Gracias, Jota, hermano en la distancia y el amor a la poesia.
Aplicando aquella vieja máxima de algún célebre escritor, la poesía es un minuto de inspiración y muchas horas de transpiración: he conseguido acabar aquellos versos rebeldes. Aquí os los dejo.
Pero el escritor, o quien pretenda transitar por ese arduo mundo, necesita paz de espíritu, aunque en este se fragüen tormentas, apartamiento y retiro, y que asuntos mundanos no distraigan su quehacer. Yo, ocasionalmente, no disfruto de esas circunstancias. No es eximente que justifique la indudable menor calidad de estos versos, pero es mi realidad actual. Y lo será, todavía, por algún tiempo. Paciencia y constancia: "todo tiene su momento". Y Rayuela seguiá viva con nuestra numantina presencia.
Un abrazo, hermano.
EPÍLOGO
El ojo ciego de la luna
blanca pupila sin alma
hace eco al pabilo agonizante
que crea sombras chinescas
en la pared desconchada.
Muere el día como un ave fénix
que mañana tendrá su nuevo canto de gallo
Temblorosas las sombras danzan
en un periplo de muerte
sobre la pared ultrajada
Recurrente "totendanz" que terminará en el alba.
Antes
mientras la luna dormía
las dentelladas del sol
sobre la roca
arrancaban efímeros diamantes
-luz peregrina-
y mi sombra era aún oscura y densa.
Tiñe ya el granate turbio
las nubes grises
La luna se disuelve
en un hálito como babas
y las piedras de la torre
en su parva eternidad
amenazan el descuido de mis pasos
Busco mi sombra perdida
mi último atributo de hombre
soy/somos objetos extraños
expulsados del organismo perfecto.
Las plañideras recorren
insutiles
el camino a mi calvario
La blanca luz grasienta de la luna
macera los riscos graníticos
mañana serán arena
donde se marcarán mis huellas
fundiéndome en su eternidad