| VAMOS A CONTAR HISTORIAS |
 |
| Jose Jesus Morales |
|
|
|
Ella prefiere la noche
A mi sobrina Thony:
Regalo de su 47 cumpleaños,
O una justificación a su conducta. Nunca se despierta a las ocho de la mañana y jamás se levanta antes de las doce del mediodía. Es justo decir que se acuesta pasadas las tres de la madrugada. Para ella hay algo de mágico asombro en la noche y siempre encuentra argumentos que justifican su desvelo. Realizar una acción impostergable, absolutamente necesaria, la cual debe atender a estas horas desacostumbradas para el común: esperar a que llegue el agua por ejemplo. Contemplar el incandescente brillo de las luciérnagas, o salir disparada al encuentro del grupo de sonámbulos intensos, que de noche deambulan por los lugares de moda en esta ciudad de universitarios, con la intención de convertirse en piezas de inspiración nocturna.
Quiere ser parte del brillo de los flashes, convertirse en esa imagen de la noche que se hace viral y permanece en el recuerdo. Necesita la música, ser ella siempre música y también debe ser la presencia integradora de innumerables amigos y de nuevos conocidos, de afectos recientes, que de inmediato son agregados a su lista interminable en el móvil.
La rutina de la luz la fatiga, la agobian las certezas en donde no caben las sorpresas. Ella necesita sorprenderse y sorprender a cada momento, por eso su vida gira en torno a la noche, el resto es accesorio.
Pero esta mañana es totalmente diferente, tiene un compromiso al que no puede faltar y antes de las siete de la mañana está en pie. Anoche, a la carrera y de emergencia, dejó a Lola, su perra, en la clínica veterinaria. Su compañera de tantos años, su amiga, uno de sus amores más queridos. Quedó hospitalizada con un cuadro realmente delicado, le negaron la posibilidad de acompañarla y el doctor le indicó, que debe presentarse a primera hora de la mañana en el consultorio, que es posible que Lola no se recupere y la abandone, que no resista la noche, que el daño es severo, que están comprometidos órganos vitales.
Tocan la puerta y llena de temores corre y abre. Con sorpresa descubre que es su amigo y vecino, el panadero de la esquina, que temblando y con los ojos llenos de miedo le dice. Necesito ayuda Doctora. Este papel lo encontré debajo de mi puerta. Como abogado ella está acostumbrada a leer documentos legales, pero este es totalmente diferente. A modo de membrete una bandera negra con una calavera pálida en el centro, debajo, unas líneas escritas en computadora que lee con rapidez y descubre con espanto, que es una terrible amenaza.
Ciudadano Juan Carrasquero:
Sabemos que usted participó activamente en las guarimbas del 2017 y que está involucrado en los sucesos que hirieron al camarada Lenin en la casa del vidrio de la calle 15.
Para ese momento este territorio no nos pertenecía y por tanto, no dimos la debida respuesta correctiva a su conducta de derecha recalcitrante. Debe saber que ahora el territorio en donde vive nos pertenece, y usted está siendo vigilado, cualquier acción que consideremos impropia será reprimida y castigada con la severidad que creamos necesaria. Usted es de ahora en adelante un objetivo militar. Es también el único responsable de su seguridad, la de los suyos y de sus propiedades. Sin contar los daños colaterales que sufrirán los vecinos por sus actos contra revolucionarios. Está usted advertido. No habrá un segundo mensaje.
Colectivo Bandera Negra. Ella sabe que la ley está hundida bajo el imperio de la impunidad, que estos grupos y colectivos son pagados por el gobierno para su defensa, que no hay límites en sus desmanes, que no hay justicia. Le aconseja de todo corazón que tome unas vacaciones, que visite un familiar, que se vaya por un tiempo lejos de esta ciudad tóxica.
En la clínica las noticias son desalentadoras, Lola no superó la noche. El doctor le explicó: que el alimento “El Centinela” el único que se consigue en medio de esta lamentable situación de escasez, destroza los órganos de las mascotas y terminó diciendo: Son más de 50 los casos que he atendido.
Ella, al igual que Juan Carrasquero necesita dejar la ciudad para no asfixiarse en la intolerancia, llama a un amigo y viaja con urgencia a Medellín. Está rendida, el peso de esta y otras derrotas la agota.
En el aeropuerto de Medellín toma un taxi. Pasa por la plaza de las esculturas y al ver el enorme perro de Botero piensa en Lola. El auto mantiene la ruta para llegar a la dirección de su amigo. En el momento que atraviesan el sector de Patio Bonito, miran impávidos a unos hombres en moto interceptar un vehículo. Oyen disparos. Dos hombres caen en la calle y una bala perdida rompe el vidrio del auto que está a su lado y se aloja en la cabeza de un muchacho. Algunas personas se acercan e intentan ayudarlo. Oyen que se llama Fabio Legarda. El taxista arranca y le comenta que es un conocido cantante y youtuber. Que apenas tiene veintinueve años.
El auto sigue su recorrido, ellos mantienen silencio, hundidos en la triste espiral que violenta la vida esta mañana. Se dirigen al sector del Guayabal, el calor y los acontecimientos son abrumadores. El tráfico se detiene en el puente Gilberto Echeverri. Alguien pide ayuda con gritos desesperados, ambos se bajan y corren a un costado del puente. Impotentes, observan asombrados el momento en que una mujer joven, cargando un niño de unos diez años se lanza del puente.
Con la mirada perdida en el vacío detrás de la mujer y el niño, le dice al taxista: Este recibimiento me espanta, por favor, puede llevarme de regreso al aeropuerto.
Abatida, derrotada. Piensa: Los peligros de la noche son mucho más amables que esta claridad que me hiere y lastima profundamente. Ahora entiendo porque me resisto a despertarme temprano en la mañana. |
|
|
|
 |
| Jose Jesus Morales |
|
|
|
New York
Caminó perseguido por las palabras de esa mujer que atropelló su juicio, se adueñó de su voluntad, forzó sus pasos por calles sin nombre y lo perdió en largos laberintos asfixiantes hasta empujarlo al borde de un precipicio, en una espiral sin retorno, buscando una oportunidad, que tercamente lo esquivó hasta el final.
Rubén Antonio Rincón dejó su casa esa mañana dispuesto a encontrar la oportunidad que se le niega. Viste de traje con la intención de pasar desapercibido y decidió no regresar hasta lograr su objetivo. Necesita sacarse de encima la voz, que con insistencia, desde unos provocadores labios color del vino tinto, repite la promesa de entregarse en un abrazo sin olvido y descubrir ante sus ojos su piel tostada al sol. Únicamente debe complacerla y llevarla un fin de semana a New York.
Para cumplir ese deseo de ella recurrió a sus amigos sin éxito. Buscó en los bancos un crédito rápido y obtuvo una planilla de decepción. La voz insistía: Llévame a New York y te haré el hombre más feliz sobre la tierra. Esa promesa llena de provocaciones sube desde las sandalias que ella calza, se expresa en los intensos ojos negros sin máscara y le come los huesos, le sorbe los sesos.
Imaginó cientos de posibilidades, una más descabellada que otra, y por primera vez se sintió atrapado en sus limitaciones. En ese desesperado intento por llevarla a New york torció el rumbo y sin una gota de sentido común, intentó componer su malogrado destino. Tiene que robarse un auto en condiciones impecables, sin daño alguno. Estacionarlo en un lugar establecido de antemano y al entregar las llaves obtiene los dólares que necesita. La voz ha fragmentado su juicio, obliga sus pasos, empuja cada vez con mayor insistencia su ánimo, se le metió en la sangre, y siempre con dulzura repite con insistencia. Vamos papi a New York. Quiero caminar contigo por Time Square, sentirme deslumbrada a tu lado convertida en ciudadana del mundo, comer en la Pequeña Italia, ver pasar el río Hudson y saber lo que se siente en esa Torre de Babel donde confluye el eco incomprensible de todos los idiomas. A las cinco de la tarde, los destellos de un sol tostado iluminan su oportunidad pintada de verde botella, sin un rasguño. Esperó que el conductor se estacionara y de un salto Rubén se plantó en el costado del chofer, la mano derecha escondida en el bolsillo de la chaqueta empuñaba sus cinco dedos inocentes, con la izquierda abrió la puerta. ¡Bájate! le gritó al chofer y clavó su mirada de incendio en unos ojos aterrados. Le tomó un segundo cambiar de lugar y arrancar, y otro segundo en llegar al cruce para perderse. Gritó a todo pulmón con las ventanas cerradas ¡Nos vamos a New York! El corazón aún golpeaba su pecho cuando los seguros se activaron y en forma automática quedó encerrado. El auto convertido en trampa endemoniada se detuvo en medio de la calle aullando, encendiendo las luces. Comprendió en el acto que el dueño del auto había presionado el botón de ¡Pánico!
De una patada rompió el parabrisas, saltó y se abrió paso a la carrera, en ese momento descubrió detrás de él un policía de uniforme y revolver, que con los brazos extendidos al frente lo apuntaba, siguió corriendo, unos pasos apenas faltaban para desaparecer en una esquina providencial. Sonó un disparo y oyó por última vez la voz que lo perdió, era un susurro de terciopelo, una esperanza fallida. Te espero en New York, amor. No tardes. |
|
|
|
 |
| Jose Jesus Morales |
|
|
|
Las mentiras de Bastidas
La mentira es un largo camino de obstáculos, quien se atreve a transitar ese peligroso sendero erizado de dificultades, avanza a tropezones esquivando heridas. De un atolladero se salta a otro y el único asidero es la confianza ciega en mantener el engaño. Quién miente sabe que entra en un laberinto con escasas posibilidades de éxito, es plenamente consciente de su situación, pero confía en la incertidumbre para crear sospechas, para inyectar dudas. En el instante que construye la mentira se convierte en rehén de sus palabras, está encerrado tras los barrotes del engaño y sus actos son los destellos de una farsa de continuas improvisaciones. Yeirson Bastidas conoce de mentiras, su vida es una farsa, una puesta en escena. Permanece impasible, sin remordimientos ni arrepentimiento alguno y afirma resentido frente al cruel espejo que lo repite, que debe arrebatarle al destino las oportunidades que le fueron negadas. Bastidas pertenece a las temidas Fuerzas de Acciones Especiales (FAES). Como todos los integrantes del grupo viste de negro, utiliza armas sofisticadas, cubre su rostro con una máscara aterradora, y actúa con impunidad bajo la protección de un régimen criminal. Como todos los que protegen al usurpador, gira en una espiral de maldad. El (FAES) pertenece a la Policía y es altamente especializado en el exterminio de los ciudadanos. Todo aquel que se atraviese en el trayecto de sus balas, o quede atrapado en medio de sus dudosas operaciones, es asesinado extraoficialmente. Bastidas sabe por experiencia que la mentira es una gota de duda capaz de abrir profundas grietas en las certezas, que en medio de la asfixia es posible llegar muy lejos y para mantener el engaño debe utilizar estudiados silencios circunstanciales, estirar las palabras hasta endulzarlas y componer con renovadas mentiras el mensaje envenenado. Yeirson Bastidas lleva vidas paralelas. Antes de iniciar su entrenamiento en el grupo (FAES) se le instruyó para que mantuviera en secreto, incluso, de la propia familia, su condición de policía de las Fuerzas Especiales y Yeirson se transformó en un maestro del engaño, en una sombra que vive entre el misterio. Bastidas se destaca de sus compañeros de promoción y rápidamente asciende a Jefe de Grupo de Tareas, porque ciegamente cree en los principios básicos de esta fuerza: Recibir órdenes. Cumplir órdenes. No cuestionar órdenes. Desde hace un año su trabajo consiste en la persecución, captura y asesinato de quienes se oponen al gobierno. Tiene órdenes expresas de liquidar con disparos en la cabeza a sujetos que participen en las manifestaciones, los blancos deben ser jóvenes, ya que estas muertes causan más dolor, más miedo y logran el efecto de paralizar a la población. Eso dicen los instructores cubanos. Hoy nuevamente el (FAES) está desplegado en las calles, los opositores intentan entregar a los policías y militares un documento que les otorga amnistía. Bastidas se encuentra en posición de tiro, busca un objetivo a través de la mira telescópica de su fusil y se paraliza. Retira de inmediato el dedo del gatillo. Su hija y sus inocentes quince años, con otros cientos de miles ondeando el tricolor nacional, camina con las sandalias que él le regaló al frente de la marcha. Sabe que su hija se ha convertido en objetivo, es la imagen que deben abatir, sus compañeros le van a disparar, le van a volar la cabeza a su bebé. Bastidas es ahora un hombre fragmentado, abandona su posición y corre hacia el grupo de manifestantes gritando “Yo quiero la amnistía”. Algunos compañeros del (FAES) lo acompañan. Hoy no hay muertos a quien llorar. |
|
|
|
 |
| Jose Jesus Morales |
|
|
|
Gracias Rodrigo. El apoyo de los otros países es posible que frene las oscuras intenciones de Estados Unidos, pero no nos engañamos, todo es negocio. Y en la reconstrucción de Venezuela hay demasiados intereses. Al salir de esta situación arrastraremos los gobiernos de Nicaragua y Bolivia y tengo la esperanza, la gran esperanza de poder iluminar un poco el camino de España, que avanza peligrosamente hacia la temida oscuridad. Un abrazo.
El momento es de extraordinario peligro. La consigna es:
La violencia es el arma del usurpador, solo tenemos una acción clara. Permanecer unidos y firmes por una Venezuela democrática y libre.
Y no sabes lo extraordinariamente difícil que resulta cumplir esta consiga. |
|
|
|
 |
| Rodrigodeacevedo |
|
|
|
Ahora que en tu país parece que se están produciendo los espasmos finales, las contracciones últimas de ese parto dolorosísímo hacia la democracia, este nuevo relato tuyo, mezcla de ironía y humor negro, alivia las tensiones que tan a menudo nos transmites, querido J.J. Ojalá sea esta la última sangre, ojalá el apoyo norteamericano no tenga un transfondo oscuro que enturbie aún más la búsqueda de esa ansiada paz en tu país. Creo que muchos, en España, os deseamos lo mejor en paz social y progreso. También nosotros lo deseamos para nosotros; pero parece que estamos dando pasos equivocados.
Un relato original, entreverado de crítica y denuncia, que se lle con mucho agrado. Adelante, querido amigo. |
|
|
|
 |
| Jose Jesus Morales |
|
|
|
Nada es lo que parece en estos días previos al 23 de enero de 2019, hay una enorme confusión y se libran escaramuzas políticas, los cabildos tensan la cuerda de la flecha y se suceden batallas campales. La única certeza son las tres líneas de la esperanza. A partir del 23 de enero el pueblo está en las calles y exige: Cese la usurpación del tirano. Instalación de un gobierno de transición. Realización de elecciones libres.
A tono con los tiempos que vivimos, en este texto, nada es lo que parece, la única certeza es la importancia de las palabras. El Diccionario
Hay calles que hemos convertido en iconos, otras en símbolos. Alguna vez al recorrer esos rumbos nos queda una borrosa visión de nuestras pasos efímeros, el tiempo se encarga de transformar más tarde las circunstancias vividas en esas calles y nuestra memoria mágica las convierte en referencias. El recuerdo es diferente a la realidad, la desdibuja hasta convertirla en una evocación extraordinaria y se torna la sombra de la experiencia, son esos recuerdos transfigurados con el paso del tiempo los que hacen que las calles tengan un significado único. La calle es una alusión permanente de lo vivido y los recuerdos nos trasladan a un pasado sin fronteras, a un instante que ha marcado nuestra existencia y es parte importante de nuestra vida.
Hay esquinas asombrosas, callejuelas fantásticas, pasajes que suelen pasar desapercibidos y ocultan entre sombras y recovecos sus secretos a los transeúntes desprevenidos, incluso, estos pasajes mimetizados con el entorno suelen pasar inadvertidos a los peatones habituales, que despreocupados, atraviesan ese umbral desconocido sin darle importancia, pero en un instante, un traspiés en una baldosa cambia la perspectiva. Esas estrechas callejas tienen en su poder el don de medir en el tiempo el minuto exacto, la circunstancia perfecta para descubrirse y asombrarnos.
Quienes cándidamente avanzan por esas ellas desconocen su extraordinario poder, hasta que tropiezan de improviso, o resbalan con los restos de un vendaval pasajero y en ese momento inevitable, fugaz, la calle nos muestra otra de sus múltiples facetas y cientos de nuevas posibilidades, que jamás habíamos notado en nuestro recorrido habitual.
Sin saber siquiera el nombre de una calle, o su historia, la convertimos por la fuerza de la costumbre en un pasaje de nuestros propios apremios, agobiados con el peso de exigentes horarios nos entregamos al designio de la costumbre, pero inevitable llega el momento de la venganza, la calle nos cobra el descuido y se muestra, con orgullo se descubre a nuestros ojos enfermos de rutina y nos obliga a preservar en la memoria una esquina, la luz que se cuela entre ventanales a las cinco de la tarde, o el olor que despiden las aceras.
Hoy caminaba por el Boulevard de Sabana Grande, es un lugar que frecuento, un recorrido obligado en el curso de mis compromisos. Y de una esquina adyacente de la calle Pascual Navarro apareció un desconocido, que al verme me abrazó con entusiasmo y dijo: -Mi hermano querido-. –Que de tiempo sin vernos-. Y sin darme un respiro me envolvió en una conversación de lugares comunes y confianzas, preguntas intencionadas, mucha confianza, demasiada. Es un hombre correctamente vestido de traje, con cierta elegancia anacrónica, lleva los puños de la camisa abrochados con yuntas relucientes. Respondo de inmediato con el mismo entusiasmo y antes de que pueda despedirse y desaparecer lo invito a brindar por aquellos tiempos, en sus ojos claros brilla un rayo de inquietud e intenta con algunas excusas y negativas escurrirse, pero no lo permito. Hemos llegado a la calle Villaflor y prácticamente lo empujo dentro del Rías Gallegas, a pesar de que es una calle que transito con frecuencia, nunca había entrado, no conocía su cocina, pero ese bar se atravesó de primero en el camino y se convirtió en mi oportunidad.
Hago esfuerzos para localizar el rostro de este amigo recién aparecido en mis recuerdos y no lo encuentro, se ha borrado de mi memoria o nunca existió. El personaje es persistente y mantiene un discurso que poco a poco se va agotando entre los güisquis con soda que bebemos. El efecto de los güisquis comienza a notarse en este amigo caído por sorpresa y es el momento que aprovecho para dejar los monosílabos, me había atrincherado en ellos y los utilicé hasta este momento como un escudo para evitar confidencias. Cambio el tono de la voz y doy inicio a un pequeño discurso intentando una clase magistral.
Por estrictos motivos de trabajo, digo, soy un hombre bastante desconfiado. Este supuesto encuentro casual y tus referencias a nuestra vieja y gran amistad encendieron los resabios de mis suspicacias. La verdad yo no puedo recordarte y estoy seguro que no eres mi amigo, puedo asegurarte que ni siquiera te conozco y estoy convencido que pensaste en salvar tu día conmigo, has querido engañarme y yo he querido estudiarte, por eso estamos aquí.
Yo vivo en un constante proceso de aprendizaje, aprendo de la conducta, de los gestos, de las actitudes de los otros, pero sobre todo yo quiero aprender de las palabras, sus diversos significados me subyugan y es la razón que me lleva a leer únicamente diccionarios, veo el mundo a través del universo de posibilidades que nos muestran las palabras y lo que ellas comunican. Yo te recomiendo estudiar los diccionarios, te ayudará mucho en tu desempeño particular.
He descubierto en este encuentro que somos muy parecidos, vamos por la vida jugando en el falso equilibrio de una estrecha línea, una delgada franja entre la temeridad y la desesperación, que nos permite pasarla bien sin trabajar, lo nuestro no son los horarios, ni los jefes, ni las responsabilidades y mucho menos un salario de quince y último. Lo nuestro es el derroche de la vida sin importar el costo.
Somos parecidos, pero no iguales y en el diccionario encontré la palabra que mejor nos define. Tú por ejemplo eres un candongo. La palabra te retrata con todos los detalles y su sabrosa sonoridad hace más rica tu descripción. Yo en cambio soy un facineroso, es una palabra difícil de pronunciar y complicada de escribir correctamente, y es esa dificultad la que mejor me representa. Es muy fácil que me confundan con un desprevenido peatón por mis modos y vestimenta, eso le pasa a muchos, te pasó a ti, y es parte esencial de mi impostura.
En este momento y en cumplimiento exacto de la palabra que me define, por debajo de la mesa te apunto con la pistola que siempre llevo en el tobillo y que no pudiste descubrir cuando me abrazaste y aprovechaste para robarme. Te sugiero que coloques sobre la mesa, de inmediato: la billetera, el celular y el reloj. Paga la cuenta con tu dinero y recuerda: en tu oficio debes estudiar el diccionario, las palabras son un mundo maravilloso. |
|
|
|
 |
| Jose Jesus Morales |
|
|
|
Me sostengo sobre un permanente estado de alerta, mantengo la firme convicción de la Resistencia como salida y espero el desarrollo de los acontecimientos con la confianza puesta en el futuro. Mientras tanto le escribo a ella, o al país que llevo dentro, ya ni sé. Cada amanecer un tributo
Despierto en ese momento incierto en que está a punto de definirse el día, la frontera es de brumas y nieblas, la mañana arrima con temor, con delicado candor la penumbra que pierde fuerzas, las sombras de la noche se diluyen sin oponer resistencia, se entregan a la inevitable luz de la mañana, la noche se deja envolver con el soplo de una brisa suave y cálida que difumina con esperanzas la opaca oscuridad. En ese momento cierro los ojos y me entrego al silencio, un silencio precario, que se balancea en el falso equilibrio de innumerables peligros. Hago un esfuerzo mayor para hundirme en el silencio, pero un tropel de pensamientos, cascos de caballos desbocados atacan los flancos de mi frágil silencio apenas conseguido. Con suma dificultad aparto el tumulto escandaloso de las ideas y en el fugaz silencio impongo tu imagen desnuda. Me hundo en ese silencio que aún no llega a ser absoluto y contemplo satisfecho esa imagen tuya. Tu desnudez limpia de pensamientos ilumina el silencio. Tus cabellos negros cubren los hombros y caen en desorden por la espalda. Sigo extraviado el contorno todo de la silueta, la inconfundible señal los huesos, la redonda rodilla, el empeine que descansa, los dedos de los pies, el dibujo que dejó sobre tu piel de arena tostada el sol. Se aviva esta sensación única de tu piel grabada en la yema de mis dedos con el peso de tu cuerpo en el cuenco de mis manos. Y tu aroma, tu olor convertido en ilusión, en deseo. Y en la boca el sabor de un beso imposible de olvidar. Abro los ojos y contemplo largamente tu rostro, el perfil de tu semblante. Me maravillan tus singulares facciones. Despiertas, me miras, sonríes y amanece un nuevo día para vivirlo contigo. |
|
|
|
 |
| Jose Jesus Morales |
|
|
|
Gracias rodrigo. Espero seguir trabajando duro, para que mis universos sigan girando y acercarme con ellos a ustedes. |
|
|
|
 |
| Rodrigodeacevedo |
|
|
|
PREMONICIÓN. J,J, Nuestro compañero J.J. en cada relato que nos presenta ahonda más en la vertiente onírica de los mismos, estilo que permite esos adentramientos en la fantasía surrealista con adobos y cimientos en aquella realidad de los trópicos (o al menos la que nos ha sido presentada como tal por la literatura al uso.) de la que tanto aprendimos durante el "boom" de los años 60.
Con alguna clara referencia a tópicos y situaciones utilizados por este tipo de literatura (el personaje que sueña con alguien que a su vez le le sueña, la simbiosis realidad soñada con el sueño hecho realidad...) J.J. va entretejiendo un espacio en el que las claridades y las brumas definen el paisaje, a veces angustioso, nunca obsesivo. Un paisaje que conduce al personaje a un final trágico, ya explicitado al principio del relato, pero no por ello menos cargado de emoción. La inexorabilidad del destino, la fatalidad del hado, nacen y se cumple en este excelente relato con una precisión improrrogable. En mi opinión este nuevo universo de J.J. llevará a nuestro compañero a lograr brillantes muestras en esta difícil modalidad de escritura. Felicidades, J.J. |
|
|
|
 |
| Rodrigodeacevedo |
|
|
|
Como ofrenda republicana, complementaria a la trasnochada (por alejada en el tiempo) de los Reyes Magos, dejo la segunda entrega de "El prostituto", esperando tenga tan calurosa acogida como la primera. Y eso que llega una nueva ola de frío polar. Y si no, pues nada, seguiremos en la brecha. EL PROSTITUTO
(continuación) Volvemos a encontrar al joven Teodulfo en el salón de aquella casona, en aquel ambiente de estufa fría en el que sus buenas tías, devotas y beatas, cultivaban su espíritu cual si de una flor exótica y delicada se tratase. A pesar de ello, al joven Teodulfo su naturaleza vigorosa e inquieta (con inequívocas trazas del carácter aventurero de su padre y la fogosidad carnal de la madre) la vida en el pueblo le parecía una barra rígida y pesada, a la que se encontraba atado, como si estuviese en galeras. Poco amigo de mudanzas, sin embargo, y menos aún buscavidas,
quería encontrar su hueco, todavía indefinido, en aquella sociedad que, al tiempo, le atraía y le repelía. La paz aromosa de los campos o la umbría tranquilidad de la casona eran su hábitat; pero le faltaba el ámbito adecuado para el desahogo de sus ímpetus juveniles. De su madre, encerrada en el lóbrego caserón del arrabal, nunca supo nada. Era el secreto que muchas familias tienen y que sólo se desvela en los dramones novelados. Comenzó a frecuentar la compañía del pastor del pueblo, hombre excéntrico y cordial, querido por las gentes y vigilado por el cura teósofo, quien admiraba en él una extraña y superior cultura y conocimientos casi mágicos que salvaron más de una vida humana, además de numerosas ovejas, terneros y otros seres vivos más importantes para aquella sociedad pueblerina. Con él Teodulfo gustaba retirarse a las brañas, tras los montes, y allí el joven se inició en los mundos filosóficos y en los esoterismos rurales del pastor, quien además, vaya usted a saber porqué, conocía y recitaba pasajes completos de las obras de Kierkegaard :”¡Qué estéril está mi alma y mi pensamiento!... etc.,etc.”. El pastor, además, le introdujo en el más inmediato mundo de los placeres carnales, dejándole gozar de las ovejas más placenteras del rebaño. Una inesperada dádiva que turbó el sereno espíritu del joven. Así se abrió a la vida aquel fruto de ausencias: una dualidad entre la vigorosa juventud que le había sido regalada y las ansias de trascendencia que le imbuían sus tías beatas y el pastor filósofo, aunque tan opuestas en sus motivaciones y raíces. Las tías de Teodulfo Sangróniz decidieron trasladarse a la capital de la provincia.
Habían leído recientemente “En busca del tiempo perdido”, y les entró el gusanillo de abrir un salón al estilo de Mme. Verdurin, pero más religioso, menos volteriano, que decían ellas. Y, evidentemente, en el pueblo no tenían parroquia. Entretanto Teodulfo se había transformado en un guapo mocetón, fornido y lenguaraz, para desesperación de sus tías, estereotipo del joven rústico, desclasado por familia, pues no tenía compromisos ni con el campesinado, a los que consideraba todavía como siervos de la gleba, ni con la escasa y rancia aristocracia que aún no había dado el salto a la capital, para dilapidar la menguada fortuna que heredaron de sus antecesores. Ello no le hacía, sin embargo, voluble ni indeciso en su idea de futuro. Los intentos de Teodulfo para orientar su vida se veían frustrados, uno tras otro, en aquel ambiente pueblerino. La intención de las tías beatas de trasladarse a la capital abrió en su imaginación la posibilidad de experiencias inéditas, aventuras impensables en el círculo ovejuno de sus relaciones sexuales. Nunca se llevó moza alguna a la era, por miedo a la inevitable coyunda eclesiástica. Como mucho, y si las condiciones de total discreción se daban, algún beso furtivo, como jugando, en los columpios de las afueras. En la ciudad, pensaba, aquello debía de ser otra cosa. Las mujeres se ofrecerían a él, ejemplo de virilidad según las amigas beatorras de sus tías, cansadas de aceptar los rudimentarios y rutinarios placeres que les ofrecían sus maridos o los que, imaginaban, ofrecerían los mozos capitalinos, escasos de fuerzas, pálidos y sicalípticos. Se efectuó el traslado y, como estaba previsto, sus tías abrieron un coqueto salón, donde los miércoles recibían a lo más granado de la sociedad capitalina, toda ella, naturalmente, adscrita a la Iglesia y a su ámbito: conferenciantes de San Vicente, novenarias de San Antonio... Y allí se le iluminó el camino a Teodulfo. Pronto su estampa recia de joven campesino, sano e ingenuo, caló entre las solteronas, viudas y casadas mal abastecidas que conformaban las tertulias. Discretos mensajes, encargos subrepticios, llevar y traer las capillitas de los triduos y novenas a los castos y cerrados domicilios de las damas... De ese caldo de cultivo brotó, poderosa y nítida la auténtica vocación de Teodulfo: sería prostituto; satisfaría a aquellas pudorosas damas a cambio de ciertas prestaciones pecuniarias. Y de esa situación pasó, por concesión de un marido cornudo, a ser empleado municipal. Pero eso ya es otra historia. |
|
|
|
|
|