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TALLER DE RELATOS
juan fozara
juan fozara
13-06-2013 13:14

ORFEO Y EURÍDICE.

En una calle peatonal los transeúntes se detenían embelesados,tuvieran la prisa que tuvieran no podían evitar pararse a escuchar la dulce música que les hacía llorar el corazón de alegría.Orfeo,un joven y apuesto músico callejero tocaba su lira.La gente se arremolinaba,los niños dejaban de correr con sus bicicletas y a algunos se le derretían los helados,se olvidaban de comérselos.Orfeo sonreía,además de músico era un filósofo y en los descansos entre pieza y pieza entretenía con su conversación al numeroso auditorio para el que tenía la frase adecuada y el siempre acertado consejo.
Era muy querido.Había recibido numerosas ofertas para grabar discos pero él prefería el contacto con la gente,la sencillez y el calor que su comunicación directa y cariñosa le reportaba.
No lejos,en esa misma calle peatonal,una joven artesana llamada Eurídice,vendía collares,pulseras y pendientes que hacía con sus propias manos,obras excelentes que casi todas las mujeres,jóvenes y viejas le compraban.
Al levantar su pequeño tenderete siempre se detenía a escuchar y conversar con Orfeo.Pronto se enamoraron.Eran tal para cual.Decidieron casarse y comprar una modestísima casa en las afueras de la ciudad,la casa tenía un pequeño terreno.Allí se sentaban las tardes de domingo,él después de su jornada matutina y ella después de elaborar con sus finas manos los pendientes,collares y brazaletes que por la semana vendía a un precio modesto.Al igual que Orfeo no era ambiciosa y ambos se conformaban con una vida frugal pero de mucho amor.
Así transcurrió un tiempo no demasiado largo.los acontecimientos tomarían un sesgo trágico.Llegó la crisis,los transeúntes aunque fascinados no podían desprenderse de sus monedas para premiar a Orfeo.Las tiendas de los "chinos" se multiplicaron y aunque vendían baratijas que en nada se podían comparar a la belleza de la artesanía de Eurídice,la gente dejó de comprarle a ella para acudir a esas poco elegantes tiendas.
En definitiva,llegaron los malos tiempos.
Orfeo y Eurídice eran igualmente felices pero no tenían dinero.Se conformaban con lo mínimo para comer,eran frugales y se alimentaban de su amor.Pero el Banco les apremiaba,tenían que pagar su hipoteca.
Eurídice,más sensible,sintió una mañana al llegar el cartero la mordedura de la serpiente de la avaricia,su veneno se la llevó.Orfeo creyó volverse loco.No aceptó su muerte,su desesperación le obligó a pasar a la acción.
En la junta de accionistas del Banco se presentó inopinadamente con su lira y comenzó a tocar. Increíble e inesperadamente,el duro corazón de esos ejecutivos se ablandó.Orfeo les pidió que le devolviesen a Eurídice al precio que fuese.Ellos se reunieron en conciliábulo y dieron con una extraña solución.
Orfeo podría rescatar a Eurídice de la muerte y la quiebra pero con una perentoria y obligada condición.Se introduciría en el túnel de los desahuciados y podría rescatar a Eurídice que caminaría tras él.Eso sí,tendría que tocar con su lira suaves melodías que apaciguasen el ánimo de los quebrados para que no se produjese una rebelión.Le prometieron que el Banco pagaría los vencimientos de sus recibos hasta el último,pero mientras no podía volver la vista atrás,no podría mirarla hasta cancelar su préstamo.
Orfeo aceptó comprendiendo a su pesar que no podía cambiar la situación de los desahuciados,a los que al menos les consolaría con su música.Lo más duro sería no ver ni oír a Eurídice hasta que se pagase el último plazo.Orfeo caminó por el túnel del lamento cumpliendo las condiciones.
Ya cuando se veía la luz del final del túnel(habían pasado algunos eternos años),Orfeo pudo ver al cartero con el último ansiado recibo.El sol por fin acariciaba su cara,qué dulce sensación.Eurídice,silenciosa también caminaba tras él a la luz de una radiante mañana.
Orfeo abrió la carta,el ansiado recibo,pero en su alegría y emoción no se dio cuenta que era sólo un aviso donde se le comunicaba que en dos días se pagaría el último plazo.
Orfeo,emocionado se volvió hacia Eurídice,bañada por el sol,menos un pie que apoyaba todavía en el túnel.La oscuridad se la tragó de nuevo.Esta vez para siempre y delante de los ojos del enloquecido Orfeo.
No describiremos por imposible su llanto y desesperación.No tuvo consuelo,quizás,el único,ya no consuelo sino rabia y ganas de morir luchando,fue el hecho de volver a la antigua calle peatonal y entonar furibundas y justificadas canciones de protesta.
Tan bien las logró entonar que la gente se comenzó a armar para una inminente e imparable sublevación.Pero antes de que sucediera esto la policía llegó junto a él,lo cercó y después lo descuartizó.


" La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño ": Nietzsche.
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
09-06-2013 13:58

ORFEO Y EURÍDICE, EN BARCELONA.

En Barcelona, ciudad de bohemios, y transeúntes hay muchas personas que desarrollan su arte en la calle y en el subsuelo; en las gran-des galerías existentes en las estaciones de metro para enlazar unas líneas con otras. En el corredor que une las líneas 4 y 5 en la estación Maragall, un hombre toca un violín que suena con tal melancolía que los viajeros son incapaces de continuar sin escuchar tan triste pero maravillosa música y dejarle una moneda en la funda abierta del instrumento. Cuando alguna mujer, con lágrimas en los ojos le pregunta, ¿por qué tanta tristeza, y por qué desperdicia su talento en ese lugar? Él relata su historia:
«─Hasta hace poco tiempo, era un músico con fama mundial. He tocado el violín, la lira y otros instrumentos musicales bajo las batutas de los mejores directores de orquesta del mundo; mi música ha ilusionado a hombres y mujer, y con esas cualidades musicales, no es de extrañar que las mujeres me admiraran y que tuviera diversas interesadas que soñaban con yacer conmigo y ser despertadas con una dulce melodía al amanecer. Numerosas mujeres con las que he tenido historias amorosas, que creíamos verdaderas, únicas, hasta que conocí a Eurídice, en el Palacio de la Música, (Palau de la Música) de Barcelona, hace diez años. Sólo ella llamó mi máxima atención. No era tan atrevida, y puede que no más bella que otras, pero sí la más hermosa para mí. El amor es así, caprichoso e inesperado, y desde que la vi, la imagen de su tierna sonrisa, de su mirada brillante y cristalina, se repetían en mi mente y no dudé en casarme con ella.

Con Eurídice he vivido los mejores años de mi vida y mi música inspirada en su belleza fue aplaudida y vitoreada fervorosamente. Mi gran éxito, me llevó a viajar de nuevo por todo el mundo. Eurídice no quiso acompañarme. Esa vida, decía, no era para ella. Yo volvía a Barcelona esporádicamente, cunando podía, y pasábamos unos días juntos. Pero no hay felicidad eterna, pues si la hubiera, acabaríamos olvidando la tristeza, y la felicidad perdería su sentido. Hace un año, cuando volví de una gira, Eurídice no estaba esperándome como siempre en el aeropuerto del Prat. Llegué a nuestra casa intranquilo, pensando que algo malo le había pasado. Y justo entrar, sobre la mesa del salón encontré la siguiente carta:»

«─Amado Orfeo: Te quiero más que a mi propio ser, pero tú no me correspondes con el mismo afecto de antes. Sé que la música es tu pasión, es tu vida, es tu amada, y no puedo competir con algo tan espiritual; soy de carne y hueso, tengo sentimientos, sensibilidad, y deseos carnales que no me puedes transmitir a distancia. El amor es físico y emocional a la vez, compartido por dos personas que en el momento de la culminación, se funden en una sola. Ante la imposibilidad de compartir nuestras vidas día a día minuto a minuto, he decidido marchame para que puedas ser libre y dediques todo el tiempo a tu música, que para ti está por encima de todo, incluido nuestro amor. Deseo que seas feliz, y no te molestes en buscarme, porque si me encuentras, no volveré contigo aunque es lo que más deseo. Pero no quiero que dejes ese mundo que te fascina y no seas feliz a mi lado. La que más te ha querido y te sigue queriendo.

Eurídice»

«─Desde ese día el mundo se me vino encima. Dejé de trabajar. Contraté los servicios de una agencia de detectives muy renombrada últimamente, que investigaron durante seis me-ses sin resultados. El abatimiento me llevó a la bebida. Los gastos me obligaron a vender la casa y ahora vivo en un cuchitril en el barrio chino, y me gano la vida de esta manera. Esta es, nuestra verdadera historia.

La historia de ORFEO Y EURÍDICE»



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Des
Des
08-06-2013 14:33

Kim Nelson. Australiano, pintor simbolista.

Para nadie.

Esta noche nada se salva
el aire es de plástico.
En un callejón sin salida
alguien llora .
Los pájaros tratan de volar
pero están muertos.
Las flores deshabitadas
dejan caer sus pétalos.
Esta noche no me mira
no me ofrece
no me cura
no me abandona…


Siete días y dos meses.

Todo había cambiado desde que Vega apareció en su vida, era feliz , muy feliz a su lado, había concluido su gira , estaba deseando volver a verla ,regresaba a León , la ciudad mágica .
En un despliegue de energía terminó de hacer la maleta, se sentía conmovido por la ternura de un amor que le había hecho descubrir toda la belleza del mundo. Soñó con sus ojos, esos ojos que cambiaban de color según la luz intensidad de la luz.

Estaba tomando un café en el bar del aeropuerto ,cuando una llamada al móvil desde un número desconocido lo inquietó.

Hola ¿ eres Albert, Albert Caral? …
- Sí, soy yo ¿ quién eres?
- Soy Lizi , la compañera de piso de Vega, lo siento, ha pasado algo horrible.
- Y Vega, dónde está ¿ qué ha pasado ?
- Vega ha muerto .

Todo se oscureció mientras Albert se convertía en el ser más triste del mundo.

- Albert, lo siento, lo siento , tenía que llamarte, ella me habló mucho de ti, tu teléfono estaba en su móvil, lo siento tanto , no he podido hacer nada por salvarla, lo he intentado, te juro que lo intenté.

Compositor y director de música, trabajaba en la Banda Sinfónica de Músicos sin Fronteras, habían realizado varias giras por Europa, Colombia y Japón . La música ocupaba un espacio natural en el que se encontraba a salvo, dominaba las palabras , agitaba las emociones y se pasaba la vida complicándose la existencia con las mujeres sin saber por qué .


Un buen amigo del conservatorio le había regalado cuando estudiaban “El jardín perfumado” una de las mejores frases del libro decía que “La mujer es como una fruta que sólo exhala su fragancia cuando la frotan con la mano” desde entonces el placer de la piel lo había elevado a la categoría de arte , era un hombre sexy que resultaba excitante , un ilusionista de los preámbulos del “amor” capaz de hacer de una relación sexual superficial y pasajera algo trascendental .

No conocía León, él y su banda formaban parte de un programa de actividades artísticas y culturales que se iban a desarrollar durante siete días en El Barrio Húmedo de la ciudad.
Una hermosa ciudad por descubrir, sus calles , su trazado medieval, decidió comprar un mapa turístico y entró en la primera librería que se encontró.

Vega era bonita por fuera y por dentro, se relacionaba muy bien con los demás, hablaba con dulzura y le gustaba contar cuentos , coloreaba todo aquello que tocaba , no sabía de trampas, , ni trucos, el mundo para ella, era ahora ,un lugar amistoso , trabajaba en una librería del casco antiguo de León, vivía a diez minutos andando , en un piso de dos dormitorios, luminoso, sin ruidos que había alquilado cuando llegó a la ciudad y que compartía con una estudiante de Medicina que se pasaba el día en la Facultad y estudiando.
A Vega le gustaba cocinar y se encargaba de que siempre hubiera comida fresca y bien preparada para las dos, a veces el aroma de un plato sabroso levantaba el ánimo de su compañera , una chica responsable y afectuosa llamada Alicia y que ella cariñosamente llamaba Lizi.

Al entrar en la librería ella levantó los ojos del libro que estaba leyendo y le sonrió , Vega tenía los ojos verdes , de un verde oscuro intenso y brillaban , entonces el aire se lleno de su fragancia, percibió el calor de su cuerpo, la tibieza de sus pechos, el sabor de su saliva.
A veces se había preguntado si la mujer de su vida existiría , si sabría reconocerla en el caso de encontrarla y allí estaba, era preciosa.

Pasaron todo el tiempo de que disponían esa semana juntos, Albert insistía en que lo dejara todo y se fuera con él , quedaban dos meses de gira , después se instalarían en Madrid .

Vega no había viajado , pensó en lo maravilloso que sería irse con él, el amor la había cogido por sorpresa a una velocidad vertiginosa , le dijo que no podía dejar el trabajo, así, de pronto , que no podía dejar sola a Lizi durante sus exámenes finales , que esperaran a que terminara la gira y se iría con él a Madrid, sólo eran dos meses.

Hablarían por teléfono todos los días, pasarían cada fin de semana que pudieran juntos en una ciudad diferente , la gira era por España , no sería tan complicado.
Durante esos meses los encuentros se sucedieron, cada fin de semana viajaban para encontrarse en una ciudad diferente y cada despedida era una nueva necesidad de volver a estar juntos.

En un extremo de la barra del bar , la televisión le descubría lo ocurrido , Albert se tapò la cara con las manos, no quería mirar , queria salir corriendo, pero está paralizado por un dolor tan profundo que no le dejaba respirar.

“ Un nuevo crimen por violencia machista en el centro de León, una mujer de 26 años y de nacionalidad española ha fallecido a manos de su ex novio cuando se dirigía al trabajo acompañada de su compañera de piso que intento reanimarla hasta que llegaron los servicios de emergencia, que no pudieron hacer nada por salvarle la vida.
Su agresor tenía una orden de alejamiento , al ser una víctima de “alto riesgo” la Fundación Sobran los Motivos le había proporcionado los medios necesarios y un trabajo en otra ciudad para ayudarla a construir su camino"

Albert no sabía nada del pasado de Vega, en el tiempo que pasaron juntos no había lugar para la tristeza ni para el dolor.
Albert no era capaz de soportar su muerte, esa muerte, una y otra vez la muerte de Vega martilleaba dentro de él.
Vega inocente, Vega sanando sus heridas, Vega confiada ,Vega profunda, Vega con un corazón dispuesto a nacer, Vega muerta de frío, Vega muerta.

Albert en la oscuridad de ese pensamiento, Albert intentando comprender, Albert tratando de imaginar que nada de lo que estaba sucediendo era cierto, Albert camino de la confusión y el vacío.
Albert camino del infierno.


Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
03-06-2013 16:05

ORPHÉE Y DIZZI.- UNA TRAGEDIA MESETARIA.

Orphée de Todos los Santos guardó cuidadosamente su clarinete, un precioso instrumento de ébano con mecanismos e incrustaciones de plata, dentro de su caja, forrada de terciopelo rojo. El concierto, como siempre, había sido un clamoroso éxito. Parecía mentira que sus interpretaciones de aquellas sencillas melodías populares, rústicas y pastoriles, que había aprendido en su niñez con el simple caramillo que perteneció a su padre, llevasen al público a aquellas manifestaciones extremas, casi delirantes, de sus sentimientos de alegría o a nostalgias de la felicidad perdida. Orphée era verdaderamente un mago del clarinete. Un mago sin estridencias ni repercusiones internacionales, pero que sabía captar a sus audiencias, gentes sencillas, envolviéndolas con la seducción de sus baladas.

Un éxito clamoroso a pesar de las negras premoniciones que se cernieron sobre él antes del concierto. Un mensaje SMS y un dramático silencio. Un mensaje en el móvil enviado por su adorada Dizzi, Eurídice Glorificación Martínez, la hija predilecta del cacique de aquellas tierras de cerriles atavismos. El mensaje decía: “T qiero desperadamente. Desperadamente comprendo q soy una carga en t vida. M voy qeriéndote a tope. T dejo libre. Se feliz. Dizzi.” Después el silencio. Sus continuas llamadas telefónicas no obtuvieron respuestas. El mensaje, bastante melodramático, era muy propio de la manera de expresarse de Dizzi, un ser elemental, de una belleza sorprendente y pura, pero con quien no conseguía esa superior empatía que él, como artista, necesitaba de su compañera. No obstante la quería apasionadamente, conforme requería su turbulento espíritu de artista.

Él, guapo mocetón, cautivaba a las mujeres con su presencia y con su música. Dizzi fue de las primeras en sucumbir a aquella seducción. Y él la quería. La sola posibilidad de perderla le aterrorizaba; pero estaba la música, su música y el encanto que ejercía sobre el público femenino. Era una muy dura disyuntiva que, afortunadamente, no ensombreció la brillantez de su último concierto. Porque tal vez aquel habría de ser el último: decididamente tenía que recuperar a Dizzi. Aquel mensaje y aquel silencio había removido los estratos más profundos de un amor del que él desconocía su verdadera intensidad.

Salió del local lo más discretamente que pudo y desapareció en la oscuridad de las callejuelas, hacia el coche que tenía aparcado junto a las eras. Ni siquiera se despidió de sus compañeros de la banda. Después, ya más tranquilo, los llamaría y les explicaría.

Orphée llegó de madrugada al cortijo donde se había refugiado Dizzi, con sus padres. Como solía hacer antes de conseguirla como amante comenzó a tañer el clarinete en el patio delantero de la casa. ¡Qué deleite de música! Los perros callaron, el piar de los gorriones bajó su diapasón y la natural tranquilidad de aquellos campos se transformó en la paz elísea de los dioses. Pronto aparecieron sus suegros, apaciguados de sus previsibles iras. Detrás Dizzi, vestida con una leve camisola y sus gráciles formas sugiriendo pasiones. Orphée utilizó todos sus encantos y recursos extramusicales para convencer a la muchacha y a sus padres que aquella vida bohemia, insegura y aventurera había terminado. Con la influencia de su suegro conseguiría un puesto de trabajo en el Ayuntamiento del pueblo y, además, podría ayudarlo en las labores del campo. A Dizzi no fue difícil convencerla.

Aquella noche volvieron a la ciudad. Él debía poner orden en sus cosas y despedirse de los amigos. Ella dormía plácidamente a su lado; sus bellos pechos alzaban rítmicamente, con la tranquila respiración, la liviana blusa que la cubría. De repente un súbito fulgor, un resplandor cegador: “¡C.abrón, pon las luces de cruce!” gritó él mientras un volantazo lo arrojaba fuera de la carretera.
Cuando despertó le pareció encontrarse en la antesala de ese lugar donde dicen que van las almas de los que mueren felices. Una blancura deslumbrante, tubos de metal brillante, sábanas impolutas: todo le hacía pensar en esa gloria que nunca consiguió materializar en su imaginación.

Bruscamente recordó sus últimos instantes de consciencia: el terrible accidente, el deslumbramiento por aquellos faros asesinos y el rodar por la pendiente rocosa. ¡Dizzi, su Dizzi! No podía articular palabra; unos tubos en su garganta se lo impedían. A través de su mirada aún brumosa entrevió a los padres de Dizzi y a sus dos hermanas. Sus expresiones eran terribles, oscuras, siniestras. Intuyó que su amada compañera había muerto y que aquellos seres de vertical rigidez y semblantes rencorosos le atribuían a él la muerte de aquel ser tan querido. Pronto pudo comprobarlo.

A los pocos días recibió el alta médica; sorprendentemente sus suegros le pidieron que, hasta que decidiese qué hacer con su vida, les acompañase en el cortijo. Allí podría terminar de recuperarse. En aquellas plácidas serranías meditaría mejor acerca de su futuro.

La muerte de Dizzi sumió al músico en una terrible depresión; apenas hablaba; nunca volvió a tocar el clarinete y lloraba silenciosamente por entre los riscos y los alcornoques. Aunque su suegro lo atribuía todo a la naturaleza bohemia y perezosa del muchacho. En el bar del pueblo se tramó secretamente el inicuo plan de la venganza. Corrió la voz que el desdichado músico había vuelto a la ciudad, incapaz de soportar los recuerdos que aquellas tierras le traían de su amada Dizzi; otros atribuyeron su regreso a aquello de que “la cabra tira al monte” y que a él lo que le iba era la marcha ciudadana, con sus conciertos y sus mujeres. Pero la verdad de la historia, la que nunca se supo, como sucede con tantas verdades, es que en uno de sus melancólicos paseos, Orphée fue asesinado y su cadáver arrojado a la “Cueva de la Mora”, esa cueva inaccesible que existe en tantos lugares de España. De hecho también se dice que desde que el músico desapareció se oyen, algunas noches especialmente luminosas, llenas de aromas silvestres y proclives a la pasión, tristes melodías desde la lúgubre cueva. Cosas de este país.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
01-06-2013 01:44

Apreciados amigos y amigas. En esta etapa han sido 6 relatos, 6 trocitos de nuestras vivencias.

Gracias, a todos/as por seguir participando. Gracias por vuestros comentarios en general, y por los referidos a mi texto.

Comenzamos con un nuevo tema. Miren la propuesta, arriba en el inicio.

Saludos.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Eratalia
Eratalia
27-05-2013 19:48

MIS INSUSTANCIALES LECTURAS.

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla... ¡Ay, no! que ese era Antonio.
Pero sí recuerdo un patio estilo andaluz con una pequeña fuente en medio, tipo estanque, que a mí me parecía inmenso y debía ser del tamaño de una caja de cerillas...
Aunque no me iré por los cerros de mi amigo, el de Úbeda, sino que intentaré centrarme en mis primeras lecturas.
Siempre que pienso en cómo comecé a leer me veo a mí misma refugiada bajo la mesa camilla, con un tebeo entre las manos. Aún no iba al colegio, pero me sabía las letras del abecedario, de oírselas repetir a mi hermana, cinco años mayor que yo.
Mi hermana tenía la mala costumbre de leer y estudiar en voz alta y yo, que pululaba por allí, aún liberada de las argollas de la vida escolar, mientras jugaba, gustaba de repetir, cual lorito, muchas cosas de las que oía... Pero volvamos a los tebeos y a mis andanzas prelectoras. Ansiosa como estaba de comprender lo que decían aquellos simpáticos dibujos que tanto me gustaban, abandonaba a intervalos la placidez de mi reducto, bajo la mesa camilla, como ya he dicho, para ir a interpelar a mi madre a la cocina y presentarle cuestiones tan sesudas como ésta: ¿Si hay una p, una o y una r, ¿qué dice?
-Dice POR, contestaba mi madre sin hacerme mucho caso.
Yo así un día y otro día, pregunta tras pregunta, conseguí, cual Champolliona liliputiense descifrar los jeroglíficos que suponian para mí aquel maremagnun de letras.
Un buen día, según me han contado después muchas veces, dije:
-Mamá, ¿quieres que te lea este tebeo? (lo de llamarles cómics aún no se estilaba)
Y ante la sorpresa de mi progenitora se lo leí de pé a pá.
¡Había nacido una lectora!
Desde entonces mis lecturas asiduas, dado que no poseía ni un sólo libro, se reducían a los tebeos que nuestro padre nos compraba cada domingo, dos por cabeza, lo que hacían cuatro a la semana. Eso formó una gruesa pila en un relativamente corto espacio de tiempo, que yo leía ávidamente una y otra vez...
Cuando tuve edad para que me dejasen salir a la calle solamente acompañada de mi hermana, me apunté a la Biblioteca de la Diputación, lo que me parecía como un milagro... ¡tanto libro a mi disposición, sin que tuviese que pagar nada por leerlos! Sólo había que llegar, escoger, sentarse en un cómodo rincón y pasar el rato inmersa en las historias más fantásticas. (Algunos te los dejaban en préstamo, otros no, pero yo prefería leer en la biblioteca, pues en casa mi madre odiaba verme “perdiendo el tiempo y gastándome la vista” y, si no era cosa de colegio, siempre me buscaba alguna otra ocupación más productiva). Mi padre llegaba tarde y cansado del trabajo, a mi madre jamás la vi con un libro en las manos.
Así empecé devorando los libros de Enid Blyton, de El club de los cinco, los de Malcolm Saville, la colección del Pino Solitario y luego pasé a Salgari y otros por el estilo que ya no recuerdo.
Años después de tener saqueada la biblioteca, comenzaron las lecturas obligatorias del instituto, los clásicos, en un noventa por ciento y más tarde en la universidad también. Mi tiempo de leer se diluía entre los libros de texto y las lecturas obligatorias de cada asignatura, que no eran pocas, casi todas conseguidas en la colección Austral, la más barata que se editaba en aquel momento ( y que aún conservo).
Así que en mi juventud no hubieron ni lecturas prohibidas, ni autores que marcasen mis ideas, ni nada excitante ni interesante de contar, sólo libros de texto y más textos y clásicos y más clásicos.
Contrariamente a Pablo Neruda, yo debería decir: Confieso que no he vivido...


Con rimas y a lo loco
juan fozara
juan fozara
26-05-2013 22:00

INFANCIA,ADOLESCENCIA,PRIMERA JUVENTUD.

INFANCIA:Lo primero que leí fue el catecismo,no me gustó mucho.
Lo segundo los tebeos,"Hazañas bélicas","Capitán Trueno",que no era facha,"El Jabato",ese si era un poco facha.Me encantaron, como los Pulgarcitos y TBO.
Después leí "Vidas ejemplares"(de los santos),yo quería ser como ellos..jeje..e "Historia Sagrada" de 1º y 2º de bachiller.Sacaba matrículas.Crédulo que es uno.
ADOLESCENCIA:El gran Guillermo Brown y sus amigos del club de los proscritos cuya autora no recuerdo.Los leía en el internado durante las horas de estudio.Magnífico recuerdo.Después o mejor dicho a la vez leía el diario de deportes "Marca",también en el estudio.Una vez el Jefe de estudios que era un poco c.abroncete se plantó a tres metros de mí y tuve la sangre fría de doblarlo cuidadosamente,sin aspavientos,con naturalidad y conseguí que no se enterase.Un éxito de infancia que me quedo marcado,qué cosas.No leí nada más,entre en un período vegetativo cultural pero muy vital.
ADOLESCENCIA:El gran Herman Hesse(no sé si lo escribo bien,mi anomia va en aumento),autor ideal para jóvenes que buscan su sentido a la vida.No demasiado interesante para los adultos.Sigmund Freud también fue un referente para mí.Primeros contactos con la poesía,sobre todo A.Machado y Cesar Vallejo.Cesar Vallejo me descarnaba el alma y Machado era además de poeta una figura paternal para mí.Mi padre militar nacionalista(al revés que otra anécdota contada aquí) falleció cuando tenía once años,de ahí mi internado en un colegio militar.Después nuevamente el vacío.
Y como de la madurez no vale hablar,pues de ella no nos preguntan,diré que fue cuando comencé a leer más.
No diré lo que me gusta,sino lo que me disgusta.Tendrían que atarme para leer "En busca del tiempo perdido","Madame Bovary(ojo,puede haber anomia) y "Volverás a Región" de Juan Benet.
Mi infancia y juventud no quedó marcada en modo alguno por mis lecturas,salvo quizás los tebeos.
Tengo,no tengo nada,pero conozco un conocido que dice que en esta vida se puede ser todo menos un coñazo,ese lema me lo podría aplicar a mí y mi concepto de la escritura y la lectura.
Rodrigo(¡Hola!),nos propuso un tema para relatos que no tiene nada que ver con relatos,pero si nos permite por ejemplo recordar algunas cosas de la juventud.Bienvenidos sean esos recuerdos


" La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño ": Nietzsche.
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
26-05-2013 19:40

MIS PRIMERAS LECTURAS.

No me es fácil relatar mis primeras lecturas. La lejanía en el tiempo hace que mis recuerdos aparezcan brumosos, y debo esforzarme para correr el velo en los difumina. Eran tiempos muy difíciles. Cuando abrí los ojos a la realidad de la vida, me encontré con un ambiente mísero y hostil. Mi padre era un obrero que trabajaba en labores del campo, en las fincas de los terratenientes del pueblo, por un mísero sueldo. De ahí, mis escasas posibilidades de adquirir libros, y mi imposibilidad de acceder a una biblioteca.

Pero sí recuerdo que empecé a leer y a escribir, con ocho o nueve años, y que mis primeras lecturas fueron tebeos de la época. Mi padre me compró uno y cuando lo leí, lo fui cambiando por otros en un quiosco, por un módico precio. Y también leía una historia que editaban por capítulos titulada LA HUERFANILLA, que compraba el mayor de mis cinco hermanos.

Luego, un libro titulado PAÍSES Y MARES (TERCER MANUSCRITO), escrito por Joaquín Pla Cargol, editado en 1947, que todavía tengo. Un libro didáctico pero de lectura agradable para aquellos tiempos, por mi desconocimiento de los países y de los mares que describe, en el que aprendí a leer letra manuscrita en distintas caligrafías.

Más tarde, en esa etapa en la que uno está explorando más allá de de lo conocido, cuando miraba la luna las estrellas y me preguntaba cómo sería poder viajar hasta allí, conseguí leer varios libros de Julio Verne: DE LA TIERRA A LA LUNA, LA VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA DÍAS, y otros del mismo autor.

La lectura de esos libros marcó un antes y un después en mi concepción del mundo, circunscrito entonces a los límites geográficos de mi entorno y a los límites de mis escasos conocimientos. Puedo decir que ellos avivaron más aún, mi afición a la lectura.

Mucho más adelante, cuando vine a Barcelona, ya con veinticinco años, dadas las múltiples posibilidades que ofrecía esta gran ciudad, pude dar rienda suelta a mi innato deseo de leer y escribir. Leía libros que me prestaban compañeros de trabajo, unos de libre circulación, otros que debía leer en la intimidad de mi hogar por estar prohibidos.

Aunque fuera de guión, quiero decir, que la lista de los libros que he leído desde que llegué a Barcelona en 1961, es bastante extensa, y que desde que dejé de trabajar han sido excelentes compañeros en esos momentos bajos que todos tenemos en esta última etapa de la vida.

Siento mi escasa aportación a tu propuesta, amigo Rodrigo, dada mi imposibilidad de comprar y leer libros, en la adolescencia y en la juventud.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
25-05-2013 20:15

MIS PRIMERAS LECTURAS
(Y OTROS CONTACTOS CON EL ARTE.)

Qué difíciles los recuerdos en estado puro; cuando se intenta ponerlos en el primer plano de la memoria uno se encuentra con una confusa amalgama de episodios borrosos, con ese tupido cañamazo sobre el que tienes que recrear algo parecido a tu vida ya vivida. Cuánta bruma. Algunos, Marcel Proust como ejemplo, consiguieron con ese lábil material construir una obra maestra; pero la mayoría apenas si conseguimos enhebrar algunas briznas inconsistentes; hemos de completar el bordado con fabulaciones y distorsiones que, sin embargo, creemos reflejos ciertos de aquella realidad perdida.

Yo crecí en una época difícil (los años del hambre y del “piojo verde”) en una familia dañada por la reciente contienda civil. Mi padre fue un militar represaliado, que no gustaba exhibir muestras de sus conocimientos y que, a pesar de ello, fue quien guió mis primeros pasos por camino de la cultura. Recuerdo mis primeros libros; fueron regalos de Reyes. Dentro de su austeridad y su pobreza, él quiso que nunca me faltasen aquellos regalos rituales; aunque, eso sí, con su personal impronta. Mi primer libro “serio” fue una edición en rústica de “Las Mil y una noches”, en la versión de Antoine Galland, alabada por Borges. Aun conservo el tomito, desvencijado, sin tapas y con las hojas roídas por la mala conservación. En otra ocasión me llegó la “Historia del Impresionismo”, de Camille Mauclair, de quien después supe su importancia como escritor, poeta y crítico. Naturalmente yo no conocía ninguno de esos nombres ni conceptos. Aquellos libros fueron mis bautismo de las letras, las primeras iluminaciones desde la penumbra de “Pequeñeces”, del P. Coloma y los cómics (entonces tebeos) de aquellos grises días. También aportó mi padre a mi incipiente acervo las primeras poesías: “El miajón de los castúos” y “Extremadura”, del poeta regional (todavía no autonómico) Luis Chamizo. Una poesía popular, sencilla y entrañable de alguien cuyo oficio era... fabricar tinajas de barro.

Sin embargo, un familiar mío con quien pasé gran parte de mi adolescencia, poseía una notable biblioteca, notable para aquella época y aquellas circunstancias. Era la “biblioteca del tío Julio” de reconocido prestigio en el ámbito familiar. Allí, en las inmensas y tórridas siestas veraniegas, me sumergía con Julio Verne, con Salgari, junto a otros más frívolos y clandestinos: El Caballero Audaz y otros parecidos. Pero también Eugenio Sue, Zola y aquellos naturalistas franceses en ediciones de lujo, compatibles con las de la colección “Novelas y Cuentos”, en unos muy rústicos formatos de doble folio, sin encuadernación, pero con autores como Chateaubriand, Pierre Benoit y nuestros premios Nóbel Jacinto Benavente y José de Echegaray entre otros. Tal vez un catálogo no demasiado ortodoxo para su asimilación por un neófito (no creo que ningún buen pedagogo lo propusiese como modélico) pero para mí el atisbo de un mundo en el que después encontraría tantas satisfacciones (y dudas, y decepciones, y frustraciones...)

Después, mucho más tarde, cuando ya mi espíritu juvenil estaba casi moldeado por la cultura oficial, desde una educación religiosa y sin más horizonte que el del pensamiento único imperante, aunque siempre con una brasa íntima que me animaba a otras búsquedas, llegaron los contactos y las adquisiciones de ortros conocimientos. Poco a poco, con la lentitud de lo que se adquiere en la sombra de la clandestinidad, lecturas prohibidas, arriesgadas, de las que no se podía hablar fuera de los cenáculos más seguros.

Recuerdo con especial emoción la primera obra musical que me llegó al fondo del espíritu: “Cuadros de una exposición” de Modesto Mussorgsky; un viejo LP de vinilo que me regaló un compañero de pensión. Antes había escuchado ocasionalmente la “Sexta Sinfonía”, la “Pastoral” de Beethoven, que me anunció todo un universo estético por descubrir. Pero “Cuadros...” fue la ventana (por ser ya de mi propiedad y uso a discreción) desde la que a base de escucharla una y otra vez me permitió exprimir toda su emoción y adentrarme en ese arrebatador mundo de la Música.

Y esto es todo. Desde entonces y con aquellas toscas y débiles cuerdas he ido tejiendo mi particular red, llena de enormes agujeros, en la que me suspendo y desde la que, con su suave balanceo, pretendo mitigar las continuas mordeduras que el cotidiano vivir deja en el alma.

(Ilustración: Kaveh H. Steppenwolf)

Des
Des
21-05-2013 23:37

Lo escribí, creo, hace dos años, lo he recordado y recuperado para el taller.

Saber decir adiós.

Leí “La mujer rota” a los 17 años y me impresionó , decidí que nunca ( nunca y siempre son palabras que con los años he aprendido a sacar de mi vocabulario , aunque a veces se me escapan y entonces alguien me recuerda ¡¡¡ehhh¡¡¡, no existe siempre , no existe nunca, no existe nada.. . no existe nada, pero eso es otro cuento) sería una mujer rota.

Resumen personal de la mujer rota a los 17.
Los peligros de poner “toda” tu vida en el otro son muchos;
Te quedas sin vida propia.
El otro antes o después se cansa de ser tu vida
Cuando el otro se va le haces responsable de todo y te liberas de tu propia responsabilidad( es decir no te enteras de nada)
Y por último y no por eso menos importante ,se pasa muy mal.
Pasaron los años.
Me pasaron muchas cosas en el universo de las relaciones de pareja; conocí el amor, el desamor, me derrumbé ,incluso naufragué . .. pero ,eso sí, no me rompí, lloré un poquito y tal vez un poquito más y a otra cosa mariposa, la vida es corta , las energías limitadas, la queja inútil( además aleja al otro ) y la desdicha por motivos amorosos no es lo mío a ser posible ( no digo nunca, jamás )
Por supuesto no se lo debo todo a Simone de Beauvoir y a los libros de mi juventud.
Mi padre me enseñó a perdonarme y perdonar , me decía ; -hay que olvidar del pasado aquello que nos hace mal, se puede , claro que se puede, sólo hay que practicar-. La honestidad y el respeto compensan siempre, por lo que cada buena palabra y cada buena acción hacen un mundo mejor para ti y para los demás,-te irá mejor-.
Me dijo que el mundo era muy grande y que detrás de aquellos tejados había cientos de mundos por conocer .
Y mi madre que siempre brilló con luz propia me enseñó que la luz es intrasferible , la debes compartir pero no ceder o te apagas.


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