La petición es a cambiar mi actitud incoherente, porque crea un espejismo, una ficción de vendaval, un aparente conflicto que nos despeña a la violencia.
Jose Jesus Morales
17-11-2014 04:10
Parece que los vendavales esta semana impidieron la llegada a tiempo de las siete palabras necesarias, esta obligación que asumí me obliga a imponerme por encima de las ausencias y entonces convoco algunos elementos y propongo:
Cada paso en un tormento, articular un inocente movimiento me causa espanto, las escaleras me aterrorizan. El simple acto de coordinar mis extremidades es imposible sin sentir un intenso corrientazo, que se dispara apenas lo intento. Es un latigazo que logra inmovilizarme.
Llegué a este estado de padecimiento atravesando atajos para evadir un abandono, no logré entender que estar sola era un imprevisto pasajero y negué con obstinación la realidad que me imponía la vida.
Una maravillosa eventualidad, una circunstancia asombrosa, sería no sentir dolor en las articulaciones, ni en mis músculos vencidos por los intensos síntomas de una enfermedad que se ha ensañado con todo mi cuerpo y me mantiene definitivamente olvidada.
En el tránsito por este calvario perdí amigas, también amantes ocasionales y hasta la familia. Nadie quiere saber de penas ajenas, de quejas constantes. Reconozco que no saben cómo actuar para complacerme, logran irritarme, exasperarme. Sin quererlo soy insufrible, perversa como esta enfermedad.
La Ciencia no puede eliminar mi tormento y los medicamentos apenas sirven para maquillar el martirio. Los Doctores me han empujado a esta frontera que llaman “Medicina alternativa”
Así llegué a las puertas de Evaristo Cáceres: Un estudioso de astrología que me puso las manos encima, me entregó una carta astral y explicó en términos incomprensibles que mi planeta regente es un signo de aire, mi ascendente un signo de fuego y que a la hora de mi nacimiento se interpuso en la línea de mis buenos augurios Neptuno Retrogrado, lo que decidió este enfrentamiento de conductas y finalmente mi condición de enferma.
Debo propiciar un cambio de actitud, según Evaristo: abrir puertos cerrados y esperar el día en que la luna llena se encuentre exaltada en Tauro y Venus impulse la gran transformación que necesito. Lo que no explica Evaristo son los detalles, los signos que debo seguir.
El día señalado salgo a la calle en busca de mi destino, con dificultad logro sentarme a tomar un té helado, disfruto sentir como se deshacen los cubos de hielo en mi boca, asisto con ilusión el espectáculo de despedir el día, con sorpresa intentando evadir el dolor, hago un movimiento equivocado y me paralizo.
Un hombre de gruesos bigotes acude en mi auxilio. Soy quiropráctico, déjame ayudarte dice.
Me entrego a este desconocido y digo: padezco fibromialgia.
En su consultorio, todavía inmóvil me dejo desnudar sin protestar y sobre una camilla boca abajo, con destreza, presiona sus dedos sobre mi columna y logra que vuelva la movilidad.
Mantiene sus manos sobre mi cuerpo y se entrega con dedicación a recorrerlo, paso de un estado de relajación a uno de excitación, abro los ojos y lo veo también desnudo, me asombra el animal descomunal de nervios y tensiones erizado que cabecea entre sus piernas, un ciclope con vida propia que busca entrar entre mis piernas. Siento un calor intenso, estoy completamente mojada, por un momento niego la entrada con temor a este energúmeno que supera en dimensiones mis fantasías más escandalosas, las manos de este hombre no se detienen y tampoco sus palabras que repiten con cada frase: no sufrirás nunca más. Cierro los ojos, recuerdo las palabras de Evaristo: “abrir puertos cerrados”. Entiendo que debo abrir las piernas y permito que esa enorme bestia me penetre, los músculos de mi cuerpo se crispan y grito, es una voz liberadora de genuino placer y mi único deseo es tragarme integro ese bárbaro bicho, me abandono a esta sensación olvidada, dejo de sentir dolor, mi cuerpo es una pluma que viaja con el viento. Estoy curada.
Jose Jesus Morales
14-11-2014 05:20
Vivimos en un lugar extraño y por extraño quiero significar inverosímil, escapan a mi comprensión los actos de barbarie de mis congéneres en todos los rincones. El mundo es un sitio enfermo, invivible, el síntoma general es el conflicto. Conflicto en los continentes, en las regiones, en nuestros países, en nuestras ciudades, en nuestras comunidades y hasta en el pequeño mundito de nuestros cercanos el conflicto es el denominador común. Es un espejismo entonces pensar en la posibilidad de la alegría por la alegría misma de vivir. Un mundo mejor es una consigna que hemos transformado en ficción imposible.
Esta semana propongo tres palabras y las que sobren las elimino. Conflicto
Espejismo
Ficción
Jose Jesus Morales
14-11-2014 05:15
La sintética se había quedado en el tintero.
Me maquillo para ocultar los dolores eventuales de la fibromialgia, alterno hielo y fuego contra estos dolores perversos y evito la parálisis al refugiarme en la astrología.
Rodrigodeacevedo
10-11-2014 14:46
Gracias, J.J. Aquí está mi sintetifrase. Anímense los demás.
Padeciéndola, ignoraba que fuese fibromialgia. Sus conocimientos de astrólogo, sus trabajos entre el fuego y el hielo, eran un perverso maquillaje para aquellas eventualidades de su salud. Hasta que cayó en manos de la Sanidad Pública.
Jose Jesus Morales
10-11-2014 04:16
Aquí, recién cocinadas a fuego lento con un buen puño de sal gruesa, las flamantes siete palabras de esta semana.
Compró cordones de diferentes colores, trenzó con ellos sus zapatos deportivos y también sus hermosos cabellos negros, con la sana intención de contener gran parte de su belleza en una cola de caballo. Ser hermosa la abrumaba.
Intentó darle luz y color a sus pensamientos y quiso también trenzarlos a una idea luminosa, intensa. Trato de enviar un mensaje desde su teléfono y con las prisas, o por la ansiedad, por el sentido del mensaje, o quizás por alguna razón desconocida se enredó en este simple acto rutinario y equivocó el destinatario. Lo notó al momento de enviarlo, pero ya era tarde, se entregó con resignación a ese detalle torpe y de acuerdo a sus principios no corrigió el error, ni siquiera quiso conocer a el nombre de quién recibiría la nota y despreocupadamente confió como tantas otras veces en su buena estrella.
Probó nuevamente a encontrar ese pensamiento deslumbrante que se le escabulle y poder salir a la calle libre de esa carga agobiante, libre de un recuerdo que la hiere más allá de las palabras, pero no pudo, y siguió amarrada a ese enojoso desencuentro que la mantiene entrampada en el pasado.
Da vueltas en una caverna sumida en la oscuridad, a ratos iluminada por la lumbre de vetas de manganeso, en esta gruta ha intentado esconder el misterio de un error del destino que la agobia, y del que sabe no hay una salida honesta, sabe también que es una carga que debe compartir, pero tampoco se ha asomado nadie que quiera, que pueda ayudarla.
No fue capaz de cruzar la puerta sin antes darse una mirada de cuerpo entero frente al espejo. Ese aliado inconveniente repitió su imagen con rigurosa exactitud y ella aprobó con un guiño de ojos y una sonrisa capaz de desarmar al peor de los bandidos y hacerlo arrepentirse de todos sus actos atroces.
Con una destreza adquirida en la práctica, sin coqueterías, colocó un par de lentes oscuros ante sus ojos, otro de sus múltiples intentos diarios para apagar su belleza, iniciativa imprescindible, pero inútil, todo cuanto hacía por pasar inadvertida terminaba por hacerla mucho más visible, adorable.
Apenas puso un pie en la calle, en un milésimo de segundo imperceptible se detuvo el ritmo desenfrenado de la vida, para cambiar inmediatamente según el compás de sus pasos, la cadencia de su cintura, el acento que ella le imponía.
La encontré al final de la tarde. En el mensaje que recibí leí con sorpresa:
¡No necesito un hombre. Quiero ¡AYUDA!
¿Te conozco? Preguntó al verme frente a ella.
Me presenté en el límite de lo ridículo, con unas rosas amarillas que le entregué y dije:
Recibí tu mensaje. Nos presentaron hace unos días e intercambiamos nuestros números de teléfonos.
¿Y piensas ayudarme con estas flores?
Las amarillas son en la simbología la representación de la amistad sin condiciones, además no les quité las espinas, lo que te aseguran que soy un convencido que la belleza trae más dolor que satisfacción.
¿Estás seguro que es la belleza lo que me complica?
Guardó silencio y jugué mi última carta, con toda intención de desarmarla.
Intentando encubrir la poesía dije:
Cuando nos presentaron una sombra espesa oscureció tus ojos claros y cerró con un tupido velo de pesado pasado el posible futuro. Yo estoy aquí para oírte y hacer lo que haga falta para que reencuentres la gracia de la libertad. Vine para ejecutar incluso acciones de fuerza terribles y no pido nada a cambio.
Apenas recibí tu S.O.S me entregué a mi destino. Puedo asegurarte que con alegría.
Jose Jesus Morales
10-11-2014 03:55
Gracias despistes, la contradicción es un enorme aliciente transformador, espero estar a la alturaa de tu propuesta y no convertirme en un fuego fatuo.
Despistes
09-11-2014 16:58
Estoy leyendo "Canción de hielo y fuego " tras ver las cuatro temporadas de Juego de Tronos
( recomiendo la serie y por supuesto los libros)
Os dejo dos palabaras que daran juego a las que ya hay.