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VAMOS A CONTAR HISTORIAS
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
17-11-2020 20:58

Un bonito homenaje a ese cuerpo de héroes y, por extensión a tantos trabajadores de servicios públicos, que muchas veces en condiciones muy duras y precarias, además del riguroso anonimato, entregan sus vidas al servicio de la sociedad. Debieran tomar ejemplo de ellos esa llamada clase política, tantas veces asimilable a una rémora que tenemos que sufrir. Felicidades a tí y a tu amigo Dorian.

jota jota
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14-11-2020 20:20

Retrato de un incendio.

A mi amigo Dorian en su cumpleaños. Por aquellos tiempos.

Con nitidez oye el grito desesperado que clama auxilio. Se empeña con terquedad en seguir adelante. Atrás, ni para coger impulso. Piensa.
No observa, o no quiere ver las señales que muestran los peligros a los que se enfrenta, en todo caso, esos riesgos le permiten salpimentar con dosis de osadía su vida. Aquellos que lo miran desde orillas distantes iluminando con un foco sus propios miedos lo acusan de ser extravagante y de mantener una conducta realmente soberbia. En silencio, secretamente lo admiran, pero son incapaces de confesarlo. A decir verdad, quienes lo conocen afirman que mantiene una actitud sanchopancesca, realista y práctica. La realidad, su realidad, lo obliga a no retroceder y sigue adelante sin calcular el peso de las derrotas.
Reconoce, que pese a los esfuerzos, a la energía, a la voluntad y al coraje que imprime a cualquiera de sus acciones, los resultados últimos no dependen de él, ni de la fuerza de su aliento, ni del empuje irracional con el que acomete los actos. Está convencido a fuerza de fracasos, que elementos ocultos ajenos a él actúan a pesar de sus firmes decisiones y terminan empujándolo a las crueles encrucijadas del olvido, a ciertos caminos que se pierden en el vacío.
Para cualquier otro podría significar caer en los abismos del pánico, pero está seguro de ser una pieza en manos de los caprichos del destino. La única respuesta posible ante estos naufragios constantes es la aceptación del fracaso. Puede asegurar que el futuro no le pertenece, que es incierto, pero a pesar de su actitud fatalista, o quizás por ella, sigue adelante sin esperar nada, sin oponer resistencia hasta la hora de su ruina definitiva.
El grito clamando auxilio se repite con un eco de mayor angustia. Ajusta el casco. Afirma sobre su rostro los lentes de protección ocular y la máscara del aparato de respiración autónoma, comprueba que funciona correctamente y que no tendrá sobresaltos por lo menos en treinta minutos. Sube el cuello del chaquetón. Pasa la mano por las presillas y comprueba que están debidamente aseguradas. Ajusta los guantes y corre en dirección del grito de auxilio. Nada lo detiene.
El sonido del fuego devorando lo que encuentra a su paso es el sonido aterrador de una asombrosa voracidad que se ha desatado y no conoce límites, el sonido es capaz de paralizar de miedo a cualquiera. Es una alarma encendida que anuncia riesgos y presagia todos los peligros.
Entra a la estructura en llamas y se interna en espesos corredores de humo. Detrás de los pitones sus compañeros hacen esfuerzos por enfriar espacios, frenar las llamas, apagar el incendio. Tiene escasos treinta minutos de oxígeno y espera salir antes de que colapse el edificio, que el fuego venza la estructura.
Cuatro paños de manguera mantienen a raya el fuego pero no logran dominarlo. Intenta orientarse en ese ambiente de desastre sofocante apoyado en la dirección del grito que oyó anteriormente. Con dificultad busca entre los escombros calcinados. Distingue un bulto en un precario refugio y con el tiempo justo, sin fuerzas ni oxígeno ni esperanza logra salir y salva una vida.

jota jota
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12-11-2020 18:51

Hallazgo

Finalmente tropezó con un tesoro, por encima del hambre y guiado por su olfato cruzó oscuros callejones hasta encontrar su destino, hurgó entre la basura y lo encontró. Le pertenecía y no tenía que compartirlo.
A punto de irse sintió la presencia del otro, se dio la vuelta dispuesto a defender su hueso, pero se encontró con un enemigo feroz, más grande, más fuerte, que le enseñó los dientes y gruñó con la disposición de morderle el pescuezo. Bastó apenas un instante, soltó el hueso en silencio, con el rabo entre las piernas y un hambre desesperada huyo.

jota jota
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11-11-2020 00:34

Un intento por adivinar mañanas

Todos tenemos los pasos contados, también, de antemano, está programado el número exacto de latidos, esos golpes sincronizados de sangre, que a borbotones entran y salen del corazón. En esta increíble y maravillosa maquinaria se ha programado con precisión cada inhalación que llena los pulmones, hasta la exhalación última y definitiva. Los suspiros no cuentan en la ceñida contabilidad de estos actos mecánicos y quién sabe, cuántas otras cosas más.
Quizás, a lo mejor, están previstos los cauces por donde correrá nuestra vida, el trazado de horizontes posibles, los caminos que vamos a transitar a ciegas y dando tumbos, pero realmente no tengo seguridad, ni siquiera una señal borrosa de que el futuro esté escrito, en cambio, tengo la certeza que el fin de nuestra vida está marcado, y en eso nos parecemos a los tarros de mermelada, en ellos también viene impresa la fecha de vencimiento.
Tenemos asegurado el final, una mano ajena y desconocida marcó sin titubear el día y la hora del suceso, esta es una afirmación innegable, confirmada con esa primera nalgada, que nos obliga a buscar la bocanada de oxígeno, señal inconfundible que estamos en presencia de la vida y también, por consiguiente, de la muerte.
Durante un tiempo revisé con frecuencia los obituarios, encontré metáforas señalando con tristeza las claves de la conclusión de una vida, y la terca negativa a aceptar la muerte, único acontecimiento del que no podemos escapar y que de nada valen decisiones temerarias y voluntaristas.
El momento de la muerte está definido y señalado en un libro sin concluir, quizás guardado en un palacio estelar, es posible que esté iluminado con los destellos de vitrales expuestos a la luz de innumerables estrellas. Con la letra firme de una lengua muerta se cierran para siempre los caminos y se anuncia el momento de convertirnos en polvo y piedra.
Lo que no sabemos, la incógnita que nos rodea y que debemos descubrir en este trayecto es de otra índole. Lo que debe llamar nuestra atención, no es precisamente la muerte, nuestra desaparición, la despedida final de todo cuanto conocemos. Lo que verdaderamente debe llamar nuestra atención, por encima del éxito o el fracaso son otros detalles más significativos, o en todo caso, útiles para el recorrido que debemos cumplir en la construcción de ese estrecho universo de acciones, que dejaremos como recuerdo.
Lo que debe ocuparnos es estar preparados para dar el próximo paso y no perdernos en ese afán incesante, desesperado, de vislumbrar el mañana, de intentar adivinar el futuro en el reflejo del agua estancada en un aljibe, o en nuestros sueños exultantes, o en el incomparable canto de un pájaro a media noche. Debemos dejar de lado esta obsesión, ese fallido intento de encontrar alguna hilacha de seguridad para poder avanzar entre las sombras.
El miedo nos empuja a equivocar el rumbo, engañados tropezamos y caemos con frecuencia, sin descubrir a lo largo del camino, que el verdadero temor, el que nos impulsa a intentar la descabellada empresa de avizorar el futuro, es no saber si estamos preparados para los esquinazos del destino, si tenemos la suficiente entereza para encarar las vueltas de tuerca que nos esperan, los inevitables asaltos de las sorpresas, los desconsiderados eventos a los que somos sometidos constantemente.
Olvidamos por completo esa antigua afirmación de nuestros llaneros, que enfrentados a lo inconmensurable de su geografía, a lo inédito de sus días, en el lomo de sus caballos, miran a través del viento y son capaces de decirle al pasar:
¡El hombre es del tamaño del compromiso que se le presenta!

jota jota
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06-11-2020 20:09

El surrealismo de una ira descabellada

Para conjurar ese despropósito de un instante que parece eterno en nuestra triste frontera inaudita.


Cuando tropiezo de nuevo en ese peldaño amarillo que conozco de memoria y me convierto en eco de sus trampas.
Cuando me equivoco con ojos abiertos, desorbitados, en ese eterno enfrentamiento con enemigos anónimos y doy oportunidades impensadas, que me derrotan.
Cuando me enredo en las sombras, a plena luz del día y me faltan las luciérnagas que guardo por puños en bolsillos rotos.
Cuando improbables y desatinadas conclusiones me llevan a sonoros fracasos.
Cuando confundo candelabros de estaño provistos de velas sin mechas con piezas genuinas de iluminación y confío equivocadamente en la posibilidad de una luz enceguecedora que al borde mismo de la rabia me detenga.
Cuando las cosas me salen mal, pésimas, más allá de lo previsto y aceptables para mi condición de creyente.
En definitiva, en el momento en que soy consciente de mis errores, de mis faltas, de mis desaciertos, de mis múltiples desatinos. Me enfado.
Me sorbe el seso la exasperación, me come la irritación, un furor estrafalario me enceguece hasta la locura, una furia ciega y sorda imposible de controlar me domina y veo mi vida en imágenes digitales, que cruzan una pantalla de plasma destrozada por un grito estridente que se extiende en el tiempo sin memoria.
En definitiva y sin poesía. Asomarme a mi propia incapacidad sobrepasa los límites de mi razón y me conduce entre saltos y brincos, de mi estado natural de optimismo a la ira descabellada y me lleno de razones para justificar la sinrazón de la ira sin control.
Por esa razón intento a toda costa no encolerizarme, trato de evitar ese trance que siempre me sorprende.
La razón es un hilo tenue trenzado con la locura, ambas permanecen en una sorda pugna y a punto de deshilacharse, ambas intentan contener en una red finísima nuestros demonios que cobran fuerza en momentos inesperados, inapropiados y son capaces de romper el delicado equilibrio que las sostiene. Puedo enumerar algunas que la soberbia señala.
Una orden que no se acató de inmediato.
Una indicación que no se cumple.
El silencio como respuesta.
Una palabra mal acomodada.
El asomo de un gesto inesperado, un mohín de desagrado.
Ayer una simpleza rompió el hilo y se desataron mis tres temibles demonios.
Un demonio de acero afilado se apoderó de mi lengua y escupió palabras como cuchillos e hirió la indefensa tarde hasta la sangre.
Otro demonio aduló la acción irreflexiva, llevó mi pensamiento por caminos de engaños y logró que justificara un acto reprochable.
El último de ellos tomó mi razón y la empujo hasta los intestinos y allá la dejó entre la bilis, entre las heces y aún hoy no he podido rescatarla.
Escribo estas líneas en un intento desesperado para pescar sin anzuelo y sin sedal mi razón perdida .

jota jota
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07-10-2020 22:08

Gracias Rpdrigo ppor tus comentarios y sobre todo gracias por esos versos. El amor abre puertas,ilumina horizontes y hace olvidar los detalles duros del momento que nos toco vivir. Pero el amor, cuando es primero, pareciera el más dulce de todos y el que jamás se olvida, pero en tus versos no es esa dulzura la que nos queda en la memoria, por el contrario, se instala la tristeza de una despedida final en la cual seguimos como al principio lleno de preguntas, también nos dejas sentir que la única opción es afrontar con valor nuesro destino y tú vas al encuentro protegiendote con esa capa del primer amor, que nos salva incluso de nosotros mismos. Gracias.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
07-10-2020 20:09

Hola, Adolfo y demás compañeros de aventura: ¿Todo bien por aquí? ¿Guardáis vuestro confinamiento con el rigor y la disciplina que ordenan las autoridades de la cosa? Pues estáis apañaos...
Vale, como premio a vuestra generosa aportación a la salud mundial del mundo os dejo estos comentarios a los últimos relatos publicados por J.J. (¡qué sería de Rayuela sin J.J.!) y, opcionalment, para el que los soporte, unos viejos versos míos. Y que siga la fiesta...

EL CUMPLIMIENTO DE LA NORMA CONDUCE AL ÉXITO.J.J.
Con un lenguaje incisivamente poético y un anclaje en la atracción erótica J.J. narra y desvela un episodio de ese submundo por el que tienen que transitar sus personajes, submundo de peligros, estrategias, espionaje... para poder subsistir frente a la opresión totalitaria. Unos bellos de mujer son suficiente atadura para iniciar y vincular a un joven sediento de vivencias amorosas a la red que permite alimentar la libertad. Libertad a cambio de quedar prisionero de esos ojos. Excelente.

ELLA PREFIERE LA NOCHE. J.J.
Un -otro- episodio más de esa vida necesariamente polifacética en la que el amor por la libertad infunde el valor necesario para arrostrar los más insólitos peligros. La multitud de secuencias, todas diferentes y todas peligrosas, hacen apasionada la lectura de estos breves relatos.

LA IMAGINARIA LÍNEA DE MIS CERTEZAS. J.J.
En el imaginario de sucesos que J.J. nos va relatando, en éste se alcanza un climax, cruel e irremediable. El crimen, el asesinato violento de un valedor del mal por uno de sus perseguidos. Nadie de quienes creemos conocerlo dará verosimilitud a estos hechos; ninguno de nosotros puede imaginara J.J. con una navaja en la mano privando de la vida a un semejante. Pero las vivencias son suyas; y tan duras...

Y ahora mi aportación en contrapunto: poesía y poesía de amor. Para distender la tensión y la crudeza de los relatos anteriores; un poema antiguo, con cierto olor a naftalina.

DONDE, AQUEL PRIMER AMOR

¿De dónde las mariposas?
¿De qué horizontes sus brillos?
¿Cuáles mares son mecidos
por el batir de sus alas?

Un universo de ojos
que lloran y apaciguan
a los niños, lluvia tardía
para los prados sin flor.

¡Ah, pero las mariposas...!
Maravillas no nacidas
como el pálido amanecer
de las rosas, como ese amor
que me conturba
en mi crepuscular ocaso,
heraldo vespertino
de una grandiosa nada.

Último amor, fuego fatuo
que dejó la primera, única rosa
resonando en mi ataúd.
Último primer amor
chi non si scorda mai.

Subo ya hasta las estrellas
donde duermen las mariposas,
como trémulas estrellas,
allí, donde la música
es caricia de tu mano
sobre mi pálido corazón.

Pero...
¿Dónde aquel primer amor?
¿Dónde tus manos acariciantes?
¿Donde, mi corazón?

jota jota
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05-10-2020 19:54

El cumplimiento de la norma conduce al éxito

Yo la miraba pasar cada mañana en silencio y la pescaba en las tardes a su regreso. Esperaba una señal, una oportunidad que no me enfrentara al castigo del fracaso.

Sin dirección y sin norte me había quedado estacionado en esa calle. Las aventuras que alguna vez alimenté de dejar mis huellas en el extranjero no lograban traspasar el límite de mis sienes, mis pasos no cruzaban la frontera de las cuatro calles en donde pequeños edificios y un oasis de viejos árboles sembrados con método en las aceras, resisten en silencio el hambre de los centros comerciales. En una lucha sin cuartel intentan desesperadamente no sucumbir a la voracidad del consumo y las ganancias.

Esa mañana ella cruzó la esquina a la misma hora de siempre, yo esperaba como todos los días para verla pasar, esta vez, una brisa suave se coló entre las columnas de los edificios negados al futuro y borró la terca lágrima, que persistía colgada en falso equilibrio entre sus pestañas y sus ojos de mar, más brillantes que de costumbre. Su perturbación momentánea no dejó rastros rodados de maquillaje, pero se convirtió en la excusa perfecta y decidí enfrentar el riesgo del rechazo.

Yo miré el reflejo de ese diamante un instante, luego desapareció evaporado en el espacio que dejaban atrás sus largos tacones. Venciendo el miedo, impulsado por un deseo más allá de los sentidos me acoplé a su paso y corrí el riesgo de tropezar con el ridículo.

-No llores-. -Déjame ayudarte-. Dije. Con la confianza de mis veinte años.

Me miró intensamente, escondió las tormentas detrás de una sonrisa llena de instintos y contestó: -es peligroso intentar cubrir mis huellas, puedes perder la piel en un traspié-.

-Espero que mi pellejo sirva para otra cosa que estar curtiéndose en esta calle de olvidos-. Respondí.

Caminamos un trecho en silencio, Yo me envolvía con su perfume y ella medía la fuerza de mis certezas. Finalmente se deshizo del peso que la oprimía y dijo.
-Entrega este sobre, pero debes seguir exactamente y en todos sus detalles las instrucciones-. -El cumplimiento de la norma conduce al éxito-. Afirmó.

Memoricé la ruta, las direcciones, los horarios, y con los bolsillos repletos de entusiasmo inicié el recorrido al otro extremo de la ciudad, cumplí estrictamente las indicaciones sin contratiempos.
Sin temor tomé el primer autobús y me obsesionó la idea de perder el paquete en ese tumulto, lo apreté con tanta fuerza que me dolieron los dedos.

Atravesé un mercado, vi descargar los camiones de frutas y verduras frescas sobre carretas improvisadas que hombres con camisas abiertas y el pecho desnudo empujaban pidiendo paso a los gritos.

Durante todo el trayecto pensé en esa mujer sin nombre, imaginé cien encuentros diferentes y antes de llegar a mí destino supe que no había cauterio para mi herida.

Con el tiempo justo, al final de una calle estrecha y empinada una puerta entreabierta me esperaba. Entré sin hacer ruido y al colocar el sobre sobre la mesa, entre las sombras, una voz ronca y sin rostro me indicó. -Toma el dinero que está sobre la mesa, te lo ganaste-. -Tienes otra encomienda-.

A la mujer nunca más la volví a ver. Por ella me mudé de calle y logré finalmente dejar mis huellas en el extranjero convertido en mensajero, quizás mensajero de la muerte, no lo sé, nunca he abierto un sobre.

Recuerdo su mirada de mar contenida de miedos, el tono serio de sus palabras y ese consejo primero que no olvido y que hoy se me antoja una amenaza velada y cumplo como un discípulo aplicado al pie de la letra. El cumplimiento de las reglas conduce al éxito.

jota jota
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02-10-2020 23:18

Ella prefiere la noche

A mi sobrina Thony: regalo de su 47 cumpleaños, o una justificación a su conducta.

Nunca se despierta a las ocho de la mañana y jamás se levanta antes de las doce del mediodía. También es justo decir que se acuesta pasadas las tres de la madrugada. Para ella hay algo de mágico asombro en la noche y siempre encuentra argumentos que justifican su desvelo. El más común es la obligación de realizar una acción impostergable y absolutamente necesaria que ella y únicamente ella debe atender a estas desacostumbradas horas para el común: esperar a que llegue el agua por ejemplo. Contemplar el incandescente brillo de las luciérnagas, o salir disparada al encuentro del grupo de sonámbulos intensos, que de noche deambulan por los lugares de moda en esta ciudad de universitarios, con la descarada intención de convertirse en piezas de inspiración nocturna.

Ella quiere ser parte del brillo de los flashes, convertirse en esa imagen de la noche que se hace viral y permanece en el recuerdo. Necesita la música, ser ella siempre música, y también se ha impuesto ser la presencia integradora de innumerables amigos y de nuevos conocidos, de afectos recientes, que de inmediato son agregados a su interminable lista de nombres que guarda en el móvil.

La fatiga la rutina de la luz del sol, la agobia la claridad y sus certezas en donde no caben las sorpresas. Ella necesita sorprenderse y también sorprender, y la oscuridad es la compañera ideal, por eso su vida gira en torno a la noche, el resto es accesorio y decide prescindir de las terribles revelaciones que trae del día.

Pero esta mañana es totalmente diferente, tiene un compromiso al que no puede faltar y antes de las siete de la mañana está en pie. Anoche, a la carrera y de emergencia, dejó a Lola, su perra, en la clínica veterinaria. Su compañera de tantos años, su amiga, uno de sus amores más queridos. Quedó hospitalizada con un cuadro realmente delicado. Le negaron la posibilidad de acompañarla y el doctor le indicó que debe presentarse a primera hora de la mañana en el consultorio, que es posible que Lola no se recupere y la abandone para siempre, que no resista la noche, que el daño es severo, que están comprometidos órganos vitales.

Tocan la puerta y llena de temores corre y abre. Con sorpresa descubre que es su amigo y vecino el panadero de la esquina, temblando y con los ojos llenos de miedo el hombre le dice. -Necesito ayuda Doctora-. -Este papel lo encontré debajo de mi puerta-. Como abogado ella está acostumbrada a leer documentos legales, pero este es totalmente diferente. A modo de membrete una bandera negra con una calavera pálida en el centro, debajo, unas líneas escritas en computadora que lee con rapidez y descubre con espanto, que es una nota de intimidación, una amenaza terrible, un decreto de muerte.

Ciudadano Juan Carrasquero

Sabemos que usted participó activamente en las guarimbas del 2017 y que está involucrado en los sucesos que hirieron al camarada Lenin en la casa del vidrio de la calle 15.

Para ese momento este territorio no nos pertenecía y por tanto, no dimos la debida respuesta correctiva a su conducta de derecha recalcitrante. Debe saber que ahora el territorio en donde vive nos pertenece, y usted está siendo vigilado, cualquier acción que consideremos impropia será reprimida y castigada con la severidad que creamos necesaria. Usted es de ahora en adelante un objetivo militar. Es también el único responsable de su seguridad, la de los suyos y de sus propiedades. Sin contar los daños colaterales que sufrirán los vecinos por sus actos contrarevolucionarios. Está usted advertido. No habrá un segundo mensaje.

Colectivo Bandera Negra.

Ella sabe que la ley está hundida bajo el imperio de la impunidad, que estos grupos y colectivos son pagados por el gobierno para su defensa, que no hay límites en sus desmanes, que no hay justicia. Le aconseja de todo corazón que tome unas vacaciones, que visite un familiar, que se vaya lejos de esta ciudad tóxica, que desaparezca por un tiempo.

En la clínica las noticias son desalentadoras, Lola no superó la noche. El doctor le explicó: que el alimento “El Centinela” el único que se consigue en medio de esta lamentable situación de escasez destroza los órganos de las mascotas y terminó confesando que son más de 50 los casos que ha atendido con iguales resultados.

Ella, al igual que Juan Carrasquero necesita dejar la ciudad de Mérida para no asfixiarse en la intolerancia. Llama a un amigo y viaja a Medellín, Colombia. Está rendida, el peso de esta y otras derrotas la agota.

En el aeropuerto de Medellín toma un taxi. Pasa por la plaza de las esculturas y al ver el enorme perro de Botero piensa en Lola. El auto mantiene la ruta para llegar a la dirección de su amigo. En el momento que atraviesan el sector de Patio Bonito impávidos observan que unos hombres en moto interceptan un vehículo. Oyen disparos. Dos hombres caen en la calle y una bala perdida rompe el vidrio del auto que está a su lado y se aloja en la cabeza de un muchacho.
Algunas personas se acercan e intentan ayudarlo. Oyen que el muchacho se llama Fabio Legarda.
El taxista arranca antes de que cierren la calle y les sea imposible seguir y la policía los obligue a dar declaraciones. En el camino el conductor del taxi le comenta que el muchacho es un conocido cantante y youtuber. Que apenas tiene veintinueve años.

El auto sigue su recorrido, ambos mantienen el respetuoso silencio que se guarda ante la presencia inesperada de la muerte hundidos en la triste espiral que violenta la vida esta mañana. Se dirigen al sector del Guayabal, el calor y los acontecimientos son abrumadores. El tráfico se detiene en el puente Gilberto Echeverri. Alguien pide ayuda con gritos desesperados, bajan y corren a un costado del puente. Impotentes, observan asombrados el momento en que una mujer joven cargando un niño de unos diez años se lanza del puente.

Con la mirada perdida en el vacío detrás de la mujer y el niño, ella le dice al taxista: -este recibimiento me espanta, por favor, puede llevarme de regreso al aeropuerto-.

Abatida, derrotada. Piensa: los peligros de la noche son mucho más amables que esta claridad que me hiere y lastima profundamente. Ahora entiendo porque me resisto a despertarme temprano en la mañana.

jota jota
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01-10-2020 17:23

La imaginaria línea de mis certezas

Me convertí en víctima de una perversa práctica criminal. Hace quince días el azar me señaló como objetivo probable y a las diez de la mañana tres desconocidos me empujaron dentro de un auto. Sin ser un genio, con algo de astucia, logré deshacerme de la cartera y del teléfono. Iniciamos entonces juntos un recorrido desquiciado por una ciudad que conozco bien, pero mirada a través del caleidoscopio del miedo la encontré extraña y sin alma.

Con terquedad temeraria soporté los insultos, la violencia de los golpes, las amenazas de muerte, y logré convencerlos de haber sufrido un atraco momentos antes y por eso no tener cartera ni teléfono.

Esa ingrata experiencia se ha convertido en maldición constante y ahora soy prisionero del miedo. Vivo encerrado en mí casa, resguardado por estas paredes y esta puerta bajo llave permanente, desde el objetivo de mi cámara fotográfica espío detrás de las ventanas a posibles delincuentes, o futuras víctimas. Intento establecer una operación matemática que permita advertirnos contra la crueldad de la barbarie, pero no hay algoritmo capaz de predecir tanta maldad.

El recuerdo de cada segundo que pasé dentro del auto, bajo amenazas, mirando a los ojos la muerte próxima, aumenta mi mal genio y alimenta el pánico.

Persiste la idea, de que mis atacantes, los tres hombres, puedan regresar a cumplir su ultimátum y disparar sin consideración sus revólveres, y las balas incendiar el alma del oscuro cañón y matarme.

Intento ser objetivo, busco razones para negar esa posibilidad, pero el miedo impide cualquier acto racional.

Estoy obligado a trasponer la puerta de mis temores y recuperar mi libertad. No puedo ser el esclavo del miedo por más tiempo. Salgo a la calle acompañado de una vieja navaja automática, que logré rescatar del olvido y conservo con el objetivo de espantar el miedo, rescato con ella la frágil seguridad que me sostiene.

Doy unos pasos fuera de la casa y empiezo a sudar, la vejiga neurótica amenaza reventarse. Con muchísima dificultad y con mirada ansiosa avanzo poco a poco en un intento de recuperar mi vida. Me convierto en un manojo de nervios, crecen las sospechas con la brisa, esta inusual desconfianza me anula, y me obliga a aferrarme a la navaja, a la seguridad que proporciona no estar indefenso.

Logro llegar a la esquina y al cruzarla me paralizo del susto, estoy a punto de orinarme encima, uno de los secuestradores camina delante de mí. Lo descubro detrás de su uniforme de policía. Camina con la soberbia de quien se siente amparado en la impunidad del uniforme.

Me falta el aire, pero la posibilidad de convertirme en la diferencia ante el próximo secuestro domina mis actos y me ciega una furia desconocida, poseído por el genio del mal, me obligo a caminar con rapidez y finalmente alcanzo al bandido.

La mano busca venganza y empuña la navaja, el acero se dispara, es un brillo fugaz en esta mañana descolorida. La calle, los edificios, los autos desaparecen y hasta los sonidos se quedan suspendidos en un enorme vacío por el que camina el sigilo con aire de triunfo. Paso a su lado sin mirarlo, con una fuerza desconocida, cruzo el filo acerado de la navaja alrededor de su garganta.

Nervios y cartílagos se resisten por momentos, el borbotón de sangre indica que la aorta es un río desbordado que perdió el cauce. Sigo mi camino sin detenerme, sin darme la vuelta, sin importarme siquiera el sonido del cuerpo que rebota contra el asfalto, sin prestar ninguna atención al gruñido que despide la vida. Al cumplir este objetivo imprevisto el miedo desaparece.

¡Ay mi alma! He roto la frágil línea de mis certezas. Los últimos eventos me han empujado a un abismo y pongo en duda la ley, la justicia, el orden y el derecho que son el único norte posible.

La sombra del otro que soy finalmente me desbordó, guió mi mano y me convirtió en juez y verdugo. Impongo la norma que supongo correcta, la regla que considero justa, razono una condena contra el caos que se multiplica ante la dictadura de la impunidad. Ahora estoy perdido en manos del otro y no me reconozco.

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