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jota jota
jota jota
26-02-2021 21:14

Un camino en medio de la crisis

Miro este mar tranquilo, sus azules y verdes me remiten a obras de arte y un flash de letras fosforescentes, un fogonazo incandescente ilumina inmediatamente el recuerdo. Me deslumbra la lista de nombres de artistas plásticos conocidos y también de algunos desconocidos, artistas que prometen desde su propuesta pictórica un futuro en el mundo del arte.

Mis ojos educados emiten ondas a alguna parte de mi cerebro y automáticamente el pensamiento se desboca sin bozal a estas asociaciones, a estas referencias basadas en el conocimiento y a las nociones superiores sobre colores, texturas, combinaciones de profundidad, de movimiento y todos los detalles relacionados con el arte de pintar.

De la mano de mi abuelo conocí el oficio de restaurador y descifré los pequeños detalles, los descuidos imperceptibles e imperdonables dejados por el artista y que son capaces unidos al tiempo de dañar una obra. De su corazón generoso aprendí a vivir con alegría, a enfrentar las situaciones que se presentan con firmeza y decisión, a salir adelante a pesar de las dificultades.

Mi abuelo se hizo cargo de mí cuando mis padres faltaron y decidió morirse según su criterio, cuando viera mi futuro asegurado y lo cumplió a cabalidad. Yo emprendí una vertiente diferente en ese universo de la restauración de piezas de arte y me especialicé en plástica, en pintura y pintores. Con los años adquirí experiencia, invertí mi tiempo en profundas investigaciones y mucho estudio para hacerme un nombre y me convertí en un experto en las artes plásticas. Conozco todo lo referente a exponentes, tendencias, y con facilidad puedo avizorar el futuro de un artista, he desarrollado un sentido singular para descubrir talentos ocultos y mi voz es escuchada con atención de perito.

Con frecuencia soy llamado para certificar la autenticidad de alguna pieza, para recomendar la compra de una obra y lograr la garantía de un negocio de amplios y variados beneficios. Mi nombre es Abelart Amat y mis opiniones son respetadas en este mundo de amores con cuchillos.

Frente a este mar, frente al sol que se oculta dejando en el cielo los restos desperdigados de una explosión de ocres, naranjas y violetas, ahogo para siempre en la profundidad insondable de estas aguas, de lo desconocido, a ese catalán que fui y que todos llamaban Abelart Amat.

Trabajador hasta la sangre, hasta el dolor. Honesto conmigo y también con los otros hasta el día que las torvas agujas de relojes ajenos que señalan el tiempo inexorable del destino marcaron mi hora menguada, mi perdición.

Llegué al Caribe, anclé mis huesos en esta costa colombiana por ese apego sentimental a las Ramblas, a esas Ramblas de Barcelona que no pude arrancarme de la suela de los zapatos y también a ese pedazo de mar que mi abuelo llevaba en los ojos y en el que deposité mis extravíos.

Ese otro mar en Barcelona, con su incansable ir y venir de olas coronadas con espuelas plateadas me entregó una salida cuando me encontré perdido. Ese mar me mostró un enrevesado camino de vientos encontrados y peligros que me trajo a estas playas salitrosas, a estas envueltas en una brisa inquieta, impetuosa, capaz de convertirse en un descuido en huracán y arrasar con todo.

Esta playa es el final de un viaje que inicié con múltiples y variados destinos, un viaje decididamente sin retorno que me permite desaparecer tragado por la distancia y el olvido.

Hice de los museos una casa franca de puertas abiertas. De las Galerías de Arte, amables y lucidos lugares de encuentro con el futuro y sus innumerables posibilidades. De algunos entrañables bares espacios abiertos para las tertulias y citas de intercambio de inteligencias y también, porqué no decirlo ahora, el sitio ideal para ligar por cortos periodos y hacerle trampas a la soledad, que de vez en cuando muerde los costados mejor acerados.

Se hace tarde, camino descalzo por la playa y dejo que las olas borren mis huellas. Allá en Barcelona vivía con la ilusión de dejar una impronta. Cultivé con esmero y dedicación un nombre, me convertí en una referencia obligada, tuve una hermosa casa y la perdí. Un bar rentable que significaba la tranquilidad de una cómoda vejez y se lo comieron los buitres. Ahora vivo en el extremo contrario, borrando huellas, desapareciendo cada noche, para renacer como una entidad nueva en cada mañana.

En ese afán de ser un catalán responsable, de hacerme de un estatus, de construir una solidez de cuentas abiertas, yo postergué la compañía duradera y perdurable de un matrimonio y ahora mis amores y mis necesidades son obligatoriamente fugaces.

Era amigo del Director del Banco, un avaro coleccionista de arte para la especulación. Yo mantenía una línea de crédito y logré obtener un lindo departamento y un Bar, que él mismo Banquero me recomendó que comprara en un remate. El Banco me entregó los avales necesarios con mi firma en las correspondientes hipotecas y sellado ante notario el compromiso.

Las letras en los periódicos sobre una crisis financiera fueron aumentando de tamaño y se convirtieron en titulares que duraron semanas en las primeras páginas, pensaba que mi seguridad era a prueba de crisis, hasta que entendí, tarde, que todos somos susceptibles de entrar en el carrusel de crisis económica para no salir jamás.

Hablé con mi amigo el Director del Banco y me explicó que mis deudas se habían convertido en lo que ellos y los economistas llaman “Deuda Balón”
Lanzas el balón contra el piso y llega hasta tus manos, pero al desatarse una crisis inmobiliaria el próximo rebote te sobrepasa unos centímetros y el otro está unos metros por encima de ti. Un balón del que perdiste el control y con cada rebote la deuda crece y para el mes que viene tu deuda es el doble de lo que pediste al Banco y dentro de seis meses se habrá incrementado en un quinientos por ciento. La única salida es cancelar cuanto antes toda la deuda y salvar lo que se pueda.

Tengo que tomar algunas decisiones y encontrar una salida, le dije al Director del Banco y sin saber qué hacer caminé por las Ramblas, llegué sin esperanzas hasta esa punta de mar y el ronco sonido de las aguas, su lucha incansable por llegar a la orilla me abrió una ruta distinta, una posibilidad totalmente nueva con algunos riesgos menores.

En el trayecto hasta esta playa caribeña perdí el nombre que había construido y tomé uno prestado, total, de aquí en adelante mi vida comienza y termina cada día.

Durante una semana abrí el Bar con la barra libre para amigos, conocidos y desconocidos. En el calor del alcohol que rueda sin costo y corre por gargantas sedientas, vendí al contado, rematé en efectivo, regalé y subasté absolutamente todas mis pertenencias, me quedé con un traje y unos jeans y cuando ya no quedó nada más que beber pagué y liquidé a los empleados con largueza y cerré el Bar a esperar el embargo.

El traje lo utilicé por última vez el día que visité a mi amigo, el Director del Banco. Le llevé dos lienzos rectangulares de sesenta por cuarenta de un artista que sabía le interesaba, los extendí sobre la mesa y dicte mi última conferencia magistral sobre el artista, su obra y las ganancias exponenciales que significaba la propiedad de estas extraordinarias pinturas. Certifiqué su originalidad y le comenté que no quería vender las obras, pero que su venta me permitía saldar deudas.

Discutimos el precio con la frialdad de los negocios, cada quien jugó sus cartas y finalmente accedí a bajar hasta un veinticinco por ciento con el pago inmediato y de contado.

Antes de salir de Barcelona le pagué al copista que había contratado para que hiciera los cuadros y sin remordimientos dejé el departamento completamente vacío, que los abogados y el Banco se coman las paredes, e inicié un recorrido de fuga hasta que finalmente aparecí con otro aspecto y otro nombre y el dinero suficiente para desaparecer para siempre en esta maravillosa costa colombiana. Decidí no hacerme responsable por las crisis y artimañas que otros crean.

jota jota
jota jota
26-02-2021 19:00

Así es Gregorio, en los tiempos de confusión perdemos el norte, pero lo peor es perder a los amigos y a la familia por los odios que otros crean, para su beneficio.
Gracias por publicar el relato. Antes de publicar nuevamente un relato, tengo la mala costumbre de releerlo e invariablemente lo corrijo.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
26-02-2021 12:20

Y... Aquí dejo el relato que mencioné y me has pedido que publique.

OTRA FORMA DE VIVIR.

Me llamo Abelard Amat, y hasta hace poco, era un hombre normal, con un negocio rentable y una buena casa. Un hombre integrado en el sistema, hasta que llegó la crisis. Porque la realidad era, que para montar el restaurante y comprar la casa, firmé una hipoteca bastante elevada, que fui pagando normalmente hasta que los gastos superaron con creces a los beneficios, dejé de pagar y me lo embargaron todo. Pero antes del embargo, viendo venir el desastre, vendí algunos objetos de valor que tenía en la casa, y me guardé el dinero. Cuando me quedé sin casa y sin medio de vida, me compré una mochila, un saco de dormir, y desaparecí de la ciudad donde vivía.

La ETT (Empresa de Contratación Laboral) estaba llena de gente cuando un hombre malhumorado salió diciendo que guardáramos silencio, o tendríamos que hacer cola en la calle. Todos permanecimos callados durante unos minutos, pero pasado ese tiempo volvimos a hablar, y el hombre nos expulsó de la sala y nos hizo esperar en la calle. Esa acción me resultó inhumana, porque en la calle llovía torrencialmente y hacía un frío que helaba hasta los huesos. Entonces decidí que buscaría trabajo otro día. Porque a pesar de que casi no tenía dinero, aún podía subsistir un poco más sin tener que pasar por excesivas penalidades.

Ahora, asumido mi fracaso, me gusta vivir como me vayan marcando las circunstancias, soñar como sueñan los poetas, y escribir lo soñado. No soy escritor, mucho menos poeta, y tampoco un vago. Soy un soñador, un caminante con rumbo incierto. Amo la literatura en general, la poesía en particular, tengo un corazón sensible, y por alguna razón que desconozco, la suficiente fuerza de voluntad que me permite ser disciplinado y tener los pies en el suelo.

He descubierto que es maravilloso deambular por el mundo, sin otra responsabilidad que la de conseguir el sustento de cada día. Un día permanezco en una ciudad, y otro lo haré en una remota aldea. En unas ocasiones respiro el humo contaminado de una gran capital, otras, lleno mis pulmones con aire fresco de las montañas. Y de vez en cuando, me empapo de la suave brisa en algún pueblecito costero. No soy un errabundo sin más, sino un ser humano que pretende vivir la vida como lo que es ahora, y no como un hombre artificial dominado por los atolladeros y atrevimientos de sus semejantes. Cuando estoy en el campo, me siento feliz; cuando estoy en la ciudad, también. Pero soy consciente de que el optimismo no se mantiene siempre inalterable.

En esta ciudad, a la que he llegado caminando, cuyo nombre me reservo, cuando salgo a pasear embelesado por la paz y la tranquilidad que se respira en el ambiente, me deleito con el azul del cielo que se muestra con trazos de nubes esponjosas y livianas. Paseo entre las antiguas y seductoras construcciones, tan bellas y fascinantes que es un deleite observarlas. Me siento siempre en la terraza de cualquier bar, y sueño con plenitud de espíritu. En la mesa, un café, y yo deleitando mis oídos con suaves y apacibles notas musicales. Mañana, o pasados unos días, viajaré hacia algún otro pueblo o aldea. Dormiré bajo el techo estrellado que ofrece el Universo, soñaré con días venideros, y despertaré acompañado por gorjeos de alegres pájaros. Meditaré sobre bellos recuerdos y sueños futuros. Trabajaré un día y viviré al siguiente. Pescaré en algún riachuelo, recogeré frutos silvestres, caminaré por primitivas veredas, y disfrutaré del planeta en el que tuve la suerte, o la desgracia de nacer.

No niego que, de tanto en tanto, vivo momentos de indolencia y desencanto. No sería humano, si los designios de la vida no me deparasen esas incómodas pruebas que sólo con el aplomo y el arrojo suficientes se pueden superar. Convertir lo negativo en positivo no es fácil, pero tampoco imposible. No es lógico que me queje de la lluvia, porque calma mi sed y riega los campos donde crece mi sustento. Ni del frío que es buena excusa para disfrutar del plácido calor que proporciona una hoguera. No soy pobre de espíritu. Si no pudiera vencer el sufrimiento y mi decadencia con voluntad, jamás me hubiera invadido esa energía que me permite luchar en un entorno tan hostil. Cuando la hostilidad me embiste sin aviso, me cuelgo la mochila, salgo a la calle y le sonrío a la gente. Respiro profundamente, escribo un poema o un relato en mi cuaderno, y me doy cuenta de que el resentimiento se ha convertido en simpatía. Para la nostalgia, una dosis de buena música, o un libro para leer, suele ser suficiente.

Soy un hombre resignado a vivir con lo justo, por lo que me siento bien. Cada día necesito menos, y he aprendido a valorar lo poco que tengo. No tengo más compañera que mi propia vida, hasta que la muerte nos separe. Trabajo lo justo para vivir, y cuando tengo problemas, sueño. Son esos sueños los que mantienen mis esperanzas y las acciones para conquistar mis metas. Habrá quien piense de mí que soy un bicho raro. Pues también lo raro destila belleza. Sé quién soy, porque nadie me conoce mejor que yo mismo. Quizá esas personas jamás se sienten felices, por el disgusto que les produce el bien ajeno; por la envidia. Ese resquemor que nubla la visión e impide ver con alegría los logros y éxitos de los demás. Por suerte, a mí nadie me envidia. Los prejuicios sobre mi estilo de vida, evitan cualquier deseo de imitarme. Tampoco soy un ser envidioso. Ahora no hay nada que ambicione.

Resulta difícil sacar una conclusión clara sobre mi transformación. Si alguien lo intentara, se daría cuenta enseguida, que no es tan sencillo como parece. Ni yo, que me conozco bien, soy capaz de desentrañar el dilema. Teniendo en cuenta que la visión global que tengo del mundo, deriva claramente en mi comportamiento, no podría ser objetivo, realizando un análisis individualista. De todos modos, la gran mayoría de las veces, tengo la fortuna de sentirme gratamente ignorado. Eso me allana el camino para evitar el temido y nefasto vedetismo. No es la felicidad un sentimiento perpetuo, sino transitorio. La visión lúcida del entorno, hace que me sienta bien la mayor parte de las veces. Esa sensación me ha llenado de optimismo, ha enterrado para siempre mis preocupaciones y me ha convertido en lo que soy, sin caer por ello en la inexistencia. Ahora no tengo la necesidad de estar anclado a un lugar. Sólo soy un ser humano sin propiedades ni desgracias. Un hijo de la naturaleza, que también llora, porque a veces, llorar libera.

Así es como deambulo por el mundo. Mojándome cuando llueve, comiendo cuando tengo algo que comer, paseando cuando el cuerpo me lo pide; respirando.

Esporádicamente necesito dinero. ¡Maldito sea! Entonces trabajo en alguna fábrica, en el campo, o le hago una visita a algún señor malhumorado.

Unas veces todo me sale bien, otras veces no tan bien, pero nunca del todo mal. Ni siquiera cuando escasea el trabajo en la fábrica, cuando no es temporada de recolección en el campo, o cuando el hombre malhumorado me echa a la calle por hablar en su sala de espera…



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
26-02-2021 12:15

Es de humanos equivocarse y de sabios pedir perdón.
En situaciones en las que es necesario decidir en qué bando luchar, no siempre es fácil acertar, y una vez tomada la decisión, no hay marcha atrás. Eso le ocurrió al protagonista de este relato; no supo elegir, y rompió los lazos de amistad, de hermandad, con su mejor amigo. Pero nunca es tarde para rectificar, pedir perdón y empuñar el mástil de la bandera de la libertad. Buen relato, JJ.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
jota jota
jota jota
25-02-2021 17:06

Ruptura

Mido la ruta recorrida de mi vida en aciertos y fracasos, el camino hacia esa meta diseñada de antemano por una mano ajena, en triunfos y derrotas, y con más incógnitas que certezas doy cada uno de mis pasos. Pero es cierto que en una encrucijada equivoqué el sendero, un conflicto que no eludí, que no escurrí, que no evité a tiempo y con la sensatez debida me empujó a quebrar, a romper en ese punto inflexible de las convicciones con el lazo de una amistad que me había hermanado con Orlando Payares y hoy debo recorrer un penoso regreso, desdoblar mis pasos, devolverme descosiendo miedos en un intento por enmendar errores, si eso es posible. Retomar el hilo desde la orilla de mi vida en contra del tiempo transcurrido y llegar de nuevo a esa encrucijada a estrechar en mi costado más dolido a un hermano, a un amigo, que abandoné hace doce años.

Orlando y yo estuvimos siempre comprometidos con una unión fraterna convencidos que nuestras diferencias nos enriquecen, nos permiten reconocernos en el otro, aceptarnos y en incontables oportunidades sin temores ni resquemores, constatar estar equivocados.

La dinámica de los pueblos llevó a un militar a gobernar el país, abrió una brecha enorme y declaró enemigo al contrario, al opuesto, al otro, al diferente. Inmediatamente tomé partido, Orlando no se dejó cautivar por el discurso y en muy poco tiempo un viento contaminado de odio, resentimiento y vulgaridad sopló desde la investidura más alta y dominó las calles, enturbió la sangre y contaminó y oscureció nobles corazones.

Conversamos sobre los acontecimientos y nuestras miradas se hicieron inaceptables, según Orlando, él demostraba sus puntos de vista con argumentos serios, con cifras, con datos duros y yo repetía el discurso oficial sin digerirlo, había entrado en la espiral de odio, en el juego feroz de la manipulación en donde no hay cabida a las perspectivas. Arrinconado ante la verdad y sin ningún argumento arremetí con violencia y a empellones saqué a Orlando Payares de mi casa.

Desde hace doce años no lo trato, ayer lo vi en uno de los muchos vídeos que circulan por la Web, una equivocación, un error de envío, una tecla equivocada por los apuros, la angustia, la impotencia de un momento complicado, o quizás, la obra de los imponderables que obligó esta recepción inoportuna en mi teléfono, generalmente borro los videos sin llegar a verlos, no me interesa saber que hace el enemigo, los contrarrevolucionarios, que se toman en la calle libertades y se empeñan en desestabilizar al gobierno, pero justo antes de borrar el video indignado, reconocí a Orlando.

Caminaba ondeando una bandera de siete estrellas, una provocación contra la bandera oficial y la policía lo golpeaba con la culata de los fusiles, en el suelo le dieron patadas indiscriminadamente, intentaron quitarle la bandera y se arropó con ella, lo arrastraron y no la soltó a pesar de los golpes. La sangre tiñó de rojo la franja amarilla y la franja azul y hasta las estrellas de la bandera quedaron ensangrentadas. Lo dejaron inerme en el asfalto y continuaron su labor inclemente contra otros manifestantes, movidos siempre por el odio y la impunidad del discurso oficial.

Temblando de miedo o de emoción, pero con absoluta seguridad, llegué a la casa de Orlando, su esposa abre la puerta y sin saber que decir mantiene silencio sujetando la puerta a medio abrir, el asombro y el temor se dibujan en el rostro. El miedo es el amo nuevo, la desconfianza se hizo dueña de los actos más sencillos.

¿Cómo está? Atropello las palabras sin siquiera saludar olvidando los modales, pero con el viejo tono fraterno que ella me conoció.
-Muy golpeado-. Dijo. -Le reventaron los riñones, le fracturaron un brazo, tiene moretones en todo el cuerpo, el rostro da pena y le tumbaron unos dientes-.

-Necesito hablarle-. -Por favor-.

Me mira fijamente en busca de una respuesta que le permita saber si soy de confianza y algo encuentra, pero me advierte con severidad. -No está en condiciones para discusiones-.

Entré a la habitación a oscuras y con lágrimas en los ojos le dije. -¡Mi hermano querido!- -Soy Daniel Hernández, vengo a buscar la bandera que defendiste con valor y decisión y casi te cuesta la vida. Permíteme por favor que la lleve a las marchas, a las concentraciones, a las manifestaciones y cuando te recuperes te la devuelvo, si quieres vamos juntos a las calles y levantamos nuestras voces hasta que sea necesario, igual que antes-. -Siempre tuviste la razón y yo no quise oírte, perdóname-.

Entre amigos

En el silencio que se hace
de pronto
cuando conversamos,
a veces pasa un ángel,
a veces pasa un dios
y a veces pasa

el tirano,
el dueño de la casa,
el señor de adentro.

No deja de acechar
nuestra morada.

Un día
se apoderará de la puerta
y será el único visitante.
No permitirá entrar ni salir.

Se instalará con las llaves
donde no lo podamos ver.

El poema -Entre amigos- es de Rafael Cadenas y está en su obra -Gestiones- ganadora del premio internacional de poesía Perez Bonalde 1992

jota jota
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25-02-2021 07:05

Gregorio, mencionaste que el relato de Rodrigo te recordó uno tuyo, es buen momento para publicarlo aquí y nos das ese regalo de leerte más allá del compromiso de nuestros dos textos mensuales.

jota jota
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25-02-2021 06:53

El texto de Gregorio no nos permite ninguna duda, desde el título ya nos anuncia que la mano viene dura, que no vamos a encontrar sosiego ni dulzura en estas líneas, que no nos va a dejar ningun margen para escapar de la crudeza de quien deja su lugar de origen en busca de la vida, que pocos lo consiguen y que además de traspasar las fronteras estos seres vencidos y golpeados hasta el cansancio por la vida traspasan los limites de la ley, no roban, no asesinan, no hacen daño al semejante pero al conveertirse en ilegales dejan de ser personas para transformarse en una plaga que se debe exterminar. Los vencidos nos muestran esta realidad, cada uno de nosotros deberá decidir la forma como se comporta con esos que llegan sin ser imnvitados. No nos la puso facil Gregorio esta vez.

jota jota
jota jota
25-02-2021 06:30

Encuentro en este texto Rodrigo unos matices más profundos que lo habitual en tí a la hora de ir dibujando el personaje, el dibujo no está realizado con trazo firme y lineal, me da la impresión que lo haces desde los contornos, fijando precisos detalles para que sea el carácter lo que domina la composición y en algunos e sus rasgos nos vemos dibujados perfectamente y surge esa identificación instantanea con el personaje. Un texto que cumple con exactitud la definición de Perez Reverte que escribe migrante para persona, animal o vegetal que deja su lugar habitual y se instala en otro (migraciones, migrar). Para quien llega a algún sitio, inmigrante. Para quien se va de algún sitio, emigrante tu personaje es tanto migrante, como inmigrante y también emigrante, en tu texto el personaje está obligado a moverse, no sabe la razón que lo impulsa y es lo extraordinario del texto, porque es el lector quien debe encontrar las razones que lo llevan despues de mucho rodar literalmente al fin del mundo, y es en este aparente final del viaje que yo creo las pistas para ese descubrimiento se definen, a mi modo de ver este viajero huye de la sociedad, no acepta los terminos de comportamiento, porque es un hombre que está más alla de las habituales mentiras, de la injusticia y su huida es la forma intuitiva que le permite rechazar lo que considera está mal, es un hombre que no tiene la fuerza para emprender luchas porque cree que ya todo está perdido de antemano. Hay ciertos rasgos con los que creo Rodrigo se identifica plenamente con el personaje. Gracias por regresar, no todo está perdido aunque parezca.

jota jota
jota jota
25-02-2021 03:28

Mis queridos amigos, esto es como una ronda, Yo inicie proponiendo el miedo, Gregorio propuso Inmigración y no queda otra opción que quien proponga sea Rodrigo, no se trata de experiencia, que tengo tanta como ustedes, se trata de cuales son los intereses de cada uno de nosotros en un tema, Rodrigo tiene muchas inquietudes y opiniones acertadas sobre muchos temsas, ya sean antiguos o actuales, en fin, el tema es solo una idea para obligarnos a dejar la apatia y escribir. porque aunque lo querramos negar, eso es lo que somos, incluyendo por supuesto a nuestra única maestra, la inconfundible Eratalia, para nosotros no hay musas que vengan en nuestro auxilio, nos mantiene vivos el oficio y de eso hay mucho.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
24-02-2021 19:51

Supongo que propondrá JJ. Un abrazo para ti.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
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