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VAMOS A CONTAR HISTORIAS
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
24-02-2021 19:28

Gracias por tu comentario, Gregorio. Con los ánimos y la grata compañía tuya y de J.J., este renacido foro de relatos puede llegar a buen puerto. Si la animáis tal vez se incorpore la maestra Eratalia. Abrazos.

Por cierto: ¿quien propone el tema para la próxima entrega? Yo se lo dejo a J.J., que tiene más experiencia...

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
24-02-2021 19:27

Gracias por tu comentario, Gregorio. Con los ánimos y la grata compañía tuya y de J.J., este renacido foro de relatos puede llegar a buen puerto. Si la animáis tal vez se incorpore la maestra Eratalia. Abrazos.

jota jota
jota jota
24-02-2021 02:13

Un cuento, un recuerdo, un olvido.

La lluvia me encerró una vez más en esa habitación de la calle Miranda en donde pasaba ratos fugaces y felices. Bajo el intenso aguacero, un verdadero vendaval, me dispuse a leer.

Sin pestañear tomé de la estantería un libro, lo abrí y el azar me llevó a la página 44. Al terminar la primera línea supe que ya había leído ese relato y vagamente recordaba la trama. Era una historia fantástica, pero tan lúcida, tan brillantemente escrita, que los trazos de la historia tocaban a intervalos la realidad y se asomaban con estricto rigor al dibujo de algunos días de mi propia vida.

-Ese detalle, en apariencia insignificante es lo que convierte un relato fantástico en uno extraordinario-. Pensé.

Vuelvo a leer la narración pero desde la perspectiva que este día me dicta, desde nuevos y diferentes intereses; estoy convencido que al releer un texto lo hacemos desde otra orilla, con otra carga, con otra intensidad y por esa razón encontramos deslumbrados esquinas que no habíamos visto en la primera lectura.

Entre brumas se perfiló el asombroso final, digno de Borges, ya no habría sorpresa, ni estupor ante lo inesperado, aun así no podía dejar de leerlo, buscaba afanosamente entre las excelentes imágenes escritas por el autor, una imagen perdida, más no escrita, una figura entre muchas que yo había imaginado mientras leía ese cuento, pero no podía desentrañar la imagen imaginada, que asomaba entre mis sombras magnífica y tampoco recordaba la estrofa que me había permitido avizorarla. Tenía eso sí, la sensación de haber creado una imagen brillante, única.

Una imagen iluminada de la felicidad que contiene por igual todas las alegrías y las tristezas, sin los sobresaltos de un corazón inestable y bandido. La felicidad sin el odioso reclamo de errores cometidos, sin la euforia de victorias ficticias. La felicidad inexplicable e inigualable, instantánea, permanente, plena.

Busqué con insistencia la imagen perdida entre esas letras impresas, me entretuve entre las páginas del libro a sabiendas que no lograría alcanzarla, aburrido intuí lejanamente que la imagen había traspuesto la puerta del olvido, tercamente insistí en la lectura de esas líneas, apostando sin razón alguna a la peregrina posibilidad de otra oportunidad.

Disfruté enormemente algunos pasajes, detalles que no recordaba en los cuales con gracejo y desenfado me vi retratado una vez más, frases entre paréntesis a guisa de ejemplo, que se parecen enormemente a las que yo uso con frecuencia, encontré además una metáfora que me empujó al vértigo, por lo inaudito.

Pero esa imagen que en su momento un imprevisto me negó escribir, anotar con prisa para no perderla entre la amenaza del descuido me es imposible traerla de regreso y permanece detrás de puertas cerradas, fallo una y otra vez en todos mis intentos de recordar, la imagen se convirtió en el humo efímero y pasajero de un cigarrillo ajeno.

Una vez más, ante esta nueva derrota, compruebo que el cerebro no es un instrumento automatizado y no existe un botón que pueda pulsar para rememorar acontecimientos, ideas, nombres, son otros los mecanismos y yo camino por el sendero de lo desconocido en esos espejos de la memoria.
Seguramente padezco del síndrome del olvido benigno, la marca de fábrica de este apellido que es mi legado.

Creí acercarme a la imagen que frenéticamente buscaba, pero como un espejismo se diluyó entre las palabras de una frase sombría, que se asemeja a la atroz soledad que me golpea desde siempre.

Tocan la puerta, el cartero me obliga a recibir una carta para una desconocida, firmo el recibo de entrega a disgusto, estoy a punto de tirarla a la basura y el teléfono me detiene.

-Aló, papá, que bueno que estás allí-. -Estoy esperando una carta muy importante, necesito que la recibas y me la guardes, paso más tarde a buscarla-.
Enfadado todavía respondo ante la voz que me parece familiar. -Que casualidad, el cartero me obligó a recibir una correspondencia a nombre de una completa desconocida, de una tal Xiomara Landaeta-.

¡Papá!

¡Ese es mi nombre!

Cierro los ojos e imagino a Xiomara Landaeta arrancándose los cabellos.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
23-02-2021 20:28

Dejo mi aportación a la EMIGACIÓN que afluye a España constantemente.

LOS VENCIDOS.

El hombre dormita recostado sobre el tronco de un árbol, intentando atrapar la paz del sueño. Quiere sumergirse en el sosiego y eludir los ecos del recuerdo grabados en su mente. Sostiene en una mano un tetrabrik con vino, y en la otra un trozo de pan. A su lado, una mochila mugrienta que contiene sus escasas pertenencias.

Entreabre sus párpados y revela parte de unos ojos rojizos, quizás por haber llorado. Es como un guiño a la escasa claridad de la tarde. Con gesto fatigado, se desprende de su gorra mugrienta también, y la deja caer al suelo. El sudor reseco, retiene partículas de polvo adheridas a los pliegues de su cara. Su atuendo sucio y con desgarrones, ha perdido su legitimidad para convertirse en un envoltorio de harapos.

El sol le reanima con un cálido abrazo, antes de que sus rayos declinen por el horizonte. Le duele todo el cuerpo. La batalla fue más dura de lo que supuso antes de que comenzara. El enemigo fuertemente armado, les igualaba en número. Pero fueron necesarios tres asaltos para vencerlos. No hubo muertes, pero sí, más de treinta heridos y su poblado destruido.

Un perro hambriento se acerca y se para a pocos metros del hombre. Su pelaje blanquiazul refleja la luz de los tenues rayos del sol que se acerca al ocaso. Se aproxima decidido al trozo de pan. El perro parece estar convencido de que el bulto inmóvil junto al tronco del árbol, forma parte del paisaje. Tiene hambre y se acerca sin temor. Un gran error. El hombre estira una pierna, y lo golpea con la punta del pie. Sorprendido, el animal emprende una veloz carrera al tiempo que lanza un quejido. El hombre sonríe. Es una risa forzada que deforma la tristeza que refleja su rostro.

Bebe un trago de vino y vuelve a ponerse la gorra. Se levanta, mira hacia donde tuvo lugar la batalla, y sólo ve desolación. Todavía quedan grupos de vencidos formando corrillos, que seguramente debaten qué hacer. Pero duda que sean capaces de reorganizarse y hacer una resistencia adecuada para defender aquel lugar y reconstruir sus chabolas.

Con paso perezoso, se dirige hacia el interior de la arboleda con la intención de buscar y el deseo de encontrar un lugar para dormir. A unos cien metros hacia adentro, ve un alcornoque muy grande y frondoso, y se ha encaramado a una de sus gruesas ramas que se extiende casi horizontal, a bastante altitud del suelo, de la que nacen otras dos ramas, una a cada lado, formando una especie de tridente. Ha cortado unas taramas y se ha construido un nido como si fuera una ardilla. Se ha envuelto en una vieja manta, dejando los brazos fuera. Ha amarrado una cuerda en el tronco de la rama de su lado izquierdo, pasado el otro extremo por encima de su cuerpo y lo ha fijado en el tronco de la rama que queda a su derecha. De esa manera, no caerá del árbol cuando se duerma. Prefiere dormir arriba para evitar que alguna alimaña le ataque.

Anochece. Está tan cansado, que pocos segundos después está dormido. Duerme toda la noche de un tirón.

Se despierta al oír un coro de voces que le llaman y queda sorprendido. Las cincuenta familias que vivían en el poblado, están acampadas con sus heridos, sus niños, sus ancianos y sus cacharros, alrededor del árbol que le ha servido de morada durante la noche. Ellos no se han percatado de su presencia hasta que la luz del día lo ha puesto al descubierto.

Él no tiene familia. Vivía solo en una chabola de ocho metros cuadrados. Pero todos sus vecinos lo aprecian mucho y lo consideran parte de sus propias familias. Le han ofrecido que siga con ellos para intentar reconstruir las chabolas ahora que se han marchado los policías y las máquinas.

Pero él ha rechazado el ofrecimiento. Se ha puesto en marcha para internarse aún más en el bosque, convencido de que todos le seguirán hasta encontrar otro lugar donde construir sus chozas.

Los policías que los han desalojado y destruido sus viviendas, han actuado dentro de la ley.

Esas familias de distintas nacionalidades, son emigrantes que viven en unas condiciones infrahumanas. Y quizás no saben que cruzar la frontera con el objetivo razonable, deseable y necesario de buscar una vida mejor, les convierte en ilegales...



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
23-02-2021 20:09

Rodrigo. Ya en la introducción de tu relato, dejas claro que el protagonista no es un emigrante forzado a serlo por hambre o problemas políticos, sino por otras circunstancias que le obligan a vivir una vida bohemia, y por tanto a migrar por todo el mundo buscando donde reposar sus descansados huesos, y lo encuentra en ese lugar donde puede pasar desapercibido. Has hecho un buen trabajo.
Se asemeja tu historia a un relato mío titulado, otra FORMA DE VIVIR.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
23-02-2021 12:46

"Escapar a ciegas"este relato de J.J., a diferencia del mío concretiza la figura de sy protagonista haciendolo exclusivo y sin dibujos alternativos. Da detalles de las dramáticas razones que motivaron su periplo, pero silencia las circunstacias del viaje. Como por lo general, J.J. escribe desde la tragedia que le ha llevado a emigrar, la tragedia de un país corroído por las ambiciones de usurpadores que llevan consigo la ruina y la abolición de todo un país, arrancando de cuajo las raigambres de sus gentes. Un triste encuadre donde sólo pueden presentarse cierto tipo de tragedias. Y en eso J.J. puntúa alto.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
23-02-2021 12:25

Me toca la vez de cumplir con el compromiso de publicar en Rayuela (y mantener algo de tono en eso tan arduo de escribir.) Tal vez mi texto sea algo críptico, un poco metafísico. su personaje es anónimo, sus características, especiales, asi como su planteamiento del concepto de emigración. Yo lo he planteado como una huída hacia adelante, sin otro objetivo que un reencuentro imposible consigo mismo. Espero que os guste.

EMIGRACIÓN

Esta puede ser la historia o la ficción de un emigrante atípico, de alguien a quien su especial carácter, sus orígenes y, en parte, su devenir histórico, le han impuesto como forma de vida la permanente emigración. No es un emigrante en el sentido social del término, sino alguien que busca en el viaje, en su permanente desplazarse por lugares y entre gentes diferentes algo indefinible y, posiblemente, inasible para el ser humano, el equilibrio, el íntimo conocimiento y la paz interior. En los límites de este relato, desde luego no los encontró.

De pie, solemne en su notable altura, contemplando los últimos reflejos del sol sobre el agua tranquila en aquel ocaso apacible en tierras desconocidas, irguiendose para disimular la cargazón de espaldas sobrevenida por la edad. Recién llegado a aquellas remotas tierras que se le ofrecían, pensaba, para acoger los postreros años de su vida, allí estaba él, frente al mar, a un ocaso metafórico y a la interrogante que iba a ser nuevamente su vida desde ahora.
Realmente aquella vida suya itinerante hacía muchos años que era todo interrogante, todo indecisión, todo reinicio. Y a las preguntas que constantemente se hacía acerca del sentido que tenía una vida como la suya nunca le encontró respuesta. El azar, el acaso, las circunstancias imponían su devenir y lo habían traído hasta aquí, hasta estas tierras tan alejadas de la suya, en la que nació y nunca pudo enraizar.

Nacido en familia de emigrantes siempre sintió la necesidad -casi vocación- de conocer otros paisajes, otras gentes. Era una pulsión que condicionó desde niño su vida. Ávido lector de literatura de viajes pronto adquirió un denso bagaje de conocimientos de los países que imaginaba iban a acogerle en su periplo vital. O al menos eso se fraguaba en su joven y fértil imaginación. Pronto aprendió que desde las páginas amables de sus lecturas hasta la realidad vivida había trechos inmensos, a veces infranqueables. Trechos que suponían renuncias permanentes, adaptarse a situaciones muchas veces humillantes. Y todo lo admitió entendiendo que era su destino.

Itaca, Ulises, Penélope... él se sentía un Telémaco redentor de ausencias. Viajar, ser ciudadano de ninguna parte, sin vínculos que le adhiriesen a ninguna tierra, a ninguna ciudad, a ninguna familia. Hacer de su vivir una experiencia siempre inédita, sin moldes previos, una existencia en libertad casi de pájaro. Ese proyecto vital le moldeó el carácter y hasta su propio físico de un modo singular; lo volvió reservado, casi hosco, poco sociable y desconfiado de todo y de todos. Su cuerpo se hizo nervudo, sólido, curtido por interperies y trabajos rudos. Sus manos, enormes y nudosas, pocas veces acariciaron un cuerpo femenino y nunca desde la ternura y el amor.

Viajó incesantemente; a veces recalaba en algún lugar que le parecía soportable, sobre todo en épocas en las que por necesidad debía aceptar trabajos de más larga duración, pero pronto se hastiaba. Siempre, en su primera juventud, vivió en fondas y pensiones de ínfima categoría, refugio de gentes como él, sin hueco en la sociedad, aquella sociedad que él siempre consideró falsa, injusta e unaccesible. Sus padres tampoco tuvieron ese hueco y eso fue marca indeleble en su personalidad.

Dos circunstancias, en cambio, pudieron cambiar su vida y suavizaron algo sus rigores físicos, aunque acrecentaron los espirituales. Dotado de una clara inteligencia y una curiosidad profunda por el saber y los conocimientos, consiguió adquirir un cierto dominio de estos en las más variadas materias. Practicó la lectura en modos y materias infrecuentes y su espíritu de observación y su natural inteligencia le permitieron conocer a las personas con precisión y agudeza. Meditaba asiduamente; en las largas épocas de inacción; durante sus viajes en solitario gustaba concentrar su mente analizando aquellos asuntos que le preocupaban, despiezando sus aspectos exteriores y tratando de buscar el núcleo de sus porqués.

Otra circunstancia que le pudo permitir un cambio de vida que él ni quería ni consideraba necesario se produjo a causa de un accidente que le mantuvo en cama varios meses; entonces conoció a una muchacha en la casa en la que se alojaba; y los ardores naturales de su juventud, ya en los márgenes de llegar a la edad adulta, movieron fibras en su interior que hicieron aflorar apetitos y deseos que nunca, de otra forma, se le hubiesen manifestado. Fue una época insólitamente prolongada; apaciguada y de alguna forma encajada en los usos y costumbres de la sociedad. Mantuvo el trabajo que le habían ofrecido durante ese largo período y, además, avanzó en sus estudios, especialmente los humanísticos y los de arte. Tal vez durase aquella época 5 o 6 años.

Pero desafortunadamente para él se impuso su fatídico hado; aquella muchacha que consiguió fijarlo a la vida normal murió trágicamente cuando iba a consolidar mediante la convivencia y el matrimonio aquel cambio profundo en la manera de vivir de su errátil compañero. Él vio en aquella muerte una evidencia de su fatal destino y reemprendió su incansable y desesperado viajar. De nuevo el desplazarse por caminos y tierras desconocidos; de nuevo la dureza de la diaria supervivencia; de nuevo la soledad y la sensación de abandono. Nuevamente su mirada, clara e inteligente, se tornó oscura y huidiza; la desconfianza en todo y en todos se añadió a su equipaje.
Sus estancias en los lugares en los que recalaba volvieron a ser cortas y pronto aparecía la insatisfacción respecto a los nuevos -y recurrentes- ambientes. El solitario que era volvió a ocupar su vida yla precariedad se convirtió de nuevo en su constante.

Y ahora había llegado tras innumerables peripecias y sufrimientos, que por contraste fortalecían su carácter y lo afianzaban como su único e irremediable destino, a un lugar que desde sus aquellas lejanas lecturas de la niñez, habían atraído poderosamente su atención. Consecuente con su visión terminal de la vida y sus peripecias llegó a una tierra también terminal. Una tierra dura, fría, hostil, donde los escasos seres humanos que la poblaban nunca extrañarían su hosco comportamiento. Tierra de broncos marineros y gentes de ventura. La lejana Patagonia chilena, con la que tantas veces había fabulado en sus años de adolescencia y juventud. Ahora estaba allí. Frente a un mar como un espejo en el que se reflejaban las altas montañas y los verdes prados; y en el que bebían árboles retorcidos y sufrientes como él mismo. Aquel bien podría ser su destino final, donde entregaría a la tierra, o al oscuro mar, lo que quedaba del envoltorio de sus sufrimientos y esperanzas; de sus ansias de encontrar el sentido de lo humano que había sido el motor de sus interminables viajes. La tierra donde todo se acaba, una tierra como metáfora. Al final había encontrado el paisaje que podría dar sentido a su eterna emigración.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
23-02-2021 11:20

Buen relato JJ, aunque el tema sea dramático. La emigración siempre ha existido por razones diversas, pero, estamos en el siglo XXI y la emigración es más abundante e imparable. Me identifico con tu personaje Víctor, porque como él, cuando migré desde Lucena, (córdoba), a Barcelona, mi idea era seguir hasta Suecia, no para hacerme el “Sueco”, sino, porque en aquellos tiempos oía decir que en Suecia se vivía mejor que en ningún otro país de Europa. Luego las circunstancias mandaron y me quedé en Barcelona para siempre. Sólo una sugerencia; deberías pasarle el corrector, para corregir algunas faltas de acentuación.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
jota jota
jota jota
22-02-2021 17:46

Esta es mi contribución sobre el tema migrante propuesto por Gregorio.

Escapar a Ciegas

El hambre es perversa; hinca sus dientes de acero envenenados en los indefensos intestinos y sorbe sin misericordia la esperanza. Los desalmados, que nunca faltan, los autócratas, los déspotas, las nuevas y revestidas dictaduras utilizan el hambre y aplastan las convicciones, acorralan hasta la sangre las certezas. Tarde, la historia reconoce los hechos y mientras tanto, los caminos se llenan de sombras anónimas que huyen del hambre, la palabra migrante los nombra.

Victor Valdez tiene apenas venticinco años y huye despavorido, a ciegas, del hambre y consigue escapar con las uñas. Victor no habla de las peripecias de su viaje, de la forma en que logró burlar los controles y cruzar las lineas imaginarias que dividen los paises, no cuenta cuantas ciudades atravesó para llegar a este rincon en donde fuimos arrojados por las tormentas de nuestros propios desastres huyendo del hambre. Victor no hace ningun comentario sobre su recorrido, ni tampoco el tiempo invertido en esa empresa, o sí quizás, quebrantó alguna ley obligado por las circunstancias, ni cuanto caminó, o sí por el contrario, engañó al miedo de quedar anclado para siempre en una playa desconocida, o de morir ahogado en un mar helado y se arriesgó a navegar en una frágil embarcación, la luna como brújula, como instrumento de orientación sobre aguas desconocidas, tumultuosas y siempre peligrosas.

Victor Valdez no hace ningun comentario y quedan abiertas las dudas, las incognitas, de sí acaso en su huida desesperada tomó un autobus, un camión, un avión que lo alejara del hambre de la que huye, o sí se le ocurrió tomar en un descuido algo que no le perteneciera, sí la ruta en esa fuga fue amable, sí le tocó dormir a la intemperie, sí tropezó con algun fusil empuñado por mano inexperta. Victor Valdez ni siquiera comenta un solo detalle del tiempo que le tomó cruzar las fronteras hasta este lugar en donde muchos otros hemos llegado igual que él, huyendo de la atroz infamia del hambre, otros, a diferencia de Victor, hablan de su épica aventura y nos cuentan con una convicción única la ficción que han elaborado para borrar los dolorosos e inconfesables detalles que es necesario mantener en el olvido, la dignidad, o lo que queda de ella, después de haber sido golpeada por el hambre, nos impide mostrar algunas heridas que enterramos, que ocultamos, que olvidamos.

Cuando se le pregunta a Victor sobre ese aspecto de su vida, él guarda silencio por largo rato y termina diciendo: soy ave de paso. Al oirlo, yo miro el cielo limpio de amenazas y a diferencia de Victor Valdez yo quiero ser arbol y quedarme plantado en este suelo y crecer sin límites hacia un cielo distinto de horizontes abiertos, sin tener el yugo del hambre como amenaza permanente.

Victor no habla de la travesia; ni siquiera la menciona como aventura, es un capítulo escrito, cerrado y sellado. Victor habla en cambio de situaciones, de casualidades, de como reunió las hilachas de esperanza ocultas en los rincones de sus apegos más queridos y con los destellos de futuros fugaces huyó del hambre. Victor se lamenta continuamente de la irreparable ausencia de sus afectos, de las pérdidas que el hambre causa y reconoce que es incapaz de reconstruir su vida lejos de sus costas, de su mar, de sus montañas, de su cielo, y pretende convencernos con minuciosos detalles que el cielo de su patria es único en el mundo.

Yo he visto a Victor caminar por las aceras de la ciudad que lo alberga y que le es desconocida; su paso es firme aunque se sabe perdido y ni siquiera el GPS de su movil le señala el probable destino que aspira. A su lado, junto a él, otros cumplen la rutina que han establecido para seguir adelante y mantienen sobre las aceras pasos y ritmos diferentes para llegar a destinos distintos, sin conocerse siguen durante un trayecto el mismo rumbo y llegado el momento, quizás en un semáforo, o en una esquina, desaparecen tan anonimos y solos como Victor, que permanece indiferente al sonido de esos pasos, de las voces que susurran confesiones a su lado en lenguas desconocidas. Victor Valdez no se detiene a observar esos rostros, ni tampoco sus ropas, como tantos otros, victor se ha convertido en una sombra sometido al arbitrio de las circunstancias y se mueve sin dejar rastro, ni huella posible. A Victor Valdez lo impulsan amenazas invisibles que lo mantienen en un estado de alerta permanente, una vigilia constante que se parece mucho al miedo.

En su transito Victor busca con afan desmedido una franja de luz que se cuele entre las nubes, un olor familiar que la memoria reviva, el chispazo de un color que le devuelva, aunque esten rotas, las calles que tantas veces caminó y dejó atras huyendo del hambre, Victor intenta encontrar la voz de su ciudad en el eco del viento que hace remolinos en las esquinas, pero la mentira le arrebató ese sonido y finalmente convertida en tirania lo empujo a fronteras de espinas. Victor mantiene su maleta hecha en espera de una señal que le permita el regreso a un pais del que escapó huyendo del hambre, a Victor le es imposible abandonarlo del todo, porque mantiene la idea de que el país lo espera, como tambien esperan las madres a sus hijos.

A Victor Valdez y a mí nos hermana la circunstancia que nos empujó fuera de nuestra patria, pero nos diferencia un detalle. Victor dejo un país huyendo del hambre y está obligado a regresar, a morir en alguna parte de su extenso territorio. Yo, en cambio, deje el hambre atrás y me traje el país acuestas. Cada uno de mis actos es un reflejo del pais que soy y a donde voy dejo sembrada la semilla de una nación entera, porque lo mejor de mi país crece en cualquier terreno y en donde me encuentre lo represento con la dignidad de ser uno más de sus ciudadanos, que hoy andamos regados por el mundo como parias, sin un documento de ciudadania valido, pero con nuestra identidad intacta.

jota jota
jota jota
20-02-2021 20:40

Es una extraordinaria propuesta escultorica que efectivamente nos muestra uno de los muchos aspectos del migrante. Al mirarla es inevitable pensar. Vamos en pedazos, dejando por donde pasamos ese rastro nuestro que identifica de donde somos. Gracias

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