Muchas gracias, J.J., en nombre de todos por tu activa presencia en el foro. Propongo aquí ya mi sintetifrase (dejo lo de "breve" para otros ámbitos) y espero que estos alientos sigan alimentado la lumbre.
La navegación por aquel campo de carrizos al que nos había conducido aquel charlatán lampiño, era difícil, pero ya irreversible. Sólo el efecto benefactor de la lectura de los versículos del Corán animaba a la decaída tripulación.
Jose Jesus Morales
05-11-2015 03:17
Es miércoles o jueves según el polo en donde nos encontremos, completo las siete palabras, para encender las alertas y podamos escribir un texto para nuestros amigos, que agradecen en silencio.
Benefactor.
Carrizo. En su acepción de ¡carajo!
Charlatán/ Charlatana.
Irreversible.
Lampiño.
Navegación.
Versículo.
Eratalia
02-11-2015 23:13
Charlatán, charlatana
adjetivo/nombre masculino y femenino
1. [persona] Que habla mucho o habla demasiado, especialmente sobre temas sin trascendencia.
2. [persona] Que por indiscreción cuenta cosas que no debería contar.
Versículo
m. Cada división breve de los capítulos de ciertos libros, especialmente los religiosos:
métr. Verso de extensión variable que se da en la poesía moderna y que no sigue ninguna rima:
Con rimas y a lo loco
Rodrigodeacevedo
02-11-2015 20:33
Amplío el palabrero con otras dos:
BENEFACTOR.
(Del lat. benefactor, -ōris).
1. adj. Que hace bien a otra persona. U. t. c. s.
NAVEGACIÓN
(Del lat. navigatĭo, -ōnis).
1. f. Acción de navegar.
2. f. Viaje que se hace con la nave.
3. f. Ciencia y arte de navegar.
~ aérea.
1. f. Acción de navegar por el aire en globo, avión u otro vehículo.
~ de altura.
1. f. navegación que se hace por mar fuera de la vista de la tierra, y en la que se utiliza, para determinar la situación de la nave, la altura de los astros.
Menos mal que estás al tanto, J.J. Yo estoy hecho un lío con los plazos y las entregas. Voy a repasar los relatos de los últimos palabreros.
Gracias y un saludo a todos.
Jose Jesus Morales
01-11-2015 15:52
Llegamos al mes de noviembre, el undécimo de este año y tocan las campanas en busca de siete palabras para una creación.
Propongo en esta oportunidad:
Carrizo en su acepción cómo interjección en vez de carajo.
Hace rato dejó de llover, pero la gárgola ennegrecida, coronada con la imagen aterradora de un poderoso dientes de sable, aún destila hilos de agua. El viejo edificio mantiene la rotunda nobleza de su construcción, su aire imponente contrasta con esas enormes moles prefabricadas de hormigón armado, que rompen el paisaje, se levantan con soberbia a su alrededor y tratan inútilmente de asfixiarlo, de ahogarlo, de derribarlo. Con dignidad muestra las huellas del paso del tiempo, del mezquino abandono al que ha sido sometido y se mantiene firme sin ninguna fisura, carga con orgullo el peso de cinco viejas heridas.
Años atrás otros eran mis intereses, muy distinta mi conducta, y mis costumbres, digamos, se correspondían con mi edad, frecuentaba salones de juego, prefería el vino antes que el agua y había trastocado mis horarios en concordancia con mi falta de responsabilidades. Se cumplía en mi estilo de vida con rigor la máxima que murmuran los abuelos “Afortunado en el juego, desafortunado en amores” A sabiendas de ese sino tomaba la mano según me viniera; en amores apostaba a lo seguro y aun así perdía, en cambio en una mesa servida de de cartas, caminaba al borde de los precipicios, apostaba con la certeza de mi suerte y nunca me faltaron ases, ni triunfos.
Contemplo con asombro, agradecido, esta estructura inamovible, este edificio al que le debo la vida y el recuerdo más atroz del que tenga memoria. Treinta años atrás yo recorría estas calles de regreso a mi casa, la neblina y las sombras mis compañeras. Esa noche la baraja retorció cómo un alambre, de mala manera, el rumbo de otra vida y la suerte igual que otras tantas veces fue mi mejor compañía.
Al final de la partida abandoné la mesa, en silencio cruce la puerta del salón y abrí mi propio rumbo en las calles desiertas. Sentí los pasos desesperados detrás de mí y supe en ese instante, que el hombre al que había arrebatado, en la última mano, sus esperanzas, no se resignaba y buscaba mi sangre para lavar su pérdida. No tenía espacio a donde escapar, el edificio levantado entre casas de muros lisos, imposibles de escalar, cerraba la calle y mis pobres posibilidades de salir ileso de este trance. Decidí enfrentar mi fin y me volví a encarar a mi perseguidor, en ese momento la estructura confabulada con la luna en cuarto menguante me hizo un guiño, haciendo esquina una cornisa a mi alcance, abría un espacio mínimo y allí me oculté, temblando de miedo, sin poder recordar siquiera una oración para salvar mi alma.
El hombre que me buscaba llegó juntando valor con todos sus fracasos, revólver en mano, ciego de rabia gritó mi nombre en la madrugada, sin otra respuesta que la burla de un eco apagado y al no encontrarme, enfrentado a su ruina, a un nuevo desastre, desesperado, descargó contra la piedra indefensa los cinco tiros que el tambor guardaba.
Un rayo, una pértigailumina el cielo, abre un sendero inesperado, serpentea entre las nubes, rompe la calma de un cielo apático con un estruendo, un estallido capaz de apagar los ruegos, las súplicas y hasta los voces que se levantan airadas contra la lluvia, siempre inoportuna y tirana.
Es el inicio de un aguacero que sorprende a los transeúntes desprevenidos, es el comienzo casual de otros acontecimientos, es el azar que mueve en otra dirección los planes que hemos trazado, es la sospechosa casualidad que impone un ritmo diferente, son accidentes deliberados que atentan contra el futuro previamente programado y obligan actitudes improvisadas, respuestas bruscas, súbitas, automáticas, que inevitablemente traen consecuencias.
El agua cae a chorros, empapa y somete los cuerpos, que se disparan en todas direcciones en busca de protección contra la dictadura de esta lluvia, tan desconsiderada como sorpresiva.
A la carrera me refugio bajo un toldo de lona, que amable y dispuesto nos protege contra esta eventualidad, contra este impertinente vendaval, que sopla los goterones sin ninguna voluntad en cualquier dirección.
Este imprevisto, este elemento de apariencia casual tuerce el rumbo establecido. Viene a determinar otros caminos y trae consecuencias en los destinos que se cruzan, señales de puñales con seguros epitafios.
Nos hermanamos bajo este refugio improbable, unos contra otros nos apretamos, nos adelgazamos en inmóviles líneas verticales, en un intento solidario de dar mayores oportunidades a otros que también buscan cobijo.
Apenas podemos respirar, con descuido busco aire y giro la cabeza a un costado, con asombro miro un acto reprochable de apropiación indebida, una mano sigilosa se cuela dentro de una cartera ajena en busca de oportunidades impropias. No soy capaz en ese instante de medir las consecuencias y con fuerza, en silencio, sin alarmas, obligo al agresor sin rostro a no cometer ese acto bárbaro.
Inmovilizo la mano, pero la otra, la que quedó libre responde armada con aceros templados, que entran y salen de mis costillas con facilidad. Pierdo la compostura, mi camisa blanca, impecable, se mancha de sangre, mi chaqueta encubre la herida.
Antes del rayo mi intención era de luminosa alegría.
Antes del estruendo caminaba con paso seguro forjando mi futuro.
Antes de la lluvia, del vendaval, había planificado cada paso.
Antes del toldo mi meta eran tus ojos.
Antes del encuentro con esta mano amarga buscaba tus brazos.
Antes de la mancha en mi camisa soñaba con el rojo de tus labios.
Antes. Antes. Antes. Anteriormente intentaba condicionar el presente en el logro de objetivos seguros, en la falsa creencia de concebir la posibilidad de reescribir, lo que está escrito con mi nombre en ese libro que llaman destino.
Mi sangre se diluye con el agua de esta lluvia y pierdo la oportunidad de un encuentro programado con la felicidad. Un contratiempo imprevisto, un detalle menor, un imponderable marca la hora del desencuentro, el fracaso de mis planes, el acierto de los designios dispuestos a mi nombre.
Rodrigodeacevedo
22-10-2015 21:12
No se lo ponga usted difícil al muchacho. Para una vez que viene que se encuentre cómodo y escriba las palabras que le vengan en gana. A ver, majete ¿te apetece un bocata chorizo y un vinito con gaseosa? Y tú escribe,chaval. No hagas mucho caso de la seño, que es de la pública.