran extensión, para que todos pudieran reunirse allí.

Los niños miraban asombrados porque nunca habían visto tantas cebras juntas; no entendían a qué se debía semejante alboroto, y aunque preguntaban a sus hermanos adolescentes
–que se daban aires de importancia , dado que también iban a intervenir en el encuentro-, no lograban sacarles una sola palabra, y cuando se dignaban contestarles les decían que eran muy chicos y no tenían mundo, y que por lo tanto no iban a entender nada.

Si se extendía la vista en distancia, solo se veía que seguían llegando cebras desde los cuatro puntos cardinales.

Se reunían en pequeños grupos intercambiando opiniones, y recibían alborozados a las nuevas manadas que llegaban sin cesar; ya estaba fijada la fecha para la reunión, para la que sólo faltaban dos días; todo el mundo corría a fin de organizarla lo mejor posible.

Fabinyam estaba armando el listado de oradores, dándoles prioridad a quienes tenían mas experiencia, pero sin dejar de lado a los jóvenes; todas las opiniones eran valiosas, dado que era un tema importantísimo el que iban a tratar, un tema largamente reflexionado que primero nació en comentarios de los círculos familiares, después se extendió a manadas mas grandes, luego fue comunicándose entre los grupos, y ahora se había llegado a esta reunión donde era ya incontable el número de cebras presentes en el lugar.

Mientras esperaban que llegara la fecha, Cherima, una de las más respetadas mujeres de la comunidad, había invitado a su casa a otras madres de familia, que acudieron presurosas.

Hacía varias horas que Khelike, Madjiguene, Aken, Nehanda y Onyejiuwa, se ponían al día sobre las últimas noticias sociales, casamientos, nacimientos, viajes y otras novedades; en tanto, las jovencitas Pukhazi, Soukeyna, Wandja, y Adidjaly, que hacía mucho no se veían, miraban con ojos lánguidos a los jóvenes machos, intentando llamar su atención; especial atención les merecían Chimbetu, Harifidy, Oluseyi y Wôlo.

Llegó finalmente la noche anterior a la del día fijado, y se reunieron en grupo para ultimar los detalles; con Fabinyam, colaboraba Chanyerai, y sus dos hijos Bombaashe y Kassounm; una vez organizado formalmente el encuentro, se retiraron a descansar.

Amaneció y comenzó a transcurrir el día; y llegó la hora acordada para dar comienzo a la reunión; Fabinyam y Chanjerai dieron lectura a la Orden del Día del tema a tratar, y comunicaron el listado de oradores; por una razón lógica, dado la enorme cantidad de cebras que se habían reunido, se decidió que hablaran Kayode (Nigeria), Kuziva (Zimbabwe), Ndiaga (Senegal) Kayode(Nigeria) y Ndifor (Camerún).
Manifestó Kayode: - de esta reunión debe salir la decisión que nos permita el resarcimiento de todo el daño que nos han hecho durante tanto tiempo.

Ndifor apoyando las palabras dichas por su compañero acotó: - efectivamente, como todos Uds. saben, hace más de siglo y medio que venimos sufriendo este atropello.

Agregó Kusiva:
-Así es, constituye una falta de respeto sin precedentes, y lo peor es que a ellos les parece natural y que no están haciendo ningún daño. ¡pero bien que han sacado provecho gracias a nosotros, sin tenernos en cuenta en lo mas mínimo!

Se acercaron Ndiaga y Thabo al micrófono,para invitar a Kassoum y a Macadou, los abogados, a fin de que les comunicaran qué habían decidido respecto a la posibilidad de interponer demanda por daños y perjuicios, para el resarcimiento.

Fue Macadou quien dijo:
-Iniciaremos una demanda, para que desde el año 1834 y hasta la fecha nos indemnicen hasta el último centavo, con intereses acrtualizados, por este robo que nos han hecho los humanos; obviamente serán sus descendientes, quienes deberán hacerse cargo de este resarcimiento.

¡Y luego se irritan los hombres cuando alguien los plagia!

¡Nuestra paciencia se ha agotado, señores!

¡Mas de 150 años utilizando los pasos de cebra en todas las esquinas de las calles pavimentadas y hasta la fecha no hemos visto un centavo!

Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
 Castelo
Castelo
03-06-2012 22:51



INSTINTO Y PREMONICIÓN




Agarrado al volante del coche, sin más paisaje que el auto que me precede, observo, intentando mantener la poca calma que me queda ya. Comienzo a sudar. No es el calor, tengo el aire acondicionado puesto, con su monótono run-run. Es la angustia. La angustia de la insoportable quietud. Llevamos parados mucho tiempo, avanzando cada diez minutos poco más de tres metros. El atasco parece no tener fin.
Mis nervios flojean, dejando paso al inevitable instinto. Éste me empuja a salir.


Como en una ciega reacción temperamental, sin pensar, con la adrenalina a flor de piel, bajo del coche y me subo a su techo. Oteo el horizonte y no veo más que una inerte masa de vehículos encendidos, parados, expectantes; prácticamente moribundos.


Esta nueva óptica me empuja a caminar. Lo hago sobre los coches, saltando de techo a capó y de capó a techo, rápido y hacia delante. Mientras avanzo, los demás conductores me insultan y me gritan. No es por pisar sus coches. No, eso es la excusa. En realidad me insultan por avanzar, por salirme de la norma del atasco. Tampoco yo camino por desesperación, ni por agobio. Eso fue al principio, en las primeras zancadas. Ahora que llevo un buen trecho recorrido es la curiosidad la que me mueve.


Me llama la atención que bajo mis pies dejo atrás todo tipo de vehículos. Viejos, lujosos, familiares, deportivos; pero todos tienen algo en común, no se mueven.
En un atasco, como en la muerte, todos somos iguales.
Al fondo, algo empieza a cambiar. Una inmensa y densa niebla me impide ver más allá.


Despacio, muy despacio, continúo. No veo absolutamente nada. Oigo ruido de golpes, y algún lejano grito que se pierde. Paro en seco y me agacho, agudizando mi vista al máximo. Lo que descubro me petrifica. Muy cerca de mi esta el final del atasco, y el motivo de éste.


Un gran cráter de varios kilómetros de profundidad se abre en la tierra, y por él van cayendo, inevitablemente, todos los coches que despacio y a ciegas se acercan. Sin tiempo para ver, ni para pensar; tan solo para gritar.




Observador
Observador
23-05-2012 12:47
LOS OTROS MUNDOS




" Hay otros mundos,... pero están en éste."

Paul Éluard





Él atravesó el umbral de la puerta hacia lo desconocido y ya no quiso regresar.

Llevaba una vida rutinaria y gris de funcionario atrapado en un edificio de múltiples departamentos, hasta que descubrió que había otros mundos y que éstos no estaban lejos de la realidad conocida.
Su hallazgo se inició una mañana, cuando caminaba rumbo a su trabajo. De repente se cruzó con una mujer que se le quedó mirando fijamente. Él, a su vez, también la miró a ella con intensidad. Ambos permanecieron así durante un instante, detenidos en medio de la calle, como si se reconocieran. Pero como no tenían nada que decirse, pues eran dos desconocidos, cada uno continuó su camino.
A partir de entonces, le empezó a suceder lo mismo con otros transeúntes; no sólo era él quien se quedaba mirándolos como si los conociera de algo, también esos desconocidos se paraban a observarlo, pero nunca surgía un diálogo, porque nadie recordaba haberse visto con anterioridad.
Él era consciente de haber abierto una puerta, como una nueva vía de escape en su cerebro, pero no recordaba qué llave había utilizado, ni sabía cómo abandonar el lugar donde había ingresado, cerrar la puerta y volver atrás.
Pero, ¿quería realmente abandonar ese nuevo estado mental, que le provocaba posteriormente encontrarse por la calle con fantasmas reencarnados a quienes no conocía, pero intuía haber vivido con ellos experiencias en otros mundos?
Tuvo que reconocer que, aunque estaba bordeando los límites de la cordura y corría el peligro de convertirse en un esquizofrénico, su vida era ahora excitante. Ya no tenía nada que ver con ese oficinista aburrido y gris, cuya existencia era cansina y lineal. En la actualidad, aunque de forma inconsciente, tenía una nueva sensación de vitalidad en el ánimo e intuía que le esperaban otros mundos por descubrir.
Y llegó el día en que descubrió esa nueva realidad y fue consciente del terreno que pisaba. Ocurrió una mañana de verano, cuando volvió a ver a la primera desconocida con quien se había cruzado por la calle. Ahora tenía claro de qué la conocía, ahora recordaba qué papel representaban ambos en esa nueva existencia.
Sabía que en ese otro lugar, que en aquel instante acudía nítidamente a su memoría, había compartido con ella apasionadas noches de amor en secreto. Recordaba con toda claridad, cómo el marido de ella les había sorprendido a ambos en el lecho conyugal, y preso de la ira, les había atacado con un enorme cuchillo, hiriendo a la mujer en el brazo derecho. Después de aquella dramática escena, él se despertó sobresaltado en la cama de su domicilio, sudando por todo el cuerpo.
Ahora estaban de pie uno frente al otro en la vida real, mirándose con una sonrisa cómplice. Ella lucía un escotado vestido sin mangas. Él pudo ver que en el brazo derecho de la mujer no había señal alguna del incisivo corte que le hizo su marido. El hombre estuvo a punto de desvelarle su secreto, pero ella, sin dejar de sonreir y adivinando sus intenciones, se llevó el dedo índice de la mano derecha a la boca, invitándole a guardar silencio, dio media vuelta y se alejó de allí sin mediar palabra.

Entonces él tuvo la certeza, de que a pesar del riesgo que ambos corrían, cuando su mente se abandonara a los laberintos del sueño, volvería a reunirse con su amante en algún recóndito lugar de esa nueva realidad.

Estela
Estela
15-05-2012 02:42
CECILIA Y EL CONSEJO DEL HOMBRE ARAÑA

Cecilia soñaba con volar, volar y mirar desde arriba su casa, sus amigos, su bicicleta, su perrito; por eso cada noche se preguntaba como podría lograrlo, hasta que pensó que había hallado la respuesta.

Como siempre observaba todas las cosas que podía hacer el Hombre Araña, decidió que iba a hablar con él y preguntarle como había logrado convertirse en ese héroe.

Él fue muy amable y le dijo que para lograrlo se había comido una pata de araña y que por eso podía trepar hasta donde quisiera . ¡Puajjjj.! pensó Cecilia; no obstante le contó de su sueño y le dijo si él no le podía dar alguna idea para lograr cumplirlo.

- !Por supuesto que sí! Tendrías que comerte un ala de golondrina por ejemplo. Ella dijo: -¿un ala de golondrina? ¿Pero... cómo hago para conseguirla? !No se venden en el supermercado!

El Hombre Araña se quedó pensando, pensando y dijo: -no te preocupes, yo te la traigo. Voy a convencer a una golondrina de la bandada que me dé una para ti.

Y allá fue el hèroe, pero lo que sucedió fue que la golondrina le dijo que estaba totalmente loco, que si ella le daba una de sus alas no podría volar y que esa era su función en la vida, y que tampoco podría dar de comer a sus hijos, bailar haciendo figuras en el cielo y otras tareas que hacen a la esencia de un pájaro.

Pero como era generosa le dijo: -te daré una pluma de cada una de mis alas para que se las des a tu amiga.

El Hombre Araña volvió con las plumas y Cecilia.. !sí, sí, se las comió! es cierto que le hicieron cosquillas en la garganta , fue difícil tragarlas¿cómo iba a masticar plumas? ! Pero al fin lo logró!

A la mañana siguiente, apenas se empezó a hacer de día, abrió los brazos y salió volando por la ventana.

-!Qué divertido era aquello! Planeaba para aquí y para allá, hacía piruetas.... bajaba casi a ras de tierra y subía otra vez....!Genial! Eso de rozar apenas las copas de los árboles... y de pronto abrazarse con las nubes...!qué tal!
Volando muy, muy bajo se vio reflejada en un lago... una nena con el pelo largo, vestida con jeans y una camisetita rosa,y le gustó verse así; era raro,rarísimo.!pero tan lindo!

Al cansarse de planear decidió posarse en un árbol de un bosque que estaba lleno de pájaros, que la recibieron muy bien, y se pusieron a conversar con ella, diciéndole que sabían que quería mucho a todos los animales.

!Y de pronto en la mitad de la conversación.!pum!pim! Pam! Pum! Le dijeron:- hay que esconderse , son los cazadores...

Cecilia se escondió, pero estaba asombrada y les preguntó: -¿pero... por qué les tiran si son tan pequeños?¿para qué? ¿qué quieren?

Y los pájaros le dijeron: - Los hombres no quieren matarnos por algún motivo razonable, sino tan solo por el simple placer de vernos caer , ya que no nos perdonan no poder volar como lo hacemos nosotros.

Al fin he descubierto la razón por la cual los pájaros vuelan tan, pero tan alto por encima de nuestras cabezas.

Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
Estela
Estela
13-05-2012 01:51
LA ESQUINA VERDOSA Luis GArci


Primero quiero decir esto:

Me ha parecido un texto magníficamente cuidado en su estructura, en su morfología, en su sintaxis.


Y me resultó envolvente,acariciante, esperanzador.

No darse por vencido, detenernos a disfrutar y mirar las pequeñas cosas, luchar por nuestros proyectos,por nuestros deseos.

Una esquina de cualquier rincòn del corazón para elevarlo hacia los mejores lugares.


Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
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