Una historia con 14 palabras, para no quedar en falta
Jardín. Mansión Niña. Marioneta. Hiedra Calabaza. Alhóndiga. Escaparate. Bahía. Baharí. Mujeres. Paroxismo. Pesa. Sobrado.
Tomé una Decisión.
Bajé de las montañas donde nací, el eco de mi voz quedó suspendido entre riscos y abismos y los afectos quedaron envueltos en el amable azul de la neblina. Resolví con acierto mis negocios, pagué por un año mis derechos de depósito en la alhóndiga y las tierras a cargo de mi buen caporal, de sus manos prodigiosas
Atrás quedó el jardín de colinas encantadas, coronadas por rocas amarillas de fantásticas y divertidas formas de calabazas, asediadas por el río que las rodea y enamora con su dulce rumor de piedras, y siempre cantando el baharí, en el muro tapizado de hiedra, ese lugar mágico sobrado de recuerdos, en donde encontré un seis de julio a Marisela Marcano, divertida marioneta bailando con el viento.
Rescaté del escaparate la postal de la Bahía del Pirata que me envió Marisela con apenas cuatro garabatos en desorden, que logré descifrar con dificultad.
Te espero. Tú niña pájaro.
Me pesa su ausencia y no puedo negarlo, recuerdo sus palabras al despedirse:
Tú parece que naciste con raíces, eres más una zanahoria, una de esas papas que cultivas, enterrado bajo la tierra, sin cielo ni horizonte.
Y mi respuesta automática, en un intento desesperado por darle razones contra posibles arrepentimientos.
Y tú naciste pájaro.
En el trayecto de a poco cambia la geografía, las enormes llanuras se tragan las montañas, las colinas. La tierra se tapiza con tonos verdes que se extienden hasta perderse de vista, un calor sofocante se mete en la piel, y allí se queda obligando sudores. En la madrugada llegué a mi destino, se han desatado los vientos y un eco profundo y desconocido se deja oír con insistente monotonía.
Entré a la mansión del deseo llamado por el escandaloso ruido de la vida y además, es el único lugar de puertas abiertas a estas horas. Con los ojos abrasados por el humo de cientos de cigarrillos intenté encontrar sin éxito a Marisela Marcano, en esa algarabía, en el desorden de gritos destemplados, en el paroxismo de los hombres ante mujeres desnudas, que sumisas atienden sus demandas, abandonadas a una noche sin mañanas.
Amanecía cuando salí de local, la brisa me llevó a la playa y me deslumbró el mar, las horas pasaron y yo permanecí conmovido ante la absoluta inmensidad de la creación.
Al final de la tarde el sol se defendió de las sombras con valor, entre fulgores de intensos colores libró una batalla épica y cedió finalmente paso a otra noche.
Hipnotizado por el mar y con cierto pesar le di la espalda y caminé por el puerto en mi búsqueda de Marisela Marcano.
A quienes pregunté no supieron darme razón de una mujer de ojos hondos en los cuales hay una estrella que brilla siempre en el negro profundo. Ninguno había visto una mujer con la piel de espuma de leche salpicada de canela y menos recordaban sus cabellos cortos de barba de maíz.
Caminé sin rumbo toda la noche, le pregunté incluso a la luna por Marisela y un guiño de esperanza fue su respuesta.
Al amanecer me detuve frente al mar en el mismo ángulo de la postal, y una voz limpia con la brisa de madrugada, una voz que conozco en cada detalle de sus tonos dice a mi lado:
Sin ti perdí el interés de volar.
Con el asombro amarrado a la garganta logro contestar:
Y a mí me nacieron hormigas en los pies.
Hoy iniciamos la gran aventura de vivir con las alas extendidas y una meta única. Mantenernos juntos por siempre, para siempre.