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VAMOS A CONTAR HISTORIAS
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
16-03-2021 22:13

Gracias por tu comentario, JJ. Buen tema, el próximo.
El Mar. Y como nota de humor, ¿sabes qué le dice el mar al bañista? Nada... nada...Saludos.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
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16-03-2021 19:06

Ilusión o ficción en la televisión ( 2015 )

A mi amigo Rubén Damiano:
Convencido que el silencio nos hace cómplices
y que el olvido es un enemigo.


Creo en el hombre nuevo. Ciegamente creo en el comandante eterno, en el combate a la pobreza, creo fervientemente en la lucha de los pueblos oprimidos en contra de ese poderoso enemigo ominoso y omnipresente que es el imperialismo yanqui, creo en la revolución socialista, en la lucha de los pobres contra los ricos, en el socialismo del siglo XXI. Este es mi credo.

Me gradué en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela, los años de estudio los compartí entre las aulas y la calle defendiendo al gobierno de los oligarcas, de los escuálidos, del poder económico, de los capitales globales que atentan desde todos los flancos nuestra revolución.
Trabajo en la televisión del Estado y cada día defiendo la soberanía alimentaria, enfrento el golpe de estado mediático al que ha sido sometido el pueblo por la prensa interesada, hoy tengo mi gran oportunidad, la he esperado con determinación, me la merezco, he trabajado duro para conseguirla y finalmente estaré en el aire.

El moderador del programa de las ocho de la noche me llamó a su oficina y me dijo: tienes una misión importante y confiamos plenamente en ti. En el programa harás el papel de escuálido, de contrarrevolucionario, de contrario a nuestro proyecto de futuro. Estas son las preguntas que debes hacer, tienes que aprenderlas y debes representar tu papel con seguridad, quienes vean el programa deben creer que eres contrario al pensamiento chavista. Vamos a salir en vivo, no puedes equivocarte.
-Sabe que puede contar conmigo, soy un revolucionario a toda prueba y no hay maneras de equivocarme-. Digo, con convicción.

Estudié y me aprendí las preguntas, ensaye además una pose cínica que pensé era la mejor para representar a un escuálido. Me sentía tocado por la suerte, allí estaba ante millones de personas que nos veían, el entrevistado de esa noche era Roy Chaderton, quien fuera Canciller de Venezuela en el gobierno de nuestro comandante y ahora nos representa ante la O.E.A.

El programa se desarrolla según lo previsto y creo que mi actuación es perfecta, estoy atento a cada palabra que pronuncia Chaderton, en sus respuestas intenta demostrar su amplio conocimiento en todas las áreas, su suficiencia en diferentes temas y en cada una de sus respuestas a las preguntas que hago me siento descalificado, ridiculizado, pero es mi papel y ese es un detalle menor.

Al final del programa ante una pregunta del moderador comienza a divagar y luego entra en precisiones, pero sus palabras me desconciertan, sigo el hilo del discurso con mayor atención, absolutamente concentrado y totalmente asombrado, creo haber oído mal, pienso que por un instante me descuidé y es por ese segundo de descuido que no entiendo, que no comprendo lo que dice, pero lamentablemente confirmo que estoy equivocado.

Memorizo las bárbaras afirmaciones que acaba de hacer Chaderton:
“El sonido que produce un proyectil en la cabeza de un opositor, de un escuálido, suena hueco, pasa rápido, porque la bóveda craneana no tiene contenido. A diferencia del impacto que produce en la cabeza de un revolucionario, el proyectil tarda en pasar, en romper esa barrera enorme de conceptos y valores que contiene.”

Continúa en ese monólogo regodeándose en sus palabras. Mi corazón se desboca, la boca se me seca y me hago sangre con las uñas en las palmas de las manos, creo que ha pasado una eternidad, pero son solo unos segundos que aprovecho para calmarme.
Finalmente termina con una sonrisa en los labios y aguarda por la última pregunta que me corresponde hacer y con la autosuficiencia que caracteriza a los déspotas piensa en lucirse nuevamente, ha preparado cada respuesta con anterioridad, conoce el guión, esta es una rutina preparada de antemano.

Me toca hacer la pregunta que me han preparado y terminar de hacer mi papel, pero no puedo, no debo. La imagen de todos los profesores de la Escuela de Comunicación Social me acorralan, La Casa que Vence las Sombras me convoca, me conmina a defender los valores que aprendí en sus aulas abiertas a todo pensamiento, me siento obligado a formular otra pregunta.

Recuerdo las clases de dicción, reúno todo el valor posible y pregunto en el mismo tono cínico que he mantenido toda la entrevista, sin titubear, sin que se me quiebre la voz, conteniendo el asombro ante la impunidad y esta vez me tomo todo el tiempo necesario para no atropellar las palabras que deben quedar grabadas en los televidentes.

Y lanzo la pregunta que me dicta la conciencia y no la que estaba escrita y preparada.

-Un revolucionario como usted, que se ha caracterizado por la firmeza de sus convicciones, que tiene pruebas de cada denuncia que realiza en la O.E.A, al hablar con tanta certeza, no me cabe ninguna duda que ha estado presente cuando las balas han impactado en la cabeza de algún escuálido, quizás usted mismo a accionado el arma. Tampoco nos deja ninguna duda respecto a los asesinatos de revolucionarios, ha debido estar presente cuando una bala ha roto la cabeza de un chavista, siguiendo las viejas prácticas estalinistas de matar a sus propios partidarios y acusar del crimen a quienes se le oponen.

¿Ha estado usted presente en tales actos?

Hoy me encuentro recluido en una prisión militar y enfrento cargos por difamación e injuria. Por traición a la patria.

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15-03-2021 17:19

Llegamos a 15 de marzo, la mitad del mes, es fecha de cobrar la pensión y también de promover el tema de nuestro próximo texto, y propongo el mar. Los tres estamos sujetos a los vaivenes de sus olas, espero que disfruten escribiendo alguna referencia al mar, una historia de puertos, de piratas, de p. utas.

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15-03-2021 17:13

La difícil tarea de ser constante

La paciencia es un árbol que se cultiva con constancia y esperanza, su fruto es único: es la virtud de resistir aún y a pesar del sufrimiento. Requiere un compromiso permanente, fidelidad absoluta al principio de seguir adelante a pesar de los obstáculos y por contraste, asumir que la vida es una prueba eterna, que en ocasiones debemos soportar la adversidad y el sufrimiento sin lamentaciones, con resignación y sobre todo, con firmeza.

Algunos le atribuyen propiedades extraordinarias a la paciencia, es un atributo que no todos poseen y se llega a los extremos de afirmar: que la paciencia es la sustancia que permite obtener una vida larga y saludable. Existen numerosas teorías para cultivar y dominar el don de la paciencia, pero no todos los que lo intentan lo consiguen y lo único cierto es que el fruto de la paciencia es la paciencia misma.

Manuel Martínez reconoce que su vida está signada por la impaciencia y una virulencia desbordada que lo consume, acepta que la ansiedad lo domina, que su constante exasperación lo empuja a cometer errores, que con frecuencia pierde los estribos y termina por repetir injustificables y lamentables episodios de ira, páginas de las que finalmente siempre se arrepiente. Martinez se perdió en un laberinto y no encuentra la salida, cuerdas invisibles lo sujetan a un patrón de conducta que repite ciegamente, él ha intentado en diferentes oportunidades rebelarse, pero es incapaz de conquistar la paciencia, ese atributo le es ajeno.

Un hombre dominado por la volatilidad de sus emociones pierde incontables oportunidades a cada paso y en demasiadas ocasiones tiene que bajar el lomo vencido por sus propios errores. Es innegable el enorme esfuerzo y el tiempo que Manuel ha invertido en cambiar, realmente necesita cambiar, desea cambiar, pero el deseo no es suficiente para lograr dar el salto y no ha conseguido otra cosa que repetirse inútilmente y se ha convertido en un viejo recalcitrante, en un ser detestable. Su futuro le augura morir íngrimo y solo. A pesar de lo que cree el común, que a los mayores les acompaña la dulzura de los abuelos, en el caso de Manuel los años han aumentado su intransigente impertinencia, su incontrolable violencia.

Manuel detesta su conducta y se ha obstinado en adquirir paciencia a cualquier precio, a pesar de su constancia choca una y otra vez con el muro del fracaso, la faena se ha convertido en un reto, en una labor inconclusa, en un asunto de máxima importancia, en su único objetivo de vida y aspira antes de morirse lograr un cambio, salir del círculo y poder mirar más allá de las trampas que le tiende la intolerancia.

Manuel reconoce que su falta de paciencia lo ha convertido en un elemento disociado, asiste a cursos y participa en grupos de ayuda. En todos los talleres se estudia el ejercicio del equilibrio para lograr obtener paciencia y lo practica rigurosamente, pero invariablemente un mínimo detalle rompe la delgada línea que logra dibujar, pierde el frágil equilibrio construido y cae derrotado en las garras de ese poderoso enemigo que lo acecha y nuevamente se repite incontrolable la actitud irascible. El fracaso triunfa y la ira lo domina.

Manuel elabora un detallado mapa de ruta, planifica las acciones de cada día en un intento de suprimir las sorpresas, esas eventualidades a las que Manuel le asigna una gran responsabilidad en su detestable conducta, pero los días no se comportan como él los imagina y una vez más falla, lo invade ese sentimiento de frustración que le come el poco sentido de ecuanimidad que posee y entra en una espiral de violencia que lo consume.

Ha buscado algún pasaje que lo ilumine en el libro de Job, ese santo que han convertido en símbolo de la paciencia, pero sin resultado, no encuentra las líneas que pueden ayudarlo, ni siquiera una metáfora que le señale el camino a seguir. Estudia los conceptos y los métodos para obtener algún rasgo significativo de paciencia, pero nada logra, la teoría está divorciada de su realidad.

En esa intensa búsqueda que lo impulsa cae en sus manos un libro antiguo de arte oscuro. En la tosca tapa de negra piel y en relieves dorados observa una serpiente de dos cabezas enroscada en una copa de bronce que lo mira con ojos de esmeralda. En letras rojas la tenebrosa leyenda lo espanta.

“Si cruzas este umbral me perteneces”

Aterrado, no es capaz de abrir el libro y lo deja sin leerlo, intenta olvidar la imagen que lo trastorna pero los cuatro ojos rasgados de esmeralda lo vigilan. Dominado por la angustia sale a la calle, ciego de ansiedad tropieza con una mujer y es incapaz de pedir disculpas, intenta continuar pero la mano de la mujer sujeta su muñeca con fuerza desmedida y lo obliga en silencio, con extraordinaria rudeza, a mirarla. La intensidad de un rayo lo deslumbra, siente que la luz que despiden los ojos de la desconocida lo penetra y lo siembra sobre el asfalto, la mujer está vestida de ocre y en sus ojos descubre todo el intenso brillo de los crepúsculos, esa entrega definitiva del sol a las sombras.

Manuel se siente envuelto por un enorme sentido de tolerancia que jamás imaginó poder sentir, encuentra la respuesta a los innumerables contratiempos cotidianos y los acepta con un sosiego desconocido. Ha encontrado a su maestro, el camino se ha abierto finalmente, su persistencia, su constancia lo ha llevado a este encuentro y aliviado de la pesada carga de ira que soportaban sus espaldas agradece su destino.

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15-03-2021 17:11

En el viaje que cambió mi vida, Gregorio nos relata con maestria, sin adornos, con sensillez y en un tono fraterno esa eslabón de su vida que significó romper con su destino y avanzar en busca de mejores condiciones y los logros obtenidos, no sin sacrificio, bien dice el refran español: sí algo quieres, algo te cuesta. Obligados por las circunstancias asume un reto mayúsculo y al contarlo tiene el invaluable detalle de contextualizar esa situación que lo obligó a tomar tal determinación. El texto invita a leer todos los capitulos de esa historia de 85 años de vida, y hay que tener valor para vivirla. Gracias Gregorio.

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13-03-2021 00:52

Acertada Decisión

Soy el último cuadrante de un círculo perfecto en esta conspiración, una pieza más en esta confabulación contra el rigor del orden impuesto, contra la perversión de un grupo minúsculo de resentidos que ejercen descaradamente el terrorismo de Estado y que impulsan con cinismo la propaganda, las mentiras, el miedo y utilizan como bandera, como consigna instalada en el inconsciente colectivo, la vieja y gastada frase de pobres contra ricos.

Hoy me presento puntual al último contacto, se debe tomar la decisión final y dar inicio a la operación de rescate del país para terminar con este engaño sistemático que la dictadura ejerce para someternos.

Mi cita es en un café, aquí vamos a decidir los detalles de esas acciones que hemos planificado para acabar con la tiranía. Todas las salidas que hemos estudiado y propuesto son violentas, las muertes son inevitables, los daños imprevisibles, pero el paso es definitivo y necesario y nos permitirá acabar con la banda de criminales que nos gobiernan. Sí nosotros con nuestras acciones no logramos nuestro cometido se creará un caos del cual no hemos previsto las consecuencias, pero en todo caso, creemos que será mucho mejor que esta situación actual. No nos hemos detenido en esas minucias, quizás por temor a paralizarnos, a contabilizar las desgracias, a medir el tamaño de la destrucción.

Pido un café y el mismo dueño me lo trae.

Es un hombre de unos ochenta años, parece parte del mobiliario, está vestido de blanco y negro. Se sienta a mi lado y con la confianza que le dan los años, con una voz oscura y firme, como si estuviera hablando solo, mientras mira una copia del Guernica colgada en la pared, comenta.

-Sabe usted que cuando los Republicanos le pidieron a Picasso que hiciera una obra a ser expuesta en el Pabellón Español y que sirviera para su causa, él les dijo que era Monárquico-.

Guardó silencio en espera de mi reacción y continuó.
-Finalmente, Pablo hizo ese cuadro-. Mientras habla, señala con la mano en la que sostiene un cigarrillo la pared enfrente a nosotros.

Dentro de una caja cerrada como un ataúd, con el vidrio roto que semeja una herida transparente y abierta, una copia ampliada del Guernica. Las otras paredes se mantienen de estricto blanco hueso, desnudas, desoladas.

-Hay una enorme cantidad de opiniones sobre esa obra en particular-. Dice, para continuar de inmediato. -Pero aceptemos como cierto que es un grito contra los horrores de la barbarie y la destrucción, digamos, repitiendo a los expertos, que son gestos desesperados de angustia en forma pura, que esos gestos últimos llaman a un instante de reflexión contra la violencia y por ello, estos últimos gestos desesperados se han convertido en ícono universal-.

-Si nos atenemos a los acontecimientos históricos, ese grito de alarma, esos gestos desesperados en contra de la brutal violencia que los hombres somos capaces de ejercer, han servido muy poco, nada, diría yo, según las cifras que imprimen la huella escalofriante que ha dejado el combate por la defensa de las ideologías-.

-En Guernica murieron apenas 126 personas-. -Es un número comprobado-.

-Mientras esta magnífica obra de Picasso estuvo en Estados Unidos, murieron por efectos de las bombas atómicas lanzadas por Norteamérica 200.000 personas en Hiroshima y Nagasaki-.

-Ese cuadro se convirtió en una bandera que la izquierda levanta como propio, luego que Picasso se convirtiera al comunismo, pero las cifras verdaderas de esa izquierda que defiende los derechos fundamentales del hombre dan vergüenza-. -Mire usted este resumen que encontré en internet-.

Saca un teléfono móvil de uno de los bolsillos, me asombra la destreza con la que es capaz de manipular el teléfono y me muestra el resultado de su búsqueda.

Actos de barbarie en nombre de la libertad:
· 20 millones de muertes en la Unión Soviética
· 65 millones en la República Popular China
· 1 millón en Vietnam
· 2 millones en Corea del Norte
· 2 millones en Camboya
· 1 millón en los regímenes comunistas de Europa oriental
· 150.000 en Cuba y otros países de Latinoamérica
· 1,7 millones en África
· 1,5 millones en Afganistán
· 10.000 muertes provocadas por el movimiento comunista internacional y sus partidos no situados en el poder.

Al levantar la mirada del móvil me encuentro con unos ojos negros y brillantes que intentan descubrir mis pensamientos y una voz serena que me dice:

-Sé perfectamente al igual que tú, la realidad de nuestro pobre país petrolero en cifras comparativas-. -En Irak murieron 162.000 personas producto de una invasión entre el 2003 y 2011 y aquí desde 1999, desde que esta gente está en el poder y hasta hoy, 17 años después, la violencia ha cobrado la vida de 188.224 personas. Aquí vivimos una guerra no declarada-.

-Yo soy el tercer cuadrante del círculo, soy tu contacto y necesito una respuesta para poner en movimiento los actos que debemos ejecutar-.
Con voz derrotada, pero seguro, convencido de lo que digo, le respondo: -cancelamos la operación-. -Debemos buscar una salida sin violencia, no podemos igualarnos a quienes enfrentamos-.

A mi lado, este viejo combatiente de la vida y por la vida respira tranquilo, ha ganado una batalla, la de mantener la lucha por la libertad sin convertirse en verdugo.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
12-03-2021 17:01

TEMA, VIVENCIAS

EL VIAJE QUE CAMBIÓ MI VIDA

España continuaba hundida en la miseria y la hambruna muchos años después de una guerra civil cruenta y fratricida. Los vencedores seguían instalados en una cruel dictadura, en la que su objetivo principal seguía siendo la humillación de los vencidos en todos los ámbitos de la vida. Quien afortunadamente no haya vivido una escasez tal, ni una opresión tan brutal, no puede por mucho que lo intente, hacerse una idea del sufrimiento tan grande que se padece.

Algo se había prosperado, pero no lo suficiente. En otras partes se había avanzado más; concretamente en Madrid y en Barcelona. Una cosa tenía muy clara. El trabajo agrícola por cuenta ajena, no tenía porvenir. Y después de dos años intentando conseguir un empleo en el comercio o la industria de mi pueblo sin conseguirlo, decidí marcharme. Mudarme a otro lugar, a otra ciudad. Fue una decisión muy triste para mí, pero irrevocable. Triste por distintos motivos: alejarme de mi familia, de mi novia, de mis amigos, de mi tierra,... pero después de meditarlo mucho, la decisión estaba tomada.

El día 3 de junio de 1961 a las trece horas, subí a un autocar con dirección a Barcelona. Paramos en Madrid una hora y media para comer, y ya me parecía estar muy lejos. Reanudé el viaje y llegué a Zaragoza a la una de la madrugada, ya día cuatro, y dos horas más tarde, a las tres, tomé el tren para Barcelona, donde llegué a las diez de la mañana. El viaje me pareció interminable. Todos mis viajes anteriores, no sumaban ni la tercera parte de los casi 1000 kilómetros que hay desde mi pueblo a Barcelona, pasando por Madrid. El día que llegué, cuatro de junio, era domingo. Hay fechas y hechos que no se olvidan nunca, por mucha memoria que se pierda con la edad, y esa es una de ellas.

Procedente de un pueblo de Andalucía, (Lucena, Córdoba) y sin haber viajado a ninguna ciudad importante, la impresión que sentí cuando llegué a Barcelona fue chocante. La estación de Francia donde bajé del tren, era, es, enorme, comparada con la estación casi de juguete que había en mi pueblo. El metro me alucinó. No entendía cómo se habían podido construir esas enormes galerías, y cómo era posible respirar a esa profundidad, si además, dentro de los vagones íbamos muy apretados, sobre todo en las horas de ir al trabajo y luego al retornar. En la superficie, autobuses, trolebuses, tranvías y sobre todo, bandadas de coches similares a hormigueros, sobre unas calles excesivamente largas que me parecían interminables. Todo muy grande: las calles muy anchas, los edificios muy altos. Noté enseguida que el nivel de vida era mucho más elevado que en mi tierra. Se notaba en la gran cantidad de coches, y en los grandes establecimientos comerciales. Incluso en la vestimenta de los que ya estaban arraigados aquí. Al principio, en esta ciudad tan grande, me veía muy perdido. No sabía a donde ir ni cómo ir. Suerte que encontré con facilidad un lugar para alojarme en una casa particular, y un trabajo en las proximidades, en la Riera Blanca que es divisoria entre Hospitalet y Barcelona. El acuerdo era sólo para dormir, en una cama compartida con otro hombre al que no conocía, y como él estaba antes, me tocó dormir en el lado que daba a la pared. Fue poco tiempo. Por ese trocito de cama y lavarme la ropa, me cobraban más de la mitad del sueldo que ganaba trabajando diez horas diarias.

La comida del mediodía y la cena, las hacía en algún bar de comidas que había muchos, en los que tenían menús económicos, que lo eran en precio, pero también escasos en calidad y cantidad. Para la mañana, un bocadillo de mortadela o dulce de membrillo, envuelto en papel de periódico, que compraba la noche anterior en el mismo bar donde cenaba. El resultado era, que terminaba la semana sin una peseta en el bolsillo, y de ocio nada; sólo trabajar y malcomer.

Los domingos y festivos, no me permitían estar en la habitación, por lo que tenía que pasar todo el día fuera. Me dedicaba a conocer la parte central de la ciudad: Plaza de Cataluña, Ramblas, Plaza Real, el puerto, y poco a poco, las partes más interesantes Del Ensanche. Era muy triste mi vida en esas condiciones, y en varias ocasiones valoré y pensé que no era acertado un desplazamiento de casi mil kilómetros para vivir peor que en mi tierra. Y también me sentía muy solo a pesar de que, en esas fechas, Barcelona tenía más de dos millones de habitantes. Decidí darme un plazo de tres meses para ver si prosperaba. Era cuestión de sopesar si valía la pena esperar, o volver a Andalucía a realizar un trabajo duro, escaso y mal pagado.

Otro problema añadido fue el idioma. Era muy frustrante oír hablar y no entender nada. Cierto es, que el castellano y el catalán se hablaban quizás a un cincuenta por ciento, pero mi sensación era de estar mitad en España, mitad en el extranjero. Cierto es, también, lo digo con toda sinceridad, que nunca tuve problemas. Si me era necesario, sólo pedir educadamente que me hablaran castellano, lo hacían. Mi impresión sobre los catalanes nativos, en términos generales fue y es, que son reacios al principio con quien no conocen, pero después, son acogedores, integradores, y educados. Por mi parte, puse todo mi interés en aprender cuanto antes lo más básico para entenderlos.

El clima también me sorprendió. Era junio, y llovía casi todos los días. Amanecía despejado, pero a media mañana se levantaban las nubes, y llovía. Acostumbrado al sol limpio y radiante de Andalucía, fue muy decepcionante. Fueron pasando los días, los meses, los años, fui adaptándome y prosperando. Ya han pasado muchos años, vivo bien, y tango una gran familia: un hijos, dos hijas, cuatro nietas, y dos nietos, que dan sentido a mi vida, y hacen que próximo a cumplir 85 años, me sienta con ganas de vivir hasta los 100. Pero... una parte de mí, sigue estando en mi tierra natal; Andalucía.

P. D. Lo que relato, es el resumen de un capítulo de mi propia historia, que tengo auto publicada.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
12-03-2021 16:39

Un relato, JJ, de distintas vivencias, relacionadas con ese afán de salir a la calle a ver la vida pasar con sus variopintos momentos en los que el protagonista se ve abocado a exponerse a momentos de peligro, a socorrer a personas que le piden ayuda, con el agravante de la persistente lluvia que entorpece su avance. Y sigue empecinado en encontrar a la mujer que cuarenta años atrás le pidió velara sus sueños. Excelente trabajo.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
jota jota
jota jota
12-03-2021 16:27

Debo agradecerte Rodrigo, el haber decidido publicar para nosotros este texto. En principio leemos con cierto orden hasta llegar a la noche, el texto cambia el ritmo y la construccion de las oraciones y los parrafos estan en consonancia con la borrachera de los personajes, para mí es un logro extraordinario, luego por supuesto, una iniciación mecanica no puede conducirnos más que a la desazon, a hundirnos en una profunda tristeza y el personaje lo asuume tal cual y una línea, solamente una línea le es suficiente a Rodrigo para entregarnos la imagen de esa derrota y quiero rescatarla de nuevo. La noche es roja y amarga

jota jota
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12-03-2021 16:05

Tema de primera quincena de marzo Vivencias

El día que llovió

Llueve. Llueve desconsoladamente desde la madrugada y este tedioso aguacero me impide salir a la calle, no tengo compromiso alguno, ni ninguna otra urgencia que me obligue a dejar las confortables cuatro paredes que me protegen, pero la incómoda persistencia de esta lluvia me convierte en prisionero del tiempo y sus caprichos.

Dejar el encierro y salir a la calle me es imprescindible, caminar por las aceras, mirar a las gentes en sus afanes, tomar un café rodeado de desconocidos, imaginar la vida detras de un rostro anónimo, del tono de la voz, de la forma de vestir o caminar de los desprevenidos que pasan a mi lado se ha convertido en una necesidad impostergable. Yo quiero vivir la intensidad de lo imprevisto, salir a buscar mi porvenir y tropezarme con ese suceso que agazapado en una esquina cambiará mi destino, dará vuelta a mis días.

La voluntariosa memoria decide esta mañana de lluvias y reclusión obligadas los recuerdos que me presenta y sin siquiera proponermelo aparece ante mí la imagen menuda de mi abuela, que intenta con dulzura de viuda persuadir a mi padre. De mi padre heredé está necesidad de ir al encuentro del torbellino de la vida que corre desaforada por las avenidas, querer entrar en esa corriente que nos envuelve en una espiral de imponderables, que abre la puerta a lo desconocido y en un instante, por puro instinto, decidimos el rumbo a tomar sin siquiera evaluar las consecuencias y esa decisión es la que nos lleva a nuestra próxima derrota o al triunfo inesperado y nos hace sentir que estamos vivos, que somos dueños de nuestra vida.

En el recuerdo, mi abuela, al ver a mi padre afeitado y de traje, listo para salir, no se le ocurre importunarlo con algun reclamo y por supuesto no pregunta por las razones mayores que lo impulsan a las calles, ni lo obliga con alguna súplica de madre a quedarse, simplemente lo mira con tristeza huir de su lado para correr a los peligros de lo desconocido y le dice con dulzura: hijo, que necesidad tienes de salir a buscar lo que no se te ha perdido. Y mi padre, desde la puerta abierta y bajo el chorro de luz de la mañana, responde con su habitual ocurrencia: me voy al mundo y sus placeres; Carolina.

Detras de la ventana miro con desaliento las calles vacias, la lluvia me ha obligado a un lamentable encierro sin alternativa de escape, los recuerdos me ayudan momentaneamente a salir fuera de estas paredes, se presentan en desorden, con sus pedazos incompletos y me obligan a repetir el pasado, a mirar con lupa los errores, a intentar buscar un camino distinto al recorrido, para finalmente convencerme que desde siempre la estrella que me alumbra es la imprudencia y la escondo con astucia detrás de una elaborada justificación.

Al mirar las calles desiertas bajo la inclemencia del temporal un nuevo recuerdo se hace presente. Soy otra vez un muchacho tan desaliñado como despreocupado y camino por las calles del barrio en donde crecí, el sol pule los colores, la tarde es de plata bruñida. Me detengo para hablar con uno de los vecinos que vive en un edificio cercano al mio, todos le decimos el arabe, sin saber exactamente cual es su verdadero origen. El arabe me pide que lo ayude, que se cerró la puerta de su casa y que dejó las llaves dentro, que es posible entrar por el balcón desde el piso de arriba, que ya habló con Pilar y nos permitirá pasar. Al levantar la mirada Pilar se asoma y me saluda desde el quinto piso, ese gesto me abre cien posibilidades y me convence de asumir el riesgo.

Pilar es hija de españoles, tiene mi edad y estudiamos en el mismo liceo. Al entrar a su casa vamos directo al balcón, camino con aire de triunfo, pero muerto de miedo. Me descuelgo ayudado por el arabe, coloco los pies en la baranda del balcon del cuarto piso y salto sin problemas dentro del departamento ajeno. Abro la puerta y allí está el arabe dandome las gracias, también está Pilar que me mira con ojos grandes y verdes y me dice: eres un temerario y los temerarios me dan miedo, te prefería tímido.

La lluvia persiste, rafagas de viento amenazan con romper las ventanas que resisten su ataque desmesurado, las calles permanecen vacias, el vendaval nos ha obligado a guarecernos, a permanecer a resguardo. Una vez más los recuerdos me colocan en desventaja. En este otro recuerdo he crecido, tengo treinta años y un bigote enorme. Apenas se inicia la mañana, no ha sonado aún la hora de los sobresaltos y el día avanza con pasos cortos y medidos. Yo me encuentro detras del volante de mi auto e intento con cautela salir del estacionamiento del edificio en donde vivo, asomo la trompa del auto fuera de la reja y una mujer se detiene justo enfrente, me impide el paso y dice: necesito dormir. Ayudame.

Algo de desamparo en ese gesto desesperado me obliga a ayudarla. Quiero dejarla en el departamento y encontrarla en la tarde al regresar del trabajo, pero me explica que corre peligro, que son atroces sus sueños, que no puede dormir sola, que no la abandone. Mientras ella se baña llamo por teléfono al trabajo y me reporto enfermo, al terminar desenchufo el aparato para que ninguna sorpresa la despierte. Completamente desnuda sale del baño, se mete en la cama y antes de dormirse me pide con inconfundible voz de ruego. -Vigila mis sueños y no me despiertes-.

Me acuesto a su lado con el traje puesto, veo su rostro contrariado entrar a tropezones en los sueños y hundirse poco a poco en las regiones insondables de lo desconocido, en la medida que el sueño se hace más profundo se suaviza su rostro y cambia hasta el tono de la piel. Durmió todo el dia y toda la noche sin despertarse y yo mientras vigilo su sueño me aprendo de memoria su rostro.

Al amanecer del otro día despertó, intenté retenerla sin exito, quise saber su nombre y tampoco lo logré, quise acompañarla y me respondió con voz de entrega. -Adonde voy debo llegar sola-.

Dejó de llover, un sol triste asoma entre nubes grises y yo salgo disparado a la calle a ver si hoy encuentro finalmente a la mujer que hace cuarente años me pidio que velara sus sueños y así como apareció desapareció de mi vida.

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