| VAMOS A CONTAR HISTORIAS |
 |
| jota jota |
|
|
|
Buen tema, sobre todo ahora que los gobernantes tienen la mejor excusa para cerrar fronteras. Vamos entonces a buscar migrantes. Bueno Rodrigo, ya ves, Gregorio con su computador nuevo no deja espacios y nos obliga a seguirle el paso. No podemos defraudarlo. |
|
|
|
 |
| Gregorio Tienda Delgado |
|
|
|
Gracias, Rodrigo. Mi deseo de escribir siempre está activo, y acudo a cualquier llamado que se me haga, siempre dentro de mis limitaciones. JJ, cumpliendo con tu pedido, propongo como tema, LA EMIGRACIÓN. Los emigrantes que llegan a cualquier país del mundo, sufren rechazo, no tienen casa ni trabajo y malviven como pueden. |
|
|
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas. |
|
|
|
 |
| jota jota |
|
|
|
Esperemos que las variadas disculpas sirvan para que el nuevo ordenador se mantenga firme ante los embates de tus textos. Con mi viaje de vacaciones no estoy escurriendo el tema propuesto del miedo, trabajo todavía en el, me quedan algunos días. Espero no dilapidarlos en los preparativos para celebrar el 14 de febrero y antes de que se venza el plazo colgaré mi texto. Quiero proponerte Gregorio, que como fuiste el primero en saltar al ruedo a por el toro, seas tú quien indiques el proximo tema. |
|
|
|
 |
| Rodrigodeacevedo |
|
|
|
Hola, Gregorio: ya sabía yo que no andarías lejos. Qué gran alegría que hayas vuelto cuando en Rayuela cominza "un nuevo renacer" (o eso se pretende). Un excelente relato, en el que sustituyes el habitual sueño por la ensoñación que se produce esperando a la musa. Pero se ha portado muy bien y te ha inspirado un gran relato.
El de J.J., un poco apartado de su linea habitual, tiene su "miga". Efectivamente la psicosis que gobiernos y mafias han creado respecto al tráfico de drogas; puede crear -de echo son frecuentes- situaciones como las que describes en el relato. Y con consecuencias mucho más dramáticas que la que cierra tu relato.
La nueva Rayuela se pone en marcha... |
|
|
|
 |
| Gregorio Tienda Delgado |
|
|
|
Gracias, JJ. Tu relato, un viaje de vacaciones con sueños premonitorios que no llega a realizarse, por esa pertinaz decisión de los funcionarios de aduanas de buscar droga donde saben que no la hay, y dejar pasar a quienes la llevan. Un relato con final abierto. Lo de mi ordenador, un caso curioso: El que tenía con 9 años de servicio se negó a seguir, me compré uno nuevo que solo duró 4 meses. Y entre devolverlo y que me dieran uno nuevo, ha pasado casi un mes. Pero han tenido la gentileza de disculparse varias veces. |
|
|
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas. |
|
|
|
 |
| jota jota |
|
|
|
Vacaciones de Carnaval Antes de terminar enero y luego de la fiesta de Reyes fui sometido a una intensa campaña mediática realizada por operadores turísticos, no pude sustraerme a ese bombardeo incesante de propagandas desplegadas frente a mis ojos, imágenes televisadas, anuncios pagados en los periódicos, mensajes en mi correo electronico, a mi número de móvil, que crearon la imperiosa necesidad de participar en las fiestas carnestolendas lejos de este silencio gris que aturde. Prácticamente fui empujado a revisar decenas de posibles destinos y finalmente me decidí por una isla del Caribe, con la clara intención de pasar tres días sin bufanda ni abrigo cubierto con un pantalón corto bajo el sol, sin ningún plan elaborado, dedicado únicamente a la locura colectiva, además, leí en alguna parte, que nueve meses después del carnaval, en la isla se incrementa la tasa de natalidad. Con cierta dificultad encontré alojamiento y un vuelo con dos escalas. En el trayecto perdía un día para ir y otro de regreso, apenas tenía el tiempo justo para volver al trabajo sin más descanso que las horas de vuelo, y sus asientos terriblemente incómodos, pero con eso me bastaba. Según el itinerario llegaría el domingo a media noche a la isla y regresaría el miércoles de ceniza. Para mis vacaciones, para esa escapada, aún faltaba mucho tiempo, pero cada día mi ansiedad aumentaba, ya quería estar en esas playas de arenas blancas bajo el sol y un cielo tan azul como el mismo mar, pero sobre todo, quería estar junto a esos cuerpos hermosos de mujeres oscuras, con sus ojos encendidos en el frenesí de los tambores y la música del Steelpan, las claves y el calypso, ese ritmo que se mete en la sangre, te obliga a mover los pies olvidado de todo y de todos, únicamente quieres perseguir el acompasado movimiento de las caderas de esas bellas mulatas. Trinidad y Tobago me espera, la confusión de la lengua creole, los intensos sabores de la comida con curry, la playa y una aventura con una mujer de la isla me trastornan. Me veo bajo la luna la madrugada del mismo lunes de carnaval, entre las piedras, junto a los cocoteros, sobre arbustos suaves, besando unos labios rojos de cundiamor. Desde el mismo día que compré el boleto, un sueño se repite y me desconcierta. En mi sueño estoy sobre las olas de un mar sucio, apenas a unos metros de la orilla, pero la playa es inalcanzable, me es imposible llegar, con cada braceada aparece una ola que me devuelve al mismo lugar, sobresaltado, con la angustia de no poder llegar a la orilla, de perder las fuerzas y ahogarme, me despierto. Puede ser una premonición, quizás mi destino sea perderme en el camino, o acaso es el anuncio de que mis vacaciones, tan esperadas, se convertirán en un fracaso y debo desistir; pero no soy capaz de renunciar y olvido estos sueños, que considero producto de mi ansiedad. Finalmente llega el día. En la mochila llevo unos interiores, un pantalón corto, una franela, desodorante y un preparado especial de polvos para los pies, que debo usar para evitar el mal olor, tengo un problema real con el olor de mis pies.
Al pasar el morral por la máquina de seguridad, el preparado especial para los pies causa alarma, me detienen, me llevan a una habitación en el aeropuerto y comienzan a interrogarme. Viajar solo, con escaso equipaje y unos posibles químicos explosivos me hace sospechoso de terrorismo. Soy trasladado en un vehículo a una especie de zaquizamí en un lugar desconocido, me interrogan con violencia. Una y otra vez cuento mi historia de los carnavales en Trinidad y Tobago. Por lo visto no me creen. Me mantienen incomunicado mientras analizan los polvos que utilizo en contra del mal olor de los pies. |
|
|
|
 |
| jota jota |
|
|
|
Extraordinario Geregorio. La falta de ordenador no es ningun problema para quien sabe contar hostorias. Es un tema realmente actual porque los secuestros han aumentado y no hace falta ser millonario para ser un objetivo de los malvivientes. El peor de los miedos es el que se siente cuando está en peligro la vida de nuestros seres más queridos y la única solución es enfrentarlo, tal cual como el personaje de tu relato. El final por supuesto impredecible, pero aún más, con mucho humor al dejar la pagina en blanco y por si fuera poco, un toque a los recalcitrantes separatistas y sus imposiciones arbitrarias.
Un abrazo y gracias al técnico por haber reparado el ordenador, o quizás tuviste que comprar uno nuevo, porque la obsolescencia de la tecnologia va a una velocidad distinta de la nuestra, y no se diga de la tuya, que sorprende lo increiblemente activo que estás. Seguiremos tu ejemplo. Gracias por atender este llamado con tan buena pluma. |
|
|
|
 |
| Gregorio Tienda Delgado |
|
|
|
Queridos amigos y amigas. He estado casi un mes sin ordenador, y por ello, desconectado del mundo cibernético. Contestando al llamado de JJ, dejo este relato en Contando historias: creo que es el mejor lugar. Un saludo afectuoso para todas y todos. EL EXAMEN. Salí de casa para ir a un examen de literatura, en el que debía escribir un relato en un tiempo muy corto, media hora. Era jueves. Entré en la librería más cercana a mi casa, como tantas otras veces, con la idea de comprar algunos libros. Me sorprendió ver que no estaba el dueño ni la cajera, a los que conocía, pues siempre compraba allí. Compré sólo un libro. Me dirigí a la caja para pagarlo y el nuevo cajero me miró con insistencia, con descaro. Me puso nervioso. No tenía un espejo donde mirarme, pero sabía que mi cara había cambiado de color, que se había enrojecido. ¿Por qué me mira así? ─Me pregunté. Estaba a punto de salir de la tienda cuando el cajero me preguntó:
─¿Tienes hijos?
Me extrañó esa pregunta.
─Sí, uno. Un hijo.
Ya casi en la puerta de la librería, otra vez el cajero me volvió a interrumpir.
─¿Estás casado?
Esa pregunta me extrañó aún más, y no contesté. Antes de que pudiera decir nada más, me comentó que no le gustaba nada mi coche por su diseño poco llamativo. Lo miré fijamente a los ojos, con ganas de pelear, pero me contuve y le dije que tenía que irme, que tenía prisa. Pero el cajero insistió. Me preguntó si quería a mi familia. No le contesté. Me parecía raro que un individuo al que sólo había visto esa vez, me hablara de esa manera. Tal vez aquel tipo necesitaba un poco de conversación. Nada más salir de la librería volví para cambiar el libro. Lo compré sin percatarme de que estaba escrito en catalán, y me costaba mucho leer en esa lengua. Lo quería en castellano. El cajero me lo cambió, y me lo dio con una sonrisa burlona. Estábamos solos, no había otros clientes. Cuando intenté marcharme, el cajero me cogió por el brazo, me retuvo, y me pregunto.
─¿Sabes que han aumentado los secuestros?
─sí. Lo vi en la televisión.
Acto seguido me enseñó una foto. ¡Era de mi esposa, y de mi hijo! La rabia asomó a mis ojos y él me dijo:
─No los volverás a ver si no pagas el rescate que te pedirán.
Lancé un grito aterrador. ¡Noooooo! Le hubiera derribado de un solo golpe, pero no podía arriesgar las vidas de mi mujer y mi hijo. Me dijo que le siguiera hacia el interior de la tienda, señalándome el bulto de la pistola que ocultaba debajo de la chaqueta. Sin apenas esfuerzo, desplazó una estantería llena de libros. Detrás había una puerta. La abrió y me indicó que fuera delante. Bajé una escalera que conducía a un sótano. Al final de la escalera una tenue luz iluminaba un pequeño recinto. Al fondo, había otra puerta, y me indicó con un gesto que la abriera. En ese momento, pensé que también me iba a secuestrar, pero deseché esa idea, por ilógica. ¿Quién le pagaría el rescate? Dentro de la segunda habitación, puso un vídeo, en el que se veía todo el proceso detallado del secuestro de mi familia, paso a paso: vigilancia en la puerta del colegio, en la puerta de mi casa, seguimiento a mi mujer mientras hacía las compras. Y esa misma mañana, los secuestradores los abordaron cuando mi mujer llevaba a mi hijo al colegio. Eran dos, pero ninguno el librero. Él supuse que era el cerebro de la banda de delincuentes, y la librería la tapadera para blanquear el dinero obtenido con las extorsiones. Un calor abrasador recorrió todo mi cuerpo desde los pies a la cabeza. Por mi cerebro pasaron miles de ideas para liberarlos. Pero no sabía adonde los tenían encerrados, aunque supuse que quizá los tuvieran en algún habitáculo del mismo sótano. Tenía que conseguir que me dijera dónde estaban retenidos. Preguntarle sería inútil. No me lo diría y podría tener consecuencias graves para mí. Me armé de valor, y en un arrebato de ira, lo empujé contra la pared, lo inmovilicé y le arrebaté la pistola. Ya era mío. Le apunté a la cabeza y le dije:
─Dime dónde los tienes, o te vuelo la cabeza.
─No, no lo harás, porque si lo haces los matarán. Dijo con tranquilidad.
─¿Que no me lo dices? Ya verás.
Le disparé en un pie y chilló como una rata que ha caído en un cepo.
─Estoy dispuesto a hacerte sufrir lo impensable.
Le disparé en el otro pie y le dije:
─Ahora te dispararé en las manos, los brazos y en las piernas. Te desangrarás poco a poco, y verás cómo viene la muerte con su guadaña a cortarte la cabeza. Y te aseguro que los encontraré, porque sé que los tienes en este mismo sótano.
─¡No, por favor, no me dispares más, te lo diré! Y… justo cuando estaba a punto de dispararle en una mano, un suave toque en el hombro me hizo reaccionar. El profesor me avisó de que era hora de entregar el relato. Mi hoja de examen estaba en blanco… |
|
|
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas. |
|
|
|
 |
| jota jota |
|
|
|
¡Tendré que morirme! A mi sobrina.
Con los pelos de punta No puedo oponerme, tampoco negarle absolutamente nada y mucho menos contrariar una decisión ya tomada de antemano. Se me hace imposible dejar de cumplir siquiera uno de sus deseos, por mínimo que este sea. Estoy convencido que este último empeño obedece a un capricho, pero es impensable asomar una inconformidad ante su determinación, pronunciar una negativa está fuera de mi alcance, se me anuda la garganta, las cuerdas vocales no me obedecen, la lengua se entumece y no puedo pronunciar palabra. Con una enorme dificultad me trago la desesperación. Ante el tamaño de esta nueva extravagancia intento enviar un mensaje con ojos miopes y a duras penas consigo que se humedezcan. Termino por afirmar una vez más mi derrota con la cabeza. Este último antojo dispara un cañonazo contra el delgado hilo de la lógica, el absurdo de la fulgurante nebulosa en la que vive mi hija choca contra el indefenso criterio que la separa la realidad, gana el absurdo, y esta comprobación me hiere, me fractura y me acusa como único culpable de su actitud irresponsable. Por insensato que parezca, nunca permití que mi hija hiciera las compras y por tanto desconoce el verdadero valor del dinero, siempre he tenido miedo a que la lastimen, que la golpeen, que la acuchillen en una cola mientras espera el turno para comprar comida en el automercado, o para obtener sus propias toallas sanitarias, pasta de diente, o aspirinas en la farmacia. Vivimos en un país en donde las leyes son para condenar y mantener en la cárcel a los opositores al régimen. Desde el principio he sido débil con ella y sin importar el tamaño de la desmesura, termino por complacerla. Esta situación no es nueva, lo novedoso, quizás, es esta firme y silenciosa resistencia que le escondo. Desde el momento en que nació su primera mirada me desarmó. Hace 25 años cumplo a ojos cerrados sus deseos sin importar el costo y no supe hasta hoy el daño que yo le ocasionaba, lo perjudicial de mi actitud complaciente. Recuerdo el primer y fallido intento de negarme a una pretensión suya, y como en ese instante se quebró mi voluntad para siempre. Ella caminó con sus menudos pies a tropezones. Con la lengua amarrada a sus primeras palabras, dijo ¡Quiedo! y señaló una monada de muñeca vestida de azul. Inmediatamente tomé la muñeca, pero antes de llegar a la caja para pagar la muñeca, mi pequeña hija se detuvo y abrazó un horrendo oso adiposo, de un material áspero, ojos bizcos y un color impreciso. Negué con la cabeza sin poder articular mis argumentos, tenía la lengua seca y las manos húmedas, pero ella insistió. En un intento desesperado por no cumplir su demanda, sin negarme, con un dolor profundo que me abrasaba, dije entre dientes, casi sin sonido mi voz: -la muñeca se queda-. Sin una lágrima, sin un grito, sin lamentables y odiosas escenas, clavó sus ojos y me retó sin misericordia. Me volví añicos. Al llegar a la casa el oso inútil quedó en el olvido y desapareció entre otros juguetes. Mi casa durante años se convirtió en el centro indiscutible para celebrar la amistad. Sin exagerar, creo que por aquí desfiló toda la ciudad, parrillas y asados cada sábado, un día hasta gallo creo que cocinaron. Tiene años haciendo vida en común con quien será su legítimo esposo dentro de poco, todos sus conocidos y amigos lo saben, no tiene ninguna necesidad de celebrar con una fiesta de gala, con un espectáculo de cantante Pop, su boda, que finalmente no es una novedad para nadie. ¡Tendré que morirme! para evitar el exabrupto de dilapidar en unas horas su patrimonio, el pensamiento zigzaguea un segundo y cuando la idea se instala como certeza me falta el aire, los pulmones se hacen de piedra, las fosas nasales y la tráquea cierran el candado al necesario oxígeno para seguir viviendo, intento buscar aire en un acto desesperado y en esa espesa oscuridad su voz ilumina un punto impreciso. ¡Papá! El grito y la angustia son inevitables en este trance. Despierto entre los vapores de poderosos sedantes, aturdido, trastornado todavía por la confusión, entre el desorden y la sombra del incidente oigo la pregunta del Doctor. ¿Este hombre atraviesa alguna dificultad? Mi esposa responde con la firmeza y la convicción de cuarenta años de matrimonio. -Nuestra hija está planeando una boda y en una noche va a dilapidar lo que nunca tuvimos, lo que jamás pensamos en tener-. El doctor se cuida de mirar a mi esposa y afirma. -Sí persiste en esa idea tendrá que buscar a otro que la acompañe al altar, porque este hombre tiene un ataque de pánico y se le va a morir antes de la celebración-. |
|
|
|
 |
| jota jota |
|
|
|
Las mentiras de Bastidas La mentira es un largo camino de obstáculos, aquel que se atreve a transitar ese peligroso sendero erizado de dificultades, avanza a tropezones esquivando heridas. De un atolladero se salta a otro y el único asidero es la confianza ciega en mantener el engaño. Quién miente sabe que entra en un laberinto con escasas posibilidades de éxito, es plenamente consciente de su situación, pero confía en la incertidumbre para crear sospechas, para inyectar dudas. En el instante que construye la mentira se convierte en rehén de sus palabras, está encerrado tras los barrotes del engaño y sus actos son los destellos de una farsa de continuas improvisaciones. Yeirson Bastidas conoce de mentiras, su vida es una farsa, una puesta en escena. Permanece impasible, sin remordimientos ni arrepentimiento alguno y afirma resentido frente al cruel espejo que lo repite, que él debe arrebatarle al destino las oportunidades que le fueron negadas. Bastidas pertenece a las temidas Fuerzas de Acciones Especiales (FAES). Como todos los integrantes del grupo viste de negro, utiliza armas sofisticadas, cubre su rostro con una máscara aterradora, y actúa con impunidad bajo la protección de un régimen criminal. Como todos los que protegen al usurpador, gira en una espiral de maldad. El (FAES) pertenece a la Policía y está altamente especializado en el exterminio de los ciudadanos. Todo aquel que se atraviesa en el trayecto de sus balas, o queda atrapado en medio de sus dudosas operaciones, es asesinado extraoficialmente. Bastidas sabe por experiencia que la mentira es una gota de duda capaz de abrir profundas grietas en las certezas, que en medio de la asfixia es posible llegar muy lejos y para mantener el engaño debe utilizar estudiados silencios circunstanciales, estirar las palabras hasta endulzarlas y componer con renovadas mentiras el mensaje envenenado. Yeirson Bastidas lleva vidas paralelas. Antes de iniciar su entrenamiento en el grupo (FAES) se le instruyó para que mantuviera en secreto, incluso, de la propia familia, su condición de policía de las Fuerzas Especiales y Yeirson se transformó en un maestro del engaño, en una sombra que vive entre el misterio. Bastidas se destaca de sus compañeros de promoción y rápidamente asciende a Jefe de Grupo de Tareas, porque ciegamente cree en los principios básicos de esta fuerzaque consisten en recibir órdenes. Cumplir órdenes. No cuestionar órdenes. Desde hace un año su trabajo consiste en la persecución, captura y asesinato de quienes se oponen al gobierno. Tiene órdenes expresas de liquidar con disparos en la cabeza a sujetos que participen en las manifestaciones, los blancos deben ser jóvenes, ya que estas muertes causan más dolor, más miedo y logran el efecto de paralizar a la población. Eso dicen los instructores cubanos. Hoy nuevamente el (FAES) está desplegado en las calles, los opositores intentan entregar a los policías y militares un documento que les otorga amnistía, si deciden enfrentar la dictadura. Bastidas se encuentra en posición de tiro, busca un objetivo a través de la mira telescópica de su fusil y se paraliza. Retira de inmediato el dedo del gatillo. Su hija y sus inocentes quince años, con otros cientos de miles ondeando el tricolor nacional, avanza al frente de la marcha, lleva puestas las sandalias que él le regaló. Sabe que su hija se ha convertido en objetivo, es la imagen que deben abatir, sus compañeros le van a disparar, le van a volar la cabeza a su bebé. Bastidas es ahora un hombre fragmentado, abandona su posición y corre hacia el grupo de manifestantes gritando “Yo quiero la amnistía”. Algunos compañeros del (FAES) lo acompañan. Hoy no hay muertos por quien llorar. |
|
|
|
|
|