DOS CARAS DE LA MISMA MONEDA.
Manuel y su esposa Estela, tienen dos hijas: una de diecisiete y otra de veinte años, a las que quieren con locura. Las dos quieren mucho a sus padres. Son una familia unida y Manuel y Estela unos padres excelentes y viven con armonía y ESTABILIDAD.
Manuel, un hombre de cuarenta y cinco años, simpático y agradable, es muy querido de sus vecinos y amigos. Es alto, fornido, y al parecer bien educado. Moreno, pelo negro con hilillos grises, largo y suelto, cae sobre sus anchas espaldas dándole un toque atractivo y sensual. Sus ojos grandes, negros, pestañas largas curvadas, nariz perfecta, boca con labios carnosos y dientes bien alineados. Su barbilla con un hoyuelo en el centro, remata un rostro que unido a su cuerpo, puede subirle la TEMPERATURA y enloquecer a cualquier mujer.
Por eso y por ser tan buena persona, en su pueblo, un pueblo pequeño de doscientos vecinos, es muy apreciado por todos y muy especialmente por las mujeres.
Trabaja de agente comercial, por lo que viaja por todas las provincias de su región, por otras de las regiones limítrofes y pernocta en distintas localidades. Se marcha los lunes por la mañana, y vuelve los viernes por la tarde. Los fines de semana los pasa con sus amigos y su familia y les cuenta lo difícil que es ganarse la vida en ese trabajo, que lo hace con DESIDIA. Aun así, sus hijas lo notan cada vez más atento y cariñoso y cuando llega, a casa, le acercan las BABUCHAS, costumbre que tienen desde pequeñas. Él les trae regalos con más frecuencia, incluso algunos de mucho más valor que los de antes.
En cambio, Estela, en los últimos años ha notado un cambio en el comportamiento de su marido. Lo nota distante. En el amor a perdido fogosidad y cuando le pregunta, dice que se hace mayor, que ya no es el de antes. Pero Estela intuye que hay algo más; que Manuel la engaña; que quizá tiene una amante. Ella escribe en su diario lo que siente, y esto es lo que escribió el lunes pasado:
«Acabas de irte dejándome una fría sensación de tristeza. Tal vez te vayas para siempre, no lo sé, me duele saberlo. Así que, volveré a esperarte una semana más hasta el viernes, con la esperanza de RETOMAR nuestra relación, pero con incertidumbre, repasando el libro de nuestras vidas que empezamos a escribir juntos hace más de veinte años. No importa que tardes. En el fondo sé que volverás. No puedes traicionarme. Nunca me harías daño, ¿verdad? Me quieres demasiado, una vez me lo dijiste, ¿recuerdas? Estábamos en el parque mirando las estrellas, acababas de regalarme una y me dijiste que me querías como jamás habías querido a nadie.
Dime que te acuerdas, que sigues pensando lo mismo, por favor dímelo. Si no es así, miente. Miénteme mirándome a los ojos y haz que me lo crea. Convénceme aunque tú ya no lo sientas, aun siendo INDISCRETO. Sé convincente, no me hagas dudar de lo más bonito que tuve. Si ya no me quieres, inventa un cuento para mí, uno de esos con final feliz. No permitas que muera mi sueño, alimenta mis esperanzas como hiciste durante tanto tiempo.
Si no vienes, la luz de mi estrella se extinguirá, y además, también yo estoy empezando a apagarme, sentada en esta silla con nuestro libro en el regazo. Ahora ya no sé si nunca llegaré a leer el final, que no está escrito y que tú quizá no volverás para acabarlo»
En el último año, ha viajado menos. Dice que está cansado y que quiere estar más tiempo con su familia. El viernes, regresó y dijo a su esposa y a sus hijas que había dejado el trabajo; que quería descansar una temporada.
Hoy, sábado, a primera hora, lo ha detenido la guardia civil. Lo han acusado de numerosos atracos y violaciones a mujeres, casi todas de entre diecisiete y veinte años.