| VAMOS A CONTAR HISTORIAS |
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| Gregorio Tienda Delgado |
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Me toca proponer tema para la próxima quincena. En España, según el INE, hay más de dos millones de personas mayores de 65 años que viven solas. Por ello, mi te es: LA SALEDAD. |
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Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas. |
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| Rodrigodeacevedo |
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SOBREVIVIENTE: UN OFICIO, UNA ACTITUD. J.J. Tras este acertadísimo titulo J.J. nos describe los vaivenes que la vida, que es ese marco de lucha que nos viene impuesto, hace mover en su juego a aquellos que no se entregan, bien por pasividad, bien por vocación, a una actividad regular que encaja en la ortodoxia social. Y en cuya definición odemos encajar la mayoría de quienes deambulamos por ciudades y territorios. Esa búsqueda recurrente del hueco que nos albergue, hasta ahora no era demasiado frecuente. Pero los nuevos tiempos, la "liquidez" de la sociedad hacen que aumente el número de los sobrevivientes y, con ellos, la inestabilidad y el desarraigo. Cuando la crisis deja de ser transitoria y se constituye en elemento integrante de la estructura social la figura del sobreviviente adquiere toda su importancia. Como el personaje del relato, deja de tener fondo y forma y pasa a ser otro elemento líquido del fluído social.Se adapta a lo que venga. Otro muy buen relato que nos regala nuestro compañero. |
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| jota jota |
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Sobreviviente: un oficio, una actitud Mi oficio es el de sobreviviente, al igual que yo somos millones los sobrevivientes que nos negamos a ser parásitos y decidimos buscarnos la vida para mantenernos nadando contra la corriente, porque de eso se trata ser sobreviviente, de permanecer enfrentados contra la adversidad en un continuo desafío contra los reveses que la vida nos presenta, sin tener que medrar jamás en el oportunismo salvaje a expensas del otro. Este oficio lo realizo con la debida dignidad que me permiten los tiempos y requiere de esfuerzo constante y trabajo duro. Yo no acostumbro llevar nota de las tareas que he cumplido como sobreviviente, de los incontables acontecimientos que he afrontado en mi condición, lo que puedo asegurarles es que soy capaz de realizar cualquier faena por dura que esta sea para mantenerme a flote y que este oficio lo realizo desde que tengo memoria, desde siempre. No tengo calificación alguna para desempeñarme en labores de ningún tipo, todos los estudios los dejé a la mitad y no pude concluir ninguno, motivos y razones sobran, pero no las utilizo como argumento para justificarme y por lo tanto no me detengo a exponerlas, como todo sobreviviente hago de todo, soy en la expresión popular un “todero” y he tenido buenas y malas épocas. Un sobreviviente es permanentemente vigilado, provocado, forzado por el rostro amenazador de la necesidad y es esa necesidad lo que lo impulsa a seguir adelante. Durante un tiempo me desempeñé como Detective Privado, ya no recuerdo el año, pero era una época de crisis. Desde que me conozco los tiempos son de crisis y parece que no tienen ninguna intención de cambiar. La crisis se ha convertido en constante, pero para un sobreviviente no representa ninguna amenaza, en todo caso la crisis es una oportunidad.
Antes de intentar resolver mis problemas económicos como detective privado, intente la cocina como alternativa, pero apenas cortaba una cebolla un llanto inagotable me nublaba el rostro, las lágrimas caian a chorros, se hacían charcos en las estaciones de trabajo y se incrementaba en forma alarmante el riesgo de cortarme un dedo, de quedar inválido. No soporté la intensidad de ese llanto insoportable y para no ponerme exquisito probé con el eslabón más bajo en la cocina, me hice lavaplatos, pero las manos no me acompañaron y el uso de los guantes me produjo una dermatitis severa que me incapacitó para realizar esa labor. Sin darme por vencido probé en otro oficio menos comprometido, pero con horarios extenuantes, me hice corrector de pruebas, en este caso los acentos me golpearon con insistencia, las comas se salían de control, unas veces por abundancia y otras por escasez y los puntos se convirtieron en el mayor problema, apenas los colocaba se convertían en profundos huecos en los que me hundía sin remedio y era tragado por abismos oscuros de los que me era imposible salir. Alguien dijo que intentara como empleado público, pero no tenía ninguna convicción política y por tanto no contaba con padrino que me tendiera la mano, nadie que me abriera la puerta para entrar en nómina. En los diferentes Ministerios en donde me postulé no conocía a los del Sindicato, ni a los Jefes, ni siquiera un empleado de menor rango, por lo tanto quede afuera y de esa manera tampoco puede ejercer de empleado público y perdí la oportunidad de esperar cómodamente una digna jubilación. Una y otra vez cada uno de los empleos que intenté tenían un punto de convergencia en donde se unían mi incapacidad, mi soberbia, mi ignorancia y terminaba por escapar, por huir, por abandonar. Ser sobreviviente no es una lucha por permanecer a toda costa, ser sobreviviente es continuar adelante hasta encontrar tu lugar, quienes sobrevivimos sabemos que nos corresponde un lugar y lo buscamos hasta encontrarlo. Luego de innumerables intentos en diferentes áreas del mercado laboral, teniendo en cuenta mi falta de preparación, mi ignorancia creciente, intenté un emprendimiento personal, personalísimo y me convertí en detective privado. Es un trabajo que requiere estar en la calle, mimetizarte con el entorno y observar atentamente el comportamiento de las personas, su conducta, utilizar cierta sutileza para no convertirte en un descarado. Intentas saber cuales son sus intenciones, sus pensamientos, cómo actúan y sobre todo a donde van, si es necesario preguntas, no hay lugar ni tiempo para para adivinar. La mayoría de mis trabajos como detective fueron descubrir infidelidades. En una oportunidad me contrató tanto el marido como la esposa, descubrí que ambos jugaban a engañarse, que cada cual rompió con los votos de mantener un compromiso hasta la muerte, la infidelidad los ganó. En ese caso tan particular los cité a los dos a la misma hora y en el mismo lugar, se sorprendieron al encontrarse conmigo, pero no les di oportunidad de evadirse y les mostré descarnadamente las fotos que había tomado y colocado en un solo paquete, les pedí que hicieran un intento por encontrar de nuevo el camino que alguna vez los había unido y me fui sin cobrar los honorarios correspondientes. El caso más complicado que tuve me obligó a cambiar de nuevo el oficio, entendí que era otro el papel que me tocaba desempeñar. En este trabajo existe una red invisible que nos conecta y de esa manera Federico Fuentes me contacto. Mi cliente me pidió llorando ante la fotografía de una mujer hermosa y tan joven como él, que la encontrara, que se había desaparecido, que él temía por su vida. Según me comentó, cuatro meses atrás se había desaparecido y no había rastro de ella, ni sus amigas, ni su trabajo, ni su familia conocía su paradero, en esos casos, me dijo: lo más probable es que una de las mafias que operan en esta ciudad la hayan secuestrado y la tengan ejerciendo de ---- en cualquier parte del mundo. Desesperado ante esa imagen que él mismo ha creado, dice entre sollozos. No soporto esa idea y me está matando no hacer nada para salvarla, desesperado se arranca los cabellos. Un mes completo me llevó encontrar a la desaparecida, tocando puertas, haciendo preguntas indiscretas y finalmente por azar me encontré a la novia de Federico, a la novia perdida. Quizás tuve un poco de suerte, o también puede ser que encontré a la novia ausente porque la estaba buscando con verdadera intención de encontrarla para descartar la horrible idea que Federico me había plantado en la cabeza. La chica vivía con otra mujer y parecían amantes. Hablé con ella, o mejor dicho le impuse una conversación a la que intentó negarse, pero el solo nombre de Federico la trastornó, cambió el semblante y aterrorizada perdió la compostura, toda esperanza y se desplomó con ganas de morirse allí mismo. Me comentó que Federico efectivamente había sido su novio, pero la maltrataba, le pegaba, la celaba hasta del espejo en donde se miraba y entendió que un día terminaría muerta, como tantas otras chicas que sus parejas las lastiman, afirmó con desesperadas palabras de angustia que no quiere saber nada de hombres, ni buenos, ni peores que Federico, que la mujer con la que vive es su guardaespaldas, pero mi presencia y la convicción de que Federico la encontrará alguno de estos días no le da otra opción que suicidarse. Al encontrarla Federico le hará daño, un daño irreparable. Esa mujer despertó un sentimiento que pensé no poseía, le entregué como buena mi palabra de que podía ser feliz, que intentara ser feliz, que podía ser feliz, que yo arreglaría ese detalle y que Federico no la buscaría nunca más. Me miró con unos ojos que aún hoy después de tanto tiempo veo con toda nitidez y creo me protegen. Cité a Federico una tarde en un hermoso lugar, un mirador desde donde podíamos ver la playa. Se presentó justo en el momento más hermoso de la tarde, cuando el sol desaparece entre las aguas en el fragor de la lucha contra brochazos grises y rojos en un cielo sin nubes, caminamos entre las piedras, me detuve un momento, el mar se estrellaba al fondo contra rocas enormes y le dije, mirándolo fijamente ¡La encontré! No pudo esconder la verdad cuando lo confronté y las palabras de esa mujer se hicieron una certeza. En un instante viví el horror de la novia de este hombre, que no la merecía y que yo había encontrado para él. Sin darle oportunidad lo empujé con fuerza y se reventó contra las rocas, una ola lo arrastró hasta el fondo y desapareció. Ahora me dedico al sicariato, es un oficio como cualquier otro, con sus riesgos y sus detalles, pero siempre tienes la libertad de aceptar el encargo o desecharlo. |
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| Gregorio Tienda Delgado |
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Gracias Rodrigo por tu comentario. Ciertamente me gustan los animales en general, hasta el punto de que si una mosca me atormenta, la espanto pero nunca intentaré matarla. Me gustaría compartir en Rayuela un libro sobre perros que escribimos mi nieta Laia y yo. Intentaré abrir un nuevo espacio, a tal fin. |
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Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas. |
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| Gregorio Tienda Delgado |
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Acaso en el ocaso. JJ En el título y el prólogo de este relato, ya se vislumbra que los acontecimientos pueden no ser como se habían imaginado. Se hacen los preparativos para emprender el viaje. Pobres mujeres que las tachamos de lentas, sin pensar que lo hacen para estar bellas. Y como dice el refrán, uno propone y el destino dispone. No es lo mismo ver el mar y las embarcaciones desde la distancia, que verse a bordo en una frágil lancha en medio de la inmensidad del mar. Más aún, si no se ha aprendido el arte de nadar. Los hechos se van sucediendo, hasta quedar los protagonistas abandonados a su suerte, al anochecer, flotando sobre las aguas. Un texto escrito en… prosa poética, diría, y con final abierto. Excelente trabajo. |
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Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas. |
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| Rodrigodeacevedo |
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Acaso en el ocaso.- J.J. Ya desde el propio título se avanza el trasfondo de poesía de los textos de J.J. Luego, en el desarrollo del propio relato, marcadas pinceladas de lenguaje poético confirman cómo la poesía es el eje vertebrador de su afán literario. Eso unido al matiz, o ciertos añadidos, filosóficos que también son sus señas de identidad, y, desde siempre ese cañamazo de fatalismo sobre el que suele tejer sus relatos J.J. Todo ello hace que su manera de narrar tenga un sello especialmente marcado.
En este caso la fatalidad que ya se anuncia en los prolegómenos del viaje se cumple en su desarrollo: un accidente imprevisto, la muerte súbita del responsable de sus vidas y un final abierto, del que tenemos la obligación de hacerlo feliz. En todo caso la imprevista muerte del capitán de la lancha crearía en ellos un ambiente fúnebre que les impediría, al matrimonio, disfrutar de ese nudismo (otra metáfora implícita) que era el objetivo del viaje.
Un bello relato del que sacar algunas consecuencias si compartimos el fatalismo que rige nuestros destinos, como sucede con el autor, nuestro querido J.J. |
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| Rodrigodeacevedo |
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Un amigo infrecuente.- GREGORIO
La personalidad bondadosa y apacible de Gregorio queda explícita en cada poema, en cada relato con los que nos regala. Naturalmente esta bondad se extiende hacia los animales (me lo imagino con algún perrito con quien compartir estas ya largas horas que la vida, en su final, nos regala a las "personas mayores") Y qué mejor amigo para acompañarlo en esa aventura que pudo ser dramática, que un delfín. Ese juguetón y asimismo bondadoso mitológico pez, con quienes jugaban nereidas y tritones. Tienen al parecer un fabuloso instinto que les hace ser muchas veces ayuda a los pobres humanos, tan limitados en ese mar en el que ellos son reyes. Y ese instinto le hizo acudir en ayuda de un cierto "congénere en bondad" salvando la vida a nuestro querido amigo. Un merecido homenaje al delfín que no poemos menos que suscribir y aplaudir quienes amamos la Naturaleza. Bravo, Gregorio. |
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| Gregorio Tienda Delgado |
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Gracias, JJ, por tu extenso comentario; los míos son más resumidos. Este relato está basado en un percance que tuve en el Mar mediterráneo, que me pudo costar la vida, y parte de lo que relato, lo pensé realmente. Pero pude resolverlo, y pensé que sería bueno tenerlo escrito para no cometer de nuevo el mismo error. Un abrazo. |
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Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas. |
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| jota jota |
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El mar es el tema propuesto para esta quincena y este es mi texto. Acaso en el ocaso Observamos las señales sin saber que son puertas abiertas, posibilidades de triunfo y de fracaso que se nos ofrecen en la misma medida, avanzamos a tropezones en medio de nuestra ignorancia sin comprender el significado de sus designios y el valor que representan, ajenos al futuro y a nuestro destino. Esas pistas que nos señalan alguna seguridad se iluminan ante nuestros ojos miopes y somos incapaces de ver más allá de fronteras convencionales. Los indicios están allí y nos señalan que camino tomar en determinado momento, los signos nos muestran la conducta a seguir ante ciertos acontecimientos, pero ignorantes y prepotentes desconocemos los avisos, no prestamos ninguna atención y nos colocamos en desventaja contra las amenazas del destino, siempre implacable. A nuestra ceguera le imponemos razones, argumentos, criterios y asumimos riesgos innecesarios con un desconocimiento absoluto de las leyes que rigen el acaso. El hombre es un ser temerario. Me gusta el mar desde la orilla, ver las embarcaciones deslizarse graciosamente sobre el agua, mantenerse a flote a pesar de su peso y avanzar rompiendo la uniformidad de las olas dejando tras su paso una estela de espuma. Puedo pasar horas de pie, con la seguridad que me proporciona estar sobre la arena y contemplar fascinado esa hermosa postal que nos regala un mar atravesado de barcos, con la gente asomada a las barandas, saludando, observar la oscura profundidad del mar y sus misterios sin asumir riesgos y oír el ronco grito de victoria de las olas al reventar contra las piedras. Debo confesar que respeto profundamente ese inmenso azul de contrastes verdes en constante movimiento y sus olas impredecibles, pero mayor es el temor que el respeto que siento ante ese mar al que siempre imagino conteniendo su ira. Me da pavor no sentir la seguridad de la tierra bajo mis pies y entro en crisis de pánico al saber que por un instante me hundo y el agua me supera, nunca pude aprender a nadar y el miedo le ganó al interés de dominar la técnica de mantenerme a flote sobre el agua y avanzar con mis propios recursos. Quizás este pánico provocó mi desinterés en conocer la jerga marinera y desconozco los códigos de este lenguaje que parece universal: proa, popa, estribor, babor, eslora, amarra, vela, son palabras que no tienen sentido práctico para mí y en cambio son indispensables para moverse en una embarcación y de esto no te percatas hasta que estás en medio del mar, indefenso, a merced de tu ignorancia. Mi esposa ganó unos boletos para visitar durante todo un fin de semana y sin costo alguno una isla nudista. Su entusiasmo me empuja a esta aventura aunque pienso: que a nuestra edad el cuerpo no nos ayuda para enfrentar esta hazaña, las carnes nos cuelgan, donde no sobra grasa falta músculo, lo único firme en nosotros a estas alturas es la voluntad de mi mujer. Yo me entrego a este viaje con resignación, únicamente por ver su rostro satisfecho y feliz cuando le comente a sus amigas que se paseó por la playa en cueros con cientos de personas y que finalmente cumplió ese deseo de tener todo su cuerpo bronceado. Poco había que preparar ya que no es necesario ninguna prenda de vestir para ese fin de semana, pero para mi esposa nunca es fácil tomar la decisión de los zapatos adecuados y a última hora, sin tiempo para retrasos, no podía decidir cuál era el mejor calzado para la ocasión, finalmente optó por traer un par de zapatos deportivos y tres pares de sandalias, una con tacón alto, este detalle nos hizo llegar tarde y perdimos el crucero que nos llevaría a la isla, momentos antes de nuestra llegada al muelle el crucero había zarpado sin nosotros. Mi esposa quería ir a toda costa y yo me empeño en complacerla, encontré quien nos podía llevar en una lancha rápida hasta el crucero de nudistas aventureros y abordarlo en medio del mar. Apenas puse los pies en la lancha me abandonó el valor y con temor pedí un chaleco salvavidas. Con una sonrisa el dueño de la lancha, un hombre curtido de sol y de sal, con aires de capitán de Goleta nos entregó los chalecos y con una sonrisa de marino veterano dijo: -abróchense bien los chalecos, nunca se sabe cuándo el mar nos llama y caemos al agua-. La lancha salió del embarcadero a gran velocidad persiguiendo la estela del crucero, yo intentaba no terminar en el agua y me aferraba como podía del húmedo borde de la lancha. Apenas se desdibujó la costa apareció el crucero ante nuestra vista, pero nuestro capitán dio un grito, soltó el timón, se agarró el pecho y buscó desesperadamente beberse el último aliento de vida que se le escapaba. Por encima de mi miedo salté y logré sujetarlo en un intento de ayudarlo, pero me tropecé con sus ojos sin luz, supe que estaba muerto, que su corazón lo abandonó en el suspiro de una ola. Haz algo dijo mi esposa, debemos alcanzar el barco, yo quería quitarme de encima los ojos congelados del capitán que se quedaron fijos contra la tarde, derrotado y con mucho miedo le confesé a mi esposa:-nunca supe manejar en el agua, esperemos que alguien nos rescate-. -No debe ser tan difícil-. Insistió mi mujer. -Tiene que ser más fácil que manejar en la ciudad, aquí no hay contra quien chocar y agarró el timón con decisión, en unos minutos había puesto en marcha el motor y nos deslizamos con torpeza sobre las olas y de pronto la lancha chocó contra la punta afilada de una roca sumergida en el agua. El cuerpo del capitán sin nombre se hundió en las profundidades de ese mar tranquilo y dulce justo a la hora del ocaso y nosotros estamos flotando con nuestros chalecos salvavidas a la espera de la misericordia. |
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Un amigo infrecuente es el título del texto que Gregorio, con muy buen tino, a escogido para este relato de los misterios con los que nos sorprende el mar y sus habitantes. Son muchos los científicos que opinan acerca de la inteligencia superior de los delfines, de su capacidad para comunicarse y también para ayudar al hombre que se encuentra en dificultades. La historia de Gregorio nos habla de vida en otro planete como una posibilidad cierta y también de la posibilidad de que los milagros existen, que no podemos ni debemos perder la esperanza y que desde el lugar mas insospechado y la criatura más increible podemos recibir la ayuda que necesitamos en el momento más oportuno. Confieso que el relato de Gregorio me ayuda a aceptar todas esas posibilidades como ciertas y sobre todo a tener esperanza. |
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