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jota jota
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10-06-2021 19:55

Mi compromiso con el tema España Vaciada. Es una visión diferente de abandono de los pueblos, pero el drama es el mismo.

Piedra Blanca

A mi prima Coromoto Luces de Salazar y su fervor por Santo Domingo de Guzmán

En tiempos remotos y de olvido, Piedra Blanca fue un caserío de indios, un asentamiento de indios Caribe, que amenazados por el paso de un caudillo que quiso llevarlos a una guerra suicida, abandonaron los bohíos de palma, el rancherio, los fogones y se hicieron sombra en la noche, Desaparecieron.

Con el tiempo nuevamente se poblaron las tierras y al amparo de la democracia, Piedra Blanca se convirtió en pueblo: con iglesia y campanario y su santo patrono, Santo Domingo de Guzmán. Con plaza Bolivar y estátua, con panadería y bodega, ferretería y quincalla. Con escuelas y dispensario, con botica y bar. Y agua que sale directo de la pluma, y corriente eléctrica y teléfono.

El cerro La Maravilla contiene los vientos que libres y sin freno atraviesan la sabana y amenazan con llevarse los techos de las casas de Piedra Blanca, el cerro también obliga al río a contener su furia y lo encausa por lechos amables y pozas profundas para bordear el pueblo, pero el nombre del cerro y del pueblo se deben a una formación natural, a un enorme disco de piedra blanca y lisa que asoma a un costado del cerro y en noches de luna llena Piedra Blanca se ilumina con dos lunas.

En los campos de Piedra Blanca se siembra caña de azúcar, en los trapiches se muelen los largos bastones dorados de caña y en vasijas enormes, de cobre y de bronce, se cocina el dulce jugo de la caña. Los fogones que sostienen el fuego para el caramelo lo alimentan los bagazos exprimidos y puestos a secar al sol, no hay desperdicio y todo es ganancia. Con grandes cucharones, el líquido oscuro y espeso, hirviendo a borbotones, se deja reposar en moldes de madera y se hacen filas de oscuros lingotes de papelón, que luego viajan desde Piedra Blanca en camiones a endulzar el país.

Cuarenta años duró la democracia y cuarenta años se mantuvo la bonanza del pueblo, pero quiso el dictador ir a ver las dos lunas que iluminan Piedra Blanca y esa noche el cielo se cerró, una nube espesa escondió a la luna de miradas insolentes y llovió sin descanso y no hubo un techo donde guarecerse y el dictador y su comitiva se marcharon, pero no olvida un desaire quien está acostumbrado a ser obedecido.

Y comenzó a fallar lo que nunca falló en democracia. Se secó la pluma y faltó el agua, pero les quedó el río a las buenas gentes de Piedra Blanca, porque no le falta Dios al pobre, ni tampoco al justo.

La electricidad llega a ratos y a golpes de corriente tan fuertes, que se perdieron las neveras, se quemaron los bombillos, se fundieron los transformadores y no hubo piedad, ni misericordia, ni tampoco quien arregle el daño. Pero tienen dos lunas los habitantes de Piedra Blanca para iluminarse y los bagazos de caña para cocinar y resisten el asedio.

Nunca más llegó la gasolina y en los pueblos vecinos llenan los tanques de los camiones para seguir endulzando el país con sus lingotes oscuros de papelón y les quedó entonces la solidaridad para seguir adelante.

Faltan los alimentos, porque en las carreteras sobran militares que cobran peaje y los habitantes de Piedra Blanca se mantienen con el orgullo de ser sobrevivientes.

Un día los policías dejaron el puesto policial y no hubo resguardo para los ciudadanos, los militares se retiraron de las carreteras, pero no hubo alivio, porque en la perversidad no hay límites y el dictador en un acto criminal entregó el territorio a hombres armados, a compinches, a sus malvados aliados.

Una luna de sangre y otra luna de tiza iluminaron la noche que los hijos de Piedra Blanca abandonaron el pueblo, ni siquiera cerraron sus casas, los zaguanes se convirtieron en túneles abiertos y al igual que hicieron sus ancestros, los Caribes, en otros tiempos, los pobladores de Piedra Blanca se convirtieron en sombra. Desaparecieron.

Yo los bendije uno por uno sin que faltara ninguno, bendije también los camiones y los caminos. Yo al igual que Bartolome de las Casas soy dominico, sigo su ejemplo y escribo esta crónica para dejar en los libros asentadas, las atrocidades que se cometen en esta ribera del Arauca vibrador, un dato más para la Corte Penal Internacional.

Amanece, abro las puertas de la iglesia y espero a que entre al pueblo la narcoguerrilla y me encomiendo a Santo Domingo de Guzman, santo patrono de Piedra Blanca y fundador de la orden de los Dominicos.

jota jota
jota jota
10-06-2021 04:33

El texto que Rodrigo nos presenta está escrito con dolor y también con mucho de resignación, por lo imposible que resulta un enfrentamiento, sabemos bién quienes somos el campo, que en pelea entre burros y caballos, siempre ganan los caballos. Se anegaron las tierras de esa España vaciada y se llenaron algunos bolsillos, es la fórmula que no tiene por donde equivocarse, y se perdierón las familias que ya no volvieron, pero se rescata en el texto al hombre, a la comunicación, a una hermandad que nace de la solidaridad en la desgracia. Con lo cual Rodrigo nos dice que no todo está perdidio y una esperanza siempre nos permite soñar con un mundo mejor.

jota jota
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09-06-2021 23:11

Justa revancha

Caminan tomados de la mano por la avenida, la felicidad brilla sobre la piel de ambos, sus sueños compartidos se confunden entre las idas y venidas de la multitud que a esta hora colma las calles. La amenaza de lluvia se evapora, la tarde azul se colorea de pinceladas ocres y le entrega mayor intensidad al momento.

Su mala costumbre lo obliga a girar la cabeza, sus ojos se pierden tras el bamboleo impresionante de unas caderas descomunales que pasan a su lado. La dulce voz que lo acompaña, el calor, el candor de la mano que entrelaza la suya, los gestos llenos de promesas no son capaces de detener ese impulso irrefrenable de su instinto.

A su lado, ella lo observó en silencio y la ira le exigió una justa revancha. Suelta su mano de inmediato, adelanta unos pasos, deja caer la cartera y con gesto inesperado dobla la cintura con la intención de levantar la cartera de la calzada, con calculado descuido su falda se levanta hasta la espalda y sus hermosas nalgas redondas y firmes, apenas cubiertas por unas brevísimas bragas verdes, quedan expuestas ante innumerables miradas golosas, también sus piernas, doradas por el sol del Caribe se convierten en centro de atención y se graban en todos los ojos que han fijado la mirada en la tarde que se desnuda. Un concierto de cornetas ensordece el pensamiento y los semáforos ya no tienen sentido, el tráfico se ha paralizado.

Irremediablemente la perdió aquella tarde inolvidable, que se dejó dominar por el instinto, por seguir un impulso, o por la mala costumbre de observar mujeres ajenas.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
09-06-2021 21:00

Queridos amigos: He estado varios días sin acceder al portal y, claro, pasa lo que pasa;: me encuentro con textos y noticias que tendría que haber actualidado ya. Hoy, que paso a dejar mi colaboración quincenal, leo el texto de nuestro entrañable Gregorio; el mismo tema que el mío, pero superior realización. Enhorabuena, agüelico; que sigan muchos años tu vitalidad y tu creatividad sirviendonos de ejemplos.

ÉXODO RURAL

-Entonces... ¿usted llegó a conocer el pueblo antes que lo cubriese el pantano?

Quien así me hablaba era un hombrecillo, negruzco y enjuto, cubierto con la boina característica, raída y grasienta, de los labradores de estas tierras.Un hombrecillo simpático, con el hablar pausado propio de la zona, que se había acercado a mí sin que yo me percatase de su presencia. De la forma más natural habíamos iniciado nuestra conversación, como suele ser frecuente con este paisanaje.

-Pues sí, señor. Lo conocía bien y bien que degusté las ricas morcillas que cocinaba la señá Frodisia, la del curandero. Y alguna vez la Frodisia, su marido, me arregló alguna torcedura de tobillo, que se resistía a las pomadas de la farmacia.

-La señá Frodisia... pero de qué tiempos me habla usted, forastero...

-Bueno, forastero, forastero... no del todo. Yo nací en la capital, pero mi padre, que en gloria esté, tenía su familia y sus amigos en esta aldea. O sea, mi abuelo paterno era de aquí, de La Sangonerilla de Abajo. Yo me apellido Agúndez...

-Entonces...¿es familia de los que criaban ganao en “Las Arribas”, por el monte?

-Sí, señor, para servirle...

-Buena gente sus padres de usted, señor. El mío fue vaquero y sirvió para su señor padre. Con muy buenos recuerdos... Yo soy el Severino, puede que le suene el nombre, hijo del otro Severino, el vaquero. Cuánto luchó su señor padre por evitar la atrocidad del pantano. Pero eran otros tiempos y mandaba quien mandaba. Algún disgusto gordo le valió a su padre el defender este pueblo y a sus gentes.

-Pues sí, Severino (encantado de conocerle, Miguel Agúndez a su disposición...) Pues sí; su quijotismo en la defensa de estas tierras le costó su porvenir como notario, entre otras cosas. Él se encontró con una herencia a la que no podía renunciar; venía de sus abuelos que fueron nacidos, criados, y progresaron en estas tierras. Mi bisabuelo vino de maestro nacional a la escuela que entonces había aquí. Y aquí echaron raíces.

- En aquella época La Sangonerilla era un pueblo como dios manda, con escuela, cura y farmacéutico. Y cuartelillo de la guardia civil. Las casas se cuidaban y los campos daban buenas cosechas; los pocos campos que se podían cultivar, claro. Fue un fracaso sonado. Pero aquí sigue. Apenas unas carpas y algún chapuzón que se dan los turistas. Y algunos cachos de tierra para huertos, mayormente junto al río, ese que ya no corre porque el embalse... bueno el embalse... Luego venían los de la capital y compraban el género. Y se vivía bien, sin lujos ni pretensiones, pero se vivía bien. Pero llegó el alboroto del embalse, que si para regar los campos de abajo, que si para fabricar luz eléctrica, que si., que si.. y era sólo para llenar los bolsillos de unos cuantos. Y a eso se quiso oponer su padre de usted, Miguel.

Atardecía y la conversación se hizo lánguida. Ante nosotros se extendía reflejando las postreras luces de la tarde la menguada extensión líquida del embalse. En medio sobresalía el remate puntiagudo de la torre de la iglesia, incluso parte del campanario, con los vacíos ojos de los huecos de las campanas, ya desmontadas y fundidas para quien sabe que menesteres.
Era lo quedaba visible, y no siempre, de La Sangonerilla de Abajo pueblo vivo y vivaz, que daba vida y trabajo a muchas familias de la zona. Si hubiese sido La Sangonerilla de Arriba se hubiese librado de la destrucción y la ruina y sus gentes todavía podían seguir felices en sus casas, labrando sus escasas tierras y alimentando a sus ganados. Pero estaba en la zona elegida por los ingenieros para ser inundada por las aguas del embalse. El nuestro y varios pueblos más.

Aquel ocaso no era una simple metáfora; era el retrato vivo de la muerte programada, convenida e irremediable, de tantas y tantas zonas de España. Aquel atardecer lleno de color, con aquella atmósfera limpia y clara, con la placidez que sólo la naturaleza pura da al ser humano, es un retrato de igual belleza a la de los paisajes que agonizaban. La desidia de los gobernantes, la ambición desmedida de quienes encuentran en esos parajes y en muchos otros materiales para su enriquecimiento, la escasa respuesta de la ciudadania, estaban logrando no sólo la desaparición de un enorme valor de riqueza patrimonial, en forma de paisajes, costumbres y culturas ancestrales, arquitetura... sino la eliminación, el finiquito de unas potencialidades que esas tierras y sus hombres tienen para el equilibrio del tan teóricamente (y falsamente) defendido medio ambiente.

Claro que hay individuos, asociaciones que luchan por detener estos atropellos con su escasez de recursos y se oponen a estas devastaciones. Al parecer mi padre fue uno de ellos; lástima no tener yo aquel coraje suyo y aquella vocación de defensor de lo que, en definitiva, es auténticamente mío: mis raíces. Pero el desequilibrio de recursos para esa lucha define claramenbte al ganador: el capital, inmisericorde con todo lo que se oponga a su beneficio.
He recorrido diversas partes de España en las que ese problema de lo que ahora, eufemísticamente, se llama “vaciado” y en todas he sentido esa sensación de angustia, de dolor por un país que se disuelve en la nada. He hablado con varios Severinos con los que no me unía, como en este caso, ningún vínculo de amistad. En todos he encontrado esa lágrima que nunca acaba de caer por su tierra que se muere, que algunos sacrifican a intereses puramente materiales, ignorando el bien que puede hacer, todavía, a tantos que nos sentimos parte y fruto de esas tierras. Tierras de Huesca, de Soria, de Castilla o Aragón, paisajes entrañables en los que sus habitantes, a los que para mayor ultraje, se les podría dotar ya de medios suficientes para que tuviesen un nivel de confort como el que tienen en la ciudad, pero sin ninguna de sus servidumbres: estrés, ruidos, contaminación, aglomeraciones...

Severino y yo nos desplazamos al “pueblo de sustitución”: Sangonerilla la Nueva, pueblo de escaso éxito en el que la mayoría de los habitantes del pueblo a inundar renunció a establecerse. Allí continuamos nuestra plática que acabó a las tantas de la noche, después de una apetitosa cena en el bar del pueblo, que regentaba otro conocido de mi padre, el Clavijas, apodado así por su antigua actividad de electricista. Coincidimos los tres, bueno, al final éramos seis o siete alrededor de un buen vino de la tierra, todos con la nostalgia de las vivencias en el pueblo desaparecido, coincidimos en que si los políticos quisieran y los señorones del dinero dejasen
se podría recuperar esta España vaciada para engrandecer el país y la riqueza inmaterial de sus tradiciones, todavía latentes en la memoria colectiva. Mejorar algunas vías de comunicación, reabrir centros escolares, actualizar los centros sanitarios, rehabilitar algunas iglesias... una pequeña inversión si la comparamos con los despilfarros que nos asombran y escandalizan en tantas ocasiones, que crearía buenos puestos de trabajo y daría vida a un tejido recuperable que constituyó en su día una parte muy importante de este país que tanto queremos muchos de sus habitantes.

Y esta visita mía y la conversación subsiguiente me evidenció una parte muy importante, nunca demasiado valorada, de la riqueza perdida: la comunicación humana, la relación solidaria entre las personas. En el pueblo se hacen amigos, el sentimiento de solidaridad mutua se acentúa, tal vez porque como los árboles, la vegetación, los arroyos y las fuentes, es un producto de la tierra. Nace en ella y de ella se alimenta. Reflexionemos.

jota jota
jota jota
08-06-2021 17:45

Sobre las pistas

La brisa que sopla despedidas inusuales desde las montañas me dejó los ojos volados de asombro, sin saber a donde ir, como si yo fuera un extranjero perdido en tierras extrañas y desconocidas. Ella ni siquiera dejó el rastro de su perfume para poder seguirlo. Se convirtió en humo evasivo, se hizo invisible, se transformó en suave brisa de la tarde y desapareció.
Con la intención de encontrarla retomé antiguas costumbres, regresé a la práctica de viejos ritos que me fueron revelados en secreto por mis antepasados y me mantuve fiel al juramento de utilizarlos únicamente para hacer el bien.

Incapaz de olvidarla, en un intento desesperado de darle espesor a los vapores de ayer me encerré con la esperanza de encontrarla. Me exigí tercamente silencio con la intención de expiar alguna culpa si la había y ayuné durante siete días completos. Al séptimo día de pensarla intensamente y cumplir a cabalidad con los protocolos del antiguo culto, el correo tocó mi puerta y me entregó un paquete. Reconocí de inmediato su caligrafía perfecta, supe al instante que era de ella, pero el remitente me era totalmente desconocido.

Contuve las prisas, a duras penas logré controlar el temblor de las manos y sin rasgar el envoltorio desenvolví el paquete. Resultó ser un ejemplar de un libro por mí desconocido y escrito por Paolo Giordano, el título me resultó extraño: La Soledad de los Números Primos. Extendí el papel de embalaje sobre la mesa y con afán busqué un detalle, alguna huella y no encontré señal alguna. Tomé nuevamente el libro y esta vez no pude apartar la mirada de la portada. En la fotografía impresa en la carátula, el rostro de una muchacha con ojos intensos y dulces me mira.

Por una especie de sortilegio, los ojos de la muchacha de la fotografía se convirtieron en los ojos de ella, ojos que no puedo olvidar, de largas pestañas, ojos enmarcados por cejas firmes y serias. Esos ojos de la fotografía son sus ojos inconfundibles de almendra y ahora me miran y exigen con firmeza el cumplimiento de mis juramentos, de seguirla al fin del mundo, de buscarla siempre, de no abandonarla jamás. Sus labios de níspero maduro mantienen la promesa de un beso del más allá.

Al abrir el libro encontré un cordel negro amarrado en forma de lazo. Estaba a punto de descubrir, sin saberlo, el enigma de la repentina e incomprensible desaparición de ella. Al mirar el lazo, inocentemente olvidado dentro del volumen, comprendí que el envío de la publicación es una excusa para dejar impresiones, pistas, que pueden pasar desapercibidas ante cualquier revisión rigurosa, huellas que me permitirán seguir un rastro y encontrarla ¡Rescatarla si es preciso!

Reviso con atención, busco alguna palabra subrayada, pero no tengo éxito. En cambio, encuentro una inocente hoja seca que señala en la esquina superior derecha el número 35 de la página, continúo hojeando el libro con mayor cuidado y aparece el esqueleto de otra hoja, como olvidada en un descuido, esta vez en la página 51, pero apunta hacia la izquierda.

Los recuerdos como imágenes de una película me asaltan y un detalle menor de esos recuerdos me lleva a relacionar los números con el sistema de referencia de las coordenadas geográficas. Una teoría descabellada toma forma en mi pensamiento. Utilizó la referencia de los números para localizar la longitud, la latitud y encuentro que los números de las páginas son las coordenadas de Teherán y las hojas secas, que pensé eran de Ácana, son en realidad de jacarandá, árbol que se ve mucho en esa ciudad, lo que viene a confirmar mi teoría. El cordón negro es otra pista, encuentro el significado bajo el estudio de otros codigos y ahora comprendo que representa la autoridad y la intransigencia, el lazo es la sujeción en contra de su voluntad. Finalmente el título del libro me hace pensar que un primo la secuestró, que la lleva a Teherán y hoy, que recibo el paquete, es el día señalado de su partida.

Confirmo la hora del único vuelo a Teherán y compro dos boletos para un destino diferente que parte una hora antes. Llego al aeropuerto, hago trampas en el chequeo, me dirijo directamente a la puerta de embarque del avión que sale a Teherán y a pesar de la burka y el rigor de los trapos negros que la cubren, reconozco la intensidad de sus ojos persas.

Escoltada por dos hombres ella guarda silencio, con la mirada baja, en señal de respeto y sumisión espera resignada a ser llamada para abordar el avión con destino a su prisión. Desde el pasillo hago sonar unas castañuelas y consigo que levante la vista, me reconoce. Camino de regreso a la puerta de embarque del vuelo que tengo reservado para ambos. Los parlantes anuncian con desesperación que se presenten de inmediato los dos pasajeros que faltan.

Me detengo frente a una tienda y ella pasa a mi lado rumbo al baño, tomo su mano y corremos por los pasillos. Detrás de nosotros uno de los hombres intenta darnos alcance. Me falta el aire, me fallan las piernas y en el último momento entrego los tikets de embarque al personal de la aerolínea y a la carrera cruzamos la puerta del avión que se cierra de inmediato.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
07-06-2021 21:18

Gracias, JJ. El PANTANO DE RIAÑO, es real, los pueblos anegados eran reales, y lo que cuento, también está basado en una histeria real.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
jota jota
jota jota
07-06-2021 16:44

El Pantano de Riaño es un texto hermoso, escrito con mestria, con oficio y resulta conmovedor. Gregorio intenta cumplir con el compromiso de esta quincena -La España Vaciada- pero luego lo ganan los recuerdos, la nostalgia y Gregorio para nuestro mayor disfrute le entrega el texto al Pantano y es el pantano quien escribe la historia que nos conmueve, imagino que el pantano de Riaño muy a su pesar anego los espacios y las casas a sabiendas que no podia borrar los recuerdos y las vidas que una vez se levantaron en ese espacio. Una vez más, gracias Gregorio. Yo espero llegar a los 85 años con la honestidad que tú tienes para escribir.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
07-06-2021 09:36

Gracias, JJ por felicitarme. Un abrazo.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
jota jota
jota jota
07-06-2021 00:47

Acciones y reacciones

Para ser exactos, en mi caso particular, el pasado no es un tiempo verbal. Hace rato dejó de ser el peso de un recuerdo y se convirtió en amenaza, en una sombra que me persigue, señala mis culpas y me empuja al límite del miedo. El pasado me alcanza y viene a cobrar con intereses de mora una acción equivocada. Son vanos los numerosos intentos de resistirme, inútiles las mentiras para eludir la responsabilidad de los actos innobles que cometí.

La aceptación de esta realidad es la única alternativa que me permite seguir adelante. Me está prohibido jugar al olvido a sabiendas que la oscura silueta me persigue en silencio y tenaz deforma mis huellas. Es un espectro conocido, que tuvo nombre y apellidos y una dirección y ahora se escuda en el anonimato de la calle, detrás del descuido, de años sumido en el abandono que asumió como forma de vida.
Por un instante se descubre ante mí y me muestra que estoy realmente indefenso, que soy vulnerable, que no tengo ninguna posibilidad, que estoy perdido. En ese momento el miedo me paraliza.

Se cruzó en mi camino con intenciones erráticas. Manotea y amenaza a enemigos invisibles, habla solo, o quizás sus palabras son dirigidas a mí. Es imposible saberlo. En sus ojos extraviados encontré la misma intensidad de quince años atrás. En los rescoldos del resentimiento brillan los fulgores de un fuego que no se apaga. Hace quince años la intensa llama de su mirada chocó contra el cortafuegos impuesto por el temor a las consecuencias de sus actos y en ese momento le faltó aire y oxígeno a ese fuego y no pudo mantener la intención abrasadora de arrasar con todo y se ocultó entre las cenizas que deja el odio, para aparecer ahora. Reconozco que estoy perdido.

No es posible olvidar que ese incendio lo ha consumido, persiste la mirada de rencor con la que hace quince años me fulminó, a falta de otras armas para destruirme. Cuando nuestras miradas se encontraron nuevamente, quince años después, regresé en un viaje inesperado al pasado, a ese tiempo en que el ego me perdió y me sentí por encima del bien y del mal.

Hace quince años con ventajas le arrebaté de mala forma la mujer que tenía, la mujer que lo sostenía al borde del abismo, su única y última esperanza. Una sola acción, dos puñaladas. La mujer me duró poco, justo el tiempo necesario que le toma pasar al viento del invierno por mi ventana y dejar su rastro de nieve y cobardía.

Seguí adelante sin volver la mirada. Él en cambio se derrumbó, salió a la calle en busca de aire, por un momento, y le fue imposible encontrar el camino de regreso y prefirió abandonarse, ya sin razones para luchar. Al ver su ira y su violencia descubro mi firma en su desvarío.

Hace quince años yo era otro, me creí dueño de mi futuro. La zancadilla y la mentira eran en ese entonces mis armas para avanzar hacia la gloria que pensé, en ese momento, me pertenecía y justifiqué mis actos bajo mi legítimo derecho de jugarme la gloria. El destino me mostró que estaba equivocado.

Hoy en su mirada encuentro mi derrota. Voy a mi casa, no necesito ir a la biblioteca para buscar la información que necesito y desde mi computador abro portales, busco conceptos y claves del comportamiento humano en las líneas filosóficas y religiosas del pensamiento. Finalmente encuentro lo que busco en esta afirmación: el hombre debe mantener una línea de conducta basada en la rectitud de su proceder hacia los otros. Nuestras acciones son crudas señales en la armonía del universo, los actos de los hombres son juzgados por leyes inflexibles y desconocidas, para mantener esa armonía los budistas se obligan a sellar el círculo y avanzar dignamente sobre los hechos consumados.

Debo enmendar mi error, mi falta, sellar el círculo. Busco a ese hombre y lo encuentro en la esquina en donde a diario se enfrenta a sus demonios y a pesar de su ira, de la ruptura con la realidad, se deja conducir dócilmente. Lo alojo en mi casa, no tengo otra alternativa para enmendar mis errores y borrar las culpas. Cada noche espero que me rompa el corazón, lo he visto afilar las hojas de los cuchillos en los chispazos fugaces de sus recuerdos.

jota jota
jota jota
07-06-2021 00:46

Feliz cumpleaños y gracias por mostrarnos que el escritor escribe hasta el último día de su vida y se divierte al escribir.

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