J.J. Está en tus atribuciones de obligado cumplimiento el recoger y publicar las cosechas palabreriles. Nosotros gustosamente responderemos con nuestras "breves" y relatos.
Ruegacalma a las voces que piden iluminar el sendero; pide ella, la Tirana, una pértiga para colgar el fanal que más clara luz arroje.
Jose Jesus Morales
24-09-2015 21:52
En vista de la falta de otros argumentos, doy por terminada la espera, se proponen de inmediato las siete palabras para escribir los textos, que son tan necesarios para leer, sin ellos seria imposible comentar.
Calma
Iluminar
Pértiga
Ruega
Tirana
Sendero
Voces
Rodrigodeacevedo
22-09-2015 19:02
A la llamada del deber (y no pagar) acudamos todos, griegos incluídos.
Mis palabras: PÉRTIGA (Del lat. pertĭca).
1. f. Vara larga.
2. f. Vara larga para practicar el deporte del salto de altura.
3. f. ant. pértica.
ILUMINAR (Del lat. illumināre).
1. tr. Alumbrar, dar luz o bañar de resplandor.
2. tr. Adornar con muchas luces los templos, casas u otros sitios.
3. tr. Dar color a las figuras, letras, etc., de una estampa, de un libro, etc.
4. tr. Poner por detrás de las estampas tafetán o papel de color, después de cortados los blancos.
5. tr. Ilustrar el entendimiento con ciencias o estudios.
6. tr. Ilustrar, enseñar.
7. tr. Rel. Dicho de Dios: Ilustrar interiormente a las criaturas.
Ilustro:
De Santa Flor nada se, aparte de lo que pueda encontrar en google.
De San Mateo, glorioso patrón de la ciudad de Logroño, capital de La Rioja espeñola, puedo dar fe de sus fiestas pasadas por vino, elemento fundamental de la zona (aparte de chorizos, chuletillas de cordero, truchas del río Iregua... etc.) En determinados lugares de la ciudad se instalan fuentes que manan ... vino. Creo que además hay festejos taurinos, charangas, verbenas y todo eso. Pero hasta ahí ya no pude llegar.
Jose Jesus Morales
21-09-2015 17:54
Se cumplieron 15 días de nuestras siete palabras y leímos tres textos, tres visiones diferentes de un momento en el que pudimos ver nuevamente a nuestros amigos intentando construir futuros.
Toca proponer nuevamente siete palabras para intentar un acercamiento de lo que pensamos a como lo decimos, que son cosas diferentes, desde este 21 de septiembre día de San Mateo y hasta el 05 de octubre día de Santa Flor.
Propongo:
Calma
Tirana
Rodrigodeacevedo
17-09-2015 21:28
Nos unimos al parvo tiro que arrastra con alegría este liviano carro que son los Relatos de RAYUELA. Este relato sí es inédito, hecho en una tarde en la que el recuerdo de tantos amigos me han movido a la añoranza. Tal vez sea, el relato, un poco tristón; pero así soy yo.
EL PUERTO VIEJO.
La calle, estrecha y oscura, se precipitaba vertiginosamente hacia el mar. Las fachadas de las casas, desconchadas y miserables, de las casas la embutían en sus estrechas fronteras, apenas violentadas por las cuerdas de tender ropa que unían las viviendas enfrentadas.
Arriba, a veces, cuando las nubes concedían un reposo a la penumbra, se podía ver un cielo plomizo, filtrado a través de la sucia atmósfera de aquel rincón portuario, destartalado y norteño. El pavimento, en cambio, solía brillar, sobre todo en esa difusa hora en la que la tarde se entrega a la noche como una amante sumisa; el enlosado de piedra, única mención al abolengo de la vieja rúa, se sometía a las leyes de la refracción y trataba de embellecerse con los reflejos de las luces vespertinas sobre su húmeda superficie.
Desde el puerto invisible, sólo percibido a través de los ruidos monótonos, con incisos estridentes de las sirenas o las gaviotas, llegaban en cambio los fuertes olores, ásperos y contundentes, de los guisos marineros. Era, para mí, por lo demás un lugar de sosiego, casi una utopía. Me solía sentar sobre los peldaños de granito que conformaban la rústica escalera que unía aquel inicio de la calle con otra, más amplia y mejor iluminada, que provenía del centro. Era un punto de contrastes, de desequilibrio entre ámbitos, pero a mí, de naturaleza ambigua, me daba una cierta paz.
Raras veces llegaban desde abajo algunos peatones, respirando entrecortadamente por el esfuerzo de subir la tremenda cuesta; marineros sucios, malencarados, mujeres de inequívoca apariencia, de rostros ajados y vestimentas que pretendían ser ostentosas, muchachos que ocultaban sus rostros, todavía núbiles, tras las espesas pelambreras; venían del mercado prohibido, tratando de calmar la desesperación de sus vidas ya truncadas con alguna dosis casi arrancada con la entrega ilícita de sus cuerpos. Pero ¿qué era ilícito en aquel infierno de tan tranquila apariencia?
Todo un submundo que bullía allí abajo, entre las cajas de pescado, redes amontonadas, utillajes averiados y un abandono generalizado, que apenas podía transmitir algún débil latido de aquella vida, tortuosa y torturada que, sin embargo, se resistía a morir. Yo sabía que allí, al final de aquella calle, de aquella cuesta que bajaba directamente al infierno recóndito y limitado del puerto viejo, se abrían las nuevas avenidas de la ciudad reconstruída.
Edificios suntuosos, el nuevo Paseo Marítimo, decorados con los que las gentes que evitaban aquel rincón lóbrego y pestilente, iban reduciendo su espacio y su influencia. Iban aplicando las duras sentencias del juicio que ellos mismos habían iniciado y con el que condenaban irremisiblemente todo lo que fuese contrario a su estética. La ética no importaba; eran sabedores que la suya, la de los opulentos era más limpia, más acordada con las de toda la vida, ignorando su obsolescencia y corrupción.
El Puerto Viejo. Ese salterio desafinado que no hace mucho todavía, había entonado melodías tan llenas de dolorosa humanidad, aquellas que yo ahora trataba de recomponer desde mi silencioso observatorio, desde aquellas escaleras desgastadas por el lento transitar de seres cargados de misterio que iban o venían de hacer una fugaz visita a las espaldas de la noche, de refrescar esos recuerdos imprecisos de su pasado (tal vez no de ellos, pero sí de otros que ellos fueron) que le permitían seguir dolorosamente vivos. Yo, supremo hipócrita, bajaba de mi asiento hasta el fondo del abismo a la hora en la que se extinguía el último latido.
Cada mañana cumplo la misma rutina, seguramente repito mis gestos a diario sin darme cuenta. Hago la cama, me baño, preparo el desayuno y como. Limpio y ordeno la casa para sentarme frente al computador dispuesta a escribir esas historias que me quitan el aliento y no me dan respiro.
El entramado de esas vidas imaginarias se alojan en la frontera de mis recuerdos y luego las palabras iluminan las imágenes que aparecen con la fuerza de los vientos, convocadas por el esfuerzo de las horas sin sosiego, y abren sus propios caminos y se lanzan a la conquista de sus utopías sin temor alguno.
No cumplo ningún rito, no oigo música, ni me siento en un rincón preciso, no fumo cigarrillos especiales, simplemente me siento y escribo. Con algo de juicio cumplo con las reglas sintácticas y de ortografía elementales, intento siempre ser genuina, o por lo menos creíble.
Quiero escribir una historia genial, pero desde hace algún tiempo encuentro pobres y deslucidos mis argumentos, vacías y carentes de sentido mis ideas. Consumo los días, las semanas y los meses sin éxito ni alegría, después de algunas horas, hastiada, envío las pocas líneas escritas a la papelera y ansiosa horneo pan. Engordo. Me hago una tortilla y sigo engordando, me entrego al chocolate y ya me cuesta subir el cierre.
Me niego a escribir esas historias anodinas que se me ocurren, con el control del televisor en la mano acabo echada en la butaca agotada, aburrida, sin haber escrito una línea decente, presentable.
Entro al foro, leo a mis amigos que intentan con desesperación avivar una llama que se extingue, para mi mayor desconsuelo encuentro sus historias maravillosas, los giros de sus finales extraordinarios, cierro la pagina y me dedico a pintarme las uñas, en un intento de escapar de mi torpeza, sin siquiera una línea, una letra que salve el día.
Hoy algo extraordinario me sucede, me siento tocada por un ángel. Una idea extravagante se instala y me obliga a escribirla con renovado entusiasmo.
No puedo detenerme, prácticamente escribo las palabras que me son dictadas, no hay tiempo para correcciones, queda dibujada la geografía con maestría y el carácter de cada personaje impreso desde el inicio, casi sin aliento llego al nudo, el enfrentamiento de dinastías, de linajes y abolengos es inevitable, reconozco haber escrito frases brillantes, inteligentes, lúcidas, geniales. Súbitamente el desenlace de esta historia sorprendente lo define la página 12 de un salterio incunable.
Ni una sola vez he releído ni tampoco corregido el texto, exhausta, en el momento de apretar la tecla de guardar me despierto sobresaltada con la vaga idea de haber escrito una obra maestra. Corro al computador, tarda una eternidad en encender y busco en vano en mi memoria rescatar el hilo de la historia y no logro recordar ni una sola palabra.
Descalza y en ropa interior doy vueltas por la casa, a punto de ponerme a gritar histérica llamo por teléfono a un amigo, inconsolable le cuento el sueño, o mejor dicho, la sensación de éxito y fracaso de este sueño y la incapacidad de recordar un cabo suelto, un hilo roto, una palabra que me permita escribir la maravillosa historia que soñé.
MI amigo dice:
El significado en la antigüedad, según Artemidoro y el simbolismo psicológico según Jung, e incluso el contenido en los parámetros adivinatorios coinciden.
En el lenguaje secreto de ese sueño que no puedes recordar, en lo críptico de ese vacío, lo que encontramos es el llamado urgente del subconsciente a que escribas y publiques, quien decide que es bueno o malo son tus lectores. No hay literatura sin esfuerzo y trabajo.
Estela
11-09-2015 06:32
EL TERCER CAMINO
Siempre le dijeron a Braulio que fuera por caminos conocidos, por todos aquellos que eran seguros, y conducían a alguna parte y que de los que salían de aquel pueblo, solo había dos que llevaban a otro lugar, a otro paisaje, a otra gente, y que el tercero terminaba en una barrera infranqueable de árboles enmarañados, arbustos espinosos y piedras agudas.
Braulio creció y empezó a andar los dos primeros caminos, ;una vez que los recorrió dos o tres veces se aburrió y decidido se lanzó al tercero, porque estaba seguro que allí no había ninguna FRONTERA infranqueable, sino que ocultaba algo mágico.
Y caminó y el sendero no tenía obstáculos, y las piedras no eran afiladas, y se preguntaba donde estaban los arbustos espinosos…
De pronto, se encontró con una puerta que daba acceso a una pradera enorme que brindaba SOSIEGO; se apresuró a abrirla y vió maravillado un castillo, y pensó si allí habría personajes de ABOLENGO ; golpeó la puerta ,lo recibieron muy bien, lo llevaron a mostrarle las habitaciones, en una de las cuales, había una jovencita tocando el SALTERIO; lo hicieron asomar a los ventanales, lo acompañaron a subir a una torre ….!Y veía su casa desde allí! , Pequeñita, como un puntito.
¡Qué felicidad! Volvió muy contento a su hogar, y le dijo a su familia que el tercer camino conducía a un lugar muy bello ,y les contó su aventura.
Sus padres sonrieron comprensivos y pensaron ¡La UTOPÍA de la infancia que ve cosas donde no las hay!
Y aquel niño visitó el castillo varias veces, porque lo conducía a un destino hermoso.
A Braulio la vida y el JUICIO de conocer lo que era correcto, lo fueron llevando lejos de su pueblo, y de sus sueños.
Cuando volvió tenía treinta años ; recordó el tercer camino , comenzó a andar por él, y se encontró con una barrera infranqueable de árboles enmarañados, arbustos espinosos, y piedras agudas.
No importa nuestra edad, el tercer camino siempre estará abierto,sin malezas ni obstáculos, si nos atrevemos a seguir soñando.
Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
Rodrigodeacevedo
08-09-2015 21:17
Mi sintética:
Los acordes del salterio me llevaron a la frontera de la utopía, tanto era el sosiego que trajeron a mi espíritu, frente a la desesperación que me invadía desde el infame juicio hecho a mi abolengo.
Jose Jesus Morales
08-09-2015 04:08
La sintética.
Con desesperación pierdo el juicio y el sosiego, mi abolengo me traiciona. En busca de calma toco el salterio en la frontera de una utopía.
Jose Jesus Morales
07-09-2015 13:18
Queridos amigos. Ya tenemos las siete palabras para estos quince días de reacomodo. unos vienen de las vacaciones de verano y otros de las vacaciones de invierno. Hagamos un pequeño esfuerzo y encontremos la alegría de crear una texto con ellas y leernos y saber como andamos de animo.