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Susana Huarte Garcia
Susana Huarte Garcia
19-09-2012 14:55

Gracias!!!! habia quedado cortado en el copiar y pegar.


Estas virtualidades…



Guttenabend vendrá, preguntó azorada mi amiga virtual que hacia minutos se había integrado a mi vida real, en un encuentro del chat al que ambas pertenecíamos.

Era mi primera reunión y estaba alucinada viendo convertirse a los personajes que leia a diario, con los que reía, me entristecían sus desdichas, me alegraban sus triunfos, aquellos que ya estaban bosquejados en mi mente, subjetivamente, ahora en personas reales de carne y hueso, con sus ojos, sus sonrisas especiales, sus tics, sus arrugas, sus voces…etc.
Las presentaciones eran muy graciosas. Algo como: Yo soy el santo de la espada. Encantada, yo soy la enamorada del muro. El chat se llamaba “mas o menos 40” y era “para hacer amigos”.

Guttenabend, buenas noches en alemán, era un personaje muy especial para mí. Habíamos mantenido largas conversaciones, me parecía una persona maravillosa. Culto, refinado, sensible, comprensivo. Me había hecho muchas ilusiones con él. Hacia meses que nos escribíamos en privado. Diría que sabía casi todo de mi vida. Él me iba contando la suya más recatadamente. Más de una vez me pregunté como un hombre como él, nunca había tenido una pareja estable por mucho tiempo. Yo tenía a mis dos hijos y más de una vez me aconsejaba cuando tenía alguna rabieta con ellos. Mis noches eran letras, tecleo incesante. Dormía a los pequeños y me instalaba frente al ordenador esperando que él entrara.

Una madrugada me contó que había convivido con una chica unos meses en su casa. Pero una noche llegó y encontró que su pareja le había girado todos los libros. La chica los colocó como se suelen colocar, con el dorso a la vista para ver el titulo y el autor. Pero a él le gustaba ver las hojas. Recuerdo que eso me dejo pensando.

Siempre decía que era tipo raro, que era difícil. Pero a mi me parecía encantador. Me llamaba la atencion que nunca antes hubiese tomado la iniciativa de invitarme a tomar algo.
Cuando se gestó lo de la reunión del chat le comencé a decir que se animara, que le quería conocer. En un principio se negó. Argumentó que no le gustaban las reuniones de gente de ningún tipo.
El vivía en Buenos Aires, capital, donde se haría la reunión. Yo en cambio vivía a cincuenta kilómetros, en La Plata y no iba todos los días para allí, así que era una buena oportunidad para conocernos y no exigía mucho compromiso para ambos.

Mi amiga Mirta, la que estaba asombrada, me contó que se había enrollado por el chat con varias, pero nadie lo conocía. Veras, no vendrá, me sentenció.
La noche fue transcurriendo animadamente entre los que hablábamos. Incompresiblemente hubo algunos que se fueron al ordenador del restaurante para “ver quien estaba en la página”. Había personas que eran muy parecidas personalmente que cuando escribían en el Chat, pero eran los menos.
Ya habíamos comido y yo estaba muy entretenida con un grupo que habíamos armado, que parecíamos tener más en común que con los cibernautas viciosos.

Y llegó él. Una vez me había enviado una foto, pero estaba tomada muy de lejos y evidentemente con unos cuantos años menos. Igualmente lo pude reconocer.
Alto, muy delgado, grandes entradas sin pelo, gafas y feo, muy feo. Pero en su entrada ese fue solo un detalle, no de destacar.
Temblaba como una hoja. Se sentó a mi lado, tras enredarse mal con la pata de la silla que mi amiga Mirta le acababa de dejar. Le ofrecieron de tomar vino y aceptó mientras la copa bailaba enloquecedoramente. No podía parar de temblar. Las miradas en la mesa larga se centraron en nosotros dos. La mayoría sabía quien era en el Chat. Ese señor seguro de si mismo que contestaba de manera tan inteligente, que era un galán con las mujeres. Sentí mucha pena por él. También por mis ilusiones. Intenté hablar de cualquier cosa pero no me salía nada. Él estaba histérico y no lo podía dominar. Se fue a la media hora. Ese castillo de sueños se me vino abajo. Ese hombre no tenía nada que ver con el que yo me escribía. Y la vida no es una pantalla aunque hagamos uso y abuso de ella.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
19-09-2012 14:18
¡Huy! "Estas virtualidades, de Susana; con lo bien que iba el relato y va y se corta. Susanita, hija: reedítalo para ver en que acaba la cosa. Guttenabend somos todos...
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
19-09-2012 01:13

Compañeros y compañeras, amigas y amigos escritores. 2 días para publicar textos. El día 21 comenzamos los comentarios.

Saludos.


Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
17-09-2012 17:28

DE LA ILISIÓN A LA DECEPCIÓN.

Llega el otoño y al igual que a los árboles, empiezan a caer mis hojas de la esperanza. ¿Por qué digo esto? Porque a lo largo de mi vida, he tenido muchas ilusiones y como la mayor parte de ellas no se han cumplido, han mutado en decepciones. Pero sólo voy a escribir sobre una, cuya importancia ha sido crucial y causante de que no se hayan cumplido la mayor parte de ellas.

Desde niño, desde que empecé a tener razón para analizar mi entorno y las circunstancias de mi vida, mísera vida en aquel caos que era la posguerra, tuve la esperanza de que pronto llegaría un cambio de gobierno, con la desaparición de la dictadura de Franco y su camarilla de secuaces que la sustentaban. Por fin llegó, muy tarde, eso sí, la ansiada democracia que hizo renacer como un árbol bien abonado y bien regado, mi ilusión y mi esperanza en una fructífera vida en paz y armonía, y una reconciliación verdadera y duradera, de todos los españoles. Desgraciadamente, esa reconciliación no se ha producido, ni se producirá nunca.

Poro, obviando esto último, mi ilusión creció desmesuradamente, cuando se formó el primer gobierno socialista de Felipe González Márquez. En mi ignorancia política empezó a germinar la idea de que este es un gran país, y que con un gran gobierno se iban a solucionar todos los males vividos durante los aciagos años de dictadura.

Craso error el mío. No se solucionaron todos los problemas, (sí, algunos) sino que, se cometieron ciertas barbaridades políticas que todos conocemos, por parte de aquel gobierno que duró 14 años, y alcanzó en 1994 una tasa de paro del 24,55%) según la EPA.

Luego, en la etapa de José María Aznar, también se cometieron barbaridades políticas y si bien se redujo el paro a la mitad, aumentó la precariedad en el trabajo y se redujo considerablemente el poder adquisitivo de los salarios, con respecto a los beneficios de las empresas.

José Luis Rodríguez Zapatero, llegó al gobierno en condiciones anormales, por los dramáticos acontecimientos del atentado en Madrid, y su gestión fue nefasta. No hizo valer nuestra posición con respecto a la Unión Europea y su política económica fue dispendiadora. No ejerció ningún control sobre las autonomías, que despilferraron más que el estado, lo que supuso una gran dilapidación, de los impuestos de todos. Si Zapatero hubiera sido un buen gobernante, no habría subido la tasa de desempleo del 10.19% del primer trimestre de 2005, al 20.89% del segundo trimestre de 2011 y la deuda a un 9%. Creo que pasará a la historia como el peor presidente de la democracia, hasta el momento, por su ineficacia.

Con la llagada de Mariano Rajoy al poder, con mayoría absoluta, se activaron mis ilusiones y esperanzas en un cambio positivo de la política que sacara a España de la debacle en la que está sumida, en un tiempo razonable. Pero después de nueve meses, las perspectivas son poco o nada esperanzadoras. Lo que me lleva de nuevo, de la ilusión a la decepción.

Una de las constantes de todos los gobiernos de la democracia, es, no haber sido capaces de atajar la corrupción.

Concluyo: Si creía en el socialismo y me ha fallado, no soy de derechas, y no creo en la justicia, ¿en quién puedo creer?

Sinceramente, estoy muy decepcionado con los políticos en general y sobre todo, con los que de alguna manera, nos gobiernan.


Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
11-09-2012 22:58
Amigos escritores.

Seis excelentes relatos esta vez. Vamos remontando.

Gracias por vuestra participación, por vuestros comentarios en general, y por los que a mi texto se refieren.

Empezamos una nueva etapa. Lean la propuesta arriba en el inicio.

Saludos.




Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
03-09-2012 19:38
UN EFEBO DEL SUR

Llegó desde la lejana Hispania junto a un numeroso grupo de esclavos. Su porte, juvenil y atractivo, su belleza varonil -la belleza legendaria de los efebos del sur- le granjearon las simpatías del centurión que los custodiaba y de algún que otro funcionario que después se encargaría de venderlos en Roma. Así que, gracias a su cuerpo, llegó a la imperial ciudad más o menos en buenas condiciones físicas, aunque tuvo que cambiar muchos de los principios que le fueron inculcados por sus padres: la honestidad, el amor a la tierra y al trabajo...

Las solicitaciones del centurión a las que tuvo que someterse para sobrevivir marcaron una profunda huella en su espíritu. Aprendió que su bello cuerpo era un valor que le podría abrir muchas puertas en Roma.

Fue comprado por un senador a quien sedujo su apostura y la limpieza y el brillo de su mirada, la elegancia natural de sus gestos. En la lujosa villa a la que fue llevado compartió placeres con otros muchos efebos: negros, asiáticos, germanos, algún otro hispano. Era un verdadero harén sin eunucos.

También allí lo había de mujeres; apartadas en otras dependencias era de muy difícil acceso para ellos. Eso exacerbaba el deseo de aquellos muchachos que, impedidos de entregarse a los impulsos naturales del sexo, lo hacían con frenesí al sustituto que les dejaban: la homosexualidad. La vida en la villa, por lo demás, era de lo más placentera. Ejercicios físicos, masajes, embellecimiento con hermosos ropajes para dar prestigio a las fiestas que continuamente organizaba el senador; todo giraba alrededor del culto al cuerpo y a los placeres de la carne.

Pero él no estaba satisfecho y su espíritu libertario se rebeló. Debía de haber otro mundo; aún recordaba aquel del que había sido arrancado por la fuerza, el mundo de sus padres. Finalmente se escapó de aquella jaula dorada. Vagó largos días por la campiña romana, por las calles sucias y malolientes de los suburbios. Sobrevivió, una vez más, gracias a su cuerpo, a la grácil belleza de sus formas viriles. Ahora fue una matrona quien lo tomó a su servicio. Volvió a las demoradas sesiones de masajes, de unciones con óleos perfumados, a las penosas jornadas de ejercicios físicos para depurar sus formas, para tener sus músculos bien cuidados, siempre a punto para las exigencias de su propietaria y a la de sus amigas, partícipes invitadas de las excelencias de aquel cuerpo.

Pero el hastío seguía; la inquietud por la búsqueda de “esa otra cosa” seguía exacerbando su espíritu. De nuevo la fuga; de nuevo las calles; de nuevo mendigar el mendrugo de pan para sobrevivir. Quería ser tosco, rudo. Quería ser gordo como aquel senador que lo compró. Ser maloliente, vestir andrajos, olvidar esa vida de entrega a su cuerpo, no ser esclavo de su propio cuerpo.

Pero los dioses habían decidido que el regalo supremo que habían de hacerle ya lo habían hecho: la hermosura de sus formas; ése era su destino y a él habría de sacrificar toda su vida.

La belleza de su cuerpo, a la que tantos esfuerzos había dedicado en su corta y densa vida, había de acabar con él. Nunca supo lo que es ser hombre, tan solo fue objeto, un bibelot animado para dar placer, ese placer que tampoco él nunca gozó.

Ser tosco y rudo. Ese fue su ultimo deseo, cuando un energúmeno hambriento de su belleza lo poseyó salvajemente ante las risas y las zafiedades de sus invitados. En un último gesto de lo que él creía que era la reivindicación suprema de su valor como hombre, abofeteó al salvaje que lo envilecía. Un profundo silencio se hizo en el comedor; tan solo algunas risitas afeminadas llegaban desde los triclinios más alejados.

Ser tosco y rudo; el deseo imposible de no haber entregado su vida, que ahora sabía acabada, al culto de aquel regalo envenenado de los dioses: la hermosura casi divina de su cuerpo. El acre sabor de la sangre desde su garganta abierta fue la última sensación de aquel hispano que fue llevado a Roma adornado con toda la belleza de los efebos del sur.
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
02-09-2012 01:08
Compañeros y compañeras, amigas y amigos escritores. 2 días para publicar textos. El martes día 4, empezamos a comentar.

Saludos.


Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
 Castelo
Castelo
30-08-2012 23:34




QUE LÁSTIMA




Triste final; paradójico destino. Probablemente, lo más difícil de la drástica decisión tomada por Luís, el muchacho del que voy a hablaros, fue terminar de repente con tanta belleza; así, de un solo corte.

Suicidarse cuando se es guapo, cuando uno se sabe y se cree guapo, debe ser doblemente complicado, más aún teniendo en cuenta que el motivo principal de su vida, o realmente el único motivo de su vida, fue su propia imagen física. Todo para que un buen día-lo de buen es un decir- decidiese dejar sin una triste gota de sangre ese cuerpo tan perfecto, tan, hasta entonces, cuidado. Esos tatuados músculos de fantasía, ese moldeado abdomen; su tersa e hidratada piel, su coqueto y costoso peinado. Todo al traste; Inesperado, absurdo; digamos vano.

¿Culpas? ¿Culpables? A los hombres nos encanta buscar culpables para todo. A saber. Quizás, empezando por sus padres, no tendrían que haberle llamado guapo tan a menudo. “Mi tesoro. Mi niño, que es el más guapo del mundo, con esos ojos” y claro, de tanto repetirlo, el chaval termina por creérselo. En mi opinión un buen padre debe de ser más medido en sus cariños. Digamos, para suavizar, que son preferibles los papás sinceros y responsables que los en exceso complacientes. Un niño, como cualquier persona adulta, reconoce antes sus virtudes que sus defectos, aunque no sea tan bonito hacérselos notar.

La sociedad tampoco ayuda. Nunca ayuda. Se admira- y la admiración no deja de ser una variante amable de la envidia- lo hermoso, lo perfecto, aunque para ello deba pagarse el precio de la estupidez. Nada es gratis, amigo. Además, en los tiempos que corren, tan lastimosos, ya no encuentras ni tan siquiera a quien te parta la cara a tiempo. Ya nadie te da dos hostias cuando las necesitas. Hemos perdido en calidez y convivencia.

Con estos peligrosos ingredientes, sumados a la vanidad innata del humano, tenemos a un chico en el que se va desarrollando, a la vez que su físico, una obsesión. Él es la obsesión. Su cuerpo, su piel, su rostro, sus gestos- inexpresivos como todo lo perfecto-; su ego, que crece sin mesura, antes aún que su propia persona.

¿Qué motivos indujeron a este ya muy hermoso y casi adulto muchacho para finiquitarse sin más? No creáis que un cáncer terminal (pues éste no entiende de bellezas) o algo por el estilo sorprendió su vanidosa evolución. En absoluto. Estaba rebosante de salud antes de morir. Pero ¿y su vida sentimental, sus relaciones? Tuvo sexo, cierto, pero ¿disfrutó? No, pues no deseaba; tan sólo buscaba ser deseado. Triste, supongo. A buen seguro que estaba insatisfecho. Siguiendo esta pista es posible que nos acerquemos al motivo de la muerte de Luís. Pudo llegar a cansarse de si mismo; quizás se saturó y dejó de amarse; y entonces, como en un divorcio ¿Quién suple al amor, al amado? Él lo dejó escrito en una nota:


“Busco y soy incapaz de encontrar belleza fuera de los márgenes de mi espejo. No la detecto, no la distingo; sólo la aprecio en mí. Necesito enamorarme y no puedo. Creo que la única solución para el desamor, en mi caso, es esta. Adiós”


Susana Huarte Garcia
Susana Huarte Garcia
30-08-2012 21:36
Así funciona...

Se llamaba Berta y había nacido en Feota, un pueblito rodeado de montañas en el valle de Espantar.
En la secundaria se le habían dado muy bien las matemáticas, contabilidad, así como las relaciones sociales. Se daba con todo el mundo. Ni bien terminó el bachiller fue recomendada por Jesús, su profesor de sociales, al hostelero del pueblo. Es una lumbrera esta chica, aparte de simpática, le comentó el docente a Paco, dueño del hospedaje. No busque belleza en ella, pero gana en simpatía, continuo alabando a su alumna.

Paco dudó. Tenía en mente alguna chiquilla que le alegrara la vista. Pero ya se estaba poniendo mayor y tener a una chica lista que le solucionara problemas le daría más respiro y podría ir más seguido al club de las afueras del pueblo.
Era un pequeño hotel de diez habitaciones con un gran comedor donde se servía comida casera a los huéspedes, aunque solía haber mucha gente del pueblo. Era el único restaurante por la zona.

Así habían pasado diez años desde que Berta comenzó a trabajar allí, tras dejar los estudios.
De a poco, Paco le había ido delegando más tareas comprobando lo lista que era la chica. Ella atendía al público, llevaba la contabilidad, hacía los pedidos, realizaba los trámites bancarios. Huéspedes no faltaban. Era un pueblo de paso, a unos cuarenta kilómetros de la frontera con Estrellada.

Berta llegaba muy cansada a su casa por las noches. Aun vivía con sus padres, ni tiempo le quedaba para vida social. Tampoco había habido muchas muestras de interés masculino por su persona. Sabía que era un bastante gorda y nada en ella llamaba la atención, salvo su horrible nariz. Siempre soñaba con que algún día entraría por la puerta del hotel un hombre de alguna gran ciudad, que viniera por ella y le pidiera matrimonio. Era muy feliz en su trabajo pero soñaba con tener una familia. Sus amigas tenían novio u otras ya se habían casado y tenían niños. Pero ella era virgen de amor, de sexo, de hombres.

Corría el año de las liebres, porque eran plaga, cuando se anuncio por las noticias que en un cerro de la zona, llamado Tronador, donde nevaba copiosamente desde los primeros fríos hasta la primavera inclusive, instalarían un centro de ski de alto nivel. La noticia fue muy bien acogida en el pueblo. Representaba un gran progreso para la población.
Los terrenos comenzaron a triplicar y hasta cuatriplicar el valor, inmigró gente de pueblos vecinos, la gente pensaba en poner nuevas tiendas y el banco estaba abarrotado de gente pidiendo préstamos. El intendente en función, José Muerdo, se atribuyó el nuevo emprendimiento. El había propiciado la buena nueva y así lo anunciaba en los carteles que había pegado en el pueblo ante la proximidad de nuevas elecciones.

Berta, ni lerda ni perezosa, le averiguo diferentes líneas de préstamo a Paco para agrandar y remodelar el hotel. Pedro, el albañil del pueblo, quien ahora se veía desbordado de trabajo, aunque ya le estaba llegando una feroz competencia, revisó las reformas propuestas por Berta y le hizo un presupuesto.
Ni bien la empresa de ski puso la primera piedra inaugural, todos se largaron frenéticamente a reformar, abrir, hacer negocios, empresas de alquiler de equipos buscaban casas de alquiler. Cada familia se devanaba los sesos pensando con que negocio podía hacer dinero.
Fue en unos de esos días cuando al llegar Berta al hotel, Paco la estaba esperando con un aire medio sombrío.

_Berta, tendremos que buscar alguna chica para que atienda al público. Ahora vendrá gente importante de mucho dinero y no daremos abasto.

_No se preocupe, ya lo pensé Don Paco. Yo puedo atender mañana y tarde como lo venía haciendo y las tareas de contabilidad se las llevamos a Ivana que se dedica a llevar papeles. Sí, habría que tomar alguien más en la cocina para….
Fue interrumpida bruscamente por Paco.
_Necesitamos alguna chavalita de buena presencia, ¿Me entiendes?

Berta se quedo muda. Nunca se había preocupado demasiado por su aspecto. Tal vez era hora que lo hiciese.

Puso manos a la obra. Paco le pagaba bien. Se fue en su único día libre a la ciudad. Allí fue a una nutricionista que, a ruego de ella, le puso una dieta casi asesina. Averiguo en una clínica estética para hacerse un peeling, unos retoques a su nariz, pómulos, barbilla, etc. Se gastaría todos sus ahorros. Aparte del entusiasmo de estar más linda, su vida era el hotel y ella quería estar en la conserjería, que tras las reformas, quedaría de cine. Ella lo había diseñado.

A los dos meses Berta era otra. Una figura elegante, un rostro agradable, maquillada, bien vestida. Era como esas chicas de la gran ciudad.
Pero, vivía agotada. El régimen alimenticio la ponía de mal humor y vivía cansada. Su rendimiento no era el mismo.
El nuevo hotel estaba a pleno porque era temporada.
Un día llego una hora más tarde y la estaba esperando Paco junto a una preciosa chica rubia. Lo imaginó. Era su reemplazo.

Paco no la despidió, le reservó un cuartito que no se había reformado, al fondo del hotel, para que hiciera los pedidos, por teléfono. Personalmente hay que tener una buen imagen y Berta con el pasar de los días volvió a engordar, a sus trajecitos sastre y a esperar que algún día, un huésped que se hubiese perdido por las pasillos del hotel atravesara la puerta del pequeño mundo donde ahora ella habitaba, fuera de las miradas de los señoras y señores millonarios.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
30-08-2012 13:18

ANOREXIA.

Carmen. T. M, con 13 años y una estatura media, pesaba 6o kilos. A esa edad, los amigos y amigas, y los compañeros de colegio son muy crueles, y se sentía marginada. Esa incomprensión por parte de su entorno juvenil, fue el detonante de la explosión emocional que se produjo en ella. A partir de ese momento, por ser excluida, se volvió muy exigente y se propuso ser perfecta. Tal vez por esa exigencia, se sentía culpable. Se sentía culpable de comer, de mirarse en el espejo y verse gorda. Y empezó a obsesionarse con su peso y con la perfección que quería alcanzar.

Quizá la gente más allegada a ella no lo notaba, pero su personalidad iba cambiando. La habitual confianza con su madre se iba deteriorando para dar paso a una continua serie de mentiras que pretendían enmascarar su realidad cambiante. Se inventaba excusas para no explicarle a su madre lo que hacía, cuando hasta ese momento no existían secretos entre ellas. Su carácter era más apático y desagradable, no quería comer, no quería hacer nada. Sus padres no intuían el problema que se estaba gestando en la mente de su hija.

En tres meses bajó su peso diez kilos. Sus padres, no dieron importancia a su pérdida de peso casi repentina, y sus compañeros alababan su nueva figura, lo que le animó a perder más, hasta pesar sólo cuarenta. Las consecuencias fueron: debilidad muscular, deshidratación severa, sensación de desmayo, fatiga, debilidad general y pérdida de cabello entre otras.

Cuando sus padres quisieron reaccionar, ya era tarde. Su carácter había cambiado tanto que era muy difícil acceder a ella y, además, peligroso: podía producirse un rechazo que la sumiera aún más en el abismo. ¿Qué hacer? Las peleas eran constantes, las malas contestaciones y el malestar. ¿Cómo se podía hacer entrar en razón a alguien que no veía ni aceptaba que tenía un problema? El primer paso para solucionar algo, es, ser consciente de que existe, si no, no se puede actuar en consecuencia.

Cuando C. T. M, ya estaba perdida en el círculo de la anorexia, su madre la convenció para ir de vacaciones a la torre, (casa de campo) donde viven sus abuelos. No quería pero, adoraba a sus abuelos y accedió. Nada más llegar, sus abuelos que conocían su grave situación, intentaron hacer algo para suavizar tensiones. Entonces ocurrió algo decisivo. Algo que ayudó a C. T. M, a darse cuenta de lo que le estaba pasando. Tras una de las habituales peleas en el seno familiar, el abuelo acabó la discusión diciéndole: ¡basta! ¡Lo que haces no es normal! Has perdido tu lozanía queriendo estar más atractiva, pero has logrado el efecto contrario. Eras muy guapa y ahora estás fea.

Esas palabras le tocaron el corazón: su abuelo, una persona a la que admira y a la que quiere más que a sus propios padres, estaba profundamente decepcionado con ella. A partir de ese comentario, reflexionó, y poco a poco, se volvió más asequible. Todos empezaron a dialogar con ella, a escucharle, y sobre todo, hacerlo sin que se sintiera presionada.

C. T. M, una chica de 13 años, que estaba llena de seguridad, buen carácter, una personalidad abierta, tolerante y confiada, después de cuatro largos años de anorexia ha pasado a ser desconfiada, insegura y muy triste. Sus ojos reflejan todo el dolor por el que ha pasado y toda la carga que le han supuesto sus problemas por esa enfermedad. Es un daño que cuesta de apreciar. No surge de un día para otro, sino que, se va creando, inducido por distintos factores del entorno.

C. T. M, ya lleva tiempo, intentado reponerse. Aún no lo ha conseguido del todo, pero lo logrará. Todavía necesita seguir con el tratamiento, y otras medidas, afectivas sobre todo, para acabar de salir del pozo en el que estaba hundida. Ha recuperado la mitad de su peso perdido, y una mínima parte de su antiguo carácter y personalidad luchan por volver a la normalidad. Ha tenido mucha suerte y aunque aún no es del todo consciente de ello, con la ayuda de su familia, ¡Lo va a conseguir!






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