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jota jota
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05-02-2021 19:34

La marca de una despedida

Yo cabalgo el entusiasmo en esta tarde que se despide, el sol es un globo enorme hinchado en llamas y se viene abajo con la amenaza de incendiarlo todo, ese valiente sol acosado por espesas nubes de color lila arremete con sus intensos amarillos y abre heridas doradas en un intento desesperado por mantener el cielo limpio y claro, pero indolente y cobarde el temeroso cielo se deja arrebatar sus tesoros azules y a pesar del dolor se entrega a la oscuridad, ha perdido la esperanza sin luchar, sin convicción. El sacrificio del sol permanece grabado y oculto en mi recuerdo.

Ese cielo indiferente entra perplejo a las sombras de las seis de la tarde y en este olvidado y arenoso pueblo que lleva por nombre Viento Fresco se levantan a esta hora remolinos de polvo rojo para ensangrentar la hora, que queda sembrada y echa raíces en mi memoria.

En la glorieta de la vieja casona de tus padres esperamos juntos por última vez la llegada de la noche, arrebatado por mis veinte años, por esa noche que se hizo presente de golpe y dejó en el cielo una ráfaga de estrellas, pero sobre todo, por la urgencia de mi adiós, por esta inminente despedida mía, por esa grieta que abro entre los dos al dejar el pueblo, en mi intento de convertirte en ancla para regresar, dije sin pensar exactamente cómo conseguirlo, sin imaginarlo siquiera:

-Déjame que te haga feliz-.

Tú; con la mirada fija en mañanas imposibles, con los pies bien plantados en el futuro, serena, tranquila, calculando tu vida como de costumbre, el pensamiento fijo en la inflexible balanza de tus sueños, midiendo en el tiempo hasta el mínimo detalle para no equivocarte, y para no lastimarme, respondes con tus diecinueve años cumplidos y tu metro ochenta de estatura y tu piel morena y tus cabellos negros a mitad de la espalda y tus huesos estrechos y tus carnes mezquinas, me hablas sin sonreírte, sin preocuparte por la innegable fuerza de las palabras, convencida de lo que piensas y en lo que crees:
-La felicidad no es una línea recta que alguien pueda dibujar y entregarle a otro como dádiva, o regalo-.

-La felicidad es un camino y también una encrucijada-.

-Es una calle que se debe transitar a sabiendas que invariablemente se romperá en una esquina para llenarte de sorpresas-.

-Es la figura de una persona acompañada por el peso de su sombra y nada más-.

-Es el paso que damos y la huella íngrima que dejamos sin olvido posible-.

-Es la palabra que se lleva el viento y también el eco que se queda dentro de una y forma vacíos, crea abismos a los cuales de vez en cuando nos asomamos-.

-La felicidad es más que una promesa, es un objetivo fijo en mi vida y por ella trabajo cada día, la felicidad es mucho más que un compañero de viaje-.

Esa noche nos despedimos atrincherados en nuestras diferentes realidades. Ella se quedó mirando la luz de las estrellas y yo me fui contando los pasos con el peso de su respuesta, con los gestos de sus manos, con el tono de su voz metido en la sangre.

Ese momento permanece intacto en mi recuerdo, el sol arrebatado de esa tarde, no me abandona, ese incendio me acompaña desde entonces y dibuja a este otro que soy ahora, que con la vuelta de los años, entendió que otras certezas diferentes a las mías obligaron tu respuesta y forzaron en mí esta firme decisión de no volver hacer promesas nunca más, de guardar silencio, de mantener las distancias, de no regresar, de no volver jamás y como tantos otros, convertirme en un número de las estadísticas del éxodo, un nombre perdido en la diáspora que logró borrar su fecha de regreso.

jota jota
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03-02-2021 15:31

La encrucijada de las circunstancias

La ciudad se apresura y guarda un silencio cómplice apenas oscurece. Antes de las seis de la tarde, con anticipación a las sombras el instinto se inquieta, la sangre se agita, se dispara el pensamiento y una urgencia enfermiza recorre el cuerpo, el miedo obliga apresuradas retiradas con el único fin de salvar la vida.

Cada día conocemos incontables historias que se repiten en las conversaciones y se refieren a un amigo, un conocido, un familiar. ¡Temerarios!

Se negaron a oír los ruegos insistentes de una madre. -No regreses tarde hijo-. Las súplicas de una esposa. -Son innecesarios los riesgos-. La advertencia de una novia que deja al descubierto un amor sincero, genuino, para implorar a un imprudente que se cree audaz. -No te dejes alcanzar por las sombras-. -No tienes ninguna necesidad de permanecer en la calle después de las siete de la tarde-.

Quienes tercamente insisten en no oír consejos, en no tomar las debidas precauciones ante el enorme riesgo de una ciudad tóxica, inevitablemente son alcanzados por la mano desnuda del horror.

Llegada la hora del final de la jornada me escabullo sin despedirme para evitar que me retrasen, francamente huyo a la carrera. Hoy, las circunstancias dictan un rumbo diferente a las estrictas costumbres que mantengo para preservar la vida. En la puerta de la oficina me detuvo el jefe y recibí una orden directa. -Necesito que revises este inventario-. Dijo, y me entregó un disco. Agregó, para que no me quedara ninguna duda de la importancia del cumplimiento de la orden dada.

-Cuando termines déjalo sobre mi escritorio-.
Esos pocos segundos fueron suficientes, todos los compañeros salieron en desbandada. La rabia, el silencio y el miedo se quedaron conmigo.

Revisé el archivo, hice las correcciones necesarias y cumplí con las instrucciones lo más rápido que pude. Eran las siete y media de la noche cuando dejé la oficina, en la gaveta de mi escritorio se quedaron esos objetos que convocan el riesgo, que llaman al peligro, en la aparente seguridad de las paredes, se quedaron mi reloj, el celular, las llaves y mi cartera. En los bolsillos guardé mi cédula de identidad y suficiente dinero para pagar los pasajes. Pocas precauciones contra el miedo que me arropa.

En la calle la oscuridad es total, ni un solo foco está encendido. Camino aterrado hasta la Avenida Baralt, las luces de los carros que pasan la iluminan, destellos, relámpagos de luz que no logran apaciguar el miedo convertido en un animal desenfrenado. En la parada del autobús soy el único que espera.

En la noche el temor escarba con insistencia en los corazones, siluetas deformes se deslizan entre grises, crecen en estas sombras las amenazas y ya no hay tiempo de lamentarse, todos mis sentidos están alertas y me consume el pánico. Finalmente respiro en el momento que se detiene el autobús.

Al entrar los pasajeros me observan intentando descubrir mis intenciones. Una estridente canción rumbosa suena en la radio. Me siento al lado de una señora que protege una bolsa plástica con dos panes. La gula me delata, tengo un mes que no encuentro pan. La mujer comenta con tono de triunfo. -Pase dos horas en una cola para conseguirlos, vendían únicamente dos por persona-.

El autobús sigue la huella de una ruta establecida de antemano. Antes de llegar a Quinta Crespo se montan tres muchachos, no nos dan tiempo de sorprendernos y a modo de advertencia cada uno muestra una pistola.
Con insultos y gritos exigen que les entreguemos el dinero, los celulares, arrebatan los relojes, ninguno de nosotros lleva cadenas, ni aretes, ni joyas.
Un muchacho que ocupa el asiento de atrás se lanza por la ventana y al caer en medio de la avenida lo atropella un auto que no se detieneLa señora a mi lado abre el pan y temblando lo rellena como puede con unos pocos billetes.

A esta peligrosa encrucijada llegué empujado por las circunstancias, me eligieron para un trabajo que no pude rechazar, inevitablemente pienso en la señora a mi lado y las dos horas en una cola por dos panes que la enfrentan al riesgo de perder la vida.

Aumentan los gritos y el miedo se desborda incontenible, uno de los ladrones se nos acerca. Me pide el celular y a duras penas, en un murmullo, respondo. -No tengo trabajo, no tengo nada-.
La señora a mi lado muestra la cartera abierta y dice llorando. -No tengo dinero-. El muchacho intenta arrebatarle el pan, la señora lo defiende con su cuerpo y con un llanto desesperado, que parte el alma. Este desalmado acto me obliga a interceder y a pesar del pánico suplico. -No le quites el pan-.

El muchacho termina por arrebatarle el pan a la señora y me grita ¡Cállate becerro!

Con la pistola me golpea en la sien.

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27-01-2021 18:19

Condiciones Especiales

Bajo un techo ajeno y tirado en un lecho de sábanas sucias, da dolor ver convertido en pellejo y huesos a quien antes gastaba las horas en el gimnasio sobre máquinas de multifuerza y mantenía los músculos de su cuerpo definidos con el rigor de repeticiones innumerables. Da pena encontrarlo en ese estado lamentable de abandono, envuelto en el denso humo azul de un cigarrillo impenitente colgado de sus labios.

Al verlo, recordé un cuento que Julio Cortázar tituló Acefalía y me quedé mudo, temí que mis palabras sonaran huecas, vacías, gastadas, como en el cuento de Cortazar. Prácticamente, mi amigo de siempre había perdido la cabeza.

Me quedé pegado en el piso bajo el marco de la puerta de su habitación, no pude esconder el asombro pero mantuve silencio. Al verme, me reconoció enseguida. No hizo ningún movimiento, ni siquiera un intento vano de levantarse y siguió con la mirada perdida persiguiendo un recuerdo, pero adivinó en mi rostro desesperado, en mi terco silencio, la pregunta que no hice.

Con esa voz de galán de radio que cautiva las audiencias más disímiles y que millones de venezolanos reconocen como la voz de la libertad, con la dicción precisa y perfecta, con el tono exacto de una confesión legítima, entre la tos perniciosa, persistente y convulsa del fumador contumaz me dijo.

-Su nombre es Maigualida Montes Marcano, detrás de un beso de su boca de cundiamor me perdí y ya no puedo ni quiero encontrarme-. -Guiado por sus gestos imprecisos me interné en su piel más allá de su nombre y logré ser único, múltiple y diverso en esa montaña mágica que es ella-. -La perdí y me tiré en esta cama a esperar con brutal paciencia a la muerte-.

-En apenas seis meses la pena me consumió, se evaporó como el humo de mis cigarrillos el fluido vital-. -Le entregué mi vida y yo me entrego a la muerte-. -Sin lamentarme espero el final de mi hora con una decisión tomada-.

-Ella es reportera-. -Desde hace veinte años es un oficio peligroso en este país abandonado de la gracia de Dios-. -La enviaron a cubrir una protesta de estudiantes en contra de la escasez, el desabastecimiento, la inseguridad, la mentira y corrupción del gobierno-. -Llegaron los cuerpos policiales y los parapoliciales, los motorizados de franelas rojas, esos resentidos armados, intolerantes, los marginados con salario-. -Dispararon a mansalva contra los estudiantes y ella los grabó y transmitió en vivo con lágrimas en los ojos por la impotencia, por el dolor de los muchachos caídos, por los gases de las bombas cítricas-.

-Reportó la injusticia y allí mismo se ensañaron con ella y con el camarógrafo, destruyeron los equipos, le rompieron los dientes, la patearon en el suelo, le destrozaron el hígado, la detuvieron y abrieron un expediente judicial por incitación al odio-. -¡Cuánto cinismo!-

-Vendí, rematé y quemé todo cuanto tuve, me quedé con lo puesto-. -Con mucha maña y todo el dinero que tenía logré sacarla del país, hoy finalmente tiene asilo político y yo estoy tranquilo, pero me muero sin ella-.

-Estás a tiempo le dije-

-Hay muchas formas de combatir este régimen y si no te importa morir, ven a enfrentarlo en nombre de Maigualida y vamos a las protestas, vamos a cambiar la mentira por la verdad-. -Vamos juntos, hay un lugar para ti en la calle-.

Intentó una sonrisa y la mueca en el rostro me lastimó aún más que sus palabras.

-No tienes idea de lo perversa que es la opresión hasta que tratas con ellos-.

-Logré sacar a Maigualida del país bajo condiciones especiales-. -Quieren mi voz-. -Esta voz que he cultivado y todos reconocen como sinónimo de justicia y verdad la quieren para convertirla en la voz del régimen, sí me niego, sí aparezco en una protesta, matan a Maigualida sin importarles en donde se encuentre, ni las leyes internacionales, ni un carajo-.

Mi única opción es morirme, el único acto de rebeldía que me es permitido es el que realizo conscientemente-. -Morirme a plazos, en silencio, sin que lo noten y no permitir que mi voz se convierta en eco de la tiranía-.


Nota al margen.
En su informe anual, la asociación civil Espacio Público, destaca los pormenores de 350 denuncias que reflejan un total de 579 agresiones a reporteros, ataques repartidos entre censura, agresiones físicas y verbales, intimidación, restricciones, e incluso el homicidio.

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26-01-2021 02:43

Los imprevistos, o esas señales indiscutibles

El fin de semana nosotros planeamos visitar la cueva de Marengo. Una vez al mes nuestro presupuesto nos permite salir fuera de Indianápolis y descubrir junto a la familia algún lugar interesante cerca de la ciudad. Es una forma de animar a nuestros hijos a la aventura y alimentar en ellos el placer de viajar.
Conocer lugares distintos y distantes de la comodidad de la casa ayuda a ampliar los horizontes, se obtiene un conocimiento que no enseñan en la escuela y crece la fuerza del espíritu.

Cuando planeamos una excursión mi esposa investiga y se informa sobre el lugar que visitaremos, ella sabe de antemano cuales son las mejores rutas a tomar, las más seguras, o las más cortas, en donde están las estaciones de gasolina, los restaurantes, los hoteles, los hospitales y clínicas asociadas a nuestro plan de seguro, otras posibles atracciones que podemos ver o disfrutar, el costo, las horas de atención al público, el tiempo y la temperatura que nos espera. Conoce la historia del lugar que visitaremos y se entusiasma con cada nuevo detalle que descubre.

Yo en cambio no quiero conocer nada de antemano, quiero que el viaje, el paisaje que vea, el lugar y los imprevistos me sorprendan, que el paseo se convierta en una novedad desde el inicio del viaje.

Nuestros hijos prefieren quedarse en casa mirando videos, jugando en la computadora o incluso leyendo. Ellos protestan a la hora de salir de excursión, se quejan de los inconvenientes de salir de la casa, forcejean en un intento de hacernos desistir y finalmente a regañadientes nos acompañan.

La Caverna de Marengo es un monumento nacional de los Estados Unidos, es de propiedad privada ubicada en la localidad de Marengo, aproximadamente a dos horas y media de Indianápolis, es una de las cuatro cavernas que se encuentran en Indiana y la atracción más popular.

La historia nos cuenta, dice mi esposa, que la tarde del 6 de septiembre de 1883, Sibblins Orris un niño de apenas 11 años y su hermana Blanche de 15 años, persiguen por un terreno de piedras a un asustado conejo gris y ante sus ojos desaparece por una grieta, un hueco entre las rocas que ellos asumen se trata de su madriguera, quieren atraparlo, ya se imaginan comiendo estofado de conejo y comienzan a levantar y remover piedras del agujero, sin ninguna advertencia la tierra se abrió y se los tragó cayendo dentro de la cueva. No están preparados para esta aventura, carecen de linternas y de sogas, dentro de la cueva la oscuridad es total y los deslumbra el brillo del techo y de las paredes de la caverna que es enorme, creen que están dentro de una mina de diamantes.

Sibblins y Blanche logran salir fuera de la cueva y corren a contarle al dueño del lugar que encontraron en su propiedad una mina de diamantes, la tarde se ha convertido en noche, pero se organiza de inmediato un grupo de hombres preparados con linternas y cuerdas y entran a la cueva, descubren que no es una mina de diamantes, pero sí es la caverna más hermosa que jamás han visto.

El sábado en la noche nos acostamos más temprano que de costumbre para levantarnos el domingo a las seis de la mañana, a las siete, según lo previsto, ya estamos todos dentro del auto y listos para salir a conocer la Cueva de Marengo, pero el portón del garaje no abrió. Es un portón eléctrico que abre únicamente con el control remoto, por un momento pensé que la nieve había obstruido la puerta y caminé fuera, pero no había nieve ni nada que impidiera abrir la puerta. Llamé a la compañía que instaló el sistema y un mensaje grabado me informa los horarios de atención al público y confirma que no tienen servicio de emergencia. Finalmente, resignados nos quedamos en la casa.

Yo no soy supersticioso, pero creo en las señales del destino, en más de una ocasión un evento imprevisto me ha salvado de un peligro, o de atravesar por una difícil e incómoda situación, por esa razón no intenté trasponer la barrera que me coloca en esta oportunidad el destino y no insistimos en viajar.

El domingo, en el noticiero de la noche, la televisión informa que hubo un accidente en la ruta que lleva a la caverna de Marengo, las imágenes muestran a un enorme camión que perdió los frenos y causó una tragedia de carros destrozados y personas heridas. Una vez más agradezco a Dios haber intervenido en mi auxilio y confirmo que siempre debo obedecer las advertencias, que los imprevistos son señales luminosas a las que le debo prestar mi mayor atención.

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23-01-2021 22:19

Las peripecias de Luis Soto

La semana pasada visité a mi amigo Luis Soto, cuando llegué a su casa mi amigo me recibió en un estado lamentable, Luis estaba triste y absolutamente deprimido, yo no podía reconocerlo, lucía grandes ojeras que ensombrecen aún más su mirada apagada y distante, con algunos días sin afeitar su aspecto era de abandono total.

Me sorprendió mirar a mi alrededor, tiradas sobre el piso de la sala y en completo desorden, como si se tratara de una alfombra arrugada, una impresionante cantidad de bolsas tapizaban el piso, todas provenían de un solo negocio, las identificaba el logo de la tienda por departamentos más grande de la ciudad. Los productos nuevos, sin estrenar, todavía empaquetados, asomaban por la boca abierta de las bolsas junto con las respectivas facturas y los tramposos cupones de ofertas.

Luis y yo somos minimalistas, desde hace mucho tiempo descubrimos que no necesitamos mucho para vivir, creemos en la simplicidad y en la sencillez como forma de vida, mantenemos un comportamiento austero. Muchas personas piensan que somos avaros, pero realmente si alguna corriente nos define es el estoicismo. Poseer muchas cosas es una enorme responsabilidad para con esas cosas que adquirimos, comprar por comprar nos convierte en esclavos de las posesiones.

Con la mirada perdida en ninguna parte, derrumbándose sobre una poltrona, Luis me confesó:
-No sé lo que hago, seguramente no puedas entender este comportamiento, este giro absoluto de mis convicciones, pero te aseguro que yo compre todas estos innecesarios objetos en un momento de locura-.

-Yo fui a esta tienda a comprar un regalo para mi jefe que estaba de cumpleaños y desprevenido tropecé con los hermosos ojos de la cajera, un golpe de sus pestañas me trastornó y me enamoré-. -En ese momento yo no tuve el valor de hablar con ella, ni siquiera se su nombre, yo solo recuerdo sus ojos que me persiguen a toda hora y se me aparecen hasta en los sueños y me llaman y me desvelan y me obligan a volver una y otra vez a la tienda solamente por el placer de volver a verme en sus ojos-.

-Utilicé mi tarjeta de crédito para comprar todos estos inútiles e innecesarios productos, que ciertamente no necesito-. -Yo me gaste una pequeña fortuna y ahora no puedo pagar estos extravagantes caprichos-.

-Mi situación es terriblemente desesperada, ella desapareció, no trabaja más en la tienda y yo he contraído irresponsablemente una deuda impagable-.
Mi amigo Luis llora desesperado con el rostro entre las manos. Yo trato de animarlo, de ayudarlo y le digo:
-No te preocupes, buscaremos una salida, lo primero es recoger, organizar, ordenar todas estas cosas y devolverlas, la tarjeta de crédito es una guillotina-.

-El destino juega con todos nosotros, nos envuelve en la rueda de la fortuna-. -El futuro es incierto, pero quizás sus caminos vuelvan a cruzarse alguna vez, hay que mantener la esperanza, es una delgada llama pero capaz de incendiar corazones y reunir las aguas-.

Mi amigo Luis me llamó hace apenas unos minutos, recuperó la seguridad, la alegría y entusiasmado me dijo:
-Gracias-. -Cuando fui a la tienda a devolver todas las cosas que había comprado vi a la muchacha de los hermosos ojos ámbar, ella había ido a recoger su último cheque de pago, ante el temor de no volver a verla jamás reuní el valor para hablarle, su nombre es Amanda y tenemos una cita para el próximo domingo-.

Mi amigo Luis está feliz y ya no tiene ninguna deuda con la tarjeta de crédito. Espero que pueda contenerse y no gaste lo que no tiene para complacer a esa locura que él llama Amanda.

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22-01-2021 22:05

Premonición

Soñó que soñaba que un hombre la sueña. Al despertar del sueño, sobresaltada y con miedo, sabe con certeza, sin ninguna duda, que hoy morirá.

Recién ha cumplido los veinticinco años. Tarde reconoce, que ha pospuesto vivir bajo el rigor que imprimen los caprichos del corazón, en cambio, ha cumplido con tenacidad los deberes que se ha impuesto al transitar un camino que ella misma ha trazado y que la ha llevado a lograr éxitos impensados para una mujer. Está orgullosa de su decisión.

Las señales vistas en el sueño son de extraordinaria claridad, está convencida que las imágenes del sueño son una premonición de su muerte irremediable, no tiene alternativa, ningún resquicio por donde escapar de su destino, ni siquiera puede huir de este día, tampoco puede ignorar el anuncio de la hora prevista.

Completamente segura de su muerte, sabe que no está preparada para esta contingencia, para enfrentar este evento que adolece de reglas y fórmulas, de esos elementales principios que ella tiene por costumbre seguir y le han permitido obtener los triunfos que ostenta. Ella no tiene las herramientas necesarias para enfrentar la muerte y se pregunta -Quién puede tenerlas-.

Morirá sin otra gloria que su nombre. En el recuerdo quedará quizás, la reseña de su muerte, un titular obligado en el periódico local, su fotografía en blanco y negro sobre el papel. Ella conoce ahora su destino, el tiempo que le queda, sus escasas posibilidades. Se levanta de la cama dispuesta a enfrentar los designios de esta hora con todas sus consecuencias.

Sale de su casa descalza mucho antes del amanecer. Apenas la cubre un camisón blanco de algodón que le llega a los tobillos, entre las sombras parece un fantasma, una aparición, un espectro y no la virgen morena que es.

Camina por el sendero de helechos entre calas y capachos amarillos que se abren desde la misma puerta de su casa, el olor de lluvias por venir la obliga a mirar hacia el cielo, ve un centenar de estrellas y piensa que quizás estén muertas a esta hora y de su existencia queda este reflejo en el tiempo. A pesar de la oscuridad, de la falta de luz, se mantiene sobre el camino que conoce de memoria.

Recuerda que en el sueño del hombre que la sueña, ella camina desnuda por una playa que no conoce, la miran asombrados las piedras y los cangrejos. En el sueño, el viento cubre su cuerpo. Un manto espeso abriga el cuello, envuelve los hombros, cobija la espalda, oculta su estrecha cintura, resguarda sus pechos firmes, viste su vientre plano, enfunda sus nalgas redondas, esconde sus piernas perfectas. Su cuerpo es una escultura tallada en onix, su figura permanece envuelta en una brisa dulce. Quedan al descubierto sus pies descalzos. Sus pasos no dejan huella alguna sobre la arena y a pesar de estar completamente desnuda, se siente protegida, segura, a salvo. Camina despacio con la enorme satisfacción de saber que es hermosa.

En el sueño, el desconocido que la sueña: Un albino barrigón, lampiño, pequeño, de largas pestañas blancas, está acostado en un chinchorro desteñido bajo la sombra de árboles de mango a la hora en que revientan las chicharras. En el sueño de este desconocido se desatan los vientos y al encontrarse forman enloquecidos remolinos que empujan nubes negras sobre la playa, borran el cielo y dejan un techo espeso que le oprime el pecho y amenazan con una tempestad que puede acabar en diluvio.

En el sueño del albino. Ella, Teresita Guzmán, a quien nunca nadie logró ver desnuda y por decisión propia no conoce de caricias, ni mucho menos, de sobresaltos del corazón, por primera vez no la consume la prisa. Para su asombro, ni siquiera tiene planificado el siguiente paso.

Teresita Guzmán ha postergado vivir bajo la dictadura de los sentidos, le ha impuesto al corazón una conducta estricta y en su vida sigue una línea obligada de compromisos, de deberes que asumió con valor antes de tener edad para responsabilidades y ha obtenido el éxito que esperaba.

En el sueño, el sonido oscuro y profundo de las olas la llama sin descanso desde grutas inundadas de espuma, de sal, de algas. Su nombre es pronunciado desde lo profundo de un barranco sin fondo y también, desde el pecho ronco y lampiño del albino que la sueña.

Teresita Guzmán se despertó temblando de miedo esa madrugada al oír claramente su nombre repetido por las olas de una playa que no conoce. Su nombre con sabor a piedras, su nombre y apellidos completos pronunciados en el tono profundo de una letanía aprendida en siglos anteriores.

Se levanta de la cama y sale de su casa descalza, cubierta por un camisón blanco de algodón que le llega a los tobillos, necesita sentir la tierra bajo sus pies, el rocío humedeciendo su rostro, mirar los misterios del cielo, oír al viento entre las ramas de los árboles. Sale de su casa a caminar, como lo hace cada vez que en su cabeza se inicia un torbellino de ideas confusas y contradictorias, pensamientos que no comprende y que amenazan con paralizarla, con asfixiarla.

Teresita Guzmán deja sus huellas impresas sobre la tierra negra y húmeda, da un traspié y cae al fondo del barranco en donde termina el sendero de helechos, calas y capachos amarillos, que se abre desde la misma puerta de su casa.

El hombre que la sueña se mueve pesadamente en el chinchorro y sigue durmiendo.

jota jota
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18-01-2021 22:03

Gracias Rodrigo. Espero que te encuentres bien, las noticias sobre España no son nada alentadoras. Un abrazo.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
18-01-2021 13:42

Cada amanecer un tributo. J.J.
Un delicado tributo a la persona amada que enciende cada mañana la ilusión por el vivir cotidiano y la fe en la misión a cumplir. Riquísimo florilegio a ese cuerpo femenino donde se asienta el amor, cualquier clase de amor. Bellísimo tu homenaje, J.J..

jota jota
jota jota
13-01-2021 21:12

Me sostengo sobre un permanente estado de alerta, mantengo la firme convicción de la Resistencia como salida y espero el desarrollo de los acontecimientos con la confianza puesta en el futuro. Mientras tanto le escribo a ella, o al país que llevo dentro, ya ni sé.

Cada amanecer un tributo

Despierto en ese momento incierto en que está a punto de definirse el día, la frontera es de brumas y nieblas, la mañana arrima con temor, con delicado candor a la penumbra que pierde fuerzas, las sombras de la noche se diluyen sin oponer resistencia, se entregan a la inevitable luz de la mañana, la noche se deja envolver con el soplo de una brisa suave y cálida que difumina con esperanzas la opaca oscuridad. En ese momento cierro los ojos y me entrego al silencio, un silencio precario, que se balancea en el falso equilibrio de innumerables peligros. Hago un esfuerzo mayor para hundirme en el silencio, pero un tropel de pensamientos, cascos de caballos desbocados atacan los flancos de mi frágil silencio apenas conseguido. Con suma dificultad aparto el tumulto escandaloso de las ideas y en el fugaz silencio impongo tu imagen desnuda. Me hundo en ese silencio que aún no llega a ser absoluto y contemplo satisfecho esa imagen tuya. Tu desnudez limpia de pensamientos ilumina el silencio. Tus cabellos negros cubren los hombros y caen en desorden por la espalda. Sigo extraviado el contorno todo de la silueta, la inconfundible señal de los huesos que la piel cubre, la redonda rodilla, el empeine que descansa, los dedos de los pies, el dibujo que dejó sobre tu piel de arena tostada el sol. Se aviva esta sensación única de tu piel grabada en la yema de mis dedos con el peso de tu cuerpo en el cuenco de mis manos. Y tu aroma, tu olor convertido en ilusión, en deseo. Y en la boca el sabor de un beso imposible de olvidar. Abro los ojos y contemplo largamente tu rostro, el perfil de tu semblante. Me maravillan tus singulares facciones. Despiertas, me miras, sonríes y amanece un nuevo día para vivirlo contigo.

jota jota
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23-12-2020 23:59

El singular peso del silencio

Dócilmente peregrina por el camino que le ha trazado la mano del destino. Sin una sola queja enfrenta los avatares que le han sido impuestos y se mantiene sobre el rumbo señalado con la misma actitud resignada. Es capaz incluso de dar gracias porque estos eventos no representan mayores dificultades y en esa suerte de destino que le ha tocado, no padece ninguna enfermedad que revista gravedad.

Sus días suelen ser tediosos y hasta rutinarios, pero nunca iguales. No se vuelven a repetir con la misma exactitud y aunque la acción en apariencia sea la misma, sutiles cambios lo obligan a insistir en la torpeza de sus propios errores.

En cambio, bajo el riguroso examen al que somete sus actos, sus noches son exhaustivas y transcurren en una minuciosa revisión de mínimos detalles. Bajo ese microscopio, bajo esa lupa de imágenes totales, adivina enemigos en las fantasmales sombras que crecen entre grises y revisa bajo el peso de la angustia creciente los intolerables errores que durante todo el día cometió. Imprudencias, groseras impertinencias lo enfrentan. Reconoce que en más de una oportunidad cometió un disparate, que equivocó la respuesta, que su conducta debió ser otra y no la que desatinadamente ocurrió y entonces le pesan un mundo los errores, pero con la misma actitud con la que lleva la vida se dice a sí mismo, casi con optimismo: ya no puedo remediarlo, me equivoqué, fallé. Clavo pasao.

En algún momento del insomnio imagina otras respuestas más certeras, y observa la posibilidad de otros caminos a seguir, pero al llegar a estas encrucijadas se detiene, no es capaz de ir más allá, no se atreve a imaginar acontecimientos desencadenados a raíz de otra respuesta menos cobarde. Emerge de estos desconciertos nocturnos con la carga de la derrota a cuestas.

El primer paquete que debe entregar hoy está a una distancia considerable y lo conduce a un rincón desconocido, toma una ruta inédita y reconoce, que esta vez, hay un salto considerable de desconcierto en su rutina.

Cruza la ciudad y pasa por sectores que no se atrevería a frecuentar. Al llegar le resulta familiar el terreno, la atmósfera. Aquí, recuerda, lo han traído sueños tumultuosos. Frente a la puerta sabe lo que le espera, sabe que va a encontrar un gato negro dormido sobre un mueble de terciopelo amarillo y que debe cruzar un zaguán oscuro que huele a lavanda. Pero no sabe nada más, cuando sueña, al dar los primeros pasos por la oscuridad del pasillo se despierta, y recuerda perfectamente el sueño.

Esta vez no es un sueño. Entra sin anunciar su llegada. Como en su sueño, mira el gato que permanece dormido y avanza sin hacer ruido. Atraviesa el oscuro pasillo acompañado del olor a lavanda y en ese momento siente por primera vez el peso del silencio.

El silencio es cosa seria, nunca antes había estado ante un silencio tan absoluto y categórico, piensa que el silencio es una bruma espesa que lo envuelve y también es una sábana que lo arropa, pero ambas, la bruma y la sábana son pasajeras. Hoy, mientras atraviesa esta oscuridad lineal, guiado por la intensidad de la lavanda, en medio de este singular silencio, se acerca a otra conjetura, el silencio es una prisión de la que jamás se sale ileso, el silencio instala la desesperanza se adueña del pensamiento hasta anularlo completamente, el silencio abruma y castiga con mayor ferocidad que un grito, el silencio se convierte en cuchillo afilado que lastima.

Al finalizar el pasillo, sentado en una mecedora, un hombre parecido a él, semejante a él, treinta años más viejo, lo recibe con alegría, festeja su llegada y extiende las manos para recibir el paquete. La sorpresa le impide por un momento reaccionar, finalmente entrega la encomienda, el hombre le pide que espere y escucha su voz treinta años más vieja.

El hombre abre el sobre, saca un libro y le dice: quiero que oiga el acápite con el que se inicia este libro. Él asiente y guarda respetuoso silencio.

“Para poder nacer el pichón de pájaro está obligado a romper el cascarón, romper un mundo para vivir en otro completamente libre. Nosotros, al igual que el pichón de pájaro, cada día debemos destruir el mundo que nos hemos forjado para crear otro y poder vivir en libertad”.

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