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Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
18-05-2021 12:04

In bonito relato el que nos deja Gregorio, cuya característica más llamativa es la de la visión optimista de esa ciudad donde vive, Barcelona, tan colorista y omable. Visión que es la trascendencia del espíritu "gregoriano", juvenil y feliz, que impregna cuanto vive y cuanto escribe. Gracias, Gregorio.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
18-05-2021 10:19

Gracias, JJ. Cuando lo escribí, no había rampas y ahora las hay. El metro también ha mejorado mucho. Pero, las pintadas y la delincuencia, se han multiplicad por tres. Y además, tenemos el problemas del separatismo con algaradas callejeras. En estas grandes ciudades, se vive mejor económicamente, pero hay esas lacras.

Un abrazo, amigo.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
jota jota
jota jota
18-05-2021 00:20

Que extraordinario Gregorio, por un momento pensé que era verdad y que Barcelomna había cambiado y se podía caminar tranquilo por la calle sin dedagradbles sorpresas. Me regalaste una belleza momentanea de la Barcelona que todos quisoieramos volver a encontrar.

jota jota
jota jota
16-05-2021 01:13

Estela

Acércate un poco más. Apártate de esa sombra que te oculta y ven donde la luz te ilumine, no tengas miedo Estela. Hoy no voy a repetir lo que sabes de memoria.

Te he visto entrar. Salir. Revolver una y otra vez sin ningún sentido las gavetas de esta vieja peinadora que te acompaña desde niña y adivino que el río se revuelve y la sangre se enturbia de pasado.

En silencio te observo entregada al desgano, abatida sobre la cama me miras de reojo. Vigilas mis movimientos. Adivino el temor que te causa la posibilidad de que grite y se enteren todos lo que ambos sabemos de memoria: que no eres de acero, como haces creer, para que no se empeñen en golpearte sin descanso el lado izquierdo, en donde ambos sabemos que el dolor es bárbaro.

Espera. Estela. Espera un momento. No apagues la luz con la sobrada intención de borrarme. Yo soy lo único fiel que tienes y lo sabes. No busques cercarme de grises, silenciarme en las sombras, envolverme en la oscuridad en un nuevo intento de escapar. Ya no estás en condiciones de otra huida.

Firme como corresponde a mi condición, cada vez que lo pides devuelvo tu imagen. Sin faltar ni una sola vez a la verdad repito con exactitud todos los detalles, no soy capaz de olvidar ninguno, respondo con extrema docilidad y en silencio a tus caprichos sin hacer incómodas preguntas, con la dignidad que me asigna ser tu compañero.

Puedo asegurar que conozco de memoria y mejor que tú misma el cuerpo que habitas y odias. Apenas te acercas lo copio con exactitud y lo muestro sin chistar. Conoces los detalles de tu espalda, los hombros y la nuca, el cabello crecido hasta los omóplatos gracias a mí. También por mi devoción a la verdad reconoces tu falta de carnes, tus tímidas nalgas, las estrechas caderas, tus piernas de tubos lisos y sin gracia y sabes también como yo, que no estás orgullosa de ser un montón de huesos erguidos y en constante movimiento, que detestas esa imagen de modelo esmirriada que otras añoran con desesperación, que desde siempre has deseado el volumen que se impone en el espacio de las miradas.

Sé que me odias Estela, no puedes evitarlo y tampoco haces ningún intento por ocultarlo, en silencio enumeras las razones que justifican el rencor que me tienes y te faltan dedos para llevar la cuenta que crece cada día. Yo tampoco puedo evitar mi esencia.
La índole de mi naturaleza me condena, mi condición de esclavo me castiga y soy incapaz de mentirte. No me intimida tu odio, ni siquiera, cuando me envuelves con tus ojos de fuego.

Me miras con un triunfo escondido entre la seda, en un intento fallido me escondes el cuello con tu impresionante colección de pañuelos, pero en un movimiento impensado se corren los colores, escapa la geometría de los dibujos y la memoria inflexible graba los testarudos pliegues del aborrecido cuello.
El recuerdo lastima, se hace nudo, ahoga y maldices mi impertinencia de mostrar la verdad a toda costa.
Sabes perfectamente que los pequeños senos se marchitan sin unas manos prodigiosas que detengan su irremediable caída. Mi condición me prohíbe mentirte.
Me es imposible esconder el lento y seguro rastro dejado por cada sonrisa, por cada gesto, por cada una de las lágrimas, por cada rayo de sol. No puedo borrar, aunque quiera, las líneas que los años han dejado en la comisura de los labios y que disfrazas cada mañana con aire triunfal, pero en el último instante, en la aprendida sonrisa de despedida que me dedicas, te hago saber sin ninguna mala intención que las cremas y los polvos carecen del efecto milagro, que esconden las señales más profundas y visibles, pero no las eliminan, permanecen agazapadas. El tiempo, como el recuerdo, deja su huella de fuego sobre la delgada piel.

¿Recuerdas acaso aquel tiempo, el que pasó?
Aquellos momentos que dejaron en tus ojos ese rastro que yo repito casi con angustia. Recuerdas aquella casa grande de paredes blancas, con zaguán y patios apacibles, sembrada entre aquellas montañas, que tenaces, se levantan como tus sueños, hasta el cielo.
Acaso olvidaste que corrías con tu falda batiendo el viento entre los cafetales y te ganaba el asombro frente al fogón, con la cara enrojecida en el calor de los tizones colorados.

Recuerdas aquel amor sencillo, que se instaló sobre la piel con fragancia de hierbabuena aquella madrugada de ordeño, o quizás ese tiempo es apenas un rastro lejano, un olor perdido de naranjas -------, una marca del pasado, un olvido obligado como otros tantos que te impones.

Pasado es también y desde hace un puño de años, la huida a la Capital, porque aquello más que un cambio necesario y justificado con poderosos argumentos, fue una huida temprana al primer amor y desde entonces no has detenido esa carrera. Instalada en la capital, te perdiste en los caminos de hormigas de los libros de leyes, y te encerraste entre las páginas de los cuadernos de apuntes, para olvidar que intencionalmente te postergas, porque el príncipe azul no llega, o acaso, se quedó enterrado en las montañas que tú abandonaste.

Cada día eran menos los sueños de encuentros con muchachos, y menos también las llamadas telefónicas y crecía el silencio hasta que vencida por el sueño y la rabia, te quedabas sola, abrazada a la almohada.
Yo puedo asegurar que no te importan los títulos obtenidos con esfuerzo, ni el talento, tampoco los viajes que hiciste atravesando continentes, cruzando otros mares, volando otros cielos. Ni tampoco te importa la posición que ocupas y mucho menos las lenguas que dominas. Yo que te conozco puedo asegurarte, que todo eso lo darías gustosa, si al fin él llamara por teléfono y salieras de este cuarto, y el triunfo de su compañía finalmente logra envolverte en los vapores rejuvenecedores de su aliento.

Puedo asegurar sin temor a equivocarme, que esa voz que esperas rompe tus sentidos y borra ese aire de eficiencia con el que te defiendes, y aunque no lo digas, he visto la huella que dejan los lentes oscuros sobre tu rostro, el largo cansancio que te agota después de esas largas caminatas por calles que conoces de memoria en el frágil equilibrio sobre tus tacones altos. Caminatas en las que tus ojos se gastan detrás de los lentes oscuros buscando ese rostro que te desvela y en el que has puesto la última esperanza, pero él se escabulle entre serios compromisos y te obliga a sospechar de esas ausencias.

Espera. Estela. No te levantes aún, no te molestes, no es eso lo que quiero decir realmente. No quiero herirte, intento detenerte para que mires el fondo, arranca la máscara de una vez y deja correr la alegría, que salga también el cariño que atesoras llena de temores.

Suelta al fin la ternura reprimida sin importar lo que digan las lenguas de fuego, echa la ternura ahora mismo por la ventana y espera que regrese con sus propias conquistas, no es precisamente este cuerpo que aborreces y que yo repito con fidelidad lo que traerá por fin la compañía que tanto deseas, que necesitas con urgencia. Pon tu mano derecha sobre el corazón y jura que a partir de este momento el dolor no tiene cabida en tu casa.

Estela permaneció muda por un instante, se miró largamente de cuerpo entero en el viejo espejo de la peinadora, tomó el cepillo, se apartó unos pasos, miró su propio rostro y oyó un suplicante, ahogado y desconcertado ¡No!

Apretó el cepillo con fuerza en su mano y lo lanzó contra el rostro que la miraba con asombro. Esparcido por el piso en cuerpos multiformes el espejo repite con absoluta precisión su imagen fragmentada. El viejo espejo cumple hasta el último momento con el deber que le impone su condición, sin asomo de rencor.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
15-05-2021 11:14

Esta es mi aportación.

TEMA: SUEÑO

SUEÑO FRUSTRACIÓN

Son las ocho de la mañana de un domingo resplandeciente. Brilla el sol y se descomponen sus rayos al entrar por la ventana. Unas veces deforman figuras, y otras producen unos efectos multicolores que juegan caprichosamente con formas y tonalidades. No puedo resistirme a tal invitación, así que, me levanto y decido recorrer Barcelona hasta el mediodía. Me pongo en marcha y salgo a la jungla urbana que todavía permanece aletargada.

Bajo al metro en unas rampas mecánicas que bajan y suben y celebro que en el Ayuntamiento hayan pensado en los minusválidos. Ahora el transporte público es para todos. Al introducir la tarjeta en la máquina, me ha salido un mensaje que dice: hoy gratuito. ¡Qué suerte! Veo un hombre limpiando el andén y me saluda con una amable sonrisa. Le contesto un poco extrañado. Tal vez me ha confundido con algún conocido suyo. Enseguida llega el metro. ¡Hoy es mi día! ─Pienso. Entro en el primer vagón y un hombre bien trajeado me dice: buen día tenga señor, le agradezco que viaje en el metro, espero que el trayecto sea de su agrado. Lo miro con mucha atención, esperando ver algún signo de resaca de la noche anterior, pero el hombre me ha parecido muy normal. Al sentarme he notado que el vagón es diferente. Está muy limpio, casi brillante, silencioso, sin pintadas de ningún tipo, y con un perfume muy agradable. Los pasajeros que van sentados frente a mí, están todos con auriculares puestos. ¡Qué coincidencia, toda la fila igual! Miro más allá y veo más gente escuchando música. Por encima de sus cabezas hay un selector para elegir cada uno a su gusto. Pienso que debe ser un vagón experimental. ¡Qué bien! Cojo los auriculares que están por encima de mí y selecciono la música que me gusta. Pulso el botón y comienza a sonar la que he elegido.

Mientras oigo la música totalmente sorprendido, en la estación de Sagrera ha entrado una mujer y ha comenzado a hablar. Me imagino que debe ser para pedir limosna, aunque su aspecto es muy bueno. Me quito los auriculares para escucharla, pero en ese momento deja de hablar y comienza a dar unos papeles a la gente. Cuando llega donde estoy, me da un billete de diez euros. Me quedo mirándolo sin saber qué hacer y pregunto a la señora de al lado que es lo que ha dicho. Ella, amablemente, me lo explica: le ha tocado el gordo de la lotería y quiere compartir parte del dinero con la gente.

Alucinado, bajo en Plaza de Cataluña. Miro el reloj y sólo han pasado cinco minutos desde que salí de casa. Vaya, ya se me ha estropeado el reloj. Pregunto la hora a una señora que ha bajado junto a mí, y su reloj tiene la misma que el mío. ¿Cómo puede ser que haya tardado tan poco? Estoy desconcertado. Pienso que estoy sufriendo alucinaciones por las cosas que estoy viendo, pero la noche anterior, casi no he bebido y nunca he tomado drogas. Cuando empiezo a caminar por el andén, me llama la atención la gente que va delante de mí, porque se agachan y cogen cosas del suelo. Miro hacia abajo y no veo nada. ¡Qué gente más rara viaja a estas horas! Al final del pasillo hay una gran papelera con un letrero que dice: “gracias por su actitud, donde hay limpieza hay salud”. Y la gente tira todo lo que ha cogido del suelo. Sin salir de mi asombro, bajo por las ramblas y no veo a nadie pidiendo limosna. Tampoco he visto a nadie pedir en el metro. Sigo paseando y observo que cada pocos metros, hay un cartel que dice: puede pasear tranquilo, sin temor a que le atraquen. En esta ciudad no hay delincuentes. En ese momento, suena una voz que me llama varias veces. Alguien me zarandea diciéndome: ¡despierta, que es tarde! Abro los ojos y estoy en la cama. Todo ha sido un sueño. Pero... ¿Verdad que sería bonito si fuera realidad?



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
14-05-2021 19:54

Una herencia de calamidades. J.J.

Inicialmente la exposición con la que nos introduce J.J. en su relato nos lleva a la análisis freudiano de la psiquis: el subsconsciente alberga todos los actos de nuestro acontecer, buenos, malos o indiferentes; y estos actos son el origen de nuestras acciones en el presente. Y, al parecer, pueden diagnosticar un futuro más o menos complicado. J.J. lo niega en principio (no hay que dar pistas al letor). Pero ese acto que desencadena los hechos que se narran está ahí, en algún rincón del subsconsciente del protagonista.

Yo espero que el Dr. Acevedo sea un buen profesional y actúe rápidamente sobre el hijo del protagonista, ya que al parecer el padre no tiene solución; porque si no corremos el riesgo de quedarnos sin autor...

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
14-05-2021 19:35

¡Ooohhh...! Nunca pensé que de mi modesta colaboración al compromiso quincenal con mi texto “¿Sueño o realidad?” se pudieran sacar tantos flecos como ha conseguido sacar nuestro compañero J.J.
Después de un enjundioso análisis termina considerando mi relato como aproximación a un cuento borgiano: “El jardín de los senderos que se bifurcan.” No es mala comparación, teniendo en cuenta que nuestra peripecia vital es eso: un jardín de senderos que se bifurcan, un juego complejo de opciones y selecciones que, movido por la mano imprevisible del fatum, nos conduce hasta la orilla de la Estigia. Después... nadie lo sabe.
Polarizar mi texto en las figuras de Borges o Hesse, dos grandes autores a los que admiro y de los que conozco algo su obra, es enriquecerlo. Naturalmente podía haber empezado con nuestro clásico Calderón y su “La vida es sueño”, pero esa vanidad subyacente en todo el que se encomienda al azar de la escritura me empujó a buscar otro nivel.
Estoy y no estoy de acuerdo con lo expresado por J.J.; su tesis es una de las muchas formas de enfrentarse a la irresoluble cuestión dicotómica: sueño o realidad; soñamos o somos soñados; somos la ficción de alguien que nos sueña o soñamos al autor de esa ficción (Me remito a Giovanni Papini.)
Sería un muy interesante debate que quizás nos apartase de esta cuestión principal que es la de dar vida a Rayuela.
Sigamos con nuestro crucigrama...

jota jota
jota jota
14-05-2021 18:08

Una Herencia de Calamidades

Cruzó la calle a mitad de la avenida sin mirar una sola vez a los costados, estuvo a punto de ser atropellado, pero no se enteró del riesgo, del peligro de ser embestido por esos toros de ojos de fuego, una vez más se encuenta en ese estado lamentable, crítico, al que es conducido por las calles estrechas de los más variados y extravagantes recuerdos, sus propios recuerdos encapsulados, que como una columna de humo, esta vez se escapan por una rendija de la memoria y se disipan en la noche.

No lo sabe, pero hace mucho tiempo dejó de comportarse de acuerdo a la fecha que marca el calendario, se encuentra perdido entre manoseados recuerdos, en el vértigo del pasado, en el laberinto intrincado y contrapuesto que fabrica entre los listones el tiempo, la realidad y la ficción. Desconoce la salida y no logra acercarse a la solución de estas incógnitas aceradas que lo acuchillan, estos enigmas lanzados por enemigos desconocidos desde una esquina borrosa del pasado.

En algún minuto tropiezan las coincidencias y una idea vaga cruza en la corriente de sus pensamientos y se instala como una posibilidad real: esos enemigos sin rostro lo castigan por algún acto equivocado, por alguna acción que desconoce, algún gesto que él ha encerrado en el olvido y ahora ese hecho se encuentra oculto en la inmensa laguna, en la nada, en el vacío que lo separa del momento que vive y los recuerdos, es necesario encontrar ese suceso para conocer el nombre de sus enemigos.

Tienen que ser muy graves los eventos en los que participó. Seguramente cometió errores, despropósitos, faltas, que hoy finalmente lo alcanzan y le exigen el pago inmediato con escandalosos intereses, pero le es imposible recordar esos errores, esas fallas. Realiza un esfuerzo supremo, ofuscado llega a límites exasperantes de machacar, de masticar un recuerdo que se le antoja puede llevarlo a través de la nada que lo envuelve, pero lo castiga un silencio atroz, una oscuridad espantosa.

No puede explicar las razones de esta persecución, ni la saña que emplean ni el intransigente empecinamiento. Los recuerdos que enfrenta buscan eliminarlo y con tal fin lo arrinconaron en esa casa , pero esta vez salió a la calle a dar combate.

Ansiosamente busca señales que lo acerquen a la verdad, pero le es imposible, no sabe por dónde empezar, hay un espacio de la memoria que ha quedado vedado, borrado. Intenta entender, busca con insistencia una voz, una imagen, alguna pista, un vestigio de sus actos pasados, pero encuentra para su desesperación vagas impresiones, un remanente, una borrosa estela enrevesada que lo empuja sin misericordia a una confusión mayor.

Se ha detenido frente a los cristales relucientes de una tienda que en medio de la noche permanece iluminada. Desde un enorme espejo redondo, con marco de madera, lo mira un rostro deteriorado, una oscura sombra cruzada de arrugas. Este vejestorio sucio que lo mira desde el espejo de una tienda, con los cabellos marchitos y desordenados, los ojos escondidos detrás de unos lentes pasados de moda, no puede ser él, se niega a creer que el espejo repita su imagen, esta imagen no le pertenece. Él acaba de atravesar la calle apenas unos segundos antes con la agilidad de un felino, se metió entre los carros que se le venían encima y logró evadir esos enormes animales furiosos de ojos desorbitados envueltos en llamas brillantes, un torero sin traje de luces, sin capote, ni capa, sin siquiera un babero para evadir las embestidas frenéticas y terribles, aún así supo ganar finalmente la acera y con un salto formidable ha conseguido su mejor faena.

Decididamente se enfrenta a esta imagen que supone un peligroso enemigo, lanza imprecaciones, intenta golpearlo y en ese momento dos hombres vestidos de blanco lo sujetan, lo someten, lo empaquetan en una chaqueta y a la fuerza lo amarran a una camilla. En un sopor, antes de entrar al sueño inducido por la inyección que le acaban de aplicar oye antes de dormirse la alarmada sirena que lo conduce a un destino desconocido.

El Doctor Acevedo me informa sobre la crítica situación de mi padre. Dice el Doctor, que mi padre escapó de la clínica en medio de un grave episodio de confusión e inestabilidad mental. Esto es un suceso ocasional, asegura el Doctor, y argumenta su teoría: en un fragmento de tiempo no determinado se produce un déficit de atención y del recuerdo a corto plazo. Este mínimo déficit abre la posibilidad de una disminución de la actividad consciente. Esta vez los síntomas se presentaron con mayor fuerza y su padre perdió completamente la noción de la hora y el espacio que ocupa y huyó de la Clínica. Inmediatamente se activaron los protocolos de seguridad y se le encontró en la calle, en medio de un peligroso delirio.


En el transcurso de esta conversación dejé de mirar con la debida atención al Doctor y logré fijar la mirada más allá del ventanal de su despacho, amanecía con un espectáculo de fuegos enardecidos disparados contra el cielo que indefenso se incendiaba, las nubes estallaban de rojos y amarillos. Al volver la vista al interior de la habitación, el Doctor Acevedo precisaba un concepto que me llamó a la concentración por escasos segundos: estos cuadros severos de delirio que su padre sufre pueden ser hereditarios y se les conoce como "psicosis sintomática" para estos casos, confirma el Doctor, no hay un tratamiento específico y lo único que podemos hacer es extremar la vigilancia para evitar que nuevamente su padre escape.

Intenté por un momento recordar cómo había llegado a este consultorio, quién era este hombre de bata blanca, que hacía yo aquí en medio de esta conversación, de esta explicación científica sobre un caso de psicosis sintomática y no pude recordarlo. Me coloqué la mejor cara de interés que conseguí entre la madeja de recuerdos estropeados, miré por unos momentos al Doctor y volví a interesarme en el inusual combate que se desarrolla en el cielo y exige mi total atención.

jota jota
jota jota
11-05-2021 19:25

En este compromiso Rodrigo nos regala un texto bastante complejo, que inicia haciendonos una pregunta, pregunta que no tiene facil respuesta. Ni desde la realidad, ni desde el sueño y tampoco desde la perspectiva de su texto. A sabiendas de la complejidad a la que nos lleva Rodrigo introduce a modo de pistas, o claves, los nombres de Hesse y de Borges y el texto Tlön, Uqbar, Orbis Tertius en el que se pone de manifiersto la duda entre la realidad y la ficción y es el centro de toda la propuestade Rodrigo. Que es real, que es ficción, que es sueño. y de alguna forma Rodrigo se las arregla para mostrarnos la realidad que conocemos decididamente absurda y necesariamente casí que optamos por la ficción como forma de vida más aceptable.

Este texto me obliga a contraponer los versos de Calderon
Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción..

La otra pista que Rodrigo nos presenta es Hesse y algunos estudiosos de su obra y de su vida afirman que Hesse estaba bastante influenciado por las filosofias orientales, por el hinduismo y el centro de estas teorias se basan en que lo que creemos realidad es en verdad ficción, es Maya una creación de nuestra mente y de la cual debemos desprendernos para ser totalmente libres, ya que somos prisionesros de nuestra mente de esta Maya.

El texto de Rodrigo parece un texto contradictorio, pero en verdad es un hilo discursivo que bien podria ser llamado como uno de los cuentos de Borges, es un sendero de caminos que se bifurcan y estamos en la absoluta libertad de tomar el que queramos y disfrutar el viaje.

jota jota
jota jota
11-05-2021 17:39

Mi contribución para este inicio del mes de mayo

Es imposible huir del miedo

El hombre que me persigue, el hombre del que estoy huyendo camina amparado en las tinieblas. Las mismas sombras encubren diversas y contradictorias astucias para diferentes objetivos, las sombras que a mí me protegen y me esconden las utiliza el desconocido para permanecer unos cuantos metros detrás de mí. En la oscuridad preserva su identidad. La actitud de mi perseguidor no es amigable, me busca para matarme, he visto el brillo del acero que empuña con firmeza en la mano izquierda.

La luna se esconde en esta noche detrás de oportunas y espesas nubes, su redonda luz no me respalda, su ojo vigilante no sostiene mi esperanza esta vez y estoy convencido, que la luna se niega a ser testigo de las artimañas que aprovecho para escapar de mi perseguidor y de las tretas que utiliza este hombre para mantener su asedio y hacerme sentir la presencia de su rencor sin ser reconocido.

La noche está iluminada de azul cobalto, el mismo tono impávido se refleja en las paredes, en las puertas, en las vidrieras de los negocios, se cuela fugaz entre las ramas de los árboles, los hilos incandescentes del azul iluminan el borde las esquinas. Las calles permanecen vacías y ni siquiera hay autos estacionados en los costados de las aceras, el silencio y el desamparo son únicos esta noche, van de la mano y me preceden.

No llevo reloj, ni llaves, ni documento alguno que me identifique, ni dinero en efectivo, ni cartera. No recuerdo en qué momento inicié esta huida, ni en qué lugar pude haber dejado mis pertenencias. Desconozco la razón por la que este hombre me persigue y el motivo que me obliga a huir. Ignoro totalmente que culpa arrastro, que falta me condena, que fechoría cometí para ser objeto de esta cacería y por supuesto, también ignoro quien es mi enemigo. Simplemente sigo el impulso primario de huir como un cobarde, de escapar de un riesgo inminente.

Intento desaparecer de la vista de mi perseguidor en una esquina inverosímil y salvar la vida, en lo alto de la pared que momentáneamente me protege está escrito mi nombre, la calle lleva mi nombre, y al leer el nombre que me identifica, el nombre por el que me reconozco hijo de mis padres, el nombre que he llevado con orgullo durante cuarenta años, al leer mi nombre escrito en uniformes letras de molde, un chispazo descubre la incógnita, el brillo de un destello en medio de la oscuridad me señala de manera inequívoca, con un fogonazo de sabiduría: que es imposible huir del miedo.

Ante esta revelación me niego a continuar huyendo. Doy la vuelta con la intención de enfrentar a mi enemigo y al tomar tal decisión desaparecen las calles, las casas, las esquinas y se mantiene la noche bajo el halo azul cobalto que la distingue y diferencia de todas las otras noches y la hace inconfundible. Avanzo sobre una banda transportadora de movimiento perpetuo suspendida a cincuenta metros del suelo, a ambos lados el precipicio nos advierte el peligro, en el otro extremo de la banda mi perseguidor advierte el cambio y se dispone al encuentro final. Clavados en nuestros respectivos lugares nos acercamos inevitablemente, él lleva el puñal en la mano izquierda y yo lo llevo en la derecha, estamos próximos, pero aún nuestros rostros permanecen ocultos en las sombras. Nuestra innegable disposición de morir brilla en los puñales, en el azul cobalto de esta noche. Tomo aire y encuentro el valor suficiente en mis apellidos para enfrentar esta hora, la decisión está tomada, los puñales a punto de teñirse de sangre y en el último momento me paralizo, el hombre que me persigue lleva mi rostro y aprovecha ese instante de sorpresa para hundir inmisericorde su puñal en mi pecho, es inevitable el grito y en ese momento me despierto.

Doctor: ese sueño me desvela cada noche, obliga el insomnio, estas ojeras permanentes y no me da tregua tampoco en el día, ese sueño es la única razón que me trae a su consulta.

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