| TALLER DE RELATOS |
 |
| caizán |
|
|
|
Gracias Rodrigo por ponerla fácil. |
|
|
|
 |
| caizán |
|
|
|
¡OH TEMPORA! Comencé a leer a los ocho años. Rocambole, Sexton Blake y revistas de todo tipo. A los diez era socio de una biblioteca popular: Los 3 López, no me pregunten por qué ese nombre, no lo sé, tampoco existe, fue hace 73 años. Gracias que existo yo, como relator.
A los 17 ingresé a un grupo, se llamaba: TRAGOS (tragedia, en griego) Los promotores eran dos hermanos mellizos, uno pintor – con el tiempo se radicó en España- el otro actor, eran antinómicos, se apellidaban: CASTRO COUSO.
Esto de tragos tuvo su miga. Allá por el 1947/48, en la última página del diario Clarín, escribía Luis Cané una columna, que se llamaba “Clarín Porteño” o algo así, le habíamos enviado una nota informando de la creación del grupo Tragos, Cané publico la noticia, agregando: ”espero que sus integrantes no sean afectos al ídem” lo que motivó un reclamo airado nuestro por la ofensa infligida; hoy sonrío por la soberbia de aquellos años.
En ese grupo unos cuantos hacíamos teatro con la dirección de uno de los mellizos, era bastante pedante y nosotros bastante jóvenes para rebelarnos, en esos años 47/48 ensayábamos un pieza corta de B. Shaw, aquí se llamaba: SU ESPOSO, 3 personajes: el director, su esposa y yo, lo que viene tiene sentido para los habitantes de éste país, trataré de explicarlo para los extranjeros. En la década del 40, todos los clubes, de fútbol o barriales pequeños, los sábados organizaban reuniones bailables, en los de fútbol con orquestas en vivo, los barriales con “selectas grabaciones”; en estos últimos la comisión de fiestas también lo era de “cultura”, por ello organizaban algo que se llamaba. “FUNCIÓN Y BAILE”, primero un pieza de teatro y luego el baile. El club de marras estaba en VILLA DOMINICO, un barrio obrero que está al sur de la capital, en el partido de Avellaneda, pasando el viaducto de Sarandí. En ese tiempo estaba poblado por curtiembres y fábricas afines o no, obviamente la población no tenía la menor idea de quien era B. Shaw.
La noche de la función, mientras preparábamos el escenario, comenzó un pateo, aplausos y voces, el director creyó, emocionado, que la gente festejaba el acto cultural, yo me acerqué al telón, para oír mejor y ver. La gente, toda, pateaba y batía palmas mientras gritaba “QUEREMOS BAILAR, queremos bailar”, sin parar.
Fue mi debut teatral, nunca sufrí tanto, los gritos el pateo y las palmas siguieron durante el transcurso de la obra, menos mal que era sólo un acto, si no, nos matan. Jajaja.
Tragos tenía su domicilio en el barrio de Piñeiro, Avellaneda. En el vecino Gerli, había otro club “cultural”, llamado AMADO NERVO, el escenario era ocupado por los socios par a jugar al CODILLO, un especie de tute que se juega por dinero, una vez lo visitamos y nos sorprendimos de esa “actividad cultural”; decepcionados preguntamos quien era el personaje que tenía un gran cuadro en el escenario, alguien nos contestó: CESAR RATTI (era un gran actor y director de teatro de principios del siglo XX), el personaje del cuadro era Amado Nervo, ellos no lo sabían; esta misma gente quiso ir con nosotros al teatro Colón, a ver una ópera, en esos años íbamos todos a la tertulia, 4 o 5 pisos arriba del escenario, cuando comenzó el espectáculo uno de ellos dijo: ”qué buena mímica tiene este teatro” Silencio general nuestro. Esas eran las comisiones de cultura de los clubes de barrio. Luego comprobé que en clubes más importantes, no eran mucho mejor.
Los teatros independientes de esos años, eran un reducto de oponentes al gobierno de Perón, comunistas, anarquistas, socialistas, radicales, conservadores, algunos exclusivos de una creencia, otros no, pero todos opositores al gobierno, en esa época los estudiantes secundarios y universitarios eran “anti”; el tiempo borró el “anti”. Los que integraban esos teatros, estudiantes o no, eran pensantes, no aceptaban la prepotencia del gobierno al que tildaban de “fascista”. ¡Así nos fue!
En 1948, ingresamos a Gente de arte de avellaneda y, no mucho después al teatro municipal de avellaneda (en el teatro Roma), en 1949, con motivo de la primera muestra de teatros independientes de La Argentina, una compañera nuestra gano el primer premio a la interpretación femenina. A fines de ese año nos fuimos, por discrepancias políticas.
Otro día la sigo, me estoy pasando de la medida.
JSM |
|
|
|
 |
| Gregorio Tienda Delgado |
|
|
|
Apreciados amigos y amigas. En esta etapa han sido 7 relatos de mucha calidad todos. Seguimos caminando y avanzando. Gracias, a todos/as por seguir participando con vuestros trabajos. Gracias por vuestros comentarios en general, y por los referidos a mi texto. Comenzamos con un nuevo tema. Miren la propuesta, arriba en el inicio. Saludos. |
|
|
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas. |
|
|
|
 |
| Castelo |
|
|
|
Este texto tiene años ya, muchos de vosotros lo conocéis, y pido disculpas, pero no he tenido ni tiempo ni ganas de escribir en estos días. Perdonad la poca calidad narrativa y el resto de defectos que tiene como relato, pero que valga como positivo el ser totalmente verídico como es y el cumplir, más o menos, con lo propuesto. Es una manera de no faltar a mi cita del taller, aunque sea buscando en el cajón. PSIQUIATRÍA No era como en las películas, sino peor. Más denso, asfixiante, con olor a drama. Es lo que tiene lo real, que de cierto, horroriza. Aunque había sufrido muchas situaciones desagradables en mi vida, aquello fue, sin duda, el espectáculo más dantesco que mis ojos presenciaron hasta la fecha, con la atenuante de estarlo padeciendo por imbecil. Me encontraba, tras unas arrogantes pretensiones suicidas propiciadas por una etapa deprimente, caótica y autodestructiva, en la planta psiquiatrica del hospital clínico de Madrid.
El cerebro es, sin duda, uno de los órganos que mas deberíamos cuidar. Su enfermedad nos conduce a la destrucción de la persona, y jamás he visto sufrimiento tan extremo como el de un enfermo mental, pues se es hasta un cierto punto consciente, hasta el punto de la percepción del dolor que transmite la tristeza, el vacío y la impotencia.
Paseando por sus galerías, observaba el variopinto catalogo de personas desubicadas totalmente de su sitio en la vida, y sentí vergüenza. Vergüenza de mí, asco de mi presuntuosa enfermedad, y de ser consciente de mis actos. Cualquiera de esos locos, esquizofrénicos, paranoicos, era mas decente que yo. Esa era su planta, yo un intruso. Ellos no se habían buscado esa tortura; mas yo, ¿con que derecho quería renunciar a mi vida, si poseía todavía la razón? Fue, a buen seguro, mi mejor cura, ese paseo en el desconcierto.
Al final del corredor estaba él, dando vueltas sobre si mismo. Acercándome, le reconocí, a pesar de su extrema delgadez;
-Mario, no jodas, pero si tu eres Mario.
- Yo te conozco…-, me dijo, con voz temblorosa. Claro que me conocía, era un antiguo compañero de instituto. De esos que no se olvidan, por superior, o por distinto.
Inteligente y educado, recuerdo. Nunca tuvimos una gran amistad, pero si buen trato, y además, éramos vecinos, con el intercambio de apuntes que eso conlleva.
Un buen día, le perdí la pista, y ahora, veinte años después, aquí estaba, desfigurado, envejecido y evidentemente trastornado.
Me puso al día;
- Tengo esquizofrenia paranoide… ¿y tu, por que estas aquí?
- ¿Yo?... por güillipollez galopante, supongo.
Por lo visto, le había dejado su novia, con la que convivía desde muy joven. Fue la primer ostia, la segunda se la dio un tripi, que, tomado de “bajón”, le termino de girar el cerebro. Ahora vivía con su madre. Bueno, hasta hacía poco.
- Mi puto psiquiatra-, me decía, -mira que estaba bien el plan…y va y me trae aquí-
-¿Qué plan, Mario?
-Matar a mi madre- me soltó, bajando la voz
- Estaba todo calculado; nadie se iba a dar cuenta, pero no le gustó. Al terapeuta no le gusto, no se por que….
-..Eh, joder, Matías- imaginadme, sin saber ni que decirle, desencajado. Me lo dijo tan natural que aquello no era broma - ¿Y aquí que te han dicho?
- Que estoy loco, tío…pero eso ya lo se.
- Ya, ¿y ahora, que vas a hacer, te lo has pensado mejor, estas tranquilo?…yo que se
Bajando más la voz aun, mientras me robaba un cigarrillo, continuó;
- Estoy diseñando un nuevo plan, a ver si este le gusta mas al medico…
Cuando aun estaba digiriendo la primera, me suelta la segunda;
- Y si no le “mola”, tengo otro para el. Por chivato…
Fin de anécdota, a los tres días me dieron el alta. A Mario, jamás le volví a ver. |
|
|
|
 |
| Ana Alonso |
|
|
|
TIEMPO No me escuchaste llegar. Tal vez porque el silencio te ensordecía, tan empapada estabas de esa nada transparente que te envolvía y descansaba sobre tus manos quietas, apoyadas sobre la mesa de la cocina, abandonadas a su suerte como un boceto que el pintor no supo terminar. Manos trabajadoras, atrapadas en la pegajosa apatía que se adueñó de tu escoba y de tus trapos. Pude medir tu derrota en la ropa sucia apilada sobre una silla, en los platos mohosos hediendo en el fondo de la pileta. Pude casi tocar tu cansancio infinito mucho antes de llegar, mientras atravesaba el corredor en penumbras tratando de no despertar a las viejas canciones que allí se acurrucaban, buscando no sonar en tus oídos. Cuánto tiempo pasó, cuántas esperas en vano, cuántas tardes de domingo en las que se fue desvaneciendo el aroma de las especias, la blanda harina desparramada sobre la mesa, los gritos apagados de tu reloj marcando la hora de la ausencia, de ese pan para nadie. Fue difícil regresar sabiendo que ya no estabas, que en tu lugar habías dejado una sombra que no ríe ni llora para correr tras un tren que ahora marcha sin rumbo, vestida con los harapos de tus sueños, los labios apretados como valijas demasiado repletas, encerrando el ropaje ya inútil pero imposible de abandonar. Los cajones vacíos en los que dejaste las últimas migajas de esperanza que no quisiste llevarte. Me quedé mirándote desde mi propia isla, sabiendo que ningún puente me arrimaría a tu silencio, que ni una triste palabra se iba a volar desde tu nido hacia mi espanto. Que es todo mío este cielo que me llueve en los ojos y moja sin piedad tu jardín desolado. Porque esa flor oscura que brota de tus manos es tu única ofrenda, tu adiós, tu última carta mientras seguís andando. |
|
|
|
 |
| Rodrigodeacevedo |
|
|
|
PASOS EN LA OSCURIDAD. Ya hace tiempo que me suceden, aunque hasta ahora no le he concedido importancia. Pero hoy ha sido algo especial; no quiero alarmarme, nunca he sido aprensivo ni hipocondríaco, pero tendré que observar estos que pueden ser síntomas de algún trastorno psíquico. Salí de aquella conferencia cuando ya era noche cerrada. Después del acto me quedé charlando con un par de colegas, juzgando la pertinencia de lo expuesto por el eminente profesor M. Ciertamente yo había quedado impresionado y, como suele ocurrir en estos casos, empecé junto a mis contertulios a buscar paralelismos en nuestras experiencias vitales con la casuística enumerada por el conferenciante. No encontramos nada parecido, al menos en sus aspectos formales.
Volví a mi casa, a mi acogedor retiro de lobo solitario, deambulando por las desiertas y sórdidas callejuelas del barrio viejo. Una cierta neblina proveniente del río, próximo, producía un halo luminiscente en las escasas farolas. Mis pasos resonaban en el húmedo pavimento de piedra y producían un ligero eco sobre las casas más lejanas. Entonces tuve la sensación. No eran ecos, sino otros pasos los que duplicaban a los míos. Unos pasos distintos, casi inmediatos en el tiempo. Apreté con fuerza el mango de mi bastón, que era la vaina de un estilete de acero, y me giré bruscamente. No ví a nadie. Avancé hacia la esfera de luz más próxima: los pasos resonaron nuevamente, los míos y los del invisible otro. Recordé que en otras ocasiones, algunas recientes, también escuché pasos que me parecieron distintos a los míos. Pero al tratar de comprobar su procedencia desaparecían. Hoy no. Recorrí precipitadamente aquella calle hasta su final, siempre acompañado del dúplice resonar de pasos. Finalmente salí a una avenida, ruidosa e iluminada. Tomé un taxi que me condujo hasta mi casa. Recordé entonces que alguien, en la tertulia, habló de ruidos de origen desconocido, concretamente pasos en la oscuridad. Atribuí entonces el fenómeno a la peculiar excitación que la conferencia había producido en mí. Alteraciones psiquicas, esquizofrenias, alucinaciones... todo un catálogo de trastornos a los que hasta ahora había sido totalmente ajeno y que, bruscamente, se aparecían como existentes en mí; pintaban frente a mí un personaje nuevo, alterado, complejo, desconocido. ¡Cómo no los había advertido antes! Tal vez porque soy un solitario, algo misántropo y he encontrado normal mi alejamiento de las personas. Eran raras las ocasiones en las que, como hoy, me paraba a compartir opiniones y valoraciones, con otros seres humanos. Sí; he de reconocerlo, soy un tipo huidizo, en cierto modo asocial y quizás ello haya impedido esa confrontación con los otros que me hiciese valorar mis diferencias, y ese aislamiento a su vez haya propiciado la aparición de esta neurosis. Porque evidentemente estos pasos duplicados no pueden ser más que una simple neurosis. Decidí retirarme a mi dormitorio, donde las fotos antiguas y ricamente enmarcadas de mis antepasados constituían mi única compañía. Rara vez la hubo femenina y nunca como expresión de amor. Leí un rato, pero mi mente era incapaz de concentrarse en lo que leía, unos artículos de opinión sobre el incremento de la inseguridad en las grandes ciudades. Mi condición de ex-juez hace que siga interesándome por esas cuestiones y, muchas veces, me trae a la cabeza, en ensoñaciones o desvelamientos, dudas sobre mi actuación con reos a los que juzgué; ahora creo que injustamente. Apagué la luz y me dispuse a dormir. Mañana sería otro día y mis inquietudes se habrían alejado. Pronto empezaron a resonar los pasos. Sólo los de él, el invisible desconocido. Procedían de cualquier punto de la habitación en el que fijase mi atención. Una línea de luz, como procedente de un fondo abisal, comenzó a invadir mi dormitorio. Era como una tranquila oleada de luz glauca, casi con densidad láctea. Y allí estaba él, el siniestro desconocido. Avanzaba; avanzaba hacia mí lenta e implacablamente. Yo me encontraba inmovilizado en mi cama, como atenazado por unas manos de plomo que me impedían cualquier movimiento, aterrorizado. Y él seguía avanzando hacia mí, como surgiendo de un mar de niebla iluminado por una extraña luz difusa. Sus facciones se iban mostrando poco a poco, revelándome un rostro espectral, pero exactamente igual al mío. ¡Era yo, yo mismo aquel desconocido que me perseguía! No podía gritar, no podía moverme; y la siniestra figura, con un bastón en sus manos idénticamente igual al que suelo llevar y que alberga un mortífero estoque, seguía avanzando. Pronto se transformó en una densa masa oscura que me envolvía, que me absorbía en un interior frío y sin dimensiones. La habitación desapareció y yo me notaba en el interior de aquella especie de vacío negro, que yo presentía mi tumba. Después todo se disolvió en una dimensión desconocida. Ahora, entre recuerdos difusos, como relámpagos de sueños que me abrasan, me encuentro en una habitación clara y luminosa, en lo que, dicen los médicos que me atienden, es un centro de tratamiento para enfermedades mentales. Nada de importancia. Pronto volveré a mi casa, con mis …. fantasmas. Con la pesadilla de ese otro yo que en cualquier momento volverá a visitarme después de una tranquila charla con algún conocido. Pero ahora con la conciencia exacta y clara de que ese otro yo no es un desconocido; es, simplemente, mi mismo yo a quien no conocía, que vivía dentro de mí, misógino, hipocondríaco, y que ya no resiste más la prisión en la que lo tengo confinado; ese otro yo con quien tendré que aprender a convivir, aunque me aterrorice. |
|
|
|
|
|
 |
| Eratalia |
|
|
|
ACOSADA
La regla del relato esquizofrénico era que estuviese escrito en primera persona. Obedezco al pie de la letra. El teléfono sonaba insistentemente, pero yo, que andaba algo ocupada, tardé unos segundos en contestar. Al hacerlo, una voz conocida me espetó desde el otro lado:
- ¿Qué te pasa? ¡Ya veo que tú tampoco quieres hablar conmigo!
Enseguida reconocí la voz de mi amiga Matilde. Durante largos años habíamos sido inseparables, luego yo me había casado y trasladado a vivir a otra ciudad y poco a poco nuestra amistad se había ido enfriando, la distancia suele ejercer efectos devastadores sobre los sentimientos.
- ¡No! ¡Qué va!-me disculpé- Ni siquiera sabía que eras tú, es que estaba haciendo algo que no podía dejar a medias, pero me alegro mucho de oirte.
- Seguramente... –dijo en tono suspicaz- Bueno, déjalo. Dime cómo te va en Sevilla, me acuerdo mucho de ti y siempre pienso que es estupendo que puedas trabajar allí, como tú habías deseado tanto.
- Matilde, creo que andas confundida, no vivo en Sevilla, sabes que me vine a Madrid, que mi marido es de aquí y que ahora no trabajo, ¿no recuerdas?
- ¡Claro que sí! Pero ahí en Sevilla es todo tan bonito... Además podrás ir andando a visitar a tus amigas de antes, las verás a menudo, ¡cómo te envidio!
En aquel punto adiviné que mi amiga no bromeaba, nunca había sido amante de bromas y su sentido del humor era algo precario, me puse alerta, pues intuí que algo no marchaba bien.
-Cuéntame cómo estás tú –le dije-. Háblame de ti, qué haces, con quién sales...
-No sé para qué preguntas, como si no lo supieras. ¿O me vas a decir que lo ignoras? Seguramente estás de acuerdo con ellos, no disimules. Sabes muy bien que no puedo salir a la calle, por el asunto de las cámaras.
-¿Qué cámaras?
-Las de la tele. Y no te hagas de nuevas; no soporto que me trates como a una tonta. Las han puesto en todas las esquinas y dentro de casa también, pero las de casa las tapo con toallas, en cambio en la calle no alcanzo a donde están. Por eso sé que mientes, porque seguramente has visto en la tele todo lo que hago. Por la noche tengo que desnudarme a oscuras, para que no me puedan ver. Menos mal que en los baños no han puesto. Pero es horrible, no sé por qué me hacen esto, por qué me acosan, yo no les he hecho nada, no sé qué quieren...
Seguramente tú también estás de acuerdo con ellos. Puede ser que ahora mismo me estén grabando la conversación, seguro que sí. Tengo que cortar.
-¡Matilde!, ¡Matilde!
Y mientras colgaba el auricular no pude impedir que las lágrimas corriesen por mis mejillas. |
|
| | Con rimas y a lo loco |
|
|
|
 |
| Des |
|
|
|
| Chelin San Juan.Pintora española “No es quizá inútil hacer notar que una de las cosas más bellas de los
pintores de nuestro siglo ha sido pintar la oscuridad que es asimismo
color”.
Van Gogh. Carta a su hermano Théo. (1885). Hay colores en la oscuridad. (El brote) Llevo días observando a mi madre, no consigue sonreír , pasa del susto al enfado con rapidez , está demasiado aturdida , oculta su cara , arrastra los pies, se sienta y escribe algo ,y después lo escribe en muchos sitios, claramente se tapa la cara con las mano , me voy a clase . He tenido la oportunidad de descubrir algo ,me investiga , quiere saber cada cosa que hago, el día a día se me hace más angustioso, voy perdiendo energía tanto física como mental, estoy agotada, me encierro en mi habitación. Me despierto bañada en sudor, tengo miedo, tengo ganas de vomitar, me duele la cabeza, escucho risas, me tapo la cabeza con la almohada , las risas ahora son más fuertes, se produce un silencio, me quedo muy quieta , tengo mucho miedo. Al salir de clase he evitado a mis compañeros, he vuelto a casa y me he encerrado en mi habitación es el lugar menos hostil de mi vida, voy a dejar la Universidad, mi madre se avergüenza de mi , mi padre nunca está, mis compañeros van muy deprisa, no hay nada positivo en mi , estoy sola, esos gritos , que paren por favor, mi madre entra en la habitación – diles que dejen de gritar , diles que dejen de gritar…- Me he despertado desorientada y confusa, dicen que he estado sedada, que entré en estado de shock, estoy asustada, temo por mi vida . (Un camino por pintar) “¿Sabes lo que espero, cada vez que me pongo a tener esperanzas?
Que (…) sea para ti lo que es para mí la naturaleza, los montones de tierra,
la hierba, el trigo amarillo, el aldeano, es decir, que encuentres (… algo
con) lo que consolarte y rehacerte cuando haya necesidad”. (Vincent. Carta
a Thèo. 1890). Mi nombre es Luna , tengo 23 años, hace tres años me diagnosticaron Esquizofrenia , desde la adolescencia sentía que las cosas que me pasaban no eran normales, me sentía diferente y con dificultad para establecer relaciones con los demás, tuve mi primer brote a los 20 años, tras un prolongado ingreso hospitalario inicié un tratamiento farmacológico , mi familia ha estado a mi lado en todo momento con paciencia y con amor, amor al que yo en muchas ocasiones no he podido corresponder. Lo que más me ha ayudado a recuperarme son las sesiones de Arte-terapia, en ellas he descubierto una forma de expresión de mi realidad, pintar me hace feliz, me calma , me entusiasma, me da la posibilidad de comunicarme , el final de la obra no es lo que más me importa , es el tiempo que empleo, las sensaciones internas, el respeto y el reconocimiento de los demás por mis pinturas , por mi manera de ver y entender la realidad. Ahora estoy intentando construir mi primer relato visual utilizando diferentes soportes, se titula “ Hay colores en la oscuridad”. |
|
| | |
|
|
|
 |
| Gregorio Tienda Delgado |
|
|
|
REALIDADES DIFERENTES. Lo que relato a continuación, escrito en momentos de lucidez, no sé si es real, pues lo percibo como fruto de mis pesadillas. Lo que sí sé, es que un extraño ser habita dentro de mi cerebro y me revela situaciones distorsionadas. La razón de que tenga dudas, es que padezco una enfermedad denominada clínicamente, Esquizofrenia Paranoide. Hay etapas en que me aqueja una gran confusión mental y no logro distinguir lo real de lo irreal. A veces sufro síntomas, percibo el entorno tan diferente, tan deformado, que a menudo me aterra. Oigo voces internas, creo que otras personas analizan mi mente, controlan mi pensamiento y conspiran contra mí. Durante un tiempo, vivo en un mundo distorsionado por alucinaciones y delirios, y me siento confuso, asustado y con ansiedad. Es como si hubiera dos caminos paralelos, y mi vida transcurriera por uno de ellos y la vida de los demás por el otro. Dos caminos que, estando en un mismo plano y manteniendo la misma distancia, se prolongan hasta el infinito. El que recorren todas las personas, ¿normales? Los felices, los tristes, amargados, depresivos, es decir, todos menos yo. Por el otro, transito yo, el número cien. Es otro mundo. Mi mundo. A medida que voy avanzando, observo de soslayo el mundo de las personas normales. Con la mirada gris, distingo hombres, mujeres, niños felices jugueteando, ancianos sentados disfrutando del sol, con la mirada perdida en el horizonte, y parejas de novios conversando alegremente. Mientras, continúo caminando por mi lado con la cabeza inclinada, mirando hacia abajo, actitud que creo que me permite pasar desapercibido. Tengo la certeza de que no se percatarán de mi presencia, pero no es así. La escasa distancia que existe entre una y otra senda, es la razón por la que puedo escuchar las voces, llantos y risas del otro mundo, lo que me produce un profundo estremecimiento que, inevitablemente, me entristece. No puedo comprender que en mi mundo, en el cual creo ser el único habitante, exista una diferencia insuperable, pues, es escasa la distancia que existe entre los dos. Un día que caminaba cansado, asustado, angustiado, de pronto se me vino a la mente una idea que en ese momento consideré relevante. La idea consistía en traspasar la débil línea existente entre los dos mundos. Pasar al mundo de los normales. ¡La distancia es tan pequeña! Mientras caminaba, pensaba: en el mundo de los normales disfrutaré de todas las cosas hermosas que allí existen, conoceré a distintas personas, cooperaré alegremente con ellas, podré disfrutar del sol, de la lluvia y sobretodo... de la luz, pues en mi mundo solo hay tinieblas y confusión ¿Por qué esta idea no se me había ocurrido antes, si es tan sencilla? Con mucho optimismo, me decidí a poner en práctica mi plan, plan que, en definitiva, significaba mi salvación, mi vida, el salto definitivo a mi felicidad, a la normalidad. Avancé solo unos pasos y ocurrió algo espantoso. Lo que vi frente a mí, era un monstruo. Un monstruo cuyos ojos destellaban rechazo y curiosamente, parecía tener miedo a mi presencia. ¡Un monstruo que me temía, siendo yo tan frágil! Solo buscaba un poco de comprensión.
Decidido, lo intenté de nuevo y quizá como estrategia para atemorizarme, sus manos con sus palmas hacia mí, se tornaron defensivas y amenazantes. Y por un momento, lo vi como una hermosa dama seductora. Su objetivo era, indudablemente, confundirme.
Aún así, como último recurso, me lancé hacia delante y mi esfuerzo fue vano. Había desaparecido y en un momento, escuché su espantosa risa. Más que risa, sus carcajadas como alaridos amenazadores, a mi espalda. Lo afronté con decepción y abatimiento, y comprendí que el monstruo soy yo, que atemorizo a la sociedad que me rodea ¡Me sentí derrotado!
Pasó el tiempo, no sé cuánto, días o meses, y me sentía más sereno. Tenía una sensación de esperanza, a pesar de continuar en mi mundo marginal. Era como si en mi pequeño planeta estuviese apareciendo una tenue luz. Pero, aún así, continuaba caminando por mi línea, por mi camino, por mi mundo. Cuando miraba hacia el mundo de los normales, todo era amor, primavera, flores, en resumen: felicidad y alegría.
De pronto, sin pensarlo, o probablemente porque ya había quedado en el pasado el terrible trauma de haberme enfrentado a la temible bestia que me domina, decidí cruzar la frontera nuevamente.
Comencé a cruzar serenamente, como distraído, sin preocupaciones, pero con una sensación de ilusión y esperanza que invadía todo mi ser. Cuando estaba alzando mi pie para dar el último paso hacia mi definitiva felicidad, escuché una voz como un trueno que me dijo: ¡aún no estás preparado para vivir entre nosotros! Aquí sigo marginado en mi mundo marginal y tenebroso, esperando que algún día me permitan ser normal y compartir mi tristeza, mi alegría y mi amor... |
|
|
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas. |
|
|
|
 |
| caizán |
|
|
|
PAQUITO Siempre supe que tenía malas pulgas, varios me lo han dicho ante mis enojos intempestivos, en medio de una charla vulgar y silvestre, no de una discusión qué podría ameritar mi cabreo.
Lo mismo me pasa en el trabajo, cuando alguien no hace bien lo que le encomendé, levanto presión y ¡arde Troya! Uno de los directores, amablemente, me sugirió que tuviera una charla con la gente de RH. Personalmente, creo que esa sugerencia se la podría meter en el culo ¡qué carajo me va sugerir!, ¿por qué no le dice al papanatas de Gabriel que haga lo que le piden con mayor eficiencia?
¿Se dan cuenta? Lo pienso y me cabreo. Es mi forma de ser, me gusta que las cosas se hagan bien, que haya orden, respeto y afecto, no digo cariño, sólo afecto, somos compañeros de trabajo que compartimos más horas aquí que con nuestra familia.
Hablando de familia, déjenme que les cuente algo que me ocurrió, fue hace meses y desde ese día aciago, mi señora y yo dormimos en habitaciones separadas, por decisión de ella; nos hemos vuelto a hablar, pero creo que con Ramón, nuestro portero, tengo más diálogo que con ella, digo más en sentido de tiempo de conversación y la variedad de temas.
A fuer de ser sincero, alguna culpa tuve, mínima, pero la tuve. Ahora les cuento y ustedes me dirán si se justifica lo que ella decidió sobre la separación de cuerpos.
Somos un matrimonio sin hijos, hace unos cuarenta años que nos casamos, en toda su época fértil no quisimos tener hijos, nos ataban y nos impedían viajar; yo, por mi trabajo recorrí todo el país y otros del mundo, amén que en nuestras vacaciones, de sesenta días al año, hacíamos cruceros a distintos destinos y, créanlo o no, la pasión no decayó nunca, inclusive ahora sigue vigente y por suerte el finandefil me da una mano para cumplir ese cometido que a ambos nos llena de satisfacción.
¿Está claro? Desde siempre, la llamo o me llama dos o tres veces por día, es una rutina que un día se alteró. No me pregunten cuando fue, no lo recuerdo. Fue hace mucho, seguro, la llamé a la hora de la merienda y en mitad de la conversación dice: --Paquito ¡quedate quieto!—hice una impasse en mi charla, pero la retomé enseguida, sin hacer ningún comentario o pregunta.
Cuando llegué a casa, esperé, en vano, algún comentario al respecto. No lo hubo. Eso me mosqueó un poco, recuerdo que pensé: ¡lo único que me falta ahora es tener celos! Y lo olvidé.
Días después, terminamos de hablar, el teléfono quedó mal colgado y oí:--Paquito, me alegro que hayas vuelto ¡no sabés cuánto te extrañé!—Colgué el tubo con bronca, ¿cómo podía ser que esto me estuviera pasando? No había ningún motivo para ello. ¿Sería posible que mi mujer haya perdido la chaveta por alguien? Tendría que ser más joven ¿pero quién? No se me ocurría nada, luego pensé: soy un idiota, el mundo está lleno de jóvenes a quienes no conozco.
En ese momento decidí hacer lo que haría cualquier cornudo: llegar a casa antes del horario previsto, por ejemplo: mañana a la hora del té.
Así lo hice, llegué, abrí la puerta, entré al living, y allí estaban ¡Paquito y mi mujer! Muy acaramelados, repantigados en el living. Salté hacia ellos, no con odio, indignado por no merecer el desprecio de mi mujer, lo tomé por la cintura y lo arrojé al vacío, diez y seis pisos abajo. ¡Se hizo pelota!
--¿Qué hacés animal?
--¡Lo qué todo hombre debe hacer! no tolerar un engaño. Me podrías haber hablado de Paquito, hasta lo hubiera comprendido, no digo que aceptarlo, pero sí comprender tu necesidad de un afecto extra matrimonial. Siempre fuimos modernos y tolerantes, por eso no entiendo tu actitud.
--¡Sos un imbécil!—Y con esas palabras terminó nuestra relación de pareja y me echó de nuestro dormitorio.
Reconozco que soy impulsivo, no lo niego. Pero díganme si se justifica la reacción y decisión final de ella, por un gato de mierda.
¿Por qué no me lo contó?
JSM |
|
|
|
|
|