Antes de terminar enero y luego de la fiesta de Reyes, fui sometido a una tremenda campaña mediática realizada por operadores turísticos, y no pude sustraerme a ese bombardeo incesante de cuñas, de imágenes a través de la televisión, que crearon la intensa necesidad de participar en las fiestas carnestolendas lejos de este silencio gris. Prácticamente fui empujado a revisar decenas de posibles destinos y finalmente me decidí por una isla del Caribe, con la clara intención de pasar tres días sin bufanda, ni abrigo y cubierto con un pantalón corto bajo el sol, sin ningún plan elaborado, dedicado únicamente a la locura colectiva, además, leí en alguna parte, que nueve meses después del carnaval, en la isla se incrementa la tasa de natalidad.
Con cierta dificultad encontré alojamiento y un vuelo con dos escalas. En el trayecto perdía un día para ir y otro de regreso, apenas tenía el tiempo justo para volver al trabajo y no tendría más descanso que las horas de vuelo, pero con eso me bastaba. Según el itinerario llegaría el domingo a media noche a la isla y me regresaría el miércoles de ceniza.
Para mis vacaciones, para esa escapada aún faltaba mucho tiempo, pero cada día mi ansiedad aumentaba, ya quería estar en esas playas de arenas blancas bajo el sol y un cielo tan azul como el mismo mar, pero sobre todo, quería estar junto a esos cuerpos hermosos de mujeres oscuras, con sus ojos encendidos en el frenesí de los tambores y la música del Steelpan, las claves y el calypso, ese ritmo que se mete en la sangre, te obliga a mover los pies, te olvidas de todo y únicamente quieres perseguir el acompasado movimiento de las caderas de esas bellas mulatas.
Trinidad y Tobago me espera, la confusión de la lengua creole, los intensos sabores de la comida con curry, la playa, y una aventura con una mujer de la isla me trastornan. Me veo bajo la luna la madrugada del mismo lunes de carnaval, entre las piedras, junto a los cocoteros, sobre arbustos suaves, besando unos labios rojos de cundiamor.
Desde el mismo día que compré el boleto, un sueño se repite y me desconcierta. En mi sueño estoy sobre las olas de un mar sucio, apenas a unos metros de la orilla, pero es inalcanzable, me es imposible llegar, con cada braceada aparece una ola que me devuelve al mismo lugar, sobresaltado, con la angustia de no poder llegar a la orilla, de perder las fuerzas y ahogarme, me despierto. Puede ser una premonición, que mi destino es perderme en el camino, o que mis vacaciones serán un fracaso; pero no soy capaz de renunciar y olvido estos sueños producto de mi ansiedad.
Finalmente llega el día. En la mochila llevo unos interiores, un pantalón corto, una franela, desodorante y un preparado especial de polvos para los pies, que debo usar para evitar el mal olor.
Al pasar el morral por la máquina de seguridad, el preparado especial para los pies causa alarma, me detienen, me llevan a una habitación en el aeropuerto y comienzan a interrogarme. Viajar solo, con escaso equipaje y unos posibles químicos explosivos, me hace sospechoso de terrorismo.
Soy trasladado a una especie de zaquizamí en un lugar desconocido, me interrogan con violencia. Una y otra vez cuento mi historia de los carnavales en Trinidad y Tobago. Por lo visto no me creen.
Jose Jesus Morales
15-01-2016 21:23
La sintética
Una premonición me advirtió del accidente con la cuña del arbusto y la elaborada máscara para las carnestolendas, en el zaquizamí, pero no presté atención y mantuve silencio.
Rodrigodeacevedo
15-01-2016 19:52
Pues, hala, a currar: empecemos con la breve.
En el silencio de su zaquizamí tuvo una premonición: en las próximas carnestolendas ardería como una cuña elaborada con madera de arbusto.
Jose Jesus Morales
15-01-2016 19:11
Corregida la equivocación, sigamos adelante.
Rodrigodeacevedo
14-01-2016 21:00
Permítaseme una pequeña corrección, D. Jota. La palabra propuesta y que encontraréis en el Dicionario es "zaquizamí", con "Z", no con "s". Lo preciso porque al ser una palabra bastante inusual puede inducir a error. Gracias.
Jose Jesus Morales
14-01-2016 20:39
Con la colaboración pertinente, tenemos las siete palabras para comenzar a trabajar nuestros relatos hasta el 31 de enero. ¡Ala a currar!
Y otras dos para redondear el cupo (Bueno, como son SIETE las palabras, me arrogo un pretendido derecho por antigüedad y propongo tres.Espero que nuestro amigo J.J. no se moleste y de el plazo por abierto.)
CARNESTOLENDAS
Del lat. caro, carnis 'carne1' y tollendus, gerundivo de tollĕre 'quitar, retirar'.
Escr. t. con may. inicial en acep. 1.
1. f. pl. carnaval (‖ días anteriores a la Cuaresma).
2. f. pl. carnaval (‖ fiesta popular).
PREMONICIÓN
Del lat. tardío praemonitio, -ōnis 'aviso previo'.
1. f. Presentimiento, presagio.
2. f. Advertencia moral.
ZAQUIZAMÍ
Del ár. hisp. sáqf fassamí 'techo frágil'; literalmente 'techo en el cielo'.
1. m. Desván, sobrado o último cuarto de la casa, comúnmente a teja vana.
2. m. Casilla o cuarto pequeño, desacomodado y poco limpio.
3. m. Enmaderamiento de un techo.
Para mí tres palabras-joya del castellano. A trabajar con ellas.
Estela
14-01-2016 00:47
Agregamos:
SILENCIO
ARBUSTOS
Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
Jose Jesus Morales
13-01-2016 16:01
Iniciamos este año buscando palabras para nuestro ejercicio vital. Tenemos desde el 15 y hasta el 30 de enero tiempo para elaborar un texto. recordemos que debe tener un mínimo de 400 palabras y un máximo de 600.
Debemos utilizar además las siete palabras que se propongan. Comienzo con dos.
Elaborado
Cuña
Por estos lados, la palabra cuña se utiliza también para nombrar a los mensajes o anuncios de propagandas que interrumpen los programas de televisión o de radio.
Tengo sesenta años, llegué temprano a las certezas de la ciencia, a sus particulares y definitivos enunciados, estoy desde entonces prisionero en los márgenes exteriores de las líneas de investigación. Soy un observador disciplinado del comportamiento del átomo, de la conducta de electrones y protones, de su definitiva elección en el extraordinario tiovivo de ensayos infinitos, con un único e irrepetible resultado completamente aleatorio.
Con más de cuarenta años de retraso llegué al matrimonio, puedo justificar mi desinterés en establecer ese enlace permanente, con el extravío en el cumplimiento de mayores responsabilidades, a fin de obtener logros importantes para la humanidad, pero debo ser tan riguroso como lo he sido con mis investigaciones, y en estricto honor a la verdad, motivos diferentes a mi dedicación a la ciencia son los verdaderos responsables de la tardanza en transferir mis genes.
Puedo decir que reconozco mis imperfecciones, pequeños pero significativos detalles capaces de espantar a una mujer, que en exacto rigor son los responsables de mi soltería.
Mi facha es descuidada, parezco más bien la imagen del abandono grabada en un aguafuerte. La timidez me obliga en momentos de ansiedad a un tartamudeo inconsciente y desagradable, mantengo entonces silencios incomodos que abren enormes brechas en la relación con mis semejantes. Permanezco además ensimismado en el horizonte de mis investigaciones, aislado detrás de una espesa cortina de cálculos y suposiciones, y no soy capaz de aterrizar ni siquiera un saludo en el momento adecuado.
Sin lugar a dudas, la lógica señala que estos elementos indeseables son los responsables de haber llegado tarde a mis esponsales.
En estricto cumplimiento con la verdad, debo confesar además; que el matrimonio no es un logro personal, es más bien el único final posible ante el asedio de sus ojos negros, encendidos con las brasas de la urgencia de ser madre a toda costa, su dueña me persiguió con una persistente cantaleta sobre la familia, el futuro, la necesidad de compañía en la vejez y logró ocultar su verdadero objetivo para no asustarme.
Con la contribución de mi desempeño se estrenó y realizó finalmente como madre, satisfecha y feliz cumplió su ciclo y se entregó por entero a cumplir el destino de su naturaleza.
A mis sesenta años, con cara de abuelo, perdido entre el desamparo y las ausencias, con un espíritu cortado en simetrías perfectas, recibo en la madrugada a mi primogénito, sostengo estos tres quilos y medio de hombrecito en mis brazos, compruebo que es perfecto y entro en pánico.
El susto me inmoviliza, la enfermera adivina que estoy a punto de desmayarme, con destreza y seguridad admirables me quita al bebe y se lo entrega a su madre, que impaciente lo espera para alimentarlo y protegerlo entre sus pechos.
La enfermera me pide que la acompañe, la sigo por corredores desiertos en silencio, acorralado por una interrogante que me produce un estado de alarma general:
¿Cómo proteger a esta criatura indefensa dominado por el miedo de no saber qué hacer?
Llegamos a la estación de atención, la enfermera revisa entre los cajones, me entrega una minúscula pastilla y me aconseja:
Tomé esto. Con el tiempo sabrá que debe hacer. No olvide que los riesgos y el reto permanente son los mejores maestros.
Recuerdo haber leído en alguna parte:
El aparente desorden de la naturaleza, es apenas el atisbo de la interrelación de elementos en un estado de libertad absoluta, bajo los parámetros dictados por un cuadro cambiante de imponderables circunstanciales, con los que se obtiene un resultado único.
Intento imaginar para mi indefenso pequeño un futuro seguro y no lo consigo. Permanezco aterrado en un estado de vigilia asfixiante.