No era corriente aquel castigo a un simple bacán. Fue sobre todo por querer anticipar sus intereses a sus promesas, lo que trajo la desolación al pueblo. Encerrado en una sala de acústica especial se le condenó a oír música heavy-metal ininterrumpidamente.
Eratalia
15-02-2015 23:31
Le anticiparon que la acústica del local fallaba a causa de periódicos cortes de la corriente y le hicieron la promesa de que todo quedaría subsanado, pero para su desolación nada fue como esperaba. Le estuvo bien empleado el castigo, por bacán.
Con rimas y a lo loco
Jose Jesus Morales
15-02-2015 00:35
Completamos las siete palabras, que no es lo mismo que aquella flor de siete colores que perseguía una niña por allá, por los ochenta. Persigamos entonces nosotros ese texto esquivo.
f. Destrucción total:
la guerra dejó un paisaje de desolación.
Aflicción, angustia, desconsuelo:
lo han perdido todo y la desolación se ha apoderado de ellos.
Soledad absoluta, ausencia de vida en un lugar:
el pueblo desierto mostraba una sobrecogedora desolación.
bacán2.
1. m. coloq. Cuba. Hombre mantenido por su esposa o por su amante.
2. m. Ur. Hombre que costea los gastos de las mujeres con las que mantiene vínculos.
3. com. Col. y Ur. Persona adinerada.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
juan fozara
14-02-2015 20:41
Mi palabra es PROMESA.
Espero que no sea rota y más hoy día de San Valentín, pero ella ya no me cree solo me quiere y me aguanta(por la costumbre). Es un chiste, aunque puede que tenga algo de verdad para nosotros, los mortales.
" La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño ": Nietzsche.
Rodrigodeacevedo
14-02-2015 20:18
Pues menos mal que me lo has recordado, amigo J.J.. ¡Toi disperso...!
Mis palabras:
ANTICIPAR (Del lat. anticipāre).
1. tr. Hacer que algo suceda antes del tiempo señalado o esperable, o antes que otra cosa. Anticipar las elecciones.
2. tr. Anunciar algo antes de un momento dado, o antes del tiempo oportuno o esperable.
3. tr. prever (‖ conjeturar lo que ha de suceder).
4. tr. desus. Anteponer, preferir. La susodicha sea preferida y anticipada a cualquier otra deuda.
5. tr. desus. Sobrepujar, aventajar. ¿Es que tu persona tienes en tanta estima que de nadie ser anticipado haces cuenta?
6. prnl. Dicho de una persona: Adelantarse a otra en la ejecución de algo.
7. prnl. Dicho de una cosa: Ocurrir antes del tiempo regular o señalado. Anticiparse las lluvias, la calentura, la llegada del tren.
CORRIENTE. (Del ant. part. act. de correr; lat. currens, -entis).
1. adj. Que corre.
2. adj. Dicho de una semana, de un mes, de un año o de un siglo: Actual o que va transcurriendo.
3. adj. Que está en uso en el momento presente o lo estaba en el momento de que se habla. La moda corriente.
4. adj. Dicho de un recibo, de un número de publicación periódica, etc.: Último aparecido, a diferencia de los atrasados.
5. adj. Cierto, sabido, admitido comúnmente.
6. adj. Que no tiene impedimento ni estorbo para su uso y efecto.
7. adj. Admitido o autorizado por el uso común o por la costumbre.
8. adj. Que sucede con frecuencia.
9. adj. Medio, común, regular, no extraordinario.
10. adj. Dicho de una persona: De trato llano y familiar.
11. adj. Dicho del estilo: fluido (‖ suelto, fácil).
12. f. Movimiento de traslación continuado, ya sea permanente, ya accidental, de una masa de materia fluida, como el agua o el aire, en una dirección determinada.
13. f. Masa de materia fluida que se mueve de este modo.
14. f. corriente eléctrica.
15. f. Tiro que se establece en una casa o habitación entre las puertas y ventanas.
16. f. Curso, movimiento o tendencia de los sentimientos o de las ideas.
17. adv. m. U. para mostrar aquiescencia o conformidad.
Ya faltan menos...
Jose Jesus Morales
14-02-2015 19:51
El domingo se termina el plazo de las primeras dos semanas de este taller redimensionado
Soy Abogado Defensor de Oficio, El caso Amariscua, me llegó en una carpeta sin manosear, pensé en uno de tantos juicios sin importancia, o quizás tan extraordinariamente peligroso, que los otros abogados, advertidos, lo dejaron pasar por miedo y desidia.
En este Oficio con frecuencia, cada caso es un escalón que nos acerca a una estabilidad honrosa, al éxito, o a la muerte. De sobra lo saben quienes manejan los caprichos del poder y su necesidad de negar las leyes establecidas, de darles la vuelta, de encontrar una salida que le acomode a sus intereses mezquinos.
Con la temperatura subida, extremando cuidados, estudié con esmero y atención cada folio de la investigación, cada detalle me llevó a condenar a mi defendido. Cuando todo encaja tan perfectamente la experiencia enciende una alarma, y me obligo a mirar desde la óptica del infractor, esto me ha permitido liberar inocentes de ese tranvía que llaman ley, capaz de arrollar a los honestos. Estoy en la lista de quienes no suben los escalones del éxito, que se mantienen en ese limbo que se llama justicia, pero logran por encima del poder liberar a inocentes.
Su nombre es Leonardo Amariscua, el último descendiente de una raza perdida en el Amazonas de tejedores de moriche, se vino a esta Capital decadente, en busca de una oportunidad y encontró la cárcel y el riesgo de una pena de treinta años por asesinato.
Yo fui su abogado Defensor y me comprometí a rescatarlo del olvido, a no dejarlo pagar por una muerte de la que no es responsable, luego de hablar con él supe que era inocente, que jamás a cruzado por su cabeza la intención de matar a nadie.
Me contó que lo contrataron para un trabajo delicado y muy especial. Tenía que reparar unas alpargatas puntiagudas que le dijeron se llamaban babuchas, dijeron también, que eran antiguas y valiosas y debía hacerlo según las indicaciones de un Experto en Historia, que lo encerraron por la seguridad de las babuchas en una especie de sótano, casi sin descanso, retomaba el trabajo luego de la revisión minuciosa del experto, lo obligaron a trabajar en esas condiciones, pero la necesidad tiene cara de hambre me dijo.
Según su relato pasó tres días con esa gente, trató con el experto, con la señora que le llevó la comida y con el muerto habló dos veces, cuando lo contrato y cuando le pagó. Al otro día la policía lo detuvo y acuso de asesinato.
Necesitaba los pormenores, le exprimí cada detalle, cada paso dado, cada recuerdo de sus últimos días, tracé un plano de sus acciones, hasta de sus pensamientos y con el plano y abundantes descripciones hablé con el Detective a cargo, sabía que el juicio, la causa, estaban perdidos de antemano y mi única opción de liberar a Leonardo Amariscua era lograr que encontraran al verdadero culpable y no ir a juicio.
Quizás los antepasados indígenas metieron sus manos, o eso quiere creer Leonardo.
La verdad es que el detective a cargo, viejo y agotado como yo, estudió el plano que le entregué y encontró un indiscreto detalle en el sótano del hombre asesinado en donde estuvieron Leonardo y las babuchas, ese dato lo llevó al verdadero culpable. El Detective no logró apresar al asesino, alguien desde algún escalón más alto de la justicia le avisó y logró escapar llevándose las babuchas verdaderas.
Leonardo Amariscua está libre porque pude evadir el juicio.
Rodrigodeacevedo
09-02-2015 18:47
Babucha
Desidia
Estabilidad
Indiscreto
Retomar
Temperatura
Tranvía
EL SAMOVAR DE PLATA
Auguste Bonnefoy siempre había vivido entre antigüedades. Cuando se hizo cargo de la vieja casona familiar allí se albergaban los más variopintos objetos que sus antepasados habían ido almacenando con desidia, sin preocuparse demasiado por clasificarlos y saber su valor real, valor en alza que los nuevos tiempos y las nuevas modas iban incrementando.
Desde muy joven, cuando recorría junto a su padre toda la región de Bretaña ofreciendo a los lugareños algunos francos por desalojar de trastos viejos sus buhardillas, la intuición de Auguste le advertía que allí, en aquellos trastos despreciados por sus poseedores, había un gran valor intrínseco, que las peripecias junto a sus distintos propietarios habían ido conformando el “alma” de aquellos objetos. Ahora, cuando negociaba sobre algún mueble viejo, le gustaba que el vendedor, sin temor a ser indiscreto, le contase algo sobre la vida del mueble, sobre su historia “en” la familia. A partir de ahí Auguste pretendía retomar esa historia, fabulaba, le daba vida al objeto, fuese mueble, vajilla o lámpara, sin otra intención que compensar con ellos la soledad en la que vivía.
Auguste empezó a ampliar el área de su negocio, dándole estabilidad; recorrió todo el norte de Francia, encontrando posibilidades inesperadas en ese mundo de lo antiguo. Viajó a París y entró en contacto con algunos expertos que lo asesoraron, admirándose de la ingenuidad de aquel bretón al “que le gustaban las cosas antiguas” y que nunca había montado en tranvía. Ya en su madurez, solterón recalcitrante, volcó su vida y su pasión en darles sentido a aquellos objetos que, cada vez con mayor frecuencia, “le llamaban”, requerían de él cumplir esa especie de vocación de Pygmalión que les daba una vida que hasta ahora les había sido negada.
De esta manera estableció contactos con España, Italia, Turquía... conoció a verdaderos anticuarios y a simples chamarileros. En cierta ocasión fue llamado desde Estambul por Kemal, uno de sus proveedores habituales; el Gran Bazar era uno de sus “territorios de caza” favoritos. Allí encontraba lo mejor y lo peor de entre las gentes de su oficio. Y le gustaba el reto. Pero aquella llamada de su cliente y amigo le creó un cierto desasosiego interior; algo le decía que le iba a proponer algo que sería decisivo en su vida. Acudió lo más pronto que pudo. Después de los abrazos de rigor, tomando el té aromatizado con rosas y fumando el narguilé, ambos en babuchas, sentados sobre alfombras de dudoso valor dedicadas al turismo, Kemal le enseñó el objeto que quería venderle: un hermoso samovar de plata, con relieves repujados, procedente de las regiones ucranianas en conflicto. Una joya en desgracia que luciría con todo esplendor en alguna casa burguesa que Auguste podría proporcionarle. Kemal, con ese lenguaje ensoñador que adoptan los fumadores de narguilé, le contó la historia de aquel bellísimo samovar. Era toda una tragedia y, al parecer, el objeto llevaba consigo una leyenda de muerte y desgracias. Leyendas de mujiks ignorantes, remató Kemal, temeroso de haber asustado a su amigo.
Pero Auguste ya había sido captado por la belleza oronda y sosegada del aparato y había decidido comprarlo. Y ahora, semanas más tarde, lucía con toda la belleza de sus brillos y sus formas sobre una lujosa cómoda Luis XV. Auguste estaba orgulloso de su compra y, desde luego, ya había olvidado las oscuras leyendas sobre las desgracias de sus anteriores propietarios. Frente al fuego de la imponente chimenea, adormilado por la agradable temperatura, el anticuario Bonnefoy admiraba los reflejos con los que las llamas jugueteaban sobre la bruñida superficie del samovar. Y entre los reflejos de las llamas el reflejo de su propio rostro, mirándole fijamente con los ojos extrañamente iluminados ; las sombras y los brillos le daban a su imagen toda una expresión deminíaca, como llamándole a disfrutar de un infierno sólo reservado a los iniciados; una tentación irresistible. Fuera, sobre la costa de Bretaña, el vendaval hacía coro a tan mefistotélica escena.
A la mañana siguiente, Auguste Bonnefoy no abrió su negocio. Al poco, la doncella que lo asistía lo encontró sentado en su butaca favorita, frente a la chimenea, mirando con ojos desorbitados, vidriosos ya por la muerte, a una antigüedad recién adquirida: un orondo samovar de plata que la doncella todavía no conocía.