Mi querida Eratalia: Ser Genoveva de Brabante ha sido uno de los mayores honores y placeres que me han sido dados disfrutar en esta azarosa circunstancia de creador de personajes. Cierto que yo no creé a la dulce Genoveva, pero he podido sumergirme en ella y adornarla con mis evidentes virtudes de caballero español. ¿De qué, si no, esa generosidad en el perdón; ese saber disfrutar de la vida en las duras condiciones de su exilio silvestre; ese fuego abrasador en sus entrañas que la impelieron a cohabitar con el bravío ciervo?.
Si Geno levantase la cabeza sin duda me buscaría para agradecerme esa nueva vida que le he concedido. ¿O no?
Eratalia
02-04-2013 19:06
A RODRIGO(Mi bienquisto fijodalgo)
Ahora que vamos despacio, vamos a... leer lo atrasado. Eso he comenzado a hacer y me he encontrado con que tú, TÚ, eras Genoveva de Brabante!!!
Nunca me hubiese esperado esto de ti, pues te creía varón de todas las vidas, pasadas y venideras.
Menos mal que eras señora de alcurnia, tronío y alta cuna, a pesar de las vicisitudes del momento. Y que lo salvaste muy dignamente. Te felicito por ello, oye.
Con rimas y a lo loco
Eratalia
25-03-2013 21:17
LA COLECCIONISTA DE TROFEOS (Versión original)
La coleccionista de trofeos.
Alberto se hallaba tumbado en el sofá en actitud relajada. En la mano, el mando con el que zappineaba distraídamente sin prestar demasiada atención a las imágenes que aparecían en la pantalla; su mente, dispersa en vagos pensamientos. Pensaba en Laura, y en la noche en que, después de recoger los platos de la cena, anunció:
-Últimamente la televisión me aburre, esta noche prefiero jugar un rato con el ordenador…
De eso hacía ya varias semanas y, desde entonces no había vuelto a ocupar su lado junto a él en el sofá, como solían hacer cada velada. No es que fuera una cuestión vital, pero echaba de menos su cálida presencia y aquella mano indolente que solía dejar abandonada sobre sus piernas, una manera de materializar el vínculo que los unía.
Se levantó y caminó hacia el rincón donde Laura se hallaba sentada en un sillón, en posición de loto, y con el pequeño portátil sobre el regazo, al parecer completamente absorta en lo que quiera que fuese que estuviese haciendo. La rodeó y rozó con los labios su hombro en una sutil caricia. Laura, sobresaltada, dio un respingo.
-¡Ay! Me has asustado, ¿a dónde vas tan sigiloso?
-No voy sigiloso, es que tú estás muy concentrada. ¿Se puede saber qué estás haciendo?
-Construyo un palacio. Estoy intentando darle forma ojival a este prim, que será una preciosa cristalera. He seguido unos cursos de construcción, es realmente apasionante. ¿Ves?
Laura utilizó el zoom para alejar la cámara y Alberto pudo contemplar algo así como un castillo a medio hacer, con torres y almenas y vio una linda muñequita en la pantalla de cuyos dedos salían haces de luz hacia los objetos que manipulaba.
-Esa soy yo, -le dijo- es muy entretenido, más que mirar la tele. Deberías probarlo.
- No creo que eso me gustase, ya tengo mis propios hobbies y no creo que tuviese paciencia para hacer todo eso.
- Se me ocurre una cosa; te voy a hacer un avatar. Será cuestión de un minuto, así lo pruebas, si no te gusta el juego, con borrarlo, solucionado. Ya verás… Busquemos un nombre para ti…
Habían pasado varias semanas desde que Laura crease a Bertoal Yang y desde entonces el sofá delante de la tele había quedado desierto, ella seguía pasando sus veladas entregada febrilmente a la construcción y él se había refugiado en la salita donde las horas volaban sin sentir, embutido en su nueva piel de habitante de aquel extraño metaverso.
Vencida la timidez inicial, su lista de contactos se había multiplicado, pero desde hacía unos días todos le sobraban, todos menos uno, el único al que quería ver, el único que lo había seducido por completo, un exuberante y atractivo avatar femenino cuyo nombre era un anticipo de su carácter: Loba Rau.
Con Loba era feliz, se sentía absolutamente atraído por ella y se dejaba llevar. No hubo de hacer ningún esfuerzo por conquistarla, porque claramente la conquistadora era ella. En cuanto entablaron relación, Loba le pidió a Bertoal, de forma sibilina, su número de móvil, su dirección de messenger y más y más datos de su vida real, a la vez que lo iba introduciendo en su propio metaverso virtual, un mundo que él ni siquiera había vislumbrado y que le parecía tan sugestivo como fascinante. Loba era dueña de una mansión donde numerosas “señoritas de compañía” se ganaban la vida alegremente.
A medida que pasaban los meses, no sólo había desaparecido de su rutina con Laura la costumbre de ver juntos la tele, sino que incluso habían dejado de comunicarse. Durante el día cada uno estaba en sus trabajos y comía fuera de casa y, al llegar la noche, Bertoal prefería tomar un bocadillo mientras tecleaba febrilmente el ordenador, echando furtivas ojeadas a la puerta por si a ella se le ocurría entrar a decirle algo, cosa que ya nunca ocurría. Simplemente, ya no tenían nada que decirse. De todos modos hubiera sido embarazoso que ella entrase y viese ciertas cosas en la pantalla…
La idea de estar con Loba en la vida real iba ganando camino en la mente de Alberto, que pasaba el día sumido en la desesperación de no tenerla cerca y entre frenéticos mensajes de todo tipo, teléfono, videoconferencias, skype, Messenger… todo era poco para disfrutar de sus encuentros con ella, y ya todo eso le parecía insuficiente pues no calmaba su ansia por poseerla, su mente era un caos y su obsesión, enfermiza. Estaba dispuesto a darlo todo por aquella mujer que le había sorbido el seso y ella incentivaba aquella pasión de todas las maneras que conocía.
Por fin llegó el día y ajustaron la cita. Consumido por una gran excitación nerviosa, Alberto condujo durante horas que le parecieron siglos hasta llegar a su meta: se acercaba el momento de poder abrazarla de verdad, oler su piel, saborear sus labios. Pensaba estar viviendo un sueño o, a veces, creía que era pesadilla. ¿Qué le diría a Laura al volver? ¿Habría sospechado ella algo? La verdad es que estaban algo distanciados, pero no quería pensar en ello, ya habría tiempo a la vuelta, ahora era el momento de concentrarse en el futuro próximo, que él auguraba lleno de gozo.
El encuentro fue explosivo: Loba colmó todas sus expectativas y las sobrepasó con creces; las horas corrieron como segundos y de nuevo se encontró conduciendo camino de vuelta a su hogar, pero ¿era su hogar aquello? ¿Qué quedaba de su vida con Laura? Tendría, tarde o temprano que enfrentarse a la realidad.
Al día siguiente, aún no repuesto del todo de la impresión que Loba le había causado, abrió su ordenador, ansioso de volver a comunicarse con ella, pero no consiguió localizarla en todo el día, ni al siguiente, ni al otro. Preguntó en la mansión que ella regentaba y sólo le dijeron que llevaba un par de días sin conectarse. Se iba de madrugada a la cama esperando noticias que no llegaban y mientras, Laura, lo observaba silenciosa sin atreverse a preguntar, viendo en aquel hombre desesperado y nervioso a un ser desconocido y ajeno por completo a ella.
Y, por fin, tomó la decisión.
- Me voy, Alberto. Mañana cuando vuelvas del trabajo ya no estaré aquí, he cogido un apartamento con una amiga. No es una decisión precipitada, la he madurado durante meses y es irrevocable… no sé qué te ha pasado, Alberto, sólo sé que ya no eres tú…
- Ah… ¿sí? – balbuceó - no sé qué decirte… Laura… yo…
Pero Laura ya no le escuchaba, con ademán cansado salió de la habitación dejándolo sumido en un mar de confusiones.
Al día siguiente, al volver de la oficina, Alberto encontró una casa vacía como nunca; últimamente había vivido al margen de Laura, pero ahora sentía que la soledad le ahogaba. Volvió a poner en marcha su PC, angustiado doblemente por la marcha de Laura y por no tener noticias de Loba y el corazón le estalló de alegría al verla conectada. Rápidamente le abrió un mensaje atropellado, lleno de preguntas y de afirmaciones. Transcurrieron minutos sin respuesta. Volvió a intentarlo y, de pronto, apareció en pantalla:
-Berto, perdona, es que estoy ocupada, luego hablamos.
-¿Cómo que estás ocupada?, no sé nada de ti desde… Quiero volver a verte, necesito volver a verte, dime cuando y me pondré en camino, no me importan las horas al volante con tal de estar contigo…
-Berto, ¿no me has leído? Te he dicho que estoy ocupada, déjame tranquila. No eres la única persona aquí, ¿sabes?
-Pero… ¿y lo nuestro?
-Berto, ¿en qué mundo vives? No hay nada “nuestro”. Ha estado bien, ¿de qué te quejas? Las historias empiezan y acaban; se culminan, tienen un principio y un final… ¿o es que no lo sabías? No me gusta la monotonía, Alberto, hay mucha gente por conocer… al fin y al cabo los lobos somos cazadores por naturaleza, ¿no? ¡pues déjame vivir en paz!
A Alberto se le cayó el mundo encima. Pensar que él sólo había sido eso… un nuevo trofeo del que sentirse orgullosa, un nombre más en su colección de conquistas, una nueva muesca en su cinturón de cazadora…
Y por ella había ido al traste toda su antigua vida, feliz y relajada, con sus costumbre bien ordenadas, sus hobbies tranquilos y hogareños, y su amada Laura. ¿Amada? Ahora sentía que la odiaba, la odiaba por haberle introducido en aquel mundo extraño y lleno de peligros, que él, en su candidez, ni siquiera vislumbraba, las odiaba a ambas, a las que culpaba de su desesperación y de su ruina anímica. Las dos lo habían abandonado, dejándolo como un pelele sin voluntad y sin vida y ya no tenía nadie por quien vivir, ni ganas de hacerlo.
Lleno de ira agarró la torre del ordenador y, arrancándola de todos sus cables, la lanzó con estrépito contra la pared, para destrozar luego el teclado y el monitor, descargando sobre ellos toda su rabia, pateándolos una y otra vez… hasta que exhausto y jadeante se apoyó contra la pared y se dejó resbalar hasta el suelo, hundido, mientras escondía la cara entre sus manos y se vaciaba entre las sacudidas de un llanto estentóreo y catártico.
Con rimas y a lo loco
Eratalia
25-03-2013 21:14
AQUÍ UN AMIGO, RODRIGO
Como me parece que en esta sección no hay orden ni concierto para hacer comentarios, te diré, amic meu, que tu relato me encantó. Lo leí en su momento, como leo todo lo que váis subiendo, pero sin determe a comentar. Ahora, que parece que veo la luz al final del tunel (traduzcase por ver las vacaciones al final del trimestre)me pongo a ello de buena gana.
Tu perrito debió ser un amigo excelente (casi todos ellos lo son)y yo estoy haciendo de madre primeriza con el mío, que es todo un amorcete. El pobre creo que comienza a olvidar su nefasta niñez en la perrera y se va dando cuenta de que le ha tocado la lotería.
El relato, con la maestría y la pericia que nos es familiar, enternecedor. Pena de su final, (el del perro, no el del relato).
Debiste sentir mucho su pérdida.
Un abrazo.
Con rimas y a lo loco
Rodrigodeacevedo
21-03-2013 20:15
Mi "amigo" ya no está; lo mataron un coche y su alocado ímpetu.
Estas memorias emocionadas van
dedicadas a una buena amiga y compañera, que lo está pasando mal con su... perro. Para Eratalia.
AQUÍ, UN AMIGO
Al entrar en el jardín, antes de cerrar la verja, “Amic”, mi viejo golden retriever planta, en actitud de fiero dogo rampante, sus enormes patazas en mi pecho. Ya está mayor y torpe. Sus ojos tienen una pátina esclerotizada, miopes y legañosos. Pero sigue alegre y revoltoso, igual que de pequeño. En el jardín apenas respeta al escuchimizado camelio que a duras penas sobrevive en un rincón. Quizá le de pena la endeblez del arbolito o, tal vez, en su corazón sensible y agradecido de perro bonachón, sus continuos regalos de blancas flores hayan tallado un altarcito donde venera al pobre arbusto. Esconder sus tesoros en el césped es mi desesperación y su mayor placer. Y su especialidad, avanzar con su torpe cuerpazo entre los macizos de prímulas y caléndulas, destrozando mi trabajo de jardinero amateur de fines de semana.
“Amic”, por convenio no escrito entre él y yo, su amo, no pasa sin autorización expresa al recinto de la vivienda, excepto a la cocina, en la que tiene su pequeño rincón para dormir. Tan sólo en los inviernos, cuando el frío arrecia le permito pasar al salón, donde en la chimenea crepita un alegre fuego. “Amic”, a pesar de su abundante pelaje color canela claro, se tumba próximo a la boca del hogar, frente a mi sillón. Entonces yo aprovecho, amo cruel, para calentar mis pies sobre su cuerpo, frotándolos con fruición, después de tenerlos toda una jornada encarcelados en las botas de trabajo. “Amic”, sin girar la cabezota, que mantiene entre sus potentes brazuelos, vuelve hacía mí sus ojos, tiernos, dulces y miopes, y me mira: nunca he sabido si complacido con mis caricias o permisivo con el evidente abuso de utilizarlo como felpudo.
Al final, adormecidos por el suave calorcillo, perro y amo conjuntamos nuestro sueño. A la hora de retirarnos, “Amic”, a regañadientes, se dirige a su confortable rincón, y yo al inhóspito y frío dormitorio, que antes fue de matrimonio, hasta que mi pareja decidió “volar”, cuando me planteó: “O 'Amic' o yo; tú decides” Y, naturalmente, decidí. Claro que esto no creo que lo sepa “Amic”, pero pienso seriamente que desde su intuición perruna algo comprende. Sabe que desde hace algún tiempo ella no está; que ahora las palabras que recibe son siempre cariñosas; y que nadie le regaña cuando deja las huellas de sus inmensas patazas sobre el parquet recién fregado. Aunque desde que tiene los ojos miopes no puedo percibir todas los sentimientos que desde las profundidades de su alma de perro me quiere expresar cuando, sentados frente al fuego, intenta aliviar mis soledades.
Buen amigo, mi fiel “Amic”.
caizán
15-03-2013 15:00
UN TRABAJO PELIGROSO
Ramón bajó del avión en un lugar ignoto, había ocurrido una avería y el piloto descendió en el primer aeropuerto posible. Los aduaneros hablaban un idioma incomprensible para él, eso motivó que le retuvieran su valija. Quedó preocupado porqué adentro había algo que lo podía comprometer.
Llamó por teléfono a quién lo esperaba en el destino final del viaje. Su interlocutor le dijo claramente, que nada podía hacer por él en ese país desconocido
Le sugirió que mantuviera la calma. Le dio varias razones:nadie sabía quién era. 2) estaba allí por accidente 3) La valija estaba preparada para ser revisada normalmente, sin prejuicios. Y 4) no me llame más. Eliminaré éste teléfono
Él era un profesional y hacía años que incursionaba en el delito de alto nivel. Cualquier operación, por ínfima que fuera, le daría u$a Cien mil. Eso le llevó a pensar ¿qué estaría trasportando? Le habían ofrecido un millón de dólares por éste trabajo y cómo tardó en contestar más de dos días, le hicieron una contra oferta de dos millones. En realidad no contestó porqué, cuando lo llamaron estaba en Dubái con Cinthya, una colega rumana; que seguramente no se llamaba así. Eran dos mentirosos. Ambos sabían que el otro no era quien decía ser pero, a ninguna de ellos le importaba. En este trabajo no eran comunes los momentos de pasión, por el peligro que implicaba. Quedar expuestos y que el otro tuviera como fin el asesinato del amante. Ésta era una profesión de mucho riesgo que no admitía errores. Ninguno. Por eso no atendió su teléfono.Lo llevaba encima apagado, el aparato registraba igual la llamada, así evitaba que alguien le tomara los mensajes que estaban grabados o que podían entrar. Con la tecnología actual, todo era posible. Una de las azafatas interrumpió sus pensamientos para decirle que ya habían encontrado la falla y mañana podían reiniciar viaje. Era una pelirroja exuberante que atendía la first class, cuando amagó retirarse, la retuvo, preguntándole ¿dónde pasarían la noche los pasajeros? Alegó no saberlo ya que desconocía las comodidades del lugar y agregó: --el personal de a bordo lo pasará en el avión, esa es la orden.--Hizo un mohín de sufrimiento y abnegación que puso en marcha sus mecanismos viriles, supo que se llamaba Ivonne, era francesa, como su compañía aérea y que – muy importante - le gustaría pasar esa noche en un hotel, para poder ducharse. Ese sinónimo de coito ya lo había escuchado otras veces; por lo tanto, cuando lo llamaron los aduaneros para devolverle su valija, les dijo que por favor la reexpidieran al avión o la retuvieran hasta la salida. No quiso darle ninguna importancia al equipaje, ya que había pasado sin novedad la inspección.
El que le dio esa información lo hizo en francés, por lo tanto aprovechó para informarse si había un hotel. Sí había, a media hora de auto, era tres estrellas y además de cómodas habitaciones, tenía una bien surtida barra y mejor restaurante. Ramón dedujo que el destino le estaba dando una buena mano. Le permitía disponer lo que la pelirroja precisaba: una buena ducha.
Esperó que Ivonne se desocupara de un grupo que la interrogaba y se acercó a decirle la novedad, quiso saber a que hora estaría disponible lo que motivó una charla con sus compañeras que lo miraron, evaluando la calidad del corcel; hubo sonrisas y ella dictaminó: una hora.
Se acercó al mostrador y le pidió al intérprete que consiguiera un coche para llevarlo al hotel dentro de una hora. Ningún problema.
Se sentó, observando al resto de los pasajeros que consultaban para saber cuando retomarían viaje. Ivonne no estaba, la vio hablando por teléfono en una cabina y, por defecto, le resultó sospechoso. En éste negocio había pocos inocentes. Comenzó a dudar de lo fácil que fue todo y si éste aterrizaje no era parte de algún plan en contra suya. Cuando se movían grandes intereses era señal que se tocaban magnitudes difíciles de evaluar. La baraja tiene varios ases. El solo tenía uno, quedaban tres y no sabía en que mano estaban.
Cuando la vio venir con un bolso de mano, decidió que si no le contaba su charla telefónica, era señal de sospecha.
Salieron de la estación, afuera estaba un Mercedes esperando, en el parabrisas un cartel con su nombre:”Mr. Paul Williams”. Viajaba bajo ese nombre como CEO de una empresa multinacional con sede en N. York. En un momento del viaje, Ivonne comentó que había hablado por teléfono con su hermana para informarle del percance y la demora en su arribo.
Eso lo tranquilizó un poco. El problema es que cuando la duda se instala, quitarla es muy difícil. El viaje transcurrió con mutuas informaciones del
trabajo que cada uno hacía.
El hotel tenía un buen aspecto. Le dieron la llave de la habitación y ella pidió subir sola para ducharse, lo llamaría por teléfono para que subiera, había sido un día de mucho trajín. Él consintió y mientras la vio alejarse hacia los ascensores la duda volvió a acompañarlo. ¿Tendría Ivonne los otros tres ases? Se sentó en la barra y pidió un gin tonic, mientras lo bebía pensó en los pro y los contra de ésta situación, por suerte nadie lo revisó y llevaba encima su pistola Glock que lo defendería a distancia. Cuerpo a cuerpo, le quebraría el cuello de un solo golpe o...--Señor – lo interrumpieron para avisarle que tenía una llamada--¿Vienes? Estoy lista.-- él también. Mientras iba hacia el ascensor pasó su Glock de la espalda al plexo. Tercer piso habitación 315. Golpeó la puerta y ella le dijo que pasara, estaba abierta. La entreabrió lentamente con su mano izquierda y la derecha en la empuñadura de su Glock. Un espejo la reflejaba, dejó caer su mano derecha y empujó la puerta con esa mano. Ivonne no tenía donde guardar un arma, salvo bajo su cabello rojo.
Fue una buena noche, la consideró un plus o un bonus que la compañía le había dado por su eficiente comportamiento. A la mañana siguiente desayunaron sin apuro, el avión tenía previsto salir por la tarde. Ella sugirió que almorzaran en la habitación, también quería su bonus. Ese es el problema actual con los empleados, nunca están satisfechos, siempre les parece poco lo que reciben.
Él fue un buen empleador, dadivoso y gratificador. Almorzaron en la habitación.
La terminal aérea era pequeña o la gente era mucha para ese lugar. Ivonne se despidió para ocupar su puesto de trabajo en medio de las risas de sus compañeras, él se sentó a esperar. Sonó el teléfono. Le extraño pero lo atendió.
Le pedían que sacara el maletín de la valija, en él tenía una notebook por la que le mandarían las instrucciones finales. Dijo ok y cortó.
Una excelente noche y un mejor día. Ya le habían depositado un millón de dólares en su cuenta y recibiría el resto contra entrega de la valija. Luego un breve vuelo a París, donde Ivonne se tomaría una semana de vacaciones en Cap Ferrat. Con él.
Los motores estaban encendidos para probarlos y le pidieron al pasaje que fuera subiendo, sería un vuelo tranquilo sobre el océano, bordeando la costa. Se apagaron los carteles y la azafata pelirroja trajo una botella de Dom Perignon. En ese momento pensó que si Dios lo dejaba entrar al paraíso, pediría duplicar otro día así. Sonó la notebook, abrió el maletín y leyó las indicaciones finales. Contestó: “OK”. Cerró el maletín sobre sus rodillas y tomó la copa de champaña.
Oyó un leve chasquido y supo que “ese” era su último día en la tierra.
JSM
Rodrigodeacevedo
08-03-2013 20:05
Además de El Taller y Vamos a contar..., este foro tiene un tercer hilo de prosa, al que tenemos algo olvidadillo. Voy a aportar un nuevo relato para vivificarlo.
Conviene ambientar la lectura del relato oyendo este video, que's mu bonito.
CUANDO FUI GENOVEVA DE BRABANTE.
El futuro de los hombres son las mujeres.
(Louis Aragon)
Es conocida de muchos, aunque no por todos admitida, la teoría de la reencarnación, de la metempsícosis, del karma, incluso en su variante del “eterno retorno”. En mi caso, y debido tal vez a que mi último ciclo entre resurrecciones fue demasiado breve, la conciencia de mi ser anterior no se disolvió del todo. Como un amanecer repentino surgió inesperadamente en mí, en una dimensión conocida, familiar, aunque arrumbada en algún rincón del mundo de mis sensaciones.
La revelación se produjo durante una relectura de “En busca del tiempo perdido” de Proust. Al igual que el niño Marcel encontró en el personaje de Genoveva la dúctil materia con la creó a la protagonista de su obra, la Duquesa de Guermantes, yo me ví plasmado fielmente en la dulzura y el candor de esa doncella: Genoveva de Brabante. La linterna mágica sirvió a la sazón de catalizador de esos tiempos y espacios en los que yo fui otra. Sin ecuaciones de Lorenz, sin isotropías ni drogas duras, yo fui Genoveva de Brabante, a la que el cruel Golo apartó de sus dignidades y mancilló con la ignominia de la infidelidad. Cierto que mi hijo no me lo había engendrado el Conde Sigfrido, que era impotente, pero lo concebí pensando en él con un gentil y apuesto paje, a fin de darle un digno descendiente a su trono.
Y de mi vida muelle y respetable pasé a las profundidades del bosque, donde gracias a la bella corza y otros animalitos que la imaginación literaria (Herr Smichd, danke schön!) se dignó poner a mi disposición pude salir bastante potablemente. Ni sexo del bueno me faltó, gracias al fuerte y digno ciervo, esposo de la gentil corza, pues sabido es que entre los animales no existen esos tabúes judaicos de las fidelidades entre cónyuges.
Así que, aunque durante los primeros días dí rienda suelta a mi dolor y a mi ira por el trato vejatorio que estaba recibiendo, como soy tan noble y es tan alta mi alcurnia, pronto el sentimiento de agradecimiento a mis verdugos (lo que hoy llamaríamos el síndrome de Estocolmo), que perdonaron mi vida a cambio de un satisfactorio revolcón sobre un lecho de perfumado heno y, además, me dejaron la carne del pobre jabalí que tuvieron que sacrificar para llevar “mi” corazón al atribulado Conde, pues eso, que agradecida como estaba se me pasó el cabreo (con perdón) y me dediqué a sacar adelante a mi pobre e inocente hijo y a mí misma, alimentándome a base de leche de cierva, filetes de jabalí asados, foi-gras de Las Landas, rillette de porc con trufas, civet de conejitos (pobres, qué lástima), higos y frutas del bosque confitadas, etc. etc., hasta que el conde, enterado de la verdad y arrepentido de su indigno comportamiento, volvió a recuperarme, tras haber mandado torturar y degollar al cruel Golo.
Aún recuerdo la mañana en la que los cuernos del señor Conde, los que anunciaban su comitiva, proclamaron su augusta presencia, resonando en las profundidades de la espesura. Una mañana divina en la que mi corazón tembló de nuevo; primero pensando que allí acababan mis días; luego, azorada por no tener qué ponerme ante la intempestiva visita. En aquellos años de retiro forzado mi grácil cuerpo juvenil había tomado algunos grosores que yo creí poco estéticos. Pero cuando tuve ante mí a Sigfrido, sobre el que el paso de los años también había dejado sus espesores, me tranquilicé. Un brillo de lujuria que yo conocía bien apareció en sus ojos: “¡Ternasca, ven a mis brazos...!” Un nuevo idilio surgió entre nosotros. Gracias a Dios y al Sr. Freud, vecino nuestro, la “impotentia coeundi” del Conde había desaparecido. Cosa de magia...Pero eso es ya otra historia que a ustedes y a mí nos importa un comino.
¿Que cómo, a estas alturas de mi vida, me reconocí como aquella dulce doncella que hace siglos fui? Pues por una foto que mi mamaíta, como era costumbre en la época, me mando tomar, vestidito yo de niña, con tirabuzones, encajes y pasamanería delicadísima. Clavadito, oye, a la tal Genoveva. Fue, ya digo, un relampagazo. Porque ahora, que estoy hecho un brutote barbudo y zafio, no hay madre amantísima que me reconociese. Y estoy feliz, porque después de esa revelación ha renacido en mi alma la luz de la inocencia (!).
Ana MarÃa Alvarez Solves
25-02-2013 20:30
Transmutaciones urbanas, es un texto muy bueno, que crea en el lector u na gran angustia, puesto que refleja las prisas, el estrés y la frialdad de las grandes ciudades. Esa comparación entre las entradas y salidas de la gente y los vehículos y las fincas devorando y vomitando personas, me parece lo más logrado del relato.
Y comento sólo éste porque es el único que he leido.
juan fozara
11-02-2013 19:40
Magnífico relato Rodrigo,¿quién nos iba a decir que Guillermito,Mito,iba a derivar en el eterno retorno del mito?Genial,el final le da una auténtica vuelta de tuerca,además de todo su desarrollo,impecable.
También te quiero felicitar por el relato,no me acuerdo el título ahora,con que nos deleitaste en el último "vamos a contar historias".La parejita que casa el cura.¡Perfecto!.Es casi una mininovela con su planteamiento,nudo y desenlace perfectamente ensamblados.Lo lees con intrés desde el principio.Creo que es uno de tus mejores relatos,dignos de figurar con mucha dignidad en cualquier libro de relatos de la actual narrativa en lengua hispana.Así que te felicito sincera y orgullosamente por contar con un miembro como tú en este incipiente foro
De malentendidos no hablo,llevaría a conversaciones que no discusiones bizantinas,"haberlos haylos",pero somos como una pequeña familia.Con frecuencia este servidor no sabe como situar las cosas,nada de importancia¿verdad?.Te mando un abrazo muy cordial y me reitero en mis felicitaciones.
" La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño ": Nietzsche.
Eratalia
11-02-2013 17:58
EL MITO
De nuevo nos obsequias con uno de tus personajes singulares y algo extraños que de tan excelente manera sabes pintar.
Envidio y admiro ese lenguaje, culto y sencillo a la vez, lleno de gracia y de ingenio, que sabe esbozar escenarios con tal maestría.
Iba a decir que de nuevo me sorprendes, pero a estas alturas la sorpresa sería encontrar un texto tuyo que careciese de tan alto nivel de ejecución.