Hola, Maricarmen, bienvenida a la página. Ya estás registrada. Los textos se cuelgan directamente en la sección que corresponda, según del tipo que sean. Aquí no se tienen que enviar para que te los publiquemos como en los rincones de El Búho.
Un fuerte abrazo, compañera. Espero que te sientas a gusto en esta página.
Maricarmen Galiana Ros
05-06-2012 01:46
Hola, soy maricarmen y quería saber como se registra uno aquí. Y como se mandan los textos.
Acabo de leer uno de Analogias y me ha alegrado mucho verla de nuevo y poder leer cosas suyas. La verdad es que la echaba de menos.
Y también a Gregorio y a Despistes.
Un saludo a todos.
Luis García
16-05-2012 15:23
"La charla íntima" de Ana Logías:
No me voy a cortar un pelo en el comentario, no me importa que en las mesas de al lado pongan el oído, ejem... jajajaj, QUÉ BUENO PODER TENER TUS LETRAS EN EL FORO!!!!!!!! ANALOGY!!!!! Me divierte muchísimo leerte, y más cosas, eh? polifacética escritora...
La vieja el visillo, jajajajajaaaaaajajaja, buenísimo!!
Estela
15-05-2012 02:29
LA CHARLA INTIMA DE Analogías
Qué gusto leerte, Ana!
UN delicioso paseo por esas "faunas variopintas" que parece que hay por todas partes.
Encantador, simpático, inteligente, y por supuesto, con su toque de reflexión.
El tema es que si además de comerte el pollo soso, tuviste que escuchar semejante conversación... ! lo tuyo es un apostolado!
Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
Castelo
14-05-2012 22:20
La charla intima - Analogías
Juasssssssssss....cotillaaaaaaaaa!!!! Toda la comida cotlleando, eh? Juas...cualquiera se sienta a tu lado, colega.
Ya en serio, muy buen texto,amiga. Hacer reir no es nada facil, y escribir humor con calidad es dificilisimo. Aquí, en tu texto (al igual que en el anterior de Obser) se aprecia una excelente redacción salpimentada con ciertas sátiras muy reconocibles.
Gracias por traer tus letras.
Ana Logias
14-05-2012 21:55
La charla íntima:
El restaurante estaba casi lleno. Las mesas tenían una separación de no más de medio metro entre una y otra, y la pareja que se sentó a nuestro lado no tardó en hacerse notar al pedirme, cortésmente, que les pasara la sal.
El salero vino de vuelta a mi mesa en el segundo plato. Mi pollo al curry estaba algo soso y me tocó volver a reclamarlo haciendo un ademán de complicidad con mis vecinos comensales.
Él, rondaba la cuarentena, vestía “arreglado pero informal” (camisa y vaqueros), ella, más juvenil, melena a lo “Amelie” y sin maquillar, pasaba desapercibida, aunque si hubiesen estado conmigo algunos de mis amigos varones me hubiesen destacado más atributos de su físico que yo, siendo mujer, fui incapaz de apreciar.
No eran más que dos personas sentadas a mi izquierda, gente que transitaba y coincidía en el mismo sitio durante no más de una hora en mi vida. Probablemente, no los volveré a ver más, sin embargo, esos instantes captaron mi atención fueron lo suficientemente diferentes como para pensar en aquello durante unos instantes.
Mi conversación versaba sobre lo que había llovido, sobre si la comida estaba buena o si teníamos que haber pedido menú del día cuando, de pronto, el volumen del local bajó lo suficiente como para que sin pretender concentrarme en los recién llegados, me llegara con pelos y señales esa “radionovela” en directo, impuesta sin más, narrada por los propios protagonistas.
- Yo… - dijo él mientras tragaba – verás, ahora mismo, estoy hecho un lío … (silencio sepulcral).
Creo incluso que durante un nanosegundo el que tiempo se detuvo, la gente dejó de comer, de moverse, de reírse, el aire se ralentizó y los camareros se pararon en seco cargando con sus bandejas. (¡¡¡Dios mío, que aquí sobramos cincuenta!!!! ¡¡¡Va a cortar con elle aquí mismo, en el restaurante, en medio de todos!!!)
- Pero… (ruido de copas) quiero decirte… (me va a dar un infarto como no vaya al grano ya mismo) que yo… quiero…(se levanta y se va, ¡seguro, seguro!) quiero que tú… (silencio infinito, - seguía tragando…- ¡Pero deja ya de comer, hostias! ¡Que el momento lo merece!…) que tú, estés… conmigo (¿cómo? ¿cómo conmigo? Entonces, después de todo no la va a dejar…¡menos mal, ya me estaban amargando la comida!)
Me sentí muy incómoda. Obviamente, no me parecía que fuera un diálogo para tenerlo entre bocados, y menos en un restaurante en el que se podían compartir hasta los manteles. Intenté seguir a lo mío pero mi acompañante parecía estar en su mundo, sin darme opción a ocupar mi mente. Decidí observar al resto: a los camareros que salían y entraban a la cocina, a los de mi derecha, que sin embargo no percibía de qué hablaban, a la inglesa de turno que, como siempre, se le escuchaban sus carcajadas por encima de los decibelios españoles (y luego dicen de nuestro ruido ibérico…).
Las voces de esta pareja se diluían de cuándo en cuándo, con el resto del ambiente del local, (lo cual agradecí) ya que empecé a pensar que me estaba poseyendo el espíritu de “lavieja’l visillo” .Traté de volver a lo mío, dándome vergüenza ajena por haberme quedado con la trama de su historia. Seguí salteando aquel plato de curry y pensé en cómo era posible que aquellos dos no se dieran cuenta de que esa charla, supuestamente íntima, se podía oír con pelos y señales en dos mesas más allá.
- No sé lo que pensarás (otra vez, por Dios… ¡Dejadme comer en paz!) - pero...- volvió él a la carga.
- ¿Y qué es lo que has dicho en casa? – le interrumpió la versión española de Amelie. No pude evitar mirarla de refilón para ver cuál era su postura y qué cara ponía.
- Bueno, lo oficial es que estoy viviendo solo y que no tengo a nadie…(¡Ahahá! O sea, que ella es “la otra”) - Y claro… (bebió vino)…es tan fácil como decir “mamá y papá antes vivían juntos y ahora ya no”. Además ella me lo está haciendo pasar fatal, no sabes cómo me está puteando - me lo imaginé con cara de cordero degollado. No quise ni mirar, pero me sonaba todo tan típico... -. Lo único que te pido… (seguía haciendo interminables silencios que parecían no acabar nunca)… es …(tragó) que estés ahí.
- ¿Yo? – Dijo ella como si tuviera un palo metido en la espalda. Evidentemente estaba rígida, tensa (¡A ver si acaban ya y puedo relajarme comiendo!) - Ya sabes que yo no tengo planes y... estaré encantada. (¿Será capaz de decirle que estará pa' lo que quiera? - Sí, definitivamente, me estaba convirtiendo en "visillera"- ¡Pero mujer, un poco de dignidad! Que se divorcie primero, que se rehaga, y luego ya si eso, entras tú en juego…).
- Yo encantada-. Repitió sumisa mientras se cogían de la mano -. (¡Buah! ¡Pringada!)
Me dieron ganas de levantarme, decirle que ella será el clavo que saca el otro clavo, que solapar una relación con otra es indicativo de ser alguien de paso, en tránsito, que lo más normal del mundo es que él vuelva con su mujer o acabe conociendo a otra (por estadística, claro, porque cuando un tío sale de un divorcio, le renacen las alas y se quiere tirar a todo bicho viviente – cosa que también es lógica -)…Pero obviamente callé, seguí saboreando aquel pollo soso, pues aquella pareja que comía a mi lado, sólo eran dos extraños que durante apenas una hora de mi vida únicamente compartieron decibelios, espacio y sal.