| VAMOS A CONTAR HISTORIAS |
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| Rodrigodeacevedo |
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Estas Fiestas de Navidad, oficialmente alegres, serán en muchos casos tristes y en muchas mesas de familia se invitará la nostalgia y la pesadumbre. Hace muchos años viví también, a título individual, aquellas circunstancias tristes. De allí nació un relato de los que antes era capaz de producir. Hoy lo traigo como una ofrenda a las navidades de este grupo, al que deseo toda clase de felicidades y venturas.
MUY FELIZ NAVIDAD A TODOS. CENA DE NOCHEBUENA
El mustio sol de aquellos ocasos primerizos del invierno se reflejaba en el rosetón de la catedral próxima. Las delicadas filigranas de colores, milagrosamente preservadas de guerras y profanaciones, expandían sus reverberaciones como pajarillos revoloteantes por la penumbra del salón de la casona. Don Arturo, como un mueble más del solemne decorado, enjuto, severo y firme, fuera ya del tiempo, mostraba su patricia cabellera blanca por encima del respaldo del sillón que suele acoger sus interminables horas de inactividad. Un año más había llegado la Navidad y Don Arturo esperaba reunir a su gran familia -hijos, nueras, yernos y nietos; algún bisnieto ya- alrededor de la inmensa mesa de nogal. Un año más la vajilla de fina porcelana del Buen Retiro, de herencia familiar, junto a la cubertería de plata inglesa y la cuidada cristalería de Moser, comprada por un abuelo suyo que fue a tomar las aguas a Karlovy Vary, cuando aún era Karlsbad. En el multicolor caleidoscopio que los reflejos del rosetón catedralicio convertía a esas horas el salón y la imaginación de Don Arturo, todos colores alegres, delicados y vitales, los recuerdos, trémulos, afluían atropelladamente a su cabeza. Esta noche se reunirían de nuevo todos; sus ocho hijos vivos (a dos me los mataron en la guerra), cada uno con su esposa y ¿cuántos nietos ya, Arturo? Creo que una media de cuatro cada uno, es decir... También vendría su hermana la viuda, Aurorita, no quiero que pase sola estas fechas tan entrañables. Y Doloritas, ese fruto de mi juventud alocada. Doloritas es la única que me queda al lado; buena chica, noble como yo y fuerte como su madre. Gracias a ella y sus desvelos voy tirando. Porque los chicos han ido cada uno por su lado y a pesar de su fidelidad a la familia no es frecuente reunirlos a todos. El mayor, Servando, sigue con la Notaría; por cierto, tengo que recordar decirle que me pase las escrituras de... La Notaría. Esta es ya la cuarta generación de notarios Agúndez. Otros dos, médicos, en Madrid; el arquitecto en Barcelona. Ricardito, el quinto, trató de establecerse cerca de mí, aquí en la ciudad, como abogado; aunque finalmente se marchó a …; no quiso competir con Servando por la notaría. Y todos los demás: mis hijos, mi obra. Doloritas, hija: ¿ya tienes preparada la mesa? Ya sabes, el mismo orden de siempre. Los críos en la salita de recibir, que se ocupen sus madres de ellos. Sobre todo mucho cuidado con no romper nada, que lo que tenemos es de mucho valor. ¿Han traído las pulardas del pueblo? ¿Y has podido recoger los besugos de la pescadería de … Ya empiezan a llegar. Ya oigo la algarabía de los niños. Estos arrapiezos, tan revoltosos. Doloritas, no los pierdas de vista, que éstos nos hacen cualquier trastada; que haya siempre algún mayor con ellos. Y que no entren todavía, ya sabes que me gusta que lo hagan ordenadamente, como siempre se ha hecho en esta casa. Un besamanos como yo hacía con mis padres y éstos con los suyos. Oh, pero que escándalo; ya se oyen las voces de las mujeres, como gallinas alborotadas. Ya verás, ya, Doloritas, como acabarán enzarzándose la mujer de Claudio, el ingeniero que se fue a Murcia, con la Florinda, la del abogado. No se soportan, pura envidia se tienen la una de la otra. Cómo voy perdiendo la memoria; me cuesta recordar quién es la mujer de quién. Y de los nietos, ya ni los nombres. Claro, vienen tan poco a ver a su abuelo. Bueno, Doloritas, nos esperan unas horas felices, aunque agitadas. Hoy día la educación y las formas han cambiado mucho. Antes, ya sabes, todos alrededor de la mesa; era casi como en la iglesia, había un respeto y un todo. Anda, hija; echa un vistazo a ver cómo van las pulardas, que tú tienes muy buena mano para el guiso. Pero qué escándalo están organizando; acabaré con dolor de cabeza; y esta noche quiero estar alegre y despierto. Doloritas ¿te acordaste de subir de la bodega los Vega-Sicilia? Descórchalos ya, que se vayan oreando. Quiero que quedemos muy bien esta noche; al fin y al cabo las mujeres de mis hijos también son de buenas familias, y luego hablan y dicen lo que no deben. Nosotros, los Agúndez... Pero ¿porqué no para esa ruidera, ese vocerío, Doloritas? Me van a matar...
El sol ya había declinado totalmente y los fuegos de la vidriera del rosetón se ocultaron hasta ser encendidos en un nuevo día. El frío iba cuajando en el desierto salón. El anciano se rebullía inquieto en su vetusto sillón. Doloritas, arrebujada en su toquilla de lana negra, como un espectro del pasado, se acercó a Don Arturo, que la miró desde sus ojos miopes y llorosos:
-¿Ya están todos, Doloritas? Anda, ayúdame a levantarme.
-Tendrá que esperar un poco, Don Arturo; quizás las nevadas... Ande, tómese este caldito caliente que le he preparado; hace muchísimo frío.
Un desolador pensamiento habitó por un momento la desgastada mente de Don Arturo. Sólo un momento: impío, cruel, despiadado, como él había sido con los suyos, iluminó aquel cerebro. Nadie vendría; él era su sola familia. Y Doloritas, aquella desventurada, fruto de su juventud alocada, que, a pesar de todo -misterios de la misericordia divina- había querido acompañarlo en su declive, desde que la Notaría hubo de cerrar por irregularidades, desde que la porcelana y la cristalería y la cubertería y los lujosos muebles de ébano y nogal se malvendieron para poder seguir comiendo alguna vez en aquella antigua y fría casona de los Agúndez, Notarios desde hacía cuatro generaciones. |
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Ideas para combatir una persecución.
Agustín Torrealba camina sin cesar en círculos balbuceando lamentos, tiene un ataque de pánico, está prácticamente paralizado bajo los efectos perniciosos del culillo, descubre que su vida está amenazada, que corre un grave peligro, un peligro de muerte. Se ha convertido en un perseguido, en un objetivo militar. Será acusado de ser uno de los cabecillas de una conspiración para asesinar al Presidente. Su delito es ser humorista, Torrealba tiene fama y reconocimiento internacional, pero además, es un férreo opositor a la dictadura de su país, fue él quien bautizó al dictador como Masburro, combinando el apellido con la condición que acompaña al flamante Jefe de Estado, su poca inteligencia. Su único aval para llegar a presidente electo, con dudosos votos, fue la designación en el lecho de muerte del anterior dictador. Agustín decidió no huir del país, debe enfrentar esta contingencia con las armas que mejor conoce: la inteligencia y el humor. Sabe perfectamente, cómo lo sabe el país entero, que los teléfonos, el Facebook, los correos electrónicos y cualquiera de los medios de comunicación posibles están intervenidos, pero debe confiar en esa red anónima de desconocidos comprometidos. Acarrea con dignidad y orgullo todo el peso de sus acciones, de sus actos y presentaciones. Sabe que le quedan pocos amigos, pero no culpa a quienes se alejaron, la situación no permite juzgar abandonos, pero en cambio valora en quilates a quienes permanecen a su lado, son leales y puede confiar en ellos. Tiene suficientes pruebas de su compromiso y amistad con la situación que vive el país. Se le ocurre una idea que le parece genial, genial como todas las ideas que surgen en medio de la desesperación y luego se comprueban las fallas, los errores, los vacíos que conducen inevitablemente al fracaso y en este caso, el fracaso puede ser de graves consecuencias, de consecuencias mortales. Sin otra alternativa decide poner en marcha su plan y hace algunos arreglos para su ejecución. El gobierno ha montado un espectáculo con humoristas internacionales para celebrar una de esas fechas de una épica falsa, allí estarán algunos amigos, no lo esperan en esta cita, no ha sido invitado, tampoco han sido invitados quienes adversan al gobierno y por lo tanto transmitirán en vivo. Esa es la oportunidad que debe aprovechar, la ocasión que no puede perder, esa circunstancia lo puede salvar y servirá de propaganda internacional en contra del silencio y la mentira institucional. Correr riesgos es mejor que esconderse. A mitad de la rueda de prensa de manera espectacular levanta la voz y exclama, ¡Somos el comando Mandrágora! ¡La raíz de un complot internacional! Todas las cámaras lo enfocan y los rostros sorprendidos se voltean a mirarlo. -Somos responsables del magno magnicidio contra el más burro-. -No podemos permitir que acusen a una mujer por nuestras malvadas maquinaciones-. -Maigualida Cortina Manchada es inocente, aquí están las pruebas de nuestra iniquidad-. Agustin Torrealba agita en las manos unos papeles y dice: -estos son los correos electrónicos encriptados que intercambiamos con el imperio, con la CIA-. -Me permito leer el que más nos compromete-. -Lo recibimos hace tres días-. Todos, incluso, los efectivos de las fuerzas de la dictadura han quedado perplejos, paralizados ante la desmesura de esta declaración que nadie esperaba, que es imposible imaginar. Agustin aprovecha el silencio y lee:
Abre la cuarta ventana de su palacio para mirar flores azules, sus escasos pensamientos son inversamente proporcionales con la abundancia de sus heces. Con el rayo de plata enviamos papel de baño, sabemos que allí falta de todo y sobran imposturas.
Torrealba no se detiene y sigue hablando:
-Voy a traducirlo para que descansen los hombres del G2 cubano-. -Nuestras fuentes dicen que tienen días sin poder dormir y ya están inventando historias y en busca de culpables, de ciudadanos inocentes para encarcelar-. En la cuarta ventana del Palacio de Miraflores duerme el Presidente, desde el Dron Estrella un rayo contaminado con ácaros caerá sobre sus almohadas y el nuevo tirano morirá enfermo, igual que murió el otro Dictador. Desde el público, uno de sus amigos, con el que se ha puesto de acuerdo previamente, aplaude frenéticamente y pregunta. ¿Cómo se llama el espectáculo y cuándo podremos verlo? Tomados por sorpresa han transmitido al mundo entero su salvación y Agustín Torrealba concluye entre risas y aplausos. Imaginario Magnicidio Mancha Manos Inocentes, ese es el título de nuestro drama y podrán disfrutarlo únicamente si el gobierno lo permite. |
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La clave en un recuerdo Avanza lentamente con pasos apagados, intransigente sumerge la cabeza en el pasado y permanece ajeno a las falsas urgencias que se le ofrecen, es indiferente a estos apremios que considera en realidad una repetición de espejismos. Tiempo atrás persiguió con afán esas ficciones y se plantó con entusiasmo y voluntad frente a probables caminos. La aspiración de alcanzar esas quimeras se convirtió en una empresa formidable para sus escasos recursos, pero ya puesto a girar en el torbellino del desenfreno quiso probar suerte y rendir para su beneficio el logro de otras ilusiones menos exigentes, avanzó con entereza y triunfó y fracasó en la misma medida. Este día no trae ninguna novedad, cuanto le rodea es parte de una vieja y gastada película vista innumerables veces, todos sus acontecimientos son hueros, sus renovados engaños no logran cautivarlo. Sus sentidos están ahora al servicio de los recuerdos que decide convocar, más como una necesidad, que por el lujo de revivir el pasado.
Los recuerdos le presentan imágenes de ausencias, de despedidas, y se multiplican en un desfile desordenado que no lo complace. Él quisiera cierto orden, preferiría recordar los acontecimientos pasados en sucesión cronológica y ganar la nostalgia como respuesta, pero no es posible. Su memoria trabaja en otra dirección, atiende otras razones.
Otros impulsos que él desconoce iluminan el hilo del recuerdo y lo llevan a revivir deserciones, faltas, omisiones. Él está tras la pista de un recuerdo que presiente es una llave, una clave para el sosiego que necesita. La muerte y sus innumerables variaciones tienen también un espacio en sus recuerdos, muerte súbita, definitiva. Se detiene, cierra los ojos bajo este cielo azul, toma un largo y profundo aliento y se repite entre dientes una frase suya: en la muerte no hay nada definitivo. Alguna vez cruzó la línea de la desesperanza y perdido buscó una salida fácil, rápida, determinante y en ese momento pensó que la muerte era el fin del camino. Hoy que recorre esta calle con sus pasos apagados en busca de ese recuerdo que lo evade, puede asegurar por experiencia propia que la muerte es una encrucijada de horizontes desconocidos, lo definitivo es el miedo. Ante la muerte él ha tropezado innumerables veces con incertidumbres, enigmas, interrogantes sin resolver, con sospechas y dilemas que presentan por igual las ausencias cómo las despedidas, está convencido que la línea que distingue la muerte y que la diferencia de los adioses es apenas un suspiro. Sin prestar atención a lo que sucede a su alrededor mantiene el rumbo y sigue tercamente hurgando en la memoria con la intención de pescar el recuerdo que lo elude. Es esclavo del pensamiento, se ha convertido en lo que piensa y no en lo que es realmente.
Oye el eco de las olas y sabe que está cerca, el sonido lo guía a la orilla de la playa. Impasible y obstinado, el mar se empeña en hacer cumplir tenazmente el destino de las olas. Está frente al mar, camina con dificultad sobre la arena, insiste en la selección de recuerdos, tropieza, y mientras cae, el recuerdo que ha buscado con insistencia finalmente lo alcanza y lo ilumina. Pero ya no puede levantarse, el pico de una botella rota asoma sobre la arena y lo atraviesa. Mira con nostalgia el mar que no logra alcanzar y reconoce que él es una gota de ese mar inmenso y también es la enorme masa de agua que contiene la gota, y la espuma y la ola. Siente que es parte de un todo uniforme y también el todo en movimiento. El recuerdo que buscaba y que finalmente logra evocar se convierte en clave de conocimiento ante la puerta de lo desconocido. |
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Dormir. Soñar. Imaginar “Avanza con pasos firmes, sin tregua, un Kipá corona su cabeza y lo identifica. Envuelto en brumas apenas se distingue su rostro hermético a punto de esfumarse, parece la imagen de un sueño, pero es real y con sobrada determinación se acerca al hechicero quien aviva en cuclillas un fuego con esmero. Sin saludar siquiera inicia una monserga eterna”. Al finalizar de leer estas líneas aparta la vista del ordenador portátil y con los ojos cerrados hace el intento de reconstruir el instante, de visualizarlo. Es un lector voraz, capaz de comparar y responder complejas teorías filosóficas, o textos científicos abrumadores, siempre que permitan seguir un marco referencial de conceptos pre establecidos de antemano. Su memoria es impecable y puede cruzar y comparar sin ningún problema el universo de información que posee, pero no puede entender muchas de las imágenes que utilizan los escritores de ficción y tiene que detenerse, pensarlas con detenimiento e intentar reproducirlas, lo que significa una ardua labor. Imaginar es un proceso que reviste para él una enorme dificultad, le está negado formarse imágenes que chocan contra las leyes que conoce perfectamente bien, imágenes que no existen, que se contraponen a la realidad, o que contradicen el significado de las palabras, aunque solo sea en apariencias. Reconoce que es necesario tener cierta capacidad que permita romper la barrera que impone el peso de las palabras, de su estricto significado y el carece de ese atributo. Allí quizás radica su mayor dificultad, visualizar aquellas imágenes que se proponen en una línea escrita y que rompen con ciertas lógicas y definiciones, crean obstáculos que impiden su comprensión. Sin ningún esfuerzo recuerda las líneas que acaba de leer, las ha grabado en su memoria infalible e intenta desentrañarlas, convertirlas en una imagen, pero algunas palabras crean dudas, puertas infranqueables, sólidos muros que no le permiten recrear la imagen creada por el autor. Otras muchas veces se ha enfrentado a este conflicto, al principio abandonaba con cierta facilidad la idea de configurar una imagen, pero tiene implantado un átomo terco, y ha elaborado una artimaña, que le permite enfrentar sus limitaciones y acercarse a la posibilidad de imaginar. Omite una parte importante de la escena al utilizar este ardid, pero ha logrado visualizar entre grises y sombras las circunstancias, la situación que atraviesan los personajes y se siente satisfecho con poder extraer de las palabras una instantánea borrosa, pierde mucho del brillo que el escritor se ha esforzado en transmitir, pero no le preocupa, ha logrado una meta más allá de lo que le está permitido y para él es un logro, un avance por encima de lo establecido. El truco que implementa es sencillo, elimina las palabras que le ocasionan conflicto, suprime aquellos adjetivos que unidos al sustantivo hacen para él incomprensible la frase y de esta manera logra recrear el momento que se narra. Retoma la estrofa leída y la recompone, la reescribe para lograr acercarse a la idea propuesta:
“Avanza con pasos firmes, un Kipá lo identifica, con determinación se acerca al hechicero, quien aviva en cuclillas el fuego. Sin saludar inicia una monserga”
Logra finalmente aproximarse a la imagen que surge de la narración y continúa leyendo. Quien lee y simplifica los textos para su comprensión es un robot de última generación con inteligencia artificial, pero aún le está negado dormir, soñar, imaginar. |
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| Rodrigodeacevedo |
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El negro Castro.-J.J.
Una anécdota que podría ser divertida descontextualizandola. Personas como el negro Castro apenas alteran la triste realidad que se vive cuando el personaje se impone a la persona , trastocando normas y jerarquías. En España se reflejan en el famoso "Oiga, usted no sabe con quien está hablando". Pareció extinguirse con la vieja dictadura; pero dictadura siempre habrá, aunque sean de otro cariz. Una esperanza entre derrotas.- J.J.
En los regímenes dictatoriales y en los sistemas políticos que tienen tendencia a provocarlos, uno de los daños colaterales que no suele ser percibido por la ciudadanía son lo que tú llamas muy acertadamente “los patriotas cooperantes”, gentes que por alguna razón, rara vez ideológica, se apuntan al lado del poder, aun a sabiendas que puede ser ilícito e injusto. Sobre todo hoy día, con el imperio de las redes sociales, la falta de capacidad crítica de las masas y la ignorancia que suele ser el terreno abonado para este fenómeno, manifestaciones populares perfectamente ajustadas al derecho democrático se desvirtúan por la presencia organizada desde la sombra de este tipo de alborotadores y chivatos. Es un fenómeno muy estudiado por sociologos de la talla de Noam Chomsky; pero que tratan de ser ocultados por las élites en el poder. Muchos Franciscos Aguirres han sido víctimas de esta traición de sus propios.
(continurá) |
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El negro Castro Quienes conocen al negro Castro aseguran que es una hombre obstinado, en cambio, él piensa que es una persona totalmente centrada, una característica poco común hoy en día dadas las múltiples distracciones con las que somos bombardeados continuamente desde todos los dispositivos electrónicos que poseemos. El negro Castro ha demostrado que es capaz de mantener su pensamiento en objetivos determinados, trazar estrategias a pesar de situaciones conflictivas y lograr resultados positivos. La imagen que tenemos de nosotros mismos es diferente a la que refleja el espejo en donde nos miran los otros, quizás desde el punto distante de las perspectivas le imprime tonos diferentes a esa imagen atrapada en un espacio que la divide, transforma, y repite creando dos imágenes iguales y contradictorias. A quienes lo acusan abiertamente de testarudo, el negro Castro les muestra el Cangrejo de oro, premio otorgado por resolver el entramado de un complicado acto criminal, que logró desentrañar debido a esa capacidad suya, a ese olfato de investigador, y sobre todo, a esa actitud permanente de ser fiel a su propia interpretación de los acontecimientos, sin importarle las especulaciones y acusaciones en su contra. En países serios como Inglaterra el premio tendría el nombre del “Sabueso de oro” pero en este país de cínicos, que vive bajo la dictadura de una constante humorada, en donde se le llama “Cangrejo” a los casos policiales no resueltos, el premio no podía tener un nombre serio, este no es un país serio. El negro Castro llegó por méritos propios al rango de Capitán en la policía científica, se destacó de inmediato por su capacidad innata para vislumbrar huellas difusas en los imbricados tejidos de las redes informáticas y resolver casos relacionados con el mundo virtual. El negro Castro está al mando de la División de Crímenes Cibernéticos.
A una hora imprecisa de esta mañana, la Doctora Francisca Fernández, sin esperar ser anunciada metió el voluptuoso volumen de su cuerpo en la Oficina del negro Castro, con el paso seguro y sonoro de sus tacones altos avanzó hasta el escritorio, mostró en esos escasos segundos las caderas y las piernas apenas contenidas dentro de sus pantalones ajustados, y el pecho y la cintura a medio cubrir por su blusa de botones a punto de reventar los ojales. Se detuvo frente al escritorio, la mirada de asombro del Capitán le indicó a la Doctora que luego de la turbulencia causada por su entrada, tenía toda la atención del hombre y en ese momento, con voz de experta, le comunicó que desconocidos habían robado la Base de Datos de la Clínica Inglesa, afirmó que los cortafuegos que había instalado como medida de seguridad le indicaban que el robo había ocurrido la semana pasada. El negro Castro la invitó a sentarse, antes de que él pudiera formular alguna pregunta ella dijo: Soy la jefe de seguridad, esta es una información verdaderamente sensible, que puede comprometer seriamente a la Clínica, le agradezco tratar el asunto con extraordinaria discreción. Tengo acceso desde mi teléfono, puede comprobar la intromisión de los extraños ahora mismo, le entregó el dispositivo móvil y guardó absoluto silencio.
Durante algunos minutos el Capitán manipuló con dedos frenéticos el teléfono de la Doctora, un detalle lo obligó a detenerse por unos segundos, dejó el teléfono sobre la mesa y con la misma destreza entró a su computadora, finalmente se detuvo y con tono de duda y un resto de burla preguntó: ¿Qué interés puede tener una lista de enfermos? Sin titubear la Doctora Francisca mencionó diez puntos de interés. El negro Castro volvió a su computadora y con un nivel de abstracción envidiable se internó en el laberinto de rutas abiertas, en el cruce de información descubrió una grieta, en la triangulación de sucesos de la última semana localizó una débil coincidencia. Entregó el teléfono a la Doctora y le pidió una lista de familiares de empleados de la Clínica con necesidades de un trasplante de órgano, sin hacer preguntas ella se empeñó en la búsqueda y al cabo de unos minutos tenía un nombre. La esposa del Gerente de Sistemas había sido trasplantada cuatro días atrás. El Capitán le dijo a la Doctora: Un donante de órganos sano en la lista de la base de Datos de la Clínica sufrió un accidente ridículo, su hígado salvó a una niña de diez años, está en los noticieros, también entregó el corazón a la esposa del Gerente de Sistemas, que no le correspondía, pero esa no es noticia. |
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Una Esperanza Entre Derrotas Francisco Aguirre tenía sesenta y cinco años cuando lo conocí, como tantas otras muchas veces en su vida, también esta vez llegó tarde para exigir sus legítimos derechos ciudadanos. Como otras tantas veces en su vida, también fracasó, pero esta vez la derrota le dejó un sabor a podrido y le indicó el final del camino. Desde que tiene memoria la vida lo arrinconó y le señaló su lugar en este mundo, el único territorio posible para sus huesos ¡la sombra de la esquina! esa zona invisible en donde se mueve entre opacos y grises y ya acostumbrado no se le ocurre trasponer esas fronteras. La memoria no le permite reconocer el primer revés, o quizás fueron tantos y tan seguidos sus naufragios, tan continuas las desgracias, tan permanentes sus caídas, que minaron su ánimo y sabe a fuerza de experiencia que el destino de cualquier empresa que acometa terminará en ruinas, como su propia vida. Se deja empujar por pura costumbre en cualquier dirección, total, sabe perfectamente que sus pasos lo llevan invariablemente de un desastre a otro, perdió la esperanza en el futuro y acepta la carga que trae cada día. De su aspecto frágil mana decadencia, negación y desidia, pero con qué valor culpar a Francisco Aguirre por su actitud, cuando siempre estuvo indefenso y contra las cuerdas, no tuvo una sola posibilidad de triunfo, cada paso finaliza en un descalabro y el pesar se convirtió en su dueño. Quien conoció a Francisco Aguirre no lo recuerda. Yo lo encontré por casualidad. A sus sesenta y cinco años intentó soliviantar los ánimos en una cola interminable que creció desde la madrugada en las puertas de una farmacia, para él era impostergable la compra de un medicamento que necesitaba con urgencia, pero por su carnet de identidad únicamente podía comprarlo dos días después, en esa cola que el destino le impuso intentaba un gesto desesperado. La frustración, esa imagen de verse tirado en una cama, inmóvil, esperando la muerte lo espantó y lo llevó a un grado de exaltación que él desconocía. A las nueve y media de la mañana, atragantado de abusos, golpeó con un aldabón la puerta de la farmacia que sin razón alguna permanecía cerrada y exigió que cumplieran el horario establecido. Otros, envalentonados con ese gesto de Aguirre, tan desesperados como él, que buscaban leche, pañales para sus hijos, toallas sanitarias, inyectadoras, o algún medicamento desaparecido desde hace meses, empujaron la puerta hasta romperla. De inmediato apareció la Guardia Nacional Bolivariana, un contingente de hombres armados para una guerra, que no se presentaron antes, cuando llegó la banda de motorizados para instalar a sus mujeres en la fila de primeras bajo la amenaza de sus pistolas y con los teléfonos celulares en la mano. Los guardias buscaron al responsable, infiltrados en el tumulto aparecieron los patriotas cooperantes, ese miserable invento cubano, y lo señalaron, y lo acusaron, y lo entregaron con burlas y prepotencia. Los uniformados se ensañaron con el agitador inofensivo que no opuso ninguna resistencia, derrotado de antemano. Lo golpearon sin importarle la edad, algunas voces intentaron con timidez ayudarlo y los amenazaron con la fuerza de los fusiles, el miedo, ese fantasma que congrega multitudes silenció la posibilidad de ayuda. Le colocaron unas esposas, lo acusaron de sedición y lo enterraron en una camioneta negra, apenas pudo pronunciar su nombre con la boca rota. La injusticia, la impotencia y su nombre quedaron grabados como un latigazo en mi memoria. Yo estuve en esa cola, estuve a su lado y recuerdo sus ojos decepcionados. Francisco Aguirre había nacido en una dictadura y hoy desapareció bajo otra dictadura sin oportunidad alguna.
Con letras firmes y negras, sobre la pared de enfrente un mensaje, una esperanza, un letrero que comprendo perfectamente: Contra el abuso eterno del comandante muerto !Resiste! Contraviniendo mi habitual desidia, mi falta de interés, contra el miedo, contra el engaño, contra las amenazas, en nombre de todos los Francisco Aguirre decido resistir la dictadura y participar en la Consulta Popular y contestar con un contundente SÍ las tres únicas preguntas ¿Exige usted el cese de la usurpación de la presidencia de parte de Nicolás Maduro y convoca la realización de elecciones presidenciales y parlamentarias libres, justas y verificables? ¿Rechaza usted el evento del 6 de diciembre organizado por el régimen de Nicolás Maduro y solicita a la comunidad internacional su desconocimiento? ¿Ordena usted adelantar las gestiones necesarias ante la comunidad internacional para activar la cooperación, acompañamiento y asistencia que permitan rescatar nuestra democracia, atender la crisis humanitaria y proteger al pueblo de los crímenes de lesa humanidad? |
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Deslumbramiento -2014- Desconocemos el futuro y ambos caminamos en direcciones opuestas a un encuentro fortuito. Sin saber de antemano lo que está escrito avanzamos inocentes y a ciegas a un tropiezo de sorpresas. Sus cabellos incendian la tarde y el sol se muere acuchillado a traición por violentos grises ante la presencia de ocres cobardes. Al cruzarnos, la intensa presión revienta el botón de su blusa y por un instante su pecho sembrado de estrellas deja al descubierto dos planetas esculpidos a láser girando en perfecto equilibrio, mudo ante ese espectáculo sideral mantengo la mirada fija, mi silencio es elocuente y ella evalúa y tabula su inversión con ganancias. Sigue su camino con sus pasos menudos sin inmutarse y toma la decisión de reforzar los botones y ojales de sus mínimas blusas, pero ¡Jamás cambiar de talla! Y tampoco utilizar sostén. |
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Conversación con mi sombra -2012-
Yo que nací bajo el signo del Toro rumiando impaciencias, inflexible en mis convicciones y con una extraordinaria habilidad en los pies para realizar jugadas imposibles, creí tener la destreza necesaria para realizar grandes proezas y me entregué por completo a la ejecución de mis proyectos. Con seguridad absoluta, sin siquiera una duda, con la convicción de estar por encima de consejos, avisos y advertencias, tracé una línea de acción en un intento de asegurar de forma calculada la vida que deseaba.
Pretendí planificar el sencillo acto de vivir y proyecté mi imagen entre logros y gloria. Ni por un instante miré hacia el lado oscuro del fracaso, estaba más allá de las circunstancias.
Inesperadamente, un minúsculo detalle distorsionó esa pretendida línea firme y mi vida se difuminó, se bifurcó en mil caminos, en rutas tortuosas, en sendas diferentes y son otras las condiciones que marcan mi futuro. Hoy no soy ni la sombra de aquel que imaginé. Un círculo mínimo, áspero, del tamaño de un centavo, una dureza absurda instalada en la planta del pie, un callo testarudo se ha convertido en el inmenso obstáculo que me ha impedido avanzar por la línea que tracé. Al intentar una jugada se clavan alfileres que atraviesan la piel y un latigazo me inmoviliza. Los imponderables, el azar, la casualidad, los imprevistos han torcido el destino que un día pensé seguro. Me entrego a sus designios, tengo la esperanza de que son otros los triunfos que me aguardan. |
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Gracias Rodrigo, siempre tan generoso y tambien como corresponde a los comabtientes, en franco enfrentamiento contra esa clase política que tanto daño le hace a la democracia y la lleva a la perdición de los extremos. |
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