Ayer fue domingo, día de hacer las cuentas, de ordenar los números, de arreglar los desajustes de la semana y enfilar los pasos hacia otros siete días continuos de horarios inflexibles.
Pasé a visitar unos paisanos; por casualidad había llegado del pueblo una hermana de ellos, como es costumbre en Oriente, en Carúpano, se trajo en una caja amarrada con cabullas unas tortas de cazabe, cuatro kilos de frijoles barcinos, media docena de morcilla carupanera y dos frascos con dulce de leche. Cuando llegué, ya los frijoles se estaban ablandando y el guiso picado menudito con bastante ají dulce, ajo, cebollín, perejil y cebollas estaba en la sartén sofriéndose a fuego lento con un chorrito de onoto. A las ocho de la noche más o menos comenzamos a comer, los frijoles quedaron de chuparse los dedos y las morcillas negras, negrísimas, bien condimentadas, con un toque dulce y un punto de picante, al freírlas invadieron con su olor penetrante todo el edificio donde viven los amigos, nos las comimos con cazabe mojado. Hicimos como los indios, no guardamos nada y sin preocuparnos por la hora, por lo pesado de la comida entre risas y cuentos, con el café nos comimos también el dulce de leche.
Regresé a mi casa y dormí a pierna suelta, no sentí ningún malestar por la comida y desperté como siempre, con hambre, fui al baño y desocupé las tripas, me afeité, lavé los dientes, me di un regaderazo, me vestí y salí para el trabajo.
Llovía desde la madrugada, corría un viento frío y no había tráfico, caminé con paso rápido dos cuadras bajo la persistente llovizna y me metí al Metro, en ese momento sentí un pequeño vacío en la boca del estómago, que comenzó a recorrerme el intestino, fue apenas una sensación vaga, sin susto ni apremios.
Hasta mi trabajo son dos paradas en Metro y luego camino cuatro cuadras, apenas veinte minutos de mi casa al trabajo, pero con la lluvia el Metro se retrasaba y la estación comenzó a llenarse de gente, sentí un leve retorcijón de estómago y pensé: el vagón debe venir a reventar; pasaron otros diez minutos y el vagón no llegaba, en mi estómago se seguían sucediendo acontecimientos que empezaron a preocuparme, intenté alejarme un poco, aislarme, pero la estación estaba llena y seguía llegando gente por puños, comencé a caminar por la estación tratando de aplacar mi estómago y en eso llegó el Metro, se abrieron las puertas y fui trasladado sin violencia, por una corriente compacta de cuerpos, brazos, manos, piernas, hasta dejarme instalado dentro del vagón; con tanto movimiento se habían alterado más de lo que quería las tripas y sentí esta vez alarmado que se colaba como soplo, un vacío dentro del intestino, lo sentí detenerse en medio de las tripas, filtrarse, encontrar espacios vacíos y recorrerme rápidamente, buscando alguna salida; llegamos a la próxima estación y nos compactamos todavía más, sentí escalofríos, sudaba, me asfixiaba, faltaba poco para bajarme y salir decorosamente de una situación bastante desagradable, un nuevo corrimiento en mi intestino me obligó a cerrar instintivamente el esfínter, no pude contenerlo y sin escándalo se escurrió despacio un aire caliente, pesado, después de lo cual pude respirar tranquilo y notar con asombro, con asco, que un vaho nauseabundo, como si de pronto se hubiera destapado una cloaca pestilente, se esparcía dominando el vagón, pegándose a la piel, a la ropa; gritos, insultos, todos se miraban con asco y odio contenido, tapándose la boca y las narices con las manos, acusándose unos a otros. En ese momento se abrieron las puertas, entre gritos y empujones, en una estampida el vagón quedó completamente vacío en un pestañear.
Gregorio Tienda Delgado
05-09-2013 19:25
EN MI BARRIO.
La podredumbre era su medio de vida. El anciano mendigo rebuscaba en los contenedores de basura entre el grupo de desheredados. Hablaba solo, mientras guardaba algunos desperdicios en una bolsa. Aparentemente no seguía ningún criterio para seleccionar lo que le era válido y lo que no. Simplemente parecía ser cuestión de gusto. En la bolsa se podían ver muchos objetos diferentes. Se detuvo un momento y miró al cielo. Cualquier observador ajeno a sus pensamientos solo vería a un pobre, anciano sucio, un pestilente diablo tomándose un descanso en su "trabajo". Pero de cerca, al mirar sus ojos, se podía observar que estaban humedecidos. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, sorteando suciedad y restos de comida de las comisuras de su boca, hasta perderse en la maraña de pelos que formaba su mugrienta barba.
Siguió mirando al cielo, y las lágrimas limpiaban un camino de tristeza en su rostro sucio. Suspiró y volvió a su tarea. Encontró un pañuelo rojo. Lo cogió y lo besó antes de guardarlo. Le dio un trago a su botella de vino y sintió una agradable sensación de pérdida del control de la noción de la realidad. La fortaleza de espíritu es un lujo para aquellos que no la necesitan. Esta es la noche. ─Pensó. Lo tenía todo preparado. Nada podía fallar. No tenía nada que perder. Su valentía era la clave. Solo ella le podía fallar. Esa noche sería la última de estar en la calle. Volvió a mirar al cielo pero no vio “nada” y la desesperanza acabó por destrozar aquel momento de incertidumbre. Se arrodilló, se rodeó la cabeza con sus sucias manos y si-guió llorando. El dolor era más fuerte que la voluntad.
Justo al lado, en el parque, una niña que jugaba con otros niños, se dirigió hacia él. Los otros niños gritaron al unísono: ¡no te acerques a él, es un mendigo, está sucio y huele mal! Pero ella siguió. Llamó la atención del hombre que estaba arrodillado en el suelo, poniendo su blanca manita sobre su hombro. Lo vio triste. Muy triste. El hombre la miró. Sí, estaba sucio y olía mal. Lo único limpio en su rostro eran las lágrimas. En su manita llevaba una barra de chocolate. Estaba sin empezar, pero decidió ofrecérsela a aquel hombre. El hombre la aceptó esgrimiendo una sonrisa. Feliz de haber hecho que el hombre sonriera volvió corriendo con sus amigos...
Ese gesto tierno de la niña, cambió radicalmente la dramática decisión que el hombre había decidido tomar. Ya no. Un ángel de carne y hueso le hizo ver que no debía rendirse. Quería seguir viviendo y cambió por completo su actitud hacia los demás, hasta el punto de que pasado un tiempo, todos le llamaban "el desprendido" Embutido en su andrajoso atuendo, en lugar de remover la basura, pedía limosna y hacía cosas buenas con otras personas. No era político, pero sí filántropo a su manera, aunque no tenía dinero ni para sobrevivir. Según contaba, no escribió ningún libro, no plantó ningún árbol, ni tenía un hijo. Pasaba el tiempo pidiendo en la esquina que eligió, lidiando con otros indigentes.
Se le conocía como "el desprendido", porque bastaba con pedirle cualquier cosa de lo poco que tenía, para que, sin pensarlo, sin preguntar para qué, se la entregase al solicitante con una amplia sonrisa. Algunos se reían, después de pedirle y conseguir el dinero que había mendigado durante el día. Él lo daba todo. Tenía un total desprendimiento de las cosas materiales. Nadie sabía cómo hacía para sobrevivir, qué comía.
Un día bien temprano, estaba parado en la misma esquina de siempre. Su boca lucía una amplia sonrisa llena de dientes moteados por la falta de cuidado. Saludaba a los paseantes con efusividad y alegría. Los comerciantes de la zona, se extrañaban del enorme entusiasmo que mostraba.
―Está bebido, ―dijo el panadero.
―No lo creo, ―contestó uno de los clientes. Nunca ha bebido, es que ni sabemos qué come.
El hombre, continuaba saludando sin dejar de sonreír. Alguna que otra persona se paraba con la intención de darle unas monedas, pero, de forma extraña, decía sin dejar de mostrar sus dientes sucios: no gracias, ya no lo necesito. Hoy, comienza mi nueva vida. Llegó la noche y la calle quedó sola. Al día siguiente el mendigo no apareció por su esquina. Pasaron muchos días más, y el anciano mendigo nunca volvió. Las personas que lo socorrían diariamente se acordaban de él, de las maldades que le hacían los otros indigentes, y de los que se aprovechaban de su generosidad pidiéndole lo poco que tenía. Se rumoreó que lo habían ingresado en un asilo.
La costumbre ha hecho que después de la desaparición del indigente, cuando alguien se refiere al lugar donde éste se paraba a pedir, dicen: "La Esquina del Desprendido". Su generosidad y su extraña desaparición han hecho que se mantenga en la memoria de las personas que lo conocieron.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
05-09-2013 12:38
En el polo opuesto al del magnífico relato de Despistes, que sitúa este tema tan delicado en un entorno de humanidad y muy lejos de lo escatológico, publico el mío que quiere estar en el ámbito de lo humorístico. Aunque bien leído tiene también su carga crítica contra las perversiones del lenguaje a las que obligan ciertas autoridades que no admiten banalidades con actos puramente fisiológicos. Un poco largo ha quedado; espero que os guste.
RONNIE McFART. UNA HISTORIA ESCOCESA.
Aquella noche un viento lúgubre ululaba entre los centenarios robles del parque de los McFart, en las brumosas tierras de Escocia. Ululaba con un cierto acento gaélico, que es como el arameo, pero con aromas celtas. Entre aquellas tétricas ululaciones alguien escuchó, nítido, armonioso y premonitorio, el sonido de la vieja arpa eólica que el primer conde de Fart hizo instalar en la torre de su vetusto castillo. En ese preciso instante vino al mundo, o le cayó al mundo encima, Ronnie, el último hijo de la dinastía McFart, un bebé fuerte y robusto como correspondía a tan antigua y aristocrática estirpe de viejos luchadores y bebedores incansables de whisky.
Los McFart, tradicionalmente, se habían distinguido por su amor a la música, a la gaita escocesa especialmente, siendo tañedores distinguidos y reconocidos por numerosas testas coronadas del país. Así que el niño ya tenía, en cierto modo, una tradición que seguir, presagiada además por las notas inusuales del arpa, anunciadoras de un prodigio que desvelaría el tiempo. Pronto el bisabuelo McFart, que se convirtió voluntariamente en ayo y mentor del pequeño Ronnie, observó algo insólito en el funcionamiento del aparato digestivo del bebé: su asombrosa capacidad para ventosear.
Como esta capacidad se fue consolidando, aumentando y manifestando como algo extraordinario entre las dotes físicas del nuevo McFart se decidió convocar consejo familiar para decidir sobre tan exótica cualidad.
Los McFart, que como clan estaban en franca decadencia, necesitaban algo nuevo y espectacular que los mantuviese dentro del ámbito de lo que ellos llamaban “aristoriginalidad”, de la que muchos antecesores suyos habían dado sabrosas muestras. Desde el voraz comedor de salchichas (doscientas de una sentada) hasta los cazadores de osos a puñetazos, pasando por tejedores de “kilts” con telas de araña . De todo hubo en aquella familia de incierto origen. Así que al pequeño Ronnie, además de la educación tradicional propia de un futuro “sire” se le añadió otra que hubo de ser impartida por el abuelo McFart, que también se distinguió por sus proezas flatulénticas, aunque no se le dio al hecho trascendencia social.
Intuitivamente el abuelo McFart pensó en utilizar el aparato digestivo de su nieto como una cornamusa humana, pero, claro, no sabía como manejarla. Convenientemente asesorado por antiguos druídas clandestinos y algún doctor emérito (y pobre) de la Glasgow University, fueron ejercitando en el pequeño toda la masa muscular perineal, especialmente la que afecta al proceso defecatorio, para conseguir el control voluntario, en el esfínter interno, de los movimientos peristálticos excretores de los gases de la digestión, del mismo modo que a ciertas mujeres de determinadas razas se les enseña a controlar los músculos vaginales para producir en el hombre placeres de excelsa sublimidad durante la práctica del coito.
Poco a poco Ronnie McFart fue adquiriendo esa rara habilidad y modulando, aunque aún toscamente, sus prolongadas ventosidades. Primero se trabajó lo que podría llamarse “bajo continuo”, una sostenida y monocorde expulsión de los gases con la única finalidad de prolongarla en el tiempo. Después vinieron las variaciones de intensidad de esos “bajos continuos” y finalmente la formación de escalas diatónicas naturales. Todo ello con sus correspondientes diminuendos, glissandos y otras florituras al uso.
A los cinco añitos Ronnie interpretaba varias pequeñas composiciones a las que su abuelo McFart acompañaba con la gaita, siendo difícil distinguir a un oído poco experimentado cual era cual de ambos instrumentos. Así, la primera pieza que oficialmente supo y pudo interpretar Ronnie fue la que luego sería la famosa “Para Elisa”, atribuída falazmente a Beethoven. A partir de ahí llegaron sarabandas, gigas, gavotas y minuetos, con los que se animaban los bailes, inocentes y divertidos, en las fiestas campesinas.
La premonición del sonido del arpa eólica en el momento del nacimiento de Ronnie fue adquiriendo carácter de certeza y, como siempre, hubo alguien que quiso adjudicarse el mérito de haberlo oído el primero y señalar al próximo conde de Fart como el prodigio anunciado. Ese mérito le fue adjudicado a Mrs. Droppings, ama de llaves del castillo y bruja en funciones en ocasiones especiales. Ella se encargó del bautizo de viento del ya adolescente Ronnie, así como de los sahumerios e incensaciones con los que durante algunos conciertos del chaval había que neutralizar los olores francamente desagradables, que una digestión mal hecha producían en el ambiente. Además, estaba tiernamente enamorada del joven músico.
Ni que decir tiene que el régimen alimenticio de Ronnie era severo, muy severo, a base de coles, repollos, brócoli y legumbres variadas, siendo especialmente apreciadas por el joven intérprete las judías de Tolosa (Navarra, España) y los llamados “boliches” de Embún, de la vecina provincia de Huesca, que producían una odoración y una sutileza especiales en los gases de la digestión, además de una gran abundancia.
Las habilidades de Ronnie en el manejo de su instrumento fueron de tal calidad que hubo quien las calificó de demoníacas, interviniendo la autoridad eclesiástica de la época, que ya se sabe que no se andaban con chiquitas. Intervino también, como factor humano, la envidia de otros clanes poderosos y de mucha influencia en el alto clero.
O sea, la historia de siempre.
El bueno de Ronnie fue suspendido de sus actividades públicas, lo que provocó violentas revueltas entre los burgueses del condado, que vieron cómo se deslucían sus fiestas y decaía el incipiente turismo que los conciertos de Ronnie estaba incentivando. Así que a partir de entonces los espectáculos cuesquiles del prodigioso ventoseador sólo pudieron seguirlos sus más íntimos y discretos convecinos. Suele pasar.
Ilust.: Fco. de Goya: "Sopla" Grabado de la serie "Caprichos".
Castelo
04-09-2013 22:20
EL COLOR DEL CRISTAL
- ¡Qué asco! ¿Has visto?
-¿El qué?
- Ese niño
- Si, lo he visto, pero ¿"asco" por qué?
-Tenía la cara llena de mocos, tío ¿No te has fijado?
(Silencio largo y cruce de miradas)
- Veras, me he fijado más en sus ojos tristes, con mirada de adulto, sombría. Y en esas grandes ojeras, de dormir mal, sospecho. En su falta de mofletes y su extraña delgadez. También he visto sus zapatillas medio rotas, procedentes, casi seguro, de algún contenedor. Le he visto también las manos, lo amarillento de sus dedos; demasiado amarillos para ser sólo nicotina. Puede que fume algo más que tabaco, y me espanta imaginarlo, pues el chico no pasaría de los diez años. Me fijé, además, en su pelo sucio y mal cortado, y en la roña acumulada en sus oídos, que me lleva a pensar en que no hay una madre ni un padre detrás, y de haberlos son dos perfectos hijos de pu-ta.
Si, le observe bien; vi unos grandes moratones en los brazos, de andarse peleando por ahí, a saber porqué, y en los rotos de los pantalones a la altura de las rodillas, que además estaban medio despellejadas, fruto de pedir en algún esquinazo de la acera, sospecho. Me fijé también en su camisa, mal abrochada y cinco tallas mayor que él, y en las costras que tenía por el cuello, de rascarse los piojos, supongo. Me asustó sobremanera su manera de encorvar, siendo tan pequeño, pero claro, intuyo que no duerme en un colchón, puede que ni siquiera bajo un techo ¿verdad?
He visto en él la miseria, amigo, y todo lo que actualmente no quisiera ver. Lo que no queremos ver. Lo que nos negamos a ver, y si lo vemos, llamamos "asco". He visto que, quizás, el tiempo de Oliver Twist aún no ha pasado, ni pasará jamás. Todo eso y más, he visto.
¿Mocos, dices? Los mocos son de llorar, imbécil.
Des
03-09-2013 13:20
"Apatrullando" la ciudad , es una frase "mágica", tonta, antiestrés ( en mi equipo de trabajo) es una tontería que se le ocurrió a alguien y cuando el cansancio o la tensión nos puede la usamos , a veces ocurre que nos da la risa tonta , pero muy tonta y bueno...seguimos.
La tomé prestada para el título para desdramatizar ,como hacemos nosotros , es complicado tal vez de entender, no sé.
“Apatrullando" la ciudad.
Son las nueve de la noche, pensamos en ir a comprar algo para cenar.
… “ Calle Mar Menor número 43, 3º D, mujer de 34 años, dolor abdominal agudo ”…
Llegamos a la calle , entramos al edificio , un olor intenso a materia fecal nos hace retroceder, es tan intenso que nos dan arcadas , en el suelo, a lado del ascensor nos encontramos a una mujer semiinconsciente , empapada en heces líquidas.
La única mujer del equipo soy yo, saco del bolsillo mascarillas para todos , me acerco a ella , casi no puede hablar , los signos de deshidratación son evidentes , soy la encargada de tomar las constantes vitales y coger la vía para hidratarla , seguro que está hipotensa , la diarrea es profusa .
Hay que actuar rápido, pero primero hay que lavarla , subo las escaleras ,llamo a la primera puerta que me encuentro, me abre una señora a la que le pido un cubo de agua y toallas.
El técnico y yo la lavamos , necesitamos más agua, la señora del primero es la que se encarga de traernos más cubos de agua limpia , más toallas y de llevarse los cubos de agua sucia.
Le quitamos toda la ropa, lleva mi er da hasta en el pelo, cuando conseguimos limpiarla , la envolvemos en una sábana limpia y la trasladamos en camilla hasta la ambulancia.
Está hipotensa , taquicárdica ,asustada, con apenas un hilo de voz nos da las gracias, le cojo una vía venosa periférica y se inicia tratamiento de sueroterapia .
Antes de irnos al hospital, entro al edificio para darle las gracias a la señora del primero, está recogiendo en una bolsa de basura las toallas manchadas y ha bajado una fregona para limpiar los restos que quedan en el suelo, el olor parece más soportable , nos hemos acostumbrado a él.
La señora me sonríe y me dice “no te preocupes hija, yo he hecho lo que he podido para ayudaros” le contesto que ha hecho mucho más de lo que podía y que sin su ayuda no hubiéramos podido estabilizarla adecuadamente.
Ya no tenemos ganas de cenar, el olor se nos ha metido dentro y pasaran unas horas hasta que lo olvidemos .
Volvemos a la base para darnos una ducha y cambiarnos de ropa.
…” Calle Bailén,3, bajo , señor de 72 años con dificultad respiratoria…posible neumonía ”
La noche va de olores, la casa apesta a pseudomonas, su olor es inconfundible y es tan desagradable que te mareas y te dan ganas de vomitar, ni la mascarilla de seguridad te protege contra él, el hombre se está asfixiando en sus propios mocos que burbujean en cada espiración , hay que aspirar esas secreciones y de nuevo me toca a mí que soy la enfermera del equipo hacer el trabajo “sucio”, el médico con el que estoy hoy es nuevo, es joven , echo de menos a mi médico habitual.
Mientras le aspiro para despejar la vía aérea y poder ponerle una mascarilla de oxígeno, las nauseas me van y me vienen …
¡ p u ta mie rda de trabajo¡ el olor de las pseudomonas se me ha metido hasta en el cerebro, estoy hasta los c ojo nes de pasarlo mal , yo que me paso la vida buscando la belleza , vivo casi a diario con la parte más fea , con la muerte ,la enfermedad, la violencia y con toda clase de fluidos corporales …me calmo, me digo que alguien tiene que hacerlo.
Me vuelvo a calmar una vez más y me digo que soy una más , que cualquier día me puedo encontrar yo o alguien de mi familia en la misma situación de cualquiera de ellos y que me gustaría que alguien me ayudara , nos ayudara …
Cierro los ojos, por un instante sueño con un baño de esencias florales que me relaje y me devuelva la vitalidad…
…” …agresión con arma blanca en la calle… la policía ya está allí….”
La noche sigue y nosotros también.
¡ Venga Des, cambia esa cara, seguimos "apatrullando" la cuidad ¡ nos miramos...nos da la risa tonta ...y seguimos...
No sé si cumplirá la propuesta, creo que no ,pero de momento lo dejo aquí.
(Luke Kopycinski. Sus pinturas al óleo, son de una calidad y belleza francamente loables, a pesar de cierta oscuridad que desprenden todas ellas ).
Gregorio Tienda Delgado
02-09-2013 19:59
Tigana.
Ante la posibilidad de que cambies el tema propuesto, te sugiero que no lo hagas. Sería la primera vez que se hiciera y sentaría un precedente poco recomendable para el buen funcionamiento del TALLER.
Creo que debemos adaptarnos y respetar los temas propuestos, siempre que estén dentro de las normas establecidas por el foro.
Gracias.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Tigana
01-09-2013 14:24
OBJETO VOLADOR IDENTIFICADO
¡Vaya viajecito que me espera! ¿Era yo quién se lo imaginaba tan feliz y distendido? Pues lo voy a tener claro.
No entiendo por qué la gente tiene que venir de “tiros largos” a estas excursiones en las que por regla general hay que andar tanto y tan despacio.
¡Anda que esa! ¿Dónde pensará que va con ese pantalón tan ajustado? ¡Le revienta seguro! ¡Si es que no la cabe más carne dentro! No me extraña que el tanga rojo se haya escapado de tanta contención.
Y esa otra con tacones de aguja, ¡Santo cielo! Me duele el cuerpo sólo de verla andar manteniendo el equilibrio a duras penas.
Y todos van parecidos. Pues yo me encuentro muy cómoda con mi chándal azul marino y mis zapatillas. Estoy monísima con mis ojos pintados a juego con mis prendas y mi permanente fijada con laca ultra-fijación y de secado rápido. Ni un cabello fuera de su sitio. Aunque caigan chuzos de punta este peinado no se me despeina. Pero eso sí, me he dado cuenta de que al llegar al autocar todos se han vuelto a mirarme y sonreían cuchicheando. ¡Qué mala es la envidia!
¡Al fin llegamos a Burgos! ¡Pero cuanto chino hay sacando fotos a la catedral! No me extraña. ¡Es tan bella!
Me está dando la impresión de que todo el mundo al bajar del autocar evita rozarme. ¿Es que huelo mal? Yo por si acaso voy a colgarme mi bolso imitación Armani en bandolera. Que seguro va a ser por eso.
¿Pero esto qué es? Toda esa gente guardando cola. Seguro que no entramos hasta que San Juan baje el dedo. Ah, no, nos acercamos a un lateral que pone: “Grupos”. Y ese que se acerca a nosotros parece que va a ser nuestro guía.
Es joven el chico, de unos veinticinco años. Moreno, tiene la frente ancha, los ojos muy grandes y oscuros y la barbilla puntiaguda, acentuada por la perilla y el pelo largo. Nos dice que se llama Juan a secas y enseguida empieza sus explicaciones sobre cuadros, retablos, etc. Qué mono es y qué bien se explica. Se nota que disfruta con su trabajo y no puede disimular lo orgulloso que está de sí mismo y de su sapiencia en el arte eclesiástico. Creo que solo habla para él y para que los que le escuchamos nos demos cuenta de su gran valía. Se parece a un pavo real exhibiendo su cola.
¡Ay Dios! Cuando más ensimismados estamos con sus explicaciones, Juan estornuda y una mucosidad sale de su garganta. Mi Manolo, que dios lo tenga en su gloria, lo llamaba “napo”, pero yo soy más fina… ¡Dónde va a parar!
¡Anda! Si el elemento surgido de su boca ha ido a parar a lo alto de su barbilla.
¡Qué asco! Tiene un color verdoso que asusta. Todos le miramos horrorizados, pero él no parece que se haya dado cuenta.
Sigue hablando y la flema va resbalando poco a poco hasta llegar a la punta misma de su barbilla. Nuestras miradas, a pesar de la repugnancia, no pueden separarse de esos pelos que acogen al parecer tan amorosamente ese enorme gargajo.
Y sigue con su charla, la cabeza bien erguida y sin darse por aludido ante el ridículo tan espantoso que está haciendo.
Ahora sí que le admiro, está por encima de todo lo ridículo, ¡Si eso me pasa a mí… mejor que me tragase la tierra!
¡Horror! Juan a secas da un giro brusco de cabeza, para explicar no sé qué de un cristo que tiene a su derecha…
Todos corremos asustados hacia el lado contrario dando pequeños alaridos, aquello que colgaba de su barbilla se ha desprendido y empieza a volar.
Gracias a mis zapatillas de deporte yo soy más rápida que los demás, ya no quiero más lecciones de escultura policromada y salgo pintando de la catedral.
No he querido enterarme de dónde había aterrizado el objeto volador identificado, aunque he podido observar que la mujer de los tacones de aguja tenía la cara desencajada y una mancha húmeda, de un verde desvaído, en su blusa, justo en el centro de sus pechos.
De vuelta a casa, en el autocar, se han olvidado de mi persona. El tema de conversación ha girado en torno a nuestro flamante guía.
Después de todo no me ha dejado tan mal sabor de boca este viajecito.
Fuera de los límites de la raza canina, el libro es el mejor amigo del hombre; dentro de los límites del perro no hay suficiente luz para leer. Groucho Marx
Gregorio Tienda Delgado
01-09-2013 11:02
Apreciados amigos y amigas. En esta etapa, también han sido 9 extraordinarios relatos. Creo que debemos seguir felicitándonos.
Comenzamos con un nuevo tema. Miren la propuesta, arriba en el inicio.
Esta es la evolución del taller desde que lo iniciamos el día 25/05/2012.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Des
27-08-2013 14:24
Rory Kurtz.Su trabajo no es fácil de definir, ya que tiende a cambiar de estilo según lo requiere la situación.
Aurora.
Alguien dijo , mi vida pende de un hilo y no lo muevo yo , está es una historia de corazones que siguen latiendo con y sin la intención de escapar de eso que llamamos punto de partida.
Esta historia tiene ocasión en el interior de una biblioteca de estructura circular , asentada en un lugar al que no se puede regresar, las agujas del tiempo solo se ponen en marcha cuando se acerca la estrella de la mañana , Aurora .
En la entrada se puede leer “ El mundo es un libro donde la razón eterna escribe sus propios conceptos”
X dice que las cosas importantes de su vida no las domina él , sueña lo excepcional, lo singular, lo sobresaliente, la belleza, suele reducir su mundo ,cuando, lo que él llama amor es una urgencia vital .
Busca el tiempo perdido, el tiempo recobrado ,busca la diosa protectora… su única salvación es la belleza, ha encontrado la última versión en cómic de "El amor de Swann" de Stéphane Heuet …” ¡pensar que he malgastado años de mi vida , se dirá…por una mujer que no me gustaba, que no era mi tipo”…
X se quedó en el mismo giro una y otra vez , se viste siempre de negro , atrapado en un pasaje de acontecimientos , es sin duda , un corazón efecto, no es el único de los corazones que construyen el amor siguiendo el ciclo que él llama sin saberlo el “ inganno sueto “ (“ engaño habitual”) …
“Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto” , cierra el libro asustado.
Consulta con Aurora sobre una nueva lectura , ella no puede hablar,es una metáfora .
Un poema de Samuel Beckett aparece ante sus ojos
“ después de tu partida las horas son tan tristes…”una vez más aterrado/de no amar, de amar pero no a ti, de ser amado y no por ti, de saber no saber simular
simular…”
X se plantea formas geométricas , combinatorias de elementos , colores primarios como si las cosas se pudieran atrapar en una esfera armilar, nunca termina de explorar las diversas posibilidades, le domina la preocupación por si mismo , lo vive casi todo desde dentro.
En un Corazón sencillo de Flaubert descubre a Félicité, una mujer que acepta lo bueno y lo malo de la vida a través de una nobleza sin título.
X tiene ya una larga historia, ha instalado en su corazón el mecanismo de la prudencia , las razones sublimes y sigue creyendo que el amor se puede encontrar en un concierto de Janine Jansen.
Ha decido volver a leer Doctor Zhivago , los sentimientos siguen vivos, hubo un tiempo en el que no podía imaginarse la vida sin Lara, entregado a las circunstancias ,siente que el olvido es un engaño necesario para sobrevivir.
…
Al anochecer todos los corazones se duermen buscando en el sueño , un viaje a la luna, un reloj que no les pise los talones, un truco de magia imposible.
Alguien dijo , mi vida pende de un hilo y no lo muevo yo.
"El mundo es un libro donde la razón eterna escribe sus propios conceptos" Tommasso Campanella 1568-1639
Eugenio Montale, poeta "inganno sueto"
" Al despertar Gregorio Samsa..." Kafka.
Jose Jesus Morales
27-08-2013 04:43
Paciencia y Oficio: Castelo
Fantástico, de muy buen humor,ligero, con cierto dramatismo al dibujar a Castelo, que quedo mejor que la fotografía, la bibliotecaria una santa, realmente la persona que quisiéramos encontrar al entrar a una Biblioteca.
De los autores Noveles muy buena referencia con una comedida economía de palabras.
La paciencia y el oficio se ve que dan para estos argumentos extraordinarios.