UNA SOLA MIRADA (fLORLUNA)
Precioso relato, encantador y triste como él solo.
Con rimas y a lo loco
Florluna
11-07-2013 15:30
UNA SOLA MIRADA.
Era octubre cuando por primera vez la vio.
Tomaba café sentada a la mesa de una cafetería, por la que él solía pasar cada día para ir al trabajo.
Desde ese mismo día, cada vez que llegaba a su altura, aminoraba el paso, para poder contemplarla mejor.
Siempre tenía la cabeza agachada, una mano sujetando la barbilla y la otra escribía sin parar, en un cuaderno con las tapas en verde.
Llevaba tanto tiempo observándola que se sabía de memoria cada detalle de ella.
Cuando la dejaba atrás y hasta llegar al trabajo, rememoraba cada cosa que le gustaba de ella.
Le gustaba su pelo negro y la forma en que le caía a un lado de la cara, mientras no paraba de escribir.
Le gustaban sus manos, estaba seguro que estaban hechas para acariciarle a uno cada centímetro de la piel.
Le gustaba la forma en que distraidamente balanceaba una de sus piernas, casi de forma mecánica.
A veces, pensaba en entrar, en hacerse el encontradizo con cualquier excusa, pero no se atrevía. Sólo de pensarlo, el corazón se le desbocaba.
No sabía nada de ella, ni su nombre, ni de dónde venía, si estaba casada, si era feliz.
Sólo sabía que le bajaría la luna y se la pondría al lado de aquel cuaderno verde, a cambio de que ella levantara la vista y lo mirara.
Moría por ver sus ojos, por ver lo que contenía aquella mirada.
Moría un poco cada día de camino al trabajo.
Así cada día, a la misma hora.
Ella sentada en el mismo sitio, la misma mesa pegada al cristal que daba a la avenida.
Penaba por ella, la deseaba con fervor y la amaba aún sin saber ni qué tono tenía su voz.
La amaba con pasión. Así. Sin más.
La tuvo cientos de veces en sueños, cientos de veces en su cama. La imaginaba y la hacía real.
Cada noche se convertía en su dueño.
Su mente era incapaz de pensar en otra cosa que no fuese la chica de la cafetería.
Una mañana al pasar, no la vio allí. La mesa vacía. No estaba allí. Sintió tal dolor que se paró en seco. Se plantó de cara al cristal y miraba la mesa, la silla.
Su mesa, su silla. Como si aquello pudiese hacer que apareciera por arte de magia.
Con paso firme y decidido entró en la cafetería y le preguntó al camarero por la chica de la mesa vacía.
El camarero, sin dejar de limpiar la barra con gesto monótono y cansino, levantó los hombros en señal de importarle un bledo lo que le preguntaba.
El volvió a insistir.
-Le estoy preguntando qué dónde está la chica que se sentaba a esa mesa.- El tono que usó fue tan contundente, que el camarero paró, lo miró y le dijo:
-Hoy no ha venido. Y no creo que vuelva.
- ¿ Cómo que cree que no va a volver más?. ¿ Qué le hace pensar eso?
-Dejó su cuaderno y su bolígrafo aquí.- Creyó percibir un deje de sorna, como si aquello le alegrase.
- ¿ Dónde está?
-En el almacén.
- ¡ Démelo! ¡Deme el cuaderno y el bolígrafo!
- ¿ Es suyo acaso?
- Tampoco es suyo.¡ Démelo o entro a cogerlo yo mismo!.- Tenía ganas de partirle la cara en ese mismo momento a aquel estúpido camarero de gesto tedioso.
El del aire cansino, lo miró un instante, dio media vuelta y al volver lo hizo arrastrando los pies, como si el mundo entero le colgara a la espalda.
A punto estuvo de saltar la barra y gritarle que se lo diera de una maldita vez. Cuando lo tuvo, salió de allí como una exhalación, mientras apretaba contra su pecho aquél cuaderno y con su mano apretaba aquel bolígrafo.
Llamó al trabajo y dijo que esa mañana no acudiría a trabajar, que se encontraba enfermo.
Cuando llegó a su casa lo soltó en la mesa de la cocina. Y lo miró. Lo observó como si de ella misma se tratara. Las tapas verdes con una flor de pétalos blancos en el centro. Lo cogió y al abrirlo, el aroma que desprendió aquel cuaderno se le clavó en el alma. Supo que ya jamás olvidaría aquel olor. Olía a ella. Olía cómo tantas y tantas noches cuando en un mar de emociones y locura, la había imaginado entre sus brazos con ferviente pasión.
Se llevó el bolígrafo a la nariz y mientras cerraba los ojos, aspiró profundamente. La misma sensación. La misma certeza. Aquel aroma viajó hasta sus más íntimos secretos y se instaló allí.
La letra ladeada. La escritura perfecta. Se sintió un ladrón mientras devoraba aquellas letras que no le pertenecían. Lo hacía con avidez. Con suma pasión, esa pasión que lo devoraba por dentro. Con amor, con ese amor que lo consumía cada minuto, cada hora.
Cuando terminó de leer quiso morir. Creyó morir.
Hablaba de él, escribía sobre él. Contaba cómo lo miraba a través del cristal cuando él pasaba cada mañana. Cómo amaba la forma de caminar con las manos en los bolsillos. Su andar seguro, erguido. Deseaba con enorme locura, esa espalda que se adivinaba bajo su camisa.
Escribía que lo amaba así. Sin más. Sin haberle mirado nunca a la cara. A los ojos.
Amaba cada parte de su ser y cada noche moría por estar entre sus brazos.
Que mataría por atreverse alguna vez a salir y hacerse la encontradiza con cualquier excusa.
Pero nunca se atrevió. Sólo de pensarlo el corazón le latía como si fuese a estallarle.
No podía más. Se moría por él, pero él nunca se fijaría en ella.
Por eso se rindió y abandonó el cuaderno, el bolígrafo, sus letras.
Y se marchó.
El la buscó durante años. No quedó un rincón dónde él no mirara. No quedó un lugar dónde él no buscara. Pero no la halló jamás.
Hoy sentado en esa misma cafetería, a la misma mesa y sabiendo que le quedaba poco tiempo de vida, debido a su vejez, abrió el cuaderno y escribió.
"Si hubieses levantado la vista una sólo vez. Si yo hubiese volteado la cabeza una sola vez".
No existen mas que dos reglas para escribir;tener algo que decir y decirlo. ( Oscar Wilde).
Rodrigodeacevedo
25-06-2013 19:25
Como la mayor parte de estos cuentos, o relatos, provenientes e las culturas orientales, puede parecer que su argumento sea algo infantil, cuando, en mi opinión, es una forma sutilmente didáctica de exponer una ideología, unos valores muy diferentes y creo que superiores a los de nuestra cultura occidental, tan material y decadente. Se agradece este bien traído cuentecito.
Estela
25-06-2013 18:02
EL RATON Y EL GENIO Alfonso en "Relatos"
Un relato grato e interesante que nos habla de reconocer la importancia de nuestra propia identidad.
Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
Alfonso Araujo
25-06-2013 16:26
Hola de nuevo, comparto aquí un cuento, El Ratón y el Genio:
Una vez, un ratón encontró a un genio, y se ganó su favor. El genio dijo que podía conceder al ratón un deseo – el que fuera - siempre y cuando lo pensara con detenimiento. Al oír esto el ratón dijo, “¡Quiero convertirme en el ser más poderoso del mundo!”
“¿Y cuál es ese ser?” preguntó el genio.
“¡El agua! He visto al agua bajar del cielo, y cuando baja por las laderas de la montaña, puede vencer a árboles viejos y rocas enormes.”
El genio asintió, y el ratón se convirtió en Agua.
Pero al ser agua, se dio cuenta de que sin importar con cuánta violencia corriera y cuántos árboles arrancara, al quedarse quieta el sol venía y la evaporaba. De modo que fue de nuevo con el genio.
“Genio, me equivoqué, de hecho es el sol quien es el más poderoso. Quiero ser el sol en lugar del agua.”
El genio asintió otra vez, y convirtió al agua en Sol.
Así que el sol evaporaba grandes cantidades de agua, haciendo sentir su calor por todos lados. Pero al ser el sol, se dio cuenta de que era en realidad muy pequeño comparado con la inmensidad del cielo, a través del cual viajaba pero nunca podía abarcar por completo. Así que fue con el genio y dijo,
“Genio, me equivoqué por segunda vez. ¡En verdad es el Cielo lo que quiero ser!” Y su deseo fue concedido de nuevo.
Pero ahora, sin importar qué tan grande fuera, las nubes podían llegar en cualquier momento y ocultarlo a la vista.
Cada vez más contrariado, fue de nuevo con el genio para que lo convirtiera en Nubes, pensando que era difícil llegar a saber cuál era el Ser Más Poderoso del Mundo.
Siendo las nubes, se dio cuenta que aunque podía ocultar al mismo cielo, no tenía poder alguno en contra del viento, que lo movía a su antojo. Sobra decir que fue a buscar al genio quien por quinta vez, sonrió y asintió ante el deseo de ser el Viento.
Así que como el viento, soplaba y dispersaba las nubes más negras y densas, pero aún con toda su fuerza, se estrellaba una y otra vez contra la vieja y venerable montaña. Angustiado ante su torpeza, dijo, “Genio, creo que por fin he dado fin a mi búsqueda: no creo que haya nadie más poderoso que la montaña. Incluso el sol, el agua y el viento no pueden moverla.” Y fue convertido en montaña.
Alta e inquebrantable, la majestuosa montaña veía ir y venir a los elementos, al sol y a la luna. Era en verdad poderosa, y se sintió feliz.
Pero después de un tiempo, se dio cuenta de algo insólito: vio la presencia de un gran número de pequeñas criaturas que hacían su hogar dentro de ella, lenta y silenciosamente, sin que pudiera hacer nada por evitarlo.
Estas criaturas eran ratones.
Se quedó pensando un largo tiempo, y luego regresó con el genio.
“Genio, perdona mi ceguera. Por favor dame la forma de lo que en verdad soy,” dijo. “Porque he llegado a entender el verdadero significado del Poder.”
Algunas mañanas me entretengo realizando divisiones. No me refiero a operaciones aritméticas, que superé hace algunos años, sino a divisiones en grupo. Entonces pienso que hay dos tipos de personas, las fumadoras y las que no. Yo entro en el primer grupo, pese a que sólo fumo un cigarrillo al mes, y en domingo. Satisfecho de mi conclusión, lo intento de nuevo. Hay dos grupos de personas: los solteros y los casados. Me refiero a estados actuales, para estar en el primer grupo, aunque de vez en cuando me doy el placer de pasar por el segundo. Y sigo: hay dos tipos de personas, los sinceros y los mentirosos.
Ahí me detengo.. No conozco a nadie del primer grupo. Sólo yo mismo, transparente como soy, pues eso decía mi segunda mujer. Esto requiere reflexión, me digo, y me asomo a la ventana. Allí, después de observar cómo pasa la gente en silencio, me parece comprender que, cuando no se habla, tampoco se puede mentir. Así que el que calla es, al menos, honesto. Entonces, pienso, algún sincero más habrá, aunque no lo conozca.
Hay dos tipos de personas, continúo, los agradables y los que no lo son. Es subjetivo, lo sé, porque quienes nos parecen agradables a otros les parecen lo contrario. Pero acepto la subjetividad, porque esto es una lista personal, y por tanto, incapaz de ser objetiva ¡ni falta que hace!
Hago varias listas, hasta que llega la inevitable: hay dos tipos de personas, las altas y las bajas. Aquí me detengo, frustrado, pues sé que no tiene salida. ¿Hasta qué altura se es bajo? ¿Desde qué altura se es alto? ¿Las cifras pueden coincidir?
He decidido que un metro setenta, mi altura, es la altura media ¿Soy alto o bajo? La decisión es compleja. Sé que no soy una cosa ni la otra, pertenezco a un grupo inexistente. Y ese es el fracaso de mis listas. No me puedo permitir otro fracaso, así que finjo que soy alto (lo prefiero), que la lista está bien hecha, y decido dedicarme a otra cosa. Pero como es domingo, y no tengo nada que hacer, enciendo un cigarrillo que fumo, para matar el tiempo, como si de verdad me gustara el humo que arroja a los pulmones.
moisesrgz.blogspot.com
Gregorio Tienda Delgado
14-06-2013 20:17
Bienvenida, Ana María. He leído tu relato y es excelente. No me extraña que haya ganado el primes premio.
Saludos cordiales.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
13-06-2013 21:03
Ana María: seas muy bien venida a esta familiar mesa de camilla. Tú y tus maravillosos relatos. Aquí los podremos compartir y deleitarnos con ellos. También se equilibra un poco la sección "prosas" frente a la de "poesía"; aunque disfrutamos igual con todas las opciones.
Un cordial saludo.
caizán
13-06-2013 20:07
Estimada Ana María. Quiero agregar mi bienvenida, a la hecha por Observador. En mi caso por la alegría de recibir otro habitante de éste país, Argentina. Ya somos cuatro, tenemos cubiertos los cuatro puntos cardinales. Hay una constante, aquí, para el imaginario colectivo, el Sur es el Edén donde evadirnos cuando la vida y sus problemas nos pretender destruir. Siempre me he preguntado ¿Por qué? Nunca supe la respuesta.
Espero y deseo que te distraigas y encuentres lo que quieres en este foro.
Observador
13-06-2013 18:41
Bienvenida a la página, Ana María. Muchas gracias por registrarte en Rayuela. He visto que has publicado un relato, pero, sin darte cuenta, has abierto varios subforos al introducirlo.
Lo que voy a hacer es copiártelo en este espacio, que es donde se publican los relatos, y voy a eliminar los subforos que has creado por error.
Un fuerte abrazo, Ana. Espero que estés a gusto entre nosotros y que nos aportes muchas ideas. Si tienes alguna duda sobre el funcionamiento del foro, no dudes en consultárnosla. Puedes hacer tus consultas en el apartado "Deja tu mensaje".
DERRUMBE:
autor: ANA MARÍA MANCEDA. Este cuento obtuvo el 1º PREMIO INTERNACIONAL EN NARRATIVA por edit. Artes y letras 2008
**********************************************************************
─Tome un mate y coma una torta frita, por ahí se le va esa cara tan seria, usté es muy preocupada.
─¿Te parece? ─ Y ella se rió.
Al devolverle el mate la miro, Blanca tiene la risa más cristalina y sonora que he conocido. Es como el sonido de las aguas del bosque que caen en cascada. Es el paisaje de la infancia de Blanca ¿Tendrá que ver? ¿Será mi desarraigo, esos pedazos de pieles arrancados a la vida , la nube que produce mi expresión preocupada?
─Tenés razón Blanca, las tortas están exquisitas, en mi tierra son distintas, flaquitas, no usamos levadura, éstas son más ricas. ¿Así que lo de la casa va viento en popa?
─¡Ajá! Va bueno doña Eugenia, quería invitarla para el Domingo ¿Podrá ir?
─Sí por qué no, iré por la mañana debo regresar temprano, luego me encierro a corregir los trabajos de mis alumnos, el lunes los tengo que entregar.
Cuando terminó su rutina se despide. La veo salir por el sendero hacia la calle. Contradicción. Me siento feliz de quedar sola con Yuko, mi perro labrador, por otra parte siento su ausencia. Podíamos estar largos ratos sin hablar, cada una en sus quehaceres, por ahí yo emito alguna frase para provocar su opinión y ella carga con esa lógica aplastante que no la da ningún libro. Estoy bien, mañana arribará de nuevo, debe atender a sus hijos.
El espejo me devuelve la cara de una mujer cuarentona y melancólica. Me excuso. Dejé todo. Familia, paisaje, olores, historias. Todo quedó a dos mil kilómetros de distancia y a dos mil años de ausencias. Llegué al sur, a la Patagonia, tratando de empezar una nueva vida, pero uno viaja con su mochila. Siempre. Del Atlántico al Pacífico, tan solo me separa de sus playas la Cordillera de los Andes, solo eso. De todas maneras siento sus vientos en este pueblo de bosques, lagos y montañas. Y también las lluvias y la nieve. Hora de clases. ─Profe, Profe ¿ Cómo saco en el mapa los kilómetros de distancia con la regla? Me perdí.
─¡Mm! Prestá atención, fijate en la escala, si te indica milímetros los pasamos a centímetros y más menos colocamos la regla sobre los puntos que queremos investigar.
Según los centímetros sabremos la cantidad de kilómetros ¿Estamos?
El trabajo nos había llevado dos semanas. Era una investigación de las posibles consecuencias ambientales que en nuestra región ocasionarían los ensayos nucleares en una de las islas del Pacífico. Teniendo en cuenta que ésta zona es sísmica y volcánica, cualquier presión de esa envergadura sobre las placas tectónicas del continente que se expanden debajo del océano podría producir deslizamientos y consecuencias graves. Las conclusiones de la investigación irían adjuntas a una petición de suspender los ensayos nucleares al Gobierno y a la embajada del país que produciría las explosiones atómicas. Este tipo de trabajos les apasionaba a mis alumnos, se sentían protagonistas y a mí me permitía dictar la materia Geografía de una manera dinámica a la vez de crear conciencia ecológica. ¿Nos responderían? Dictar clases en una escuela secundaria estatal en estos pueblos alejados de la Capital era un placer. Arquitectura adaptada al rigor climático, calefacción en todas las aulas. Concurren alumnos de clase media, baja y media alta. Hace poco abrió un colegio privado, bueno, semi-privado, ya que tienen subsidio del Estado. Hacia allí emigró una pequeña población de alumnos de clase media alta y de los que quieren ser. Cuotas caras y estima social. Así es. Pero se perdieron de realizar el trabajo ecológico, hasta el momento solo lo hacemos en la escuela estatal. ¿Qué le importa a los privados que la Placa de Nazca se deslice debajo de la Sudamericana y provoque terremotos? ¿Lo sabrán?
Domingo. Salgo a las once de la mañana, es otoño y la temperatura está bajo cero. Me dejo llevar por Yuko, tira fuerte de la correa. El paisaje es una ceremonia de colores, el crujido de las hojas, repito en mi mente, solo es una muerte transitoria, mi melancolía es una muerte transitoria, debo vivir, vivir. A medida que voy subiendo las laderas veo el pueblo, mezcla de edificios modernos y casas antiguas ¿Cómo las percibo? Sus chimeneas emiten el humo de las costumbres heredadas de los viejos hogares. Lo moderno es tener calefacción a gas, pero el olor a Ñire quemado invade una historia cálida de colonos; boers, franceses, alemanes, ingleses, argentinos de provincias norteñas e indígenas, originarios dueños de estas tierras. Olores, siempre olores atados a los recuerdos. Aquí no están los míos. Abajo, no tan lejos, el lago, azul, verde, y el sol jugando a las escondidas en los bosques. Hay troncos caídos, admiro los líquenes que se adhieren como un tapiz a su corteza. Sé de la importancia de estos seres como índices biológicos de la pureza del aire. Aire oxigenado. En las grandes ciudades ya no se ven, excepto en las ramas muy altas de los árboles. A veces.
Estoy llegando, las casas del plan social se ven casi terminadas, hay más, muchos más troncos caídos, han desmontado la ladera para poder edificar. Los terrenos son fiscales, la discusión está a que jurisdicción pertenecen, si a la provincia o a Parques Nacionales. La gente necesita las viviendas pero es indudable que los políticos necesitan los votos y no se detienen ante nada. Este desmonte va a traer graves consecuencias.
Me recibe la algarabía de los chicos. Risas, gritos, la oscuridad del lugar, el suelo helado y la pobreza se desdibujan ante las caras coloradas.
─Señora Eugenia ¿Se queda a comer?¿ Se queda hasta la tarde? Me pregunta Pedro, el mayor de los hijos de Blanca. Lo acaricio, le doy la bolsa con los regalos. Se acercan sus hermanos y otros chicos vecinos.
Dentro de la casa, al lado de la cocina a leña charlamos con Blanca. Pedro y sus hermanos entran y salen, desesperados por comer las golosinas antes del almuerzo. Se escucha el ruido d las sierras eléctricas.
─¿ Siguen desmontando Blanca?
─Y sí, necesitamos espacio, además para tener un poco de sol, esto es muy oscuro.
─No deja de ser peligroso, los árboles fijan el suelo y equilibran el ciclo del agua. En la época de lluvias se va a lavar ese suelo, pueden ocurrir desmoronamientos.
─¡Qué va! A nosotros no nos dijeron nada.
No opiné más. No tenía derecho. Estaba tan ilusionada con su casa. Miré por la ventana, el cerro estaba ahí nomás, era un paredón de rocas amenazantes, debían hacerles una contención. ¡Basta de preocupación! A disfrutar con esta querida familia. Luego del guiso exquisito, el postre, la caminata por la zona y la felicidad de los chicos, regresé a mi casa con un Yuko agotado, igual que yo, nos acompañó una caída violenta del sol tras los cerros y el frío que se adhiere insobornable, imagino el horizonte y el dulce atardecer de la llanura, rojo recuerdo. Llegamos, los hijos de Blanca son una cálida esperanza. Fue un día pleno.
Y la época de lluvias comenzó, alternadas con fuertes nevadas. Reino de los turistas esquiadores. Pueblo de postal, hacia el este, cerros boscosos con pistas de esquí. Hacia el oeste cerros boscosos, oscuros, con humildes casas, en el centro el valle y la ciudad. Paisaje bello, incoherencia social. Todo sucede bajo las mismas estrellas.
Comienzo de Primavera, se advierte la nueva estación por los brotes de las plantas, aún sigue nevando. En esos días sopló la felicidad en la casa, Pedro venía de forma asidua a hacer las tareas mientras su madre terminaba la rutina diaria. Se entusiasmaba con mis libros, de manera especial con los libros del cosmos. Le daba algunas explicaciones sencillas del origen y evolución del universo. Blanca se ponía contenta, decía que iba a sacar un científico del chico.
─Usté es tan cariñosa con los niños Doña, debería tener su hombre, no es bueno que la mujer esté sola.
¡Hay Blanca! Ella sí estaba sola, con tres niños que mantener. Quizás la equivocada era yo, ella había logrado la eternidad, a pesar del abandono de la familia por parte de su hombre.
A mediados de Octubre se armó revuelo en el colegio, nos habían llegado respuestas del Congreso de la Nación y del país involucrado en les ensayos nucleares. Por distintas leyes se había realizado el “TRATADO DE PROHIBICIÓN COMPLETA DE LOS ENSAYOS NUCLEARES en el CONGRESO DE COLOMBIA 2001”. Nos enviaron el tratado y agradecimiento por nuestra participación. Por supuesto nuestro pedido no fue determinante ya que hace años venían tratando el tema en las Naciones Unidas con resoluciones previas, pero para nosotros fue motivo de orgullo saber que estábamos en la buena senda de estudio de la compleja temática ecológica.
Era una tarde agradable, el sol comenzaba a entibiar la atmósfera y algunos pájaros se animaban a trinar recibiendo la luz de primavera. Pedro tomando la merienda, su madre vendría a buscarlo más tarde, debió quedarse en su casa pues los albañiles tenían que terminar la habitación de los chicos. Una herida rompió el equilibrio, las sirenas de los bomberos comenzaron a sonar alertando un incendio o un accidente. Intuición. Llamé a la radio, pregunte qué sucedía. La primera reacción es la parálisis del cuerpo y la mente. Derrumbe. Había ocurrido en el nuevo barrio de las casas sociales,
en las laderas de los cerros que dan al Oeste. Cuando reaccioné tomé a Pedro, mi cartera y pedí un taxi. El chófer no sabía más que lo comentado por la radio ¿Habría heridos? Nos dejó en la zona baja. Ya estaban las ambulancias cargando gente en camillas. Todo era un pandemónium. Tomados de las manos con Pedro subimos la cuesta, de mi boca salían palabras estúpidas, para brindarle calma pero el chico lloraba. Al llegar a la casa de Blanca vimos que estaba intacta pero las casas vecinas tenían destruidas algunas partes. Había heridos, algunos muy graves. Entre la multitud vimos a Blanca, comenzamos a gritar, nos vio y vino hacia nosotros corriendo, a su lado los hermanos de Pedro, llorando. Nos abrazamos, temblaba. Por seguridad no podíamos entrar, era posible que las rocas caídas del paredón sin contención hayan debilitado alguna estructura de la construcción. A la hora del crepúsculo nos fuimos hacia mi casa. Hasta que no estén seguros que no correrían peligro y hecha la contención de las rocas, vivirían conmigo.
En ese tiempo descubrí que a pesar de mi mochila y mis dos mil años de ausencias había encontrado una familia. El Doña Eugenia de los chicos lo sentía cien veces por día, sonaba a música. Para fin de año, al momento de brindar tuve una luz en mi terco cerebro. No era bueno que una mujer esté sola. Suspiré feliz, Yuko, recostado, miraba alerta a los chicos, como esperando un ataque. Blanca se ríe de sus pícaras ocurrencias y el hecho de estar compartiendo la fiesta con sus hijos. Y yo, quizás aprenda a aceptar esta nueva vida, aunque el parásito de la nostalgia esté muy cómodo viviendo en mis entrañas.***