"La vida no tiene sentido y no vale la pena vivirla."
Albert Camus.- El mito de Sísifo
Ante la sola presencia de estas dos palabras: “vacío-existencial”, un calofrío helador me recorre todo el cuerpo y una turbia amalgama de ideas se me amontona caóticamente en el cerebro, removiéndome el alma. Recuerdo...; recuerdo tantas y tantas aproximaciones ajenas a ese precipicio insondable que es la vida y su sentido. Y entre tantos recuerdos, un brutal estremecimiento y un relámpago de negra luz me sitúan frente... a mí mismo. Frente a mí, a mis caídas, a mi propia búsqueda del sentido de mi vida, de cómo llenarla y dotarla de densidad propia. E inevitablemente (esta vigilia insomne -una más- ya estaba anunciada) paso horas en la oscuridad de mi cuarto enhebrando uno tras otro ese rosario de secuencias que hasta hoy ha constituído mi existencia.
Aquella existencia que empezó... busco todavía a aquel niño que fuí, querido y rodeado de caprichos. Aquel niño que, de pronto, granó en un adolescente rebelde, válido para sus estudios y pequeñas responsabilidades, pero insolente y audaz. Un adolescente al que pareció encomendársele la recuperación del entonces apagado lustre familiar, una tremenda tarea a la que se resistió a someterse. No era aquella su vocación de futuro. Un padre rígido, permanentemente detrás de su rostro severo y su envaramiento, atavismos de la figura del “pater familias” que la tradición le había legado; una madre enlutada, sumisa, sin alegría, y un entorno social que empezaba a bullir con las primeras manifestaciones de libertad que se permitían después de la cruel guerra padecida. Pronto en aquel adolescente, ya joven que empezaba a cuajar, se manifestaron las primeras dudas. Su educación, eminentemente religiosa en los primeros años, no logró enraizar en aquel espíritu inquieto, buscador siempre de facetas nuevas, más brillantes, que intuía debía de tener la vida. Y comenzó a aprender y a practicar el juego de las máscaras. Ese dramático juego que, inevitablemente, en esas mentes aún poco formadas, llevan a desdoblamientos y juicios equívocos respecto al papel que les corresponde jugar en la vida.
Pronto llegó la independencia, la vida autónoma aunque protegida en lo material por la fortuna familiar. Aquel joven que era yo empezó a moverse en círculos brillantes y hueros. Pero yo aún no lo sabía. Mis negocios iban bien, mis amistades me relacionaban con lo más selecto de aquella sociedad pequeñoburguesa. Mi vida eran fiestas, cenas de negocios, viajes. Un matrimonio de circunstancias comenzó a fijar ataduras más sólidas, más convencionalmente respetables. Una pareja más en aquel mundo de apariencias. Algunas lecturas ocasionales ya empezaron a deslustrar zonas de aquel espejo en el que yo me veía y tras del que adivinaba que sí, que más allá de aquel mundo frívolo y sin sustancia había otro mucho más rico y merecedor de ser vivido. Pero era mucho más incómodo. De manera que siempre encontraba razones, mejor debo decir circunstancias, para seguir con mi vida cómoda y sin compromisos morales.
¿Cuando comenzó todo? Naturalmente el declive en lo material deja al descubierto las carencias espirituales, comienzan a faltar los asideros de esa parte tan descuidada hasta entonces que es el alma, el espíritu. Las crisis económicas (mis negocios eran llevados rutinariamente, descuidadamente: iban solos) y cuando empezaron los primeros síntomas del hundimiento financiero yo seguía ajeno a todo; no me faltaban recursos para mis lujos y caprichos, para asistir a las mundanas frivolidades que eran todavía la máscara que hermoseaba nuestro aspecto. Mi matrimonio se rompió, mis negocios se hundieron. Me quedé solo (nunca tuvimos hijos), y como yo tantos otros de los que hasta entonces habían constituído mis apoyos; como una estructura de palillos de dientes, la caída de uno solo determinó la caída del conjunto. Aquel grupo social se deshizo y cada uno buscó sobrevivir de las más dispares maneras. Allí se evidenció por primera vez en mi vida la gran mentira en la que había vivido. Tantas puertas se cerraron; tantas manos me negaron el saludo...
Llegué a la gran ciudad desde la ramplona vida de provincias y allí se acentuaron aún más mis carencias, tanto las materiales como las de la solidez espiritual que nunca llegué a adquirir. Yo había sido el señorito y los demás trabajaban para mí. Qué lejos quedaba ahora eso. Y de manera recurrente aparecía, cada noche, en la tristeza de mi pequeño apartamento, en la oscuridad en la que estaba inmerso, la enorme boca sin fin, el espejo ya totalmente deslustrado que me mostraba su envés sin fondo sobre el que flotaba mi miserable imagen. Una boca que había succionado todo el sentido de cuanto hacía y había hecho y lo arrastraba hacia el fondo sin final de aquel abismo, del que brotaba una siniestra y roja carcajada. Mi vida, ese enorme vacío. ¿Qué valor tenía para mí seguir viviendo? Si el enorme abismo del espejo fuese material puede que entonces me hubiese arrojado en él. Pero mi valor seguía tras de mi última máscara. Nunca lo hubiese hecho.
La vida me iba dando, por lo demás, algunas briznas de lo que califiqué entonces de felicidad. Alguna amistad equívoca; sexo mercenario; alcohol... vacío. Todo esto ahondaba aún más el siniestro túnel sin final del fondo de mi espejo. Buscaba los trabajos más duros y embrutecedores; sólo quería que a mi vuelta a casa la única compañía de mi botella de vino y el sueño me aliviasen prontamente del agotamiento físico y la extenuación moral en la que estaba sumido. No sé porqué empecé a leer, con un miedo casi físico a desvelar en los libros verdades que serían aterradoras para mí. Comencé mis lecturas casi accidentalemente, pero pronto leía compulsivamente, sin método ni fundamentos. Conocí palabras como "Alienación", "angustia", "cobardía". Leí la atroz experiencia que nos narró Strindberg en su “Inferno”; me sumergí en la inane vida entre lujos y placeres de Jules Des Esseintes; me acerqué a Heidegger, con su “ser-para-la-muerte.” Aquellas lecturas tejieron en mi mente una red inextricable de pensamientos, una maraña de ideas que aumentaron más mi confusión y el sinsentido de mi vida. Pronto abandoné los libros: no entendía su lenguaje. En ellos sólo había encontrado un mundo alucinado de desesperados como yo, seres humanos que tampoco encontraron el sentido de su vivir. Suicidas sin el valor necesario para apartarse del camino. Aunque no todos; en mi mesa tengo lo que se ha convertido en mi obsesión última: un catálogo de suicidas ilustres, de seres que decidieron en un último acto de valor dar a su vida el único sentido que podían darle: la muerte.
En mi irrefrenable caída he llegado hasta lo que ahora soy: una pura máquina sin alma; un bruto que trabaja hasta el límite de sus fuerzas para no salir de su embrutecimiento. Alguien a quien se le han roto los últimos hilos de esperanza. Sé que toda mi vida he sido un patético ser alienado, sin vida interior propia, sin proyecto ni trascendencia. Hoy, esta noche que será la última para mí, estoy aquí, en mi cuarto, que es el decorado postrero en el que ambiento mi vacío existencial, tendido en mi camastro. Sobre la mesa de noche, junto a la botella de vino, veo a su trasluz, dramáticamente teñida de rojo, la pistola reglamentaria que me dejó mi padre como recuerdo; como una premonición tal vez de que se cumpliese en mí lo que él tampoco tuvo valor para consumar. Mi padre...
caizán
26-01-2013 15:05
VOLVER
--¿Volver? ¿Vos me invitaste para cantarme un tango?
--No, Mariano—se sonrió—Igual tenés que reconocer que los letristas de tango, después de los autores griegos, tocaron todos los temas pasibles del ser humano—le pasó el mate y se quedaron los dos pensando.
--¿Me podés contar qué pasó?—le devolvió el mate.
--La vida, viejo. ¡La vida!
--Porque no largás la sanata y me contás la causa de este cambio.
--Mariano. Hace casi setenta años que vivo en este departamento, lo compraron mis viejos, cuando ellos murieron vine a vivir con mi esposa, nacieron mis hijos y durante años fuimos cuatro los habitantes. Un día mis dos hijos se fueron, uno a Canadá y otro a Canarias, cuando pude hacer el duelo de esa separación, murió mi esposa—le pasó el mate.
--Edelmiro, eso es historia antigua.
--La historia de tu vida nunca es antigua, la revivís todos los días, la actualizás, le agregás detalles que vas recordando. Los días son largos ¡Y hay tantos recuerdos! Se hacen cortos—recibió el mate.
--Insisto, eso es historia antigua. No te pudo hacer cambiar tanto. Lo hablamos muchas veces y siempre me dijiste que te ibas a morir aquí, te negaste sistemáticamente a volver a España. ¡Esta es mi tierra! Fueron tus palabras. ¿Qué pasó, viejo? Y no me vengas con eso de: la vida.
Edelmiro le dio la chupada final al mate, le puso agua y se lo pasó a Mariano,
--Después de la operación, me cayó la ficha. Uno a los veinte es inmortal; a los treinta trascendental; a los cuarenta empieza a comprender; a los cincuenta, entiende que le pasó y después de los sesenta acepta; la familia es lo más importante. No el dinero, el éxito, la gloria; esas son futesas. Uno se prepara para disfrutar de ese bien, que siempre tuvo, sin darle el valor adecuado, y lo ve deshacerse como castillo de arena en la playa. Estas arrodillado y el mar de la vida se lleva todo. Entonces te operan, y pensás que tu vida se vació de contenidos, de proyectos; que a nadie le importás, ni siquiera a vos. En ese momento tenés dos opciones claras: te regodeás y aceptás lo que te ocurre, o tratás de salir de ese marasmo mental. Poco a poco vas analizando el deseo de volver a tu tierra, que nunca lo fue en la vida activa pero que puede ser un destino en la etapa pasiva; con el plus, que la familia reside allí. Están los nietos y la posibilidad de crear un mundo nuevo a tu alrededor—recibió el mate.
--Si te quedás, la poca luz que tenés se irá apagando en el atardecer de tu cabeza, no importa que la vida bulla alrededor, si crees que no pasa nada, nada pasa—le cambió la yerba al mate, volvió a cebar, tomó y le pasó a Mariano—Hermano, si tengo que morir quiero morir peleando. Si no me voy, presiento que me rendiré, depondré las pocas armas que tengo, sin pelear. ¿Vos, en mi lugar; qué harías?
Mariano le devolvió el mate, parsimoniosamente. Lo miró fijo y dijo:
--¡VOLVER!
JSM
Gregorio Tienda Delgado
25-01-2013 19:35
EN EL FONDO DEL ABISMO.
El vacío existencial, es uno de los procesos más duros que puede sufrir el ser humano. Produce temor a la propia vida. Un temor, espantoso incluso para las personas que se creen más evolucionadas. Mi experiencia de vacío existencial, llegó a vulnerar el propio instinto de supervivencia. Es algo inconcebible pero, sin embargo, se produce. Un proceso en el que carecía de referencias. Estaba como flotando y no tenía ni idea de lo que podría venir después. Mi mente percibía extrañas sensaciones, y me desesperaba porque era como estar en la nada. Una mente sin referencias corre serio peligro de enloquecer.
Las causas que conducen a ese estado son diversas y la evasión inconsciente suele ser el arma preferida para enfrentarse a sensación tan punzante. A veces trataba de calmar la ansiedad con el trabajo y me convertí en adicto capaz de trabajar muchas horas diarias. También es fácil caer en cualquier vicio como el alcohol y las drogas. Otras veces, buscaba consuelo en el exterior rodeándome de gente, con el fin de llenar ese hueco sin contenido vital.
Supongo que cada uno según su desarrollo personal, responde de distinta manera a esa experiencia. Por momentos, volvía la mirada y los oídos hacia dentro, y me estremecía el silencio percibido como única respuesta. Una oscuridad absoluta ante mis ojos. Al principio no veía pistas a seguir para continuar camino y el desierto existencial era muy grande y presuponía mucho tiempo para atravesarlo. Parecía no terminar nunca, sobre todo, porque una duna era igual a la siguiente, abundaban los espejismos y no sabía como avanzar. Los pies se me clavaban en la arena de la desesperación y me faltaban las fuerzas. Entonces, empezaba a caminar con pies y manos y gritaba en medio de la gran inmensidad desolada y vacía. Corría cuesta arriba, tratando de llegar a toda prisa hasta la cumbre porque en mi corazón albergaba la ilusa esperanza de que al llegar arriba, el paisaje que vería al otro lado sería distinto. Y cuando llegaba, divisaba con desesperación la siguiente, y la siguiente...
Hubo momentos sufriendo tan aterradora experiencia, que me encontré especialmente inmerso en tal confusión mental, que no percibía referencia alguna para encontrar la salida. Me sentía golpeado por una repentina tormenta de negros nubarrones, el calor era más asfixiante que nunca y no me era posible seguir avanzando. Incluso, era difícil respirar. En esa situación no se puede hacer nada; creía que iba a morir. El entorno me sobrepasaba, y me veía pequeño, muy pequeño. Toda la fuerza, el coraje y la imagen estupenda que había intuido de mí mismo, era insignificante. No era nada. Era como si no existiera. Ese fue el momento más álgido de mi experiencia de vacío, de incertidumbre. En ese momento, me derrumbé, y busqué consuelo en los brazos del vicio más fácil; la bebida.
En esos instantes nada podía hacer. Creía que si la angustia duraba un minuto más iba a morir. En cierto modo así fue; morí en el abismo para renacer en el infierno. Aparentemente mi situación era mejor, pero era lo contrario. La angustia y el dolor emocional me hacían sentir como barco a la deriva. Cualquiera que haya experimentado aunque sea un instante la sensación de vacío interior, sabe de qué se trata.
El vacío provoca vértigo, mareo, falta de aire, temblor de piernas, miedo... no es fácil describirlo con palabras, y menos, que éstas alcancen para que quien no lo ha padecido, se haga una idea de cuanto se sufre.
Me rendí y permití dócilmente que la borrasca pasase por encima de mi cabeza, sin importarme que tronara si tenía que tronar, o que lloviera, porque no podía hacer otra cosa. Entonces comprendí algo importante; que todo en el mundo funciona por razón de ciclos. Que nada de lo que podemos ver, tocar o experimentar, dura eternamente. Todo pasa, y mi sufrimiento también pasaría. Que todo desierto tiene sus oasis. Había momentos que el desierto parecía menos desierto y el vacío menos silencioso. Algún pequeño cambio se estaba produciendo y notaba que mis sentidos se agudizaban y mi capacidad de atención empezaba a aparecer de nuevo. Fue por eso que advertía los cambios sutiles y los mensajes susurrados de aquel enorme espacio más diáfano, que se extendía ante mí.
Cuando creí que todo estaba perdido, que todos mis esfuerzos resultaban vanos, entendí que algo podría hacer. Que siempre, por desesperada que sea la situación, hay opciones. Respiré hondo, seguí adelante poniendo los cinco sentidos en ello, y en la medida de lo posible caminé con la firme convicción de que la angustia desaparecería. Pero eso sólo podía suceder, si continuaba caminando, y sobre todo, si creía que no estaba solo en el mundo; que había personas que me querían, que habían estado y estaban dispuestas a darme la mano y tirar con todas sus fuerzas para ayudarme a salir del bache en el que me encontraba hundido. Que era posible recuperar el equilibrio emocional y reencontrar el sentido de la vida.
Que se podían plantar árboles donde sólo había arenas ardientes, y sembrar de nubes el cielo, y poner vida donde sólo parecía haber aridez. Percibí que estaba saliendo de la nada, siendo auténtico, y ofreciendo lo que tenía de único y exclusivo en lo más profundo de mi ser. No intentaba parecerme a nadie porque por primera vez después de mucho tiempo, notaba que era yo mismo.
La experiencia de plenitud, de placer y felicidad que experimenté, solamente es posible, después de haber atravesado un gran desierto, silencioso y sobrecogedor.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Des
24-01-2013 13:47
Quietudes.
Qué ha sido de esa vida vibrante que me hacia levantar el vuelo , ni siquiera su recuerdo me sostiene ahora ¿ he quemado todas sus estrellas fugaces? ¿ he quedado atrapada en el hielo de una existencia en la que encender el fuego no me es posible ? ¿en la que el frío me hiela por dentro hasta hacer que no sienta nada?
Busco a tientas ese fondo que dicen que hay que tocar para salir a flote ; este lugar agitado , lleno de turbulencias e inexistente , es mi pasaporte para desplegar unas alas muertas , sin ojos, sin flores ,sin aroma a lluvia .
Todas mis soledades deambulan de un lado para otro, proclaman su inocencia, huelen a sal, a cerradura, a martillo, buscan un puerto donde los pelícanos azules hablen con el viento , donde se cambien besos por tacto y tacto por besos.
Alguien dice; la vida te está esperando, con sus incalculables destinos, raíces , exilios , esperanzas ;
- sumérgete en el agua con los ojos abiertos.
He tocado fondo, ese fondo en el que no hay fechas, no hay promesas, no hay salvaciones , donde la muerte súbita no pide permiso , donde los orfanatos de sueños ofrecen alas de mariposa a la medida de nuestra capacidad de abrazar la vida.
Me duelen los ojos, creo que las lágrimas se deslizan donde nadie las ve.
( Vuelvo al taller, intento volver a escribir tras muchos meses de páginas de ida y de vuelta en blanco y gris , un beso para todos y gracias por estar ahí, especialmente a Grego por su trabajo constante en este espacio )
Gregorio Tienda Delgado
24-01-2013 01:40
Amigos escritores. Hemos remontado de 2 relatos en la anterior etapa, a 6 en esta. Es para estar contentos.
Gracias, a todos por vuestras aportaciones y vuestros comentarios en general, y por los que a mi texto se refieren.
Comenzamos con un nuevo tema. Miren la propuesta, arriba en el inicio.
Saludos.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Ana MarÃa Alvarez Solves
18-01-2013 14:24
¡Que me apunten en la lista y ya apareceré por algún lado! (¡Me vuelvo loca y no consigo poner esto al final de la última página de este taller de relatos!).
Ana MarÃa Alvarez Solves
18-01-2013 14:21
¿Y si escribo aquí, por qué no sale al final, que sería lo lógico?
caizán
18-01-2013 03:55
MENSAJE DE PAZ
Lo recuerdo muy bien, mi padre llegó un poco más temprano de su trabajo y la familia toda se reunió alrededor del aparato de radio. Los diarios anunciaban que D. Manuel Azaña hablaría para todo el país, explicando la situación político-militar que nos tenían sobre ascuas.
Los niños corrían por toda la casa, totalmente ausentes a la gravedad del momento. En la familia las opiniones estaban divididas, unos a favor del gobierno, otros a favor del levantamiento, éstos opinaban que la situación imperante era insostenible; demasiado desorden, la república padecía ; en ese momento no lo teníamos en claro; un mal que separaba a las distintas fuerzas políticas: la intolerancia. Todos tenían razón, y los demás estaban equivocados.
Duro momento para al doctor Azaña, debía conciliar las dispersas opiniones, a las que ahora se agregaba el malestar militar, que amenazaba con un levantamiento. La calle decía que ya se había producido, los diarios sacaban ediciones especiales, para unos, era en Sevilla; para otros en Burgos o África. Nadie sabía nada concreto, pero el país estaba paralizado, expectante, ¿Sería capaz el presidente Azaña de sacar a España de esta tormenta y llevarla a puerto seguro?
Era la pregunta de la calle y no había dos respuestas iguales. El pueblo también estaba dividido, demasiadas informaciones atosigaban sus cerebros y no les dejaban procesar sus ideas personales. España no estaba dividida, estaba fraccionada.
Cuando el locutor anunció el mensaje, la casa se paralizó, todos estábamos frente al aparato como si éste fuera una tribuna, en el imaginario lo era. Hasta los niños hicieron silencio, sin que nadie los obligara.
--Españoles—comenzó diciendo el doctor Azaña—Llevo una semana reunido con los distintos partidos políticos y últimamente con el General Franco, a través de su enviado especial: el general Mola. Franco me ha prometido total acatamiento al poder civil de la república y por ello autorizó a Mola para firmar el acuerdo de todos los partidos, en tanto él vuelve de Canarias.
El mensaje fue largo, explicando en qué consistía el acuerdo y cuál era el plan común que todos habían aceptado y ratificado con su firma.
Lo más importante fue el colofón del mensaje:-- Españoles, después de muchas vicisitudes que nos llevaron al desencuentro nacional; hoy podemos decir que la paz y el orden predominó en todos los corazones de quienes firmamos el acuerdo cívico-militar; las fuerzas armadas están en sus cuarteles resguardando a la república y apoyando al gobierno civil, y las distintas fuerzas que integran estas cortes se cohesionan para sacar a España de la situación imperante y ponerla en el camino de la paz, el trabajo y el respeto a las autoridades vigentes.
Le pido a todos los habitantes de nuestro país que valoren y respeten lo que hoy se decidió, que entiendan que no fue fácil lograrlo y qué, solamente será posible si el pueblo lo acepta y acompaña concurriendo a su trabajo y apoya las decisiones gubernamentales; de ésta forma todos los engranajes del país se conectarán entre sí y lograrán lo que todos queremos: LA PAZ Y LA GRANDEZA DE ESPAÑA. Unida y feliz. ¡Que así sea!
Buenas noches, españoles.
JSM
Rodrigodeacevedo
17-01-2013 20:38
RESPUESTA A ANA SOLVES (AMAALSOL EN OTRAS VIDAS)
Aunque no sea yo la persona adecuada, te digo:
1º.- Pásate todoslos días un ratito por el foro y lees los últimos comentarios que se van dejando. Allí te informarás del nuevo tema del Taller de Relatos y el plazo para escribir.
2º.- Escribes tu relato. Repasa la ortografía, que antes eras muy despistada.
3º.- Cuelgas tu relato, boca arriba o boca abajo, a tu elección. Para ello usas el copiar y pegar y lo pegas en el rectangulito de "Nueva respuesta" en el subforo Taller de Relatos. Textos.
4º.- Sigues con tus visitas diarias. Un día verás que Gregorio abrirá el plazo para comentar los textos.
5º.- Comentas y dejas mediante el habitual método del "copypaste" en el rectangulito"Nueva respuesta" del subforo "Taller de Relatos. Comentarios"
6º.- ¿Vale, maña?. Son 5.000 y la voluntad. De nada.
Un besote, querida amiga
Rodrigodeacevedo
17-01-2013 20:27
Mi querido Sergio.... Muchas gracias por tu comentario a mi relato, tan ponderado. Sólo una puntualización: por supuesto que mi referencia a la belleza de las nuevas generaciones que se puedan producir por evolución de los especímenes que queden tras ese invierno nuclear, es del todo irónica, naturalmente. Vaya usté a saber como serían aquellos pobres con semejantes antecedentes. Por cierto que ahora estoy viendo una serie en la tele sobre la vida de los gorilas. ¡dios mío, que belleza la de estos animales, y que nobleza en sus ademanes y modo de convivir! Yo cuando sea mayor quiero ser gorila espaldaplateada...