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Eratalia
Eratalia
05-08-2013 19:12

No te preocupes Rodrigo, que el que acabo de subir yo peca por defecto. Los sumamos y los dividimos. Y aquí paz y después gloria.


Con rimas y a lo loco
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
05-08-2013 19:05

Una explicación previa. La extensión de este texto excede, con mucho, la que nos hemos establecido para este tipo de relatos. He intentado reducirla sin que perdiese cualidades (si es que las tiene) sin conseguir nada aceptable. Por otra parte he pensado que dada la época es posible que haya falta de relatos, por lo que un texto largo puede suplir la ausencia de dos normales. Así que lo dejo tal cual nació. Como siempre bajo la aprobación del moderador, quien si lo juzga oportuno puede retirarlo. (Los demás, con no leerlo por tocho, están dispensados.)


LA PALOMA

Fray Bernardino, a sus veinticinco años, aunque los rigores de la vida monástica –ora et labora- hacían que aparentase unos cincuenta- era el mejor amanuense del convento franciscano de Poggio Maiore. Tan original en sus iluminaciones, tan meticuloso y esmerado que el propio Padre Prior decidió encargarle la redacción de algunas obras de creación literaria. Él sabía de las inclinaciones poéticas del fraile, aunque le preocupaban al mismo tiempo los desbordados vuelos de su imaginación. Habría que establecer, entonces, una sutil e implacable censura sobre los escritos del buen monje.

-Empecemos, fray Bernardino –fue el primer encargo del Prior- por un Memorial sobre la Historia del Monasterio.

Lo dijo pensando en que el rigor histórico al que habría que atenerse el amanuense aspirante a autor limitaría las fabulaciones y aditamentos imaginativos que, estaba seguro, fray Bernardino introduciría en su obra. Bueno, algún pequeño fantaseo podría admitírsele; al fin y al cabo su monasterio era pequeño, anodino y, por ahora, muy lejano en méritos para figurar en los anales de la Orden.

El modesto fraile cambió su lugar en el scriptorium por otro más amplio y próximo a la Biblioteca, donde podría consultar los libros y pergaminos que necesitase. Pronto pasó al Padre Prior los primeros folios, todavía no transcritos a las delicadas vitelas que conformarían finalmente los volúmenes definitivos.

No fue mucha ni muy dolorosa la poda que el Prior hizo a aquellos primeros balbuceos de la historia del convento según Fray Bernardino de Montevecchio. Ambos quedaron satisfechos. De modo que el novel autor se atrevió a pedirle al buen Prior que le autorizase para comenzar a escribir algo que pudiera asimilarse a los Actus Beati Francisci, o Florecillas, que en su día vieron la sublime luz de la santidad de la mano del monje Ugolino de Montegiorgio, para ejemplificar las virtudes que adornaron al Santo Fundador y que deberían ser las que rigiesen la austera y retirada vida de sus discípulos.

-Muy alto voláis, fray Bernardino. Apenas os habéis acomodado en vuestro nuevo nido y ya queréis emprender el vuelo majestuoso del águila. Pero, en fin; os doy mi autorización y mi bendición. Tenedme al corriente.

Para esta nueva ocupación el bueno de Bernardino prefirió la soledad de su celda, alejada de las zonas de rezos del claustro y con unas limitadas vistas, a través del ventanuco enrejado que la ventilaba, de los suntuosos montes toscanos, llenos de sensualidad y paradigma de la magnificencia del Creador.

A poco de comenzar su lírica y mística obra Fray Bernardino comenzó a recibir, allá a la caída de la tarde, la visita de una paloma blanca y suave, de esas que llaman moñudas por el gracioso moño que empenacha su cabeza, quien le dictaba con un lenguaje melodioso e inefable, encriptado entre sus armoniosos arrullos, las excelsas frases que el monje iba transcribiendo en su perfecto latín clásico. El Prior estaba atónito con el desarrollo y la suprema belleza de cuanto le mostraba Bernardino, a quien alentaba y daba ánimos para que prosiguiese su tarea.

La innata bondad del monje abarcaba en su inmenso ámbito el amor por los animales, como imitación y aplicación de las enseñanzas del que tuvo el Santo de Asís por todo lo creado: el hermano Sol, la hermana Luna, el hermano Lobo, los hermanos peces; todo embellecido por el armonioso canto de los hermanos pájaros. Así que fruto de este amor Bernardino adoptó un gato; un hermoso ejemplar de una exótica
belleza, impregnada de rara majestuosidad. Si Bernardino, cegado por su amor, se hubiese fijado bien en la mirada del felino, su compañero de celda, hubiese apreciado una latente malignidad, un oscuro brillo perverso.

Pero sólo advirtió, aunque sin querer admitirlo, que su inspiración, aquella que provenía del dulce canto de la paloma, iba desapareciendo. Ya no eran frases gloriosas, rayanas en la sublimidad, las que salían de su pluma. Antes al contrario tenía que luchar arduamente contra las ideas retorcidas, obscenas casi, que se le presentaban como sobrescritas en sus folios. El zureo de la paloma iba decreciendo y su melodiosidad transformándose en una especie de quejumbroso lamento. Finalmente dejó de acudir a sus visitas vespertinas.

El Padre Prior advirtió aquel cambio drástico, paulatino pero ineluctable, que se estaba operando en los escritos de Fray Bernardino. Decidió convocar a éste a capítulo; necesitaba saber quien estaba detrás, aunque lo intuía, de aquella transformación.

Fray Bernardino admitió que había perdido la inspiración, que las fuerzas del siglo habían conseguido derribar las sólidas paredes de su celda y de su alma y habían transformado lo que antes eran para él montes bellísimos, atardeceres cuajados de la gloria de Dios, árboles y plantas que Lo glorificaban, en voluptuosas tentaciones de la carne: suculentos vinos servidos en lujosas villas por doncellas de sinuosas carnes, de dorados cabellos, ondulantes como trigos en sazón, y la tez con el áureo color de la miel joven; joyas y brocados que manaban entre los suntuosos colores de los ocasos, de aquellos cárdenos, magentas y gualdas que iluminaban los trasmontes; y aquel luminoso cielo, luego pintado por el Tiépolo, que en sus ascéticas contemplaciones era trascendido por la Suprema Majestad del Creador y del que sólo veía ahora sus cualidades físicas de color y límpida transparencia.

- Sí; concluyó el Prior. Definitivamente, Fray Bernardino, habéis perdido la inspiración y, lo que es peor, vuestra vocación de santidad. Volveréis al scriptorium, pero antes, para que apreciéis bien lo que el siglo os ofrece, mendigareis por los pueblos del valle como dicta nuestra norma de hermanos mendicantes. Tal vez eso os devuelva la plácida visión de la verdadera pobreza y con ella vuestra perdida unción. Paz y Bien, hermano.

En ese momento el soberbio gato, encerrado en la celda del monje, lanzó un maullido esteremecedor y saltando a través de la ventana se disolvió en una sulfúrea nube, cuyo espantoso olor perduró varios días.

Eratalia
Eratalia
05-08-2013 18:38

Aunque parece que se nos ha olvidado, éste era el rincón de colgar los relatos ¿no?
Pues voy a ello.

INSPIRACIÓN.

Sobre la mesa las cuartillas inútiles de un blanco lechoso emitían destellos de luz propia. Los lápices de afiladísimas puntas denotaban sus ansias de entregarse a la acción. Una goma inerte yacía junto a ellos; pero todo era quietud dentro de la mente del escritor.
Las ideas, otrora bullentes en su cabeza, se habían desvanecido como por ensalmo, dando paso a una extraña laxitud, un hueco, un vacío.
Se esforzaba por pensar, pero era inútil, sólo conseguía percibir ecos de sombras de antiguos pensamientos. Buscaba su proverbial creatividad agazapada en algún oscuro rincón de la oquedad de su cabeza, pero no estaba. Simplemente había desaparecido.
El escritor se quedó ensimismado, los ojos muy abiertos, alerta a cualquier cambio que se produjese en el agujero negro que era ahora su cerebro. Nada.

Así transcurrieron los minutos, que se trasformaron en horas, y luego en días. Al sol siguió la oscuridad de la noche y de nuevo amaneció. El escritor seguía erguido en su silla, ajeno al paso del tiempo, escudriñando hacia dentro, por si percibía un cambio o un atisbo de pensamiento.

Las cuartillas languidecían, su delicada celulosa se iba tornando amarillenta y los lápices habían abandonado ya toda esperanza. La goma se deprimía ante su inutilidad manifiesta.

El escritor, impasible, esperaba que sucediese el milagro, pero el milagro se demoraba. Su rostro se demacraba por momentos, la tez le amarilleaba. Los ojos, ligeramente hundidos, estaban circundados por leves arrugas de color violeta.
Y pasaron más días.

De pronto un pequeño chispazo en el iris reveló indicios de actividad neuronal, era un atisbo, un indicio, una leve esperanza.
Alargó una mano con doloroso esfuerzo después de tan larga inactividad, e intentó asir uno de los lápices. Lo acercó a la cuartilla, casi apoyándose sobre él y comenzó a garabatear con torpes movimientos.

Capítulo primero:
Sobre la mesa las cuartillas inútiles de un blanco lechoso emitían destellos de luz propia. Los lápices de afiladísimas puntas denotaban sus ansias de entregarse a la acción...


Con rimas y a lo loco
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
05-08-2013 18:13

Una mala pasada, una jugarreta de la personalidad, hay quien no quiere olvidar a la mariposa, que estuvo con nosotros hasta hace poco y hoy me la encuentro de nuevo aposentada en el sillón numero siete, muy señora ella, de tomarse la licencia de ir y venir sin previo aviso, mientras el Hada anda ocupada en otros hilos moviendo su varita a diestra y siniestra.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
05-08-2013 18:11

MI NOMBRE.

He abierto los ojos y un día más no le encuentro sentido a la vida. Me levanto con demasiada calma. Es como si mi cuerpo temiera avanzar. Un temor que me rompe por dentro. Al abrir la cortina observo que el día es frío, como mi corazón. Los árboles de hoja perenne lucen su verde más apagado y entre silenciosos susurros lloran el dolor del tiempo. Me los imagino en la noche tempestuosa soportando los azotes del viento. Quisiera se fuerte como ellos.

Me siento delante de mi ordenador y miro la página en blanco. Quiero escribir, pero no sé qué. La inspiración me ha abandonado. Las gotas de lluvia golpean la ventana como pidiendo permiso para entrar y enfriar el ambiente aún más en este invierno recién comenzado. Escribo mi nombre en el encabezado. Gregorio. Siempre me pregunté y pregunté a mis padres, porqué Gregorio y no cualquier otro nombre. La respuesta fue muy simple; como tu anterior hermano se llamaba Gregorio y murió al paco de nacer, te inscribimos con ese nombre que también era el de tu abuelo.

El nombre es como una cruz, a veces pesada, que tenemos que cargar toda la vida. Igual que la familia, el nombre no se elige. Gregorio; el de cabello rizado, dirían al referirse a mí. Con el cabello rizado, me identifico, pues, lo tuve. Gregorio; práctico, responsable. Tiene una gran voluntad que le ayuda a triunfar en lo que se propone. Pienso que es una ironía de la vida, una jugarreta, como un mal chiste.

No soy práctico, ni he triunfado. La vida me aplasta, me asfixia, me inmoviliza. Paso los días frente a mi ordenador con la pantalla en blanco queriendo escribir algo, aunque sea la fecha, y al igual que la pantalla están mi mente y mi vida; vacías. Ojalá pudiera ver las maravillosas cosas que me rodean, como en aquellos años de inocencia perdida. Enciendo un cigarrillo y trato de evocar y capturar aquellos recuerdos de la infancia aunque sea para poder plasmarlos en esta ventana, para que no se vea tan pulcra, tan aséptica. Y forzando la mente, evoco aquellas vivencias de la niñez...

Cierro los ojos. Entro al patio de la vieja casa y el aroma de azahar me recuerda la infancia perdida; puedo sentir el beso en la mejilla, la caricia cotidiana y la sonrisa de mi madre. El azul del cielo y la tibieza del sol me producen nostalgia. Entro a la casa y comienzo a recorrer los pasillos teñidos de historia, las paredes deterioradas por los años que guardan algunas marcas de retratos colgados, huellas del tiempo pasado. Me siento en uno de los viejos sillones frente a la chimenea, a disfrutar del calorcito.

Sigo recordando. El olor a pan recién cocido me despertaba en las mañanas, me vestía deprisa e iba a la cocina a deleitarme con las tostadas y el café con leche. En las tardes nos reuníamos bajo el jazmín, mientras tejiendo y destejiendo historias que jamás supimos si eran verdad o fantasía, esperábamos la llegada de mi padre al regresar del trabajo. Como una avalancha, los recuerdos van afluyendo hasta hacer que se me humedezcan los ojos.

Ya es de noche. Otra noche en la que la fantasía y la realidad se enlazan en una danza ficticia hasta el punto que la realidad deja de tener esencia. El placer y el dolor también son ilusiones y la melancolía derrama lágrimas ciertas, y tras las lágrimas todo parece confuso; no se ve el final del camino.

Ya es de día y sigo con el cansancio que se sucede tras una noche de pesadillas. Comienzo la rutina y siento pereza de volver a la realidad. Me levanto y miro por la ventana. Delante de mi casa hay un abeto. Sí, un abeto que en medio del parque se mantiene erguido, fuerte, seguro. Lo envidio. Mi vida es monótona como la suya, pero él vive en la luz, dando sombra a quien la necesita. Yo me siento errante, ciego ante el camino incierto que se muestra ante mis ojos. Pobre abeto. Está solo pero en un lugar hermoso. Yo me siento solo entre la multitud. Sólo escucho los sonidos de la numerosa concurrencia. Grito, pero mi voz es silenciada por el murmullo de la muchedumbre.

Me siento delante el ordenador y otra vez esa pantalla en blanco que me mira desafiante como queriéndome decir: ¡anímate! A ver si puedes conmigo, a ver si alguna vez logras escribir algo que mancille mi imagen, la profane y no me vea como una novia inmaculada, virgen. La miro incompetente. Me gustaría llenarla con palabras enlazadas para que jamás volviera a hablarme así. En cambio, mis dedos inútiles se paralizan ante el teclado y sólo logro observarla y odiar su blancura.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Eratalia
Eratalia
04-08-2013 21:17

Pero buen hombre, que habíamos comprado una partida a muy buen precio, y usted nos va a descabalar el presupuesto... Aunque a un miembro de su categoría no se le puede negar nada. Aquí esta su Chesterfield 1780, vaca pura. Espero que el color le agrade.
Y que no cunda el ejemplo y empiecen todos a pedir...


Con rimas y a lo loco
juan fozara
juan fozara
04-08-2013 21:08

JULIA.

Una casa en las afueras, amplia, pero en habitaciones contiguas. Se oye un grito.
- ¡¿Por dónde empiezooo?!
Julia estaba tocando la guitarra en la habitación de al lado, se dirigió a su hijo.
- Carlos, dile a tu papá que no empiece, no me deja concentrar.
- Está bien...
- Papá, dice mamá que no la dejas concentrar...creo que está componiendo una canción.
- Vale, me callo.
Alberto se levantó de la silla, amortiguando los pasos se acercó a la puerta y pegó su oído a ella.
La dulce canción de Julia le emocionó. Volvió a su asiento también sigilosamente y miró su papel en blanco, no era capaz de escribir nada esa tarde.
Ahora la guitarra de Julia podía oírse con claridad aún desde su asiento. La admiró. Era una composición coherente y no como los refritos que escribía él. Podía sentirse agraciado por tener una mujer sensible, intuitiva, amable pero con carácter fuerte y templado. Suspiró.
Al rato Julia terminó su composición, dejó la guitarra apoyada contra el sillón y se dirigió a la habitación de Alberto, quería preguntarle cómo le iba.
Pero Alberto no estaba en ella. Encontró una nota sobre su escritorio:
"Querida Julia, he ido a comprar tabaco, ya sabes lo que eso significa."
Julia sonrió, esa nota significaba que Alberto estaba empezando a encontrar su inspiración. Se fue con Carlos a la cocina y le preparó la cena, después lo acostó.
- Mamá, ¿dónde está papá?
- Está escribiendo.
- Sí, pero no lo vi en su estudio.
- Ya sabes como es papá.
- Un poco raro, ¿verdad?
Julia sonrió pero no le contestó, no sabría que contestarle. Le contó un cuento, Carlos se durmió.
Julia volvió a su estudio y continuó con los últimos arreglos de su canción pero esta vez no se concentró mucho. Volvió a la habitación de Alberto y se fijó otra vez en la nota.
Si tiene la habitación llena de cajetillas de tabaco - pensó Julia-, siempre con sus bromas, querría jugar con el manido chiste del marido que se fue a comprar tabaco y no volvió nunca. Eso era muy típico de él.
Julia no se preocupo en absoluto, se fue a dormir, en su cabeza sonaban todavía los acordes de su canción. Le había salido bien. Se durmió plácidamente y se despertó también de buen humor. Despertó a Carlos y juntos desayunaron con apetito.
Sonó el teléfono. Era un recado para ella, la llamaban de su casa discográfica, iban a grabar un nuevo disco. Estupendo, ella ya tenía la mitad de las canciones escritas. Contenta subió las escaleras hacia el estudio de Alberto, pero se acordó de que estaba escribiendo, así que podía no estar allí.
Abrió la puerta y allí seguía su nota. Julia volvió a sonreír pero oyó un alboroto en la puerta de la casa. Eran periodistas, Julia abrió, las cámaras y los reporteros entraron en tropel, comenzaron a grabar, sacar fotos y hacer preguntas. Julia había llegado a número uno en las listas de ventas. Tardó más de dos horas en librarse de ellos. Menos mal que Carlos se había ido al colegio. Sintió necesidad de descansar en un lugar solitario, decidió sentarse en un banco en la parte de atrás del jardín y allí encontró a Alberto sonriendo.
- Alberto.
- Julia.
Se dieron un largo y apasionado beso.
- ¿Has logrado tener alguna idea? - dijo Julia -.
- No estoy seguro, según cómo se mire...Sí, tengo una idea, dejar de escribir, tanto miedo a la página en blanco, ya me cansa.
- Haces bien, Alberto, total, ya somos ricos.
- Y guapos.
Jajaja - risas al unísono -.
- Oye, sí que estás guapa hoy - dijo Alberto -.
- Pues a ti también te veo atractivo.
- ¿Se fue el niño al colegio?
- Sí
- ¿Subimos?
- Rápido.
Rápido también se desvistieron y lentos pero fogosos hicieron el amor. No nos alargaremos en ese tema.
Al terminar Julia se refugió en su hombro, miró a Alberto con ternura y le dijo:
- Gracias, Alberto.
- ¿Gracias por qué? sabes que te adoro, que sin ti no haría nada, eres mi musa, tú me inspiras.
-Gracias, Alberto, has hecho de mi una estrella del del rock cuando soy una sencilla mujer. Yo he sido tu idea para llenar una página en blanco.
- Eres una maravillosa mujer, amante de su hijo y su marido.
- Cállate, eres un novelista de éxito y esta vez te esfumaste para dejarme el papel principal a mí. Yo por una vez fui la estrella. Desapareciste, todo por mí, un detalle, cariño.
- Bueno, no tenía otra idea...
jajaja -risas al unísono-.
- ¿Me dejas fumar en la cama?
- Ah, eso no.
- ¿Lo hacemos otra vez?
- Ah, eso sí.
Jajaja
-Alberto.
-Julia.
Jajaja -risas al unísono-.


" La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño ": Nietzsche.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
04-08-2013 20:21

Pues servidor, aun agradeciendo y aplaudiendo la idea de los sillones, propondría que el mío me lo cambiasen por uno modelo "chesterfield 1780", en piel de vaca (muerta, naturalmente) tan vintage, que es como ahora lo llevan los modennos. Gracias

Des
Des
04-08-2013 15:26

Castelo, un gusto volver a verte por aquí.
Besos y espero que vengas con más frecuencia, te echamos mucho de menos.


 Castelo
Castelo
04-08-2013 15:01

Gracias por conservar mi sillón pese a mi ausencia,amigos. Eso demuestra que en este foro "el que fue a Sevilla no perdió su silla"

Por cierto, un cálido abrazo a mis amigos de siempre y un afectuoso saludo a los nuevos miembros; me encanta la vitalidad que tiene esta querida página.

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