Llevada por la curiosidad me acerqué a aquel recóndito barrio cercano a la playa. Merced a la gentileza de una vecina, ese día comí menestra.

Tenemos siete palabras gracias a la gentileza de su merced. La constancia de sus mercedes nos permite cierta curiosidad en este recóndito barrio que llamamos Rayuela. Gracias.

Barrio.

Curiosidad.

Gentileza.

Menestra.

Merced/Mercedes.

Playa.

Recóndito.

Mi merced tiene la gentileza...

MERCED, MERCEDES

1. f. Premio o galardón que se da por el trabajo.
2. f. Dádiva o gracia de empleos o dignidades, rentas, títulos nobiliarios, etc., que los reyes o señores hacen a sus súbditos.
3. f. Beneficio gracioso que se hace a alguien, aunque sea de igual a igual.
4. f. Voluntad o arbitrio de alguien. Está a merced de su amigo.
5. f. Tratamiento o título de cortesía que se usaba con aquellos que no tenían título o grado por donde se les debieran otros tratamientos superiores. Vuestra o su merced.
6. f. Der. En el contrato de arrendamiento, renta o precio.
7. f. desus. Era u. como expresión de agradecimiento. Merced, muchas mercedes.
8. f. desus. Misericordia, perdón.

GENTILEZA
1. f. Gallardía, garbo y bizarría.
2. f. Urbanidad, cortesía.
3. f. Obsequio o patrocinio económico. Este libro es una gentileza de la editorial.

!Albricias y regodeo! Doña Era nos es vuelta, y con toda su vena poética a tope. Ya se van colmando nuestras fieles filas y "Rayu" volverá a ser un vigoroso caudal de buenas letras. (O eso espero)
Y para que se de el banderazo de salida faltan una o dos palabras en este hilo. Dña. Era, don J.J. ?tienen vuesas mercedes la gentileza?

CURIOSIDAD

BARRIO

Gracias por las hermosas vistas que describes con soltura y en las cuales podemos dejar nuestras huellas, esos desiertos que nos cercan, y las ciudades que nos alejan cada vez más de nosotros mismos, en este texto presente la disyuntiva, que a veces nos enfrenta: La ciudad,sus avances y comodidades, o por el contrario lejos de todo, pero cada vez más cerca de nosotros mismos y nuestros ausencias, nuestros desiertos, nuestras islas, nuestro pensamiento renovado.
De nuevo gracias por el paseo.

Continuemos con la gratificante colecta de palabras. Gracias, J.J.

MENESTRA
Del it. minestra.
1. f. Guisado compuesto con diferentes hortalizas y a menudo con trozos pequeños de carne o jamón.
2. f. Legumbre seca. U. m. en pl.
3. f. Ración de legumbres secas, guisadas o cocidas, que se suministra a la tropa, a los presidiarios, etc.

RECÓNDITO/A
Del lat. recondĭtus, part. pas. de recondĕre 'ocultar, esconder'.
1. adj. Muy escondido, reservado y oculto.

Los siguientes, por favor...

Amigos llegamos al mes de abril y estamos en el proceso de recolección de palabras, propongo:

Playa

Bienmesabe.Caracolillo.Estilo.Pendiente.Roto.Silencio.Tierno

LOS “DESIERTOS”

Muchos conocen mi predilección por los desiertos: el de Gobi, el de Sáhara y su parte más dramática, el Sahel, el de Atacama y la lejana Patagonia, con sus vinculaciones afectivas con compañeros de foro de aquellos paises... Y sin embargo no conozco realmente ninguno. Disfruto mucho viendo los espléndidos reportajes que con frecuencia pasan por las cadenas de televisión y mi imaginación vuela al aire caliginoso o gélido de aquellos parajes. Paisajes desolados que viven para mí, con sus soledades estelares, con sus floras y faunas llenas de misterio, con sus escasísimos paisanajes, gentes duras y sufridas que, en contradicción con las gentes urbanitas, llevan su alegría de vivir a extremos ininteligibles para nosotros. La austeridad de sus costumbres, la alegre aceptación de sus monotonías parecen enardecer una especie de gusto por vivir que a los complicados y débiles habitantes de la ciudad nos resulta completamente ajeno, incluso antinatural.

He visto, aceptando desde luego “las exigencias del guión” que supongo dulcifican algo la dureza de muchas imágenes, a gauchos de la Patagonia, duros y agrestes como las rocas filosas de su paisaje, recoger a corderillos recién nacidos, tiernos animalitos que sin esa mano alentadora, casi milagrosa, morirían antes de que su primer balido hubiese roto el sobrenatural silencio del paisaje. Me ha maravillado ver a sus mujeres, recias y alejadas del concepto de femineidad con el que miramos nosotros la belleza artificial de las nuestras, preparar alimentos que cualquier habitante de la ciudad rechazaría o comería sólo en condiciones de extrema necesidad. Ellas no saben, o sí, pero le es imposible su preparación en aquellas inhóspitas latitudes, de bienmesabes, incluso los rudimentarios pestiños y de las exquisiteces de los caracolillos de las ensaimadas y tortas vienesas.

Un estilo de vida tan natural y, sin embargo, tan lejano a nuestros ideales de confort y adaptación a la naturaleza. Es fácil envidiar la vida de los monjes tibetanos, de los campesinos de las zonas predesérticas de Mauritania o Argelia; es fácil encontrar el lado lúdico de los jinetes que galopan a través del Gobi como centauros de leyenda y disfrutar con ellos sus cálidas veladas en los interiores de sus yurtas, entre alfombras y tapices y reconfortados por calientes infusiones y sus cantos tradicionales. Es fácil... desde este lado del plasma de la tele y arrellanados en un cómodo sillón forrado con piel de vaca... artificial.

Y sin embargo no es del todo cierto que no conozca ningún desierto. Aquí, en España, existen algunos territorios que se llaman “desiertos”, una variante muy dulcificada de los verdaderos, aunque en su orografía se mantienen las anfractuosidades del terreno, pequeñas sierras de pendientes abruptas y extensas zonas yermas y solitarias. Zonas de difícil acceso y peores comunicaciones; paisajes de vegetación rala y dura, adaptadas a la extremosidad de sus climas; y de nula o muy escasa población, generalmente de los pocos pastores que todavía hacen pastar sus rebaños en trashumancia y tienen algunos refugios para compartir con sus ovejas. Aquí conozco los desiertos de Las Palmas (gran extensión de rocas rojizas y escarpadas, rodenos se las llama) salpicadas por pequeños pinares y, a pesar del nombre, carentes de palmas; el de Almería, todavía incólume a pesar de las audacias cinematográficas que allí se rodaron; y, sobre todos ellos, el de Los Monegros, entre las provincias de Zaragoza y Huesca, telúrica desolación en el que la densidad del silencio es especialmente dramática.

Estos desiertos, en su origen, eran zonas de retiro y oración para anacoretas y místicos, gentes que por diversas razones preferían huir del mundo y sus vanidades y se recluían en la inmensa libertad de esas tan especiales celdas: el cielo por techo y la nada por paredes. Hoy día algunos de nuestros estresados y agobiados “bussiness men” organizan retiros que suelen acabar en orgías; felizmente han optado por las comodidades de los resorts y han abandonado estos que ya comenzaban a ser escenarios de sus boatos.

No son, no somos capaces, de desvestirnos de los oropeles de la civilización y aceptar ser como nuestros inmediatos antepasados. Aunque no disfrutásemos de televisiones de color, de los smart phones y pc's portátiles, siempre podríamos llevarnos el barniz cultural que nos hace ver la vida desde una perspectiva más elevada, mucho más elevada que desde el más elevado pico de esas serranías. Don Quijote se retiró a las desolaciones de Sierra Morena y nos dejó algunas de las páginas más maravillosas que le haya sido dado a leer al hombre moderno.

Muchas gracias, Estela; siempre es emocionante saber de emociones compartidas. Un abrazo.