Una "migerencia", Gregorio. ¿Podías poner la fecha de comienzo de la nueva fase de los relatos para que podamos contar a partir de ella los quince días de plazo? Así, la de MUDANZA comenzaría el....
Gracias, compañero.
Gregorio Tienda Delgado
16-02-2015 17:16
No te preocupes, Des, tu texto ya esta con todos los demás. Es de agradecer el esfuerzo que estáis haciendo para mantener la llama encendida en este acogedor rincón.
Gracias.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Gregorio Tienda Delgado
16-02-2015 17:12
Apreciados amigos y amigas. En esta etapa, 6 textos en el taller. Como en los buenos tiempos. Mi agradecimiento por vuestras valiosas aportaciones.
Esta es la evolución del taller desde que lo iniciamos el día 25/05/2012.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Des
16-02-2015 15:01
Voy tarde, pero voy si me dejan ( estoy un poco , un mucho desentrenada pero aquí va...perdonen la sangre , escuché otra vez una noticia de estas que me gustaría dejar de escuchar de una Pu- Ta vez y se me ocurrió Casandra.
Grego ayer estuve de guardia te pido que lo incluyas , estoy haciendo un esfuerzo por volver a escribir . Besos)
Qué habrá sido de Casandra.
Disculpa, tengo que hablar contigo ,será un momento.
Nadie me toma en serio , pero lo que te voy a decir es cierto, mañana dejarás de estar aquí y te quiero ayudar , te pido que me escuches .
Cuando era pequeña mi padre me hizo sospechar que no era hija suya , me escupió en la cara cuando se lo llevaron de casa el día que mi madre murió , algunas veces escucho sus palabras en sueños .
Vivimos puerta con puerta , a veces te veo en la escalera con cara preocupada y te oigo llorar muy bajito con los grifos abiertos , nuestras ventanas que dan al patio de luces están muy cerca .
Él es silencioso, pero sé que dentro de su cabeza hay mucho ruido y que todo está negro , a veces lo confundo con mi padre en mis sueños.
Tienes que irte hoy , ahora, te lo pido por favor, vete muy lejos , no le vuelvas a tener cerca nunca más y por favor, por favor , no confíes en él.
¡ Estás loca tía ¡ apenas nos conocemos , me das miedo, voy a olvidar todo lo que me has dicho y por favor tranquilízate que estoy bien , un poco cansada nada más.
Es un buen chico que está pasando por un mal momento y yo no le voy a dejar por mucho que llores porque le quiero muchísimo y sé que me necesita , estaremos bien.
Por favor sécate esas lágrimas , siento mucho lo de tu familia, si quieres te hago un té con leche , podemos ser amigas, eres muy bonita y amable ¡vamos ¡ verás que bien te sienta algo calentito Casandra.
Casandra veía en sueños el futuro, le pasaba desde que su padre mató a su madre .
Casandra lo vio, más nadie la oyó , nadie la creyó , fue a la comisaria, a la policía local, llamó al 016 , nadie creyó…
Sabía el momento y se preparó, entraría por la ventana del patio de luces, siempre estaba abierta y ella era delgada , no le costaría nada pasar de una casa a otra , evitaría que ese hombre la matara, secó otra vez sus lágrimas y esperó con la luz apagada en su cuarto de baño.
Se asustó , el golpe fue seco , él acababa de cerrar la ventana e irse al dormitorio, intentó empujarla para abrirla pero era imposible, le daba igual hacer ruido, tenía que entrar , rompió el cristal, se introdujo con dificultad , se hizo varios cortes en las manos y en las piernas que sangraban mucho .
Cuando llegó al dormitorio él todavía la estaba apuñalando , las manos le temblaban , respiro hondo y agarró fuerte el palo de béisbol que había comprado , le golpeó con fuerza en la cabeza por detrás.
Comprimió las heridas sangrantes de su nueva amiga con la ropa que había por la cama y llamó a emergencias .
Todo va a ir bien , no te preocupes…todo va a ir bien.
juan fozara
15-02-2015 20:47
Relatos, último día, 15.
A MIS AMIGOS
- Bueno, si no te duermes no puedes soñar.
- Pero es que no me puedo dormir.
- ¿Por qué?
- Porque tengo que escribir un relato sobre los sueños.
- Te conocemos, Juan. Estás haciendo trampa, no se te ocurre nada y empiezas a jugar con el lenguaje.
- Pero es que no os quiero defraudar.
Silencio...
¿Estáis ahí?
Silencio...
¿Dónde os habéis metido?
Silencio.
Esto está oscuro, no veo nada, no oigo nada. ¡Socorro! ¡Socorro!
Por fin pasos, tac,tac,tac...
- ¿Donde os habíais metido?
- Venimos del bar de Adolfo.
- Haberlo dicho, me habéis dejado en la trastienda sin luz.
-Eso es lo malo, lo han asesinado.
-¿Quién?
- Un sonámbulo, sospechamos de ti, siempre andas dormido sin enterarte de nada. Además en la barra había una empanada gallega mordida de cualquier manera, solo tú eres capaz de eso.
- Os propongo un pacto.
- Habla.
- No asesinamos a Adolfo en esta historia.
- Vale.
- Y yo prometo ponerme al día poco a poco.
- Bien, te has librado de milagro, hoy es día quince.
- Horror -despertándose- Soñé que no llegaba a tiempo a relatos.
" La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño ": Nietzsche.
Rodrigodeacevedo
12-02-2015 14:54
Ahora que andamos a vueltas con la escritura automática y yo, personalmente, liado con el dichoso surrealismo, dejo un "sueño" en este registro, más o menos. Es corto, está sacado de las imágenes que en una noche casi insomne me dejaban los duermevelas. Los escribía antes que se borrasen de mi memoria: estas imágenes son como escritura en la arena, desaparecen con los leves soplos de brisa o con las tímidas olas que apenas rozan las arenas de la playa.
No ceeo que a nadie le guste mi texto, lo que indica el buen gusto mis compañeros y además hace cierto el aforismo de M. Leiris, poeta del ramo, "Cuando no se tiene genio el consuelo es tener éxito." Como doy por sentado que no tendré éxito, admito que soy un genio. .
Además así cumplo con mi aportación al Taller que dirige nuestro buen Gregorio, que se merece cualquier desvelo, y ya os digo que mi sueño está escrito en retazos de desvelo.
Vamos p'allá.
LA HORA DEL TÉ, LOS ÁNGELES.
Viajo a través de la noche en un viejo vagón lleno de viento color azul
Un viento que amorosamente lima los ásperos rincones y los respaldos de tabla
Allí anidarán en su renacer polvoriento las mariposas de alas multicolores
Asperjándome en lustral iniciación de albatros redimido, de ángel nacido de la culpa desde el mismo ónfalo aquilino.
Viajo y en mi ciego discurrir trizo la noche y sus espejos negros, escuchando los gemidos y las imprecaciones de aquellos que ya no ven.
Las mariposas me confunden con ese otro ángel nacido también de la noche, el que luce sobre sus alas los losanges ávidos de círculos, buscadores titilantes de la perfección que todo lo abraza. -Permítame, señora, que le ofrezca una delicada calavera roja, especialmente concebida para cultivar las catleias cuyos pétalos carnosos y pudibundos se asemejan a las alas insensibles de las mariposas que hoy nos habitan.
Mariposas que han invadido el nocturno y líquido recinto del vagón, que me abrazan y con sus espiritrompas desplegadas como enseñas de lujuria liban como en un último suspiro mi esperma resplandeciente.
Nocturno sacrificio con llamas de frío hielo, pasión de la velocidad, máscaras que no conocen la carcajada. Esta es la noche.
La lluvia multicolor de las desaladas mariposas ha cuajado en un fulgurante caleidoscopio, motor de la mutación insomne de las horas ausentes de minutos. Larga es la noche.
Llega el frío cuando el vagón cruza el ritmo de los antiguos cantos frigios: nace el poema.
De las pupas de las nuevas mariposas nacen los monstruos más hermosos y terribles; me acorralan y suave, pero despiadadamente, me arrancan los losanges que forman la sublime geometría de mis alas. Nace la oscuridad.
Las estrellas ocupan mis espacios y de sus airones negros emergen las cimitarras de la nueva claridad.
Es la hora del té; llegan los ángeles.
Ilust.: Balthus. "Sueño"
Jose Jesus Morales
11-02-2015 19:46
Sólo para ser leído por
tus ojos profundos de montaña.
Sentidos por tu piel de leche
recién ordeñada y para que el
río que te enciende sin consumirte
se haga turbulento.
Las Visitas de Enmanuel
Apareces en puertas fantásticas, elásticas; despacio y sin anuncio, en silencio.
Simple y llanamente irrumpes con pasos de paloma, con esos ojos de mar llenos de peces luminosos, inquietos, y te haces dueña de todo el espacio que se me hace inalcanzable en la vigilia.
Llegas en una ola, eres espuma fresca y húmeda, apenas el rumor lejano de agua que va y viene trayendo caracoles, un rastro de cangrejos, las luces fugaces de un sol de abril al despuntar el día.
Desnudas están tus manos de oro y platerías, pero toda tu piel brilla, reluce en la oscuridad a la que me abandono para poder vivir estos escasos segundos como si fueran meses, los minutos días inacabables y así, perdido en el tiempo participar del poder mágico de estar juntos, de una fuerza sin límites que me da tu sola presencia.
Vienes vestida de noche, de sencillo luto riguroso, por lo que pueda morir en el encuentro. Innumerables son las pecas que comienzan en el cuello y bajan en desorden amotinadas en tu espalda, para desaparecer de improviso en la amplia curva de tus caderas donde invariablemente me detengo a mirar tus campos de avena florecidos, para luego recorrerlos con mis manos de campesino.
Llegas susurrando palabras imposibles en un idioma que no descifro, pero adivino por el tono, por tus gestos, ninguna mujer me habló jamás de esa manera.
Dulce es la voz, como rumor de quebrada temprana, garúa sobre techo de zinc. En esta hora de oscuros presagios logras tocarme no sé qué resorte de humano en mí, reconciliándome con cada día vivido, agigantando esta condición de hombre, que daba por perdida.
Cuando amanece y las estrellas cansadas comienzan la rápida huida a la zona de las sombras y la luna, apenas una redonda mancha blanquecina observa con el desgano propio de la rutina como desaparece toda su corte nocturna, para tomar el rumbo del obligado exilio y completar así un ciclo más en el acontecer sideral. En ese momento sopla con fuerza, chocando contra los cristales de las ventanas, el viento implacable de las rupturas, anunciando tiempos de desastre.
En un inmenso remolino, ese viento violento de las rupturas se alza con todo lo construido, se lleva incluso los momentos que se han quedado fijos en mi recuerdo y tengo presentes como una de esas fotos que tengo colgadas en la pared.
El viento de las rupturas baja desde el norte arrastrando fracasos, se confunde con los desastres, se convierte en remolino para alzarse primero con las grandes cosas, con todas aquellas que he ido atesorando hasta convertirlas en un apéndice de cada instante vivido.
Luego, por orden, sin volverse caos, envuelve las más pequeñas y por último lo imperceptible, lo fugaz de una esperanza sutil, en fin, el viento de las rupturas se alza con todo para dejarme en medio de un campo abandonado, atravesado por un estrecho camino desierto de piedras blancas.
Comienzo entonces sin perder la calma a construir un mundo nuevo, de la nada; para que no me aten los recuerdos, ni las voces que alguna vez me desvelaron. Piso firme sobre la tierra, sacudo el polvo negro de las mentiras, me levanto por encima de los escombros de lo vivido, de los fracasos, del olvido.
Enfrento al viento de los desastres con los dientes apretados y con la mirada fija lo empujo con tu nombre como escudo a su oscuro sitio de origen.
Regresas cada noche a sabiendas de mi soledad, de esta cara de cansancio, de mis largos - FEROCES - silencios. Te acercas precisamente cuando este mundo que comienzo a construir de la nada, como en mis mejores tiempos, se vuelve arena dispersándose delante de mis pies y me quedo nuevamente con los ojos volados y las manos levantadas, rotas, a la mitad de un camino sucio y polvoriento.
Vienes en el momento de las pequeñas o las grandes derrotas. Llegas cuando te haces realmente imprescindible, y comienza a dolerme tu ausencia. Apareces convertida en mi mejor triunfo, que agito contra el viento de las rupturas.
Entrecierro los ojos e invoco tu nombre como conjuro, lo repito una y otra vez sin cansancio. Tomo aire y lo voy soltando lentamente.
EEEENNNNNNNMMMMMMAAAAAAAANNNNNUUUUUUEEEEEEELLLLLLLLLLLL la sonoridad de la última ele vibra conmigo, al ritmo, al compás del corazón. Me hago caja de resonancia para llamarte en los sitios más distintos, en los lugares más distantes.
Apareces con pasos de paloma, los peces inquietos y luminosos de tus ojos de mar iluminan con chorros de luz el horizonte nuevo que intenta volverse arena y dispersarse delante de mis pies, esfumarse entre las sombras, escaparse con el peso de los malos recuerdos.
Debajo del sencillo luto riguroso sólo la piel en espera de mis manos ansiosas para inventarte mundos, en cada gesto, con cada caricia, tu piel espera estas manos de campesino empeñadas en limpiar tus tierras de sombras y de pasados, empeñadas en sembrar y recoger siempre.
Vienes con los pies descalzos a detenerte justo enfrente de mí, que te espero desnudo, echado sobre la cama, las manos cruzadas bajo la cabeza, la mirada perdida en un punto impreciso que desaparece con tu sola presencia.
Relucen tus ojos de mar llenos de peces luminosos en medio de la noche. Con un movimiento apenas perceptible subes los brazos cimbreando tu cintura, todo es movimiento, como si bailaras al son sensual de tambores que llevas por dentro.
Juegas por instantes con el gafete mientras forjas en una sonrisa de labios rosados y dientes blancos el medio día de mi vida, ahora venida a menos.
Cuando por fin bajas los brazos, el vestido se desliza por tu cuerpo, por tu piel brillante y pálida contra la noche como las lunas de enero, cae convertido en un gato negro que se mueve entre tus pies, para quedar dormido al contacto de los tobillos.
Atraviesas la impenetrable oscuridad donde me refugio y avanzas hasta mí, susurras esas palabras imposibles que no puedo descifrar, pero adivino por el tono, por tus gestos: rumor de quebrada temprana, garúa sobre techo de zinc, que van haciendo de mí este incendio.
Desde el momento que apareces atravesando puertas fantásticas, elásticas, despacio, sin anuncio, en silencio, no hago el menor movimiento, fijo, clavado, estático, hipnotizado por tu presencia.
Vienes para acostarte a mi lado y siento el calor de tu cuerpo, el roce de tu piel, que huele a campo abierto, a tierra recién llovida, a pomarrosa. Con calma nos abrazamos y me invade una ternura sin medida al iniciar el rito de buscarnos, de encontrarnos en cada pedazo de piel, a detenernos en cada bifurcación de los cuerpos, acariciando las marcas, las heridas más profundas, queriendo borrarlas al menor contacto.
Fuego vivo las paredes, convertidas en espejos incendiados en donde se repite cada movimiento de las manos, de las piernas, de los cuerpos que se acoplan. La puerta del cuarto es la profunda, la inmensa boca negra, el túnel de la noche por donde escaparás más tarde, cuando suene la hora de la retirada y la luna insistente se meta por la ventana llamándote como si fueras parte de su corte nocturna.
Con un último beso prolongaras la despedida, bajarás de la cama y al tocar el piso con los pies descalzos, despertarás al gato que saltará a tu cuello, para arroparte, para vestirte con el sencillo luto riguroso y correrás hasta el túnel de la noche con pasos de paloma y por los ojos de mar llenos de peces luminosos bajarán las lágrimas, que al tocar el suelo apagarán el incendio y borrarán los espejos, hundiéndome en el vacío, en esta infinita, absoluta soledad sin remedio.
Hoy me duelen terriblemente los dientes con un dolor persistente y agudo, que me hace sentir la boca llena de alfileres; es el anuncio de la llegada del viento del norte, el de las rupturas, el que arrastra fracasos, se confunde con el desastre, se convierte en remolino para alzarse primero con las grandes cosas, con todas aquéllas que he ido atesorando hasta convertirlas en un apéndice de cada instante vivido.
Es la sensación de una próxima e irreparable pérdida lo que causa este dolor agudo, es la cercanía del abismo, la premonición fatalista de un nuevo y más terrible derrumbamiento.
Decido hacerle trampas a la constelación que rige mi destino, salgo aun a oscuras de mi casa, de espaldas a la calle, la luna compañera en menguante, cierro la puerta con doble llave y con pasos lentos, firmes, sigo de espaldas sin dar la cara al viento, que siento desatado y furioso, camino una cuadra completa de espaldas y me doy vuelta justo en la esquina, con las manos en los bolsillos me voy sin rumbo.
Abro la mañana. Rompo conjuros. PENSANDOTE...
Gregorio Tienda Delgado
07-02-2015 19:53
UNA NOCHE DE LUNA LLENA.
Vuelvo un poco desanimado a casa. Es como si no quisiera llegar. Abro la puerta escuchando el característico ruido de los goznes. Al entrar, el hueco sonido a madera gastada me parece más profundo. Veo la casa desprotegida, gris. La siento como ajena, aunque es mía. El espejo de la entrada refleja una imagen trasnochada, triste. Solo veo ironía y displicencia. Sigo enfrentado a mi situación con el juicio descarnado del que llega al final.
El silencio lo invade todo. Solo combinan sus tonos, los silbidos de mi respiración. Marcan el ritmo impuesto por mis pulmones fumadores. Hasta mi sombrero ladeado exagera su gesto acentuando la expresión agobiada que quiere ser irónica. Miro alrededor y veo un desorden triste, desdibujado como mi vida exacerbada y solitaria. Vuelvo la cara hacia el espejo, quiero sonreír y no puedo, no tengo más expresiones para utilizar.
Un gesto de dolor me sobresalta y me devuelve las sensaciones. Mi pecho estático aspira, profundo y se acentúa el resoplar de mis pulmones. Mi reflejo es rápido. Mi mano se abre crispada dejando caer el cigarrillo que ha quemado mis dedos. El pie con su ritual acostumbrado, lo tritura fuerte, con la misma crispación. Me miro nuevamente en el espejo. Hay dolor en mi rostro...
Vivo en una casa a las afueras del pueblo. La luna llena brilla solitaria en lo alto del cielo completamente bruno. Es una de esas noches que ningún ruido perturba el silencio reinante, en la que puedo oír hasta los latidos de mi propio corazón. Me encuentro solo, sentado en un sillón cerca de la chimenea desde donde puedo ver la claridad de ese satélite solitario, como yo, entrando por la ventana. Ya es cerca de la medianoche. He apagado la luz, y la claridad de la luna que penetra a través de la ventana del salón, sumada al resplandor del fuego de la chimenea, me iluminan tenuemente. He pasado más de dos horas leyendo y Morfeo con su poder sedante me invita insistentemente; mis ojos se cierran, se cierran...
Un fuerte golpe ha sacudido el suelo y cada sonido que irrumpe en mi soledad, es como un aviso de peligro desconocido. Su eco retumba en toda la habitación perturbando el silencio. Parece venir de todas partes. Ha sido un golpe seco, como de algo que ha caído al suelo. Tratando de descubrir qué lo ha producido, pero al no ver nada fuera de lo normal, no le doy mucha importancia. Debe haber sido mi bastón, que al estar mal colocado sobre la pared ha resbalado.
Pero... desde algún lugar de la habitación escucho un murmullo. Es apenas perceptible y no puedo distinguir qué dice. Poco a poco, la voz se hace más clara. Permanezco inmóvil durante unos minutos, mientras intento discernir de donde proviene. Parece venir de todas partes pero no veo a nadie. Es como un eco cacofónico, indefinible. Trato de tranquilizarme pensando que quizá todo es producto de mi imaginación, pero de un momento a otro el susurro se ha convertido en risa; una carcajada que rebota en las paredes.
¡El miedo me hiela la sangre! No puedo decir nada. ¡Me he quedado sin hablas! ¡Intento ponerme de pie, pero mis piernas no me obedecen; no puedo moverme. Estoy como encadenado al sillón! De pronto, la risa ha cesado y tengo duda de que todo sea irreal, producto de mi propia imaginación. Pero, no. Después de unos instantes, escucho la misma voz que menciona mi nombre y no puedo determinar de dónde viene. Parece estar en el aire que respiro.
Ahora, empiezo a escuchar una respiración que no es la mía. Es lenta y calmada y la oigo acercarse hacía mí, pero no sé desde donde. Es como si todo el aire formara parte de este ser que no puedo ver. Vuelve la risa, la siento aún más cerca. Creo que se burla del deplorable espectáculo que debe ver en mi rostro contraído por el terror. Siento como si algo estuviera presionando mi cuello; como si unas manos invisibles me impidieran respirar. Trato de detenerlas, pero no es algo físico, no es algo palpable. Llevo mis manos hacia donde noto la opresión y no hay nada. Aún, así, siento que aprieta cada vez con más fuerza. Intento gritar pero lo único que sale de mi garganta son sollozos apagados por la fuerza del agresor invisible. Aunque pudiera gritar, no serviría de nada; no hay nadie cerca que pueda auxiliarme.
Después de mi infructuoso esfuerzo por liberarme, noto que por fin, ha desaparecido la presión sobre mi cuello y lo oigo reírse de nuevo. Su risa suena por todo el salón y penetra por cada poro de mi cuerpo, hasta que el aterrador miedo que me posee, hace que caiga en un estado de sopor... voy corriendo, perseguido por la voz sin cuerpo que ríe y grita mi nombre como poseída por una furia sobrehumana. Corro por un lugar desconocido y oscuro, donde la única luz es la de la luna que brilla solitaria en el cielo con un color rojizo, quizá presagiando mi fin...
He recuperado el sentido y aún es de noche. La estancia está en tinieblas y lo único que la ilumina es un débil rayo de luz de luna. El fuego de la chimenea se ha consumido por completo. Pienso que todo lo pasado ha sido un sueño, pero oigo de nuevo la respiración pesada que se acerca y distingo una sombra pasar por delante de la ventana y llegar hasta donde me encuentro sentado. Noto su aliento casi humano; su respiración es calmada, pero sigo sin saber de dónde procede. Ya está lo suficientemente cerca, y comienza a reír de nuevo, pero no es la misma carcajada de antes. Es una risa triste en la que puedo distinguir algún sollozo. La voz, cerca de mi oído pronuncia mi nombre y dice:
―¡Márchate! ¡Esta casa es mía!
Instintivamente miro hacía la ventana y veo como su sombra se desvanece. Enciendo la luz, recojo el libro del suelo que debió caer cuando estuve inconsciente, y leo el título:
Historias de fantasmas.
De Charles Dickens.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Eratalia
02-02-2015 23:55
LA ANGUSTIA
Caminaba con pasos apretados y ligeros, volviendo la vista atrás a intervalos frecuentes. Sentía como un aliento gélido en la nuca que no se alejaba de ella y ese era el motivo de que, una y otra vez, girase la cabeza para comprobar, por enésima vez, que nadie la seguía.
Observaba temerosa lo vacía que estaba la calle. La plaza que acababa de atravesar no estaba frecuentada por ningún viandante y, en cierto sentido, comenzaba a padecer agorafobia. El mero hecho de salir al exterior, de abandonar la calidez de su casa o, más bien, el reducto de su habitación, la hacía temblar como una inconsistente hoja zarandeada por el viento otoñal.
Pero se había obligado a sí misma a ser fuerte, a luchar contra aquella sensación álgida que la embargaba una y otra vez cuando marchaba, como ahora, por las solitarias y vacías calles de camino a su casa.
La hora, intempestiva, tampoco ayudaba. Aquel nuevo trabajo, al que había estado a punto de renunciar, la hacía permanecer demasiado tiempo fuera de su hogar, hasta mucho más tarde de lo que ella hubiese deseado. Pero los tiempos no estaban para permitirse el lujo de desdeñar ninguna oportunidad y aquí se hallaba, como cada noche, asustada, corriendo más que andando, por las recoletas calles que un día tras otro se veía precisada de atravesar.
La hojarasca, impelida por el aire que soplaba revoltoso, daba lugar a débiles murmullos, a rumores tenues, a voces inexistentes que la acompañaban en su temeroso caminar, y que eran el motivo de su constante e inquieto movimiento de cabeza.
Y, de pronto, las hojas arremolinadas se levantaron, aunándose entre sí, formando una figura, espectral, terrorífica, que se dilataba hacia lo alto, para luego inclinarse sobre ella y con múltiples brazos y múltiples bocas parecía querer abrazarla a la vez que le musitaba incoherencias junto a su oído.
No puedo resistirlo más, los nervios desatados, desencajada y pálida, se hallaba envuelta en aquel torbellino de hojas y sonidos, a punto de desfallecer, de dejarse arrastrar por la frenética oleada que la envolvía amenazando con devorarla.
Pero en medio del caos, un fuerte sonido la impactó. Una sirena con su estrepitosa alarma se acercaba, aquello iba a ser su salvación…
La sirena sonaba con ímpetu creciente, un sudor frío la envolvía, estaba casi petrificada cuando sus ojos se abrieron de par en par y quedaron mirando el techo sin saber muy bien qué estaba pasando, volvió a girar la cabeza y un objeto esférico de áspero sonido se recortó sobre su mesilla de noche y, aún sobrecogida por la angustia, reconoció el sonido estridente de su pequeño despertador.
Aquello era seguramente una señal… no iría a la entrevista de trabajo donde la esperaban, aquél trabajo de horario imposible que no la atraía en absoluto.
Pensó que merecía un descanso tras la turbulenta noche y, aliviada por haber tomado, al fin, una decisión, se dio la vuelta en su cálido lecho dispuesta a relajarse un rato más.
Quizás ahora llegasen sueños más placenteros…